Situando el modelo de la filosofía política de sociedad multicultural de posguerra en el retrovisor 3 (JM. Persánch)
Tras la devastación de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) y en respuesta a las atrocidades del nazismo y el fascismo, Europa se ve avocada a reconstruir sus sociedades no solo materialmente sino, también, en el ámbito de la moral. Respecto a este último, la antropología ha señalado cómo la moral, al ser cultural, se ha empleado a lo largo de la historia como fuente de jerarquización y justificación de superioridad. En el caso de la posguerra de 1945 –como se plasma en esta introducción– Europa, Estados Unidos y otras naciones de Occidente lo volverían a hacer por medio de la filosofía política del multiculturalismo y el sentimiento de culpabilidad blanca. En tal sentido, las reflexiones de mediados de siglo XX de Carl Gustav Jung en “After the Catastrophe” son testamento de los enraizados sentimientos europeos de vergüenza y culpa. En ese marco y refiriéndose a Adolf Hitler, Jung declararía lo siguiente:
…as a German, he has betrayed European civilization and all its values; he has brought shame and disgrace on his European family, so that one must blush to hear oneself called a European.4
Como psiquiatra y psicoanalista, en su afán por examinar, tanto el ser nacional alemán como su psicología colectiva, con objeto de explicar la catástrofe de la Segunda Guerra Mundial, Jung ahonda en la tradición del Völkerpsychologie del siglo XIX. En tal sentido, concibe el poderío de la figura de Hitler como el catalizador necesario para liberar los deseos reprimidos del Volksgeist alemán:
Hitler’s significance lay, that he symbolized something in every individual. He was the most prodigious personification of all human inferiorities . . . he represented the shadow, the inferior part of everybody’s personality . . . In Hitler, every German should have seen his own shadow, his own worst danger. 5
De hecho, la proyección de la sombra alemana es por aquel entonces compartida por una ingente masa de europeos. Al acabar la guerra, dado que el nazismo propaga abiertamente un discurso de supremacía aria, cualquier retórica racial queda estigmatizada en Europa forzándola a encontrar un nuevo modelo discursivo, político y social. Tal necesidad coincide al otro lado del Atlántico con el llamamiento a la movilización por la lucha de los derechos civiles (gruesamente contextualizado entre las décadas de 1950 y 1960), donde las minorías ‘no blancas’ –liderada por la africano-americana, muchos miembros de los cuales recién habían vuelto de la guerra en suelo europeo– pujan por la implementación de políticas de igualdad racial ante la ley en Estados Unidos. Para 1968, el movimiento de los derechos civiles habría sido exitoso poniendo fin a las leyes de segregación racial de Jim Crow y revocando la supresión del voto negro, así como originando la invalidación de las prácticas discriminatorias respecto a vivienda y empleo.6 En paralelo, sumado a la devastación material y moral de Europa y al auge del movimiento social contestatario en Norteamérica, encontramos la consolidación gradual del bloque comunista a lo largo y ancho del mundo. Todo ello amalgamado influirá en el proceso de Occidente de repensar sus sociedades para la cimentación de un nuevo pacto político y social de posguerra.7
En contraste con los crecientes pesimismo existencial europeo e inestabilidad sociopolítica norteamericana, la Unión Soviética y sus naciones satélites defienden de modo efusivo el modelo de un orden socioeconómico que fuera más igualitario bajo el ideal de una sociedad sin clases. Socialmente, para contener la expansión del predicamento comunista en sociedades capitalistas, Occidente se vio abocado a contentar a las masas; geopolíticamente, se vieron urgidos a forjar una alianza militar transatlántica (OTAN, fundada el 4 de abril de 1949) con la que prevenir que la Unión Soviética se convirtiera en la superpotencia hegemónica. Mientras que Europa (asistido por el Plan Marshal, efectivo desde el 3 de abril de 1948) respondió gestando una clase media al albur de la sociedad del bienestar, Norteamérica lo hizo apostando por el ideal del multiculturalismo y la diversidad. Pronto, Europa también abrazaría el ethos multicultural como vía para redimirse de las atrocidades de la Segunda Guerra Mundial bajo la promesa de promover sociedades más ‘tolerantes’ y sin prejuicios raciales.8 En tal caso,
. . . theories of multiculturalism and social pluralism are fairly recent additions to a longstanding dispute on the nature of culture and society . . . The conflicting interpretations offered by Enlightenment and Romanticism, often characterized as ‘human’ universalism versus ‘cultural’ particularism, opened up discussions of political loyalties and cultural preferences that preoccupy many Western countries to the present day . . . Ideas of nationalism were replaced by notions of multiculturalism. 9 (Énfasis añadido)
Tal ideología multicultural como reemplazo de los nacionalismos plantaría las semillas de lo que en décadas subsiguientes se alojaría en el seno de los valores de las democracias liberales de Occidente. Es por ello por lo que Thomas Sowell acierta cuando afirma que la Era del Multiculturalismo puede considerarse una extensión de la Era Liberal con características propias. 10 Además de los procesos antes citados de forjamiento de alianzas para lograr la contención soviética, de la aparición de luchas sociales en pro de derechos civiles y de necesidades de reconstrucción en los campos de lo material y la moral, Richard T. Ashcroft y Mark Bevir advierten cómo en esta era de multiculturalismo liberal:
The related rise of human rights discourse, identity politics, and indigenous movements led to greater acknowledgement of the plight of minority groups, which in many societies prompted policies self-consciously addressing the challenges of cultural diversity. These policies started in the immediate aftermath of World War II, but became more prominent in the 1970s, when both Canada and Australia adopted official state multiculturalism.11
A esta adopción oficial del Estado multicultural promovido en Canadá – como forma de encajar y controlar la situación del Quebec francófono– y en Australia, le seguirían de manera paulatina toda la angloesfera y, luego, gran parte de Europa occidental en bloque.12 De tal forma, entre las décadas de 1970 y 1980, el multiculturalismo no solo se transformaría en el molde ideal para el nuevo modelo social occidental, sino que, además, lo haría en una corriente de pensamiento dominante. Si bien hay consenso en que ni existen dos sociedades multiculturales idénticas ni tampoco una única definición del multiculturalismo, en su significado más amplio podríamos convenir que:
Multiculturalism is both a political philosophical paradigm and a type of policy… Multiculturalism defends the idea that the societal institutions need to provide the same degree of respect, recognition and accommodation to the identities and practices of ethnocultural minority groups as they traditionally have to the identities and practices of the majority group.13
