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La Comintern y América Latina: Personas/ Estructuras/Decisiones | Lazar S. Jeifets, Víctor L. Jeifets

El gran reto de los estudios sobre los organismos internacionales consiste en es establecer un equilibrio entre el análisis institucional y narrativo. Quizás, esta tarea vuelve especialmente difícil en el caso de investigaciones acerca de la historia del comunismo. Debemos tomar en cuenta que apenas una ligera línea separa las actividades de protagonistas y las estructuras de la III Internacional, tanto a nivel mundial como a nivel regional. El creciente interés presente entre los académicos rusos hacia la evolución de la izquierda latinoamericana podría no solo ser una herramienta de los estudios históricos, sino contribuir también al entendimiento más pormenorizado de las bases de la política exterior rusa en la región, a la investigación profunda de los raices de la izquierda nacional y sus dimensiones regionales y globales. Desgraciadamente, la cantidad de estudiosos sobre el tema aún no llegó a ser muy significativo, lo que se explica por la percepción de América Latina como un lugar algo ajeno e irrelevante para el comportamiento internacional de la URSS antes y después de la Segunda Guerra Mundial visto en términos del Realpolitik. Una excepción de esa tendencia es el libro recién publicado de Lazar y Víctor Jeifets quienes demuestran el largo camino de la Tercera Internacional para instalar sus bases en América Latina, coordinarlas, disciplinarlas y dirigirlas hacia el reto de lograr una revolución mundial. El texto es resultado de varias décadas de estudios municiosos en los archivos sobre el proceso de la fundación de los partidos comunistas latinoamericanos y sus relaciones con el Comité Ejecutivo de la Comintern (CEIC) y el liderazgo bolchevique.

