PARENTINI, Luís Carlos (Comp.). Historiadores chilenos frente al bicentenario. Santiago de Chile: Comisión Bicentenario, 2008, 535 p. Resenha de: MARTIN, Lara. História [Unesp] v.29 no.1 Franca 2010.
A pocos años de celebrar los doscientos años de vida independiente en diversos países de América Latina, en Chile los historiadores tempranamente se están haciendo parte de dicha conmemoración. Como era de esperar, desde una visión crítica analizan el pasado nacional, no sin cierta visión diagnosticadora del tiempo presente que bien hace recordar las palabras de Bloch y Febvre en cuanto a que los seguidores de Clío son hombres de su tiempo.
Invitados por el etnohistoriador Luis Carlos Parentini, más de setenta historiadores a lo largo de quinientas treinta y cinco páginas reflexionan sobre Chile en perspectiva histórica. La vitalidad de la historiografía chilena es una de las principales características que el libro presenta demostrado en que historiadores de distintas generaciones y casas de estudio del país y extranjero, surcan ideas y problemas, generando discusiones y soluciones sobre la historia chilena. Desde la historia de las ideas, pasando por la historia de la educación, social, económica, indígena, sensibilidades, género, cultural y política, hasta llegar a la antigua y medieval, van dando forma a un libro que representa el perfil de un rubro del saber que particularmente en Chile ha tenido una larga tradición.
En el prólogo escrito por Parentini, se dan a conocer ideas bastante singulares que hacen recordar empresas similares desarrolladas en Francia con motivos del bicentenario de la toma de la Bastilla y en Hispanoamérica con los quinientos años del descubrimiento. Si bien, se reconocen hechos como aquellos, el compilador profundiza la situación para nuestro caso en el sentido de promover una conciencia entre los historiadores sobre el papel que cumplen en la sociedad contemporánea, considerando que están frente a una difícil situación en que prevalece la información inmediata y fugaz en beneficio de lo actual, por sobre el desarrollo de la memoria que tiene vocación de traspasar el momentum. Del mismo modo, en clave de redención, se pueden leer espacios de profunda convicción de la necesaria y compleja labor que la historiografía chilena ha tenido en la construcción de la nación. Como dice, es la oportunidad de hacer un “mea culpa en cuanto a las voluntarias omisiones, tergiversaciones y exageraciones en la que muchas veces se cayó para satisfacer ciertas necesidades de Estado o grupos de interés a lo largo de doscientos años“ (PARENTINI, 2008, p.15-16). Esto no necesariamente sitúa al libro en una plataforma del metadiscurso acerca del pasado, sino en una prueba de auto reconocimiento sobre la sensibilidad y cuidado con que se debe laborar acerca del pasado de una sociedad y que, muchas veces, en países como los hispanoamericanos han sido desplazados en beneficio de las circunstancias políticas.
El libro es inaugurado por las plumas de los ocho premios nacionales de historia laureados hasta el 2006 que, como pater familias, reflexionan sobre el oficio de historiar y la concepción que tienen del pasado a partir de sus especialidades. Se debe recordar, que dichos textos fueron escritos para presentarlos oralmente en un seminario que se realizó el año 2006 en la sala de lectura del Archivo Nacional, de ahí su particular redacción y estilo. En los textos, la reflexión académica de años de experiencia inunda cada una de las líneas de desarrollo de las exposiciones. Nos detendremos brevemente en dos.
Ricardo Krebs en “Pensamos nuestro Chile” y Sergio Villalobos con “Nuestro pasado desde la reflexión” son señeras muestras de una larga tradición de la historiografía chilena de la segunda mitad del siglo XX en que conviven, en forma espiral, teorías y abordajes, problematizaciones e interpretaciones del pasado nacional. La conocida categorización científica que ha propuesto Krebs para la historia, basándose en los sustentos teóricos de la férrea formación germana que obtuvo en la primera mitad del XX, comparte con el reconocido afrancesamiento metodológico de Villalobos que caracterizó la formación de la segunda mitad del XX, uniformidades y objetivación de la sociedad chilena. En aquel sentido, a pesar de los enfoques disímiles hay una concordancia en algunos temas. Por ejemplo, ambos apuntan que en el país prevalece, por sobre diferencias, un alto grado de homogeneidad de la población destacando la preeminencia heredada de la cultura judeocristiana occidental como posibilitadora del éxito y posición del Chile actual en el escenario internacional. Ambos aplauden que lo símil, sustentado en fuertes instituciones, permitió la estabilidad y disciplinamiento de la sociedad en relación a sus contrapartes vecinas. Ambos establecen casi un vitalismo orgánico de la nación chilena sustentada en las formas geográficas y características socioculturales permitiéndoles mirar con optimismo el futuro de su país. Ambos, finalmente, con sus argumentos demuestran que son los precursores de dos de las tres grandes escuelas de la segunda mitad del siglo XX y que, a través de la formación universitaria, han propagado y consolidado sus perspectivas históricas en un sin fin de derivaciones temáticas.
