Giovanni Levi | Foto: Universidad Austral de Chile

La publicación de la obra del destacado historiador italiano es un verdadero acierto editorial, entre otras razones porque Giovanni Levi ha sido ante todo un escritor de artículos de revista, siempre producto de investigaciones apoya­das en una cuidadosa consulta de archivo, pero no autor de libros, género del que solo se le conocen dos: Centro e periferia di uno stato assoluto. Tre saggi su Piemonte e Liguria in età moderna, de 1985, que nunca circuló en castellano, y La herencia inmaterial. La historia de un exorcista piamontés del siglo xvii, también de 1985, traducido pronto a muchas lenguas, entre ellas al español en 1990. La publicación de esta colección de ensayos también es la ocasión para el lector de tener una perspectiva más equilibrada de la riqueza analítica de la llamada microstoria italiana, casi siempre reducida entre nosotros a una obra: El queso y los gusanos, el gran best-seller de Carlo Ginzburg de 1976, lo que significó una cierta distorsión en el conocimiento de esta importante corriente historiográfica, al reducirla a una de sus líneas, al tiempo que se empobreció la propia obra de Ginzburg, cuyos demás títulos permanecen más o menos ignorados.

Microhistorias es una colección de veinte ensayos —cincuenta años de trabajo—, seleccionados por el propio Levi, reunidos en una excelente edición y con traducciones (del italiano, el francés y el inglés) que parecen muy correctas, y que dejan una imagen clara no solo de la historiografía italiana de los últimos cincuenta años, sino en gran parte de la historiografía internacional del siglo xx, y del propio recorrido intelectual de Giovanni Levy. Tal vez la gran dificultad de reseñar este volumen sea la de su amplitud temática y la riqueza de problemas que se examinan, tanto desde el punto de vista del enfoque “microanalítico” —término que también aparece en Levi—, como desde el punto de vista del “oficio de historiador”: el mundo de los archivos, el trabajo de las fuentes, la relación con las otras ciencias sociales, la primacía de los problemas y sobre todo de las preguntas sobre las técnicas, y las exigencias de claridad y precisión en la transmisión de los resultados de investigación al público lector.

Antes de describir el contenido del volumen, en los términos breves de una reseña, digamos que su lectura permite aclarar muchos de los malentendidos que circulan sobre la microhistoria. Levi dirá con énfasis que no se trata de un enfoque que sirva para el estudio de cualquier problema de análisis histórico, que su campo no se limita al mundo de las culturas populares —aunque en gran parte ese haya sido objeto de sus reflexiones—, que no puede confundirse con la “historia local”, que no se trata de una teoría, y que ante todo debe entenderse como un método, o como un conjunto de procedimientos de análisis, que se caracteriza por una lectura intensiva de los documentos históricos, por un énfasis en una “lectura microscópica” de realidades locales y regionales, y que por lo tanto su instrumento esencial de trabajo es el microscopio; imagen con la que el autor quiere indicar una manera de romper con una tradición estructuralista que terminó sometiendo el análisis histórico a formulaciones generalizantes, a causalidades exteriores a los sucesos, y abandonando por lo tanto la vida del análisis de los pequeños grupos, de los movimientos de corto plazo, y sobre todo el estudio de los individuos particulares y del nombre propio. Levi también dirá que no se trata del traslado mecánico de los métodos de la antropología al aná­lisis histórico, y que mucho menos se trata del rechazo gratuito de las técnicas cuantitativas en el análisis histórico, en beneficio de lo supuestamente “cultural” y “significativo”. Se trata, pues, ante todo, de la propuesta de una forma reno­vada de creación de contextos pertinentes para la comprensión de los procesos históricos, del uso sistemático de la noción de juego de escalas —temporales y espaciales—, como una parte de la construcción del objeto de investigación, y de la revalorización de la vida de la gente, de su actividad transformadora, como ejercicio de libertad, en el marco de las posibilidades que su sociedad le brinda.

Levi recordará también que en sus comienzos la “microstoria” fue la ex­presión de descontento de algunos jóvenes historiadores italianos con la rutina de una historia social adormecida en el juego de las grandes categorías —urba­nización, industrialización, secularización, modernización, etc.—, al final con poco contenido empírico, que hacían de toda situación particular el producto de “tendencias globales” de la sociedad —casi siempre reducida al “modo de producción” —, siendo al final de cuentas los acontecimientos particulares —y todos lo son— la simple oportunidad de “probar” esas tendencias generales. Levi también aclara, de manera reiterada, que la microhistoria no es el estudio de una sucesión de casos singulares, relativamente exóticos, sino el análisis empírico de totalidades concretas, históricamente circunscritas, a las que hay que llegar con preguntas generales, como las que se hacen habitualmente la sociología y la antropología, y cuyo estudio debe conducir al conocimiento renovado de esas realidades particulares, y al acopio de nuevas perspectivas analíticas respecto de esas preguntas que han animado el trabajo sobre el material que ofrecen los archivos.

