Familias de esclavos en la villa de San Gil (Nuevo Reino de Granada)/1700-1779 | Robinson Salazar Carreño

Hace casi treinta años, la Unesco lanzó el proyecto “La Ruta del Esclavo: resistencia, libertad, patrimonio” orientado a estudiar la trata negrera, las problemáticas y consecuencias del proceso de esclavitud y las “interacciones culturales derivadas de esta historia”.1 Dos años más tarde, en 1996, el Banco Interamericano de Desarrollo publicó un informe sobre las condiciones de las comunidades negras en América Latina, comprometiéndose a respaldar la investigación sobre este sector social y diseñar políticas de inclusión social de los descendientes africanos.2 ¿Cuánto se ha avanzado desde entonces en el estudio de la esclavitud? ¿Han tenido estos estudios efectos en las políticas que combaten la pobreza, la cobertura educativa y la integración de la población afroamericana de América Latina? Las cifras sobre la pobreza no han cambiado sustancialmente, pero existe una mayor conciencia por parte de los afroamericanos por recuperar su historia y del conjunto de la población sobre las formas de discriminación a las que se ha sometido esta población.

Desde mediados del siglo XX las ciencias sociales han examinado las dinámicas que vivieron las sociedades esclavistas hasta la abolición de la esclavitud, y los problemas éticos y humanitarios alrededor de su existencia; con cifras se explicó la intervención de los esclavos en los procesos económicos del mundo moderno y se desarrollaron estudios de corte cualitativo y cuantitativo sobre la trata, la producción en minas, haciendas y plantaciones y las condiciones de la mano de obra en los ingenios y otros espacios (pp. 7-23). Más recientemente, los estudios culturales propusieron nuevas líneas de análisis en las que los investigadores se preguntaban por aspectos relacionados con la forma de vida, las lenguas, las creencias y expresiones culturales de la población afro. Estos intereses intelectuales influyeron en los trabajos históricos sobre las poblaciones afroamericanas y sensibilizaron a los estudiosos sobre asuntos como las emociones, sensibilidades y relaciones de la vida cotidiana de los esclavos.

El libro de Robinson Salazar Carreño, Familia de esclavos en la villa de San Gil. Nuevo Reino de Granada, 1700-1779, se inscribe en esta mirada cultural. Su interés tiene que ver con los lazos de parentesco surgidos a partir de las relaciones afectivas entre miembros de grupos afines, con otras castas y de uniones pocas veces legalizadas mediante el matrimonio. Su estudio se corresponde con las tendencias de investigación de los últimos años: vínculos familiares, relaciones con mujeres, y sentimientos hacia sus hijos, así estos fuesen transitorios o efímeros. El libro muestra el dinamismo de la vida de los esclavos “con una apertura social al mundo de los libres” (p. 31). Esta mirada cultural es distante de aquella en la que el esclavo fungía como un sujeto solo o acompañado por cuadrillas, dedicado a trabajar, a satisfacer las expectativas de sus amos y con relaciones afectivas que se mantenían en la clandestinidad.

El repertorio de fuentes archivísticas logra convertir en evidencias cuantitativas aspectos como la ilegitimidad, los rangos de edad, las transacciones de esclavos, los precios de mujeres y de los hombres, el tipo de uniones, el tamaño de la prole y los bautizados. Se conjugan de manera hábil ambas miradas, la cualitativa y la cuantitativa, siempre teniendo muy claro que lo que importa es que los esclavos tuvieron un entorno familiar desde donde afrontaron las estructuras de dominación esclavista. Destaca la revisión historiográfica tanto sobre la familia en general, como las familias y las madres esclavas en particular, aclarando que estos estudios sobre la familia esclava en nuestro medio están en estado embrionario.

En los últimos años se han llevado a cabo varias investigaciones concentradas en el espacio nororiental del Nuevo Reino de Granada escritas por jóvenes investigadores como Roger Pita, Julián Velasco, Yoer Castaño, Jesús Bohórquez y Robinson Salazar entre otros.3 Las poblaciones de San Gil —como Socorro— surgen como espacios vinculados por sus historias, fértiles económicamente, con vocación agrícola, caracterizados por una buena proporción de pequeñas propiedades, al lado de algunas haciendas y estancias, y con una fuerza comercial significativa en géneros textiles y alimentos para proveer las zonas mineras cercanas en donde se pueden analizar las familias de los cautivos.

El autor encontró en la villa de San Gil un nicho para examinar rasgos particulares en cuanto a los patrones de ordenamiento familiar de los esclavos dados los procesos de mestizaje y los mecanismos de ascenso de sus descendencias. Así, inaugura su estudio, a principios de siglo XVIII, con los cambios ocurridos en la trata trasatlántica de esclavos africanos y cierra el ciclo con el padrón de 1779.

