MAPU o la seducción del poder y la juventud. Los años fundacionales del partido-mito de nuestra transición (1969-1973) | Cristina Moyano Barahona

El libro que reseñamos pone en la palestra la política encarnada en las vivencias y configuraciones simbólicas y discursivas de un grupo de sujetos, en uno de los períodos más álgidos de la historia chilena, en el cual se daba “una poco común confluencia de factores de larga y corta duración” (Grez). Es allí que emergió con fuerza juvenil el Movimiento de Acción Popular Unitaria, MAPU. Cristina Moyano, como esboza el título del libro, presenta una investigación en torno a este partido en su período fundacional, dando cuenta de un cúmulo de problemáticas, en las que destacan, la tensión reforma/revolución al interior de las izquierdas, la convergencia cristianismo-marxismo y, a la que la autora da mayor énfasis, la conformación de una cultura política que se mantiene latente en la memoria colectiva, a varios años de la desaparición estructural de este referente. De allí la discusión que hace a Jocelyn-Holt resucitar al MAPU, situándole en posiciones hegemónicas en la administración de Frei Ruiz-Tagle, y encarnando en ellos el paradigma de la renovación (“del avanzar sin transar al transar sin parar”) y el sociólogo Eugenio Tironi que ha oficiado en sus escritos el responso de esta organización (véase como ejemplo el prólogo del libro).

Comencemos por la reconstrucción histórica que hace la autora en torno al MAPU, que es realizada a partir de los registros de prensa, del relato coyuntural y de la memoria, que denomina a “tres voces”, de quienes fueron sus militantes. Moyano comienza por la tensión interna en la Democracia Cristiana a fines de los sesenta, en el cual se contrastan posiciones “oficialistas” (en apoyo al gobierno de Frei), “rebeldes” (buscan la construcción de socialismo relacionándose con la izquierda) y los “terceristas” (buscan reformar el partido desde adentro). Los rebeldes sentían desilusión por el poco avance revolucionario que tenía el gobierno que les había invitado a conformar y constituir la patria joven. Ahora bien, Moyano hace notar una tensión memorial entre lo público y lo privado, puesto que en la prensa de la época aparecen identificados en esta posición los “viejos” (Gumucio, Chonchol, Silva Solar, Jerez, entre otros); en cambio, para la memoria de los militantes aparecen encabezando esta posición: Ambrosio, Correa, Vega, entre otros, quienes forman parte de la juventud política de la DC. Los primeros de filiación cristiana y los segundos, avanzaban por las veredas del marxismo. Es lo que da paso, al “segundo quiebre”, que hace que los “viejos” se vayan y conformen la Izquierda Cristiana. Todo esto debido a las discusiones respecto a la definición ideológica y organizacional que el movimiento que “aspiraba” a partido debía tener. Constituidos como partido, en 1972, se declara como dogma el marxismo-leninismo, y como este partido habría nacido “a caballo”, los coletazos no se hicieron esperar, llevando a un “tercer quiebre”, emanado de luchas de poder al interior de la organización, además de las tensiones ideológicas al interior de la UP, en la que se apoyaba, en palabras de Allende, una revolución “en democracia, pluralismo y libertad” o, en su defecto una basada en la creación de poder popular. La agudización de las contradicciones de clase conllevaba a posicionarse en un lado de la lucha que no hiciese retroceder “la rueda de la historia”. Esta tensión adquiere una dimensión particular en este partido, el cual, habría declarado una “colaboración crítica” con la UP, que buscaba configurarse como el tercer partido de izquierda en Chile y que dentro de su propio seno albergaba una práctica política rigurosa, que se vivía como apostolado, que buscaba la redención social, además de ser, por su perfil profesional-técnico, tremendamente pragmático, lo que les condujo tras la seducción del poder.

Hay dos asuntos, en el plano ideológico, que son presentados por la profesora Moyano en su texto, que quisiera reseñar: la tensión marxismo/cristianismo y la apropiación que hace el MAPU de los postulados de Marx.

Cuando Marx declaró que “la religión es el opio del pueblo”, nadie se imaginó que sería posible la confluencia de sus ideas con las del cristianismo. Ahora bien, éste de cuño diferente al cuestionado por Marx. Aquí destaca la unión entre ética y política que toma una opción por los pobres, buscando la configuración del paraíso terrenal a través del socialismo. Además, se graba a fuego el carácter sacrificial de la militancia. La relación se vuelve tensional con la conformación de la UP y su configuración programática. Cuando el partido entiende que el marxismo es su principal herramienta teórica, poniendo como eje del análisis a la lucha de clases, se busca la anulación de todo lo que huela a sacristía. El conflicto que quiebra al MAPU, da cuenta de una discusión de “larga duración”, que puede ser sintetizada parafraseando a Maira, señando que los cristianos estaban con la IC y los marxistas con los otros partidos. Entre los documentos recopilados por Moyano se presentan los análisis que hacía El Mercurio, que señalaba que este quiebre le quitaba atractivo al MAPU pues eliminaba lo que le diferenciaba de las otras izquierdas. Por su parte los memoristas señalan a la autora que dicho perfil cristiano no era hegemónico en el partido, que desde sus orígenes se pensaron como una orgánica marxista. Mientras Allende les reforzaba la identidad cristiana, que hacía ver más plural a la UP, potenciándola; por su parte, los mapucistas veían su pasado cristiano como “pecado original”, como el “karma” que arrastraban, haciendo una palinodia de dicho influjo.

