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América y la Guerra Fría Transnacional | Patricio Herrera

Esta obra recoge un interesante conjunto de trabajos presentados al seminario internacional “América en la Guerra Fría. Perspectivas sociales y políticas desde la investigación (1945-1973)” celebrado en septiembre de 2017 en la Universidad de Valparaíso, que convocó a especialistas que abordaron aristas de este período, fundamentalmente a través de la perspectiva regional del conflicto mediante el análisis de diversos sujetos en distintos ámbitos de influencia. Se trata de historias conectadas en perspectiva dialógica entre lo nacional y lo global, presentadas mediante una sugerente articulación temática que contribuye a entregar a los lectores una vista panorámica profunda y amplia a la vez.

En su primer capítulo “La desarticulación de la Confederación de Trabajadores América Latina (CTAL) durante la Guerra Fría (1943-1953)” a cargo del editor del libro, Patricio Herrera, se aborda el proceso de creación de esta organización obrera continental en el tránsito entre de unidad política construida por el antifascismo hasta la fase inicial de la política de “Seguridad Hemisférica” impulsada por los Estados Unidos a inicios conflicto bipolar. Fue durante este tránsito en donde surgió la iniciativa de congregar en una misma orgánica a las grandes centrales sindicales latinoamericanas, a instancias de la propia Organización Internacional del Trabajo (OIT). En ese sentido, el rol de liderazgo ejercido por el mexicano Vicente Lombardo Toledano a cargo de la CTAL fungió como el verdadero articulador de esta iniciativa de unidad que llegó a contar con siete millones de afilados e impulsó acuerdos internacionales en favor de avances sociales adhiriendo a las grandes causas políticas de su tiempo. No obstante, la ruptura de la política estadounidense de “buena vecindad” a partir de 1948, marcó el ambiente de disociación presente en su III Congreso debido al despliegue de la AFL-CIO que promovió la fundación de la Organización Regional Interamericana de Trabajadores (OIRT), pero también por la irrupción de la Asociación Latinoamericana de Trabajadores Sindicalistas (ATLAS), impulsada por Juan Domingo Perón, hecho que expone la influencia adquirida por este tipo de asociaciones a nivel continental.

Por su parte, en el segundo acápite titulado “Compañeros de ruta panamericanos: movimiento progresista a comienzos de la Guerra Fría” Jody Pavilack, analiza la figura de José Antonio Arze, un profesor de sociología boliviano y marxista que tempranamente adscribió a la política de cooperación panamericana propugnada por Franklin D. Roosevelt y su concepción democrática y posterior adherente de las ideas de Henry A. Wallace, quien postuló a la presidencia de los EE.UU. en representación del Partido Progresista en 1948 cuando ya era evidente la ruptura con la URSS, simultánea a la entrada en vigor de la “Doctrina Truman” como estrategia de contención del comunismo a nivel mundial. De este modo, Arze y Wallace, se transformaron en exponentes de aquello que se ha denominado como “liberalismo de Nuevo Trato o liberalismo de Frente Popular” (p. 50), una posición que conjugó la perspectiva marxista sobre las relaciones de producción y de clase con una concepción ligada a las libertades individuales característica de las democracias representativas, en el polo opuesto del liberalismo de Guerra Fría, posición que devino hegemónica en las relaciones con el poder soviético.

Este espacio político de centroizquierda o progresista, consideraba que era indispensable la participación de los marxistas en la sociedad global democrática para contener el descontrol provocado por el capitalismo y el imperialismo, impidiendo de ese modo, la promoción de la justicia y de una paz sustentable en una época de indudables tensiones ideológicas. Los impulsores de esta posición, proyectaron sus perspectivas a través del Consejo para el Fomento de la Democracia Panamericana (CPAD), así como a través del Congreso Americano por la Paz en Ciudad de México en 1949. A pesar de ello, la estrategia de los progresistas no era desalinear a los gobiernos de la región sino, la defensa de las políticas reformistas de cuño nacionalista que habían sido apoyadas desde Washington, las que ahora se encontraban amenazadas. Para la autora, esta posición no logró cristalizar en un movimiento duradero, especialmente, con el advenimiento de la década de 1950 y la agudización de la tensión política entre ambas superpotencias, así como por el desplazamiento en la posición de sus líderes como Wallace quien abjura de sus previas convicciones ante el inicio de la Guerra de Corea en 1950. Fue justamente este hecho el que permite observar que la política del “buen vecino” sostenida por Washington fue producto de una coyuntura particular y de la búsqueda de alianzas al calor de la atmósfera antifascista forjada en la década anterior y tuvo un amargo despertar en junio de 1954 con el golpe de Estado en Guatemala contra el gobierno reformista de Jacobo Arbenz.