Aquí Levi ha tomado un camino justo pero poco frecuentado, al insistir de manera repetida en que no se trata, simplemente, de que la disciplina his­tórica deba aprender de las ciencias sociales, consideradas formas de saber de mayor cientificidad, sino que debe relacionarse en igualdad de condiciones con tales saberes, ayudando a la renovación del “saber general sobre la sociedad”, y poniendo de presente la limitación de las propias ciencias sociales por su falta habitual de contextualización, y señalando la manera como el análisis de las estructuras sociales y culturales se enriquece cuando sus preguntas se vinculan con el análisis empírico, bien delimitado en sus coordenadas espa­ciales y temporales. Todas estas perspectivas de análisis, en parte recordadas por Levi en la “Introducción” del volumen, encuentran su ratificación en los ensayos que han sido reunidos: se trata en la mayoría de los casos de análisis concretos que al final modifican nuestra concepción general de los fenómenos más destacados de las sociedades europeas de Antiguo Régimen entre los siglos xvii y xviii, y nuestras ideas sobre el tránsito hacia la sociedad industrial capitalista del siglo xix.

Es posible que en el primer contacto con el volumen el lector pueda sentirse desorientado por la aparente multitud de temas que son tratados, muchos de ellos rotulados de una forma que parece remitir al campo de la “historia econó­mica convencional” y no al de la “microhistoria”, según una imagen familiar y poco exacta. Sin embargo, la lectura convence de que hay entre los textos una gran coherencia de enfoque y tratamiento, que no se trata de una colección de textos puramente miscelánea, y que incluso el sorprendente orden en que se encuentran en el libro no tiene nada de aleatorio, sino que cada una de las veinte piezas, posiblemente con una excepción —la de los dos textos sobre el catolicismo italiano—, se encuentra mucho más conectada con el conjunto de lo que podría imaginarse. El volumen, entonces, está dotado de una profunda unidad, no solo porque remite a un solo autor o porque la casi totalidad de los textos se centre en los siglos xvii y xviii y se refiera en general a una misma región —el Piamonte—. La unidad tiene que ver ante todo con el método de análisis y con la presentación que se hace de dicho método.

Hagamos la prueba y remitamos los ensayos a sus núcleos temáticos. Tres de ellos remiten a la historia agraria, dos de los cuales enfatizan sobre familia y comunidad campesina, y el tercero sobre la transformación de la tierra en mercancía, pero en todos es notable el intento de mostrar a gentes campesinas —con distintos grados de fortuna económica y de relación con los poderes citadinos— en acción, tratando de dar una dirección a sus vidas. Cuatro de los ensayos son investigaciones documentadas y minuciosas sobre movilidad, migración y mercados de trabajo en Turín, Liguria y en el Piamonte en general, y todos apuntan en la misma dirección: contradecir la idea de sociedades estáticas, ajenas a toda forma de movilidad espacial y social.

Otros cuatro ensayos, muy cercanos a los siete anteriores por su espíritu y sus temas, se ocupan de las “revoluciones del consumo” en esas sociedades preindustriales, antes del inicio de la gran producción capitalista urbana pro­ductora de mercancías a gran escala. Estos contradicen la idea habitual del medio campesino y pueblerino simplemente como la expresión de comunidades sometidas a la necesidad extrema y a la penuria, y muestran el carácter hetero­géneo de sus consumos, sus diferenciaciones según sexo, edad, tipo de familia, nivel de educación, expectativas de futuro y tradiciones culturales; dejando en claro que la ecuación ingreso/gasto no tiene sentido en sociedades en las que todo consumo no representa un gasto, y en las que no hay nada que se llame la “economía” —vista como una variable autónoma determinante de todo gasto— pues existen redes de solidaridad, formas de regalo y de intercambio de “dones”, circulaciones de bienes que no acuden al dinero en el intercambio, y que más bien ponen de presente “mundos culturales” que se rigen por lógicas diferentes a las del gasto y el consumo tal como funcionan en una sociedad que inicia su marcha hacia un mundo mercantil como forma social dominante.

