Historia mínima de Filipinas | Paulina Machuca
Presentamos una nueva obra que nos ofrece la colección Historias Mínimas del Centro de Estudios Históricos de El Colegio de México. Se trata de la Historia mínima de Filipinas, de Paulina Machuca. Tres razones fundamentales dan sentido a su aparición: a) conocer la historia de Filipinas en su largo acontecer histórico; b) inscribir aquella historia en el renovado interés que adquiere hoy en día la región de la Cuenca del Pacífico y de las florecientes economías asiáticas; c) su importancia para México en tanto la relación histórica, una “hermandad de dos pueblos” generada por el galeón de Manila. Excelentes académicos de la especialidad enriquecieron la versión preliminar: Luis Alonso Álvarez de la Universidad de La Coruña y Fernando Zial cita del Ateneo de Manila University.
La Historia mínima de Filipinas es, con auténtico rigor, una historia multidisciplinaria abordada desde la economía, la política, la cultura, la geografía, etc. No es fácil compatibilizar todos estos niveles de análisis en un único hilo conductor. Apoyada en un denso aparato bibliográfico, Machuca decidió estructurar su investigación en diez capítulos: I. Filipinas: una geografía singular, II. Navegantes, comerciantes y guerreros. Las sociedades filipinas hasta el siglo XV, III. El interludio decisivo (1450-1565), IV. La hispanización de Filipinas (1565-1700), V. Las reformas borbónicas: entre luces y sombras (1700-1830), VI. La forja de una identidad a contracorriente (1830-1896), VII. La doble revolución filipina (1896-1902), VIII. Bajo el dominio estadunidense (1899-1946), IX. Los desafíos de una nación independiente (1946-2016), X. Los retos actuales de Filipinas.
Machuca se esfuerza por adentrarse en los debates historiográficos para cada etapa histórica. Así vemos que la autora aspira a superar la visión tradicional de pensar la historia de Manila como la única historia de Filipinas. En este sentido, logra considerar otros espacios de la isla que fueron marginados de los estudios, como Mindanao o islas Bisayas, por solo nombrar algunas regiones. Celebro que en el primer capítulo Machuca advierta desde un principio que el proceso histórico de Filipinas se vio condicionado en gran medida por su particular geografía física con su multiplicidad de islotes. De ahí se comprende el surgimiento de jefaturas regionales, sociedades específicas y autónomas, comercio local y de larga distancia, enclave geoestratégica en la historia global, etcétera.
A partir del segundo capítulo, la perspectiva de la investigación se mueve entre la historia global, historia de la colonización y, en los últimos apartados, historia política nacional. Como puede observarse en el índice, la división de los capítulos está pensada a partir de hechos trascendentes que fueron parteaguas en la historia del archipiélago. Dos atributos originales le inyectan a la obra una propia identidad. El primero es presentar una historia de Filipinas de extensísima duración (desde el 4000 antes de Cristo hasta la actualidad) con perspectiva global. El abordaje integral aparece desde el segundo capítulo, con el comercio de Nanhai: un intercambio registrado que sobrevivió hasta el siglo XIV con China y la amplia economía asiática que incluía a Manila y las jefaturas de Mindoro, Joló, Cotabato. Continúa en el tercer capítulo con la presencia portuguesa en Oriente y la relación que mantiene con el archipiélago filipino a través del complejo entreports y ciudades-estados construido por los sultanatos árabes. Desde 1511 la toma de Malaca por los portugueses funge como nodo de acopio y distribución de productos orientales y movimiento de plata entre Japón y China. En el cuarto y quinto capítulos Machuca inserta a las Filipinas en el mundo de la Monarquía Hispánica, con su relación con México a través del famoso galeón de Manila. Ciertamente, la nao de China le permitió al archipiélago no sólo ser un nodo mediador de la temprana globalización entre el espacio asiático y México. En el sexto capítulo, ocupado en ver las repercusiones del imperialismo español en el siglo XIX, Machuca analiza el embate político metropolitano hacia el archipiélago (pero también hacia Cuba y Puerto Rico). La visión global no se abandona y la autora percibe cómo la apertura del Canal de Suez en 1869 le permite a Madrid acortar su tiempo de relación con Filipinas dada la desaparición mediadora de México en calidad de reino co lonial. Paulina considera un hecho internacional, lejano a las islas, para entender la configuración de la ofensiva conservadora hispánica sobre las islas durante la segunda parte del siglo XVIII y principios del XIX. Los capítulos siguientes estudian el proceso histórico filipino desde la ventana del imperialismo estadounidense, del breve periodo de ocupación japonesa y del periodo independiente. En el primero de ellos, se discute con la historiografía reinante, que nos habla de la doble revolución ocurrida hacia fines del siglo XIX y principios del XX (1896-1902). Postula que en realidad hubo una única revolución de liberación local: contra el yugo español y contra la ofensiva norteamericana. En segundo lugar, subraya que estas guerras en Filipinas pueden leerse en clave global como las primeras luchas anticoloniales en el continente asiático y también en África (p. 173).
