La monografía Guerra por las ideas de Rafael Pedemonte –historiador chileno-belga y Profesor Asociado de la Universidad de Poitiers (Francia)– es una investigación imponente tanto por su extensión, diversidad y riqueza de las fuentes primarias y secundarias consultadas, como por sus aportes metodológicos e historiográficos. El libro se basa en la tesis de doctorado que el autor realizó en cotutela entre la Universidad de París 1 Panthéon-Sorbonne y la Pontificia Universidad Católica de Chile. Rafael Pedemonte indaga en las relaciones culturales entre la Unión Soviética, por una parte y, por otra, Cuba y Chile, ofreciéndonos una aproximación original de la Guerra Fría latinoamericana. Como él mismo explica, en la concisa y sólida introducción de su libro, el reciente enfoque en la “Guerra Fría cultural” ha permitido romper con una historia de la Guerra Fría exclusivamente enfocada en los Estados y sus motivaciones supuestamente siempre “pragmáticas” (es decir, económicas y geoestratégicas). Aquí el acento está puesto en las ideas como motor de acción política, de ahí el título del libro.
Si bien ya ha salido a la luz un cierto número de estudios sobre la “Guerra Fría cultural” latinoamericana, la abrumadora mayoría de ellos se enfoca en las relaciones de la región con los Estados Unidos, mientras que las relaciones culturales latinoamericanas con la URSS siguen siendo un campo poco explorado. Rafael Pedemonte contribuye a llenar este vacío historiográfico para los casos de Chile y Cuba, abriendo a la vez un prometedor campo de investigación para los demás países de la región. De modo que la lectura de este libro es recomendada no solo para especialistas de Chile o de Cuba, sino también para quienes se interesen en el resto del subcontinente. En suma, al privilegiar el enfoque cultural y las relaciones de América Latina con la otra gran potencia de la época, Rafael Pedemonte rompe con las interpretaciones dominantes, matiza conclusiones de investigaciones previas y demuestra lo enriquecedoras que son las perspectivas centradas en conexiones culturales y políticas poco exploradas.
El policentrismo de la mirada historiográfica de Guerra por las ideas se hizo posible, en primer lugar, debido a la diversidad de los archivos consultados. Esta diversidad concierne tanto a la naturaleza de los documentos examinados (prensa, archivos de Estado, fotografías, filmografía, colecciones privadas, fuentes orales, etc.) como a su origen y ubicación geográfica. Rafael Pedemonte consultó archivos en Chile, Cuba, Bélgica (los archivos de la OTAN), Francia, así como documentos del Archivo de Estado de la Federación Rusa y del Archivo Estatal Ruso de Historia Contemporánea, gracias a las traducciones de la eminente historiadora ruso-chilena Olga Ulianova, pionera de la historia de las relaciones entre la Unión Soviética y América Latina. Además de la diversidad y extensión de las fuentes consultadas, cabe subrayar aquí la riqueza de los archivos cubanos utilizados por el autor. Habiendo realizado su investigación durante un período de relativa apertura política en Cuba, Pedemonte tuvo la posibilidad de acceder a archivos no solo de organismos culturales (Casa de las Américas, ICAIC), sino también del Ministerio de Relaciones Exteriores cubano (MINREX), archivos que se volvieron inaccesibles desde la llegada de Donald Trump al poder y la intensificación del bloqueo. Así, Guerra por las ideas constituye también un aporte debido a la actual (y probablemente duradera) inaccesibilidad de los archivos cubanos consultados y citados. Por último, en lo que a fuentes primarias respecta, es menester evocar la cantidad y riqueza de las entrevistas con testigos clave de la época –muchos de ellos ya fallecidos o de una edad muy avanzada–, realizadas tanto en Chile como en Cuba.
