La aventura de escribir: la narrativa de Angélica Gorodischer – ALETTA DE SYLVAS (REF)
ALETTA DE SYLVAS, Graciela. La aventura de escribir: la narrativa de Angélica Gorodischer. Buenos Aires: Corregidor, 2009. 288 p. Resenha de: ALLOATTI, Norma. A la ventura de las palabras. Revista Estudos Feministas v.19 n.1 Florianópolis Jan./Apr. 2011.
La narrativa de Angélica Gorodischer, estudiada en sus pormenores en el libro de Graciela Aletta de Sylvas, invita a recorrer el camino trazado por los libros de la prestigiosa escritora argentina con el oportuno complemento de un repaso por teorías y enfoques lingüísticos que, además de la rigurosidad, dan cuenta de una actualización tenaz en su tratamiento.
El estudio del conjunto de cuentos, novelas y ensayos de Angélica Gorodischer, emprendido por Aletta de Sylvas como tarea académica (es la primera tesis doctoral dedicada a la producción de Gorodischer), conduce a lectoras y lectores por un recorrido signado por la abundancia de instrumentos conceptuales que, si en los primeros capítulos atienden a posicionar a la escritora en el lugar que ocupa en la literatura argentina, en los últimos muestran una profunda mirada sobre los relatos y la vinculación que cada uno de ellos tiene con géneros narrativos de variada factura, producidos por Gorodischer en su prolífica vida escritural. Advierte con certeza las influencias que en cada texto, en cada narración, quedan manifiestas desde la vida misma de la autora, desde la energía y la vitalidad que ella irradia. Las estampas biográficas que aparecen en el primer capítulo lo traducen con claridad y le permiten adentrarse, a partir del segundo, en un análisis perspicaz de las inscripciones literarias que la autora rosarina ha desenvuelto a partir de su primer cuento policial publicado en 1964, para recalar en sus escritos más recientes. No soslaya, tampoco, la marca feminista que la escritora introduce en sus textos y, en este análisis desde la perspectiva de género, Aletta de Sylvas bucea en pródigos conceptos que le proporcionan mayor profundidad en la dilucidación de la narrativa en estudio.
La instalación de los primeros textos de Gorodischer en “géneros menores” ubica a la escritora en un ambiente literario cuasi marginal, el de revistas y editoriales que, aunque crecientes en producción, están destinadas a la difusión de la ciencia ficción, el policial y la literatura fantástica. Sin embargo, lanzada a escribir, Gorodischer también produce cuentos y novelas que, enseguida, alcanzan buena repercusión y le valen reconocimiento como autora pionera en la ciencia ficción de Argentina. Cultora del policial y las novelas de aventura, imprime a su narrativa una torsión de género que, por otra parte, es fundacional en la mayor parte de sus textos posteriores. La inscripción inaugural en el mundo literario argentino, que Aletta de Sylvas no descuida en ningún momento, muestra cómo Gorodischer transita por jardines con senderos que se bifurcan. Desde sus primeros relatos, concluye la estudiosa: “Su producción no admite encasillamientos ni rótulos, por el contrario, transita el camino de la libertad y la innovación demostradas en cada texto publicado. Su tarea no admite el límite de la clausura sino el riesgo de la apertura hacia nuevas y futuras escrituras” (p. 46).
Aletta de Sylvas quita los cerrojos de los pórticos que propone la narrativa de la escritora en los capítulos siguientes de su libro. Para establecer los rasgos sobresalientes de cada texto estudiado, primero ubica el género con abundante información sobre el corpus originario y, en mayor medida, sobre el desarrollo del género en Argentina. De modo que, para ubicar a Gorodischer, deshila, por un lado, las formas del género y su difusión y, por otro, desentraña sus escritos situándolos en el ámbito histórico de producción. Así, Opus Dos (1967) puede ser leída desde el contexto histórico nacional; también, gracias a la inversión de perspectivas que le imprime Angélica Gorodischer a sus protagonistas (los negros mandan y los blancos están relegados socialmente), puede ser mirada como un alegato contra la discriminación racial, lo que coloca a la novela dentro de lo que fuera considerada una renovación formal de la ciencia ficción, orientada hacia la búsqueda de distopías.
