Classical Scholarship and Its History: From the Renaissance to the Present. Essays in Honour of Christopher Stray | S. Harrison, C. Pelling

Este volumen, que celebra la carrera y los logros académicos de Christopher Stray, tuvo su génesis en una conferencia brindada en Oxford en 2018 para celebrar su cumpleaños número 75. Se resalta allí el esfuerzo realizado por el estudioso en la reorientación de todo el subcampo de estudio, dentro de las humanidades, que son los estudios clásicos. En la introducción del libro, escrita por los editores, se ofrece a los lectores una descripción completa, clara y detallada de los logros de Stray.

De los 15 capítulos del libro, de los cuales, cabe resaltar, uno fue escrito por el mismo Christopher Stray, solo aproximadamente la mitad versa sobre asuntos referidos al trabajo e intereses de este. Los editores toman la decisión de repartir los capítulos en seis secciones: la primera parte se titula “Orientación y orígenes”; la segunda, “Temprano en la Edad Moderna”; la tercera lleva el nombre de “Cambridge y Oxford victorianas”; la cuarta se titula “Historia del Libro/Comentario”, la quinta “Conexiones internacionales”; y, finalmente, la sexta, “Prácticas académicas”. Las bibliografías se encuentran al final de cada capítulo. Otra decisión de los editores, y que resulta de mucha utilidad para cualquier interesado en la materia, es la incorporación de una lista completa de las publicaciones de Stray que se encuentra en las páginas 401-409 (resumidas claramente por los editores en la Introducción) y también se proporciona una lista de contribuyentes en la página 411.

La naturaleza del trabajo de Stray supone que los temas cubiertos en este homenaje varíen ampliamente, y, como consecuencia, es probable que algunas contribuciones académicas en este libro sean principalmente de interés especializado. La primera parte consta de tan solo un capítulo: “Rastreando los estudios clásicos: mito, evidencia y epistemología” de Lorna Hardwick. La autora, en este breve ensayo, se centra en cuestiones relacionadas con las voces de la erudición, la identidad de la erudición y los modos de persuasión, desarrollando, entre distintas variables, las dificultades que se observan en los estudios clásicos que aún no se liberan de su apropiación por narrativas predominantemente occidentales e imperialistas. Sobre el final hace algunas sugerencias sobre cuál debería ser el papel futuro de la erudición clásica, tanto dentro del campo de los estudios clásicos como en la esfera pública más amplia, esperando así que esta incipiente exploración pueda dar lugar a alguna discusión futura.

En esta reseña, no seguiremos estrictamente el orden establecido en la obra debido a que no hay necesariamente una organización temporal sino más bien temática. La tercera parte comienza con una investigación muy meticulosa de David Butterfield sobre “El fenómeno de Shilleto”. En Cambridge, nos dice el autor, durante la Era Victoriana, Shilleto era el profesor al que siempre se podía acudir en caso de necesidad. Aunque su talento le habría posibilitado obtener una beca universitaria, el haberse casado joven le inhabilitó para aplicar a una. Con una familia que mantener, se convirtió en tutor, un rol importante cuando la composición en griego y latín era parte automática de los distintos cursos. Schilleto trabajaba todas las horas disponibles, y, como observa Butterfield, un tutor privado ganaba hasta diez veces el salario de los profesores universitarios, hecho que provocaba una comprensible controversia en Cambridge. Su excelente edición de Demóstenes De Falsa Legatione (1844) fue inusual puesto que el comentario estaba escrito en inglés. Esto no era común ya que por ese entonces se acostumbraba a realizarlo en latín. Pero, de todas maneras, fue casi la única producción que su trabajo de tutor le dio tiempo para completar. Schilleto, que se convirtió en miembro de la Universidad (en Peterhouse) antes de morir, era, en palabras del autor un “clasicista que encarnaba el cambio de una cultura a otra” y, a pesar de todo, su combinación de cualidades, especialmente la brillantez lingüística, justifica plenamente el relato detallado que Butterfield se encarga de expresar.

