Las batallas culturales republicanas del XIX contra el clericalismo utilizaron la figura del religioso o sacerdote como transgresor sexual con el objetivo de desarticular las influencias clericales en la familia patriarcal, en competencia con el varón republicano disolviendo el trasunto de la edad en el del género lo que, como nos llama la atención el autor, no aprovecha la herramienta de la “interseccionalidad” propuesta, entre otros, por Lucas Platero. Será esa herramienta precisamente la que ponga en juego el autor al explorar genealógicamente captando la interseccionalidad que se puede hallar entre la clase, el género, la edad y la etnicidad como instancias del poder.
Con las debidas cautelas contra cualquier desliz de anacronismo y contra comparaciones no refinadas, la obra transcurre con filiación foucaultiana y partiendo de 155 casos recogidos en la prensa. En ellos, se aprecian el eje del poder que observa y señala los peligros, el eje del saber y la verdad que recorren desde los caricaturesco a las aportaciones de las ciencias criminológicas y el eje de la nueva subjetividad, un nuevo tipo de persona lo que implica un elenco que le dé contorno y sentido: « […] el pueblo y sus opresores; las familias de las víctimas y particularmente sus progenitores; la institución eclesiástica y la judicatura; los maestros y los expertos (médicos, antropólogos); los periodistas de otras cabeceras y los políticos.» (p.26)
En la primera parte, «Genealogía», se analizan las tensiones de continuidad, anudamientos y roturas de los hilos que pudieran emparentar el “cura pederasta” de finales del XIX y finales del XX con la actualidad del “cura pedófilo”. El análisis interseccional y los protagonistas del proceso de construcción del “sacerdote pederasta” como problema se aborda en «Intersecciones» (segunda parte). En la sección «Biopolítica» se estudia el enemigo que constituye el cura pederasta como peligro para las poblaciones, como adversario biológico que amenaza al cuerpo nacional, en crisis, recalando en las prácticas discursivas biomédicas sobre la castidad forzosa. Los estudios de caso, cinco, se presentan en «Vidas infames» donde se analizan de forma contextualizada episodios concretos y las campañas de prensa vinculadas.
Ni el “cura pederasta” es una figura ancestral y continuada de la historia eclesiástica, ni es el resultado cercano del frenesí mediático suscitado por las tensiones en campo de fuerzas progresista-conservador en el seno del catolicismo o por la crítica feminista a los excesos patriarcales. El autor cumple debidamente con su objetivo de distanciarse de ambas posiciones, que constituyen además elementos de su conclusión. Esta última solo puede calibrarse cabalmente con el proceso de sacralización o endiosamiento de la infancia occidental como capital material y emocional que nos distancia de su anterior concepción en términos de esperanza o «futuro de la raza» (p.264) susceptible de corrupción.
La figura del cura pederasta, encarnando (foucaultianamente )«[…] una psicología, incluso un biotipo» es una figura posterior a los perfiles rijosos, lujuriosos o solicitantes de los que hacía tanto mofa como objeto de discurso experto (canónico). Surge en un determinado contexto de pugna por el control educativo y dentro del entramado de tensiones anticlericales. Es un enemigo biológico que amenaza al organismo nacional inoculando femineidad y la autoridad extranjera del Vaticano. Convive con otras figuras descontroladas en el imaginario de las perversiones de sacerdotes y religiosos. En contraste, como mostrará el autor y evidencia en sus conclusiones, el cura pedófilo más cercano más que poner en jaque la virilidad y supervivencia nacionales se cierne como un peligro temible para la salud psíquica de los individuos. Los sujetos abusados quedarían imposibilitados para una vida plena y un adecuado aprovechamiento de sí mismos en las coordenadas competitivas del neoliberalismo. Es la potencialidad de la infancia la que se echa a perder. El cura pedófilo no es tanto una amenaza para la masculinidad cuanto una muestra del vigor patriarcal en una denuncia desde la perspectiva de género feminista en vez de la mirada del XIX en términos de perversión sexual.
Finalizará el autor con una crítica, a nuestro juicio fundamental, de lo que denomina “foucaultismo vulgar”, esto es, la simplificación que concibe la historia de la sexualidad como el paso del control pastoral al control clínico. Antes, al contrario, y como exhibe a lo largo de la obra, el deseo reprobable de las subjetividades religiosas y su presencia fueron necesarios para el desarrollo de las ciencias sexológicas.
Se trata, en definitiva, de una historia filosófica (crítica y cultural) de la figura del cura pederasta a través de una serie de documentos y un exhaustivo análisis de casos, que elucidan su conceptualización y sus prolongaciones/interrupciones hacia el cura pedófilo de la actualidad. Para ello se permiten tanto, el encuentro fecundo de diferentes ámbitos historiográficos, como la estrategia interseccional sin la que no se tendría un adecuado mapeado de las categorías involucradas y las relaciones de poder en juego. El resultado, sumado a un fino análisis biopolítico, constituye en efecto una genealogía con la que pensar el presente sin anacronismo y pone un poco de claridad y distinción en los contornos difusos de subjetividades vinculadas al pánico moral en diferentes contextos y suscitando diferentes temores.