La ciudad secular. Religión y esfera pública urbana en la Argentina | Roberto di Stefano
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La ciudad secular. Religión y esfera pública urbana en la Argentina es una compilación realizada por Roberto Di Stefano, uno de los especialistas más destacados que tiene el país en historia de la iglesia y las religiones. Publicada en el marco de la colección ‘Las ciudades y las ideas’ de la editorial de la Universidad Nacional de Quilmes, está compuesta por siete contribuciones hechas por historiadores de distintas universidades. La originalidad del tomo radica, por un lado, en aproximarse al vínculo entre religión y ciudad, y por otro, en hacerlo no solamente sobre Buenos Aires sino también sobre ciudades de posición intermedia como Córdoba o Santa Fe, e incluso algunas estrictamente periféricas como las del Territorio Nacional de La Pampa (hoy provincia). Los autores presentan trayectorias académicas particularmente orientadas a la investigación en historia de la iglesia y las religiones, e integran un equipo cofinanciado por el CONICET y la Agencia para la Promoción Científica y Tecnológica, cuyo objetivo más general radica en identificar los momentos en que el conflicto religioso se ubicó en el centro de la escena pública y la manera en que incidió en las inflexiones centrales de la historia argentina.1
La introducción presenta al lector el enfoque que encontrará en el conjunto del estudio. Di Stefano y José Zanca realizan una excelente síntesis de la historia de las prácticas religiosas proyectadas sobre el espacio público de Buenos Aires entre las invasiones inglesas de 1806-1807 y mediados del siglo XX. Sugieren que La ciudad secular abordará manifestaciones religiosas tensionadas por el proceso secularizador del mundo moderno, tomando como lente de observación al escenario urbano. Sobre esto último, bueno es señalar, como lo hace luego Ignacio Martínez en su capítulo, que la ciudad es en general concebida por los autores bajo la acepción material de lo público: espacios concretos, pero de fronteras simbólicas difusas, frecuentados por vecinos/ciudadanos motivados por la proyección de sus acciones para recepción de un otro.2
Los primeros dos capítulos están dedicados, cada uno, a episodios candentes que tuvieron lugar en la ciudad de Buenos Aires en 1875 y 1881. El primero, llamado ‘La ciudad tomada. Ideología y espacialidad de un motín anticlerical (Buenos Aires, 1875)’ se refiere, precisamente, al primer motín de ese estilo de la historia argentina y es estudiado por Di Stefano. La trama básica del episodio giró en torno a la decisión del arzobispo León Federico Aneiros de devolver las iglesias de Nuestra Señora de la Merced y de San Ignacio a sus antiguos dueños, los mercedarios y los jesuitas, respectivamente. En consecuencia, se organizó una convocatoria en el teatro Variedades para protestar contra aquella decisión en la mañana del 28 de febrero de 1875, que se convirtió rápidamente en un episodio de violencia consistente en distintos ataques al palacio episcopal, a las iglesias en cuestión y al Colegio del Salvador. Analizando las características de los clubes formados ad hoc para el evento y los significados simbólicos de los edificios atacados, Di Stefano hipotetiza que hubo sobre todo un motivo ideológico que movilizó a los manifestantes: defender la tradición secular republicana abierta con la revolución y las reformas rivadavianas que tendió a separar Estado de Iglesia, reduciendo a su vez los márgenes de acción de las órdenes regulares. La “sombra” del prócer unitario, en palabras del autor, habría estimulado particularmente la tutela de su legado que venía siendo exaltado desde la década de 1850 por la elite porteña.
El segundo capítulo, a cargo de Ignacio Martínez, explora las repercusiones del dictado de un entredicho, es decir de una medida disciplinaria de censura, impulsada por el gobierno nacional para que el delegado apostólico de Roma, Luigi Matera, prohibiera que el arzobispo de la ciudad de Buenos Aires encabezara una misa el día 20 de junio de 1881 en honor a los porteños caídos en la revolución producida el año anterior que había enfrentado a las fuerzas de la provincia contra las del Estado Nacional y que había tenido como una de sus consecuencias la federalización de la ciudad. Sin embargo, se realizó igualmente una convocatoria en las gradas de la Catedral Metropolitana protagonizada por las Damas del Socorro que concluyó con un enfrentamiento contra las fuerzas policiales. Las variables de análisis que escogió Martínez fueron, por un lado, la opinión pública expresada en la prensa tanto oficial como opositora que repuso las negociaciones y argumentos producidas en los despachos, y por otro, los espacios que intervinieron en la movilización (la catedral, la plaza, las calles) y sus respectivos significados políticos. A su vez, destaca las características heterodoxas que revistió la forma en que participó la mujer según los patrones culturales del momento. Finalmente, la hipótesis a la que llega Martínez sostiene que el entredicho se dictó para controlar a la Catedral y su arzobispo Aneiros, que hasta hacía menos de un año se había posicionado en el bando porteño de la guerra y ahora debía responder a la órbita del gobierno nacional. El capítulo termina dando cuenta de la razón de su título, “Del palacio del Arzobispo corre el Nuncio al del Presidente…”, extracto de un informe solicitado por la Santa Sede luego del episodio, en el que un consultor sentenció como imprudente la conducta de Matera al “calentarle la cabeza” al Presidente luego de la expresa resistencia del arzobispo por prohibir la misa.
