La internacional justicialista. Auge y ocaso de los sueños imperiales de Perón | Loris Zanatta
Libros sobre América Latina en su totalidad – y por tanto, en su extensa complejidad, hay pocos. Después de las monumentales obras de Jorge Abelardo Ramos, Historia de la Nación Latinoamericana, o Luís Vitale, Historia General de América Latina (por citar dos de las más representativas de este género) la producción histórica y científica–social se abocó a otros temas. Historia reciente, imaginarios sociales o transiciones democráticas coparon una agenda de investigación que recelaba de las totalidades y que buscaba nuevos métodos y conceptos para desarrollar una nueva agenda investigativa.
En este contexto disciplinar, La Internacional Justicialista de Loris Zanatta, profesor de Historia de América Latina en la Universidad de Bologna, Italia, y comentarista habitual de periódicos como La Nación, Argentina, viene a reactualizar un modo de hacer historia y ciencia social. Actualiza cierta épica propia de los meta – relatos, pero con un estilo llano y directo que hace muy simple la lectura y asimilación de conceptos, temas, fechas, nombres, países y toda la gama y diversidad que hacen del periodo que va desde 1946 hasta 1955, de una enorme complejidad histórica. Claro que a pesar de dicha complejidad, el libro puede presentar interés para un público no especializado en el área.
(Re)construyendo la historia, la obra se plantea como un relato de hechos y sucesos que convierten a la región en un gran tablero de ajedrez geopolítico. Pero además, Zanatta introduce un elemento novedoso que hace aún más atractiva –y abarcativa– la obra: los sueños de Perón de convertirse en el gran líder de un bloque panlatino que disputara el reparto del mundo entre los bloques anglonorteamericano y ruso–comunista en el comienzo de la guerra fría. Esta ampliación de la cuestión exterior le permite al lector conocer las relaciones y los planes del peronismo con España, Portugal, Italia y el Vaticano, además de Francia. Pero más importante aún, nos devela en toda su complejidad como las circunstancias hicieron morigerar los impulsos peronistas de convertir a Buenos Aires en eje de la latinidad, al más humilde proyecto de inventarse como liderar de un bloque americano que pudiera competir contra la hegemonía estadounidense (capítulo 1)
Después de esta introducción, que proyecta la cuestión internacional en la región, el autor nos introduce en el relato detallado de las relaciones internacionales del peronismo (capítulo 2): el caso de Spruille Braden, embajador de EEUU; los buenos contactos entre el naciente peronismo y la iglesia católica, dados sus mutuos antagonismos ante la cuestión comunista; la naciente alianza entre Perón y Franco; y las distintas posiciones que fue tomando la Argentina en cada uno de los países de Latinoamérica. De manera análoga, comienza sentando las bases de una de las cuestiones más complejas para la Argentina: sus relaciones con Brasil. Zanatta catalogará a este país como “el fiel de la balanza”, dado su papel de equilibrador entre los EEUU y Argentina (p. 37). Ciertamente, la carta ganadora con que contaba Perón era el trigo, aspecto no olvidado por el autor y del cual una serie de Estados requerían con urgencia, dada la baja en la demanda de materias primas debido al fin de la guerra, lo que redundaba en un considerable descenso de divisas con sus consecuencias en la capacidad de compras al exterior (p. 39).