Para cuando cae el Muro de Berlín en 1989 –simbolizando con ello el fracaso del modelo comunista soviético– las sociedades e identidades nacionales occidentales de la posguerra se han puesto a refugio bajo el mantra de la filosofía política del multiculturalismo con objeto de reinventarse de forma triunfal.14 De hecho, frente a sociedades poscomunistas tan decadentes como atrasadas y homogéneas, el modelo multicultural occidental se convierte en el símbolo capitalista por excelencia al convertirse en expresión de un modelo discursivo, político y social exitoso a la hora de incorporar una población diversa a las estructuras de sociedades modernas y democráticas. 15 A su vez, este surgimiento de sociedades multiculturales contribuye a restaurar la autoridad moral de las instituciones occidentales perdida tras el holocausto judío. Gracias al modelo multicultural, de nuevo, las naciones-Estado liberales de Occidente pueden afirmarse en su excepcionalidad como bastión de la libertad al regirse por una civilización de individuos libres e iguales ante la ley –independientemente de su raza, credo, color u origen nacional en un marco democrático– volviendo con ello a recentrar nociones de superioridad cultural y moral occidentales sobre el resto del mundo. 16
Este ideal de la sociedad multicultural que se establece tras la Segunda Guerra Mundial alcanza uno de sus puntos más álgidos cuando Barack Obama se convierte en presidente de los Estados Unidos. Se cumple así el sueño que expresara Martin Luther King en 1963, como modelo para el mundo, poniendo fin con ello a la larga noche y conduciendo al día en que la nación se levanta para vivir el verdadero significado de su credo por el que “All men are created equal.”17 Esa tarde del 20 de enero de 2008, la presentadora de noticias de la CBS Katie Couric, junto a los analistas políticos Bob Schieffer y Jeff Greenfield, capturan la esencia viva de la Historia:
No matter who you voted for, you have to agree this is an incredible milestone in the History of this country, a century and a half after the constitution abolished slavery, and guaranteed blacks the right to vote, four decades after the passage of the Civil Rights Act, voters have chosen our first African American President . . . this is more than an election night in America, this is a momentous night in the History of our country . . . I went to a segregated school in the segregated south, when I graduated from high school no black student had ever attended any school that I attended, now that was in my lifetime, look where we have come in just less than my lifetime.18
Esa noche de invierno de 2008 pareciera haberse cumplido la promesa hecha tras la Segunda Guerra Mundial de promover una sociedad multicultural sin prejuicio racial, más inclusiva y ‘tolerante.’ Este ideal multicultural viviría no solo en Estados Unidos, sino, de igual forma, como el faro guía de Occidente. Para cuando el presidente Obama se dirige en 2011 al Parlamento británico en Westminster dos años después de su elección, reafirma la alianza de los Estados Unidos con el Reino Unido afirmando que su relación especial se basaba en valores e ideales compartidos, y que este condensa bajo el velo del multiculturalismo en el anhelo de libertad y en la dignidad humana como principios universales:
Unlike most countries in the world, we do not define citizenship based on race or ethnicity . . . it’s about believing in a certain set of ideals — the rights of individuals, the rule of law. That is why we hold incredible diversity within our borders . . . Yes, our diversity can lead to tension. And throughout our history there have been heated debates about immigration and assimilation in both of our countries. But even as these debates can be difficult, we fundamentally recognize that our patchwork heritage is an enormous strength . . . the example of our two nations says it is possible for people to be united by their ideals, instead of divided by their differences; that it’s possible for hearts to change and old hatreds to pass; that it’s possible for the sons and daughters of former colonies to sit here as members of this great Parliament, and for the grandson of a Kenyan who served as a cook in the British Army to stand before you as President of the United States. That is what defined us.19
Visto en retrospectiva, la generosa recepción de los estudios subalternos en Europa y Norteamérica ni es coincidencia ni debiera sorprendernos. Al contrario, estos supusieron la oportunidad perfecta para apuntalar el multiculturalismo teóricamente –centrado en la alteridad y lejos de la problemática discursiva de posguerra en torno la blanquitud– al tiempo que se recalca la buena voluntad de Occidente respecto a las ‘tolerancia’ e inclusión de la diferencia en el marco de democracias liberales. Sin embargo, entre la década de 1990 y comienzos de la de 2000, los estudios subalternos y poscoloniales consolidan una drástica transformación teórica. 20 Para entonces, la Escuela de Frankfurt de Max Horkheimer y Herbert Marcuse –junto a otros teóricos marxistas inspirados por conceptos de subalternidad y hegemonía presentes en los Quaderni del Carcere de Antonio Gramsci– les habría heredado un giro teórico en el planteamiento acerca del fracaso revolucionario propuesto por Karl Marx que posmodernos y posestructuralistas asimilarían como propio.21
Tras certificar la muerte del proletariado como sujeto político revolucionario, los teóricos marxistas –quienes buscaban realojo intelectual después del colapso de la URSS– acaban por infiltrarse en el proyecto multicultural explotando ‘la diferencia’ y ‘la diversidad’ para rearticular su lucha ideológica contra el sistema capitalista instalado en la democracia liberal. En concreto, el marxismo cultural emergente –caracterizado por el oxímoron de sostener una visión posmoderna y globalista– encuentra en las ‘otredades poscoloniales y subalternas’ (los pueblos e identidades colonizados, los individuos no blancos, las mujeres, las personas no heterosexuales, así como cualquier otra identidad en situación marginal, desplazada y minoritaria) sus nuevos sujetos políticos revolucionarios con los que seguir teorizando sobre la desigualdad, la lucha de clases y la explotación económica. 22
Para los proponentes de este marxismo cultural posmoderno y globalista, el capitalismo es un sistema opresivo, la Historia una disciplina intrínsecamente ideológica y jerárquica, el pensamiento antropológico es limitado y sesgado, el valor estético de la literatura discutible y la cultura supone el campo de batalla con el que forjar una hegemonía de relato a través de la cual llegar al poder. Dichas premisas sobre la Historia, la antropología y la literatura se diseminan por vía de los estudios subalternos, poscoloniales y posmodernos en paralelo al auge de la proposición de Stuart Hall de desarrollar una rama de estudios culturales en las Humanidades. A causa de tal amalgama de premisas, y en respuesta a la disrupción posmoderna respecto al canon occidental, Harold Bloom se referirá a todos ellos como “La Escuela del Resentimiento.” En su crítica, Bloom condena el materialismo cultural neomarxista, el nuevo historicismo posestructuralista y el feminismo deconstructivista,
…whose political concerns and social activism replaced aesthetic values . . . destroying aesthetic standards in the Humanities and Social Sciences, in the name of social justice . . . compelled by its dogmas to regard aesthetic value.”23
Como resultado del reemplazo de los valores estéticos y morales por el activismo social y el dogmatismo, nos topamos con un imperativo social de relativismo posmoderno trufado de resentimiento cultural neomarxista (o posmarxista) respecto a la interpretación de la Historia en su pseudo búsqueda de erradicación de jerarquías de raza, clase y género. En poco tiempo y hasta finales de siglo XX, el citado imperativo social se adhiere al modelo del multiculturalismo hasta hacerlos indispensables e indistinguibles entre sí.
