No cabe duda de que Juan Duns Escoto (1265/66-1308) es un pensador medieval de primer orden cuya obra, por lo demás, se inscribe en los inicios de un giro en el campo filosófico que, pronunciándose crecientemente en lo sucesivo (como se evidencia, por ejemplo, en las Disputationes Metaphysicae de Francisco Suárez), condujo a un cambio de paradigma en el pensar que se consolidó en la Modernidad.
En tal sentido, es un acierto la aparición de esta nueva edición crítica de las Quaestiones super libros in Metaphysicorum Aristotelis publicada bajo la dirección general de Olivier Boulnois, en versión bilingüe latín-francés a página enfrentada, y cuyo primer volumen contiene los libros I a III. Al respecto, ya existía una muy buena edición crítica de la obra completa en lengua inglesa, aquella publicada en 1997 por The Franciscan Institute de la St. Bonaventure University. Pero los años transcurridos desde entonces le permiten a esta nueva edición aprovechar de los estudios y discusiones que se han dado en lo que va del siglo XXI y añadir una nueva contribución a la investigación sobre el pensamiento del Doctor Sutil.
Este primer volumen está precedido de una introducción general a cargo de Olivier Boulnois. El libro I ha sido traducido por el propio Boulnois, mientras que los libros II y III han estado a cargo de Dan Arbib. Cada uno de los traductores, a su vez, ha presentado los respectivos libros con una introducción que brinda detalles acerca de las distintas cuestiones que los componen. Esto prepara al lector para el examen del texto fuente y lo pone en autos sobre los tópicos que se van a tratar y sobre algunas dificultades o pormenores que facilitarán su comprensión.
No falta tampoco una introducción al texto latino por parte de Dominique Poirel, en la que se brindan interesantes detalles sobre el trabajo de reconstrucción del texto fuente a partir de los manuscritos que se han considerado más antiguos y confiables. Ello nos da la ocasión de apreciar la delicada tarea de establecer los stemmata codicum, es decir, los árboles genealógicos que, a falta de un manuscrito autógrafo, muestran la génesis de las copias conservadas y sus respectivos vínculos de cercanía y alejamiento. Ya la misma labor de fijar el texto latino en virtud de los testimonios disponibles nos da una idea del inmenso esfuerzo implicado en una edición crítica.
En el presente caso del comentario escotista a la Metafísica de Aristóteles se aprecia una característica distintiva: en lugar de seguir fiel y ordenadamente el desarrollo del texto aristotélico como había sido costumbre y se ve ejemplarmente cumplido en el comentario respectivo elaborado por Tomás de Aquino, Duns Escoto procederá a formular los distintos tópicos en la modalidad de quaestiones, esto es, sin atenerse estrictamente al orden de la obra de Aristóteles ni adherir necesariamente a sus conclusiones. Con la misma libertad, las cuestiones pueden estar inspiradas por un pasaje del Filósofo o de sus comentadores más renombrados, pero también por algún asunto debatido en la época de redacción del escrito. Claramente, Escoto no está interesado en la Metafísica sólo como obra del Estagirita sino más bien en la Metafísica en cuanto ciencia y, de hecho, su pensamiento revela un marcado interés por las condiciones epistemológicas que permiten la conformación de un saber de tal índole. Este doble proyecto hermenéutico que contempla tanto la interpretación de Aristóteles como, sobre todo, la constitución de la metafísica como ciencia lo conduce, por ejemplo, a tomar en consideración el comentario respectivo de Tomás, pero también la posición de Averroes y, especialmente, la de Avicena, como así también a discutir con autores coetáneos.
Es menester, además, no olvidar que las tesis fundamentales de Escoto respecto de la Metafísica no pueden comprenderse enteramente si no es en relación con su posición teológica. De hecho, el texto de este comentario está destinado a la enseñanza preparatoria para frailes que orientan sus estudios a la Teología y que abordan los textos filosóficos con miras a ella. Por cierto, tampoco se ha de olvidar que la historiografía referida a Duns Escoto ha tendido incluso a considerar que la concepción metafísica del Sutil ha dependido por entero de su teología, tanto que los límites le habrían sido impuestos a aquella en virtud de razones teológicas.
