Inventando a Hayden White. Imaginación y narrativas | Norma Durán R. A.
En una exposición sobre lo que implica el concepto de invención traído a cuento en diferentes discursos históricos, en particular en aquellos que abordan el proceso derivado del arribo de los europeos a América, José Rabasa distinguía al menos tres sentidos de tal noción: uno que equipara la invención al descubrimiento de algo desconocido; otro, en claro contraste con el primero, que la coloca en oposición al descubrimiento y, en este sentido, la relaciona con una distorsión o representación no confiable e imperfecta de una entidad dada, y, por último, uno que valora los procesos culturales y, en especial, los procedimientos semióticos y retóricos que operan en los discursos que rodean, abordan, atraviesan y configuran un asunto y su comprensión. Es a este último empleo del concepto de invención al que se inscribe Rabasa y desde el cual construye su estudio.1 Al hacerlo, seguía los pasos de quienes, como su maestro Hayden White, consideraban que la historia no ofrecía una vía de acceso directa, transparente y cabalmente correspondiente al pasado. Este último pensador, de hecho, sobresalió por cuestionar la supuesta objetividad aséptica y científica de la historia, destacando los cruces entre ésta y la literatura. Desde la publicación de Metahistoria en 1973, se dedicó a exponer los elementos poéticos que se ponen en juego en los entramados históricos, postura que fue afinando, reformulando y matizando en ensayos posteriores a raíz de las muchas críticas que fue recibiendo. De ahí que pueda decirse que a ambos autores los une el interés por lo que la historia tiene de ficción, de figuración, de invención en el sentido semiótico antes señalado.
Así pues, la elección del título Inventando a Hayden White. Imaginación y narrativas es sumamente evocativo en un volumen que pretende, a decir de Norma Durán, su coordinadora, “rendir un homenaje a quien nos puso de cabeza con su obra Metahistoria y ponernos al corriente de sus últimas obras y artículos, así como ofrecer un homenaje a nuestro querido José Rabasa” (27).2 Pero también se trata de una apropiación del gesto provocador que lanzaron estos destacados pensadores de la historia. Los ocho capítulos del libro exponen aproximaciones muy diversas a la obra de White, propiciadas por una visión que no busca describirla y analizarla como una entidad cerrada y fija, sino asimilarla como un punto de partida, una propuesta situada, una configuración reflexiva, cambiante y estimulante. Si bien en todos ellos la pregunta por la relación entre la escritura, la historia y el pasado en el pensamiento whiteano resulta central, cada uno se enfoca en aspectos distintos y se sirve de diferentes recursos de estudio y lectura para llegar a múltiples propuestas.
Quizá el ejemplo más claro de esto se encuentra, de hecho, en los dos primeros ensayos del libro: el de José Rabasa y el de Silvia Pappe.3 Ambos se enfocan en la lectura de obras sobre el Holocausto que expone White en El pasado práctico, y en cómo ésta implica una concepción de la novela modernista en la que, aunque no determinados por una trama en el sentido tradicional-realista, los acontecimientos son aprehendidos y presentados a través de un entramado figurativo. Lejos de descalificar su valor referencial, tal entramado le otorga fuerza poética a un discurso que busca lidiar con un asunto de tal novedad e impacto. Ahora bien, mientras José Rabasa señala que su interés en la materia “no reside en lo que White nos dice de ella, sino en lo que su decir nos dice de White” (40), Silvia Pappe nos sumerge en su propia experiencia de lectura siguiendo la idea whiteana de que “las formas de leer influyen invariablemente en la escritura” (69). El resultado en el caso de Rabasa es un ensayo que destaca la atención que el maestro puso en las obras de Primo Levi, W. G. Sebald y Saul Frielander, como un gesto que se alinea con una crítica a la “negativa de la historia a aceptar otros discursos que el literal” (57). Pero, sobre todo, se trata de una lectura que relaciona estas obras con una crítica a la tradición decimonónica de la teoría de la historia que, en su afán de cientificidad y objetividad, no era capaz de identificar ni los elementos poéticos ni las raíces ideológicas de la labor del historiador. Al denunciar las bases ideológicas, figurativas y occidentales de la forma en que la historia presenta su materia -así como sus afinidades y diferencias frente a la novela moderna y posmoderna-, White podría ser considerado, según un ilustrativo juego de palabras propuesto por Rabasa, el “último blanco” (39).