A continuación, el autor sienta un precedente importante: la jerarquía de los países “más atemorizados” por el peronismo en la región, los cuáles comenzaban por Uruguay y Chile, seguían con Paraguay y Bolivia y terminaban con Perú y Brasil. Para el resto (Ecuador, Colombia y Venezuela, con ecos en el Caribe y la Europa Latina) el peronismo, en 1946, aún era un movimiento lejano y confuso. (p. 50). Esta imagen de confusión se debía a la “cacofonía” que en política exterior proyectaba Argentina. El índice de esto lo representaba la heterogeneidad de nombres que desde un comienzo llevaron las relaciones exteriores de Buenos Aires, partiendo por Perón mismo y siguiendo por la dupla Bramuglia, “el bueno” y Miranda “el malo” (pp. 51-55). Así mismo, comienza un relato paralelo en donde encontramos la ambivalencia del peronismo ante la cuestión comunista, eje central de la política exterior norteamericana para la región. Mientras que Perón no dudaba en declararse anticomunista, hacía oposición a la política del panamericanismo estadounidense por medio de la “misión panlatina” a la que aspiraba en dicho momento (p. 73). En este contexto, las cosas con Chile comienzan a complicarse. Con el tercer gobierno del Frente Popular de González Videla, se avanza en la firma de un tratado comercial entre ambos países. Sin embargo, “amplios sectores políticos chilenos eran hostiles al control que Perón mantenía sobre los créditos concedidos” (p. 86). Así, según Zannata no había en Chile “ninguna amplia carretera que se estuviera abriendo a los planes peronistas” (p. 87), manifestándose una extensa oposición a la firma del tratado.
Ya en el tercer capítulo, el axioma que guiará este apartado estará dado por el anuncio, en 1947, de la política de la “tercera posición”. Según Zanatta, este fue el “rayo” que preparaba Perón para sorprender al mundo (p. 113). Para esto, mandó de gira por América a Molinari, mientras Eva recorría Europa. Sin embargo, era enorme la diferencia “entre la importancia que Perón atribuía a la influencia de su país y la verdadera influencia de este” (p. 126), por lo que las misiones estudiantiles, sindicales y diplomáticas para expandir la tercera posición chocaron con la indiferente cortesía de sus contrapartes. Así, dicha indiferencia vino a confirmarse ante el fracaso de la posición argentina en la Conferencia de Río, de 1947 (p. 128) y, en el caso de Chile, la “prepotencia” peronista “desgarró” las relaciones entre ambos países, logrando la anulación del tratado comercial y la creación “de una guerra fría declarada” entre Santiago y Buenos Aires (p. 143). Sin embargo, entre “el trigo” y la “diplomacia, créditos y propaganda”, la difusión del peronismo se encontraba en un punto álgido finalizando el año ’47: por un lado, se normalizaban las relaciones con Washington, Bolivia caía bajo la esfera de influencia de Buenos Aires, al igual que Paraguay, y Uruguay, el “más receloso” de los vecinos de la Argentina, se replegaba ante “la ola peronista” (p. 152).
Ya en 1948, se conoce el intento de golpe en Chile denominado “complot de las patitas de chancho”, donde el ex General Carlos Ibáñez del Campo habría liderado un grupo de oficiales y civiles para llegar al poder, desalojando a González Videla. Bajo esta acción se encontraba la “inquietante penetración argentina” en el vecino país, lo que alborotaba a los chilenos (p. 180). Paralelamente, el golpe de estado que llevó al general Odría a la primera magistratura en Perú causó explicitas simpatías en Buenos Aires (p. 189), situación que se replicaría en Caracas, con el ascenso de Pérez Jiménez (p. 192). “Los temores llegaron al máximo cuando a los golpes militares anteriores se agregó en 1949 el que hizo que Paraguay se apartara de la orilla brasileña y volviera proa a la argentina.” Así, “el clima en torno al régimen peronista se volvió de pronto denso” (p. 194).
El capítulo cuarto comienza con una afirmación: “el objetivo era peronizar América Latina” (p. 214). Y es que ante la escasez de divisas, la estabilización del orden internacional en la bipolaridad de la guerra fría y la falta de socios confiables en la región, hacían de la política exterior peronista un fracaso del que nadie, ni Perón, querían (o podían) retroceder para rectificar. A pesar de estas dificultades, es en este periodo en el que el ideal panlatino da paso a uno de corte latinoamericanista (p. 243). Así, con el triunfo de Vargas en octubre de 1950, Perón volvió a reactualizar la cuestión del ABC (p. 261). Solo faltaba Chile: sin embargo, a fines del mismo año Ibáñez concurre a Buenos Aires, quien fue recibido con “júbilo” por sus palabras “de unidad entre los dos países” (p. 265). Con este panorama por delante, el triunfo de Paz Estenssoro en Bolivia provocó amplias felicitaciones mutuas en Buenos Aires, por lo que parecía una ampliación del peronismo a los países vecinos de la región (p. 267). Todas estas “victorias peronistas” en el continente le tenían sin cuidado a Washington, pues en el gobierno consideraban que tanto los países donde triunfaban militares amigos de Perón, tenían más necesidad de EEUU que de la Argentina, al mismo tiempo que la Argentina tenía más necesidad de EEUU que Washington de Buenos Aires. Así, opinaban que era mejor “observar desde un costado, evitando asumir posturas agresivas: que Perón y Eva se cocieran en su propia salsa” (p. 276).