Al inicio de siglo XXI, sin embargo, dos eventos abrirán una grieta sociopolítica para el cuestionamiento de la sociedad multicultural y su adquirido imperativo social de relativismo posmoderno. A un lado, el colapso del World Trade Center en 2001 disrumpe la hegemonía de dicho relativismo cultural, al estimular la ruptura con el sentimiento de culpa blanca de la posguerra que aludiera Jung. A otro lado, la crisis financiera de 2008 azota a todos los países de Occidente provocando una recesión global que no solo sacude la estabilidad económica, sino que, además, despedaza el tejido ideológico del multiculturalismo al exponer las contradicciones internas de un modelo que venía haciendo la vista gorda ante los flujos de inmigración junto a otros efectos devenidos del progresivo desarrollo del globalismo. Como resultado de lo anterior,
…discourse on the failure of multiculturalism has made its way into mainstream political discourse in many established nation-states…” 24
Llegados a tal punto, la gestión de la diversidad en el marco de los Estadosnación podría suponer –si esta no es bien gestionada y, especialmente, en periodos de crisis económica y de escasez de recursos– uno de los mayores desafíos del futuro como raíz del conflicto político, de la desestabilización social y de la cohesión nacional. De lo primero, se encarga mi colega y coeditora del presente volumen Yolanda Aixelà-Cabré tanto en el apartado introductorio que sigue como en su contribución sobre los distintos modelos de gestión y el concepto de superdiversidad; sobre el segundo de los aspectos citados en este párrafo, abundaré en mi ensayo con objeto de reflexionar sobre la grieta multicultural desde la creciente racialización de la blanquitud en un esfuerzo por anticipar y discernir escenarios de conflicto tanto actuales como futuribles. En la misma línea, como especificamos hacia el final de esta introducción, un diverso equipo de especialistas nos traslada una visión más global del asunto que la presentada en esta introducción al tratarlo desde una generosa pluralidad geográfica.25
El interés por las políticas de gestión de la diversidad: sistemas políticos, Estados e identidades nacionales (Yolanda Aixelà-Cabré)
Este apartado dedica esfuerzos a comprender cómo organizan su diversidad las sociedades, sea bajo un sistema político democrático, autocrático o dictatorial: Allá por 2001, Paul Collier realizó el ejercicio de clarificar si el sistema democrático gestionaba mejor las diversidades que otros sistemas políticos o si requería, como el resto, la implementación de políticas específicas para una gestión más eficiente. Los resultados del estudio de Collier fueron contundentes: la democracia debía activar mecanismos para atender a una cierta redistribución de los recursos y de representatividad de grupos porque:
…con o sin partidos étnicos, es poco probable que la democracia alcance la hipotética organización social de forma óptima. 26
Así, para él, la dominación étnica podría tener efectos altamente negativos, tanto en sistemas dictatoriales como democráticos, llegando a revelarse que algunas dictaduras “blandas” estarían gestionando la diversidad de forma más ecuánime que diferentes democracias. Por ello, concluyó que la diversidad étnica era positiva, pero la dominación étnica de un grupo sobre el resto, no, siendo necesario evitar su bloqueo en cualquier sistema político. 27 Este aspecto es también capital porque se constata que los Estados democráticos que gestionan de forma deficiente sus diversidades tienden a zanjar las peticiones de mejora bien con promesas de implementación de mejoras en los procesos democráticos o bien afirmando que –como ya son países plenamente democráticos– el sistema garantiza per se la igualdad y la representatividad de toda su ciudadanía. Es por ello por lo que resulta insuficiente clasificar las políticas de gestión de la diversidad a través del sistema político pues hay que estudiar también cómo se construyen sus identidades nacionales y cuáles son sus prácticas de la diversidad.
Las identidades nacionales tienen el poder de aglutinar la sociedad en su conjunto para favorecer una identificación colectiva, relativizando –cuando no neutralizando– las diferencias con grupos minoritarios mientras las leyes de los Estados vienen dando una apariencia de sólida construcción sociopolítica amparándose en una supuesta tradición histórica; 28 si bien es conocido que esa construcción sociopolítica es el resultado de intereses concretos de grupos de poder. 29 Como veremos, la gestión de la diversidad puede variar de acuerdo con su intensidad y respecto al contexto de gestión. Es destacable que las zonas de mayor diversidad no tengan las mismas problemáticas que otras en las que los grupos mayoritarios no son los que ostentan la identidad nacional. Lo mismo sucede respecto a la legislación e implementación de políticas, ya que éstas dependen del nivel de competencias disponibles, sean las del marco estatal, regional o local. Ello sin contar que cualquier lugar tiene su propia dimensión transnacional como Saskia Sassen ya demostró en su análisis de las ciudades globales, categorizando el fenómeno como a “nueva geografía transnacional.” 30 Todos los territorios están pues sometidos a diferentes niveles de gestión, problemáticas, recursos y transnacionalidades. 31
En los próximos apartados esbozaré brevemente algunas ideas desde la óptica de los estudios postcoloniales y decoloniales a la luz de los trabajos de Stuart Hall que se preguntaba irónicamente cuándo había finalizado el período postcolonial. 32 de Pascal Blanchard y Nicolas Bancel que estudiaron cómo la noción de migrante africano resultó ser un constructo colonial en Francia, 33 de Boaventura Santos y Maria Paula Meneses para quienes las epistemologías del sur reconocen otras experiencias de conocimiento del mundo. 34 y de Valentin Yves Mudimbe que desnudó los efectos perversos del colonialismo europeo en África. 35 Estos estudios constituyen una base sólida para plantear, por un lado, cómo se proyectan las políticas de gestión de la diversidad en diferentes lugares de Europa occidental, y, por otro, para plantear qué respuestas recoge una identificación nacional insuficiente para ciertos grupos en algunos países de África del norte y África central.
El interés radica en tomar conciencia de la multiplicidad de fórmulas de gestión existentes o de las numerosas estrategias de corrección que se pueden activar para subvertir una identificación nacional deficiente o poco cohesionadora. En el primer apartado mostraré que en los casos europeos sus sistemas democráticos no han podido evitar la racialización de las migraciones ni la precariedad sociolaboral y política de las minorías migrantes. En el segundo apartado, explicaré cómo en los países africanos escogidos (cuyo elemento común es la colonización española), la falta de visibilidad de una gran minoría en un sistema autocrático o la proyección limitada de un grupo mayoritario en un sistema dictatorial ha supuesto la activación de caminos alternativos de visibilidad glocales en los que ciertos grupos étnicos se han empoderado desde los márgenes del estado a través de una ciudad para proyectar su identidad étnica de una forma glocal (Al-Hoceima en Marruecos y Bata en Guinea Ecuatorial).
