Los trece ranchos. Las províncias/Buenos Aires/ y la formación de la Nación Argentina (1840-1880) | Eduardo Míguez

Los últimos años fueron testigos de la necesaria aparición de un cúmulo de trabajos que ampliaron el conocimiento respecto de las realidades provinciales durante la segunda mitad del siglo XIX. El texto que aquí reseñamos, es, a la vez, deudor y síntesis de esa tradición.

No es la primera vez que el autor abreva en estos temas. Eduardo Míguez es un historiador de larga trayectoria, que lleva más de una década investigando cuestiones vinculadas al período. En los últimos años, su biografía de Mitre y el trabajo conjunto con la Dra. Bragoni, esbozan ya algunas líneas recogidas en “Los trece ranchos…”.

El trabajo que nos ocupa se articula en torno a una perspectiva en general poco trabajada por la historiografía del período: la que analiza el lugar ocupado por las llamadas provincias del interior en la construcción de la nación. El propósito del libro es demostrar que en el proceso de surgimiento de la República Argentina “junto al papel de Buenos Aires las provincias contribuyeron de forma decisiva a gestar la Argentina moderna”1.

Este propósito, no obstante, choca para el autor con una realidad incontrastable que obliga a matizarlo: el proceso se ordena en torno a los devenires de una de ellas, la de Buenos Aires. En sus palabras: “[L]a Argentina, en efecto, se construyó a través de la disidencia de Buenos Aires y su posterior sometimiento, primero, exaltación más tarde, y por fin, nuevo y definitivo sometimiento al poder de la nación”2.

Basado en una gran cantidad de aportes historiográficos recientes, el autor reconstruye la trayectoria de las elites urbanas provinciales y sus posturas frente al germinal estado nacional. Al respecto sostiene que, para fines de 1852, la idea de conformar la República Argentina estaba “sólidamente instalada”, al punto que “era muy difícil para un político o un intelectual de aquellas provincias proponer abiertamente un rumbo diferente”3.

Para abordar estas cuestiones, el texto se estructura en ocho capítulos que se organizan en forma estrictamente cronológica. El recorrido se inicia en 1840, momento en que, con la formación de la Liga del Norte, varias provincias presionan para lograr la organización nacional, y culmina en 1880, con la federalización de Buenos Aires y la llegada de Roca a la presidencia. Los capítulos toman como eje las cambiantes posiciones porteñas frente al proceso, lo que resulta una elección significativa teniendo en cuenta que el propósito del libro se centra en el estudio de la participación provincial en él.

El primer capítulo está dedicado al análisis de la hegemonía porteña durante el “otoño del rosismo” (1840-1852). Allí, el autor plantea que Rosas encarnaba una forma de poder que intentaba excluir a las dirigencias provinciales de los lugares de decisión para lo cual se apoyaba en liderazgos militares con cierto prestigio en la campaña. La caída de Rosas precipitaría los intentos de las dirigencias urbanas, solo parcialmente renovadas por la revolución, de desplazar a los caudillos.

Este propósito encontró algunos límites en la política urquicista de fusión de partidos. Este aspecto resulta central porque articula otra de las hipótesis centrales del libro: la que sostiene que la caída de la Confederación se explica en buena medida por el rol de las dirigencias del interior.

En efecto, el segundo capítulo aborda –y desestima- algunas de las hipótesis que se han empleado para explicar la caída de la Confederación. Allí, Míguez sostiene que durante el bienio 1852-1854, al consolidarse la secesión de Buenos Aires, se llegó a un estado de convivencia entre ésta y la Confederación” 4. Además, el autor considera que, si bien el resto de las provincias gozaron en este período de amplia autonomía, la capacidad del gobierno central de influir sobre ellas iba en aumento.

Este estado de cosas empieza a modificarse en 1854 cuando el apoyo provincial a Urquiza (que el autor considera hasta entonces unánime) comienza a resquebrajarse debido varios factores que propiciarían un cambio más radical en la postura de las elites provinciales frente a su gobierno: “ (…) [L]as dirigencias provinciales (…) no podían dejar de ver [en la Confederación] algo incompleto. Pensaban que era imprescindible incorporar a Buenos Aires para que ese Estado fuera viable. (…) Y, no sin reticencias, las dirigencias de Buenos Aires, también estaban convencidas de [ello]”5. Es decir que, para Míguez, la caída de la Confederación no se debe a su debilidad sino a la construcción de consensos interprovinciales sobre la construcción de la nación. Este complejo panorama es abordado en el capítulo tres, destinado al análisis del período 1854-1859.

