Los trabajos que se presentan en esta mesa redonda cuestionan, desde el análisis de producciones literarias específicas, los modos de representación de la realidad nacional con que los discursos oficiales escribieron su historia. Las nociones de desborde (Matos Mar, 2004) y negación (Kusch, 1975) en su relación dialéctica de oposición, contraste y tensión, estructuran las hipótesis de sentido que progresan, de manera fundamentada y certera, a lo largo de las investigaciones. De este modo, se hace evidente la manera en que el discurso historiográfico se asienta sobre parcialidades ideológicas que generan subalternidades. Sin embargo, por medio de una revisión atenta, concretamente desde la literatura y su específica habilidad de recrear imaginarios sociales, podríamos apropiarnos de los sentidos subliminales, de las voces silenciadas y de las identidades marginales que en ese espacio circulan.
La injerencia de la historia en la literatura, en consecuencia, hace visible la manera en que determinados sectores sociales hegemonizaban el poder de representación simbólica y excluían otras prácticas identitarias geoculturales. Nos referimos, concretamente, a esos colectivos que van a contramano del interés homogeneizador del Estado y generan, por esa cualidad intrínseca, malestar, incomodidad y rechazo. En este contexto, Domingo Ighina y Sabrina Rezzónico se encargan de mostrar cómo fueron operando los mecanismos discursivos e ideológicos de exclusión de esos sectores disidentes en la literatura argentina en el nacionalismo de la primera mitad del siglo veinte y en las nuevas configuraciones sociales motivadas por las transformaciones urbanas a finales del siglo XX y principios del XXI. No es casual que la novela de anticipación sea materia de análisis de sendas investigaciones ya que aquél género es ideal para describir imaginarios sociales y proyectar la crítica del presente hacia un futuro distópico.
Desde la mirada de Ighina, el nacionalismo fue un intento por estabilizar el relato histórico para una adaptación feliz en occidente, lo que en otras palabras significaría la inserción de la sociedad argentina toda en ese relato, negando la crisis de las representaciones y tratando de estabilizarla. Para este fin, la ficción futurista o apocalíptica serviría efectivamente, mostrando lo que habría que esperar si los sectores “paganos” fueran incluidos en el diseño de una nación que tiene los principios católicos como estandarte. El análisis de las obras futuristas de Leonardo Castellani y de Hugo Wast –seudónimo de Gustavo Martínez Zuviría– evidencia la exclusión del Otro disidente, tanto en lo ideológico como en lo cultural.
La lengua literaria se convierte también en una problemática para los escritores nacionalistas puesto que, como instrumento de comunicación de los grupos sociales, conlleva marcas o señales “diacríticas” que la singularizan y, al mismo tiempo, la oponen al lenguaje culto. En este sentido, señala Ighina, el intento por construir una lengua literaria argentina basada en el habla de los sectores populares, léase la gauchesca y su degradación a recitación gaucha, fue precario. Sin embargo, el dominio en la mixtura del registro lingüístico popular con el culto de la tradición clásica española se conformaría en una marca diferencial entre los verdaderos escritores argentinos y aquellos que aspiran a serlo. En síntesis, en el artículo “El nacionalismo argentino y la novela apocalíptica como prospectiva histórica” se analizan, íntegramente, estas y otras cuestiones con las que el nacionalismo de la década de 1930 impuso, por medio de la novela apocalíptica, una interpretación de la historia nacional desde una visión teleológica, con todo lo que esta operación porta de excluyente.
Sabrina Rezzónico, por su parte, en su artículo “Monstruos revinientes, mítica polifonía: encrucijadas entre identidad nacional, historia argentina y narrativa zombi” analiza las transformaciones (con)urbanas que tuvieron lugar sobre todo en el Buenos Aires de las últimas dos décadas. Analizando un corpus variado de narrativa de anticipación se demuestra que la cultura popular, en cuanto negación de lo hegemónico, adquiere una configuración monstruosa o siniestra.
Continuando con la línea de interpretación de mediados del siglo XX que veía en lo popular la muchedumbre, la invasión y la amenaza en las nuevas configuraciones textuales, el espacio ciudadano es fagocitado por muertos vivientes o, en una lectura política concreta, por multitudes que adscribían al y se identificaban con el peronismo. Estos nuevos escenarios distópicos configuran esas otredades como algo que atrasa, como un enemigo hediento e infeccioso, como una turba amenazante y “populista” cuya presencia es monstruosa. Sin embargo, dice Rezzónico, las culturas populares fagocitarán esas calificaciones y propondrán otra mirada: en su mundo simbólico-cultural, el peronismo proscripto y su sujeto –el pueblo trabajador, la comunidad organizada– desplegarán las posibilidades de todo mito. La novela El año del desierto (2005) de Pedro Mairal, y la nouvelle “Tomacorriente” en Rock barrial (2010) de Juan Diego Incardona condensan estos modos posibles de leer la historia argentina –tanto desde la diégesis, como en su interpretación– y ofrecen recorridos por los que las multitudes despliegan su acción disruptiva y liberadora.
En este sentido, estas ficciones permiten identificar anticipaciones tanto posibles como imposibles. Las identidades políticas, culturales y sociales alternativas al discurso hegemónico oficial mediatizado son relegadas a esos espacios suburbanos quienes, tarde o temprano, indefectiblemente, fagocitarán, devastarán y demolerán los caminos del orden y del progreso.
