Algunos indicios revelan que la formación y puesta en valor de colecciones públicas y privadas, como también las experiencias culturales vinculadas a su exposición museográfica, continúan generando interés y no dejan de incrementarse promovidas por múltiples actores. Señalemos por ejemplo las diversas iniciativas para registrar la vida cotidiana durante la pandemia de COVID19 y crear colecciones de mascarillas, jeringas, frascos de desinfectantes y producciones artísticas para la posteridad.1 O la multiplicación de espacios de formación académica en ámbitos públicos y privados orientados a la museología, a la gestión del patrimonio y las políticas patrimoniales, a la curaduría, al diseño de exposiciones y al estudio, conservación y restauración de una amplia heterogeneidad de colecciones, lo que a su vez promueve el desarrollo profesional en archivos, bibliotecas y museos. Sin embargo – y aunque es indudable que los itinerarios que modelaron la ciencia museológica son todavía muy recientes- el campo de investigación que sitúa su objeto de estudio en la reconstrucción de las trayectorias de las colecciones y la historia de los museos sigue siendo poroso, fragmentado en torno a núcleos disciplinares que tienden a desarrollarse con escaso diálogo, produciendo conocimientos cualitativa y cuantitativamente dispares que dificultan análisis integrales.
En México y Brasil los estudios sobre colecciones y museos comenzaron su desarrollo en la década de 1990 y provinieron de reflexiones suscitadas al interior del campo historiográfico. En 1988 Luis G. Morales Moreno creó el Departamento de Museología de la Dirección de Museos y Exposiciones del Instituto Nacional de Antropología e Historia de México para delinear los fundamentos teóricos/metodológicos de lo que denominó «museohistoria», el campo de la historiografía aplicada a los museos. Argumentaba que este tipo de investigaciones –que revestían gran solidez en Estados Unidos, Inglaterra y los países escandinavos- en México eran todavía vírgenes y subvalorados por los círculos académicos locales (Morales Moreno, 1994). En lo que respecta a Brasil –que contaba con una larga tradición de investigación científica sobre la cultura material y la formación de espacios museísticos-, 2 en 1993 comenzó a circular una nueva serie de la revista Anais do Museu Paulista vinculada a la Universidad de San Pablo, cuyo subtítulo era Historia y Cultura Material; y en el marco de su relanzamiento el historiador Ulpiano Bezerra de Meneses (1994) publicó un sugerente artículo sobre la necesidad de convertir la exposición museológica y la modulación de memorias asociadas a ella, en laboratorio de producción de conocimiento histórico.
En Argentina los estudios sobre colecciones, coleccionistas y museos provinieron de campos disciplinares interesados en la historia trasnacional de los conocimientos científicos, promovidos desde espacios académicos institucionalizados en torno a los museos universitarios de La Plata, Córdoba y Buenos Aires. En ese sentido, en la década de 1990 comenzó a indagarse sobre las prácticas desplegadas sobre colecciones de historia natural, de arqueología, de antropología, paleontología y etnografía en gabinetes, laboratorios y museos (Dujovne; Lopes; Pérez Gollán y Dujovne; Podgorny). En este campo de estúdio las colecciones museísticas se constituían en evidencia empírica para la producción de nuevos conocimientos inherentes a las disciplinas, como sucede en la reconstrucción de materiales arqueológicos o paleontológicos, por ejemplo. Incluso también los restauradores, curadores e historiadores del arte de Argentina y Uruguay acudían a los museos y a sus archivos para ver e indagar in situ sus objetos de estudio (Amigo; Beretta; Constantín; Peluffo). De este modo, las primeras décadas del siglo XXI fueron testigo de un incremento notable de investigaciones sobre las prácticas de coleccionistas disímiles que guiados por propósitos diversos promovieron la conservación y exposición pública de colecciones heterogéneas, desde conjuntos de historia natural hasta refinadas producciones artísticas.