Una de las dificultades más serias consignadas por los traductores respecto del texto de este comentario es la presencia de múltiples adiciones, reescrituras y modificaciones introducidas en el mismo. Si es cierto que algunas pueden provenir del trabajo de los copistas, un estudio detenido arroja que buena parte de ellas se debe al propio autor de la obra. Esto introduce entonces una nueva dificultad que consiste en la datación de los distintos pasajes del texto.
En efecto, si bien en principio se consideró que este comentario era una obra juvenil de Escoto, un cuidadoso relevamiento de las referencias intertextuales, tanto internas como externas, ha permitido establecer a los traductores que la primera redacción de los libros I a IV es anterior a 1297-1298, mientras que los libros VII-IX son necesariamente posteriores al 1300 y las adiciones aún ulteriores. Claramente, se constatan pasajes en los que Escoto reenvía a sus propias obras más tardías. La segunda redacción, por tanto, muy probablemente quedó interrumpida por su muerte en 1308, lo cual explicaría el estado caótico del texto, que no quedó suficientemente ordenado y revisado para una publicación como fue el caso de otros escritos del maestro franciscano. Esta información acerca de la datación de los diversos libros y sus múltiples modificaciones y adiciones hacen pensar que la obra fue elaborada en el lapso de una década, esto es, entre 1297 o 1298 y 1308. Contiene, por tanto, un interesante registro de la evolución del pensamiento escotista. Ello le hace decir a Arbib: “Incontestablemente nos encontramos ahí ante un trabajo en curso que testimonia una lucha de Escoto con sus propios argumentos y sus propias tesis” (p. 379).
No obstante, pese a la libertad con que su autor elaboró las cuestiones a desarrollar, el plan del comentario escotista trata, en términos generales, los temas que aparecen sucesivamente en los primeros nueve libros de la Metafísica aristotélica deteniendo su trabajo ante el libro X y, sobre todo, ante el célebre libro XII, lo que, según Boulnois, no obedece al azar ni a un accidente. En efecto, ese es el libro en el que el Filósofo entiende el saber buscado como ciencia teológica. Escoto podría haber tenido tiempo de completar la primera redacción de su comentario si lo hubiese considerado necesario, pero su proyecto parece debidamente cumplido al llegar al libro IX. “Esta elección se armoniza especialmente con su rechazo a dar a la metafísica una dimensión inmediatamente teológica. Se puede incluso decir que con la última cuestión del libro IX [del comentario], consagrada a la libertad (q. 15), Duns Escoto acaba su investigación sobre el punto culminante de su pensamiento” (p. 16).
Así las cosas, este primer volumen de las Questions sur la Métaphysique contiene, como se ha dicho, los libros I a III.
El libro I, luego de un prólogo, se desarrolla en diez cuestiones. En la q. 1 se interroga por el sujeto de la metafísica. Las qq. 2 a 6 tratan sobre la ciencia: el deseo de saber, la prudencia, la experiencia y la singularidad sin referencia específica a la metafísica. En tanto, las qq. 7 a 10 retoman el problema de la metafísica preguntando si ella es una ciencia teórica o práctica, si conoce todas las cosas en particular y si las realidades más universales son más difíciles de conocer.
Ciertamente, la Metafísica de Aristóteles había planteado una difícil problemática a sus intérpretes, pues, paradojalmente, parece que el objeto de la Metafísica como ciencia fuese múltiple: por un lado, las causas primeras de las cuales se deduce el conocimiento del resto, dado que el sabio debe tener un conocimiento de todas las cosas; por otro lado, el ente en tanto ente y las propiedades que como tal le pertenecen: y, finalmente, Dios y las inteligencias supremas. Esta triple determinación de la Metafísica como ciencia teológica y como investigación de las primeras causas y del ente en tanto ente resultó conciliada por Tomás de Aquino en el Prólogo a su respectivo comentario al texto aristotélico mediante el recurso a la doctrina de la participación, de raíz platónica, que en el caso del Doctor Angélico se armoniza, precisamente, con la noción de causalidad, cuya raíz es aristotélica. En efecto, en el acto creador, Dios, que es el Ser mismo, concede a los entes finitos el ser por participación. Así se entiende que para Tomás el objeto propio de la Metafísica sea el ente en cuanto ente, pero respecto del cual, Dios entra en consideración en cuanto causa primera.
