Nacionales y gremialistas. El parto de la nueva derecha política chilena 1964-1973 | Verónica Valdivia Ortiz de Zárate
A lo largo de su carrera, la historiadora Verónica Valdivia Ortíz de Zárate ha prestado atención al impacto que tuvieron en el siglo XX chileno diversos movimientos nacionalistas y corrientes antiliberales, los que en general habían tendido a ser pasados por alto por nuestra historiografía. Quizás esta experiencia le ha dado la sensibilidad para contextualizar y entender los cambios vividos por la derecha chilena en la década de 1960 y dar cuenta de las transformaciones que sufrieron su ideario y sus pautas de acción.
Así, en su último libro, la autora pretende discutir una idea recurrente en textos historiográficos y politológicos chilenos, que ven en la derecha de la década de los 60 una tendencia eminentemente defensiva, sin proyectos, unida exclusivamente en torno al anticomunismo y a una actitud de reacción frente a las reformas estructurales planteadas tanto desde el centro como desde la izquierda política. Basándose en una exhaustiva revisión de fuentes, principalmente de carácter hemerográfico, Verónica Valdivia refuta esta tesis, sosteniendo que durante la segunda mitad de la década de 1960 y el período de la Unidad Popular, asistimos al nacimiento de una nueva derecha, la que habría abandonado sus ya tradicionales estrategias de negociación y cooptación de los nuevos sectores que accedían al poder político, para pasar a tomar una actitud confrontacional, orientada a recuperar su vocación de poder. En este período, la derecha habría comenzado a tomar un estilo programático y proyectual. Sin embargo, en su interior habrían coexistido diversos proyectos políticos paralelos, sin lograr que uno en particular alcanzara una posición hegemónica. Teniendo en cuenta estas consideraciones, la autora define al período como un “parto”, en el que tras serias complicaciones, dolores y conflictos habría surgido una nueva derecha. Si bien Valdivia tiene en cuenta una vasta cantidad de grupos clasificables bajo el rótulo de “derecha” en el periodo, se centra principalmente en los casos del Partido Nacional y el Movimiento Gremial.
Hasta la década de 1960 podemos constatar la existencia de una “derecha residual”, de carácter oligárquico, heredera de las tradiciones decimonónicas, la que en lugar de oponerse abiertamente a los cambios y a la pérdida del poder político habría desarrollado una estrategia de supervivencia, cooptando a los nuevos grupos que llegaban al poder y negociando con ellos. De este modo, habría estado dispuesta a aceptar importantes cuotas de transformaciones modernizadoras, siempre en aras de evitar una democratización radical y, especialmente, el cuestionamiento de un mundo agrario de carácter señorial. Según Valdivia, la opción derechista por apoyar la candidatura presidencial de Eduardo Frei Montalva, en la elección de 1964, podría explicarse en esta lógica, ya que –para la autora– al interior de la derecha habría existido disposición a aceptar algunas de las transformaciones propuestas por el programa de la “Revolución en Libertad”, entendiendo que estas deberían ser negociadas y consensuadas. Es necesario destacar también cómo el anticomunismo, común a derechistas y democratacristianos, generaba puntos de encuentro entre ambas tendencias, los que posteriormente fueron reforzados en la “campaña del terror”. En sus propias palabras: “el ascenso de Frei y de los democratacristianos no fue visto con temor o desánimo, sino como la oportunidad de salvar la democracia, haciendo algunos ajustes, tal vez tan centrales como los de 1920 […] se pensaba que a pesar de la ausencia de un pacto explícito en 1964, los acuerdos en puntos centrales debían redundar en la mantención del estilo político prevalente hasta entonces: la negociación y el acuerdo” (p.71). Sin embargo, las transformaciones propuestas por los democratacristianos una vez en el gobierno, especialmente la reforma agraria y la redefi nición del derecho de propiedad traspasaron el “límite de la capacidad de cooptar el cambio que había tenido la derecha en el siglo XX” (p.78), debido a que ponían en juego elementos centrales para su hegemonía social. Según Valdivia, quien en este aspecto coincide con la línea interpretativa sobre el siglo XX planteada por autores como Juan Carlos Gómez, a diferencia de lo ocurrido en coyunturas anteriores, la derecha ahora se veía impelida a renovarse, abandonando la tendencia “de seguir a remolque proyectos modernizadores ajenos, pero sin poder controlar los ritmos del cambio” (p.78).