La aproximación de Pappe, por otro lado, parte de una particular observación de la lectura que White hace del Austerlitz de Sebald, donde, más allá de extraer y comentar las consecuencias teóricas del ejercicio whiteano, se apropia de algunas de sus pautas y algunos de sus guiños para trazar su propio itinerario de lectura de la obra de Sebald. De esta manera, una sucinta pero esclarecedora exposición sobre las distinciones, introducidas por White, entre el pasado histórico y el pasado práctico, y entre el sujeto literario y el sujeto de la historia, así como un señalamiento de los componentes éticos y poéticos que las atraviesan, acompañan una lectura de Austerlitz que la propia Pappe califica como distinta a la de White (69). Sin hacer de lado las propuestas del filósofo de la historia, la autora de este capítulo las encauza a la discusión del papel de la memoria en la obra de Sebald, aspecto que se tocaba en El pasado práctico, pero en el que no se abundaba mucho. Inventando a Hayden White, Pappe termina por proponer una “poética de la memoria: involuntaria, sorpresiva, indirecta, fragmentaria, huidiza en todo momento” (72). Además, nos muestra este aspecto como pertinente para la discusión sobre los géneros literarios posmodernos relacionados con la historia y para la distinción del tiempo simbólico en el que estos textos orbitan. De este modo, el interés en un mismo texto se disemina, como a menudo sucede en las obras dedicadas a White,4 en operaciones distintas en Rabasa y Pappe.
No obstante, el sentido de apropiación de Pappe se asemeja al ejercicio propuesto en el texto de Verónica Tozzi.5 Ella también reconoce que su escrito se encuentra atravesado por algunos de los procedimientos y aspectos que ahí mismo aborda; en este caso, sin embargo, no se refiere a la lectura de un texto literario, sino a la asimilación del método figural, discutido por Erich Auerbach en Mimesis y después apropiado por White en la noción de realismo figural. El estudio de los dos conceptos y de su relación le sirve a Tozzi para discutir las observaciones de White y de sus detractores sobre los peligros de una perspectiva constructivista del pasado. En esta discusión, la filósofa considera fundamental distinguir entre una postura inclinada al escepticismo (o realismo representacionalista), como la de Arthur C. Danto, y una pragmatista (realismo perspectivista). Dentro de esta última coloca, como lo ha hecho ya en otros de sus trabajos, a la mancuerna White-Auerbach.6 Pero en esta ocasión enfatiza en especial su afinidad con el pensamiento anticartesiano de Mead, propiciada por su profunda relación con Giambattista Vico. Mediante la vinculación de los trabajos de White, Auerbach y Mead, elaborada con un gran detalle en el capítulo, Tozzi distingue una perspectiva donde el pasado ya no es visto como algo inaccesible al conocimiento, sino que es abordado a partir de “problemas en y para un presente, como algo a construir-producir en el trabajo de investigación” (123).
Igualmente interesado en la relación entre Auerbach y White se muestra Alfonso Mendiola, aunque desde un enfoque claramente distinto al de Tozzi. En un texto de precisión destacable,7 Mendiola emprende un contraste entre la concepción clásica de la causalidad histórica y aquella derivada del realismo figural propuesta por Auerbach: “Mientras la primera plantea que un evento histórico se explica por un evento anterior, el pasado funciona como explicación causal del presente. En el realismo figural lo que hay es una relación retrospectiva, en donde el futuro se reconoce en un pasado. Reconocerse significa, para Auerbach, que el evento posterior se comprende a sí mismo como culminación” (168- 169). Este modelo termina por ser adoptado por White en su discusión de las distintas formas en que se configuran los escritos históricos -no sin emplear una selección poética ni sin desplegar una función ética-. De esta manera, si bien la comparación entre Auerbach y White ya había sido abordada por Tozzi, esta es ahora articulada por Mendiola con un fin distinto: enfatizar que para White “el realismo […] no tiene sentido ontológico” (157) y “la historia no existe independientemente de su narración” (173).