La historia de la III Internacional sigue siendo llena de mitos y errores cuya etimología es muy diversa. Algunos tienen sus raíces en la interpretación tendenciosa presente en la historiografía comunista, otros proceden de las críticas propagandistas y anticomunistas, y ambas fallas se agravaban por la escasez y ambigüedad de las fuentes primarias. Una muestra de percepción de la Comintern como una simple red subversiva y del espionaje comunista manejada por el gobierno de la URSS es la famosa obra del estadounidense Robert J. Alexander 1. Sin embargo, el trabajo con los archivos emprendido por L. y V. Jeifets les permitió no solamente revelar decenas de nombres de los emisarios soviéticos y de los mismos PP.CC, sino también demostrar las fuertes raices nacionales de varias de las secciones latinoamericanas de la Comintern. El estudio de los enlaces internacionales y regionales de la izquierda latinoamerica ya había sido objeto de las investigaciones de los Jeifets a lo largo de décadas2 y algunos de estos temas logró su espacio merecido en la obra reseñada. Muchos pormenores de la historia de la izquierda en el período de la III Internacional siguen siendo una terra incognita para los académicos. El Archivo de la Comintern en Moscú (que forma parte del Archivo Estatal de la Historia Social y Política (el RGASPI)) es la colección más abundante, pero su organización tiene varias deficiencias que hacen el trabajo académico una tarea ardua. Respecto a los archivos en los países latinoamericanos el problema aún más grande es la pérdida de materiales y documentos a causa de las constantes persecuciones policiacas, la reorganización de los partidos gracias a la rivalidad interna y expulsión de los líderes caídos (estos temas se discuten ampliamente en las pp. 54-55, 57 del libro). Cabe notar que incluso varias obras clave sobre el comunismo latinoamericano hacen caso omiso a estos episodios (un ejemplo de este enfoque es el trabajo del venezolano Manuel Caballero1. En este sentido, otra gran contribución del libro de los Jeifets es la abundancia de fuentes primarias recopilados tanto en el RGASPI, como en el Archivo de la Secretaría de Relaciones Exteriores de México y el Instituto Hoover en California (los EE.UU.). Los autores refutan el viejo error de la historiografía soviética sobre el Partido Comunista de Argentina como la primera sección nacional de la Comintern en América Latina demostrando que fue México donde empezó a cocinarse el primer plan de una revolución comunista continental. El factor del exilio revolucionario en México llevó al frente el asunto de estimular los lazos caribeños, algo que se enfrentó con las limitaciones no previstas. En este aspecto Silvana Ferreyra hacía notar la complejidad y la “autenticidad” regional de la Revolución Mexicana y una contradicción entre la percepción de una revolución “democrático burguesa” y una revolución “socialista”2. De hecho, la Comintern y la URSS nunca fueron la única fuerza que trataba de encubrir al continente en el pensamiento social activo. Durante la época de pos-Guerra los temas de justicia social y la confrontación con las élites oligárquicas eran parte de la agenda de la lucha aguda entre varias facciones nacionalistas. México se constituyó ya a finales de los 1910 como una especie del laboratorio para la crianza de los recursos intelectuales dirigido por un estado láico, socialmente consciente y antiimperialista. La actividad mesiánica realizada por los constitucionalistas y luego bajo la Presidencia de Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles en los círculos obreros, estudiantiles y literarios se contraponía a la línea izquierdista. La propaganda constitucionalista emprendida por Antonio Manero, Jorge Prieto Laurens, Carlos Loveira solía despertar el sentimiento “indolatino” 3. Ese aspecto está algo descuidado en la obra de Lazar y Víctor Jeifets y habría que esperar que en el futuro los autores se refieren más a este asunto delicado de la competencia entre el continentalismo y el comunismo internacional. Un hilo central del libro es la voluntad de los comunistas latinoamericanos de ponerse bajo la dirigencia teórica, organizadora y táctica de los bolcheviques rusos e internacionalistas de la Comintern. Los autores afirman que en las dos primeras fases del crecimiento y desarrollo del comunismo latinoamericano (desde la misión de Mikhail Borodín en 1919 hasta la creación del Bureau Panamericano en 1921, y luego hasta el V Congreso de la Comintern en 1924) las actividades emprendidas por los coordinadores moscovitas se centraron en fomentar la fundación de grupos comunistas y de buscar aliados dentro el movimiento obrero y campesino, asi como entre los intelectuales antimperialistas y pacifistas. El balance de estas obras proselitistas no fue necesariamente positivo. De hecho, las tentativas de los comunistas latinoamericanos de brindar el apoyo a otros grupos “progresistas” en sus países (a las centrales anarcosindicalistas, a las ligas campesinas y a varias fracciones de los intelectuales liberales y militares) cada vez se percibían por la Comintern de manera negativa. La decisión de formar los “partidos proletarios auténticos” en Latinoamérica, donde el ambiente social combinaba las bases semifeudales con nuevas tendencias capitalistas, donde las diferencias regionales a veces eran muy profundas, no hizo nada más que complicar el trabajo de los comunistas cerrandoles el espacio político y legal. Aún más grave fue el “fatalismo geográfico” impuesto por la Comintern que enlazaba la posibilidad del exito del comunismo latinoamericano con la necesidad del liderazgo coordinador del Partido Comunista de los EE.UU. y/o del Partido Comunista