Aletta de Sylvas encuentra el relativismo cultural y las señales de otredad en textos de Bajo las jubeas en flor (1973), Casta luna electrónica (1977) y Trafalgar (1979), donde los viajes interestelares son meras excusas para que Angélica Gorodischer desmenuce las palabras, las reinvente, las recree y las libre a la imaginación de lectoras y lectores, imprimiendo así, en su tarea ligada a la ciencia ficción, un sesgo tan personal que dificulta cualquier encasillamiento; aunque emparentado con autores extranjeros por su lenguaje y sus argumentos, se ancla en la vida diaria de la ciudad que ella habita, Rosario, ya que en los relatos se subrayan las experiencias, deseos y frustraciones de seres cotidianos.
En esta segunda parte del libro, se destina un capítulo completo para revisar el paso que Gorodischer da hacia lo fantástico con su novela Kalpa Imperial (1983), libro premiado y clasificado de diversos modos por la crítica, que aún no ha acertado en definir su género, aunque se haya advertido en él, por ejemplo, parentescos con Tolkien. El examen de la novela muestra cómo su autora mantiene una frontera lábil entre lo maravilloso y lo fantástico mediante la creación de situaciones posibles, acaecidas a seres reales en tiempos remotos e indefinidos que toman cuerpo a través del relato oral que se hace de esos sucesos. Kalpa se constituye como un texto diferente, caracterizado por rasgos más modales que genéricos, donde no hay preeminencia sino equilibrio entre lo mágico y lo fantástico. En estos modos literarios Aletta de Sylvas rastrea las reflexiones de Angélica Gorodischer sobre el poder, los habitantes del sur, la construcción de una sociedad compleja, que puebla una ciudad mítica que se va ordenando en los relatos del contador de cuentos, al que se le da el sitio más poderoso, ya que domina el saber y las palabras. Así, señala Aletta de Sylvas, en el sentido en el que Sherezade hizo sus relatos, Angélica Gorodischer “dueña del logos, como el contador de cuentos de Kalpa, despliega el arte de contar y trasmite poder a la palabra” (p. 95). En esta novela, en relatos de los libros revisados en el capítulo anterior sobre los que vuelve, y también en “Cartas de una inglesa”, del libro Las pelucas (1968), se encuentran rastros que contextualizan al cuento fantástico que, en Gorodischer, siempre se acompañan de sucesos domésticos, aunque la trama se constituya con hechos reales e irreales que se alternan.
La tercera parte del estudio de Aletta de Sylvas está destinada a analizar el cambio que Gorodischer estampa en su producción literaria situándose con decisión plena en el territorio del feminismo, con relatos en franca resistencia a las leyes patriarcales. En estos textos, los roles protagónicos de sus cuentos y novelas están en manos de mujeres que se proyectan a partir de lo que desean y no de lo que está legitimado por los mandatos familiares o sociales, reglas construidas durante siglos desde una óptica de dominación masculina, tal como se ha constituido el lenguaje. En Floreros de Alabastro, Alfombras de Bokhara (1985) por primera vez en la narrativa argentina es una mujer la que protagoniza, en un policial remedado, la figura del detective. En la novela Gorodischer conjuga el policial y el feminismo, invierte el lugar del investigador poniendo en él a una señora mayor que, hasta el momento de vivir las aventuras de Floreros, tenía una imagen convencional de la vida femenina como madre, subordinada al poder masculino, imagen que se subvierte en las misiones que ejecuta durante un viaje a México, donde se desenvuelve como una heroína.
Situaciones similares se examinan en la novela Jugo de Mango (1988) y en los cuentos “El inconfundible aroma de las violetas silvestres” (en Las repúblicas, 1991), “Las luces del Puerto de Waalwijk vistas desde el otro lado del mar” (en Técnicas de supervivencia, 1992) y “La resurrección de la carne” (en Mala noche y parir hembra, 1983). En estos relatos, las protagonistas se metamorfosean en mujeres que se lanzan a la aventura que les propone la vida, desde su propia cotidianeidad, cuando descubren que su identidad personal no acuerda con las rutinas, los mandatos y los modelos socialmente preestablecidos.