Tomando distancia con ciertos hábitos académicos recientes, que afirman el valor investigativo de un trabajo por una supuesta –y generalmente muy exagerada– originalidad, Guerra por las ideas documenta minuciosamente la bibliografía y fuentes consultadas y reconoce las inspiraciones y contribuciones de trabajos anteriores. Así, los aportes considerables que la historiografía de la Guerra Fría latinoamericana ha realizado hasta ahora no solo son citados, sino que son además utilizados como base que permite consolidar y revelar las considerables contribuciones investigativas realizadas por Rafael Pedemonte. Aunque se distingue de ellas, el autor dialoga con las dos aproximaciones predominantes en lo que concierne a la historia de la Guerra Fría latinoamericana: las relaciones internacionales enfocadas en lo político; y la historia de las relaciones entre América Latina y Estados Unidos. A lo largo del libro se evoca este último tema por medio de la comparación con las dinámicas soviético-latinoamericanas.
En cuanto a la historia de las relaciones internacionales enfocada en lo político/diplomático, le son dedicados los tres primeros capítulos del libro. Ellos hacen las veces de introducción, al describir el contexto en el que serán analizadas las relaciones culturales cubano y chileno-soviéticas (capítulos IV-VII). Así, el primer capítulo se enfoca en la política internacional de las dos grandes potencias de la Guerra Fría, insistiendo en la soviética. El apartado muestra que, después del fallecimiento de Stalin y la nominación de Nikita Jrushchov, la doctrina de “coexistencia pacífica” contribuyó a revalorizar la diplomacia cultural, la que empezó a ocupar un lugar central en la política internacional de la URSS en Europa occidental, pero también en el entonces llamado “tercer mundo”. El segundo y tercer capítulo se enfocan en las relaciones diplomáticas e interestatales establecidas entre Moscú, por una parte, y por otra, La Habana y Santiago. Mientras que el segundo capítulo trata de Cuba entre 1959 y 1963 y Chile entre 1964 y 1970, el tercero se enfoca en los años 1968-1973 cubanos y en el período 1970-1973 en Chile. La adopción de cronologías diferenciadas para los dos países latinoamericanos estudiados es producto de una apuesta metodológica e historiográfica del autor, al mismo tiempo que lo lleva a conclusiones muy sugerentes y en cierta medida originales –sobre todo, para el caso chileno–. En efecto, Rafael Pedemonte opta por una periodización diferenciada entre Cuba y Chile, adaptada al contexto nacional, lo que le permite anclar su análisis en las manifestaciones y recepción locales de la política exterior soviética. Ello significa, por una parte, que se niega a considerar a América Latina como un todo y a imponer, como se suele hacer en los area studies, una periodización única para la región; y, por otra parte, que se rehúsa a adoptar una periodización enfocada en la política soviética, lo que significaría borrar la relevancia de las dinámicas latinoamericanas y de los actores que no son grandes potencias. Al contrario, la atención que el autor da al contexto nacional cubano y al chileno, pero también a la interacción entre ellos y las “relaciones triangulares” que involucran a la vez a la URSS, Cuba y Chile, le permite alcanzar una comprensión muy fina de las relaciones entre ellos.
Así, Rafael Pedemonte, en concordancia con otros estudios recientes, demuestra que, a lo largo de los años 1960, las relaciones entre La Habana y Moscú estuvieron bajo tensión a pesar del progresivo acercamiento y de las declaraciones oficiales de amistad y alineación. Mucho más innovadora es la explicación que el autor ofrece a estas tensiones, subrayando el origen ideológico de las divergencias entre Moscú y La Habana, ilustrado por el “debate de los manuales” y los escritos de Ernesto Guevara. La dimensión ideológica de las divergencias entre el socialismo cubano y el soviético demuestra la pertinencia del enfoque del autor en la “Guerra Fría cultural”.
Para el caso de Chile, el historiador formula, en los primeros capítulos del libro, una hipótesis que se detallará más abajo y que constituye uno de los principales aportes de esta investigación. El autor demuestra que un acercamiento mayor entre la Unión Soviética y Chile se produce bajo la presidencia de Eduardo Frei y que la llegada de Salvador Allende al poder intensifica y sistematiza las relaciones preexistentes, pero se inscribe en una continuidad y no como una ruptura con la presidencia demócrata cristiana.