Pero la relación entre los historiadores, las colecciones de objetos históricos y los museos asociados a la narrativa de la historia se tramó de manera diferente, tal vez porque tradicionalmente las fuentes privilegiadas por la comunidad académica fueron los documentos escritos conservados en archivos y no en museos. De hecho, en términos generales estas instituciones fueron subvaloradas, entendidas como espacios dedicados de manera exclusiva a repositorios de objetos de difícil acceso para la praxis de los investigadores, aunque una consulta a los museos históricos más antiguos de la Argentina y Uruguay por ejemplo, da cuenta de la riqueza de materiales –desde colecciones hemerográficas hasta documentos inéditos inhallables- recopilados por directores que eran a su vez destacados eruditos integrados a diferentes ámbitos académicos.
Los primeros indicios de un lento cambio de perspectiva se plasmaron en los años ´90, en el marco de la renovación historiográfica iniciada en la década anterior luego de la recuperación democrática, con la diversificación de enfoques, temas y problemas que operó al interior de las ciencias humanas y sociales en general (Lobato, Solís Carnicer y Wasserman). Por un lado se reactualizó y densificó la agenda de problemas de la historia de la historiografía, el campo de investigación que reflexiona sobre los procesos, técnicas y métodos mediante los cuales se producen conocimientos históricos: desde allí se configuró un nuevo horizonte de preguntas que si antes se orientaban exclusivamente a la historia profesional y a la producción de obras canónicas sobre historia política, ahora proponía extender sus fronteras hacia formas de representación del pasado configuradas y puestas en circulación en otros espacios, con otros medios y lenguajes que inducía a mirar también la cultura material, las exposiciones y museos (Buchbinder; Devoto; Cattaruzza; Cattaruzza y Eujanian; Mastrogregori y Eujanian; Pagano). De hecho, ya en 1987 Zubillaga había trabajado sobre la Revista Histórica, uno de los principales proyectos desarrollados por Juan E. Pivel Devoto como director del Museo Histórico Nacional de Uruguay; y años más tarde señaló a esta institución como una de las comunidades historiográficas del siglo XX uruguayo en disputa con la otra surgida en torno a la Universidad de la República. Por otro lado, el corpus de investigaciones históricas que por entonces tomaron en consideración la función de las colecciones, monumentos y museos recogía el impacto de la literatura europea -sobre todo aquella de inspiración francesa producida en las décadas de 1970 y 1980 bajo la impronta de la monumental obra colectiva Los lugares de la memoria- que amplió el concepto de patrimonio asociándolo al conjunto de bienes apreciados y valorados no solo por los estados nacionales sino también por distintos grupos y sectores sociales. Pero eran producciones cuyo objeto de estudio era la memoria colectiva, la construcción identitaria y la «invención de tradiciones» (Hobsbawm y Ranger) y referían a la creación de museos y organización de exposiciones como manifestaciones patrióticas inherentes al programa de nacionalización de fines del siglo XIX (Amigo, Andermann; Bertoni; Dosio; Fernández Bravo; Pérez Gollán).
Recién hace poco más de una década que en ambas orillas del Río de la Plata algunos historiadores comenzaron a investigar de manera más o menos sistemática pero sin una agenda programática en común, archivos institucionales y privados para indagar específicamente los mecanismos de organización de colecciones y museos creados para representar y relatar la historia.3 En Argentina, las primeras investigaciones sobre el origen de instituciones nacionales y provinciales situaron estas experiencias culturales en los contextos específicos en los cuáles una diversidad de agentes modelaban relatos historiográficos a través de instrumentos disímiles que incluían la formación de colecciones y las representaciones museográficas (Agüero El espacio; Blasco Un museo; Carman; Di Liscia, Bohoslavsky y González de Oleada; Montini y Siracusano). En los años siguientes se exploraron los vínculos que habían estructurado las relaciones entre el Museo Histórico Nacional y el Museo Nacional de Bellas Artes a fines del siglo XIX, problematizando sobre la naturaleza de las fuentes documentales y artísticas (Malosetti Costa; Gluzman). También se reconstruyó la historia de un corpus considerable de nuevos museos y organismos de promoción de la museística y la construcción de relatos patrióticos en la primera mitad del siglo XX, en contextos políticos, culturales e historiográficos bien diferentes a los que habían modelado la organización de museos históricos decimonónicos (Blasco Surgimiento y desarrollo; Casas; López; Pagano La cultura).
