La revolución del orden. Discursos y prácticas política, 1897- 1929 | Laura Herrera Reali

El libro de Laura Reali, traducción al español de parte de la tesis doctoral que defendió diez años atrás en París, constituye una obra muy esperada en la historiografía uruguaya. La espera valió la pena porque se trata del enorme y minucioso trabajo de investigación que la autora realizó sobre la figura de Luis Alberto de Herrera. El análisis de Reali se sirve de herramientas provenientes de la historia intelectual, de historia de los intelectuales y de la historia política. Con ello consigue reconstruir a la vez el pensamiento político de Herrera y su producción historiográfica, pero también los complejos vínculos entre ambos. Gracias a esta investigación podemos percibir de cerca las prácticas y procesos intelectuales en los que se vio involucrado Herrera (traducción, y edición de libros, recepción de ideas, bibliotecas mentales, uso de citas, envío de cartas. etc.), pero a la vez también se puede saber algo más sobre las prácticas políticas del líder blanco en el primer tercio del siglo XX, en particular la construcción de vínculos político-electorales en ámbitos rurales y urbanos.

La revolución del orden resulta crucial para todo aquel que se interese en alguno de los siguientes problemas: en primer lugar la construcción y funcionamiento de redes intelectuales y políticas centradas en Herrera y que se ramificaban por América del sur; en segundo lugar, el funcionamiento de un espacio específicamente historiográfico a inicios del siglo XX; y en tercer lugar, los avatares y complicaciones de la modernización política del primer tercio del siglo en Uruguay, que implicó el abandono de la vía insurreccional y el despliegue de estrategias político-electorales por parte del Partido Nacional.

El libro está organizado en cuatro partes con un número variado de capítulos breves, de lectura amena. La primera parte da cuenta de cómo Herrera construyó una tradición nacional en la cual los uruguayos podrían reconocerse en el contexto de predominio del batllismo. Se trataba de una tradición y de un tipo nacional (rural, celoso de su libertad, decidido, “patriota” a su manera) que era más auténtico que el montevideano fascinado con ideas, productos y modas recién llegados al puerto. La segunda parte se concentra en el análisis de La revolución francesa y Sudamérica, su traducción en París y su recepción. La publicación de La revolución francesa en francés parece ser testimonio de un esfuerzo de Herrera por suscitar diálogo e interés de políticos e historiadores por fuera de la escena uruguaya. Sin embargo, esa apuesta brindó pocos frutos durante el período que interesa en este libro, a juzgar por la escasa recepción de la obra de Herrera, incluso entre aquellos sujetos, como los historiadores asentados en Buenos Aires, con los que había evidentes afinidades ideológicas o interpretativas.

La tercera parte reconstruye la particular lectura historiográfica y política que Herrera hizo de las revoluciones de los blancos en 1897 y 1904. Según esta perspectiva, se habría tratado de una revolución estrictamente política, liderada por hacendados ejemplares, paternalistas y sacrificados, a los que habrían seguido de manera espontánea y casi fanática sus trabajadores rurales. La última parte hace foco en las reflexiones de Herrera sobre la vida política en el Río de la Plata a mediados del siglo XIX, así como en los vínculos que estableció con distintos historiadores en las provincias y la capital argentina. Uno de los aspectos más interesantes del libro es la atención prestada a la escala y la circulación transnacional de ideas en la construcción de argumentos políticos e historiográficos de Herrera: Reali repone detallada y sistemáticamente esos lazos de Herrera, pero también muestra algo del marco ideológico vivido en Europa occidental y en otros países sudamericanos.

A través del análisis de la producción historiográfica de Herrera, Laura Reali consigue deconstruir las relaciones complejas que el líder blanco trabó con la tradición. Herrera se presentaba como estudioso de esa tradición, de la que en buena medida fue en realidad constructor y difusor constante y que en las décadas de 1950 y 1960 terminó fogoneando al ruralismo. Herrera identificó, visibilizó y valoró una tradición nacional que fuera potencialmente compartida –al menos respetada- por las tiendas políticas que estaban en pugna en Uruguay desde el segundo tercio del siglo XIX. Esa tradición se habría conformado a lo largo de guerras civiles y revoluciones políticas y habrían desembocado, después de 1904, en el reconocimiento del carácter bi-partidario del alma uruguaya. Esta tradición se planteaba como útil a la tarea de desplegar una perspectiva no partisana de la historia nacional, pero a la vez le servía a Herrera para posicionarse exitosamente en el escenario más específico del Partido Nacional.

La figura de Herrera resiste los encasillamientos más previsibles. Despotrica contra la reflexión extranjerizada (en referencia al “jacobinismo” del batllismo), pero a la vez se muestra fascinado por el modelo político británico; rescata el valor civilizatorio y moderador del catolicismo, pero su formación y socialización se produjo en un ambiente protestante; valora la herencia española, mas ciertamente su hispanismo no tiene las estridencias de Felipe Ferreiro ni de los “revisionistas” argentinos con los que estaba conectado; rescata a los caudillos y a las guerras civiles del siglo XIX porque entiende que contribuyeron a formar la patria y conciencia cívica, pero a su vez prescribe que es inevitable que desaparezcan de la política moderna; su lectura de la realidad uruguaya es conservadora, pero sus mejores amigos en Buenos Aires son los radicales enfrentados a los conservadores locales. Reali parece hacerle justicia a una figura con esos rasgos tan inusuales, que resiste la clasificación rápida y la caída en encasillamientos contundentes.

La revolución del orden le suscitó a este lector una serie de preguntas. La primera de ellas es sobre la posible caracterización ideológica de Herrera. Del libro se desprende la idea de que se trataba de un demócrata moderado y tradicionalista más que de un conservador. ¿Cómo encaja esa caracterización con el Herrera que a inicios de la década de 1930 da repetidas señales de desconfianza o desprecio respecto de la democracia multipartidaria o que se manifiesta entusiasmado con el “bando nacional” durante la Guerra civil española? ¿Qué es lo que ha ocurrido entre 1929 y 1933 -para decirlo de manera brutal- como para que aparezca un Herrera bastante distinto al representado en La revolución del orden? El segundo interrogante es sobre posibles cortes en el tiempo abordado por el libro (1897- 1929): ¿cuáles ideas de Herrera se modificaron y en qué sentido en estos treinta años?, ¿Cómo periodizar, por ejemplo, los paulatinos, pero explícitos procesos de rehabilitación de Oribe primero y de Rosas después? Preguntas todas estas que se hacen posibles por la aparición, como se señaló, muy esperada, de una obra que será de referencia para entender a una figura central de la vida política e historiográfica de Uruguay en el siglo XX, y más en general de aquella porción del país que no comulgaba cabalmente con el nacionalismo laico, “jacobino” y cosmopolita que promovió el batllismo.


Resenhista

Ernesto Bohoslavsky – Universidad Nacional de General Sarmiento.


Referências desta Resenha

REALI, Laura Herrera. La revolución del orden. Discursos y prácticas política, 1897- 1929. Montevideo: Ediciones de la Banda Oriental, 2016. Resenha de: OHOSLAVSKY, Ernesto. Claves. Revista de Historia. Montevideo, v.2, n.3, p. 273-276, jul./dic. 2016. Acessar publicação original [DR]

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