María Villa (a) La Chiquita, nº 4002. Un Parásito social del Porfiriato | RAfael Sagredo Baeza

El libro del historiador Rafael Sagredo ha sido publicado recientemente por una editorial mexicana que se encarga sobre todo de divulgar textos de carácter literario. En este caso, nos encontramos frente a una obra que, aunque ha sido realizada con la rigurosidad que requiere la investigación histórica, pretende también llegar al público general. Este resulta un esfuerzo meritorio, si consideramos las limitaciones que en el área latinoamericana tiene tanto la divulgación de la cultura como el consumo de la misma y, en especial, la producción histórica.

La vida de una prostituta mexicana nacida a fines del siglo XIX puede resultar una lectura seductora y muy informativa para cualquier lector, pero es igualmente un medio de encuentro con numerosas y sugestivas temáticas que podrían interesar a los historiadores preocupados por problemas de tipo social, político y cultural.

En dieciocho capítulos cortos, el autor, valiéndose del diario de vida de María Villa, alias “La Chiquita”, se propone estudiar no sólo el fenómeno de la prostitución en un momento histórico determinado -el Porfiriato (1876-1911)- cuanto entender la marginalidad y el ser marginal como elementos presentes en la historia del hombre. Este constituye un esfuerzo de continuidad en el ámbito latinoamericano con la exploración de aquellas problemáticas que de manera consciente asumió la historiografía (especialmente la francesa) a finales de los años 60: estudiar a los “marginados”, para denunciar procesos de exclusión que afectaban a conjuntos de población no aceptados dentro de determinadas sociedades: negros, inmigrantes, mujeres, etc.

La riqueza de las fuentes utilizadas por Sagredo no se limita a la ya valiosa ubicación de un diario de vida. También acudió a la revisión de la literatura del porfiriato sobre las prostitutas, la literatura criminalística en boga, y los periódicos de la época. Todo ello le fue más útil que los archivos convencionales que se habían empleado en este tipo de estudios: los de salubridad, policía, ayuntamiento y judiciales. Experimenta también con otras fuentes a las cuales han recurrido con más temor los historiadores: fotografía, pintura, caricatura. Sin embargo, tampoco él pretende un análisis iconográfico estricto para aproximarse a la historia.

Aunque, como el mismo autor declara, su incursión en el tema es de fecha reciente, realiza al final del texto un ensayo bibliográfico propio de un conocedor de la temática y de gran interés para quienes se ocupen de este tipo de investigación. La utilización de fuentes primarias y secundarias y su articulación en un relato, componen un conjunto exitoso y un notable esfuerzo de Sagredo Baeza -como lo expusimos antes- por llevar la historia adecuadamente fundamentada a un público más amplio que el académico. Este mérito es el mismo que, sin embargo, hace lamentar la repetición constante de algunas expresiones formales en la construcción del texto, las cuales le restan las posibilidades de haber sido también un buen ensayo literario.

La reconstrucción detallada de los avatares de la existencia de María Villa -de campesina a prostituta de “primera clase”, pasando por experiencias como el consumo de morfina, hasta el asesinato involuntario- conducen al lector a forjarse una imagen de la prostituta de los albores de nuestro siglo. Fue un ser que, al transgredir los espacios (hogar) y comportamientos (sexualidad pasiva) tradicionales asignados a la mujer, se exponía no sólo a la condena social y moral; también dejaba de ser considerada un ser humano “normal”. La percepción del autor al captar a la prostituta como un ser marginal, por tanto anormal, resulta bastante acertada en el acercamiento, no tanto al fenómeno de la prostitución en sí mismo (que también es documentado), sino en cuanto a la aproximación al significado de la marginalidad y a su contextualización histórica.