De hecho, elegí el término “glocalización” porque, de acuerdo a Roudometof, permite estudiar la forma en que: “…la globalización interna (o glocalización) es responsable de la transformación de la vida cotidiana de las personas independientemente de si son transnacionales o no.” 36
Tanto en los contextos europeos revisados como en los africanos se perciben huellas coloniales en el diseño de políticas de gestión de la diversidad, transferencia que ya fue denunciada desde los estudios postcoloniales en Europa respecto a la transmisión que se había producido de la noción de colonizado a la de inmigrante, y de las marcas coloniales en los legados europeos en África, que han abarcado desde el establecimiento de fronteras artificiales, a aspectos lingüísticos, religiosos o culturales. La relación entre Europa y África se retroalimenta en la época contemporánea. 37 El interés final no es otro que poner en evidencia las complejidades de gestión de la diversidad y la multiplicidad de respuestas que las políticas generan en lo que Baumann denominó el “enigma multicultural” según el cual es difícil establecer la fórmula que garantizaría el reconocimiento sociopolítico de todos los grupos étnicos que conviven en un estado. 38
Políticas de gestión de la diversidad europeas y sus lazos coloniales con las migraciones contemporáneas
La gestión de la diversidad en algunos países de Europa occidental guarda grandes similitudes con la que estos mantuvieron en sus territorios coloniales. 39 De hecho, la transferencia de políticas coloniales a la Europa contemporánea no sólo podría haber reproducido las estudiadas soluciones que en su momento adoptaron para gestionar sus colonias con el objetivo de explotar los territorios tal como Constantini estudió en el caso francés40, sino que pudo verse reforzada por la recepción en sus antiguas metrópolis de poblaciones de territorios coloniales, tal como constataron Vertovec o Buettner. 41
En Europa las políticas de gestión de la diversidad cultural encargadas de administrar la convivencia sociocultural más significativas han sido la multicultural, la asimilacionista y la intercultural. La política asimilacionista es característica de Francia, España y Alemania. En el caso francés, ha exigido fidelidad a la lengua, cultura e instituciones francesas bajo el estandarte de valores como libertad, igualdad y fraternidad. La inmigración extraeuropea recibida ha sido alta y los grupos más numerosos procedían de excolonias del Magreb y del África subsahariana. En el caso español, la gestión asimilacionista demandaba la adopción de la lengua y la cultura española, pero sin poder aportar el prestigio de los valores republicanos franceses ni su larga tradición democrática, pues la dictadura toca a su fin en 1975.42 Dicha política asimilacionista ha sido más restrictiva en la otorgación de la nacionalidad que la francesa, aunque contempla excepciones respecto a regiones de América Latina y sólo Guinea Ecuatorial en África, puesto que Marruecos y el Sáhara español están excluidos de esa posibilidad, además de que muchos de esos países se les permite mantener la doble nacionalidad. La migración extraeuropea mayoritaria ha procedido históricamente de América Latina y Marruecos. En el caso alemán, se exige el conocimiento y adscripción a la lengua y la cultura alemana, pues su legislación guarda grandes similitudes con las leyes de nacionalidad francesas pues su nación se constituye desde la identidad nacional y la unidad política.43 A diferencia del resto de países de Europa occidental, Alemania perdió sus colonias en África, Asia y Oceanía tras la Primera Guerra Mundial. 44 Ello impidió proveerse de mano obra procedente de estos países, por lo que firmó acuerdos bilaterales con Grecia, Italia, España, Turquía, Marruecos y Túnez en el marco del sistema Gasterbeiter. 45
La política multiculturalista es característica de Gran Bretaña y Países Bajos. En el caso británico, se acogen las diferencias culturales en un pacto de Estado a cambio de garantizar la equidad de derechos a las minorías.46 Este país es sensible a los cincuenta y dos miembros de la Commonwealth, que es una asociación de Estados cuya mayoría fue territorio británico, y que están en África, Asia, América, Europa y el Pacífico, lo que explica que algunos de los colectivos inmigrantes más numerosos históricamente sean de la India, Pakistán, Bangladesh y del Caribe a pesar de las restricciones legales que se han ido implementando con el paso de los lustros para algunos de estos países.
En el caso holandés, la política de la diversidad primó el reconocimiento de las diversidades étnicas y culturales, pues, como Gran Bretaña, los Países Bajos habían construido un imperio de ultramar (el tercero en tamaño), del cual quedan vinculados unos pocos territorios. El actual reino lo conforman los Países Bajos, y las caribeñas Aruba, Curasao y Sint Maarten. Las migraciones que se asentaron procedieron históricamente de los territorios colonizados, destacando Indonesia, Surinam y una pequeña región de Brasil con la llegada posterior de marroquíes y turcos.
La política intercultural es característica de Portugal. En su caso, la gestión de las diversidades desde el mestizaje cultural positiviza la convivencia desde la interculturalidad.47 La relación entre la gestión colonial desde el mestizaje cultural de Portugal y su política intercultural se presentan en sintonía con su colonización de Brasil. Su narrativa está marcada por una representación lusotropicalista que enfatiza la unicidad de las relaciones coloniales portuguesas basadas en la empatía, en la capacidad de negociar con gentes de otras culturas y con la democracia racial brasileña que gestionó las diversidades cuidadosamente, narrativa que ha recibido críticas de distinto calado. Los colectivos inmigrantes extraeuropeos más numerosos han procedido históricamente de las colonias: Angola, Cabo Verde, Mozambique, Guinea, Guinea Bissau, Timor Oriental y Brasil. Lo que es relevante en los casos revisados es que en todos los países se detecta una racialización de las migraciones y una precarización de oportunidades sociolaborales y políticas de las minorías migrantes, aspectos que se desarrollarán de forma más pormenorizada en algunos casos concretos de este dosier.
Huellas coloniales y estrategias de empoderamiento en países africanos con políticas de gestión de la diversidad deficientes. La resolución de los dilemas identitarios desde lo glocal
Los efectos nacionales de las políticas de la gestión de la diversidad son variados. En los casos en los que los parámetros estatales han invisibilizado tozudamente ciertos grupos étnicos, incluidas mayorías o minorías, han emergido estrategias de empoderamiento gracias al impacto de la globalización. Por ejemplo, numerosos países africanos viven en la superdiversidad –tema al que dedico mi artículo en este dosier– desde hace décadas debido a la gran movilidad que ha caracterizado el continente. En el caso de Marruecos y Guinea Ecuatorial se percibe un empoderamiento glocal impulsado desde los márgenes, concretamente desde las ciudades de Al-Hoceima y Bata en las que se hacen visibles identificaciones étnicas de ámbito regional que rebasan sus estados y se proyectan al mundo global mediante el empoderamiento local. 48
Por ello, para quienes estudiamos identidades culturales minorizadas o mayorías no suficientemente visibles en sus Estados, la dimensión glocalizada de la identidad étnica constituye una potente herramienta para comprender cómo algunas culturas rebasan sus Estados y se proyectan globalmente. Esta dimensión de la glocalización es especialmente explicativa en continentes –como el africano– caracterizados por una alta diversidad étnica, así como por Estados que carecen de identificadores nacionales suficientemente amplios para incluir toda su diversidad y con poblaciones repartidas por diferentes continentes cuya adscripción identitaria a menudo profesa mayores fidelidades hacia su etnia que hacia su nación. 49
En el caso de Marruecos, se constata que el desacuerdo en los porcentajes de población árabe y amazigh en el período postcolonial escondía el no reconocimiento a los imazighen tras la independencia. En el período colonial, este tema había estado muy marcado por las políticas supuestamente pro-Amazigh del Protectorado francés (en esta cuestión el protectorado español se matuvo al margen con políticas de reconocimiento hacia ambas culturas). Sin embargo, en el período independiente, el nacionalismo árabe estaba respaldado por un makhzen también pro-arabe, lo que continuó reflejándose en las polémicas sobre el porcentaje de población identificado como Amazigh en Marruecos. Esta cuestión condicionó las políticas de gestión de la diversidad en Marruecos pues la identidad nacional se construiría sobre lo árabe marginando lo amazigh. Finalmente, a partir del cambio de siglo, unos imazighen rifeños que se sentían excluidos de la marroquinidad –empoderados transnacionalmente con el apoyo de imazighen transnacionales residentes en Europa– acabaron tomando la ciudad de Al-Hoceima como el referente para proyectar glocalmente una identidad minusvalorizada por su Estado marroquí.
