Oriente y occidente en la antigüedad clássica | Juan Pablo Sánchez Hernández

Publicado bajo la colección Temas de Historia Antigua, coordinada por David Hernández de la Fuente, el libro se estructura en una introducción, tres partes, una selección de textos, cronología y bibliografía. Las partes en las que se divide se organizan cronológicamente, tomando como punto de partida el 510 a.C. y culminando en el 192 d.C. El recorrido entre eras ofrecido por el autor permite adentrarnos en tres etapas particulares y destacadas del mundo clásico; por un lado, la de la Grecia clásica y el enfrentamiento entre Oriente y Occidente, el primero identificado con el Imperio Aqueménida; la segunda, la relación durante la época helenística; y, finalmente, en época romana/alto imperial. Es decir, durante el ascenso al poder de los territorios vinculados con el mundo occidental construido en torno al Mediterráneo.

Esta periodización no escapa de los recortes temporales típicos del período, sin embargo, la nota que caracteriza esta producción es la de pensar los espacios como territorios, en los que las disputas políticas siempre presentes, se acompañan de una red de relaciones de coexistencia pacífica, dando lugar a procesos de interculturalidad como de aculturación. Es por ello por lo que, en sentido geográfico, el autor nos propone atender a los espacios de las diferentes civilizaciones del continente euroasiático, en el que la Ruta de la Seda destaca no sólo como concepto sino como elemento de integración de los territorios a lo largo de su recorrido. Dicha integración es posible, según el autor, gracias a la acción de misioneros, mercaderes, embajadores y peregrinos, replicando aquí el modelo político de relaciones por el de vínculos de carácter espiritual. Es valorable que esta unidad de estudio se deba a la actividad profesional del autor: profesor de Latín, Griego e Historia Antigua en India y China, porque nos permite adentrarnos en fuentes arqueológicas, literarias, numismáticas, epigráficas e historiografía sobre los temas que desarrolla.

Oriente y Occidente en época clásica (510-330 a.C.), la primera de las partes incluye tres capítulos que tratan la dinámica territorial de los aqueménidas en el Oriente, de los griegos en el Oriente aqueménida y de Alejandro Magno en su conquista del Imperio Aqueménida. A partir del análisis de diversas fuentes el territorio es presentado considerando las distintas fases de ocupación: la impronta del elemento aqueménida, con su llegada a la India, luego la de los viajeros griegos, como el caso de Ctesias de Cnido, y las referencias de Heródoto, en una suerte de etnografía de los espacios otros, en los que se observa un componente fantástico importante; hasta las guerras que enfrentaron a aqueménidas con griegos.

El primer capítulo discurre atravesado por la marca que corre entre el Egeo y el Indo. El Imperio aqueménida se plantea desde su auge, en términos de expansión territorial y organización metódica del espacio como de las personas. De aquellas que, de un extremo a otro de la marca se reconocen como otras bajo gobierno persa, pero siendo ya conscientes de que, fuera del control aqueménida, nada las identifica.

El capítulo siguiente retoma el mundo griego, el de Heródoto, quien forjó con sus Historias la memoria colectiva de los griegos. De los viajes del cario, caracterizados por su sentido etnográfico de lo que vio y oyó, el autor plantea la construcción realizada en torno a los persas como a los pueblos del Lejano Oriente. Si los viajes del de Halicarnaso dieron vida a la geografía griega de la época, las obras de Ctesias de Cnido los adentraron en la corte aqueménida. Las descripciones presentes en la Indiká y la Persiká abonan lo fabuloso de esos mundos otros para los griegos.

En el capítulo tres encontramos la campaña a Asia con detalle sintético de las batallas, la Campaña en la India, el retorno a Babilonia y el legado oriental de Alejandro, conformado por la ingente producción literaria contemporánea y de épocas posteriores destinada a resaltar las hazañas en Oriente. En este aspecto el autor advierte que el análisis de las acciones de Alejandro y de quienes lo acompañaban en sus expediciones no escapa de la fascinación que resulta propia del mundo griego sobre el Oriente, la geografía se torna etnografía a los ojos de quienes han heredado formas específicas de ver, miradas nutridas por la seducción de relatos de épocas anteriores, las que fueron enriquecidas con la de los mismos compañeros de Alejandro.

