Memoria y Olvido: usos públicos del pasado desde la Academia Colombiana de Historia (1930-1960) | Sandra Patricia Rodríguez Ávila
Repensar el pasado trae consigo cuestionarse el cómo y porqué de su implementación para determinados fines; en este caso, el libro de Sandra Rodríguez invita a adentrarse y reflexionar en torno a esas estrategias, esos usos públicos que puso en práctica la Academia Colombiana de Historia entre 1930 y 1960 para la construcción de la memoria oficial mediante el fomento de las festividades patrias, la enseñanza de la historia en los diversos planos de la escolaridad y la ordenación del patrimonio histórico y cultural de la nación. Lo que expone Rodríguez en su libro puede tomarse como un proceso que inició con mayor ahínco con la conmemoración del primer Centenario en 1910, donde se buscó exaltar los valores de los próceres de la Independencia, tales como su patriotismo capaz de llevarlos al sacrificio en el cadalso, su valentía y su audacia, bien fuese en el campo de batalla o en el ejercicio político o científico. Junto con esto se puso a España como la madre patria, a la Iglesia como agente principal de la civilización y a los valores hispanistas como aglutinadores de una nación fragmentada por razón de las guerras civiles del siglo XIX y la Guerra de los Mil Días1 .
El libro de Rodríguez, resultante de la investigación para su tesis doctoral del año 2013, se divide en 4 capítulos: en el primero, titulado “El culto y cultivo de la historia como uso público del pasado”, la autora se dispone a mostrar la conformación de la Academia a partir de historiadores aficionados integrantes de la élite política de la capital, considerados a sí mismos como los descendientes de los próceres de la Independencia nacional y portadores de la tradición y valores hispánicos, que se identificaban bajo el modelo intelectual y moral adoptado por las élites desde el periodo de la Regeneración2. Además, este apartado deja ver la publicación del Boletín de Historia y Antigüedades de la Academia como su principal propuesta de difusión, junto con otros lanzamientos y propuestas editoriales, donde se destacan la Historia Extensa de Colombia y la producción de textos escolares para la enseñanza de la historia como Historia de Colombia para la enseñanza secundaria y el Compendio de la historia de Colombia para la enseñanza en las escuelas primarias de la República de Jesús María Henao y Gerardo Arrubla, a partir de los cuales se basaron la mayoría de libros de texto escolares hasta los años 50. Finalmente, el capítulo culmina destacando la creación y consolidación de los centros y academias de historia a nivel regional, impulsados por la Academia, permitiendo de esta manera una multiplicidad de “brazos” que articulaban la labor de la entidad en la capital al resto del país.
En el capítulo 2 “Festejos patrios: “fechas estelares” y “función recordadora y conservadora de las tradiciones”, la autora propone abordar las conmemoraciones adelantadas por la Academia desde los años 30, identificando los usos políticos que se buscaban implementar en las conmemoraciones anuales y cómo estas dieron muestras de la interpretación del pasado patriótico que se deseaba imponer desde la entidad. Las estrategias fueron múltiples y paulatinamente buscaron cobijar a mayor cantidad de población y, como era de esperarse, la Iglesia se esgrimió como gran estandarte de la nacionalidad y la civilización, fomentando una mezcla entre el espíritu patriótico y la adhesión a los dogmas católicos a través de procesiones a santos vinculados a la Independencia (Santa Librada, el Cristo de los Mártires) y la creación de una narrativa que equiparara la labor de los próceres a la épica bíblica, por ejemplo establecer un símil entre Moisés y Simón Bolívar, libertadores de sus respectivos pueblos, describiendo a este último como “destello viviente del poder divino”, a la vez que se destacaba el consuelo de la salvación para los muertos en el patíbulo.
Sumadas a estas celebraciones litúrgicas se presentaron otro tipo de eventos por parte de la Academia para la conmemoración de los eventos importantes a nivel patrio: se adelantaron ciclos de conferencias, exposiciones artísticas e históricas, concursos y premiaciones por parte del Ejército, la Sociedad de Mejora y Ornato y la propia Academia, conciertos y funciones de gala mayormente dirigidas a exaltar la figura presidencial, a la vez que festividades, desfiles y espectáculos militares para la conmemoración del 20 de julio y el 7 de agosto, actividades deportivas, desfiles y entretenimiento, con miras a la inclusión de las clases populares a las festividades cívicas y al espíritu patriótico.
El tercer capítulo, nombrado “El patrimonio histórico como elogio de los antepasados y memoria póstuma”, aborda el trabajo de la Academia Colombiana de Historia en lo que refiere a la recolección y construcción de archivos generales relativos a personajes destacados para póstumos homenajes e investigaciones biográficas y, por otro lado, la articulación de líneas temáticas para la investigación histórica y la escritura de historias regionales. De este modo, la Academia se estableció como una entidad muy importante en la formación de archivos y acervos a través de la clasificación de documentos; a su vez, se destaca la publicación de documentos importantes para la historia nacional proveniente de otros archivos, como el General de Indias en Sevilla, siendo la publicación de Juan Friede una de las más destacadas. Además del patrimonio documental, este capítulo muestra el papel de la Academia para la conservación y el levantamiento de nuevos monumentos históricos y la propagación de estas manifestaciones artísticas en libros de texto escolares.
