La conquista del espacio público en Bogotá, (1945-1955) | Ana María Carreira

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Ana María Carreira | Imagem: UTADEO

En esta adaptación de su tesis doctoral en Historia, la arquitecta e historiadora argentina Ana María Carreira analiza las transformaciones espaciales en Bogotá, haciendo especial énfasis en el Bogotazo y su impacto en la ciudad, vinculando el urbanismo y la relación de los distintos grupos sociales que habitaron el espacio y lo modificaron desde su realidad.

El problema planteado por Carreira surge a partir de la comprensión del urbanismo de una forma desprovista de ingenuidad, donde detrás de esta operan ciertos intereses tanto políticos como económicos, inmiscuidos dentro de lógicas de higiene, valorización, optimización, entre otros. Por ello, la autora se basa en primer lugar no solo en teorías urbanísticas de la época, como las planteadas por Brunner y Le Corbusier, sino también en el contraste con los diversos intereses de las clases políticas bogotanas, como los que se evidencian con los diferentes arreglos propuestos por el alcalde Fernando Mazuera para la IX Conferencia Panamericana en 1948. En este caso, la excusa de la “modernidad” justificó la demolición de estructuras con valor histórico, sustentado y argumentado a partir de una serie de teóricos de la época1. La actuación política y los ánimos por traer a reconocidos urbanistas no respondía a un capricho, ya que se buscó constantemente mantener el statu quo y establecer claras diferenciaciones entre los espacios que habitaba cada grupo social.

En la introducción, la autora plantea la hipótesis, la cual afirma que “en la ciudad de Bogotá, entre 1945 y 1955, se manifestó un ciclo de conquista y posterior repliegue de fuerzas sociales, con consecuencias nefastas para el uso del espacio público”2. Carreira se basa en un primer momento en la teoría de Castells para comprender el carácter instrumental e ideológico del urbanismo y de la planificación urbana en el marco de la modernidad capitalista. Posteriormente, emplea a Lefebvre para aplicar a su objeto de estudio la famosa noción del espacio social como una producción social. Ahora, su aparataje argumentativo aparece nutriéndose de varias fuentes primarias hemerográficas, principalmente de Cromos, El Espectador, El Tiempo y PROA: 1946-1955.

En el breve primer capítulo se clarifican los conceptos más importantes y transversales, como lo público y lo privado, el espacio público y el damero, vinculándolos a las nociones de costumbres y situaciones (prácticas sociales). Resalta la idea de cómo se concibe lo público, donde primero se debe diferenciar entre las esferas privadas y públicas, para así poder concebir lo público como sinónimo de Estado.

En el segundo capítulo, Carreira trata los antecedentes del periodo que trabaja, por ello, habla de los incipientes brotes de urbanización en Latinoamérica y la instauración del urbanismo como disciplina. Posteriormente, versa de cómo Bogotá devoró a Santafé por medio tres tendencias principales: urbanización, higienización y moralización. Para ello, hubo varios proyectos importantes: la canalización del río Vicachá (San Francisco), la creación del barrio Teusaquillo y de grandes parques públicos y monumentos. La autora asocia estos procesos con la llegada del ingeniero-arquitecto Karl Brunner, el cual aportó innovaciones del orden urbanístico, además de traer propuestas de división y sectorización. Dentro de sus concepciones de espacios abiertos y parques surgen dos grandes pulmones de Bogotá: el Parque Nacional (1934) y la Ciudad Universitaria (1936). Es interesante el planteamiento que hace la autora frente a Brunner y la corriente de Ciudad Jardín, empero, la vinculación entre los dos no está completamente clara.