El capítulo 3, llamado “Los católicos argentinos y la Gran Guerra: neutralismo, la “aspiración democrática” y los temores ante el “maximalismo” es de autoría de Martín Castro. Allí estudia la recepción de los hechos vinculados a la Primera Guerra Mundial en el heterogéneo mundo católico de Buenos Aires, sosteniendo como principal hipótesis que, si bien primó, como en el Vaticano, una postura neutralista, esta se vio relativizada y modulada por una pluralidad de visiones influenciadas fundamentalmente por debates previos. Mediante un refinado estudio de los argumentos presentes en la prensa, Castro encuentra primero posiciones de neutralismo activo y pasivo, vinculadas sobre todo a las diferencias interpretativas sobre las causas del conflicto, y luego de 1917 destaca en cambio preocupaciones por la contribución católica a la nacionalidad, y un temor creciente frente a la emergencia del “maximalismo” (socialismo) y su difusión en la Argentina.
El cuarto capítulo está a cargo de Ana María Rodríguez y se titula “Capillas en los territorios del sur: consensos y tensiones (1896-1934)”. El objeto del texto es el estudio de los años en que la congregación salesiana quedó a cargo del Territorio Nacional de La Pampa para el montaje institucional de la iglesia. Observando procesos en espacios como Santa Rosa, General Acha, Victorica, entre otros, todos de dimensiones muy reducidas, Rodríguez llega a la conclusión de que aunque el clero mantuvo su iniciativa, la construcción de templos, que fue la tarea principal del período, quedó a cargo de agentes del Estado, la feligresía y las compañías colonizadoras. Como espacio en formación, La Pampa es vista en su “hora cero”, es decir, en un momento en que los templos se levantaban en simultáneo a otros edificios de carácter público pero laicos, por lo que se concibe al conjunto como un único programa civilizatorio. Finalmente, Rodríguez aborda episodios de resistencia de fieles de otras religiones frente al avance del catolicismo.
El quinto capítulo fue escrito por María Victoria Núñez y se llama “La ciudad de Córdoba ‘en plena barbarie’”. La autora restituye la movilización que se produjo el día 3 de noviembre de 1918 para repudiar la agresión que dejó hospitalizado al dirigente estudiantil Enrique Barros. En el contexto de la reforma universitaria, se produjo aquel motín anticlerical luego de que Barros fuera atacado por miembros del Comité Pro Defensa de la Universidad, que integraban anti y ex reformistas. Si bien había allí muchos católicos, Núñez aclara que no lo eran todos y que fue una identificación genérica, cual etiqueta, la que tildó de clerical y conservador al comité. De cualquier forma, el ataque a Barros despertó sensibilidades entre estudiantes, obreros y políticos que se congregaron en un mitín que recorrió las calles del recinto cívico de Córdoba, y terminaron atacando cuatro edificios vinculados a la iglesia. Contrastando prensa reformista y antirreformista así como ilustrando características de la geografía de la ciudad, la hipótesis principal postula que aquella fue una manifestación típicamente iconoclasta, que a través de la intervención sobre el paisaje (espacio público), buscó atacar o destruir lo que representaba. En este caso, el blanco fue la propia iglesia.