Los capítulos cuatro a siete forman una segunda unidad y el meollo del libro. Estos se enfocan en las relaciones culturales entre la Unión Soviética, Cuba y Chile durante los largos años 1960, acorde con la doble y muy pertinente definición de la cultura en el marco de la Guerra Fría que Rafael Pedemonte presenta en la introducción. En efecto, el autor adopta dos definiciones, diferentes pero complementarias, de lo que podemos entender por cultura en el contexto de la Guerra Fría. La primera es más acotada y remite a los artefactos culturales susceptibles de adquirir un contenido político, y utilizados conscientemente como armas de diplomacia cultural y de soft power por actores institucionalizados. La segunda definición es más amplia y remite no solo al ámbito de las instituciones, sino también a los cuerpos intermediarios y a los actores individuales; y no toma solo en cuenta los objetos culturales, sino también las representaciones, imaginarios sociales y sistemas de valores. Así, el capítulo cuatro se centra en los actores del proceso estudiado. Gracias a la historia comparada, el autor alcanza conclusiones innovadoras sobre Cuba y sobre Chile, al tiempo que hace considerables aportes metodológicos. En efecto, el enfoque simultáneo concerniente a actores colectivos e individuales, estatales y no estatales, y las interacciones entre ellos, demuestra el interés y la riqueza de una historia escrita a partir de una diversidad de archivos e interesada no solo en las relaciones interestatales, sino también en la agencia extrainstitucional.
En el caso de Cuba, la creación y consolidación de los vínculos culturales con la URSS sí pasa por las instituciones estatales cubanas, pero dirigidas por líderes revolucionarios, artistas e intelectuales a menudo críticos de la Unión Soviética y de su cultura oficial. De modo que la recepción de la diplomacia cultural en Cuba no está exenta de tensiones y cuestionamientos. El caso de Chile resulta particularmente interesante tanto por la diversidad de los actores involucrados como por la compleja relación entre actores estatales y extrainstitucionales. Pedemonte demuestra que, durante los años entre 1964-1970, el estrechamiento de las relaciones culturales chileno-soviéticas se debió tanto a la acción de los embajadores chilenos en Moscú (Máximo Pacheco, Óscar Pinochet de la Barra) –quienes no eran comunistas, pero sí apreciaban la historia y la cultura soviéticas– como a las muy numerosas asociaciones de amistad chileno-soviética creadas en Chile a iniciativa no solo de militantes comunistas, sino también de personalidades del medio intelectual y artístico no comunistas admiradoras de la URSS. En cuanto al balance de la Unidad Popular, este es matizado. Si bien las relaciones tienden a institucionalizarse y a sistematizarse, dado que el gobierno recupera parte del control desplazando así a las asociaciones, las relaciones culturales entre Moscú y Santiago se desarrollan más en la continuidad que en la ruptura con el período anterior. Tanto el envío a Moscú de un embajador chileno que conoce mal la realidad soviética y que no busca preservar ni intensificar las relaciones preexistentes, como el ambiguo, y a fin de cuentas limitado, apoyo de la URSS a la UP reflejan la relativa distancia entre los dos países. Como lo señala Rafael Pedemonte, la URSS no percibe al Chile de Salvador Allende como un país socialista, sino como un Estado progresista, limitando su apoyo económico y militar (y prefiriendo en apariencia un tipo de gobierno como el de Juan Velasco Alvarado en el Perú).
El quinto capítulo se centra en aquellos actores individuales –artistas, estudiantes, intelectuales, dirigentes políticos– que juegan el rol de intermediarios en las relaciones culturales entre la URSS y América Latina y que a menudo son invisibilizados en las investigaciones exclusivamente enfocadas en los lazos interestatales estudiadas a partir de los archivos diplomáticos. Rafael Pedemonte demuestra la centralidad de estos individuos en la creación y consolidación de los vínculos entre estos países geográfica y culturalmente distantes, y más aún en la creación y amplia difusión social en Cuba y en Chile de nuevos –y positivos– imaginarios sobre la Unión Soviética. En este sentido, un índice onomástico –junto a uno temático– sería indispensable para que se aprecie plenamente la diversidad de los actores involucrados en la historia relatada.