La crisis vivida por la derecha habría cristalizado en la formación del Partido Nacional, en el año 1966, fruto de la convergencia de la antigua derecha política, compuesta por liberales y conservadores, facciones de la derecha económica y algunos grupos nacionalistas. A juicio de la autora, esta nueva derecha habría sido una suerte de “mixtura”, entre la derecha “anterior y una realmente novedosa” (p.81). Sin embargo, habría tenido serias difi cultades para defi nirse, lo que se debería a la heterogeneidad de los sectores que confl uyeron en ella y la incapacidad de alguno de ellos para imponerse internamente a los demás. En efecto, según Valdivia, al interior del Partido Nacional coexistieron tres proyectos principales, sin que ninguno de ellos lograra prevalecer del todo. Estos eran: el liberal autoritario, el nacionalista y el neoliberal. Por lo demás, el Partido Nacional debió convivir con otras facciones de la derecha, como alessandristas y gremialistas, lo que le impidió concretar sus afanes unitarios. Si bien los nacionalistas –con Sergio Onofre Jarpa a la cabeza– tomaron el control del partido en 1968, no lograron generar una hegemonía proyectual. Pese a estos problemas de identidad y definición, el Partido Nacional se habría diferenciado de la antigua derecha por su “estilo”, de carácter ofensivo y programático, y por la revalorización de la lucha por el poder en el campo político, en lugar del uso de la tradicional estrategia de la cooptación. En palabras de sus propios dirigentes, la derecha debería abandonar sus estrategias “chamberlianas”, proclives al acuerdo y al apaciguamiento de los adversarios, para adoptar una actitud “churchilliana”, dispuesta a enfrentar los conflictos (p.97). En adelante, el Partido Nacional buscó convertirse en un partido de masas, apelando a sectores sociales que no habían compuesto sus bases de apoyo tradicionales. Así, se preocupó de atraer a un electorado de clase media, especialmente de carácter “independiente”, no ligado al empleo público. Del mismo modo –aunque con muchos conflictos internos– buscó un acercamiento al mundo juvenil. Si bien inicialmente tuvo poco éxito en alcanzar estas metas, su existencia ya refleja un cambio de actitud en las filas de la derecha, generando transformaciones que se notaron especialmente en la nueva estructura organizativa que se dio al Partido. De este modo, se abandonaron las laxas estructuras organizacionales tradicionales para pasar a adaptar el andamiaje de un partido moderno, con una institucionalidad nacional basada sobre unidades mínimas llamadas “núcleos”, los que podían ser de carácter territorial o funcional.
La autora también centra su atención en otra expresión derechista que nació en esos años, ya que en el período estudiado y al alero del mundo estudiantil, surgió otra nueva derecha. Se trata del Movimiento gremial de la Universidad Católica, formado en 1966 y estructurado en 1967, fecha –esta última– en que alcanzó notoriedad pública. Así, el gremialismo pasaría a ser una segunda vertiente ofensiva de la derecha, que representaba a un mundo juvenil oligárquico y que reaccionaba a la desestructuración de su orden social tradicional. No es de extrañar que su fundador y figura epónima, Jaime Guzmán, haya sido parte de otros grupos tradicionalistas que reaccionaron al ambiente de revolución cultural del período, como fue el caso de FIDUCIA. Según Valdivia, el gremialismo fue una mezcla de tradicionalismo y cambio. En su afán conservador, estuvo dispuesto a asumir una actitud agresiva. Así, su ámbito de acción particular, como fue el de la universidad, se transformó en una suerte de escenario donde se jugaban confl ictos más amplios, como eran la “valorización de las jerarquías y las elites” (p. 156). De este modo, el gremialismo se jugó por un proyecto político de carácter corporativista, destinado a frenar las movilizaciones sociales que caracterizaban a su época.
