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Temas y problemáticas de la historia digital en Argentina, 2022/Escuela de Historia/2022

Introducción

Desde hace mucho tiempo, el poder de cómputo de las computadoras despierta interés entre les historiadores. Al repasar un libro pionero como el Edward Shorter, The historian and the computer (1971), no es difícil reconocer algunas problemáticas que en la actualidad son igual de relevantes para la investigación histórica, especialmente en lo que respecta a los datos, a los métodos y a los peligros que el autor enumera. Más extraño nos resulta el entorno: máquinas enormes, tarjetas perforadas, lenguajes ya casi extintos. Todavía más excéntrico es el anexo del libro de Cardoso y Pérez Brignoli, Los métodos de la historia (1976), que remite al libro de Shorter y que lleva por título “El uso de la computación en historia”; en el que entre muchas advertencias (“de ningún modo se trata de que el historiador deba aprender a manejar el computador, o tan siquiera programar el procesamiento de la información” [p. 412]), los autores ilustran las esotéricas relaciones entre padrones y procesamiento de datos con imágenes de tarjetas perforadas y hojas de codificación. La idea poco sofisticada que comparaba la computadora con la calculadora sumada a los deseos de precisión y clausura formulados por alguna versión de la historia social, entre nosotros la más conocida fue la cliometría, hizo posibles amonestaciones que todavía circulan, incluso en sus modos más inocentes.

Cincuenta años después la figuración sobre el poder de cálculo ha dejado lugar a diferentes representaciones, proyectos y fantasías que relacionan la interpretación histórica con tecnologías digitales, bajo el nombre de “historia digital”. Las definiciones abundan, pero tienen en común dos movimientos realizados al mismo tiempo: tratar de abarcar la mayor cantidad de objetos digitales y sus relaciones con la disciplina, y a la vez posicionarse con respecto a las humanidades digitales. Simone Lässig la define así:

Así pues, al utilizar el término historia digital, los historiadores pretenden forjar un área que refleje su interés por acceder al espacio digital a partir de las preguntas y cuestiones que se plantean en su propio campo, que tenga en cuenta sus tipos específicos de fuentes primarias y su epistemología, y que utilice tecnología digital para responder a sus preguntas de investigación, sin que por ello se convierta en un fin en sí mismo (Lässig, 2021:10).

William Thomas III ensayó otra definición:

La historia digital es una propuesta para el examen y la representación del pasado que trabaja con las nuevas tecnologías comunicativas del ordenador, de internet y de los sistemas de software. Por un lado, la historia digital es un espacio abierto de producción y comunicación académicas, que abarca el desarrollo de nuevos materiales didácticos y de recopilaciones de datos académicos. Por otro, se trata de un enfoque metodológico enmarcado por el poder hipertextual de estas tecnologías para hacer, definir, consultar y anotar asociaciones en el registro humano del pasado. Hacer historia digital, pues, es crear un marco, una ontología, a través de la tecnología para que la gente experimente, lea y siga un razonamiento sobre un problema histórico (Cohen, et. al., 2008).

Al poder de cálculo se sumaron, entonces, métodos (minería de textos y georreferenciación, especialmente), formas de presentación de resultados, nuevos géneros de escritura y nuevos modos de enseñanza, transformaciones en el archivo y en la materialidad de las fuentes. La lista de temas, problemáticas y enfoques se hace más extensa y persiste en su heterogeneidad, de acuerdo a los cambios (impactantes) que las tecnologías digitales provocaron en la vida social. Para muchos, lo “digital” de las humanidades –y por extensión, la historia– significa una adaptación al entorno cultural ya estable apenas entrado el siglo XXI. En las cinco décadas que median entre el texto de Shorter y nuestro presente lo que ha sucedido es el “giro digital”: mutaciones relacionadas con la digitalización masiva (el paso de materiales en soportes tradicionales a representación binaria), el hipertexto, la web, las redes sociales, entre muchas otras. La digitalización entendida como conversión y como entorno implica futuros cambios: el “futuro del pasado”, como dijo uno de los más reconocidos expertos en historia digital (Rosenzweig, 2011), que está definido por nuevos actores y nuevas canteras documentales. Como un juego de temporalidades, el “giro digital” es algo que ya sucedió y que sucederá en el futuro, cuando el trabajo de interpretación histórica se enfrente a la necesaria comprensión de las tecnologías que componen los “restos del pasado” (como ha sucedido siempre). Resulta comprensible que, para autores como Adam Crymble, el término “historia digital” ofusque la riqueza de las prácticas surgidas al calor del “giro digital”. En su reemplazo, Crymble propone la construcción de un vocabulario común:

El principal problema del enfoque de las definiciones era la falta de un vocabulario común y el intento de aplicar demasiados significados a un único término. Esto creó una crisis de vocabulario e hizo casi imposible mantener conversaciones significativas sobre historia digital con otros colegas, por no hablar de con otros académicos “digitales”. Las diversas contribuciones de los historiadores que trabajan con la tecnología se agruparon bajo una única bandera de “historia digital”, lo que dificultó la articulación de lo que los “historiadores digitales” hacen o hicieron. […] En cambio, se había desarrollado un vocabulario mucho más rico para describir a los distintos tipos de personas que trabajaban sobre el pasado. Desde archiveros a conservadores, pasando por intérpretes históricos, historiadores académicos, profesionales del patrimonio e historiadores públicos, había una forma de describir a quién te referías y, por tanto, lo que probablemente hacían. No es el caso de la historia digital. Si “historia digital” había llegado a significar todo, entonces ya no servía para nada (Crymble, 2020:17).

Es común entre quienes se piensan dentro del campo de la historia digital favorecer una composición de lugar basada en desafíos. El término retiene la incertidumbre que generan problemas ya conocidos por la investigación histórica y otros nuevos, de más difícil comprensión. Entre los primeros puede mencionarse la abundancia, lo que Carlo Ginzburg utilizó como núcleo de “Conversar con Orión” (2004), uno de sus textos más interesantes sobre el tema de este dossier, o cómo abordar la desproporción entre “una ingente masa documental y el limitado tiempo humano”. La abundancia, y consecuentemente las búsquedas, son el foco de textos fundamentales para la comprensión de nuestro entorno (Putnam, 2016; Milligan, 2019; Caimari, 2020; Winters, 2020). Otro asunto conocido trata sobre la relevancia hermenéutica de las distintas capas de los objetos digitales (Thibodeu, 2002): su materialidad (archivos “digitalizados”, “nacidos digitales”, “renacidos digitales” y así); las aplicaciones, protocolos e interfases que ejecutan y hacen circular esos archivos (capa “lógica”); y la capa que conecta con el mundo, su prosaica y proteica utilidad (Vega, 2021; Quiroga, 2022). Otro desafío, claramente vinculado a los problemas recién mencionados, es el archivo (con y sin letra capital). Sobre esto se ha escrito largamente y además de tópicos como la autoridad, la efimeralidad, y su relación con la memoria (Pons, 2013, Doueihi, 2013), surgen en esos debates problemáticas relacionadas con la propiedad, el trabajo, la circulación y el control, aspectos que, nuevamente, son parte del entorno de trabajo, de la vida social que representan y del contexto de las inscripciones digitales.

Todos esos desafíos son conocidos, pero en nuestra contemporaneidad se multiplican y divergen en variadas postales de incertidumbre en el escritorio de trabajo. Lila Caimari, en La vida en el archivo (2017) nos ha dejado sutiles crónicas de esas experiencias en las que las búsquedas en Google o la circulación de fotos de fondos de difícil acceso se trenzan con procedimientos tradicionales como ir al archivo, tomar notas o conversar con informantes para hallar nuevos materiales. La historia digital parece escribirse mejor cuando toca esa fibra y se ahorra de pronosticar lo que deben hacer les historiadores.

Los desafíos menos conocidos surgen, precisamente, del trabajo con objetos digitales. La escena del interés y la novedad deja lugar, entonces, a problemas propios del proceso de investigación y a compulsas técnicas relacionadas con protocolos, conversiones, algoritmos, agencias maquínicas, modelos de negocios y espectacularización de la vida social, entre muchos otros. Así como comprendemos la necesidad de una definición amplia de historia digital y la voluntad en espejo por abandonar la confusión, también podemos comprender la insistencia en favorecer el reconocimiento de sus intensidades y esfuerzos, una vez que hemos aceptado la importancia del “giro digital” en la profesión.

Para este dossier las prácticas son axiales. Los artículos que lo integran están pensados para esbozar lo que está haciéndose en Argentina sobre historia digital, para mostrar algunas investigaciones que revelan maneras de enfrentarnos a los desafíos del “giro digital”, expresado en algunos andariveles (son muchos los temas que han quedado para futuras entradas): ideas sobre el archivo, el trabajo con fuentes nacidas digitales, las posibilidades de metodologías relacionadas con la visualización de datos y los usos de tecnologías digitales por docentes e investigadores.

Lamentablemente no es un mapa de la historia digital en Argentina ni una revisión consistente de sus relaciones con las humanidades digitales. En la actualidad existen muchas iniciativas que exploran temas estrechamente vinculados con las humanidades digitales, a los que, por el enfoque elegido, este dossier no menciona ni abarca.  A partir de un encuentro académico en las XVIII Jornadas Interescuelas/Departamentos de Historia proponemos diversas entradas que se ocupan de tópicos diversos y problemáticas comunes de la historia digital en el contexto actual.