La segunda parte, Oriente y Occidente en época helenística (330-30 a.C.) toma el análisis a partir del gobierno de los sucesores de Alejandro Magno en Asia; la de los Ptolomeos en Egipto y el Oriente y concluye con el mundo griego y el Oriente helenístico. De particular extensión es el cuarto capítulo, en el que se analizan las disputas entre diádocos en Asia, junto con la situación de la India a la muerte de Alejandro, junto con los problemas de gobierno de los dinastas del Imperio Maurya. El relato histórico continúa con los reinos menores, el reino greco-bactriano y los reyes indo-griegos.

La fragilidad de la autoridad de los sucesores es una constante para alcanzar el quiebre del equilibro del gobierno sobre todo el territorio conquistado, hasta en la conformación del Imperio Seléucida, el de mayor extensión de todas las constituidas por los diádocos. A esta matriz de disputas, además, se suman las acciones de dinastas como Candragupta y A.oka, cuyas acciones lograron consolidar el poder maurya en la India, alcanzando con el último, una vez convertido al budismo, sostener los intercambios con el Mediterráneo oriental, a través de una profusa comunicación que el rey llevaba a cabo en griego y arameo, no solo en maghadi.

Por su parte, los reinos menores del Lejano Oriente experimentaron gobiernos locales con el desmembramiento del Imperio Seléucida, en particular de los greco-bactrianos que aprovecharon esta oportunidad para expandirse sobre la India. Este decurso de fuerzas en pugna, en la que el elemento griego se aúna o enfrenta a los locales, es parte de la exposición y concluye con testimonios de la conversión al hinduismo de algunos occidentales.

El capítulo cinco es el destinado a la situación africana, con el gobierno ptolemaico sobre Egipto y el auge político, sostenido en la expansión sobre el desierto arábigo y el océano Índico, y cultural del Mediterráneo oriental, gracias a la experiencia de Alejandría. La avanzada griega sobre el Oriente, particularmente en el Asia central, es planteado en términos culturales, con la presencia griega en la corte maurya y el impacto del urbanismo heleno en Oriente.

El último capítulo de esta segunda parte nos adentra en la máxima expansión de la cultura griega en el Oriente. El conocimiento de la India maurya a través de la Indiká de Megástenes, embajador en la corte oriental. Su aporte, además de brindar información etnográficas acerca de la geografía del reino, el funcionamiento de la corte, junto con la exposición de leyendas y tradiciones religiosas, destaca por dar a conocer al Occidente el sistema de castas de la India, a pesar de ello no logra escapar de la mirada de lo fabuloso en lo referido a las tribus vecinas de los mauryas. Un apartado importante de este capítulo es la referencia al sitio arqueológico de Ai-Khanoum en Afganistán, lugar de intercambio entre griegos y lejano orientales, fundado a finales del siglo IV se lo conoce como la Alejandría Oxiana y resulta la mayor de las pruebas del urbanismo griego y macedonio en el Oriente, centro de intercambio comercial como foco cultural a través de su biblioteca, gracias a estas características fue en su mejor época núcleo cosmopolita del extremo oriente de influencia griega.

La última y tercera parte, Oriente y Occidente en época romana (30 a.C. – 192 d.C.) es presentada en cuatro capítulos, el primero de ellos referido a los pueblos nómadas y la Ruta de la Seda; el Imperio romano y la Ruta de la Seda; Oriente y el Mundo romano, finaliza con el mundo romano en Oriente. Este apartado es el que, por ubicación espacio-temporal, demarca las instancias articuladoras que significó el trazado y experiencia de la Ruta de la Seda. Con la imposición de la Dinastía Han sobre las áreas contiguas, que los enfrentó a las poblaciones vecinas, la diplomacia se acompañó de la guerra: diplomacia con partos y romanos, y guerra con poblaciones nómadas. El autor plantea el fuerte interés de los Han por mantener el dominio y presencia china sobre el Asia Central.

Si el Imperio Parto fue el gran articulador de los chinos en el Asia central, también fue puente comunicador con los romanos.