de Argentina. En cuanto al papel desempeñado por los funcionarios del CEIC, la mayoría de ellos no poseían las calidades profesionales que les facilitarían a acercarse a la realidad latinoamericana y elaborar recomendaciones adecuadas. Ni siquierda los expertos más conocedores del tema tales como Edgar Woog, Charles Philips, Jules Humbert-Droz y Stanislav Pestkovsky lograban ver la situación fuera del paradigma del “legado feudal” y de la amenaza a los intereses de la clase obrera de parte de la burguesía pequeña y mediana1 . Sólo después del V Congreso de la Comintern y de la creación del Secterariado Sudamericano de la Comintern, empezó una paulatina reconsideración del lugar periférico de la región en la escala de prioridades del partido comunista mundial. Sin embargo, ese proceso fue acompañado por una creciente burocratización de los métodos de dirección y en cierto momento se convirtió en un factor importante para la expulsión del dirigente hisórico del PCA y del Secretariado Sudamericano José Fernando Penelón sustituido por Victorio Codovilla en la dirigencia del partido y del Secretariado Sudamericano (pp. 438-477). En varios capítulos de su obra los Jeifets demuestran que las rupturas dentro de las cúpulas de los PP.CC. podrían ser muy profundas. Así, para ejemplo, fue el “caso de Mella” dentro del Partido Comunista de Cuba, cuando este fundador del PCC y personaje emblemático del comunismo cubano se quedó fuera de las filas partidistas y solo fue restablecido gracias a la insistencia de Moscú y del PC de México. En otros casos, la “bolchevización” emprendida bajo las ordenes directas del CEIC barrió de los Partidos Comunista decenas de los militantes prominentes. El libro discute ampliamente varios vasos regionales: el de México, el de Perú, el de Argentina, el de Venezuela, el de Colombia, el de Paraguay y el de Cuba. Notaremos, sin embargo, una falla de la obra de los Jeifets: los autores casi no discuten las relaciones entre el CEIC y el PC de Brasil; este párrafo sería, sobre todo, importante para investigar los modelos regionales y las peculiaridades del comunismo latinoamericano en tal o cual país. El aspecto más interesante del libro es el tratamiento del “descubrimiento mutuo” entre la Comintern y América Latina. La celebración del X aniversario de la Revolución bolchevique en Moscú llevó en 1927 a la URSS a una delegación considerable de los militantes latinoamericanos interesados en conocer la vida soviético y estimulando, a su vez, el interés social y científico hacia América Latina en el país del socialismo triunfante. En esta misma parte del libro los autores abordan el tema de las oportunidades perdidas para la construcción de frentes progresistas en Latinoamérica a finales de los 1920. A pesar de la debilidad orgánica del movimiento obrero en varios países (México, p.ej.) la Comintern impuso el lema del papel hegemónico del proletariado y tampoco quiso considerar seriamente la inserción de los comunistas en las alianzas amplias patrióticas, liberales y nacionalistas en Colombia, Cuba y Venezuela. Rechazaba fuertemente la colaboración con los “social traidores reformistas” en los países con fuertes tradiciones sindicales (Argentina, Chile y Uruguay) donde los militantes podrían actuar dentro del espacio legal, de tal modo que los PPCC. se quedaban dentro de un aislamiento voluntario. Otra vez México se destacó como un ejemplo más dramático de la contienda entre el comunismo y sus aliados sobre los métodos de la resistencia y relaciones con el gobierno2. El miedo ante la perspectiva del surgimiento de unos nuevos Kuomintangs y de una ideología del “frente único” tras el VI Congreso de la Comintern (1928) resultó en el fracaso de la cooperación con la Alianza Popular Revolucionaria de las Américas (en el caso peruano) y con el movimiento tenientista (el caso brasileño). Irónicamente, la creación del Secretariado Latinoamericano y la introducción de cuotas para los latinoamericanos en las escuelas de cuadros formadas por la Comintern en Moscú coincidieron con la crisis profunda del todo el movimiento comunista en la región. La obra de los Jeifets contribuye a la corrección y modificación de la imagen de la III Internacional como un mecanismo sólido, centralizado y homogéneo que solían construir los historiadores anteriormente 1. Los Jeifets demuestran los avances y retrocesos de la Comintern en la región latinoamericano y el balance controvertido de sus relaciones con los militantes nacionales. Hace tiempo Cole Blasier en su libro sobr la política soviética en América Latina opinó que los errores de la diplomacia de la URSS tenían que ver con la actitud sectaria de la Comintern exponiendo a los comunistas a la violencia “imperialista” de Washington y de las oligarquías nacionales. Afirmaba que habían servido como un chivo expiatorio y una excusa para bloquear o revisar legislación obrera y agraria, limitar las libertades civiles2. No es tan fácil encontrar paralelos directos entre el período de la Comintern y los movimientos radicales latino-americanos durante la Guerra Fría y en la época de la confrontación global. Sin embargo, algunos rasgos del pensamiento de la izquierda latinoamericana de la segunda mitad del siglo XX se puede rastrear en las fórmulas de la lucha continental trazada en los documentos de los primeros partidos comunistas, asi como la idea del “foco único revolucionario” formulada por Ernesto Che Guevara y Régis Debray y heredada por los líderes del “Socialismo Bolivariano del siglo XXI” (pp. 307, 346, 604-605). El libro de Lazar y Víctor Jeifets ha destapado muchos hechos cubiertos, planteando varias preguntas nuevas para los estudios futuros de la izquierda latinoamericana.