En Uruguay, el proceso de producción de conocimiento fue más modesto en escala y se desplegó de manera paralela en torno a la década del 2010. Con la renovación de funcionarios y equipos de trabajo, algunos museos indagaron en sus historias institucionales y en la procedencia de sus fondos patrimoniales publicando informes en catálogos, revistas y boletines (Klapennbach; Mones; Museo Nacional de Artes Visuales; Padrón Favre). También en el marco de las conmemoraciones bicentenarias 2010-2015, el Museo Histórico Nacional reflexionó sobre la historia de su formación estructural situándose en contextos más amplios relacionados con el desarrollo del campo historiográfico y problematizó de manera crítica sobre los modos en que Juan E. Pivel Devoto – que dirigió el Museo desde 1940 hasta 1982- modeló relatos canónicos de la nación que aún persisten (Di Liscia; Islas).4 Ello promovió la exhumación de archivos institucionales que permitió comenzar a reconstruir la trayectoria de las colecciones determinando su procedencia, avanzar sobre estudios biográficos de los objetos (Azpiroz; Beretta «Conservación y restauración…»; Irigoyen; Pérez Buchelli) y orientar la atención y la investigación hacia las prácticas de algunos coleccionistas particulares cuyos legados nutrieron luego los museos públicos (Porley).
Itinerarios más o menos similares pueden observarse también en Chile, cuando en la primera década del siglo XXI -de cara a la conmemoración del bicentenario del proceso independentista y del centenario de la creación del Museo Histórico Nacional- comenzó a investigarse sobre los diferentes dispositivos de construcción de memorias colectivas entre las cuáles se hallan las colecciones históricas y las propuestas museográficas (Acuña Fariña; Alegría y Paz Núñez; Alvarado; Cinelli y Marrero; Dedieu; Martínez y Mellado).
En síntesis, durante los últimos treinta años la producción de conocimiento sobre acervos y prácticas museísticas se fue constituyendo en torno a objetos y temas que interesan e interpelan a campos, sub-campos y áreas disciplinares muy diversas. Y concretamente en lo que refiere a estudios, proyectos y avances de investigación que examinan colecciones y museos organizados para representar y narrar el pasado, no terminan de consolidarse como parte de la agenda programática de la historia de la historiografía ni como área con especificidades metodológicas y alcances temáticos autónomos. Tampoco se han enmarcado dentro del creciente campo historiográfico que investiga la cultura material explorando los vínculos entre objetos y grupos sociales (Moreyra y Alves Mateus Ventura). El panorama no es muy diferente, entonces, al que atraviesa el extenso terreno de los estudios culturales en general, de consistencia débil y fronteras epistemológicas difusas donde conviven temas, instrumentos analíticos y problemas heterogéneos, sin un centro único que los organice (Agüero «Sobre la historia»; Bjerg).
