Historia de los abuelos que no tuve | Ivan Jablonka
Tras el fulgurante éxito de Laëtitia o el fin de los hombres (2017) y las polémicas desatadas por La historia es una literatura contemporánea. Manifiesto por las ciencias sociales (2016), los lectores de habla hispana accedemos en forma tardía al libro que, editado en francés en 2012, permitió que Jablonka pasara a ser motivo de debate historiográfico desde mediados de la década pasada. Enzo Traverso, en un trabajo reciente, se ha concentrado en una fuerte crítica historiográfica a las escrituras del «Narciso historiador», con Jablonka como uno de los ejemplos paradigmáticos. Los cuestionamientos de Traverso se centran en la dimensión central que adquiere la peripecia vital e investigativa del narrador de los acontecimientos históricos. Es decir, la permanente tensión entre narrar acontecimientos históricos tendiendo a la mayor objetividad posible o la opción por establecer relatos en los que el historiador es una presencia permanente y avasallante.
En Historia de los abuelos… Jablonka inserta su historia familiar, que comienza en el siglo XIX en el pueblo de Parczew, en el sureste de Polonia, e intenta reconstruir el trayecto vital de sus abuelos Mates e Idesa desde del siglo XX hasta su asesinato durante la Segunda Guerra Mundial. En todo el libro hay una actitud de contar una historia desde el yo, de exponer la subjetividad al momento de procesar la información histórica, una violación deliberada de los mandatos rankeanos que tanto marcaron a la historiografía de la segunda mitad del siglo XIX en adelante.
Al igual que lo había hecho en La historia es una literatura… Jablonka insiste en que la escritura no es la etapa final de la investigación, el cum laude de nuestro esfuerzo, sino una tarea que acompaña todo el proceso metodológico. Lo que tenemos en este libro es a un historiador que relata sus viajes reales y también personales de introspección. Jablonka parte del interés por «conocer» a unos abuelos que murieron antes de que naciera. Para eso recorre archivos, bibliotecas, lecturas, realiza entrevistas y expone cómo investiga y qué hace un historiador cuando pretende estudiar personas que prácticamente no dejaron testimonio (por su intrascendencia, pero también por una maquinaria de muerte dispuesta a eliminar todo rastro y por una construcción memorialistíca posterior que recupera algunos acontecimientos y protagonistas). En ese recorrido logra reunir un conjunto de fuentes dispersas y diversos testimoniantes que con distintos grados de profundidad lo ayudan a armar la historia de su familia («creo que quise ser historiador para hacer este descubrimiento algún día»).
Si la historia es magistra vitae en este caso cumple cabalmente su función porque permite que Jablonka y su padre (que es un asistente de investigación permanente y figura central del libro) cierren las heridas abiertas por la desaparición de buena parte de la familia. La Historia como disciplina ―la misma del campo historiográfico y los papers― adquiere una dimensión reparadora que apunta sobre todo al autoconocimiento y a cerrar heridas, al igual que lo hace Géraldine Schwarz (2019) en Los amnésicos (en este caso sobre su familia de nazis). Adoptar ese posicionamiento también implica riesgos porque Jablonka, en 2012 con 37 años, sale de los mandatos del mainstream historiográfico y construye un relato que se aleja de la historiografía dominante (aunque no de algunas de las discusiones que, con Paul Veyne a la cabeza, marcaron el debate francés sobre los modos de hacer Historia).
El libro impacta por su contenido, ya que pese a contar con abundante información sobre el genocidio judío no dejamos de horrorizarnos ante la revelación de casos como el de los Jablonka. Pero también es un trabajo chocante por su impronta metodológica, por los riesgos que asume el historiador al contarnos, por ejemplo: «mi investigación llega a su fin. Por la mañana, recibo a todos para tomar el desayuno, los ojos me arden, azorado. Mi estudio no me ha traído paz.» Ese párrafo, tan sencillo es complejo a la vez para una disciplina como la histórica que desde el siglo XIX a nuestros días se ha pensado como un conjunto de técnicas narrativas asépticas y neutrales. De un campo científico que renació con bases más sólidas tras el cisma del narrativismo que impactó en la historiografía occidental en las décadas de 1970 y 1980.
