La lucha contra el olvido y sus distorsiones constituye el motor de esta reconstrucción histórica, como indica su autor en el prólogo. Su interés genuino en recuperar la historia de personajes y acontecimientos olvidados de Puerto Natales se materializaba en un trabajo previo, en Patagonia Mía, periódico natalino que tuvo mucho énfasis en difundir las crónicas históricas de la ciudad. La desaparición de esta publicación a fines del 2005 y la proximidad al centenario de la fundación de la ciudad en el 2011, fue el momento propicio para que Arriagada comenzara su indagación sobre los “Sucesos de Puerto Natales” del 23 de enero de 1919 en el frigorífico Bories, temática central de la presente narración y que se logró concretar gracias al encuentro en el Archivo Nacional de Chile del expediente judicial de la causa N° 1407 identificado como “Contra Luis Ojeda y otros”, proceso seguido a veintinueve ciudadanos natalinos, todos ellos trabajadores de los frigoríficos de la Sociedad Explotadora de Tierra del Fuego, empresa que formaba parte del “holding” de la inglesa Duncan Fox.
La reconstrucción de estos sucesos, o cualquiera sea el objeto de estudio propuesto, está mediada por el camino que sigue el sujeto de la enunciación en la investigación acerca del pasado, lo cual en este caso se manifiesta, en parte, en la evidente intención de develar estos hechos no tan sólo para contribuir a elevar el orgullo “tirapiedras” (apelativo que identifica a los natalinos) como remarca el autor, sino también para articularlos en relación a una historia nacional que ha soslayado los relatos de estos australes parajes, debido al marcado centralismo de la historiografía chilena, resultando así complejo –no por ello imposible– desprenderse de esta impronta cuando se pertenece al ‘centro’, incluso como lector. Por otra parte, resulta interesante la vinculación de este relato con lo sucedido en la provincia de Santa Cruz en la República Argentina a fines de 1921. De este modo, el libro incorpora distintas espacialidades que traspasan lo local pese a que los acontecimientos del día 23 ocurren en un lugar puntual y delimitado.
En relación a la escala temporal, si bien a Arriagada le interesa reconstruir los sucesos de aquel día, incorpora evidentemente un periodo más amplio para construir su relato puesto que allí se identificarán los elementos que explican por qué tuvieron lugar los acontecimientos y por qué sucedieron de tal o cual manera. Así, el primer capítulo, titulado “Hombres solos del fiordo rojo”, se remonta al 19 de septiembre de 1917 cuando el trabajador de la Sociedad Explotadora, Patricio Alvarado Mancilla, cabalgaba rápidamente por las estepas de la Patagonia con destino a la estancia Cerro Castillo al encuentro de su hijo accidentado, que se desempeñaba como ordeñador en los establos que la Sociedad Explotadora tenía en ese lugar. Al paso de esta descripción íntima y desgarradora el autor va presentando los distintos actores, conflictos y lugares que serán cruciales para comprender las posteriores escenas en que se desenvolverá esta historia.