El archivo como problema tiene en este dossier una doble entrada. El artículo de Darío Pulfer, “Archivos, investigación y transmisión en el orden digital” es un recorrido por un debate muy visitado en historia digital, que muestra, en su hilado, las tensiones que conlleva una conversación sobre continuidades y rupturas entre las formas de producción histórica centradas en el archivo tradicional y este entorno digital que experimentamos. La narración está estructurada por algunos problemas clásicos de la investigación histórica (pasado-presente, materialidad de las fuentes, usos de la historia, enseñanza, temporalidades), lo que acentúa la naturaleza intrincada de las formas concretas que adoptan las discusiones sobre historia digital en las generaciones académicas de esos cincuenta años entre Shorter y nuestro presente, porque en cada instancia, las trayectorias académicas, la plataformización de la conectividad, las políticas públicas sobre patrimonio, la enseñanza profesional y las reglas de lo que se guarda y olvida, se entrecruzan en el escritorio de trabajo.

El otro artículo relacionado con el archivo, “No respetar los fondos: repensar la ordenación y la descripción en los archivos nacidos digitales”, pertenece a Jefferson Bailey, un historiador-archivista norteamericano que desde 2014 dirige la sección de archivado web (web archiving) del Internet Archive (archive.org), uno de los sitios más importantes de la web. Con la publicación de la traducción de ese ensayo, el dossier abarca uno de los aspectos “sagrados” del archivo: el principio de respect de fonds, forma regia de ordenamiento de fondos documentales. Bailey parte de la pregunta sobre cómo modificarán los materiales digitales los principios tradicionales de ordenación y descripción de los archivos, pero antes de avanzar hacia la descripción de proyectos actuales y sus desafíos, Bailey reconstruye la historia del respect de fonds, su imaginario, concreciones y alternativas. Ese movimiento resulta fundamental para utilizar la perspectiva histórica, desde la archivística, en favor de una mirada crítica sobre el sentido común historiador. Con ese desplazamiento, la reflexión sobre proyectos con archivos digitales se vuelve necesaria.

El artículo de Silvana Ferreyra, “«Perón Pedófilo»: usos políticos del pasado en Twitter” es resultado de un cruce de caminos entre una investigación “tradicional” (en el sentido de estar afincada en un dominio o área temática), fuentes nacidas digitales y la exploración de metodologías propias de las humanidades digitales. La secuencia narrativa que nos cuenta las conexiones entre la investigación sobre historia de la corrupción, los usos de representaciones sobre corrupción en “conversaciones” políticas en la tuitósfera argentina, y la perspectiva centrada en la noción de “usos del pasado” ordena un recorrido plagado de “tanteos”, “intuiciones”, “pistas”, a las que hay que someter a regímenes de significación más conocidos pero también a las propiedades y competencias de las fuentes nacidas digitales (miles y miles de tuits, solicitador por medio de código y protocolos, a la empresa Twitter).

Leyendo “Fuentes tradicionales y herramientas digitales: explorando los Diarios de Sesiones del Congreso peronista con Gephi”, el artículo de Joaquín Rodríguez Cordeu, también podemos comprender el carácter exploratorio del trabajo con métodos o enfoques que las tecnologías digitales modificaron sustancialmente. En su caso se trata del análisis de redes sociales (social network analysis), reconvertido ahora en Visual Network Analysis, precisamente para fortalecer el carácter construido de las representaciones visuales con las que el autor nos convida. El artículo está lejos de las matemáticas que fundamentan el análisis de redes sociales (como casi siempre sucedió con las investigaciones históricas en nuestro país que recurrieron al “uso débil” de esa metodología), pero todavía más lejos de la ideología de la representación, contra la que Johanna Drucker opuso la idea de generación para pensar lo que se muestra espacializado con modelos algorítmicos de supuesta neutralidad (Mournier, 2021). El artículo también es una exploración pero centrada en la interacción con un programa particular, con el objetivo de hallar nuevas conjeturas sobre la vida política en el parlamento argentino durante el primer peronismo. Tanto este texto como el de Ferreyra, lo que no podemos columbrar fácilmente es la cantidad de horas de trabajo de laboratorio que implicó la faena (acaso debido a la ausencia de formas narrativas en los géneros de la historia académica que lo permitan), y eso es un problema relativamente nuevo en los cruces entre historia y tecnologías digitales: la producción de un género o un arreglo que le permita a la comunidad historiadora comprender la relación entre las horas de consultas en Gephi y “la lenta acumulación de la experiencia”, tal como Carlo Ginzburg denominó en “Conversar con Orión” aquello que permite reaccionar de manera fulmínea al azar de cualquier exploración.