James Clackson, también en la parte tres, presenta un análisis de la historia de la filología comparada en Cambridge desde 1883 hasta la actualidad. En este capítulo, y en esta sección en general, se deja ver una interacción importante y continua entre clasicistas y lingüistas. A continuación, en la misma sección, Stephen Harrison nos recuerda que John Conington fue el primer profesor de latín de Oxford (Cambridge tuvo que esperar hasta el siglo XIX para que se creara lo que luego se convertiría en la cátedra Kennedy). Sus credenciales en latín, incluido su proyecto para editar a Virgilio, le aseguraron su elección para ser catedrático con tan solo 28 años. El comentario de Virgilio en tres volúmenes de Conington (1858-1871, revisado y en parte escrito por H. Nettleship, quien brindó su colaboración) es uno de los pocos comentarios de época victoriana que conservan su valor en la actualidad. Harrison resalta los pros y contras del comentario, que viene acompañado de una versión en verso de la Eneida. Conington también tradujo las OdasSátiras y Epístolas de Horacio, y, además, revisó el Lucrecio (un trabajo de alta calidad) de Munro. Este fue, señala Harrison, un trabajo sustancial para un académico que murió con tan solo 44 años y que, como W.Y. Sellar, había promovido la literatura latina como “parte de una cultura literaria más general”.

En la cuarta parte, Roy Gibson considera los primeros cincuenta años de la centenaria y exitosa serie “Green and Yellow” de Cambridge. Una característica remarcable, señala Gibson, es la expansión sustancial en el contenido y la mejora en la calidad con el paso del tiempo. Esto se ejemplifica, claramente, en las dos ediciones de Philoctetes con 43 años de distancia entre sí. La edición bastante puntillosa de Webster (1970), en la que Easterling se ocupaba de los temas textuales, no fue bien recibida. Las ediciones siguientes dedicaron mucho menos esfuerzo a cuestiones textuales, pero desplegaban una calidad mucho mayor y cumplieron “con las expectativas de los revisores de un comentario moderno”. Durante 50 años ha habido cambios profundos en lo que un lector puede esperar y también en lo que los editores pueden esperar de un lector. Se desalentaba, entre otras cosas, a los comentaristas de utilizar la primera persona, sobre la base de que la identidad del autor debería ocupar un segundo lugar con respecto al tema del comentario, incluso si el enfoque deseado y orientado a veces podría conducir al resultado contrario.

Aún en la cuarta parte, Christopher Pelling también se detiene en la serie Green and Yellow y analiza el problema de cómo un comentario sobre una obra de historia debe combinar la historia con cuestiones lingüísticas. De esta manera el ejemplo elegido es el comentario sobre Tucídides de Gomme, quien tuvo una cátedra en griego. La diferencia de calidad entre la obra de Gomme (1945) y el Herodoto de How y Wells (1912) es resaltada por el autor. También se hace una comparación con comentaristas posteriores de Tucídides. De manera útil, Pelling imprime (y luego analiza) la primera página de la introducción de Gomme, ayudándonos a ver lo que Gomme no logra incluir luego en el escrito.

En la sexta parte, un capítulo escrito por Graham Whitaker analiza este libro homenaje a partir de la idea alemana de Festschrift. Incluye una nota a pie de página muy reveladora y relevante donde retoma el planteo de Juliette Ernst, quien considera los problemas a los que se enfrentan los revisores al considerar esto como una tarea carente de reflexión.

Los tres capítulos de la segunda parte incluyen debates interesantes. Por un lado, tenemos el examen de Edith Hall del término classics, que se originó en la serie francesa Delphin y luego se desarrolló con el plan de estudios anglosajón divergiendo del modelo continental (lo mismo ocurrió en el campo de la filosofía). Por otro, Robert Kaster analiza cómo se transformó el texto del De beneficiis de Séneca entre 1575 y la edición de Gronovius de 1649, con una mirada muy erudita y técnica. Finalmente, la interesante mirada de Michael Clarke a la sorprendente comparación que hace Thomas Jefferson de Dares Frigio[1] con Homero como poetas de Troya recuerda a Dares de Troya y Dictys de Creta. Los lectores interesados ​​pueden consultar la edición de Frazer y Arner (Indiana, 2019) de las epopeyas compuestas por estas figuras ficticias.

En la cuarta parte, el relato de Christina Shuttleworth Kraus acerca de las ediciones del Bellum Gallicum de Caesar en los Estados Unidos del siglo XIX y XX muestra cómo los estudiantes estadounidenses parecían estar más preocupados por tratar de recrear el paso de César sobre el Rin que por aprender sobre los gerundios. Si, como sugieren los editores, “el contenido gráfico ayuda a organizar la información, comunicar autoridad y regular la forma en que los estudiantes consumieron los clásicos”, quizás el planteo de la autora acerca del foco de interés de los estudiantes pueda ser sometido a debate.