El vínculo entre este episodio y la historia principal se encuentra en los atropellos cometidos por carabineros contra los trabajadores, que en este caso fueron contra Pedro Alvarado, quien al no encontrar de inmediato el certificado que acreditaba la propiedad de su caballo fue golpeado con sablazos y patadas en el estómago ocasionándole la muerte días después. Los actos arbitrarios y violentos de parte de carabineros (aún pertenecientes al ejército) fueron tomados por los dirigentes sindicales de la Federación Obrera de Magallanes (en adelante FOM) como inaceptables, motivando un acto de protesta en Punta Arenas y una serie de acciones. En alusión a este, el periódico El Socialista de esta ciudad en una edición del día 4 de octubre escribió: “todos manifestaron el deseo de ver terminados todos los abusos y que todos los funcionarios fueran celosos respetadores del derecho y de la Ley, pues si no lo hacen despertarán en el pueblo la necesidad de hacerse justicia por si mismos”. (p.16)
La FOM jugó un papel crucial en articular la demanda obrera en Magallanes, gozando de mucho respeto por su solvencia y organización. Añade Arriagada que en aquellos años esta entidad sindical preveía, a través de su directorio, el curso de los acontecimientos futuros en la relación del capital con el trabajo en esta parte de la Patagonia. Fueron años difíciles para la clase obrera, representando la muerte de Alvarado una prueba de ello, la que se podía concatenar con una política represiva por parte del Estado que afectaba al territorio nacional en su conjunto1. A esto se sumaba la amenaza de una profunda crisis económica nacional producto del término de la Primera Guerra Mundial. En este contexto los elementos más sensibles del movimiento obrero patagónico a las reinvindicaciones sociales laboraban en los centros industriales relacionados con el faenamiento de ovinos, los frigoríficos. El autor comenta que a una semana de inaugurarse el frigorífico Bories en febrero de 1915 los 300 operarios encargados de ponerlo en marcha iniciaron una huelga que traería a los administradores ingleses muy malos ratos, iniciándose así en Puerto Natales un ciclo de efervescencia social que culminaría con los sucesos del 23 de enero de 1919, destacando a esta ciudad como un referente importante de la madurez en la organización social de los trabajadores asalariados.
Lo interesante de este trabajo es que además de presentarnos las características particulares de los conflictos entre el capital y el trabajo de la zona, va desplegando información sobre los modos de vida y la sociabilidad natalina marcado, por una parte, por la lejanía y la precaria conectividad con el resto del país, que se traducía en los altos precios de los productos alimenticios que llegaban vía marina y en la distante relación con el poder central y, por otra parte, por el perfil de sus habitantes ya que muchos de los trabajadores habían llegado desde Chiloé buscando nuevas posibilidades en estos parajes. La conformación social también se definió por la presencia de extranjeros, de desplazados del mundo como serbios y croatas y, a su vez, de ingleses y escoceses que ocupaban los cargos administrativos superiores de las estancias y frigoríficos. Junto a la llegada de foráneos nacionales y extranjeros, las ideas socialistas y anarquistas comenzaron a circular rápidamente por estas tierras condicionando el discurso y las prácticas del sindicalismo patagónico.
Respecto de estas ideas, Arriagada cuenta que en las asambleas sindicales de la época era común el enfrentamiento de posiciones respecto a las formas de abordar los conflictos. Aquellos que defendían los principios del anarquismo reprochaban a los seguidores del marxismo, puesto que aceptaban el diálogo con los patrones y por su participación en partidos legalizados y en elecciones. En tanto, para los anarquistas en las luchas reinvindicativas había que usar la violencia, pues esta era el principio fundamental de la organización social. Más allá de estas disputas ideológicas propias del contexto histórico, esta investigación logra, gracias al expediente de la causa y otros documentos, identificar a los dirigentes sindicales de acuerdo a sus tendencias –predominando en la zona las posiciones del anarquismo– frente al conflicto social que recrudecía (en general en todo el territorio nacional), brindando así mayores perspectivas de análisis para interpretar tanto ese trágico 23 de enero como los meses previos. Al individualizar a los sujetos de esta historia es posible acentuar en las especificidades de sus discursos y acciones, permitiendo con ello incorporar sus expectativas, valoraciones, contradicciones, discrepancias y, por ende, trazar desde el presente un escenario social complejo y heterogéneo.
Asimismo, la posición de los representantes del poder central, encarnada en el Gobernador el coronel del ejército Luis Contreras, el subdelegado mayor del ejército Luis Bravo y el jefe de policía Luis Román, es ampliamente contemplada en este estudio, de manera que para el lector de La rebelión de los tirapiedras el cuadro se completa al contar con la información sobre sus impresiones del conflicto social y de qué forma actuaron frente a los acontecimientos. La llegada del Gobernador Contreras en octubre de 1917 fue un hito importante en la relación de Magallanes con el poder central y en su interés por las condiciones de trabajo de los obreros del frigorífico Bories, esfuerzos que no serán suficientes para detener el inexorable desencadenamiento de los hechos.
