Voces del archivo. El documento burocrático como relato literário | Alfonso Rubio
Alfonso Rubio | Imagem: Universidad del Valle
Resulta complejo y, al mismo tiempo, fascinante abordar el nuevo libro de Alfonso Rubio, especialista en archivos de toda índole —preferentemente coloniales y del Nuevo Reino de Granada—, profesor titular del Departamento de Historia de la Universidad del Valle e impulsor de la historia de la cultura escrita en Colombia.
En esta obra hay un lazo invisible que la une al autor en una característica muy personal y que le brinda sentido a estas voces del arcano archivístico: su dimensión como poeta y creador de la lengua. En este texto el autor emprende el sendero de su propio tiempo encontrado: la intencionalidad manifiesta de tomar como objeto de estudio al archivo en su interrelación con la literatura.
El desafío que se propone es guiar a los lectores de su libro en el itinerario de leer los documentos en guarda como “fragmentos de relatos”. Esto es, que resulta necesario y virtuoso acceder a los hechos burocráticos del archivo documental desde un ángulo distinto al de la narración puesta en discurso de los historiadores. En cierto sentido, esta masa documental de datos y de tropos del artificio administrativo del pasado merece una aproximación más amplia y generosa: la de abordarse como si fuera un texto literario.
Para fundamentar este acercamiento, Rubio divide su libro en dos partes bien diferenciadas. Una primera sección titulada “El documento burocrático como relato literario”, donde establece el andamiaje erudito en el cual todo texto puede leerse en clave de literatura. En este apartado, no solo fundamenta la hipótesis propuesta, sino que, además, instrumenta la instancia metodológica de su trabajo y, lo que es aún más significativo, el plantel de fuentes a las cuales recurre. Este último tema no es menor, ya que las fuentes son tan diversas y de orígenes tan diferentes, que sustentan, en forma rotunda, la retórica del discurso como una primera forma de todo relato.
De este modo, en sucesivas entradas, se pasa revista al fundamento teórico, hermenéutico y documental al que se ha apelado. Mencionemos, entonces, cómo está dividida la estructura del marco teórico-metodológico: “La correspondencia. Una construcción literaria de la subjetividad”, “El escribano. Un constructor de relatos”, “El arca de tres llaves. Medio de comunicación textual”, “El archivo hace señas a la literatura”, y “Para contemplar vivencias”. Tras estos acápites emergen las cartas, las rutinas burocráticas del archivo, los formularios coloniales, el famoso “escribano” y sus manuales y todas las formas textuales de las escribanías del pasado. En este entramado, el autor cita y consolida sus conceptos en una selecta bibliografía: Walter Benjamin, Michel Foucault, Mijaíl Bajtín, Pierre Bourdieu, Michel de Certeau, Roger Chartier, Jacques Derrida, Wilhelm Dilthey, Hayden White, Arlette Farge, Jonathan Culler, Antonio Castillo Gómez y muchos más.
Pero quisiéramos detenernos solo en uno de ellos para comprender el desarrollo de las ideas del presente texto: en Benjamin, pues ha influido con su pensamiento en esta obra. Rubio toma de él su concepto de “voces”, en el famoso ensayo “Tesis sobre el concepto de historia”; las voces que vivieron en el pretérito y que pueden ser interpretadas, desde nuestro presente, como una “redención mesiánica”; las voces proclives a las más libres conceptuaciones e incursiones en los testimonios de las personas que vivieron en el tránsito del pasado. Por lo tanto, un acercamiento pleno a este acto de redención es, justamente, su implicancia narrativa de texto literario. Así, el archivo —“el arca de tres llaves”— no solo es una instancia protocolar y notarial o el lugar de residencia de las memorias institucionales, es también —y por sobre todo— un dilema que encierra secretos multiformes y ambivalentes; un enigma en estado de apertura para quienes quieran sumergirse en él y capturar los textos que demandan por su captura. Rubio, sin dudar, aborda la dimensión poética y de brío narrativo que subyace en ellos, casi en forma irredenta y, en esta nueva faceta, los reconfigura a partir de su propia ontología literaria. Nuestro oído, como el de Benjamin y el de Rubio, debe prestarse a la escucha de esas voces que resuenan con nuevos relatos inesperados.