Aun considerando lo anterior, entendemos que es indispensable promover reflexiones y debates colectivos que tiendan a retomar aquellas propuestas académicas que pugnan por incorporar algunas dimensiones de la historia de la cultura material –sobre todo aquellas que centran su atención en sus usos y representaciones sociales- al conjunto de investigaciones referidas a los modos en que se construyen y circulan por la sociedad diferentes tipos de producciones, relatos y representaciones del pasado lejano o reciente. De hecho, algunos estudios apuntan en esa dirección (Eujanian; Blasco, «De la veneración», «Historia y museos»; Pagano «El pasado»; Pagano y Rodríguez; Rilla)5. En este sentido se puede enmarcar la experiencia del “Núcleo de investigación y preservación del patrimonio fotográfico uruguayo”, que vinculó a la Universidad de la República con el Centro de Fotografía de Montevideo, y realizó una exhumación profunda, entre otros, de los fondos fotográficos del Museo Histórico Nacional, reuniendo a académicos de diversos orígenes, historiadores y biólogos, en un programa que dio como resultado dos excelentes catálogos coordinados por Magdalena Broquetas (tomo I y II) y Mauricio Bruno (tomo II). En la misma línea, notorios investigadores de Uruguay en convenio con la Comisión del Patrimonio Cultural de la Nación abrieron auspiciosas líneas de trabajo reconstruyendo la memoria histórica del artiguismo desde enfoques que articulan historia y arqueología para localizar el sitio donde se emplazó el cuartel militar Purificación y adoptar medidas tendientes a delimitarlo y preservarlo como bien patrimonial (Frega Purificación).6 Sumado a ello, en un artículo de 2019 Frega analizó históricamente la construcción de la idea de José Artigas como «héroe fundador» y las distintas apropiaciones de su figura para usos políticos e incluso partidarios en episodios de la historia lejana y de la historia reciente y contemporánea que incluían iniciativas sobre mausoleos y monumentos conmemorativos. Señalaba que la discusión pública continuaba marcada por interpretaciones erróneas de la historia y bregaba por asumir el desafío profesional de reflexionar sobre los desencuentros entre el conocimiento histórico y los usos instrumentales del pasado. Además, contamos con un corpus significativo de estudios de caso sobre la historia de los museos, por lo tanto el trazado de una agenda más amplia que considere los problemas integrales derivados de la producción y circulación de artefactos en la vida social posibilitaría -entre otras cosas- localizar objetos en donde cristalizaron memorias identitarias, analizar de qué modo determinadas manifestaciones culturales las exaltaron, atenuaron o modificaron, o dejar al descubierto los mecanismos mediante los cuales los museos intervinieron en la fabricación de mitologías aún vigentes. En ese sentido, nunca redunda releer al historiador británico Hobsbawm cuando en la década del 90 instaba a los estudiantes a oponer resistencia a la formación de mitos nacionales, étnicos o de cualquier otro tipo mientras se encuentren en proceso de gestación (Hobsbawm 21).7 ¿Cómo eludir entonces estos problemas si nuestro objeto de estudio son las prácticas y operaciones para representar el pasado?; ¿cómo no insistir en discutir colectivamente enfoques y propuestas metodológicas para el tratamiento de la cultura material en su conjunto –que incorpore a los monumentos conmemorativos, mausoleos, restos edilicios, etc.-, y afinar agendas programáticas que articulen el estudio de las colecciones y museos con la historia de la historiografía y los estudios culturales?
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El dossier que se presenta está dividido en dos secciones. La primera integra dos artículos de investigación bien ilustrativos de la diversidad temática y transdisciplinar por la que transita el área. En Imágenes para la Nueva Troya. La colección iconográfica y bibliográfica de Octavio Assunção del Museo Histórico Cabildo de Montevideo, Carolina Porley analiza las colecciones formadas por el empresario de origen portugués Assunção (1904-1998), que fueron adquiridas por el Museo en 1963 mientras se hallaba bajo dirección de Horacio Arredondo (1888-1967). El texto continúa la línea de trabajo que la autora viene desarrollando sobre coleccionistas uruguayos –recordemos su libro sobre Fernando García- y el devenir de las colecciones particulares al ingresar a los museos públicos. En este caso ofrece un primer estudio valorativo del conjunto de imágenes formadas por Assunção atendiendo tanto la trayectoria del propietario como su círculo de sociabilidad intelectual: su hipótesis sostiene que la formación de este corpus de ilustraciones y los sentidos atribuidos por el coleccionista, deben examinarse en el marco de las disputas por la interpretación de los hechos históricos durante las décadas de 1940 y 1960 en torno al imaginario de la Defensa y a lo que se llamó la Guerra Grande (1839-1851). Por su parte, el artículo de Jonathan Feldman analiza algunos aspectos del programa Espacio Contemporáneo de Fundación PROA, un centro privado de arte fundado en Buenos Aires en 1996. El autor centra la atención en el rol desempeñado por el Espacio en la conformación de la escena artística local entre 2008 y 2018, explora los efectos sobre el barrio de La Boca donde está situado y reflexiona sobre los tonos y variaciones que atraviesan la definición de arte contemporáneo.