El capítulo cinco da comienzo en 1952, cuando Zanatta considera que Perón ponía sus esperanzas en el triunfo de Eisenhower en EEUU y de Ibáñez en Chile, lo que lo ayudaría a salir del aislamiento internacional en el que Argentina estaba sumergido. Al mismo tiempo, el poder que la CGT y los delegados obreros habían alcanzado en la política exterior peronista le ganaba adeptos en el resto de América, pero hacía “refractarios” a los demás gobiernos de la región (p. 298). De esta manera, las cosas vinieron a complicarse aún más con la serie de firmas que un buen número de países contrajeron con EEUU en un amplio pacto militar. La primera mala noticia vino de Brasil, en tanto dicha firma significó “el fin del ABC” (p. 302). Sin embargo, el cambio de mando en Chile el mismo año y que llevó a Ibáñez a la primera magistratura del país vino a confirmar que había una posibilidad de cambiar el rumbo y revitalizar la tercera posición (p. 316). Sin embargo, Zanatta considera que las nuevas autoridades chilenas, “más papistas que el Papa, llegaron a sugerir al embajador estadounidense que, por su parte, estaban dispuestos a clausurar las publicaciones que habían proferido ofensas [a las autoridades de ese país]” y que “el nuevo gobierno no nacionalizaría el cobre, ni establecería otra vez relaciones con Moscú” (p. 317). Así, el triunfo de Ibáñez sería más aparente que real, en cuanto al acercamiento producido con Perón. Sin embargo, el mandatario argentino abrigaba reales esperanzas respecto a su socio allende la cordillera. “(…) era claro que Perón, al ir a Chile, apostaba a algo más que una mera unión económica. Su idea era siempre crear, bajo la conducción de Buenos Aires, un bloque latino opuesto a los Estados Unidos” (p. 334).
En su visita a Chile para la firma del Acta de Santiago, “el descubrimiento de que el peronismo pretendía exportar el régimen no caía nada bien. Por eso, hablar de justicialismo en Chile equivalía a poco menos que blasfemar en mitad de la misa” (p. 339). Así fue como el acercamiento entre Santiago y Buenos Aires provocó un giro en la política peruana: Odría, ya definitivamente alejado de Perón, se reunió en Brasil con Vargas, lo que confirmó el alejamiento de Río de la tercera posición. En cuanto al Acta de Santiago, cuando Ibáñez comenzó su viaje a la Argentina, “el borrador (…) había sido tan retocado en Santiago que ya podía pasar por un normal acuerdo comercial.” A pesar de esto, “los chilenos especificaron que se requería gradualidad” en la implementación (p. 350). Todos estos movimientos provocaron el alejamiento de Vargas, Odría y Estenssoro, los posibles amigos y aliados de Perón. Sin embargo, el golpe de gracia a mediados de 1953 a la política exterior peronista estuvo dado por el “despojamiento” de cláusulas políticas al Acta de Santiago, lo que convirtió el principal instrumento para llevar a la realidad la tercera posición en un “mero” acuerdo comercial (p. 358).