El sexto capítulo se ubica en otra ciudad, y fue elaborado por Diego Mauro. “Catolicismo y peronismo en la ciudad guadalupana. De la colaboración al conflicto inesperado (Santa Fe, 1946-1955)” recorre la relación entre el gobierno y la iglesia a nivel local, durante los años del así llamado “peronismo clásico”, relevando manifestaciones colectivas en el espacio público tales como las peregrinaciones periódicas al santuario de la Virgen de Guadalupe, los homenajes frente a la muerte de Evita en 1952 y las celebraciones marianas de 1954. La hipótesis central postula que, hasta finales de ese año, cuando se produce el conflicto entre Perón y la Iglesia, las tensiones en Santa Fe entre gobierno y jerarquía fueron tramitadas de forma pacífica aun cuando existieran superficies de roce, que en general fueron breves y puntuales. El enfrentamiento final fue en todo caso efecto de la irradiación que supuso el choque originado en Buenos Aires. A partir de la serie de leyes que terminó con la enseñanza religiosa y avanzó con la laicización del Estado, la curia santafesina se plegó a los cuestionamientos lanzados por la curia. En 1955, la clásica peregrinación guadalupana fue por primera vez realizada en la ciudad de Santa Fe sin apoyo oficial y la celebración del Corpus Christi derivó, al igual que en Buenos Aires, en una marcha opositora. Así, la iglesia terminó recibiendo con beneplácito el golpe de Estado de ese año y plegándose a argumentos demoledores para con el movimiento peronista del que, hasta la víspera, había sido uno de sus más firmes aliados.
El último capítulo de la compilación fue escrito por José Zanca y se llama “La ciudad sin dios. Representaciones de la secularización en el catolicismo argentino de los años 1960”. El eje del trabajo gira en torno a la recepción de las teorías de la modernización en el mundo católico de Buenos Aires. Desarrollismo, secularización y dependentismo se modulan particularmente para entender ideas y prácticas urbanas tanto de la jerarquía como del sacerdocio contestatario frente a episodios puntuales y situaciones más generales que se produjeron entre el golpe de 1955 y la primera mitad de la década de 1970. Zanca explora las respuestas que se fueron ofreciendo por parte de esos actores a la crisis del modelo de predicación parroquial que incluyó desde la denuncia de actitudes autoritarias hasta la definición de nuevas teologías de base ético-políticas. También repone el circuito de sociabilidad de los intelectuales católicos en el centro de Buenos Aires y su porosidad al ideario de izquierda. La hipótesis que destaca en las conclusiones es la del cambio del modelo de creyente que se produjo con la llegada de la teología del pueblo, en el contexto de la teoría de la dependencia. El reconocimiento y la legitimación a las formas populares de la devoción católica abandonaron el estilo “regularizador” de la situación del creyente respecto de las leyes de la iglesia para en cambio buscar en las prácticas cotidianas del pueblo una fe sincera. La ciudad secular con su recinto cívico-religioso emplazado en el centro lujoso se desplazaba finalmente al Dios de la periferia, los arrabales y la pobreza.
De esta manera concluye la compilación, recorriendo temas y eventos de la historia de la religión y la iglesia en Argentina desde el último cuarto del siglo XIX hasta el tercero del XX. La contribución es sin dudas original para el campo historiográfico, particularmente porque enlaza aquella agenda con la historia de la esfera pública. La ciudad secular es la fórmula consecuente a la que llega ese cruce, indicando, por un lado, que en tiempos modernos la relación entre sociedad y religión se ha tramitado sobre todo en sede urbana, y por otro, que la ciudad en tanto espacio público ha sido testigo, agente y hasta objeto de la performatividad de múltiples acontecimientos inspirados en motivos vinculados con diferentes formas de lo religioso. Una mirada descentrada de Buenos Aires permite, finalmente, adivinar variaciones peculiares de ese tipo de fenómenos que atravesaron a la Argentina toda, produciendo historias de dimensión local que no por periféricas fueron menos urbanas ni menos modernas.
Notas
1 La ciudad secular es la segunda compilación que recoge el trabajo del equipo. La primera fue lanzada por la editorial porteña Imago Mundi en el año 2016 bajo el título Fronteras disputadas: religión, secularización y anticlericalismo en la Argentina (siglos XIX y XX), compilada por Di Stefano y José Zanca.
2 Es válido al respecto citar a Hannah Arendt, quien en La condición humana definió lo público como aquello que puede ser visto y oído por todo el mundo incluso a pesar de las diferencias de posición y la variedad de perspectivas.
Resenhista
Valentín Magi – Estudiante de Doctorado en la Universidad de San Andrés, Argentina.Profesor en Historia de la Universidad Nacional de Rosario, Argentina. Líneas de investigación: Historia urbana, historia política. Código ORCID: 0000-0002-4328-6235. Correo electrónico: valentinmagi@hotmail.com
Referências desta Resenha
DI STEFANO, Roberto (Comp.) La ciudad secular. Religión y esfera pública urbana en la Argentina. Bernal: Universidad Nacional de Quilmes, 2020. Resenha de: MAGI Valentín . Anuario de Historia Regional y de las Fronteras. Bucaramanga, v. 27, n. 2, p. 341-345, 2022. Acessar publicação original [DR]