La obra histórica, en definitiva, nunca abandona el papel geopolítico clave de las islas: punto de convergencia del universo oriental y occidental. Esa mediación de las interconexiones mundiales de Oriente y Occidente da pleno sentido al devenir histórico de las islas Filipinas.
La segunda originalidad de la obra es que no se deja encasillar en sesgos eurocéntricos, hispánicos y menos aún estadounidenses. Lo advierte en su introducción y lo confirma en el desarrollo de su trabajo: “la doble experiencia colonial de Filipinas de los últimos cuatro siglos con toda la documentación generada en español e inglés con el sesgo intrínseco de sus respectivas administraciones ha generado un tipo particular de historia, una mirada ‘desde afuera’”. Eso no implica en lo más mínimo que se menosprecie el papel de “colonia” que la isla tuvo por casi cuatro siglos. Machuca historiza las Filipinas con relación a la cabeza imperial y la relación asimétrica que ese enlace conlleva (hispánico, estadounidense, japonés). No cae en una lectura teleológica de la historia, ni tampoco en una interpretación nacional como si estuviera preocupada por buscar las raíces del reciente estado nacional filipino.
La primera conclusión que el lector podría desprender de la obra es la permanente historia sufrida de Filipinas. Accidentes climáticos, guerras, conquistas, explotación, colonización, sometimiento, conflictos políticos, escaso desarrollo económico, etc. Ni el hecho de su reciente independencia, obtenida hacia mediados del siglo XX, puede matizar estos fenómenos; todo lo contrario. Su emancipación nacional de hace apenas medio siglo parece agudizar los conflictos raciales, económicos y políticos de toda su historia. En este sentido, habría que celebrar los dos últimos capítulos del libro, en los cuales reinstala los problemas históricos filipinos para comprender los problemas actuales de las islas. De ahí, la incorporación de los dos últimos capítulos: “Los desafíos de una nación independiente (1946-2016)” y “Los retos actuales de Filipinas”. Un ejemplo: la actual inestabilidad sociopolítica de las Filipinas se explica en gran medida por el crisol de migrantes y diásporas asentadas en el devenir histórico: musulmanes, chinos, tribus locales, españoles, estadounidense, entre otros.
Finalizo con dos observaciones. El libro no termina de dar una explicación de por qué Filipinas no acompañó o no pudo independizarse de España en el mismo periodo en que lo hicieron los espacios hispanoamericanos. En la página 142 anota Paulina: “las repercusiones de las independencias hispanoamericanas en el ánimo político del archipiélago es un tema pendiente en la historiografía”. Es posible, pero me pregunto por qué la autora no se atreve a proponer algunas hipótesis que ya ofrece en otras partes del libro, por ejemplo, la que brinda en la página 138: “es sobre todo en la segunda mitad del siglo XIX cuando emerge una cierta identidad filipina, con la generación de ilustrados y el movimiento político de La Propaganda”. Segunda observación. Hacia fines del siglo XVIII y principios del XIX, la vida de Filipinas podría leerse o interpretarse superando una visión hispánica o ilustrada como la elegida en el libro o también exponiendo un escenario más “optimista” de lo que su economía interna muestra: me refiero a la ruralización, cabotaje, decrecimiento, etc. Creo que hay una visión más global en esa época en que Filipinas ingresa al concierto internacional de una globalización occidental y en especial británica. Esto se manifiesta en su comercio, en su nueva y renovada función de espacio geo-estratégico en ofensiva europea a un mundo chino en proceso de declive.
Resenhista
Mariano Bonialian – El Colegio de México, México.
Referências desta resenha
MACHUCA, Paulina. Historia mínima de Filipinas. Resenha de: BONIALIAN, Mariano. Historia Mexicana. México, v.72, n.1 (285), jul./sep. 2022. Acessar publicação original.