La misma dificultad, que consistía en explicar el modo en que podían unificarse aquellas tres dimensiones, tuvo que recibir una respuesta por parte de Escoto. Tradicionalmente, se ha entendido que la solución escotista radica en la formulación de la univocidad del ente y en su concepción de la metafísica como ciencia trascendental, según la cual, el objeto de esta ciencia es el concepto unívoco de ente que en su neutralidad puede referir igualmente al ente finito y al infinito. No obstante, resulta menester observar que esta es, en verdad, la interpretación claramente sostenida en la Ordinatio, la cual, por lo regular, se admite como su respuesta final al problema.
En cambio, en el caso de las Quaestiones, y después de haber discutido y desestimado las posturas de Avicena y de Averroes, la primera redacción del libro I parece concluir que el objeto de ese saber es la sustancia, mientras que una gran adición introducida posteriormente se plantea si acaso Dios puede ser el sujeto de la Metafísica, si bien en un sentido distinto al que había propuesto Averroes. Ello nos advierte sobre la precaución a tomar en el análisis de este texto, pues el orden de la exposición, debido a sus adiciones y modificaciones, no siempre coincide con el de la evolución del pensamiento escotista. A fin de no atribuirle tesis incoherentes, siempre será necesario tener presente la cronología de las sucesivas etapas de redacción sin dejar de considerar, al mismo tiempo, las respuestas que, en paralelo, formulaba Escoto en sus obras teológicas.
Después de haber interrogado sobre la metafísica y la ciencia en el libro I, en el libro II, tal como lo había hecho Aristóteles, se pregunta por el conocimiento de los principios y las causas. Estas disquisiciones se desarrollan en seis cuestiones: la q. 1 indaga si los primeros principios complejos son conocidos por nosotros naturalmente; la q. 2 si la dificultad de conocer reside en el intelecto o en las cosas a conocer; la q. 3 si las sustancias inmateriales pueden ser inteligidas por nosotros en el estado presente; la q. 4 si es necesario poner un alto en todo género de causas; la q. 5 si se puede avanzar al infinito en los efectos de suerte que haya un infinito actual: y la q. 6 si el infinito puede ser conocido por nosotros. Es decir, las tres primeras cuestiones versan sobre el conocimiento de los primeros principios y las sustancias inmateriales, mientras las tres restantes tratan sobre el infinito.
También en el caso del libro II, a excepción de la primera, todas las cuestiones contienen un número considerable de adiciones y han sido retocadas en vista de una segunda redacción. Por lo demás, nuevamente el texto muestra, más allá de la interpretación de Aristóteles, la discusión implícita o explícita con otros pensadores tales como Enrique de Gante, Tomás de Aquino o Averroes.
Finalmente, el libro III, que remite al libro B de la Metafísica aristotélica, tan sólo se compone de una sola cuestión en la que se pregunta si el género es predicado por sí de la diferencia. El traductor observa que lo notable, en este caso, es que la mencionada cuestión apunta a un detalle marginal del libro B, prescinde de una cita introductoria y da lugar a una respuesta exenta de alguna adición que pudiese sugerir que el pasaje haya sido objeto de una reescritura o reexamen posterior. El motivo parece residir en el escaso interés de Escoto por las aporías desplegadas en ese pasaje aristotélico. La cuestión es la del género y la diferencia y la respuesta propuesta por Escoto es aquella de Avicena: el género no se predica por sí de la diferencia pues género y diferencia significan cada uno a su manera una totalidad.
Al final del presente volumen de esta edición crítica encontramos una lista bibliográfica que contiene tanto las fuentes antiguas y medievales como la literatura secundaria referidas en las respectivas introducciones y en las notas a pie de página.
La imagen de conjunto es, pues, la de un apreciable esfuerzo por ofrecer a los lectores especializados la cuidada edición crítica de un texto fundamental en la historia de la filosofía occidental.
Resenhista
Silvana Filippi – Universidad Nacional de Rosario – CONICET.
Referências desta Resenha
SCOT, Jean Duns. Questions sur la métaphysique. Sous la direction d’Olivier Boulnois. Volume I, Livres I à III. Paris: Presses Universitaires de France (PUF), 2017. Resenha de: FILIPPI, Silvana. Scripta Mediaevalia. Revista de pensamiento medieval, v.14, n.1, p.127-132, 2021. Acessar publicação original [DR/JF]
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