Finalmente, entre febrero y marzo de 1954, el gobierno de Chile daba por fracasado el Acta de Santiago, debiendo “(…) ser preciso adquirir en Nicaragua la carne jamás llegada de la Argentina” (p. 388). Así mismo, el alejamiento del gobierno del MNR boliviano de Perón se convertía en el mejor indicio del fracaso de la política exterior peronista. En palabras de Zanatta, eran tales las contradicciones internas del régimen peronista que se reflejaban en su política exterior, que “de ello salía la esquizofrénica imagen de un régimen que con apoyo militar cubría de honores a Trujillo, a Pérez Jiménez y a Somoza, y con apoyo obrero salía en defensa de Jacobo Árbenz” (p. 393). De esta manera, a fines de 1954 Argentina ya no contaba con ningún aliado confiable: ni Chile, ni Brasil, ni Paraguay, menos aún Bolivia y Perú. Al intentar acercase a Ecuador, “todo sonaba errático y tardío” (p. 399). Por lo cual, las contradicciones internas del peronismo, anclado entre dos concepciones que formaban “una misma cadena” como la tercera posición y el panlatinismo, no permitían prosperar ningún proyecto integrador.
Como vimos, el libro está estructurado en seis capítulos. Para construir el relato, el autor realiza un total de 540 citas a pie de página, donde prácticamente todas contienen más de un material citado. Lo interesante, es que de la vasta cantidad de materiales aludidos, encontramos una ínfima proporción de citas directas1. Para el capítulo 1, encontramos 1 cita directa de un total de 38 citaciones a pie de página. Para el capítulo 2, cuatro citas directas de un total de 108. Para el capítulo 3, nueve citas directas de un total de 148. Para el capítulo 4, encontramos 2 citas directas de un total de 107. Para el capítulo 5, encontramos 1 cita directa de un total de 95 y finalmente para el capítulo 6, no encontramos ninguna cita directa de un total de 44 menciones a pie de página. Igualmente, hay otro tipo de indicación de que el autor está citando el material primario, en donde una o dos palabras son mencionadas entre comillas. Diferenciamos esta mención al material de las citas directas en tanto las primeras son una frase más o menos representativa de lo aludido, en tanto la segunda a la que nos referimos no contiene más de dos palabras entre comillas. Ejemplo de esto último (y que puebla de manera masiva el libro) es la frase “el destino manifiesto” del peronismo argentino. Recalcamos estos números porque este tipo de “entre comillado” crea un ambiente de lectura donde el lector asume que lo que dice el autor es un parafraseo fiel del material primario. Y así debería ser, si nos condujéramos por la promesa de la introducción de que “las citas al pie de página [se nombran] para no hacer en exceso pesado el texto [sumado] al diálogo con el ya rico cuadro que componen los muchos estudios que menciona la bibliografía final” (p. 8). Sin embargo, es tal la vastedad de palavras sueltas “entrecomilladas” mencionadas en la obra de Zanatta, que el diálogo disciplinario termina diluyéndose en el clima interpretativo del autor. Esto, sumado al bajo número de transcripciones directas, hace que el material primario pierda relevancia en la totalidad del relato.
Por otro lado, pueden destacarse una serie de situaciones contradictorias, tanto de orden externo como de orden interno. La primera es la cantidad de afirmaciones discutibles (algunas de tipo normativo). Por ejemplo, en la página 199 afirma que la relación de Perón con las masas es de “cooptación”, anulando el enorme avance que estudios como el de James2 han demostrado falaz. Asimismo, se demuestra despectivo respecto a la cuestión del “corporativismo”, catalogando el fenómeno de “rebrote” europeo en América. Más allá de la valoración normativa, el corporativismo fue un fenómeno complejo que atravesó países disimiles como el Chile de los años ´30, ´40 y ´50 3. Además, expresa (normativamente) que “´el peronismo ideológico´ desplegado por Ibáñez en la campaña electoral chilena había sido superficial” (p. 334), asumiendo una postura sobre la historiografía del General chileno que la bibliografía aún está investigando4. Finalmente, al afirmar que “los chilenos” habían sido “más papistas que el Papa” en relación a la cuestión del Tratado Militar firmado con EEUU en 1952, asume a Chile como un sujeto homogéneo, libre de fracturas, conflictos y heterogeneidades internas. Contrariamente a la imagen de este país como una democracia ejemplar, un número importante de políticos chilenos hicieron carrera parlamentaria manifestando su anti – peronismo, lo que reflejaría complejidades y heterogeneidades políticas borradas en el libro de Zanatta5.