Por su parte, Carlos Mendiola Mejía8 se vale también de la vinculación de las propuestas de White con las de otro pensador, si bien, en su caso, esta operación no se realiza tanto para mostrar las apropiaciones teóricas del autor, sino para establecer una analogía que permita dilucidar mejor uno de los conceptos que propuso. En una exposición que la introducción del libro no se equivoca en calificar de precisa y breve, pero notablemente clara, Mendiola Mejía acude al concepto kantiano de organismo para ilustrar la noción whiteana de literatura, derivada de sus reflexiones sobre el cambio en el campo literario. En su disertación Mendiola Mejía atiende a la concepción de dicho campo como algo compuesto de partes diversas y cuyas variaciones no pueden ser entendidas meramente desde la relación de sus elementos, sino que deben observarse desde un principio general de base extraliteraria y, además, como algo cuya explicación no puede partir sino de “una precomprensión que proyecta una relación que permita unir a un pasado y proyectarlo hacia el futuro” (110). A partir de ello, el autor de este capítulo encuentra en la conexión entre tales aspectos del pensamiento whiteano y el juicio teleológico de Kant una analogía fecunda.
Con una cierta semejanza respecto al proceder emprendido en los capítulos antes referidos, las relaciones entre la obra de White y el pensamiento de Auerbach, Kant y, en especial, Vico son también retomadas por Norma Durán.9 No obstante, en su exposición Durán no se enfoca tanto en clarificar un concepto preciso; más bien se concentra en realizar una muy nutrida contextualización del pensamiento del maestro, o, más concretamente, en “pensar históricamente su trabajo” (175). Para ello, se sirve de la descripción de los cambios suscitados en la práctica histórica y en la filosofía de la historia a partir de la segunda mitad del siglo XX, esto bajo el ilustrativo entendido de que “los cambios en las formas de hacer historia traen consigo nuevas ‘filosofías de la historia’” (184). La aparición del giro lingüístico, el estructuralismo, el constructivismo, pero, sobre todo, el retorno de la retórica como desafío al cientificismo reinante en la filosofía de la historia decimonónica, y el surgimiento de la historia de las mentalidades y de la historia de lo imaginario, son expuestos por esta autora como el ambiente donde se desarrolla el pensamiento figurativo y narrativista de White. La contextualización presentada permite dimensionar el muy whiteano interés en “el contenido de la forma” y comprender su concepción del pasado como, según Durán, algo que existe, pero cuya disposición en el discurso histórico depende siempre de una inscripción en una trama escrituralmente mediada.
Una vez presentadas algunas posibles apropiaciones de White, algunas analogías, relaciones y contrastes de su pensamiento respecto a autores que le anteceden, una vez expuesto también el contexto desde el cual mira a la historia y a la historiografía, el libro cierra con dos capítulos que se sirven de la vinculación de las ideas whiteanas con otras propuestas para, esta vez, presentar sus límites y ampliar sus postulados. Si bien en un inicio José Rabasa caracteriza a White como quien “llevó el cuestionamiento de la historia hasta sus últimas consecuencias” (69), Ricardo Nava Murcia no teme proponer una radicalización de su pensamiento.10 Para ello parte de la pregunta por lo que White entiende por leer; a partir de esto, expone la contextualización teórica dentro de la cual se asume el propio White: la teoría postsassureana del signo, que contrasta tanto con las posturas hermenéuticas clásicas como con las recuperaciones de la llamada nueva hermenéutica sostenida por autores como Gadamer y Ricoeur. Este arraigo teórico motiva que White entienda por leer el acto de “explicar el sentido identificando las pautas de códigos por las que la representación está relacionada con la vida social” (214). Y, sin embargo, Nava Murcia considera que este concepto podría empujarse todavía más al contemplar, como lo hace Jacques Derrida, la iterabilidad de la escritura, “la ruptura de todo contexto diseminado de comunicación” (226). Así pues, la consideración de la propuesta de Derrida expande, según Nava Murcia, los límites de la de White.
Finalmente, con un propósito distinto, pero mediante un ejercicio similar, Fernando Betancourt Martínez acude en su texto11 a la teoría de sistemas para mostrar la complementariedad de las propuestas de White relativas a su noción de codificación respecto a ciertos conceptos de la comunicación derivados de la teoría de la información. En su ensayo, como Durán, emprende una cuidadosa contextualización del pensamiento de White, pero introduce como lente iluminadora las distinciones forma/medio y significado/significante. Valiéndose, en particular, de la noción de la observación de la observación (observación de segundo orden), Betancourt describe de manera detallada cómo el de White es un “ejercicio reflexivo que busca mantenerse en los márgenes prescritos y llevar hasta sus últimas consecuencias una descripción de la historiografía” (240), una postura irónica que mostró, en un gesto autorreflexivo, los límites y puntos ciegos del ejercicio histórico, desde donde mira. En este sentido, la lectura de Betancourt destaca que en White puede encontrarse “una circularidad productiva que abre el umbral para otras posibilidades”; sus libros, concluye en una aportación notable, “pueden ser vistos como observaciones de observaciones, mismas que aluden recursiva y directamente a la improbabilidad de la comunicación historiográfica” (258).
