La obra de historia. Constructivismo y política del passado | Kalle Pihlainen
A lo largo de su carrera, Pihlainen se ha concentrado en temas que tienen que ver con la representación histórica y los usos de la historia en ámbitos académicos y populares. La posición de Pihlainen puede ubicarse dentro del marco narrativo-constructivista que busca reivindicar la función ética, política y estética de la historia. El libro La obra de historia, publicado originalmente en inglés en 2017, es una invitación a revisar precisamente los principales compromisos constructivistas sobre la historiografía, y defenderlos de ciertos malentendidos que han puesto en tela de juicio dicha visión. Una de las motivaciones centrales del libro de Pihlainen es reivindicar al constructivismo narrativo antes de que sea completamente descartado, y a través de esta reivindicación, reconocer su potencial ético-político. La postura de Pihlainen resulta importante puesto que retoma los principales puntos del debate entre constructivismo y realismo que siguen estando en el centro de las discusiones en teoría de la historia.
Este libro tiene como público central a lectores ilustrados en los principales debates y posturas dentro de la teoría de la historia de los últimos 60 años. Así mismo, ofrece una selección bibliográfica impecable sobre el estado del arte del tema. En particular, el libro se centra en el trabajo de Hayden White y lo utiliza como punto de partida y referencia para entender la postura que el propio Pihlainen defenderá, pero también para entender las críticas que han, de acuerdo con el autor, malinterpretado el trabajo de White en particular y al constructivismo narrativo en general. Parte de la postura con la que Pihlainen debate, es el realismo histórico sustentado por autores como David Carr, Alasdair MacIntyre y Frank Ankersmit en sus obras más recientes. Dichos autores mantienen un compromiso ontológico frente al pasado que puede ser resumido de la siguiente manera: el pasado es algo dado, con una estructura definida que puede ser descubierta y que podemos representar. Frente a este compromiso real con el pasado, Pilhainen, apoyado en autores como Hayden White, Louis Mink y Alun Munslow, busca rebatir la idea de un pasado estable y argumentar que el pasado es algo que construimos y hacemos.
La obra de historia. Constructivismo y política del pasado, cuenta con siete capítulos que pueden ser agrupados en tres temáticas principales. La primera, que es la más extensa, busca evidenciar y refutar los malentendidos/críticas que sigue habiendo respecto a las tesis constructivistas. Dentro de esta primera temática Pihlainen reivindica las tesis constructivistas y defiende sus presupuestos teóricos. La segunda temática refiere al rol político y social que juega la disciplina histórica en nuestro entorno. Finalmente, la tercera, al carácter estético de la historia y la forma más efectiva de su escritura.
Empecemos por analizar la primera temática del libro, es decir, entender los principales compromisos teóricos del constructivismo Whiteano y sus críticas. Pihlainen aclara que el término “narrativismo” no hace justicia a la propuesta inicial de White y sus posteriores seguidores. Parte del problema, afirma Pihlainen, es que bajo el término “narrativismo” se ha creado a un “hombre de paja” que caricaturiza los principales presupuestos teóricos y por lo tanto, se ha vuelto el blanco perfecto de los críticos de dicha teoría. Sin embargo, Pihlainen aclara que este “hombre de paja” no representa los compromisos reales del constructivismo y de hecho ha contribuido a malentender dicha postura. Los compromisos que contribuyen a la formación del hombre de paja son los siguientes: 1. Las narrativas son estructuras simples con principio, medio y fin; 2. De acuerdo con el narrativismo no hay nada fuera del lenguaje; y 3. Para el narrativismo no hay diferencia entre hecho y ficción.
Respecto al primer presupuesto, Pihlainen argumenta que esta esquematización simplifica de sobremanera la propuesta original de White, y que en realidad, dicha crítica, encabezada por David Carr, busca argumentar que las narrativas simplemente detectan una estructura a priori que ya contiene el orden de principio, medio y fin. Pihlainen afirma que para el constructivismo narrativo el foco está en el complejo proceso que el entramado narrativo conlleva, y que esto no puede reducirse a la estructura aristotélica. Así mismo, la idea de que las narrativas son descubiertas y no construidas va en contra del presupuesto central de la aportación de White.
La propuesta fundamental del constructivismo es que el significado de una narrativa es una construcción. Esto, de acuerdo con Pihlainen, ha sido uno de los principales malentendidos del constructivismo narrativo. En otras palabras, el significado de una narrativa no está “ahí afuera” esperando a ser descubierto; “los hechos”, afirma, “no implican valores”.3 Esto no quiere decir que los hechos son inventados, quiere decir que los hechos hay que significarlos con un “‘legado cultural’ particular que define los parámetros de inteligibilidad”.4 Este legado cultural es mucho más complejo que una estructura que responde a un principio, medio y fin. En todo caso, responde a una conciencia poética compleja, formada bajo un entorno cultural, que nos permite articular las experiencias humanas en el tiempo.