El artículo de Marisa Massone, “Prácticas de lectura y escritura de medios digitales en la historia escolar”, se ocupa de investigar usos de objetos digitales, plataformas y técnicas propias del entorno digital en espacios de enseñanza de la historia. Pdfs, powerpoints, fotocopias, teléfonos, documentales, copie y pegue, páginas de Wikipedia, aparecen mixturados alrededor de la experiencia docente. Si el artículo resulta relevante para un diagnóstico sobre la enseñanza en la escuela secundaria, también lo es porque nos permite comprender un poco mejor los modos en que el trabajo con objetos y procedimientos del entorno digital en espacios donde la cultura impresa es hegemónica produce saberes y sentido común. La comprensión situada de la historia digital no puede prescindir de auscultar esos procesos.

El dossier es un instrumento que retiene el espíritu editorial del índice de cada número de las revistas académicas de antaño: una obra de orfebres, una construcción para producir jerarquías en el conocimiento. En nuestro entorno digital (Boczkowski y Mitchelstein, 2022) un dossier se ha transformado en una manera artesanal de quebrar el orden algorítmico que Google introduce en nuestras búsquedas en la web. Aspiramos a que, al obtener el enlace para bajar un artículo en formato PDF de la lista de resultados del buscador, les lectores registren los criterios que atan este legajo. Ojalá este conjunto de materiales sea útil a les lectores del Anuario; ojalá haya otros dossiers sobre historia digital que haga justicia a otras iniciativas y mejore nuestro talante ante las incertidumbres de época.


Referencias

Boczkowski, P. y Mitchelstein, E. (2022), El entorno digital. Breve Manual para entender cómo vivimos, aprendemos, trabajamos y pasamos el tiempo libre, Buenos Aires:Siglo Veintiuno Editores, 2022.

Caimari, L. (2017). La vida en el archivo: goces, tedios y desvíos en el oficio de la historia, Buenos Aires, Siglo Veintiuno.

Caimari, L. (2020). “El momento archivos”, Revista Población & Sociedad, 27, 2.

Crymble, A. (2021). Technology and the Historian. Transformations in the Digital Age, Urbana, University of Illinois Press.

Cardoso, C. y Pérez Brignoli, H. (1976). Los métodos de la historia, Madrid,Crítica.

Cohen, D. et. al. (2008). “Interchange: The Promise of Digital History”, Journal of American History 95, 2.

Doueihi, M. (2013) Qu’est-ce que le numérique?, París, Presses Universitaries de France.

Ginzburg, C. (2004). “Conversar con Orión”, Tentativas, Rosario, Prohistoria.

Lässig, S. “Digital History. Challenges and Opportunities for the Profession”, Geschichte und Gesellschaft, 47, 2021.

Milligan, I. (2019). History in the Age of Abundance?: How the Web Is Transforming Historical Research, Canadá, McGill-Queen’s University Press.

Mounier, P. (2021). Humanidades digitales. Una historia crítica. Madrid, Mármol Izquierdo.

Pons, A. (2013). El desorden digital. Guía para historiadores y humanistas. Madrid, Siglo XXI.

Putnam, L. (2016), “The Transnational and the Text-Searchable: Digitized Sources and the Shadows They Cast», The American Historical Review, 121, 2.

Quiroga, N. (2022). “Interpretación histórica y objetos digitales: consideraciones a partir de ejemplos concretos”, Vegueta. Anuario de la Facultad de Geografía e Historia, 22, 1.

Rosenzweig, R. (2011). Clio Wired: The Future of the Past in the Digital Age. New York, Columbia University Press.

Salomón Tarquini, C., Fernández, S., Lanzillotta, M. y Laguarda, P. (2019) El hilo de Ariadna. Propuestas metodológicas para la investigación histórica, Rosario, Prohistoria.

Shorter, E. (1971). The historian and the computer: a practical guide, Nueva Jersey,Prentice-Hall.

Thibodeau, K. (2002). “Overview of Technological Approaches to Digital Preservation and Challenges in Coming Years”, The State of Digital Preservation: An International Perspective, Conference Proceedings, IIS, URL: https://www.clir.org/pubs/reports/pub107/thibodeau/

Vega, F. (2021). “El giro digital en la historia del libro. Desafíos, metodologías y transformaciones recientes”, Anuario de la Escuela de Historia Virtual, 12, 20.

Winters, J. (2020), “Web Archives and (digital) history: a troubled past and a promising future?”, Brügger, N., y Milligan, I. The SAGE Handbook of Web History, Nueva York-Londres, SAGE.


Organizador

Nicolás Quiroga – Centro de Estudios Históricos Universidad Nacional de Mar del Plata. Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas. E-mail: nfquirog@gmail.com


Referências desta apresentação

QUIROGA, Nicolás. Presentación. Anuario. Rosario, n. 37, 2022. Acessar publicação original [DR/JF]

Acessar dossiê

Itamar Freitas

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