El capítulo seis se alinea con la definición más acotada de la cultura y se interesa en la circulación de objetos simbólicos, de artefactos culturales –libros, lienzos, fotografías, revistas, películas– entre la URSS, Cuba y Chile. El aporte de este capítulo es historiográfico y metodológico. El interés por la historia de los objetos es un campo historiográfico muy dinámico y reciente, y esta investigación constituye un aporte pionero en este sentido. Particularmente interesante es la demostración del autor en cuanto a la importancia –dado el bloqueo impuesto a Cuba– de los objetos culturales y de consumo soviéticos, claves para entender la emergencia en la Isla de un particular imaginario social sobre la URSS. El aporte metodológico consiste en el estudio no solo de estos objetos, sino también de su recepción en la sociedad cubana y chilena.
El último capítulo, al adoptar la definición amplia de la cultura en tiempos de la Guerra Fría, analiza cómo surgen nuevas representaciones sociales sobre la URSS en Cuba y en Chile, siempre en función y en relación con el contexto local. Es en este capítulo que se revela plenamente el carácter innovador de la historia de la “Guerra Fría cultural” tal como la practica Rafael Pedemonte, así como los considerables aportes que, desde esta perspectiva, se pueden hacer a la historia política del período. El libro termina con una conclusión que presenta brevemente las innovaciones de esta imponente investigación.
Sin lugar a duda, Guerra por las ideas constituye una gran contribución al campo de estudio de los largos años de la década de 1960 y es, desde ya, una lectura ineludible para quienes estén interesados en la historia de Cuba, de Chile y de América Latina de este período, así como en aproximaciones historiográficas, conceptual y metodológicamente sólidas de la historia global de la “Guerra Fría cultural”. Pero, a la vez de enriquecer nuestro conocimiento de los años sesenta y setenta, cubanos y chilenos, Guerra por las ideas constituye –a mi modo de ver– una aportación historiográfica más amplia, al romper con dos aproximaciones usuales de la “Guerra Fría cultural” y de los largos años sesenta latinoamericanos. En primer lugar, este libro rompe con la tendencia despolitizante de una cierta historia cultural que, al asociar las expresiones culturales de contestación política durante los largos años sesenta a un fenómeno individual y generacional de “rebeldía”, le niega su dimensión radicalmente política. Al contrario, en el trabajo de Rafael Pedemonte, lo político está estrechamente articulado con lo cultural. En segundo lugar, el autor rompe con aquellas historias “globales” que, en los hechos, hacen historia de relaciones bilaterales presentadas como global. Rafael Pedemonte asume plenamente el enfoque geográficamente más específico de su investigación – señalando sin cesar las especificidades de cada caso estudiado–. Así, el autor no cae en la tentación de generalizar conclusiones particulares, proyectándolas sobre toda la región. Por medio de la historia a la vez bilateral (URSS-Cuba y URSS-Chile), comparada (Cuba y Chile) y triangular (Cuba-Chile-URSS) que el historiador elabora, alternando y haciendo dialogar las diferentes escalas de análisis, logra promover una implementación metodológica original y pertinente de la historia global situada.
En el contexto académico actual, en el que las soluciones de facilidad y las hipótesis espectaculares e infundadas tienden a tener éxito, este relato histórico fino, matizado, fundamentado e innovador, a la vez que accesible y de lectura fácil y agradable, merece la mayor atención y audiencia.
Resenhista
Eugenia Palieraki – CY Cergy Paris. Université Centre de Philosophie Juridique et Politique (CPJP).
Referências desta Resenha
PEDEMONTE, Rafael. Guerra por las ideas en América Latina, 1959-1973. Presencia soviética en Cuba y Chile. Santiago: UAH Editores, 2020. Colección Historia. Resenha de: PALIERAKI, Eugenia. Historia. Santiago, n. 55, v.1, p. 413-417, ene./jun. 2022. Acessar publicação original [DR]
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