Por esta razón, dentro de esos ensayos, por ejemplo, se encuentra un texto sobre la “reciprocidad mediterránea” —que garantiza muchos de los intercam­bios en el consumo— y uno titulado “Breve historia de la sociedad injusta”, que pone de presente la manera como en las sociedades anteriores a la revolución moderna se vive y percibe el fenómeno de la desigualdad social, sobre la base de una idea asumida acerca de la diferenciación de los lugares y posiciones en el espacio social, una representación del orden y las jerarquías que contaba con poderosas ideologías de justificación. Hay igualmente dos textos importantes que se interesan por el problema de las posibilidades de la biografía, como género renovado, y permiten mostrar la importancia de las nociones de trayectoria, de ciclo de vida, de flujo, de movilidad, de identidades fluctuantes y múltiples, nociones que son una constante en la obra.

Finalmente, están los textos que se refieren de manera directa al enfoque designado como microhistoria: discusión de los usos políticos del saber histórico, necesidad de restitución en el análisis de la complejidad de todo suceso histórico, relaciones de la microhistoria con la Global History —una de cuyas variantes es muy bien criticada por Levi—, defensa de las perspectivas comparativas —como camino para potenciar las diferencias—, importancia de establecer conexiones y relaciones, y un examen muy sugerente del complejísimo problema de la sociedad y el tiempo de los individuos, pensado a partir de unas observaciones sobre la idea de multiplicidad de tiempos en Freud: tiempos lineales, tiempos circulares, tiempos teleológicos… Al final, el lector puede comprender que también los dos ensayos sobre el catolicismo italiano: “La enfermedad católica” y “Antropología católica”, que en principio aparecían como externos a la unidad de la obra, se muestran bien integrados a ella. Los dos ensayos evidencian la forma como Levi entiende el intercambio con las ciencias sociales, en este caso sobre todo con la antropología, pues se trata del análisis del papel histórico de la Iglesia en la sociedad italiana, de su papel en la formación del Estado y en la delimitación de las esferas de competencia entre Estado e Iglesia católica. Es un intento de síntesis para mostrar la forma en que la educación católica ha terminado como elemento formador constitutivo de esa sociedad, de sus estructuras políticas y de su sociedad civil; un intento por indicar la manera en que la Iglesia impuso a la sociedad una interpretación —que le favorece— de la máxima “A Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César”, en el marco de una relación y unas tradiciones que le permiten ser al mismo tiempo Dios y César. Es una prueba de cómo la historia, a través de eventos de larga duración, se convierte en antropo­logía, es decir en formas culturales asumidas como naturaleza.

La lectura de este volumen, cuyos textos son claros y libres de todo ver­balismo, resulta de importancia para quien inicie una formación en el análisis histórico y para quienes queremos continuar dicha formación. La obra me parece una excelente ayuda en la corrección de muchas imágenes sobre nuestra sociedad en el pasado y el presente, y encuentro que contiene ideas claves relacionadas con el trabajo del historiador. Además, creo que ofrece ejemplos importantes para renovar el tratamiento de problemas de la historia de Colombia, sobre los que valdría la pena volver a interrogarse: la visión habitual de inmovilismo y de escasa dinámica social y espacial de la sociedad de los siglos xvii- xviii; la tradicional penuria y precariedad que se achaca en un falso cuadro generalizante a las sociedades campesinas del siglo xix; o la ausencia de movilidad social, producto de un sistema de dominación férreo y cerrado que no permite forma de escapatoria alguna, con que se imagina la evolución histórica general de la sociedad colombiana, para citar solo algunos temas de interés. Los ejemplos podrían ser muchos más, pero no es el momento de extender una reseña que solo quiere llamar la atención sobre una obra estimulante, la cual debería entrar en las discusiones de quienes se interesen por la renovación de la historia so­cial y la superación del “culturalismo” postmoderno, al que hace muchos años Levi se refirió cuando habló, a propósito de un trabajo de Robert Darnton, de “los peligros del geerzismo” —se refería a los discípulos de Clifford Geertz, y en general a los intentos de hacer desaparecer la sociedad tras la “cultura” y el “discurso”—, un tipo de análisis que, más allá de algunas renovaciones parciales y puntuales, ha sido en Colombia ante todo una forma de olvido de problemas constitutivos de la formación histórica de la sociedad colombiana.


Resnhista

Renán Silva – Centro de Investigaciones en Historia Universidad Externa.


Referências desta resenha

LEVI, Giovanni. Microhistorias. Bogotá: Ediciones Uniandes, 2019. 482 p. Resenha de: SILVA, Renán. Anuário Colombiano de Historia Social y de la Cultura. Bogotá, v.48, n.2, jul./dic., 2021. Acessar publicação original [IF]

Itamar Freitas

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