El inicio de las movilizaciones en Bories se enmarcó en un contexto de malestar por la carestía de los artículos de primera necesidad y los arriendos. Había protestas, además, por las actitudes autoritarias de los jefes ingleses al interior del frigorífico, en especial las críticas iban dirigidas hacia el administrador inglés Williams Leslie Kidd y el 2° administrador, el australiano Somerville Henry Wood. En el capítulo tercero “Sueños y pasiones en territorios olvidados” se detallan las motivaciones de la huelga y las directrices que va tomando el conflicto, cuyo desenlace se desarrolla ampliamente en el capítulo “En el tren a Bories viajó la muerte” y en el capítulo quinto “La lógica de la dinamita”, relatando lo sucedido aquel fatídico día en que se enfrentaron violentamente obreros y carabineros tanto en el frigorífico como luego en la ciudad de Puerto Natales, resultando muertos cinco carabineros y cinco trabajadores y un saldo de varios heridos, además de la destrucción de las instalaciones de la Sociedad Explotadora y el cuartel de carabineros.
Inmediatamente a los sucesos el Gobernador Contreras va a decretar Estado de Sitio en la ciudad y el envío del juez letrado Óscar Miranda para interrogar a las partes involucradas y saber con certeza lo ocurrido allí. Comenzarán, de este modo, las interrogaciones y las detenciones, que arrojará un total de veintinueve detenidos, todos ellos privados de libertad en la Cárcel Pública de Punta Arenas y, con esto, un proceso judicial que culminará en marzo de 1923 con el fallo de la Corte de Apelaciones de Valparaíso que dictaminó que la culpabilidad de los reos en los delitos no constituía prueba plena. Así, salían del presidio los últimos cuatro obreros acusados.
De este modo, el libro también entrega al lector un recorrido detallado y conciso que va desde los sucesos de 1919 y sus consecuencias hasta este último hecho, dedicándole varios pasajes al valioso papel que tuvo el abogado defensor de veintiuno de los acusados, Julio Munizaga Ossandón. En este largo periplo, el autor de forma crítica va cotejando las distintas versiones y relatos encontrados de los múltiples actores involucrados directa o indirectamente, en su mayoría provenientes de los contenidos del expediente judicial que cuenta con alrededor de mil quinientas fojas. Si bien fue el expediente lo que le permitió rehacer los hechos, advierte sí de la imposibilidad de toda fuente histórica en el acceso a lo que ‘verdaderamente’ sucedió dado, en este caso, por el afán de los acusados de ser liberados, ante lo cual se justifica que eludieran de todo tipo de cargos, comprendiendo así las omisiones y silencios en sus testimonios.
Varios son los temas e impresiones que quedaron fuera de este comentario. No obstante, para finalizar quiero señalar que La rebelión de los tirapiedras constituye un valioso trabajo que contribuye a enriquecer la historia social chilena sacando a la luz acontecimientos y procesos que han sido subsumidos no sólo por los relatos oficiales sino también por la propia historiografía social que ha enfatizado mayormente en el centro y en el norte y, en menor medida, en la zona carbonífera. En este sentido, vemos que la historiografía chilena ha seguido la senda del Estado, marcada por el centralismo desde su fundación, dictaminando el centro y la periferia y, con ello, lo que se historiza o no. Este libro es un intento de lo contrario, así como de otros investigadores que han decidido incursionar en la senda de la historia regional.
Nota
1. Son los años del fantasma de la “subversión” y de la Ley de Residencia, en plena vigencia, que facultaba al Ejecutivo para expulsar del país a todo extranjero que propagara ideas inmorales o contrarias a la seguridad interior del Estado.
Resenhista
Francisca Durán – Docente Universidad Academia de Humanismo Cristiano. E- mail: franciscaduranm@gmail.com
Referências desta Resenha
SEPÚLVEDA, Ramón Arriagada. La rebelión de los tirapiedras, Puerto Natales 1919. Puerto Natales: Editorial Fiordo Azul; Ediciones de la Universidad de Magallanes de Punta Arenas, 2010. Resenha de: DURÁN, Francisca. Tiempo Histórico. Santiago, n.5, p. 161-165, 2012. Acessar publicação original [DR]
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