Aquí podríamos rescatar otro aporte de Benjamin para explayar el texto de Rubio: el concepto de “aura”. Ya que, tal como se demuestra a lo largo de la introducción, si los documentos archivísticos pueden leerse en su enclave literario, en un sentido lato, tienden a comportarse como una obra de arte y ser en su “aura” únicos por estar atados “a su aquí y ahora”. Lo que rescata este libro es que las reservas documentales de los archivos no solo merecen ser leídas en su connotación de literatura, sino que, a partir de esta lectura, poseen una unicidad —un aura— que resulta única y que, en consecuencia, existe una imposibilidad de reproducir su travesía original espacio-temporal. De ahí que su aproximación como un objeto factible de relato o ficción devenga en una interacción única y múltiple, en un juego dialéctico de la retórica histórica y literaria.
Es oportuno, además, rescatar otras influencias de este significativo libro de Alfonso Rubio. Influencias de las cuales constituye un deudor muy agradecido en sus novedosas articulaciones. El libro es heredero de la nueva historia cultural y, específicamente, de la microhistoria. Cuando en la segunda parte aparecen los personajes que le dan vida, hombres y mujeres que de alguna forma dejaron “su aliento” en la historia a través de los archivos y que emergen con toda su evocadora literalidad, nos recuerdan, una y otra vez, al molinero Menocchio en El queso y los gusanos de Carlo Ginzburg, a las vicisitudes del cura de Santena, Giovan Battista Chiesa, en La herencia inmaterial de Giovanni Levi, o El regreso de Martin Guerre de Natalie Zemon Davis.
En este campo específico se esbozan entrecruzamientos impensados. Nos referimos a los cruces entre la microhistoria y los desafíos del microrrelato o microcuento. Un llamado al que recurre el autor, en más de una oportunidad, con múltiples resonancias, ya que el recorte que procura es la búsqueda de “fragmentos” de textos archivísticos que se identifiquen con las texturas de una narración. La fragmentación textual, por lo tanto, apunta al género breve y al “tiempo recortado” con que suele operar el microrrelato.
En esta cosmovisión de los documentos de archivo en una especie de metaliteratura, hay que hacer mención de otro legado cultural: la etnografía y la antropología. Rubio traza su objetivo desde la mirada de “un antropólogo anclado en el trascendentalismo”, donde el quehacer de los individuos y sus almas tiene una correspondencia estrecha con el mundo que los rodea y les da sentido. Donde el simbolismo se entreteje con la prosa empleada en la época, con su discurso de escribanía, sus procedimientos formales al uso y, ante todo, con el universo moderno de la teoría de las representaciones culturales, difundida por la Escuela de los Anales. A esto merece agregarse el gusto y la inclinación antropológica al estilo de Robert Darnton.
Sin embargo, esta obra también puede presentarse como un “conjunto de semblanzas de la vida diaria” en el periodo colonial, pues también consiste en una demostración de la riqueza documental de la historia de la vida cotidiana y la historia social.
En la segunda parte del libro, la que motiva su título, Voces del archivo, asistimos a la resurrección de “personajes histórico-literarios” que se presentan ante nosotros en una abigarrada y nutricia galería: el seco pero elocuente inventario —casi recitado en voz alta— de una celda en 1556, la temática de la sucesiones y los reclamos de bienes, “las pasiones melancólicas” de una suicida ahorcada, la esclavitud y el estado de orfandad del negro como mercancía, tan solo para ilustrar algunos de los fragmentos que componen esta selección y que, de hecho, la aproximan a una antología literaria. Todo esto a tal grado que, salvando las distancias dramáticas y temporales de la mayoría de las escenas elegidas, se presenta la impresión de estar frente a artículos de costumbres, donde desde la lejanía suena la voz de Mariano José de Larra en “Vuelva usted mañana”.
Un elemento a puntualizar, ya en el ámbito de la actual historia de la cultura escrita, es el vínculo de estas prosas con la oralidad. Los textos —por momentos— poseen una fuerte evocación oral, centrados en “el escribir como se habla”, a pesar de las prácticas del ars notariae y de sus formularios de empoderamiento escriturarios, tales como las fórmulas de cortesía, de pedido, de rogativa, de vasallaje y de sumisión ante la autoridad de la Corona española. Muchos trozos convocan las formas de la lengua hablada y, en este marco, la selección realizada por Rubio estrecha los lazos entre “la oralidad y la escritura”, un concepto fundamental en el clásico libro de Walter J. Ong.