Por su parte, en el cuarto capítulo “Honduras, el “rufián” de una piratería internacional: Ramón Villeda Morales en la Embajada de Chile, noviembre de 1954” a cargo de Roberto García Ferreira, se realiza un agudo examen de fuentes documentales de carácter diplomático que permiten acceder al diálogo sostenido entre el presidente electo Villeda con el Encargado de Negocios, Julio H. Riethmüller, en la visita que le realizó como parte de un conjunto de reuniones formales con diplomáticos acreditados en Tegucigalpa, ocasión en la que manifestó su visión sobre su eventual gobierno en asuntos tales como; la exclusión de los comunistas del mismo, su respeto a las inversiones de la United Fuit, así como su intención de tener buenas relaciones con Nicaragua.

Este encuentro, permite al autor introducirse en una dinámica de mayor amplitud vinculada a la capacidad de agencia de los actores locales en el “Sur global” (p. 84), que se manifestó, por ejemplo, mediante frecuentes incursiones en los países vecinos con el propósito de “restaurar el orden” a nivel regional. En tal perspectiva, el autor trasciende la noción generalmente establecida acerca de esta como simple escenario de conflictos políticos globales para plantear que desde Centroamérica se buscó incidir en tales asuntos (p. 96). Tal hipótesis se sustenta, entre otros fundamentos, en las acciones emprendidas por el dictador nicaragüense Anastasio Somoza para sobornar a funcionarios del gobierno norteamericano buscando generar alarma sobre la amenaza comunista que, por esos años representaba, el gobierno de Guatemala o de sus intenciones de intervenir sobre Costa Rica a partir de la difusión periodística de un supuesto atentado en contra de su aliado Fernando Calderón Guardia. La agenda propia del gobernante nicaragüense, actuando incluso sin la anuencia de la Embajada de EE.UU., lleva al autor a sostener que esta región “fue inventada la Guerra Fría” (p. 91).

El cuarto acápite de la obra se destina al trabajo titulado “El Partido Socialista Popular chileno: Nacionalismo en los albores de la Guerra Fría (1948-1957)” de Joaquín Fernández Abara. Para su autor, la historia del socialismo en Chile se ha concentrado tradicionalmente en su evolución posterior a la Revolución Cubana. El relativo vacío historiográfico es abordado por Fernández a través de su investigación centrada en un movimiento político que adquirió un carácter de organización nacionalista que aspiró a la construcción de un Estado revolucionario, objetivo para el que articuló su política de alianzas y definición programática hacia 1955.

A partir de los enfoques de la llamada historia transnacional y en atención al marco desarrollo de múltiples movimientos de liberación nacional en el Tercer Mundo, es que Partido Socialista Popular (PSP) experimentó un proceso de radicalización ideológica que, para el autor, derivó del negativo balance de su participación en los gobiernos del Partido Radical (p.111) transitando entonces desde la estrategia del Frente Popular a uno de Trabajadores, dada la declinación del antifascismo en la posguerra, como también de su postura crítica hacia la URSS, modelo al que tildaron de totalitario. En tal panorama, surge su acercamiento con fuerzas nacionalistas que sustentaron la candidatura del general Carlos Ibáñez del Campo, un efímero paréntesis populista en el Chile, sustentado por la “Alianza Nacional del Pueblo” coalición de la que participaron hasta octubre de 1953. En este tránsito, sus líderes reconocieron en la Yugoslavia de Tito un modelo que vinculaba lo nacional-popular como una categoría central dentro de su política, pero también recogiendo experiencias latinoamericanas como la del Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) en Bolivia. En tal sentido, el autor destaca el papel fundamental que desempeñó Óscar Waiss como transmisor de un cuerpo doctrinal en el que nacionalismo y socialismo se imbrican para construir una perspectiva emancipadora para América Latina dentro de un marco de autonomía frente al conflicto Este-Oeste.