La segunda sección constituye una suerte de caja de herramientas en el sentido asignado a la expresión por García Canclini y Javier Auyero a fines de la década de 1990 al describir el hilo conductor de una compilación de ensayos sobre temáticas diversas del campo cultural. En esa oportunidad el primero señalaba que los trabajos atravesaban fronteras disciplinarias, que ponían en contacto exploraciones en sociedades diversas visibilizando senderos metodológicos innovadores, replanteaban metodologías y modos de pensar organizadas según clasificaciones binarias y finalizaba: «algo valorable en una caja de herramientas es que dé libertad para combinarlas de modo no previsto en las instrucciones» (García Canclini 18). Mientras tanto el compilador especificaba que la expresión era una adaptación metafórica de la noción de cultura entendida como caja de herramientas: un conjunto históricamente estructurado y estructurante de habilidades, estilos, repertorios y esquemas, de los cuáles los actores se sirven para organizar sus prácticas (Auyero 21).
Retomando algunos de estos sentidos, concretamente nuestra caja de herramientas está integrada por diferentes tipos de materiales entendidos como repertorios de insumos para pensar e investigar los museos como instituciones específicas e intrínsecas del campo cultural. Andrés Azpiroz presenta Apuntes para una cronología del Museo Histórico Nacional y el panorama museístico de Uruguay entre 1900 y 1985. Se trata de un trabajo de relevamiento y recopilación de información proveniente de varios archivos administrativos y de gestión del Museo, dispuesta en un cuadro cronológico que aspira a transformarse en instrumento de investigación tanto para los académicos como para los equipos técnicos de los museos de la región. El cuadro da cuenta de los acontecimientos más relevantes relacionados a la historia del Museo Histórico Nacional del Uruguay (MHN-U) y lo sitúa en un contexto más amplio, relevando también información relativa al panorama museístico nacional como, por ejemplo, el establecimiento de nuevas instituciones, el nombramiento de directores y equipos técnicos de los museos o legislación sobre museística y patrimonio. La cronología se inicia en 1900 cuando surgió la idea de un Museo Histórico autónomo y culmina en 1985, con la apertura democrática luego de la dictadura civil-militar.
La investigación de Carolina Carman refiere a dos proyectos museográficos desarrollados en las décadas de 1920 y 1930, que tuvieron por objeto exaltar la figura de José de San Martín: la organización del Museo General San Martín en Boulogne-sur-Mer – en la casa donde había fallecido el prócer- para lo que se replicó y envió a Francia un conjunto de piezas originales que en el siglo XIX los descendientes habían donado y trasladado al Museo Histórico Nacional de la Argentina (MHN-A); y la inauguración de la sala del dormitorio mortuorio de San Martín en ese mismo museo, con el mobiliario original. Desde el punto de vista del contenido el artículo aporta nuevos conocimientos dado que reconstruye la historia de un proyecto museográfico desplegado en Francia que ignorábamos, mientras cambia la perspectiva de análisis y abre nuevos interrogantes sobre lo que ya se sabía acerca del MHN-A. Por otro lado, ilustra acerca de las diferentes instancias que posibilitan el desarrollo de investigaciones sobre estos temas. En este sentido, señalemos que luego de indagar acerca de los años fundacionales del MHN-A, Carman proyectaba una investigación más amplia sobre el desarrollo de la institución en el siglo XX; para ello inició un relevamiento documental y produjo esta investigación, que detuvo al asumir en 2017 como Directora del Museo Roca- Instituto de Investigaciones Histórica. Las urgencias de la gestión olvidaron el texto. Pero en 2022 volvió sobre él con nuevas preguntas y reflexiones, maduradas al calor de haber transitado otros itinerarios que no necesariamente siempre deben ser los archivos.