Alfonso Rubio, entonces, participa y aboga por un desarrollo integral del mundo archivístico y su documentación; un desenvolvimiento que tiende a “ampliar el espacio del archivo”; a expandir las sucesiones registradas de sus “voces corales”; a tomar dicho universo no en un sentido documental restrictivo sino, por el contrario, a reflexionar sobre “su inmensa laxitud”. Esto implica una renovación de las maneras de interpretar el archivo “más allá del archivo”, y de otorgar un gran poder a la subjetividad de los investigadores e historiadores, ahora “puestos en escena” en modo literario.
Restan algunas últimas menciones que creemos oportunas. Este libro tiene un hálito transgresor en el epicentro de su elaborado rigor académico. Trata de modificar la visión tradicional de cómo solemos mirar los archivos desde el ámbito universitario y por ello es, por definición, imposible de clasificar. ¿Qué género propone, en última instancia, el autor? En realidad, plantea que nos aproximemos a los documentos desde otros ángulos que no solo se ciñan a la rigurosidad del tratamiento documental, sea por parte de archiveros, bibliotecarios, historiadores, etnógrafos, antropólogos, investigadores o críticos literarios. Porque en el fondo lo que el libro pregunta, ya de regreso al meollo de la academia, es sobre cuáles son los límites de un documento —si en realidad se posee alguno—. Y si nos planteamos la feraz paradoja de preguntar acerca de su ausencia de límites, caemos en otro de los temas subrepticios sobre los que trata esta obra, ya con un eco marcadamente de Foucault: ¿qué es un autor y cuál es el orden de la multiplicidad de sus discursos?
Por añadidura, aflora una serie de temas que sugieren estos “fragmentos en estado puro” y que resultan una cantera para futuras investigaciones, ya que hay una zona franca para los estudios de género, la historia de “los de abajo”, la historia de la lectura y la escritura, la historia política, la historia de la sexualidad y, para aquellos y aquellas que lo vean, la historia del cuerpo en el Nuevo Reino de Granada y sus villas de Cali, Medellín, Popayán, Santafé de Bogotá, Arnedo (La Rioja, España), etc.
Finalmente, un breve comentario a la tonalidad estilística del autor. Su prosa es emotiva y pasional, de un deseo que conlleva el eros por aquello que se hace y escribe: una cualidad nada menor en un historiador. Es una obra que se despliega, además, como una invitación al juego, a aquello que resulta tan importante en todas las culturas: lo lúdico como elemento para ampliar nuestro conocimiento y no aherrojarnos a pautas estrictamente predeterminadas por la majestad e imperio de los documentos y los hechos.
No obstante estos hallazgos, el texto deja en el lector algunas interrogantes por dilucidar. Interrogantes que, en el futuro, el autor u otros estudiosos deberán intentar resolver. Bastan un par ejemplos: ¿los discursos de narración archivística son capaces de estructurarse con una metodología propia que los identifique como tales?, ¿es posible un aporte teórico singular sobre lo que estas “narrativas” implican fuera del contexto en el cual se redactaron? Dos encrucijadas que, indudablemente, demandan una respuesta.
Así este libro, Voces del archivo. El documento burocrático como relato literario de Alfonso Rubio, que no en vano ha sido escrito por un historiador y que no tiene nada de burocrático, también implica una poiesis, es decir, un giro creativo cultural por iluminar de otro modo a los documentos que duermen — solo aparentan dormir— en los estantes de los archivos.
Resenhista
Alejandro E. Parada – Instituto de Investigaciones Bibliotecológicas Universidad de Buenos Aires, Argentina https://orcid.org/0000-0002-2331-442X E-mail: aparada@filo.uba.ar
Referências desta Resenha
RUBIO, Alfonso. Voces del archivo. El documento burocrático como relato literario. Cali: Programa Editorial Universidad del Valle, 2020. Resenha de: PARADA, Alejandro E. Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura. Colombia, v. 49, n.1, p. 429-433, ene./jun. 2022. Acessar publicação original [DR]