La expansión china en el Asia central es el eje temático del capítulo siete. La sección inicia con la consolidación dinástica a la llegada de los Han al poder, el avance sobre los hunos y el descubrimiento de las regiones occidentales, que atrajo la atención sobre el Asia Central y la India. Estas conexiones con la zona llevaron a los Han a vincularse estrechamente con los partos. De origen nómada, se trata de antiguos habitantes de una de las satrapías persas, que fueron gobernados luego por un sátrapa de origen griego. En la época en la que los Han tomaron contacto con ellos los partos controlaban la meseta irania y suponían un contrapeso al poderío romano en la región. La relación entre la China de los Han y el Imperio parto se caracterizó por su regularidad, en el sostenimiento del recorrido caravanero de la Ruta de la Seda, la que llegó a comunicarse con los romanos, por lo que los partos se convirtieron en sus principales intermediarios.

Estas vinculaciones entre Oriente y Occidente son remarcadas por el autor en otro de los apartados, el que remite al Imperio Kushán, de origen indoeuropeo, eran aliados de los Han y aportaban al comercio por la Ruta de la Seda la responsabilidad del resguardo de las caravanas en el territorio próximo a su jurisdicción y de peligro frente a ataques de grupos nómadas y seminómadas. El poderío en la región se vio afectado por el avance de los persas sasánidas como de la dinastía Gupta.

Estas referencias a organizaciones políticas de envergadura en el Asia Central y en clara vinculación con el Mediterráneo Oriental se completan con el desarrollo del expansionismo romano de la tardo república en el capítulo octavo. Dicha expansión, junto con la provincialización de Egipto y el avance sobre Asia (Nabatea, Palmira) les permitió a los romanos el control de las redes comerciales marítimas y terrestres.

En los capítulos finales se presenta el progresivo ascenso del mundo romano, ya conquistador del Mediterráneo Oriental, concluye el esquema del libro, con el gobierno de los príncipes del Alto Imperio, al que el autor define como parte de un entramado de ficcionalización del mundo oriental, produciéndose un intercambio, a través de la Ruta de la Seda, con mundos sobre los que pesaba más la fascinación antes que el verdadero conocimiento. Así, el recorrido histórico propuesto inicia con el Imperio aqueménida y concluye con el mundo romano en el Oriente, significa el desplazamiento del centro de poder de Oriente a Occidente.

En cuanto a la selección de textos, el autor plantea la lectura de testimonios y literatura referida a un viajero, un comerciante, un embajador, un héroe mítico, un soldado y de una dinastía, en la que todos ellos son manifestación de la articulación de ambos mundos, el oriental y el occidental, y destacan por pertenecer a una variedad de espacios euroasiáticos.

Finalmente, la bibliografía destaca por conformarse en base a autores clásicos sobre los tópicos analizados, como a publicaciones actuales y contemporáneas con el libro.

Cierto es que se trata de una obra que hace foco en Occidente para relacionarlo con el Oriente del momento, sin embargo, Oriente y Occidente en la antigüedad clásica resulta un gran aporte a los estudios del mundo antiguo en sentido ampliado, esto es próximo y lejano Oriente, en tanto plantea vinculaciones producidas durante el momento histórico de auge de Grecia y Roma, y mayormente ausentes en la historiografía en español. Esto abre nuevas posibilidades de trabajo sobre temas de investigación como de docencia universitaria en base a los intereses actuales, de modo en que habilita el pensamiento y la reflexión acerca de procesos históricos del mundo antiguo desde una mirada en la que Oriente es concebido como una totalidad irreductible a la construcción de Occidente.

Esta nueva manera de entender la antigüedad nos acerca a nuevas y valiosas formulaciones en torno a la comprensión de la historia antigua, de las relaciones interestatales y sus procesos, como al funcionamiento de otras escalas de análisis en el devenir social, cultural, político y económico de las formas estatales del mundo antiguo unidas, hacia el final del período, bajo la llamada Ruta de la Seda.


Resenhista

Perla Silvana Rodríguez – Instituto de Investigaciones en Ciencias Sociales y Humanidades (UNSa – CONICET). Universidad Nacional de Salta Universidad Nacional de Jujuy. E-mail: rodriguezperla@hum.unsa.edu.ar


Referências desta Resenha

SÁNCHEZ HERNÁNDEZ, Juan Pablo. Oriente y occidente en la antigüedad clássica. Madrid: Editorial Síntesis S.A., 2019. Resenha de: RODRÍGUEZ, Perla Silvana. Andes. Antropología e Historia. Salta, v.33, n.2, jul./dic. 2022. Acessar publicação original [DR/JF]

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