En cuanto a los problemas de orden interno, que no aluden a cortocircuitos entre otras investigaciones históricas y el libro, podemos citar a modo de ejemplo la narración de los hechos de 1948: el golpe de Odría en el Perú, tuvo cierta influencia en los golpistas de Venezuela liderados por Pérez Jiménez. De los caraqueños, “no era probable que hubieran sido influidos directamente por el peronismo” (p. 192), librando de culpas a Perón. Sin embargo, en la página siguiente encontramos la afirmación de que “las grandes maniobras cumplidas por Perón en Perú y Venezuela tenían también sus contraindicaciones” (p. 193). Entonces, ¿el peronismo influyó efectivamente en Caracas o no? Si juzgamos por la reconstrucción histórica delineada por Zanatta, no podemos afirmar ni positiva ni negativamente, dejándonos en un marco interpretativo de tipo relativista.
Y es que con estos números e índices no pretendemos negar la validez de la interpretación. Efectivamente, consideramos que la interpretación en un marco como el enunciado por Gadamer en cuanto a la productividad del material, de los hechos y de otras interpretaciones (así como de las tradiciones) es un aporte innegable en una disciplina como la historia o las ciencias sociales que no parece fructífero marginar. Sin embargo, dejar de lado la rigurosidad intelectual y disciplinaria nos parece un grave error. Consideramos que la metodología articulada con una interpretación fidedigna de los materiales puede generar un importante avance en las disciplinas “sociales.” Lo cual nos lleva a preguntarnos por aquella relación entre lo visible y lo invisible del texto de Zanatta. Sobre aquello que está invisibilizado en aras de construir un relato abarcativo. De esta forma, la cuestión de las citas nos parece que muestra que el relato, a pesar de ser diverso, adolece de rigurosidad metodológica llevando la interpretación en una dirección no ajena de intereses. Como Paredes6 afirma en una actualización de las sociologías de la ausencia y de la emergencia respecto a la cuestión epistemológica, “¿dónde está usted en la construcción de la realidad y de su conocimiento?”, y “¿qué conocimiento?, ¿para qué? y ¿para quién?”. Ciertamente, estas preguntas difícilmente encontrarán respuestas en el libro de Zanatta.
Notas
1. Por cita directa entendemos una frase completamente transcrita desde el material primario al texto, siendo más o menos representativa de lo aludido. Por ejemplo, Zanatta describe que Ivanissevich habría declarado que “la mejor ayuda que los países latinoamericanos pueden recibir es adoptar la doctrina de Perón” (nota 47, p. 141). Esta frase entre comillas representa un ejemplo de las frases directas citadas en el texto.
2. Daniel James, Resistencia e integración (Buenos Aires: Sudamericana, 1990).
3. Renato Cristi, y Carlos Ruíz, El pensamiento conservador en Chile. Seis ensayos (Santiago: Editorial Universitaria. 1992).
4. Joaquín Fernández A., El Ibañismo (1937-1952): un caso de populismo en la política chilena (Santiago: Instituto de Historia, PUC. 2007).
5. Leonor Machinandiarena de Devoto, Las relaciones con Chile durante el peronismo. 1946-1955 (Buenos Aires: Ediciones Lumiere, 2005).
6. Juan Pablo Paredes, “Pensamiento epistémico y conocimiento social: emergencias y potencialidades en la investigación social”, Revista de Estudios Sociales N° 48, Pp. 125 – 138. Bogotá: Universidad de Los Andes. Versión online [Accesado ultima vez 7/3/2014]. Puede encontrarse en: http://res.uniandes.edu.co/indexar.php?c=Revista+No+48
Resenhista
Nicolás Rojas Scherer – Licenciado en Ciencia Política, Universidad Diego Portales. Estudiante de Magister en Ciencia Política, IDAES-UNSAM E-mail: nicorscherer@gmail.com
Referências desta Resenha
ZANATTA, Loris. La internacional justicialista. Auge y ocaso de los sueños imperiales de Perón. Buenos Aires: Editorial Sudamericana, 2013. Resenha de: SCHERER, Nicolás Rojas. Tiempo Histórico. Santiago, n.7, p.113-119, 2013. Acessar publicação original [DR]