En tercer lugar, se presentan dos estudios críticos sobre fuentes documentales. Por un lado, Laura Irigoyen presenta los archivos del Departamento de Antecedentes e Inventarios, conservados en la Casa de Fructuoso Rivera, sede central del Museo Histórico Nacional de Uruguay. Aunque el Museo cuenta con una larga trayectoria poniendo los archivos a disposición de los investigadores, este repositorio en particular fue poco transitado. El texto muestra y describe los diferentes tipos documentales que pueden consultarse en un archivo que reúne al mismo tiempo documentación histórica y de gestión de colecciones, desde los orígenes de la museística local hasta la actualidad. Por otro lado, María Elida Blasco presenta una revisión crítica de los dos primeros textos que emplearon el término museografía en la Argentina y fueron entendidos por sus autores como reflexiones o estudios sobre prácticas y experiencias museográficas: el primero corresponde al pintor, coleccionista y entonces director del Museo Nacional de Arte Decorativo, Ignacio Pirovano, quien en noviembre de 1947 escribió un artículo que tituló «El punto de vista museográfico en la exposición de trajes regionales españoles», y publicó en el boletín institucional; el segundo pertenece al escribano, profesor universitario e historiador Tomás Diego Bernard quien en 1957 publicó Experiencias en Museografía Histórica diferenciando la museografía histórica de otros tipos de museografías. Este material contiene una introducción general que problematiza acerca del uso de los conceptos museología y museografía y la conveniencia de revisitar estos textos; luego sitúa a los autores en los contextos de producción de las obras y finalmente se transcriben las fuentes documentales.
El texto de Vanina Scocchera relata su experiencia como curadora de una exposición que pudo verse en el Museo Histórico Nacional del Cabildo y de la Revolución de Mayo con sede en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, entre diciembre de 2021 y junio de 2022.8 Concretamente expone los desafíos del trabajo curatorial de la Exposición Imaginar la Colonia. Buenos Aires, 1810-1960 que propuso recuperar los sentidos construidos en torno del pasado colonial durante los festejos del 150º aniversario de la Revolución de Mayo, específicamente aquellos recreados por la Exposición Histórica alusiva inaugurada el 22 de mayo de 1960 en el mismo edificio donde funcionaba el Cabildo de Buenos Aires y donde desde 1939 se estableció un museo evocativo del período revolucionario. Se trata entonces de una contribución valiosa en un doble sentido. Por un lado, sugiere reflexiones en (y sobre) diferentes temporalidades y contextos históricos. Por ejemplo, cómo analizar críticamente desde nuestra contemporaneidad, los sentidos configurados en torno a una exposición de 1960 conmemorativa a su vez de los sucesos de 1810. Por otro lado, propone un didáctico y necesario ejercicio de reflexión sobre el desarrollo de sus propias prácticas profesionales que en este caso se orientan a la investigación aplicada, incluyendo comentarios referidos al modo en que se iniciaron los vínculos y trabajos colaborativos entre las estructuras científico-académicas y los museos.