La segunda rama del hombre de paja tiene que ver con la idea de que si las narrativas son construcciones textuales, entonces, no hay nada fuera del lenguaje. El argumento afirma que para los “narrativistas” las cosas en el mundo suceden en completo caos y por lo tanto, las personas no pueden contar relatos de su vidas mientras transcurren. Pihlainen afirma que el constructivismo “no se trata del lenguaje, sino del proceso general de construcción de sentido”.5 Esto necesariamente incluye la interdependencia de códigos, compromisos socio culturales, sentidos incorporados, valores y prácticas culturales, etc. En este sentido, no es que la vida no pueda ser narrada in media res, sino que las experiencias (que sí existen en el mundo, fuera del texto) “son ambiguas y siempre requieren de una interpretación.”6 En otras palabras, las experiencias van a cobrar un sentido u otro dependiendo del tipo de valor, sentido, práctica y códigos con las que se miren.
La tercera rama del hombre paja (la historia es ficción) que Pihlainen reconstruye, es una crítica profunda y frecuentemente usada en contra de la propuesta constructivista de White. Aquí Pihlainen se detiene mucho más que con las otras dos críticas, proveyendo al lector de una fuente importante de argumentos que ayudan a entender que el constructivismo no aboga por la invención de los hechos ni busca igualar la historia con la ficción. Para empezar, el constructivismo no es una posición anti realista frente a la realidad pasada,7 es decir, no niega que haya fuentes, evidencia, experiencias, batallas, decisiones, etc., en todo caso, y aquí Philainen es muy insistente, niega que el pasado ofrezca una verdad única. El entramado de hechos es lo que no está determinado por las fuentes y en este sentido, se introduce “un contenido que no pertenece al pasado, sino que es creado por la forma del relato”.8 Sin duda esto ha generado motivos de confusión y malentendidos, afirmando, por ejemplo, que para White y el constructivismo si el Holocausto ocurrió o no es motivo de interpretación. Pihlainen acierta en su defensa e insiste en que el constructivismo no aboga por la “irrealidad” de los hechos sino aboga porque la unión de los hechos no es algo que está presente en las fuentes, es más bien algo que se le impone. La interpretación misma de “Holocausto” debiera ser un claro ejemplo de cómo bajo este término los hechos se articulan de una manera particular y cobran un sentido.
Finalmente, Pihlainen argumenta que la imposición de sentido es la parte ficcional del relato histórico. Cabe aclarar que ficción no implica falsificación, sino construcción. Es así como Pihlainen desarticula al hombre de paja y provee al lector de una clarificación importante respecto a los principales compromisos del constructivismo.
Ahora pasemos a la segunda temática del libro, es decir al rol político y social que juega la disciplina histórica en nuestro entorno. Pihlainen es enfático en que aunque los historiadores “buscan esconderse detrás de la ilusión de objetividad y se nieguen a ver las consecuencias de sus acciones […] lo quieran o no, sus relatos sobre el pasado tienen relevancia para las personas en el presente y esa responsabilidad debiera tenerse en cuenta en la etapa de escritura”.9 Esta conciencia de las consecuencias y la responsabilidad que tienen los historiadores en la formulación de una interpretación del pasado es uno de los compromisos centrales de la teoría constructivista. El entramado narrativo, esa parte ficcional (mas no falsificadora) del relato histórico, no puede ser arbitraria o irreflexiva. De acuerdo con Pihlainen, parte del problema actual de los historiadores profesionales es que piensan que su responsabilidad está referida al pasado y no al presente y al futuro.10 El trabajo de White, y el esfuerzo de Pihlainen en este libro, es rescatar la práctica social de la historia. En este sentido hay que entender que el pasado historizado es también un deseo de justificar una posición ideológica particular, de dar autoridad a una visión de la realidad.11 De esta manera, “hablar del pasado es siempre también apropiárselo y presentarlo.”12
En otras palabras, lo que Pihlainen argumenta es que la historia debe de dejar de estar enfocada en problemas que él llama “epistemológicos”, es decir de verdad y referencia, y más bien redireccionarse al problema de los compromisos morales e ideológicos que están en juego en las construcciones narrativas. Es interesante resaltar que una de las diferencias centrales que Pihlainen encuentra entre la historia y la literatura de ficción es la consecuencia moral y política de la primera con respecto a la segunda.
La última temática que Pihlainen aborda en su libro es la idea whiteana del contenido estético de la historia. Parte de lo que el autor busca es hacer una invitación a los historiadores a crear y repensar los modos de representación clásica de la historia. Así como White afirmaba en “The Burden of History” que la historia seguía malos modelos de ciencia y de arte, Philainen se une a esta crítica y argumenta que la única manera de transmitir un contenido político e ideológico que tenga impacto en la actualidad es haciendo una historia que se salga de los cánones del realismo literario del siglo XIX.