La quinta parte se refiere a “Conexiones internacionales”. El primer escrito que tenemos aquí pertenece a Ward Briggs y versa sobre la fundación de la Asociación Filológica Estadounidense en 1868. Nos recuerda que las “lenguas aborígenes estadounidenses” se incluyeron en el modelo original de su fundación y que se entregaron artículos sobre el tema a intervalos hasta 1915. Además, señala que Heinrich Schliemann presentó un artículo para la reunión inaugural, aunque parece muy dudoso que estuviera allí en persona (probablemente estaba en Indianápolis). A continuación, nos encontramos con el segundo artículo, de Judith Hallett, que trata acerca del papel del género en la diáspora de académicos clásicos de Europa en las décadas de 1930 y 1940. Una diáspora que tuvo efectos inmensamente beneficiosos en los estudios clásicos, sobre todo en los EE. UU., Canadá y el Reino Unido. Las mujeres clasicistas, dice Hallett, “se han beneficiado de la mayor diversidad étnica y sociocultural en las jerarquías académicas”. Por último, se nos brinda el relato de Jas Elsner de las circunstancias relativas al comportamiento, considerado inaceptable, de Eduard Fraenkel (1888-1970) a finales de los años treinta y cuarenta, y sus consecuencias, entre ellas, denuncias por acoso sexual. Esta quinta parte es la más floja en una obra que se caracteriza por grandes producciones.

El capítulo final proviene de la pluma del propio Stray y se refiere a la colaboración académica (el propio Stray ha participado activamente, con frecuencia, en artículos con los editores de este Festschrift). De esta manera resalta diversos ejemplos de famosas colaboraciones como las de Liddell y Scott. También se piensa en How y Wells, y en la cooperación de Dover y Andrews para completar el Tucídides de Gomme. Si bien no siempre estos trabajos conjuntos llegaban a buen puerto, el autor sí se encarga de destacar los lazos de amistad que se generan, como el caso de los mencionados Liddell y Scott. Pero Stray aquí está más preocupado por las comunidades académicas, como el grupo de amigos y admiradores de Richard Porson,[2] o los (incorrectamente, pero convenientemente descritos) “Ritualistas de Cambridge”. Gilbert Murray, Jane Harrison y Francis Cornford eran fundamentales para el grupo, pero tanto James Frazer como A.B. Cook tenían un apego bastante superfluo, si es que lo tenían. Recientemente, podemos pensar en Tony Spawforth y Simon Hornblower como editores conjuntos de la tercera edición del admirable Oxford Classical Dictionary. Stray, de esta manera, se complace en inaugurar una discusión sobre la colaboración de un colectivo académico creado explícitamente para practicar una discusión colaborativa sobre el futuro de los estudios clásicos.

Este importante Festschrift cubre directa o indirectamente la mayoría de los múltiples intereses de Stray y da cuenta de su energía ilimitada. A lo largo de la obra se abordan, de manera exhaustiva, los grandes temas de interés de los estudios clásicos en Inglaterra. Asimismo, cabe destacar que en el libro se aprovechan los tópicos trabajados por el homenajeado para ofrecer lineamientos que abren nuevos debates y profundizan en temas que hasta el momento han sido poco trabajados. Se nos brinda así un libro del más alto nivel que puede llegar a ser de gran utilidad en nuestras bibliotecas y universidades.


Notas

[1] Dares Frigio es el supuesto autor del libro De excidio troiae historia (Historia de la destrucción de Troya), traducción latina del siglo VI d.C. de un original griego que trataba de la guerra de Troya.

[2] Richard Porson (1759-1808) fue un académico de los estudios clásicos reconocido por ser el inventor de la, luego llamada Ley de Porson. Esta ley es una ley métrica que se aplica al trímetro yámbico, el principal metro hablado de la tragedia griega. La ley establece que si una palabra no monosilábica termina en el noveno elemento de un trímetro yámbico, el noveno elemento debe ser una sílaba corta. Este planteo fue formulado en su edición crítica de la Hécuba de Eurípides en 1802 lo que le valió un número importante de seguidores y adeptos. 


Resenhista

Leandro Nahuel Fernández Roveda – Universidad Nacional de Córdoba. E-mail: nahuel.fernandez.820@unc.edu.ar


Referências desta Resenha

HARRISON, S.; PELLING, C. (Eds.). Classical Scholarship and Its History: From the Renaissance to the Present. Essays in Honour of Christopher Stray. Vol. 1. Berlin-Boston: Walter de Gruyter GmbH & Co KG, 2021. Resenha de: FERNÁNDEZ ROVEDA, Leandro Nahuel. Anuario de la Escuela de Historia Virtual, n. 20, p. 117-121, 2021. Acessar publicação original [DR/JF]

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