Finalmente, la autora deja ver cómo la Academia se encargó de inmortalizar a varios de sus miembros más emblemáticos a través de una galería de historiadores, cuya finalidad residía en resaltar la labor patriótica de la entidad. Finalmente, el cuarto capítulo de la obra, “La construcción de una memoria artificial (uso y abuso): claves para la enseñanza de la historia”, se centra en abordar cuatro dimensiones que la autora considera primordiales para entender las políticas de enseñanza de la historia propuestas por la Academia como órgano emisor de la memoria oficial: lo que se debe enseñar, lo que se debe saber y recordar, lo que se debe conmemorar y lo que se debe olvidar. De este modo, Rodríguez nos plantea cómo se encaminó la enseñanza de una historia de Colombia impartida de manera lineal, con su inicio en la Conquista, cuya empresa posterior de colonización permitió la llegada de la Iglesia, instrumento clave para la unión y la civilización, para exaltar posteriormente a los héroes del periodo de Independencia, para así determinar que su legado fue transmitido por los presidentes conservadores del siglo XX. Por su parte, se debía olvidar todo aquello que causase disenso con el proyecto político conservador y que se alejara de la exaltación de los valores hispanistas y el papel indispensable de la Iglesia para la nación. De este modo, se minimizó la violencia de la empresa conquistadora, se satanizó y clasificó de utópica y radical la Constitución de 1863, y se hizo una omisión para llevar al olvido la masacre de las bananeras del 12 de noviembre de 1928, las jornadas cívicas del 5 al 9 de junio de 1929 en Bogotá, y los acontecimientos del 9 de abril de 1948 resultantes del asesinato de Gaitán.
El texto de Sandra Rodríguez presenta una investigación muy bien escrita, excelentemente documentada y muy diciente en lo que refiere a la enseñanza de la historia en la primera mitad del siglo XX. Deja muy claras las pretensiones de la Academia como órgano principal de la emisión de la memoria oficial de la nación, siendo una entidad encabezada por miembros de la élite política de la capital, mayormente conservadora, y cuya agenda se vio reflejada en la vida de la Academia como una entidad pública y financiada por el Estado. La exaltación de los grandes héroes, la inclusión de las fuerzas armadas en la agenda cívica de las conmemoraciones nacionales, el papel preponderante de la Iglesia como agente de civilización, la omisión de las negritudes en los relatos de la Independencia y de la vida nacional en general y muchos otros tópicos abordados en la obra de Rodríguez saltan a la vista como características primordiales del relato histórico con el que se buscó la unidad nacional en el siglo XX, y que perduran en el discurso político actual en el país. La obra invita a los historiadores y a ramas afines a la disciplina a preguntarse por esa instrumentalización del pasado, los proyectos e intereses múltiples que existen detrás de la imposición de un relato oficial y esa relación dicotómica entre la memoria y el olvido, palabras que, a pesar de antagónicas, son consecuencia la una de la otra. Las estrategias para establecer qué se recuerda y qué se olvida son, en definitiva, los pilares que cimentan la obra de Rodríguez.
Notas
1. Para profundizar en este aspecto, se recomiendan algunos trabajos: Eduardo Posada Carbó, “1910. La celebración del primer centenario en Colombia”, Revista de Indias 73, nº. 258 (2013), 579-590; Raúl Román Romero, “Memorias enfrentadas: Centenario, Nación y Estado 1910-1921”, Memorias, nº. 2, (2005), 1-22; Alexander Pereira Fernández, “Cachacos y guaches: la plebe en los festejos bogotanos del 20 de julio de 1910”, Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura 38, nº. 1 (2011), 79- 108; Sandra Patricia Rodríguez Ávila, “Construcción de la memoria oficial en el Centenario de la Independencia: el Compendio de Historia de Colombia de Henao y Arrubla”, Folios, nº. 32 (2010), 23-42; Juan David Murillo Sandoval, “El libro en Cali. Un acercamiento al mercado bibliográfico de la capital del departamento del Valle del Cauca durante 1910“, Historia y Espacio 6, nº. 35 (2010); Stephan Scheuzger, Sven Schuster eds., Los Centenarios de la independencia. Representaciones de la historia patria entre continuidad y cambio (Eichstätt: Katholische Universität Eichstätt-Ingolstadt, Zentralinstitut für Lateinamerika-Studien, 2013); Museo de Bogotá, La ciudad de la luz. Bogotá y la exposición agrícola e industrial de 1910 (Bogotá: Panamericana SA, 2010); Iván Alexander de la Ossa Ceballos, “Santificados sean los próceres: Historia y religiosidad en los centenarios payaneses, 1910- 1916”, Historia y Espacio, nº. 45 (2015), 119-145; Carolina Vanegas Carrasco ed., Las historias de un grito. Doscientos años de ser colombianos. Exposición conmemorativa del Bicentenario 2010 (Bogotá: Museo Nacional de Colombia, 2010).
2. Luis Javier Ortiz Mesa, “La Iglesia católica y la formación del Estado-nación en América Latina en el siglo XIX. El caso colombiano”, Revista Almanack 6 (2013), 24.
Resenhista
Pablo Alejandro Sierra Calderón – Estudiante de Historia de la Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín. Correo: psierra@unal.edu.co
Referências desta Resenha
RODRÍGUEZ ÁVILA, Sandra Patricia. Memoria y Olvido: usos públicos del pasado desde la Academia Colombiana de Historia (1930-1960). Bogotá: Universidad del Rosario; Universidad Nacional de Colombia, 2017. Resenha de: CALDERÓN, Pablo Alejandro Sierra. Quirón, v. 8, n. 16, P. 78-82, ene./jun. 2022. Acessar publicação original [DR]