En el caso de Guinea Ecuatorial, este es un país hispanohablante compuesto por seis grupos étnicos: los fang, los bubis, los ndowe, los annoboneses, los bisió y los fernandinos. Si durante el régimen colonial la construcción de la identidad nacional guineoecuatoriana no tuvo cabida, durante el período postcolonial las dictaduras de Macías Nguema y Obiang Nguema iban a fomentar la supremacía fang con la intención de crear una identificación política a partir de una sola identidad cultural: los dictadores, de etnia fang buscaban su consolidación mediante el empoderamiento de su grupo étnico.50 Pero que la capital fang del país, Bata, situada en el continente, no haya sido la capital política del estado que está sita en Malabo, en la isla de Bioko, ha acabado llevando a que muchos fang utilicen la ciudad guineoecuatoriana de Bata como baluarte identitario glocal para la proyección étnica de los fang también de Gabón y Camerún. 51 Los dos casos de Al-Hoceima y Bata reflejan cómo dos identidades étnicas se empoderan más allá de las políticas de gestión de la diversidad de su propio estado, poniendo en marcha potentes fórmulas de visibilidad étnica global desde el continente africano.
Multiculturalismo y gestión de la diversidad: miradas aportadas en este monográfico
La colección de excelentes ensayos sobre multiculturalismo y gestión de la diversidad aquí reunida supone una generosa oferta de enfoques y planteamientos, a veces contrapuestos, con los que no siempre encuentra acuerdo unánime entre los propios expertos, lo cual demuestra hasta qué punto la discusión se engloba en un debate tan rico como profuso y, en ocasiones, insondable y controvertido. Es por ello por lo que los autores de este dossier se adhieren en exclusiva al contenido que firman en sus respectivos ensayos, aportando su voz a un debate candente, tan necesario como importante para el avance de las ideas en torno a la sociedad multicultural. Cada uno de ellos, desde su campo de experticia, contribuye a un dossier que esperamos pueda inspirar nuevas propuestas de futuro con las que anticipar tensione sociales.
En el primero de ellos, Persánch, tras aportar una introducción donde se plantea de forma somera un repaso de la trayectoria histórica que ha llevado a augurar el fin del modelo de sociedad multicultural surgido tras la Segunda Guerra Mundial, nos aporta una revisión de las principales propuestas multiculturales atendiendo a las críticas que este recibe como modelo de estructuración social. Tras este repaso a la trayectoria de pensamiento intelectual sobre el asunto, el autor explora el giro político-cultural de la blanquitud hacia el escepticismo que arroja el modelo multicultural para construir democracias liberales exitosamente en un mundo globalizado y multipolar. Como tal, su ensayo contribuye al estudio del creciente rechazo al multiculturalismo anunciado, entre otros, por Paul Gilroy y Verena Stocke hace dos décadas. Por su parte, Persánch sostiene que gran parte del descontento –junto a la cuasi permanente incertidumbre económica desde el inicio de siglo XXI– se debe a la sazón a los procesos de racialización de la blanquitud y la pugna entre dos paradigmas con cosmogonías contrapuestos: el liberal y el iliberal. En definitiva, su ensayo se presenta con objeto de reflexionar acerca de progresivo rechazo que suscitan las políticas de multiculturales en las democracias liberales de Occidente, transitando por la grieta multicultural en un esfuerzo por anticipar y discernir escenarios de conflicto tanto actuales como futuribles.
Seguidamente, Yolanda Cabré-Aixelà centra su análisis en las políticas de la gestión de la diversidad multicultural, intercultural y asimiliacionista en los Países Bajos, Portugal y España, desde la perspectiva de la geografía emocional, con el objetivo de comprender el porqué de su elección. Utilizando el marco teórico de los estudios decoloniales, el interés de la autora es mostrar la necesidad de estudiar el impacto de la geografía emocional en dichas políticas, exponiendo las ventajas de reconstruir rutas emocionales de memorias coloniales. AixelàCabré pone en relación estos aspectos con una superdiversidad que desborda la etnicidad, así como los riesgos de no ponderar suficientemente una racialización de las migraciones que, junto otros factores, podría desembocar en ciudadanías fallidas.
En el siguiente ensayo, Kristín Loftsfóttir examina el multiculturalismo centrándose en los países nórdicos en el contexto del excepcionalísimo y afirmaciones de inocencia. En su desarrollo, Loftsfóttir muestra cómo los países nórdicos participan en conversaciones sobre el multiculturalismo dentro de un gran espacio mediático transnacional, donde el insulto y los actos raciales se neutralizan cuando se recontextualizan dentro de las afirmaciones nórdicas de excepcionalísimo colonial. Tomando a Islandia como ejemplo, la discusión demuestra la importancia de reconocer las diferentes trayectorias históricas y las formas en que el racismo y el multiculturalismo cobran sentido en los países nórdicos.
Por su parte, también en territorio europeo, Emma Martín Gacría y Francisco J. Cuberos-Gallardo nos muestran su visión sobre cómo la gestión de la diversidad étnica constituye un reto de primera magnitud para los Estados en el contexto de la globalización. En su planteamiento, nos proponen una discusión de la forma en que el España ha gestionado la diversidad étnica, analizando de forma comparada las relaciones que ha entablado tanto con las poblaciones inmigrantes como con las minorías nacionales autóctonas. En su desarrollo, esgrimirán que los datos recabados documentan tanto la actualidad de la etnicidad como criterio de articulación política como la centralidad que sigue ocupando en las políticas estatales y en las estrategias organizativas de las minorías.
Adil Moustaoui desliza el eje del debate al norte de África para ofrecernos un esbozo histórico de las políticas de gestión de la diversidad lingüística en Marruecos. Su artículo se centrará en las diferentes etapas que marcan la historia de la gestión política de la diversidad desde la independencia hasta la aprobación de la nueva constitución en 2011. Para ello, acompaña el desarrollo histórico de un análisis de las diferentes discursividades políticas en las que se fundamentaron todas las decisiones, acciones y políticas de gestión de la diversidad. Además, su propuesta evidenciará un énfasis en la evolución de la noción de reconocimiento de la pluralidad lingüística y cultural del país.