En el libro, la marginalidad aparece como una condición impuesta por la sociedad a aquellos seres a los cuales catalogaba como anormales, sin posibilidades de recuperación. La prostituta de aquella época se convirtió en un paradigma de conducta social desviada: estaba en conflicto perpetuo con la racionalidad impuesta por una sociedad establecida a partir de un prototipo masculino de comportamiento. El atrevimiento de la prostituta al romper con los parámetros de esa organización, puede ser leído como propositivo de un modelo de independencia. Pero era un modelo todavía sometido a la condena, a pesar de los cambios a que urgía el ideal de progreso naciente o los aires del reciente movimiento feminista. La intrusión de la mujer en el espacio público aun era rechazada por los defensores del tradicionalismo moralista, más aun, si se trataba de mujeres que vivían por fuera del orden impuesto.

Aun los hombres de ciencia de la época señalaron la prostitución como un mal social y un estado de inferioridad psicológico y social. Era una forma de “parasitismo” que como un puente natural conducía a la mujer a la delincuencia y, en su máximo extremo, a la criminalidad. Pero, aunque los científicos podían ver en la miseria, la seducción y el abandono las causas de la prostitución, la condenaban de la misma manera en que lo hacía todo el conjunto social, como una condición innata de los seres marginales, que para finales del siglo XIX y comienzos del XX eran los campesinos, mestizos (en que predominaba el elemento indio) y, en general, los pobres. El autor, situando a la prostituta en un determinado momento histórico y contextualizando la situación social que convertía a una mujer normal en prostituta, logra cambiar la imagen de “mujer fatal” que de ella construyó la sociedad de su tiempo. Ubica el fenómeno como una forma de sobrevivencia o una salida alternativa a las malas condiciones económicas y a una vida familiar conflictiva.

Los elementos que Rafael Sagredo logra individualizar como constitutivos de la marginalidad o el ser marginal de la prostituta son: su condición étnica, la pobreza campesina, su género femenino y, por consiguiente, su subordinación a la voluntad masculina. Rodeando todo esto, preexiste una moral determinada: la propensión al pecado y la vinculación al mal no le vienen sólo del hecho de ser prostituta, sino de su esencia biológica y racial. De esta manera, logra abordar interesantes temas, como las concepciones sobre la sexualidad a comienzos del siglo XX, el estatismo social jerárquico, el matrimonio y la procreación en relación al ideal de mujer, los espacios privados y públicos y los efectos de las teorías de tipo darwinista imperantes en la interpretación del comportamiento social desde el siglo anterior. También expone aspectos como la relevancia que el Estado concedía a los individuos sanos en tanto productivos al conjunto social, es decir, el hombre como un valor del Estado; las políticas de higienización; el reglamentarismo para el control prostibular; la “mujer pública” como amenaza de la salud pública; médicos, periodistas, criminalistas y juristas frente a la prostitución; tolerancia y restricciones oficiales; el orden como valor supremo social.

Este estudio permite, por último, una introducción al conocimiento de los sentimientos de la época porfiriana: es posible explorar las formas del amor, los celos, la seducción, la venganza, la inseguridad, el abandono. También nos acerca a ciertas actitudes, como el aprecio o el desprecio por el hombre, la baja autoestima de la mujer nacida en condiciones precarias de subsistencia, el concepto del honor femenino y a comportamientos como el incesto y el concubinato. Por otro lado, señala a otros personajes que, como las prostitutas, podrían haber compartido el ethos de marginales: eran los “parásitos” masculinos con quienes alternaban la vida aquellas mujeres: vividores, bohemios, prenderos, criminales e incluso hombres de vida desordenada, como los toreros y músicos.


Resenhista

Natalia Silva Prada – El Colegio de México.


Referências desta Resenha

BAEZA, Rafael Sagredo. María Villa (a) La Chiquita, nº 4002. Un Parásito social del Porfiriato. México: Cal y Arena, 1996. Resenha de: PRADA, Natalia Silva. Cuadernos de Historia. Santiago, n.17, p. 248- 250, Diciembre, 1997. Acessar publicação original [DR]

 

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