Dado lo anterior, la campaña presidencial de 1970 se transformó en una instancia clave para conocer los cambios que estaba viviendo la derecha en el período. En efecto, según la autora, en ella se habrían evidenciado ciertos rasgos comunes a estas distintas vertientes de la derecha, como lo eran un proyecto económico basado en el capitalismo neoliberal, el que implicaba una revalorización de la iniciativa privada y un retroceso del Estado; al mismo tiempo que fuertes tendencias al autoritarismo presidencial, las que volvían proclives –a estas distintas corrientes– a un presidencialismo plebiscitario. La autora plantea que la actuación de las distintas vertientes derechistas en la campaña correspondía a un estilo “ariete”, es decir, confrontacional y descalificador. Sin embargo y pese a estos estilos e ideas en común, ciertos lineamientos ideológicos de la derecha nunca habrían quedado claros, debatiéndose entre un liberalismo restringido y un nacionalismo corporativista. Así, la pugna por los basamentos ideológicos de la nueva derecha habría quedado inconclusa.
Según Valdivia, la experiencia de la Unidad Popular habría sido el “canto del cisne” para el Partido Nacional, debido a la figuración y consistencia ideológica que esta colectividad llegó a alcanzar. En efecto, durante el gobierno de Allende, los sectores nacionalistas liderados por Sergio Onofre Jarpa prácticamente tomaron el control del partido y se transformaron en su cara visible, tiñéndolo con sus posturas antiliberales. Para el gremialismo, la Unidad Popular también fue una experiencia crucial, ya que le permitió colaborar en la generación de importantes grados de movilización social antigubernamental. Sin embargo, en este mismo período, el gremialismo consolidó un proyecto que, a largo plazo, apuntaba a restringir la participación política y reforzar el principio de autoridad. Al mismo tiempo, la autora nos muestra cómo el gremialismo había logrado un consenso sobre la necesidad de emprender un proceso de liberalización económica, mostrando la temprana imbricación gremialista-neoliberal. Al respecto, cabría mencionar que –en nuestra opinión– el término neoliberalismo tiende a ser utilizado con demasiada amplitud, englobando corrientes que si bien tenían ciertos sesgos antiestatistas, en muchos casos aún se mantenían dentro de una lógica económica de carácter keynesiano. Aun así, y como demuestra el texto, salvo por la persistencia del corporativismo, la derecha gremialista ya prefi guraba los rasgos que mostraría en años posteriores.
Es así como el saldo del período, si bien inconcluso, habría legado a la derecha un estilo político confrontacional. Al mismo tiempo que habría reforzado su proclividad al liberalismo económico, al autoritarismo presidencial y a una progresiva valorización del rol político-social de las Fuerzas Armadas. Todas estas características habrían estado acompañadas de una creciente sensación de desencanto con los partidos políticos, la que derivó en un discurso político con fuertes componentes antiliberales. Así, el “parto” de esta nueva derecha política, habría legado muchas de las características que definen a la derecha chilena en la actualidad.
Como sosteníamos en un comienzo, el texto de Verónica Valdivia nos muestra los cambios proyectuales y programáticos vividos por la derecha en el período, rompiendo con la visión de una derecha netamente reaccionaria, defensiva y sin proyecto que ha tendido a primar en la gran mayoría de los estudios historiográficos y politológicos sobre el siglo XX chileno. Al mismo tiempo, en su obra logra matizar algunos aspectos de obras revisionistas publicadas recientemente sobre el tema, como es el caso de la historiadora Sofía Correa, quien sostiene que tras la década de 1950 la derecha habría generado un proyecto modernizador basado en los presupuestos del liberalismo económico. A diferencia de Correa, Valdivia pone énfasis en el afán tradicionalista y altamente conservador que habría impulsado a la derecha, tendencia que si bien adaptó formas políticas modernas, habría buscado defender los enclaves señoriales que le permitían mantener su hegemonía social. Por lo anterior, Nacionales y gremialistas es un libro fundamental para entender la historia de la derecha, y, en general, del último tercio del siglo XX chileno, aportando una acuciosa investigación y novedosas interpretaciones sobre su desarrollo, en un período en el que las miradas de los historiadores han tendido a centrarse en las corrientes reformistas.
Resenhista
Joaquín Fernández Abara – Universidad Alberto Hurtado.
Referências desta Resenha
ZÁRATE, Verónica Valdivia Ortiz de. Nacionales y gremialistas. El parto de la nueva derecha política chilena 1964-1973. Santiago: Lom Ediciones, 2008. Resenha de: ABARA, Joaquín Fernández. Cuadernos de Historia. Santiago, n.31, p. 169 -172, Septiembre, 2009.