Notas

1 Robert J. Alexander, Communism in Latin America, New Brunswick (NJ), Rutgers University Press, 1957. 2 Víctor L. Jeifets, Lazar S. Jeifets, “La inserción internacional de la izquierda comunista anti-gomecista en el exilio venezolano, primeros años”, Revista Izquierdas, 25: Octubre 2015, pp. 1-28.

1 Manuel Caballero, La Internacional Comunista y la Revolución Latinoamericana, 1919-1943, Caracas, Ed. Nueva Sociedad, 1987. 2 Silvana G. Ferreyra, “La interpretación de José Carlos Mariátegui sobre la Revolución Mexicana”, Iberoamericana 11: 43, Madrid/ Frankfurt am Main, septiembre 2011, pp. 49, 55-56. 3 Pablo Yankelevich, “En la retaguardia de la Revolución Mexicana: Propaganda y propagandistas mexicanos en América Latina, 1914-1920”, Mexican Studies / Estudios mexicanos 15:1, Berkeley, invierno 1999, pp. 56-65.

1 Héctor Cárdenas, Historia de las relaciones diplomáticas entre México y Rusia, México, Secretaría de Relaciones Exteriores, 1993, p. 144.

2 Víctor L. Jeifets, Irving Reynoso Jaime, “Del Frente Único a clase contra clase: comunistas y agraristas en el México posrevolucionario, 1919-1930”, Revista Izquierdas, 19: Agosto 2014, pp. 23-26.

1 Boris Goldenberg, Kommunismus in Lateinamerika, Stuttgart, Köln, Mainz, Verlag W. Kohlhammer, 1971.

2 Cole Blasier, The Giant’s Rival: the USSR in Latin America, Pittsburgh, University of Pittsburgh Press, 1983, p. 18.


Referencias

  1. Robert J. Alexander, Communism in Latin America, New Brunswick (NJ), Rutgers University Press, 1957. 2. Cole Blasier, The Giant’s Rival: the USSR in Latin America, Pittsburgh, University of Pittsburgh Press, 1983. 3. Manuel Caballero, La Internacional Comunista y la Revolución Latinoamericana, 1919- 1943, Caracas, Ed. Nueva Sociedad, 1987. 4. Héctor Cárdenas, Historia de las relaciones diplomáticas entre México y Rusia, México, Secretaría de Relaciones Exteriores, 1993. 5. Silvana G. Ferreyra, “La interpetación de José Carlos Mariátegui sobre la Revolución Mexicana”, Iberoamericana 11: 43, Madrid / Fr ankfurt am Main, septiembre 2011, pp. 41-59. 6. Boris Goldenberg, Kommunismus in Lateinamerika, Stuttgart, Köln, Mainz, Verlag W. Kohlhammer, 1971. 7. Víctor L. Jeifets, Irving Reynoso Jaime, “Del Frente Único a clase contra clase: comunistas y agraristas en el México posrevolucionario, 1919-1930”, Revista Izquierdas, 19: Agosto 2014, pp. 15-40.
  2. Víctor L. Jeifets, Lazar S. Jeifets, “La inserción internacional de la izquierda comunista anti-gomecista en el exilio venezolano, primeros años”, Revista Izquierdas, 25: Octubre 2015, pp. 1-28. 10. Pablo Yankelevich, “En la retaguardia de la Revolución Mexicana: Propaganda y propagandistas mexicanos en América Latina, 1914-1920”, Mexican Studies / Estudios mexicanos 15: 1, Berkeley, invierno 1999, pp. 35-71.

Resenhista

Alexey A. Manukhin – Dr. a Ciencias Históricas, Centro de Estudios Políticos, Instituto de Latinoamérica de la Academia de Ciencias de Rusia, Moscú, la Federación Rusa. E-mail: warcraftdouble@yandex.ru


Referências desta Resenha

JEIFETS, Lazar S.; JEIFETS, Víctor L. La Comintern y América Latina: Personas, Estructuras, Decisiones. [Komintern i Latinskaya Amerika: lyudi, struktury, resheniya, en ruso]. Moscú: ROSSPEN, 2019. Resenha de: MANUKHIN, Alexey A. Revista Izquierdas, 49, 2020. Acessar publicação original [DR/JF]

Itamar Freitas

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