El autor reconoce el esfuerzo de varias formas “nuevas” de hacer historia que se sublevaron ante la idea de una gran narrativa como era representada por la Historia Universal. La historia social, la historia feminista, la microhistoria, etc., fueron ejercicios de oposición frente a las narrativas clásicas. Sin embargo, ya no lo son, y se siguen usando como referencia de una narrativa novedosa de la historia. Philainen argumenta que el objetivo ya no debería ser usar temas y formas que alguna vez fueron radicales como metodología para escribir historia, ya que esto sólo conduce a “lo anecdótico.” De este modo, continúa Pihlainen, la historia feminista abandona la política feminista y se convierte en la historia de las mujeres.13
Parte del valor de la historia radica en que su forma sea contemporánea, conocida por los consumidores que están habituados a los medios actuales. Una de las propuestas de Pihlainen para transmitir la historia desde una mirada más atractiva es el performance ya que, de acuerdo con el autor, la presentación en vivo “dirige la atención hacia cuestiones relativas al poder y a la representación más directamente por medio del carácter físico de los performers”.14 De cualquier manera, más allá de la forma de presentación, Philainen nos recuerda que la tarea del historiador tiene que ser la de hacer presente aquello que es importante sobre el pasado, “a saber, su sentido para nosotros como objetos situados”.15
Como comentario último y cierre, me gustaría reflexionar sobre el uso del término “epistemológico”, del que Pihlainen hace uso a lo largo de su libro. De acuerdo con el autor, los problemas de construcción y evaluación narrativa tienen que dejar de ser entendidos como problemas epistemológicos, y con ello, como ya señalamos, se refiere a problemas de verdad y referencialidad. Es decir, la historia ya no puede ser construida desde la posición realista del cronista ideal en donde se deja que las fuentes hablen por sí mismas sin que el historiador se involucre. Esto es, evidentemente, una falsificación del trabajo del historiador. Sin embargo, así como la historia ha avanzado en sus modos de hacer historia, y debiera seguir haciéndolo, la epistemología también ha tenido sus revoluciones. Las ideas de verdad y referencialidad han sido motivo de debate importante en el campo. Autores como Catherine Elgin y Henk W. de Regt, por ejemplo,16 han cuestionado los criterios de verdad y referencialidad en el campo de la ciencia y las artes, y han abogado por redirigir la epistemología hacia la noción de “entendimiento” (cómo hacemos conexiones sobre el mundo) más que a cuestiones de “conocimiento” (verdad y referencia). Dejar a un lado la validez epistemológica de la historia, entendida desde este nuevo lugar, es un elemento importante que Philanien podría incorporar. De ser así, ayudaría a defender y entender al constructivismo narrativo desde una epistemología repensada para la historia.
Por sí solo, sin embargo, el libro de Pihlainen es un aporte central al campo de la filosofía de la historia contemporánea. Sobre todo en su búsqueda por concretar el uso político que tiene la historia a través de los mecanismos estéticos de presentación. Sin duda un libro provocativo, que contiene sugerencias altamente relevantes para historiadores y filósofos de la historia.
Esta reseña se elaboró gracias a la beca de estudios posdoctorales de la unam en el Instituto de Investigaciones Filosóficas.
Notas
3 Kalle Pihlainen, La obra de historia. Constructivismo y política del pasado, traducción de Rodrigo Zamorano, Palinodia, Santiago de Chile, 2019, p. 36.
4 Ibid., p.37.
5 Ibid., p.38.
6 Ibid., p.75.
7 Ibid., p. 80.
8 Ibid., p. 74.
9 Ibid., p. 92.
10 Ibid., p.106.
11 Ibid., p.115.
12 Ibid., p. 115.
13 Ibid., p. 152.
14 Ibid., p.245.
15 Ibid., p.259.
16 En este sentido, también autores como Fernando Betancourt (véase Historia y cognición. Una propuesta de epistemología desde la teoría de sistemas, México, Universidad Nacional Autónoma de México, Universidad Iberoamericana, 2015) y Alberto Fragio (véase “Epistemología histórica cum relativismo epistémico”, en Cuestiones de Filosofía, 7 (28): 2021) también han insistido en un re-entendimiento de la epistemología para hablar del quehacer histórico.
Resenhista
Mariana Imaz Sheinbaum – Instituto de Investigaciones Filosóficas Universidad Nacional Autónoma de México. México: Correo: imazmariana@filosoficas.unam.mx
Referências desta Resenha
PIHLAINEN, Kalle. La obra de historia. Constructivismo y política del pasado. Trad. Rodrigo Zamorano. Santiago de Chile: Palinodia, 2019. Resenha de: SHEINBAUM, Mariana Imaz. Estética y política del pasado. En defensa del constructivismo narrativo. Historia y Grafía, n.60, p.385-392, 2023. Acessar publicação original [DR/JF]