En el tercer capítulo, se abordan los planes urbanísticos más relevantes que se ejecutarían con motivo de la IX Conferencia Panamericana de 1948. Era menester propiciar una imagen de civilización, progreso y pulcritud frente a los más de mil delegados extranjeros. Algunas de las obras fueron: adecuaciones de la Avenida Jiménez, la Avenida Américas, el desmonte del ignominioso Paseo Bolívar, entre otras. Con la llegada de la Conferencia, se buscaron además cambios cosméticos, como la adecuación, con fondos propios, de fachadas de hoteles y hostales y la limpieza social de gamines. Los destrozos ocasionados por las revueltas del 9 de abril aparecieron como la excusa perfecta para darle pico y pala a la ciudad sin quejas ni reclamos. Bogotá regresó a las manos de los dirigentes y permitió la apropiación del progreso fácilmente. Casi simultáneamente arriba Le Corbusier y se implantan una serie de planes que permitieron al ciudadano “habitar, trabajar, cultivar el cuerpo y espíritu y circular”3. El urbanista suizo tenía una visión demasiado utilitarista de los espacios, hasta el punto de sugerir tumbar todo el casco histórico y dejar únicamente los edificios emblemáticos de la Plaza de Bolívar. Asimismo, se incluyen dentro del capítulo un análisis de la Secretaría de Obras Públicas y sus ejecuciones más importantes: el Centro Nariño y el Centro Administrativo Nacional.

En la cuarta sección, Carreira toca el tema de la apropiación de los espacios públicos por las diversas clases sociales. Se puede notar una fuerte sectorización y una tajante división de los espacios. La clase alta se había trasladado al norte, para entonces, Chapinero; la clase media habitaba el centro de la ciudad y sus alrededores; la clase baja se dividía en dos, los que vivían en espacios industriales y los que habitaban rancherías no integradas aún al espacio urbano. Sin embargo, la segmentación no se dio únicamente en la habitabilidad, sino también en el consumo, mientras los cafés y tés respondían a las clases altas y medias, las chicherías a las clases bajas. Así, “los primeros eran sinónimo de Modernidad y urbanidad […] mientras que aquellas [chicherías] eran el símbolo del atraso y [la] promiscuidad […] era la ciudad ‘invisible’”4.

En Bogotá, los espacios de esparcimiento fueron varios: boleras, parques, cabarés, teatros, cines, entre otros. Sin embargo, esto no signifi caba la conquista por parte de todos los públicos del espacio urbano. A partir de ellos, la autora también muestra la convivencia de las gentes y la apropiación de estos espacios. El teatro, verbigracia, era un espacio para la alta sociedad por su elevado precio; empero, espacios como el Parque Nacional o la Media Torta fueron del disfrute de todos al ser gratuitos. Tanto la calle como lugar, como la plaza de mercado, fueron habitados por las clases bajas, espacios donde pululaba la criminalidad, la vida alegre y la suciedad. Así, la expresión de las ciudadanías se fue decantando para la “construcción” de ciudad. Bajo estos aspectos, muchos lugares de Bogotá fueron reconquistados, controlados y prohibidos. Asimismo, hubo espacios de convergencia de clases, como los cabarés.

En el capítulo quinto se ahonda sobre las apropiaciones ciudadanas antes, durante y después del Bogotazo. El suceso más importante, que determinó que la “masa” creciera y se adueñara rápidamente de la ciudad fue La Marcha del Silencio. En ella, se demostraron dos cosas: primero, que la masa podía ser disciplinada; segundo, que había una gran voz que se levantaba contra la indiferencia. Por este miedo al levantamiento, y con la excusa del Bogotazo, ocurrió una reconquista del espacio público a partir de 1948 que se prolongó al menos hasta 1957. El estado de sitio reinó, con sus respectivas consecuencias sobre el control y los usos del espacio público. Por ejemplo, espacios como los cabarés, que operaban hasta tarde, fueron perdiendo vigencia; debido a la ley seca, las chicherías, en tanto espacios insalubres, comenzaron a ser invisibilizados; se incrementó la censura de prensa y de expresión, especialmente durante la dictadura del general Gustavo Rojas Pinilla, entre otros escenarios de control. Estos elementos derivaron en el silencio, impidiendo la vida social, debido a la imposibilidad de cultivar espacios de diálogo, intercambio y confrontación5.