Consideramos un insumo particularmente valioso el relevamiento de las opiniones de los y las profesionales que llevan adelante la compleja tarea de dirigir un museo y que al mismo tiempo desarrollan o han desarrollado trabajos de investigación histórica. En este marco, en el apartado Entrevistas a directores y directoras a cargo de Agustín Sarhan, podrá apreciarse la selección de un corpus de cuatro instituciones con características y dimensiones más o menos similares: el Museo Histórico Nacional de Uruguay, el Museo Histórico Nacional de Chile, el Museo Histórico Nacional de Argentina y el Museo Nacional de Ecuador. Se invitó a sus directores y directoras a dar sus opiniones sobre cuatro preguntas disparadoras que giran en torno al doble desafío que demandan las urgencias de la gestión y los tiempos mucho más largos de la investigación. De este modo, tenemos la satisfacción de poner a disposición de los lectores y las lectoras las valiosas intervenciones de Macarena Ponce de León (directora del Museo Histórico Nacional de Chile), Andrés Azpiroz Perera (director del Museo Histórico Nacional de Uruguay), Gabriel Di Meglio (director del Museo Histórico Nacional de Argentina) e Ivette Celi (ex directora del Museo Nacional de Ecuador) que dialogan de manera fluida con algunos planteos formulados en esta introducción y con el resto de los materiales que componen el Dossier.
Finalmente, en la sección reseñas bibliográficas se incluyen recensiones de catálogos de publicación reciente producidos por los equipos de trabajo de los Museos Históricos Nacionales de Argentina y Uruguay. José Estévez Rippa reseña Entre la vida y la muerte. Salud y enfermedad en el Uruguay de entresiglos, sustentada en la muestra organizada en el marco de la celebración del Día del Patrimonio, que en el año 2020 el Ministerio de Educación y Cultura del Uruguay dedicó al tema de la medicina y la salud en el contexto de la pandemia de COVID/19. La exposición –fruto del trabajo colaborativo entre el Museo e instituciones universitarias y del área de la salud- se inauguró al público en la Casa Rivera del Museo Histórico Nacional en octubre de 2020 ante la reapertura de algunos espacios culturales y permaneció hasta fines de abril de 2022. Por otro lado, Gabriel Fernández Delgado reseña Colecciones del Museo Histórico Nacional de Argentina. Catálogo de ponchos e instrumentos musicales editado en el año 2021. El Catálogo, que puede consultarse en línea y cuyo contenido es fruto de un trabajo colaborativo entre los equipos técnicos del museo y especialistas invitados, refleja los esfuerzos de la institución para investigar y difundir su acervo patrimonial, en este caso dos tipos de colecciones diferentes como lo son los ponchos y los instrumentos musicales.9
Queremos agradecer a los funcionarios y funcionarias que participaron generosamente de las entrevistas, a los y las colegas que evalúan de manera anónima con gran calidad en tiempos inverosímiles, y a cada uno de los autores y autoras que contribuyeron con sus textos y producciones a enriquecer un dossier que, como puede verse, es bastante singular. Aspiramos a que, además de esto último, se transforme además en un componente fructífero para la discusión colectiva.
Notas
1 «Colección Covid-19: los museos documentan la pandemia para el futuro», Newsroom Infobae, 20 de mayo de 2020 (en línea) https://www.infobae.com/america/agencias/2020/05/20/coleccion-covid-19-los-museosdocumentan-la-pandemia-para-el-futuro/
Proyecto «Había una vez una pandemia». Uruguay en tiempos de COVID 19». Museo Nacional de Antropología. 27 de mayo de 2020 http://www.ibermuseos.org/recursos/noticias/habia-una-vez-una-pandemia-proyecto-delmuseo-nacional-de-antropologia-de-uruguay/
2 Desde 1922 los equipos interdisciplinarios del Museu Paulista (1895) editaban Anais do Museu Paulista. El Museo había sido creado para conservar las colecciones relacionadas con la independencia de Brasil.