Cristina Enguita Fernández nos invita a ahondar en la cuestión multicultural y de diversidad africana en base a los principios de la Convención 169 de OIT y la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas, donde los pastores peul mbororo son identificados como pueblo indígena en Camerún. Tal y como explicará Enguita Fernández, fruto de un gran movimiento asociativo y de vínculos internacionales, la comunidad mbororo ha redefinido una consciencia de identidad étnica en términos de autoctonía y derechos humanos. Mediante este estudio de caso, el texto de Enguita Fernández explora el diálogo que surge entre el indigenismo mbororo – como mecanismo de reconocimiento político en el seno de una realidad pluriétnica– y la cuestionable gestión de la diversidad cultural por parte del gobierno camerunés.
Tras ello, damos un salto transatlántico con Darién Davis, quien nos ofrece una mirada del Caribe como un espacio geográfico multicultural. En su propuesta, utiliza estudios del Caribe español (Puerto Rico), el Caribe inglés (Trinidad y Tobago) y el Caribe francés (Martinica) para ilustrar cómo y por qué la región constituye un espacio que es de facto multicultural. Según Davis, el desarrollo histórico del Caribe debe distinguirse de la retórica y la política del multiculturalismo que emergió de Occidente en la década de 1960 porque el proyecto poscolonial de desarrollo y la consolidación del Caribe como proyecto, a menudo, choca con los objetivos del multiculturalismo articulados en Occidente. En definitiva, Davis defiende que las naciones caribeñas han seguido sus propias políticas, desde intentar institucionalizar el multiculturalismo en el caso de Trinidad, hasta promover los derechos y la cultura de los grupos históricamente marginados dentro de un cuerpo político más amplio como en Martinica, y clamar por derechos nacionales y raciales como en el caso de Puerto Rico.
El encargado de cerrar el presente volumen será Isaac Donoso quien –desde una perspectiva histórica hasta la actualidad y atendiendo a los procesos coloniales y los principales debates que se han producido sobre la identidad filipina– estudia la naturaleza de la diversidad cultural del archipiélago filipino y su gestión. Para ello, Donoso analiza la ingeniería colonial norteamericana y la doctrina de la “Asimilación benevolente,” así como la provincialización de las minorías durante la primera parte del siglo XX. De igual forma, el autor describe las principales contribuciones historiográficas de la antropología filipina sobre la cultura e identidad de la nueva nación independiente tras 1946. Seguidamente, explica la aún vigente política cultural y lingüística desde la Constitución de 1987. Finalmente, se estudia de forma más detallada la minoría islámica filipina, tras la reciente creación de la región autónoma de la Nación Mora. En definitiva, el objetivo del trabajo es el de exponer la tortuosa definición moderna de una nación políglota y multiétnica que arrastra, además, una profunda herencia colonial ante los retos del siglo XXI.
Notas
3 El apartado de esta introducción, “Situando el modelo de la filosofía política de sociedad multicultural de posguerra en el retrovisor,” supone una traducción parcial, revisada y ampliada, de la introducción a mi ensayo “Towards the End of the White Guilt Era? The Rise of Nostalgic Whiteness and Magical Populism” (JM. Persánch, Kairos, 2020), donde hago una valoración de la trayectoria del modelo multicultural puesto en relación con el auge desde principios de siglo XXI de un sentimiento de nostalgia en sociedades occidentales que, tradicionalmente, han sido construidas y asumidas culturalmente blancas y resultando en lo que me di en llamar el fin de sentimiento de culpabilidad blanca e inicio del periodo histórico de populismo mágico. Ensayo disponible en: https://www.kairostext.in/index.php/kairostext/article/view/101 ͐
4 Jung, Carl Gustav. “After the Catastrophe,” en Essays on Contemporary Events (1936-1946). 58-85. Traducción de R.F.C. Hull. London, New York: Routledge, [1946] 2002. p. 62.
5 Ibidem.
6 Para entender las políticas federales de discriminación legal respecto a vivienda, véase Abrams, Charles. The Housing Problem and the Negro. (New York: National Committee Against Discrimination in Housing, Center for Fair Housing, 1966).
7 Soy consciente que el término “Occidente” ha sido ampliamente cuestionado desde que Edward Said – pensador, crítico literario y activista político palestino-norteamericano concernido con los proyectos imperiales de Inglaterra y Francia y las resultantes sociedades poscoloniales en Asia y Africa– lo presentara en su publicación Orientalism (Harmondsworth: Penguin Books, 1978) como un constructo ideológico basado en la orientalización –la construcción de mitologías y estereotipos culturales, espaciales y visuales de ‘Oriente’ conectados con ideologías geopolíticas e instituciones imperiales– para su dominación. Aquí lo uso en términos geográficos identificativo con procesos históricos de culturas de tradición judeocristiana devenidos en sociedades regidas por democracias liberales.
8 Nótese que la crítica al concepto “tolerancia” se ha ideo acumulando a lo largo de las décadas, pues tolerar no equivale a respetar y, por ello, expresa disconformidad con la presencia de diferencia y otredad. A pesar de ello, dicho término sigue siendo utilizado extensamente por las instituciones de la UE y la Comisión europea, Estados Unidos y otros países occidentales, lo cual plantea los límites teóricos respecto a un multiculturalismo real.
9 Jonker, Ed. “Coherence, Difference, and Citizenship: A Genealogy of Multiculturalism,” en American Multiculturalism After 9/11. Transatlantic Perspectives. 51-63. Eds. Derek Rubin y Jaap Verheul. Amsterdam University Press, 2009. p. 51.
10 Sowell, Thomas. “Thomas Sowell Discusses His Newest Book, Intellectuals and Race.” Entrevista de Peter Robinson en Uncommon Knowledge. Hoover Institution. May 16, 2013. (13:19-13:27). ˂https://www.youtube.com/watch?v=H6ImP-gJvas˃. (Referencia de libro físico: Intellectuals and Race, New York: Basic Book, 2013.)
11 Ashcroft, Richard T. y Mark Bevir. “What is Postwar Multiculturalism in Theory and Practice?” en Multiculturalism in the British Commonwealth. Comparative Perspectives on Theory and Practice. 1-21. Oakland: University of California Press, 2019. p. 6
12 Véanse Political Theory and Australian Multiculturalism, editado por Geoffrey Brahm Levey (Berghahn Books, 2012) para el caso australiano y la extensa producción de Will Kymlicka sobre el multiculturalismo en relación a Canadá y en torno la Commonwealth (1989, 1995, 2007, 2012).
13 Levrau, François y Patrick Loobuyck. “Introduction: Mapping the Multiculturalism-Interculturalism Debate.” Comparative Migration Studies, Vol. 5, No. 1, (2018): 1-13. p. 13
14 Este movimiento hacia la filosofía política multicultural iniciado en la angloesfera encuentra buena recepción en el norte de Europa –de los que los países nórdicos y los Países Bajos harán gala durante la década de 1990 en adelante– y será seguido con mayores dificultades por los países mediterráneos – habituados a modelos más interculturales y de mestizaje que los tomarán con el paso cambiado– y el abierto desinterés de Francia hasta ya empezado el siglo XXI.