Angélica Gorodischer no sólo traspasa el límite doméstico de lo cotidiano y familiar con sus personajes femeninos que se convierten en heroínas algunas veces, otras en vengadoras o rebeldes, sino que a través de darle voz propia a sus personajes, darle conciencia de su verdadero lugar en el mundo, poniéndole nuevas palabras en sus bocas, las devuelve de sus transgresiones a un mar de autoestima y reconocimiento. Graciela Aletta de Sylvas lo descubre en diversos textos que explora con detalle en el capítulo que cierra con el análisis de la novela La noche del inocente (1996), en la que la mujer transgresora es nada más ni nada menos que la figura de la Virgen María, en un rol más humano que divino. En este libro, como en tantos otros relatos, puede reconocerse que Gorodischer vuelve hacia las fórmulas del matriarcado, en los que los signos del culto a la Diosa sustentan el armazón social.
La tercera parte del libro de Aletta de Sylvas, por cierto la más extensa y sustanciosa, dedicada al perfil feminista de Angélica Gorodischer, presenta un capítulo íntegro para el examen de la saga de mujeres que matan, creadas por la autora. Entre ellas, incluye las de sus inicios en Mala noche y parir hembra hasta las que aparecen en la obra colectiva Locas por la cocina (1997) y, en particular, en los cuentos policiales reunidos en Cómo triunfar en la vida (1998). Analiza cómo la escritora despliega en sus personajes femeninos una variada gama de delitos y escenarios: casa de familia, prostíbulos, cárceles, en los que hay asesinatos, robos, explotación de mujeres que tienen como responsables a mujeres, aún en los casos en los que la narrativa policial propone protagonismos masculinos, por lo que no se hallan en sus personajes sólo féminas víctimas, sino también delincuentes. Por venganza o defensa propia, para robar o reparar injusticias sociales, o sólo sobrevivir en un mundo donde las marcas masculinas son muy fuertes, Gorodischer deconstruye la identidad normalizada para poner en sus mujeres literarias la invención de posibles nuevas identidades. El rol tradicional de víctima se trastoca en variadas ocasiones, en las que, en cambio, la o las mujeres son victimarias.
En consonancia con las teorías más recientes, Aletta de Sylvas hace el examen de Doquier (2002), novela en la que la escritora trabaja lazos identitarios, pero no definidas marcas de género, ni sexual ni literario. ¿El o la protagonista hace gala de su clandestinidad en la aventura que transcurre al finalizar el siglo XVIII? Enigma que el relato sostiene hasta el final, ya que las señales enunciativas no dan pistas sino, más bien, se hacen esquivas todo el tiempo. En esta novela, la estudiosa rastrea lo que es característico en las últimas producciones de Angélica Gorodischer, quien practica
múltiples transgresiones identitarias, cambios de sexo y género, ambigüedades y metamorfosis que desafían el imaginario de nuestra sociedad occidental basado en rígidas diferencias entre hombre y mujer y cuyo fundamento está constituido sobre la heterosexualidad (p. 197).
Asimismo, sobre un armazón vinculado al policial, identidades dobles e interjuego de protagonistas de grupos sociales diferentes se atraviesan en Fábula de la Virgen y el Bombero (1993), donde las fronteras entre la invención y la realidad se hacen borrosas, aunque las y los protagonistas se sitúen concretamente en el Rosario prostibulario de los años 1930.
La cuarta parte del libro, dedicada a los avatares del lenguaje, corona el estudio con dos capítulos que dedica a la diversidad de voces y tonos con los que se identifican cada uno de los personajes creados por la escritora. Dos novelas, además de algunos cuentos que se retoman, son objeto de análisis: Prodigios (1994) y Tumba de jaguares (2005). En estas producciones, Aletta de Sylvas halla el estilo múltiple y polifónico de la prolífica escritora, que se prodiga mediante un lenguaje poético, misterioso, mágico, que pone foco, justamente, en la escritura y en sus avatares. Y lo hace con “fina percepción estética”, en opinión cabal de María Rosa Lojo, quien prologa esta edición.
En compañía de los textos de Angélica Gorodischer y desde ellos, Graciela Aletta de Sylvas recorre las transgresiones, los placeres, los absurdos, los crímenes y las pasiones del largo camino trazado por la escritora. Ambas, se reconocen fervientes lectoras y afrontan, con verdadero entusiasmo, la tarea de hacerse a la ventura de las palabras.
Norma Alloatti – Instituto Superior de Formación Docente, Rosario.