El libro se divide en nueve capítulos. En el primero se aborda la vida rural en la villa de Parczew y estudia las relaciones vecinales y familiares que conformaron el núcleo fundacional de los Jablonka. El segundo capítulo estudia la opción de los abuelos del autor, y de varios de sus parientes cercanos, por el comunismo, adoptado en forma heterodoxa, ya que no se abandonaron rituales religiosos ni se renegó de su condición étnico-social, logrando un sincretismo que permitió la conjunción de el Cantar de los Cantares con obras de Marx o Lenin. Esa especie de sincretismo pone en tensión por primera vez un problema que atravesará todo el libro: el de la identidad. Primero, la identidad judía general, luego la de los judíos polacos y a continuación la de una descendencia que llega hasta el presente.
En el tercer capítulo comienza el viaje de los Jablonka, interior en Polonia (presos, exiliados), pero también por distintos países y continentes (emigración a Argentina, Estados Unidos, Palestina). El cuarto capítulo analiza la situación de los judíos en la Francia de entreguerras, hacia donde huyeron Mates e Idesa, y evidencia, a través del análisis de la prensa, legislativo y discursos políticos, el modo en el cual las democracias occidentales cercaron a parte de la población que comenzó a ser perseguida por el creciente antisemitismo. Este análisis se complementa en el quinto capítulo en el que Jablonka estudia la avanzada militar alemana por Europa y cómo parte de la población judía se alistó, o fue conscripta, en el ejército francés. A partir de algunos episodios que involucran a Mates Jablonka, el autor comienza un recorrido a través de situaciones paralelas de otros habitantes judíos del continente europeo, que hicieron la guerra, participaron de redes de solidaridad, en una especie de palimpesto para mostrar aquello que unió a varios hombres y mujeres del período. Por eso, en el sexto capítulo regresa a las condiciones de vida de los judíos, ya con las fuerzas de ocupación alemana en Francia, para en el séptimo capítulo, seguir el trayecto desde el arresto de Mates e Idesa, las condiciones en las que fueron trasladados a un campo de concentración hasta su exterminio. El octavo capítulo aborda la memoria familiar, al ver cuál fue el derrotero del padre y la tía del autor, salvados gracias a la solidaridad de vecinos no judíos. El último capítulo es el de la posmemoria, y aborda el destino final de millones de víctimas del Holocausto, hipotetiza con el derrotero de los Jablonka y expone las consecuencias familiares de desconocer qué ocurrió con una parte de la familia. No hay duda, Mates e Idesa fueron asesinados, aunque se desconocen las circunstancias. Esas heridas abiertas son las que llevan al autor a buscar una y otra vez diversos vestigios que permitan reconstruir una historia que también es suya. Jablonka falla en su búsqueda, lo reconoce. Sin embargo, el autor nos muestra a la Historia con mayúscula en todo su esplendor, aborda la reconstrucción de vidas minúsculas que atravesaron años turbulentos del siglo XX, evidencia cómo realiza su trabajo, al que concibe como una tarea académica, pero también como un mandato moral, parte de un ejercicio de justicia que interpela con fuerza las bases de la disciplina histórica.
Resenhista
Nicolás Duffau – Universidad de la República, Uruguay.
Referências desta Resenha
JABLONKA, Ivan. Historia de los abuelos que no tuve. Barcelona: Anagrama; libros del Zorzal, 2022. Resenha de: DUFFAU, Nicolás. Claves. Revista de Historia. Montevideo, v. 8, n. 15, p. 271-274, jul./dic. 2022. Acessar publicação original [DR/JF]