15 Sírvase notar que no será hasta la década de 1990, una vez la Unión Soviética se ha desmembrado, que los países de América del sur y Caribe hispano empiecen a aplicar políticas multiculturales en la región asociado con políticas económicas y de mercado liberales.
16 Considérese Todorov, Tzvetan. Las morales de la historia (Barcelona: Paidós, 2008) para el estudio de la puesta en práctica de las ciencias moral y política en referencia a la relación entre hechos y valores, verdad y ficción, interpretación y elocuencia.
17 King, Martin Luther. “I Have a Dream speech by Martin Luther King Jr. HD (subtitled).” YouTube, Rare Facts, Nov. 7. [1963] 2017. (1:56-2:12). ˂https://www.youtube.com/watch?v=vP4iY1TtS3s ˃.
18 Couric, Katie et al. “Breaking: Obama Wins Election.” YouTube, CBS, Nov. 4. 2008. (0:29-0:47; 1:08-1:18; 1:54-2:11). ˂https://www.youtube.com/watch?v=TR-sn2vzmFQ ˃.
19 The Obama White House. “President Obama Addresses the British Parliament.” YouTube, The Obama White House, May 25. 2011. (32:26-34:48). ˂https://www.youtube.com/watch?v=fp85zRg2cwg˃.
20 Resáltese que, en origen, el objetivo del Subaltern Studies Group era el de investigar la experiencia poscolonial en la India, con objeto de entender el fracaso del capitalismo para derrocar el feudalismo del país asiático. En menos de un lustro, el proyecto será copado por pensadores marxistas, posestructuralistas y posmodernos provocando que el propio grupo original desdeñe de los mismos y del corpus poscolonial emergente.
21 Para revisar la trayectoria intelectual de la escuela de Frankfurt véase Therborn, Göran. “The Frankfurt School.” New Left Review, Vol. 1, No. 63, (1970): 65-96.
22 Este planteamiento fue explotado hasta la saciedad, entre otros, por Ernesto Laclau, quien se convierte en uno de los máximos exponentes y divulgadores en español. (Consúltense entre otros Hegemonía y estrategia socialista (1987) –coescrito con Chantal Mouffe–, Emancipación y diferencia (1996), La razón populista (2005), o su último libro de 2015 antes de fallecer en Sevilla titulado Reinventar la izquierda en el siglo XXI). Dichos planteamientos teóricos son llevados a la práctica política, en el ámbito hispano, por el Foro de Sau Paulo y el Grupo de Puebla, así como por capital financiero anglosajón de sociedades como, entre otras muchas, la Open Society, así como su infiltración en las agendas 2020 y 2030 de la ONU replicadas por los programas de las ONG y asumidas por gobiernos nacionales de gran parte de Occidente.
23 Bloom, Harold. The Western Canon: The Books and School of the Ages. New York, San Diego, London: Harcourt Brace and Company, 1994. pp. 35; 53.
24 Villard, Florent y Pascal-Yan Sayegh. “Redefining a (Mono)cultural Nation: Political Discourse Against Multiculturalism in Contemporary France,” en Challenging Multiculturalism. European Models of Diversity. 236-254. Ed. Raymond Taras. Baltimore, Maryland: Project Muse, 2019. p. 236.
25 Somos conscientes que faltan bastantes regiones insertadas en tradiciones político-culturales que pudieran diferir o matizar lo que este dossier refleja. En descargo, resáltese que varios ensayos –entre otros los concernientes a Brasil y Guinea Ecuatorial– quedaron fuera por cuestión de forma y plazo. De este modo, invitamos a investigadores a complementar el presente trabajo uniéndose al debate con sus aportaciones.
26 Collier, Paul. “Implications of Ethnic Diversity.” Economic Policy, Vol. 32, No. 16, 2001. p. 139
27 Aixelà-Cabré, Yolanda. La gestión de la diversidad religiosa, étnica y cultural en Europa en el siglo XXI. La variedad de las visiones nacionales. Barcelona: Edicions Bellaterra, 2019a. pp. 43-45.
28 Véase Anderson, Benedict. Immagined Communities. Reflections on the Origin and Spread of Nationalism. Londres, New York: VERSO, 1983.
29 Consúltese Todorov, Tzvetan. El espíritu de la Ilustración. Barcelona: Galaxia Gutenberg, 2014.
30 Sassen, Saskia. “Whose City Is It? Globalization and the Formation of New Claims.” Public Culture, Vol. 8, No. 2, (1996): 205-223. p. 206.
31 Nuevos estudios están planteando el potente sedimento contemporáneo africano en la historia contemporánea europea (Aixelà-Cabré 2021b). Para el estudio del pasado africano de Portugal y España estamos desarrollando una historia Afro-Ibérica en el marco del Proyecto I+D “Africanos y magrebíes en la Península Ibérica (1850-1975). Una historia en los márgenes de España y Portugal” investigadores como JM. Persánch (Lakeland University), Ana Lúcia Sá (ICSTE-IUL), Jordi Moreras (URV), Jessica Falconi (CEADUniversidade de Lisboa), Jacqueline Pólvora (UNILAB), Elisa Rizo (Iowa State University), Diana Arbaiza (Universiteit Antwerpen), Nuria Fernández (UNED), Mar García (UAB), Eduardo Costa Dias (ICSTE-IUL), Remei Sipi (Editorial Mey) y Juan Tomás Ávila Laurel (Pen Català). (AFROIBERIA) (PID2019-108397GBI00) (junio 2020- mayo 2023) (MINECO/FEDER, UE). IP: Yolanda Aixelà Cabré (IMF-CSIC).
32 Hall, Stuart. Representation. Cultural Representations and Signifying Practices. London: Sage, 1997. p. 242.
33 Blanchard, Pascal and Bancel, Nicolas. De l’indigène à l’immigré, Paris: Gallimard, 1998.
34 Santos, Boaventura de Sousa and Meneses, María Paula. “Introducción,” en Epistemologías del Sur (Perspectivas). 7-16. Madrid: Akal, 2016.
35 Mudimbe, Valentin Yves. The invention of Africa: Gnosis, Philosphy, and the Order of Knowledge. London: James Currey, 1998.
36 Roudometof, Victor.“Transnationalism, Cosmopolitanism and Glocalization.” Current Sociology, Vol. 53, No.1, (2005): 113-135. p.13.
37 Véase. Aixelà-Cabré, Yolanda “Africa in Europe and Europe in Africa. Introduction,” en Africa in Europe and Europe in Africa. Reassessing the Cultural Legacy. 1-16. Ed. Aixelà-Cabré. New York: Peter Lang, 2021.
38 Baumann, Gerd. The multicultural Riddle. Rethinking National, Ethnic, and religious identities. New York and London: Routledge. Impreso, 1999.
39 Aixelà-Cabré, Y. La gestión de la diversidad religiosa, étnica y cultural en Europa en el siglo XXI. La variedad de las visiones nacionales. 127-129. Barcelona: Edicions Bellaterra, 2019.