Por su parte, el quinto capítulo se destina al trabajo “Organizaciones obreras internacionales y formación sindical: notas para su abordaje durante la Guerra Fría Latinoamericana” de Gabriela Scodeller, investigación que pretende dilucidar los énfasis que orientaron a este tipo de estructuras respecto del tipo de dirigente, sindicato y de trabajador que las acciones educativas pretendían construir a partir de diversas iniciativas de cooperación en este campo, entendiéndolas como parte de la disputa entre distintas orgánicas laborales portadoras de visiones político-ideológicas divergentes, tensionadas de manera adicional, por la confrontación bipolar en la segunda mitad del siglo XX. La autora, destaca en tal sentido la tarea emprendida por los institutos de formación sindical, ejecutores de programas que se centraron en el adulto trabajador, como protagonista de aprendizajes que le permitirían asumir su condición de sujeto histórico colectivo y transformador. Aspecto central dentro de esta dimensión es el de la apuesta por la formación sindical que establecieron las organizaciones del mundo del trabajo, es decir si por su carácter revolucionario, estas prefirieron actuar en la coyuntura enfatizando en la transformación social o si, dado su carácter reformista, los sindicatos optaron por desarrollar estrategias de largo plazo en las que, la existencia de cuadros corporativos eficaces y preparados, marcaría una diferencia sustancial. Para la autora, los procesos formativos en materia laboral resultan claves en la constitución de procesos de toma de conciencia (p. 173) y fundamentales en tanto fuente de historicidad en el ámbito social.

Finalmente, en el sexto acápite, Paulo Fontes y Larissa Correa, presentan su investigación titulada “Mundos del trabajo y la historiografía sobre la dictadura militar brasileña” surgida a partir del proceso de revisión historiográfica planteado en 2014, momento en el que se “desconmemoró” el golpe militar de 1964 y que suscitó un profundo examen de memoria histórica llamado a rescatar el rol de los trabajadores, así como el de sus organizaciones en el proceso político-social previo, determinado por una fase de ascenso de sus reivindicaciones, especialmente en los grandes centros industriales del país, así como en las prácticas de represión del que fue víctima y de resistencia que este sector social fue capaz de levantar, transitando desde el inmovilismo hacia la reacción de defensa de sus derechos. A fin de poder abarcar este amplio universo temático, los autores acuden a fuentes fílmicas, literarias y estadísticas, así como un amplio conjunto de investigaciones vinculadas a problemáticas como represión, juventud y prácticas de resistencia, analizando de igual manera los giros existentes en la historiografía brasileña sobre este período.

Para los autores, esta tarea de recuperación debe asumir nuevos desafíos como, por ejemplo, el abordaje de las perspectivas “de género y de carácter étnico-racial” (p.199) en los mundos del trabajo durante el período dictatorial como asimismo, abordar el impacto medioambiental de las políticas de industrialización características del nacional-desarrollismo que generaron procesos de migración interna y urbanización de una nueva fuerza laboral, limitada en su capacidad reivindicativa. Lo anterior, asimismo, es una oportunidad para pensar en la relación entre dictaduras y mundos del trabajo durante la Guerra Fría, sus conexiones y tránsitos en el sur global.


Resenhista

Mario Vega Henríquez – Programa de Doctorado en Estudios Latinoamericanos. Universidad de Chile. Correo electrónico: mariovega@ug.uchile.cl


Referências desta Resenha

HERRERA, Patricio (Ed.). América y la Guerra Fría Transnacional. Valparaíso: Editorial América en movimiento, 2021. Resenha de: HENRÍQUEZ, Mario Vega. Revista de la Red de Intercátedras de Historia de América Latina Contemporánea. Córdoba, n. 16, p. 137-140, Jun./nov. 2022. Acessar publicação original [DR/JF]

Itamar Freitas

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