En relación a la transversalidad del libro, lo interesante es que junto con realizar un análisis de la historia de Chile desde múltiples perspectivas; en el fondo, se muestra una radiografía de la actual historiografía chilena, convirtiendo al texto en una fuente histórica en si misma. El triunfo de annales entre la formación de los historiadores por sobre tradiciones como la inglesa, italiana y estadounidense, se demuestra desde un primer momento, posicionándose como la escuela de mayor influencia y vigencia de la historiografía chilena del cambio de siglo XX-XXI. La prevalencia de análisis de larga duración enmarcada en los grandes procesos, aderezada por la serie de conceptos y técnicas narrativas que se repiten una y otra vez en los distintos ensayos, se convierten en prueba irrefutable. En aquella dimensión, fácilmente se pueden rastrear genealogías que vinculan a maestro y discípulo, y corrientes teóricas de cómo historiar distintos objetos de estudio.
En su conjunto, los ensayos son una policromía de temas y calidades. Sobre los temas no nos detendremos pues ya adelantamos algo al comienzo. Lo que sí nos interesa rescatar es que una cantidad no despreciable de las contribuciones tienen un exacerbado diálogo con el tiempo presente o, si se quiere, con lo contingente. No queremos hacer un juicio de ello, sino sólo constatarlo. Artículos como los de Gómez, Lacoste, Millar, Pinto, entre otros, demuestran tal situación, recordándonos que sus lecturas de los intelectuales del centenario no pasaron desapercibidas. Claro que la postura de los historiadores del bicentenario no cae en la desesperada efervescencia de la narrativa de la década del 1900.
Si hiciésemos una analogía del libro con un perfil orográfico, sería la mejor forma de intentar definir la disímil calidad de los ensayos. Hay algunos que alcanzan alturas de gran notabilidad; interesantes en sus cuestionamientos y proposiciones, abordando desde otra perspectiva temas que se han considerado canónicamente sólo desde un punto de vista. Mientras que otros, decaen en abruptas quebradas; rayando en un simplismo sustantivo, tal vez producto de apresuradas horas de redacción, escritura por cumplimiento o no sopesar la importancia del producto final. En fin, la variedad da para todo: artículos débiles de hombres consagrados comparten espacio con ensayos meticulosos de aprendices clíonautas; como textos de calidad firmados por destacados, se alternan con decadentes líneas de historiadores que recién comienzan.
Cualquier persona que lee este libro notará inmediatamente la gran cantidad de participantes, lo cual es loable para el compilador por su organización y un gran esfuerzo editorial de la Comisión Bicentenario. Pero también cabe preguntarse ¿qué pasó con los historiadores ausentes? Consagrados como el recientemente fallecido Gonzalo Vial y otros brillaron por su ausencia. Más todavía, resulta extraña su no participación cuando personas como Vial han sido gravitantes para el desarrollo de la historiografía chilena proponiendo nuevos temas e interpretaciones de gran autonomía, levantando polvo a penas enuncian tan sólo una idea. Tal vez, una segunda edición con nuevos autores subsane la ausencia de prohombres y mujeres que no aparecieron en este volumen.
En relación a la estructura física del libro, es un texto bien logrado; sin errores que se noten a simple vista. Sus dimensiones, considerando que cobija más de setenta textos, no pasa desapercibida. Más, cuando en la portada aparecen en pleno los premios nacionales de historia que participaron en el encuentro ya mencionado del 2006, resguardando sus espaldas el Palacio de la Moneda en dos tiempos: uno retratado por Gay y otro que representa la renovada fachada tras la intervención arquitectónica de la explanada sur. Historiadores chilenos frente al bicentenario es un libro recomendable para todo lector que se interesa en el estudio de la historia y más para quienes deseen saber los actuales temas que interesan a los especialistas del pasado.
Martín Lara – Ayudante Docente – Instituto de Historia – PUC-Chile – Pontificia Universidad Católica de Chile – Av. Libertador Bernardo O’Higgins, 340, CEP: 3542000, Santiago, Chile. E-mail: martinlara@uc.cl.
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