En el capítulo final, la autora discute sobre los intereses privados en confrontación con los intereses públicos. Mientras los privados se abanderaban por la idea de restringir y designar las calidades del espacio público, los públicos abogaron por el desarrollo de los componentes de los lugares públicos, es decir, conquista e inclusión de dichas áreas. En sus colofones, Carreira concluyó que el resultado de esta percepción de la ciudad como un bien económico mas no social terminó en la privatización y la eliminación de los espacios de convivencia social. Así, la ciudad y lo público se encontraron orientadas hacia dos funciones: urbanizar para valorar y civilizar a las masas6.

Con respecto a los aspectos metodológicos, Carreira justifica su orden cronológico con el empalme de los dos grandes urbanistas que incidieron en Bogotá (Brunner y Le Corbusier), y las distintas preparaciones de la IX Conferencia Panamericana, que se dieron en 1945. Como fecha extrema, 1955 representa una ruptura en el proceso, pues Carreira sostiene que se controló el espacio público y su habitabilidad se vio reducida a partir de mecanismos políticos, llevando a una homogeneización del espacio público. Las fuentes empleadas recogen en buena forma los pensamientos de la época con respecto a urbanismo y política, sin embargo, el documento de Mazuera, por ejemplo, es una memoria, por lo que debe tratarse con más cuidado al poder contener vacíos. Asimismo, las fuentes hemerográficas permitieron a la autora transportar al lector a la época y argumentar los análisis propios de esta frente a las problemáticas del espacio público.

El libro presenta una escritura concisa y directa, sin embargo, el énfasis que hace a temporalidades externas a las trabajadas puede llegar a ser muy extenso, como ocurre en el capítulo dos, que se centra en los años 30. De igual forma, la sección de fotografías es importante al ilustrar lo sucedido. Empero, hay muchas fotografías anacrónicas, incluso de 19057 . Asimismo, el libro contiene unos errores de forma considerables. En al menos dos ocasiones, las direcciones de los lugares presentados son erróneas.

Para terminar, el libro de Carreira es importante por su comprensión desde varias aristas de los cambios públicos que sucedieron en Bogotá a mediados del siglo pasado. Aborda no solo la perspectiva urbanística de la ciudad, sino la incidencia e intenciones de la política en esta, y más importante aún, el impacto de cada una de las clases sociales en la habitabilidad y sociabilidad de dichos espacios. Es una lectura útil para estudiar la historia pública de Bogotá, como también en cursos de arquitectura y urbanismo en la Colombia del siglo XX.

El aporte más significativo de Carreira es el enfoque y mezcla de lo público y las prácticas sociales en la ciudad en un periodo histórico que es ampliamente estudiado en la historiografía colombiana. La autora logra confluir la teoría del espacio con teorías sociales para reconstruir y proponer una transformación en Bogotá, que suele pasar desapercibida en el imaginario de sus ciudadanos y sin embargo fue constitutiva en los años siguiente, en lo que respecta a las prácticas sociales y formas de apropiación de la ciudad por parte de los bogotanos.

Notas

1 Cf. Karl Brunner, Manual de urbanismo (Bogotá: Imprenta Municipal, 1939); Le Corbusier, La Ciudad del Futuro (Buenos Aires: Infi nito, 1962); Fernando Mazuera, Cuento mi vida (Bogotá: Canal Ramírez, 1972).

2 Ana María Carreira, La conquista del espacio público en Bogotá, (1945-1955) (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2019), 29.

3 Ibid., 150.

4 Ibid., 205.

5 Ibid., 316.

6 Ibid.

7 Ibid., 57, 58, 112, 280.


Resenhista

Julián Galindo Zuluaga – Universidad del Rosario. E-mail: judagazu@gmail.com Código ORCID: https://orcid.org/0000-0001-6000-0254


Referências desta Resenha

CARREIRA, Ana María. La conquista del espacio público en Bogotá, (1945-1955). Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2019. Resenha de: ZULUAGA, Julián Galindo. Artificios. Revista Colombiana de Estudiantes de Historia. Bogotá, v. 19, p. 79-83, jul. 2021. Acessar publicação original [DR]

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