Que el libro cierre con la mención de la calidad de umbral del pensamiento whiteano es, considero, una última respuesta a la provocación establecida desde el título. Un volumen que reúne perspectivas, lecturas, recursos y procedimientos tan heterogéneos termina por ser una invitación a continuar inventando, pues el Hayden White que aquí se expone no es, como puede notarse en el recorrido por sus ocho capítulos, un autor monolítico y descifrado, sino uno múltiple y, sobre todo, abierto a nuevas aproximaciones, cuestionamientos, retos, contextualizaciones y radicalizaciones. Es cierto que la reunión de enfoques múltiples en un solo volumen, y la discusión, por ejemplo, de las relaciones del pensamiento whiteano con el pragmatismo, con ciertas regiones de la obra de Kant o con las perspectivas postsassureanas del signo no son algo nuevo; no obstante, la reunión de indagaciones provenientes de varias voces tan destacadas dentro del ámbito latinoamericano de la filosofía y la teoría de la historia es un mérito incuestionable de este volumen. Más allá de, como señala Durán en la introducción, “preguntarse por la vigencia de una obra” y “aceptar que se escribió en un contexto y que ese contexto cambió” (14), Inventando a Hayden White, con sus múltiples apreciaciones, aproximaciones y apropiaciones, se constituye como una invitación a seguir leyendo, contrastando, asimilando y cuestionando la obra de este pensador en nuestro presente.
Notas
1 José Rabasa, De la invención de América. La historiografía española y la formación del eurocentrismo (México: Universidad Iberoamericana, 2009), 19–25.
2 A partir de esta cita, todas las referencias en texto corresponden a Norma Durán R. A., coord., Inventando a Hayden White. Imaginación y narrativas (México: Universidad Autónoma Metropolitana-Azcapotzalco, 2020).
3 Estos ensayos llevan por título “El último White” y “Hayden White y las lecturas entrecruzadas (Austerlitz y The Practical Past)”, respectivamente.
4 Véase, por ejemplo, el conocido volumen editado por Frank Ankersmit, Ewa Domańska y Hans Kellner, Re-figuring Hayden White (Stanford: Stanford University Press, 2009), donde la multiplicidad de las aproximaciones reunidas puede apreciarse desde el índice. Como en el caso del libro aquí reseñado (dividido en dos secciones, “Historia y literatura” e “Historia y narrativa”), Re-figuring Hayden White se vale de divisiones seccionales (“Philosophy”, “Narrative”, “Discourse” y “Practice”) para encarar las varias aristas del pensamiento whiteano y su amplia posibilidad interpretativa. No está de más remarcar también la semejanza en los títulos de estos dos libros.
5 El texto lleva por título “La realidad del pasado en el presente. White, Auerbach y Mead”.
6 Véase, por ejemplo, “A pragmatist view on two accounts of the nature of our ‘connection’ with the past: Hayden White and David Carr thirty years later” (Rethinking History, 2018), donde Tozzi dirige su mirada a los trabajos de Hayden White y John Carr a la luz de las indagaciones pragmáticas de John Dewey.
7 Se trata del capítulo “El realismo ficcional, entre White y Auerbach”.
8 El texto de Mendiola Mejía se titula “La historia de la literatura como juicio teleológico kantiano. Notas sobre ‘El problema del cambio en la historia literaria’ de Hayden White”.
9 Su texto se titula “Hayden White. El retorno de la retórica”.
10 “¿Qué es leer? Las relaciones entre texto y contexto desde otra idea de la escritura” es el capítulo a cargo de este autor.
11 Se trata del capítulo “La obra de Hayden White: un signo entre la contingencia y la improbabilidad”.
Resenhista
Patricia Georgina Rico León – Escuela Nacional de Estudios Superiores, Unidad Morelia Universidad Nacional Autónoma de México. Correo: patricia.geo.rl@gmail.com
Referências desta Resenha
A., Norma Durán R. (coord.). Inventando a Hayden White. Imaginación y narrativas. México: Universidad Autónoma Metropolitana-Azcapotzalco, 2020. Resenha de: LEÓN, Patricia Georgina Rico. Invención: aproximaciones diversas a una obra plural. Historia y Grafía, n.60, p.393-401, 2023. Acessar publicação original [DR/JF]