3 En el 2010 se constituyó la Asociación Argentina de Investigadores en Historia (AsAIH) que entre sus propósitos incluyó estimular el interés público por la conservación del patrimonio histórico y la organización de archivos y museos históricos. El primer evento anual que convocó a especialistas en distintas temáticas se realizó en 2012 en el Museo Histórico Nacional dirigido entonces por el historiador José Antonio Pérez Gollán; en 2013 la AsAIH organizó la Jornada «La historia en el espacio público: Museos y Monumentos» donde expusieron destacados especialistas; y en 2015 el Museo Roca fue la sede de otro evento (Lobato, Solís Carnicer y Wasserman). Sin embargo, aunque desde la AsAIH se instalaron en la agenda pública temáticas afines al patrimonio y los museos y se suscitó un acercamiento de los historiadores hacia las instituciones, ello no necesariamente se tradujo en acciones concretas tendientes a promover nuevas líneas de investigación sobre las colecciones y museos como objeto de estudio.
4 En el 2013, en el marco de las celebraciones bicentenarias, el Museo Histórico Nacional, entonces a cargo de la Mag. Ariadna Islas, realizó la Exposición «Un simple ciudadano. José Artigas». A través de la exhibición de pinturas, esculturas y objetos, un título más que sugerente y la participación activa de destacados historiadores e historiadoras, la muestra intentó distinguir entre los acontecimientos pasados y los distintos modos mediante los cuales la sociedad los representa y re-significa a través del tiempo.
5 Remitimos por ejemplo a los trabajos que componen el Dossier Historia de la cultura material. Objetos, agencias, procesos, coordinado por Cecilia Moreyra y Maria da Graça Alves Mateus Ventura en Anuario de la Escuela de Historia Virtual, Nº 18, 2020 (en línea) https://revistas.unc.edu.ar/index.php/anuariohistoria/issue/view/2248
6 Sumado a ello, en 2019 la historiadora Ana Frega – Decana de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación (FHCE) de la Universidad de la República- participó en una de las «visitas dialogadas» de la Exposición «Hemos visto una maravilla», curada por Clara von Sanden y organizada por el Museo Histórico Nacional de Uruguay, develando aspectos de la historia social en la que se enmarca el surgimiento de la fotografía. En el mismo formato Magdalena Broquetas, Mauricio Bruno y Carolina Porley participaron en el comentario de la exposición incorporando una mirada a la historia de la fotografía y la del coleccionismo, con el objetivo de dar cuenta del complejo campo de estudio que atravesaba la exposición dedicada a los inicios de la fotografía en el país. También en ese año las Jornadas Académicas de la FHCE incluyeron una mesa coordinada por Gastón Lamas, Irene Taño y Andrés Azpiroz Perera sobre «Bienes culturales locales y regionales en el contexto de la mundialización»; y el III Congreso de la Asociación Uruguaya de Historiadores, desarrollado en 2021, otra sobre «Patrimonios documentales: colecciones, archivos, museos», coordinada por Carolina Porley y Andrés Azpiroz Perera.
7 Destacado en el original.
8 Puede visitarse el sitio web institucional en https://cabildonacional.cultura.gob.ar/exhibicion/imaginar-la-colonia-buenos-aires-1810- 1960/
9 Acceso al catálogo en línea en https://museohistoriconacional.cultura.gob.ar/noticia/nuevo-catalogo/
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Organizadores
Andrés Azpiroz – Universidad de la República. Museo Histórico Nacional. Uruguay.
María Elida Blasco – CONICET – Instituto Dr. E. Ravignani. Universidad de Buenos Aires. Argentina
Referências desta apresentação
AZPIROZ, Andrés; BLASCO, María Elida. Introducción. Claves. Revista de Historia. Montevideo, v.8, n.14, p. 1-18, ene./jun. 2022. Acessar publicação original [DR]
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Publicado: 2023-06-30 Edição completa Edição Completa PDF Expediente Expediente 000-006 PDF Editorial História & Ensino 007-009…
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