El cuarto capítulo aborda “la imposible subordinación porteña”, que se inicia con Cepeda y culmina con Pavón, período durante el que Buenos Aires se lanza a reconstruir su liderazgo interprovincial. Cepeda obliga a construir “una mayoría parlamentaria en 1861 lo que hizo que Buenos Aires se aproximara a [las dirigencias urbanas del interior]”6, esto es –según Míguez- lo que desencadena el conflicto que culmina en Pavón.

El período que se abre tras Pavón es abordado en los últimos cuatro capítulos. Tras la batalla, Mitre logra consenso entre las dirigencias urbanas sobre “la legitimidad genérica del orden emergente”7, y éstas, a su vez, habrían logrado obtener el apoyo, o al menos la neutralidad, de los comandantes rurales, aunque no queda claro cómo. Aun así, el autor considera que la existencia de las resistencias al nuevo orden carecía de la fuerza necesaria para alterar el régimen político y que el federalismo no tenía ya un sólido predominio en las capitales provinciales.

El período 1862-67, nos dice Míguez, fue el de formación de la nación, proceso al que Mitre contribuyó decididamente a través de dos acciones: ejerciendo la representación de los sectores porteños favorables a la organización nacional y evitando acciones que incrementaran el rechazo provincial hacia Buenos Aires. En este sentido, Míguez considera que “Mitre exhibió cautela y moderación en su relación con las provincias” y que su objetivo era que cada provincia resolviera sus conflictos sin intromisión de fuerzas nacionales o provinciales vecinas8. Esto “no era, sin embargo, un esquema que fuera respetado por su partido, que buscaba la prevalencia de los gobernadores ‘amigos’ en las provincias con miras a la sucesión presidencial de 1868”9. Es decir que los conflictos desatados al interior de varias provincias durante la presidencia de Mitre habrían sido promovidos por sus partidarios pero no por quien encabezaba el Ejecutivo.

En la elección de Sarmiento, se aprecia “un juego político en el que ni Buenos Aires ni el gobierno nacional tuvieron la carta de triunfo” 10. Sarmiento logró ganar porque era un “hombre del interior aceptable, incluso atractivo, para las dirigencias de Buenos Aires, y que generaba menos resistencias provincianas que un porteño”11. En esos años, la acción nodal del gobierno apuntó a recortar autonomía a las provincias, obligando a todas ellas a competir “en un juego de influencias dentro del ámbito de la nación”12.

Finalmente, considera que la revolución de 1880 no estuvo motivada por la federalización de Buenos Aires, sino que fue “el inevitable corolario de la sumisión”13.

En el análisis del período, Míguez enfatiza entonces el rol desempañado por Mitre o, incluso, por Urquiza en la construcción de la nación. Si Cepeda empujó a Buenos Aires, obligada a participar en el juego político de la nación, a una política interprovincial de obtención de consensos más agresiva, Pavón inicia “el fin de los dos problemas creados por la revolución de mayo: un sistema federal comandado por Buenos Aires y un orden político comandado por las dirigencias urbanas” 14.

El lector encontrará en “Los trece ranchos…” una minuciosa búsqueda bibliográfica y algunas hipótesis que sin duda revitalizarán el necesario debate en torno al rol que tuvieron las provincias en la construcción de la Argentina moderna.


Notas

1 Eduardo MIGUEZ, Los trece ranchos. Las provincias, Buenos Aires y la formación de la Nación argentina (1840-1880), Rosario, Prohistoria, 2021, p. 18.

2 Ibidem, p.149

3 Ibidem, p. 39

4 Ibidem, p.74.

5 Ibidem, pp.149-150.

6 Ibidem, p.194.

7 Ibidem, p.154.

8 Ibidem, p.220.

9 Ibidem, p. 211

10 Ibidem, pp. 241-242

11 Ibidem, p. 242

12 Ibidem, p. 243

13 Ibidem, p. 264

14 Ibidem, p. 273


Resenhista

Soledad Monteagudo – Univiversidad de Morón – Univiversidad Nac. de Moreno. E-mail: soledad_monteagudo@hotmail.com


Referências desta Resenha

MÍGUEZ, Eduardo. Los trece ranchos. Las provincias, Buenos Aires, y la formación de la Nación Argentina (1840-1880). Rosario: Prohistoria ediciones, 2021. Resenha de: MONTEAGUDO, Soledad. Anuario del Centro de Estudios Históricos “Prof. Carlos S. A. Segreti”. Córdoba, v. 2, n. 22, p. 85-88, 2022. Acessar publicação original [DR/JF]

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