Lo anterior conlleva a hablar de la apropiación que hace el MAPU del marxismo. Por la importancia que tenía el discurso de Ambrosio en los mapucistas, el marxismo no era abrazado como dogma (hasta el Congreso de 1972), sino como una herramienta teórica para la interpretación de la realidad social, lo que da cuenta de su perfil althusseriano. Predominan aquí las lecturas heterodoxas de Marx (sobre todo el “joven”), de los pensadores de la escuela de Frankfurt, de Althusser, entre otros. En términos organizacionales, se propende desde el plano estructural a un partido de cuadros, de raigambre leninista. Se declaraban críticos de la izquierda tradicional, representada por el PC y el PS. Valoraban las experiencias de China y Yugoslavia, no les era preponderante la imagen de Cuba, pero tomaban de ella las ideas de moral revolucionaria y la revolución como posibilidad más que una necesidad. Todo esto, con el tremendo perfil académico-profesional de muchos de sus militantes. Lo anterior les hace un referente atractivo. Tironi señalaba que se era del MAPU o del MIR, porque no existían otras posibilidades, lo que da cuenta del carácter “biológico” (Allende) de la condición revolucionaria en la juventud. Tanto la juventud, como su perfil crítico, actuarán como las “dos caras de Jano” en este partido, puesto que será el elemento que le hará atractivo, pero el elemento que le minará, llevándole a su autodestrucción.

En mí opinión, el aporte más valioso que hace Cristina Moyano a la historiografía preocupada por la política, la memoria y el tiempo presente, tiene que ver con la metodología que implícitamente propone. Ella no se acerca a la usanza tradicional al partido, viéndole simplemente como una “estructura sólida”, sino como una comunidad de vida, centrándose en la subjetividad colectiva. Por ello, pone atención en las experiencias cotidianas, en las redes sociales que conforman, en los modos de construir universos discursivos que nos acercan a la materialidad de la acción y del cambio, a la identidad, a las formas de organización y de lucha y la praxis política. Los sujetos son actores de la historia. Primordialmente, de su propia historia. Moyano señala magistralmente en la página 37 de su libro que: “el sujeto y su vida se modifican a la luz de la militancia, así como el partido se forja a la luz de la vida de los sujetos”. Lo que inmediatamente permite vislumbrar el carácter constructivista de la política, donde se nota la fuerza de la historia, puesto que los sujetos son herederos de pasado y constructores de presente y futuro. Propugnan construir el orden deseado. Por lo tanto, la historia se mueve en una temporalidad que es, dialécticamente, continuidad y cambio. De ahí la importancia de la memoria, que cruza este trabajo, que creo va más allá del tratamiento dado por la historiografía chilena. Esto, porque no deja de lado las variables espacio-temporales, que permiten encontrarse con el sujeto y su identidad, no sólo como individuo, sino como parte de un colectivo que hace eco de otros “yo”. Y es que la vida cotidiana está relacionada estrechamente con la totalidad, sobre todo en las estructuras de dominación (la autora sigue en esto a Lechner). El tener conciencia de sí, permite articular relaciones, configurando un “nosotros” y, por oposición, “otros”. Lo que permite entender, según la autora, a un partido estructuralmente inexistente, pero vivo subjetivamente. En otras palabras, no sólo da cuenta del potencial de la memoria, si no también de lo sinuoso que resulta trabajar con ella. Puesto que quien recuerda siempre lo hace desde el presente, su identidad siempre es mutable. Según Moyano, los sujetos que constituyeron el MAPU narran sus historias desde el poder del registro y de la enunciación concientes del mito que cargan. Por lo tanto, la historiografía no debe preocuparse sólo por reconstruir, sino por hacer un ejercicio de mediación que de cuenta de las construcciones y deconstrucciones del pensamiento (Geertz).

Recibimos, enhorabuena, el libro de Cristina Moyano, entendiendo que su relato no cambia arbitrariamente los hechos, sino, como ella misma dice, deja su objetividad aparente, transformándose en un instrumento de acción para los sujetos en el presente. Aquí la inclusión de la política en el discurso historiográfico no es tema. Simplemente es.


Resenhista

Luis Pino M. – Licenciatura en Historia, Universidad Academia de Humanismo Cristiano.


Referências desta Resenha

BARAHONA, Cristina Moyano. MAPU o la seducción del poder y la juventud. Los años fundacionales del partido-mito de nuestra transición (1969-1973). Santiago: Ediciones Universidad Alberto Hurtado, 2009. Resenha de: M., Luis Pino. Tiempo Histórico. Santiago, n.1, p. 167-170, 2010. Acessar publicação original [DR]

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