Entonces Rezzónico advierte que esta narrativa al relatar esas subjetividades y territorios mutantes y zombis apunta a una intemperie que es desamparo, pero también apertura a lo posible: el desierto o la pampa da lugar a poéticas que emergen en épocas de crisis y que catalizan la matriz polifónica y pluriversa que los monstruos visibilizan; cuestiona el proceso civilizatorio, las versiones utópicas y los sistemas homogéneos e invita a pensar en las propuestas alternativas de estar, saber, poder y ser en el mundo debido a que –concluye– son las multitudes heterogéneas las que garantizan la supervivencia del todo social.
Marcela Kabusch en “Poética del desgarro, más allá de la narrativa y el testimonio. Lenguajes ingobernables nombrando la historia” realiza una lectura analítica de Los rendidos, sobre el don de perdonar de José Carlos Agüero (2015). En ese sentido, trabajará con categorías teóricas geoculturalmente situadas que le permiten abordar expresiones de la literatura peruana contemporánea. Una de ellas es la noción de desborde del antropólogo peruano José Matos Mar.
Desde este enfoque se analizan no solo los procesos migratorios y demográficos que reconfiguraron el territorio peruano de las últimas décadas, sino también la interpretación simbólica que la categoría habilita. En este sentido, dice, la literatura peruana del siglo XXI se enmarca en un proceso de múltiples desbordes –de género, de canon, de tematizaciones, de representaciones identitarias– que dan cuenta del accionar de sujetos populares, históricos, que agencian su enunciación provocando desbordes que desestructuran, principalmente, las configuraciones culturales republicanas, tradicionales, sobre las que se asienta el funcionamiento del poder en el Perú.
Al mismo tiempo, destaca que la obra de Agüero se instala desde la negación y desde allí se dispersa en múltiples sentidos: niega la discursividad de la memoria oficial, los binarismos morales desde los que se construyó ese discurso, las construcciones conceptuales de los organismos de derechos humanos, la formación subjetiva que toda esa discursividad imponía, la idea de historia lineal, la idea de progreso e, incluso, el camino marcado para la construcción de subjetividades asociadas a las víctimas. Estas negaciones generan una “poética del desamparo” o “del desgarro” que le permite al yo lírico encontrar su voz. Pero no es una voz individual; se trata de la configuración de una subjetividad histórica que otorga el uso de la palabra y la porta de un valor testimonial e histórico. Agüero, señala Kabush, intenta quebrar los lugares asignados por la teoría, por lo institucional, por el discurso hegemónico utilizando como herramienta de ruptura la vivencia tanto personal como colectiva lo que lo transformaría en un gestor cultural (Kusch, 1975). Pero no elige escribir o transcribir los testimonios de las víctimas o de esos otros que surcaron el conflicto sino que asume su lugar de víctima (aunque le cueste por su formación familiar) para hablar desde ese lugar y desde su cuestionamiento.
Magdalena González Almada en su artículo “La vida es un combate interminable. Nuevas configuraciones de lo nacional en la narrativa boliviana contemporánea” analiza dos novelas de autores contemporáneos que tematizan ciertos eventos de la historia boliviana: Hablar con los perros (2011) de Wilmer Urrelo (1975) y En el cuerpo una voz (2017) de Maximiliano Barrientos (1979). Guerra y separatismo son los grandes acontecimientos que se revisitan en sendas novelas y funcionan, además, como momentos de inflexión que le permiten al discurso historiográfico contemporáneo, cuestionar los basamentos de las configuración del estado nacional. La intersección de los discursos literarios e históricos admite leer y pensar en una literatura de “resistencia” ya que por su composición heterogénea excede y desborda los márgenes del campo literario.
En Urrelo, señala González Almada, lo histórico y lo político participan del texto al tiempo que se narran las reconstrucciones subjetivas que quieren realizar los personajes. En Barrientos, en cambio, los conflictos separatistas le permiten proyectar una novela de anticipación en la cual los hechos narrados se configuran desde un tiempo futuro no especificado, pero sí alternativo al registro realista. No obstante, el futuro configurado en la novela es poco promisorio debido al abandono y a la devastación, pese a que se observa la injerencia bienintencionada del nuevo Estado conformado como consecuencia del Colapso. De este modo, frente a una tradición literaria que se compone, en su mayoría, por textos realistas y costumbristas que impulsaron una idea de nación pretendidamente homogénea y estable, los textos en cuestión se encargan de negar y de transformar esa herencia adquirida desde diferentes procedimientos pero con una misma intención: la de desmontar un relato unívoco y hegemónico.
Los trabajos que conforman esta mesa comparten el propósito común de polemizar con las representaciones identitarias cristalizadas que la historiografía supo hegemonizar; para ello se sirven de las producciones literarias que advierten de la existencia de otras voces –tanto individuales como colectivas– subalternas, marginales o proscriptas del discurso oficial y que configuran nuevas significaciones al momento de intentar comprender la complejidad de las estructuras sociales de las naciones latinoamericanas.
Organizador
Nicolás Daniel Abadie – Universidad Nacional de Córdoba, Argentina. E-mail: abadie_nd@yahoo.com.ar.
Referências desta apresentação
ABADIE, Nicolás Daniel. Literatura e Historia: testimonios y negaciones. Modos de significar el desborde y operaciones de exclusión. Diálogos. Maringá, v.24, n.1, p.1-5, jan./abr. 2021. Acessar publicação original [IF].
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