40 Constantini, Dino. Mission civilisatrice. Le role de l’hisorie colonial dans la construction de l’identité politique française. París: Éditions La Découverte, 2008.
41 Vertovec, Steven. “Super-diversity and its implications.” Ethnic and Racial Studies, Vol, 30, No. 6, (2007): 1024-1054 y Buettner, E. “Europeanising Migration in Multicultural Spain and Portugal During and After the Decolonisation Era.” Itinerario, Vol. 44, No. 1, (2020): 159-177.
42 Pérez-Díaz, Victor. “L’invention d’une tradition democratique en Espagne,” en Six manières d’être européen. Eds. Schnaper y Mendras. París: Gallimard, 1990. p. 198.
43 Stolcke, Verena. “The ‘Nature’ of Nationality,” en Citizenship and exclusion. 61-80. Ed. Bader. Londres: Macmillan Press Ltd, 1997. pp. 62-63
44 Albrecht, Monika. “Postcolonialism and Migration into Germany’s Colonial Past.” German Life and Letters, Vol. 65, No. 3, (2012): 363-377. p.364.
45 Weil, Patrick. “Nationalities and citizenships: the lessons of the French experience for Germany and Europe,” en Citizenship, Nationality and Migration in Europe. 74-87. Eds. Cesarani y Flubrook. Londres y New York: Routledge, 1996.
46 Véase Sardinya, João. Immigrant Associations, Integration and Identity. Angolan, Brazilian and Eastern European Communities in Portugal. IMISCOE Dissertations. Amsterdam: Amsterdam University Press, 2009.
47 Véanse Vieira, Ricardo y Trindade, José. “Migration, Culture and Identity in Portugal.” Language and Intercultural Communication, Vol. 8, No. 1, (2008): 36-49 y Opt. Cit. Sardinya.
48 Aixelà-Cabré, Yolanda. Ciudades, glocalización y patrimonio contestado. Una historia de Bata y de AlHoceima 1900-2019 (Guinea Ecuatorial y Marruecos). Barcelona: Edicions Bellaterra, 2019b. La traducción del libro en inglés es Aixelà-Cabré, Spain’s African Colonial Legacies: Morocco and Equatorial Guinea Compared. Leiden: Brill (en prensa).
49 Véase Enguita-Fernàndez, Cristina. “Ethnicity as positional,” en Africa in Europe and Europe in Africa. Reassessing the Cultural Legacy. 113–135. Ed. Aixelà-Cabré. New York: Peter Lang, (2021).
50 Ngom, Mbare. “Afro-fascismo y creación cultural en Guinea Ecuatorial: 1969-1979.” Revista Canadiense de Estudios Hispánicos, Vol. 21, No. 1, (1997): 385-395.
51 Aixelà-Cabré, Yolanda. “To Be an African City under an Oil Dictatorship: Conflictual Intersections seen from Ethnicity and Race in Malabo and Bioko Island (Equatorial Guinea),” en Africa and the Diaspora: Intersectionality and Interconnections. 151-171. Eds. Abidogun y Recker. Cham (Switzerland): Palgrave Macmillan, 2021a.
Referencias
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Organizadores
JM. Persánch – Licenciado en Filologías inglesa e hispánica por la Universidad de Cádiz, con estadías en the University of Birmingham (Reino Unido) y Amherst College (USA). Doctorado en la Universidad de Cádiz (2013). Profesor con amplia experiencia en la enseñanza de un repertorio de cursos en varias instituciones tanto en español como en inglés, entre ellas se incluyen escuelas de idiomas privadas en Inglaterra y universitarias de Estados Unidos (Amherst College, the University of Kentucky y Western Oregon University). Especializado en lengua, estudios literarios y culturales españoles y latinoestadounidenses, así como en literatura guineoecuatoriana. Ha desarrollado una agenda de investigación que involucra enfoques interdisciplinarios en un marco transnacional para el estudio de temas de raza/etnia, inmigración/diáspora, frontera, etnolingüística, hauntology y afrohispanismo, todo bajo la lente de los estudios de blanquitud en conjunción con varias teorías críticas. Como editor, se ha desempeñado en varias revistas académicas como, por ejemplo, Nomenclatura y Transmodernity. Para esta última editó el primer volumen sobre la blanquitud aparecido en el campo de los estudios hispánicos y – después de más de quince años dedicados al estudio de las blancuras y blanquitud– fundó the Journal of Hispanic and Lusophone Whiteness Studies, para el que actúa como editor jefe y publicó su primer volúmen en 2020; con toda esta labor científica contribuyó al surgimiento de la blanquitud como disciplina en los Estudios hispánicos. Persánch también editó el libro Espectros del poder, es director del Círculo de Estudios Hispánicos sobre Blanquitud y Afrodescendencia y se ha unido como investigador al proyecto Afro-Iberia – perteneciente al Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC)– para explorar la retórica afrohispánica y las representaciones de la blanquitud en la literatura ecuatoguineana colonial española. Actualmente es Assistant Professor of Spanish en Lakeland University. (Puede consultar el listado de publicaciones y proyectos en su sitio web: http://jmpersanch.com). E-mail: perezsanchezj@lakeland.edu
Yolanda Aixelà-Cabré – Doctora en Antropología Cultural, se desempeña como científica titular de la IMFCSIC de Barcelona en la que ha sido Vicedirectora de Investigación (2015-2018). Su trabajo de campo se ha desarrollado en Egipto, Marruecos, Guinea Ecuatorial y España, y etnografía multi-situada en Suiza, Inglaterra, Holanda, Camerún y Sudáfrica. Desde 1999, ha participado en 19 programas de investigación y 1 proyecto Consolider, 6 dirigidos por ella. Es autora y /o coeditora de 14 libros y 90 capítulos de libros y artículos en revistas nacionales e internacionales. Su último trabajo como editora en 2021 es Africa in Europe and Europe in Africa. Reassessing the cultural legacy (New York: Peter Lang) y su última monografía es Spain’s African Colonial Legacies (en prensa, Brill, 2022. El artículo con el que contribuye a este monográfico sobre gestión de la diversidad se encuadra en el desarrollo del proyecto de I+D+i “Africanos y magrebíes en la Península Ibérica (1850-1975). Una historia en los márgenes de España y Portugal” (AFROIBERIA) (PID2019-108397GB-I00/AEI/ 10.13039/501100011033), financiado/a por MCIN/ AEI/10.13039/501100011033/ y “FEDER Una manera de hacer Europa”. IP: Yolanda Aixelà Cabré (IMFCSIC). E-mail: yaixela@imf.csic.es
Referências desta apresentação
PERSÁNCH, JM.; AIXELÀ-CABRÉ Yolanda. Introducción. Procesos Históricos. Revista de Historia. Mérida, 41, p. 26-43, ene./jun. 2022. Acessar publicação original [DR]
Décima sexta edição. Esta edição foi publicada em 2023 visando o ajuste de publicações em…
Décima sétima edição. Esta edição foi publicada em 2023 visando o ajuste de publicações em…
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