La documentación examinada para esta investigación proviene de los registros parroquiales, los protocolos notariales y los procesos judiciales resguardados por el Archivo General de la Nación y los archivos municipales de San Gil y El Socorro. Esta información sobre familias esclavas, en lo que respecta al tamaño de las unidades familiares, es dispersa y fragmentaria y a veces ambigua con respecto a la calidad de los sujetos. Tampoco es completa en lo que compete a la unión de las parejas y al papel de las madres esclavas. Al autor no le ha sido fácil encontrar respuestas a todos los aspectos por los que se pregunta la investigación.

Los tres primeros capítulos nos ubican en los temas generales de San Gil: organización, población, y compra y venta de su población esclava. Los últimos tres capítulos hacen expresa referencia a las familias de esclavos; el capítulo cuarto se encarga de estudiar la función de las madres, de los hijos y otros parientes; el quinto se refiere a los patrones de comportamiento matrimonial, y el último estudia los lazos de parentesco que lograron cristalizar variadas formas de socialización conseguidas mediante el nombramiento de los padrinos de bautismo. Me detendré en estos últimos.

El capítulo cuarto, titulado “Madre, hijos y otros parientes: las familias de esclavos de San Gil”, indaga acerca de las relaciones de consanguinidad, el matrimonio y la convivencia, aspectos que normalmente definen la familia.4 No obstante, Robinson Salazar quiere ir más allá y mostrar “una imagen viva y en movimiento de la esclavitud, en la cual los esclavos eran dinámicos y diligentes en la sociedad” (pp. 27, 199). Entonces, examina el lugar de la madre en la familia y la crianza de los hijos, corrobora la condición de soltería de la mayoría de estas, la ausencia de las parejas en los hogares —esposos y esposas— y los pocos hijos fruto de esas uniones. Según los registros, los progenitores generalmente cohabitaban en espacios distintos a los de sus mujeres y sus hijos; además, la prole afianzó los vínculos de compadrazgo y permitió abrir la familia a otros niveles de parentesco tales como la existencia de primos, tíos, sobrinos y abuelos; finalmente, el capítulo hace referencia al lugar de los amos en las familias de los esclavos.

El quinto capítulo, titulado “Los patrones matrimoniales de los esclavos en San Gil y el Socorro”, indaga acerca de las relaciones matrimoniales en el siglo XVIII, comparándolas con las de los indios y las de otras castas. Las fuentes llevan al autor a confirmar que fueron pocas las ceremonias matrimoniales, y a tomar una posición crítica ante la forma cambiante en la que se llevaba la inscripción de la calidad de los consortes por parte de las autoridades civiles y eclesiásticas, unas veces como mulatos, otras como negros esclavos y en otras ocasiones sin definir su calidad ni condición. Cuando faltaron fuentes primarias como recurso alterno, Salazar Carreño empleó la bibliografía correspondiente a este periodo y al espacio de estudio.

El último capítulo del libro revisa los resultados de la selección de los padrinos como medio de asegurar la educación y la seguridad en los momentos de la adversidad. Se observa la importancia de la edad, el género y la condición de “libre” en el padrinazgo. Hubo casos como el de don Diego Salvador Cortés, cura esclavista y dueño de tierras, quien logró multiplicar su peculio a partir de los enlaces de sus 11 esclavos que, al reproducirse, alcanzaron a ser 43.

Esta obra sobre las familias esclavas es muy reveladora en cuanto a las condiciones particulares en el San Gil del siglo XVIII. Nos entrega una excelente visión sobre el poblamiento, las condiciones económicas, las tendencias demográficas y la composición de sus habitantes. Comparativamente con otras áreas del Nuevo Reino de Granada, en la villa de San Gil no había una alta proporción de esclavos: sus actividades se desarrollaron en las haciendas y estancias y en pequeñas unidades domésticas en las que se contrataban dos o tres esclavos; allí tuvieron lugar las uniones maritales y los diversos mestizajes que de ellas se desprendieron. Dada su baja demografía, los esclavos no tuvieron capacidad de maniobra ante las exigencias de sus amos. Se constituyeron unidades familiares caracterizadas por la inestabilidad —y por ende con poca prole—, madres que jugaron un papel protagónico y, en un bajo porcentaje, familias legalizadas mediante el matrimonio. Queda la tarea de replicar en otros espacios neogranadinos investigaciones como esta.


Notas

  1. Unesco, “Las Rutas de las personas esclavizadas”, Unesco. https://es.unesco.org/themes/promocion-derechos-inclusion/ruta-esclavo .
  2. Mayra Buvinic et al., eds., Inclusión social y desarrollo económico en América Latina (Colombia: Banco Interamericano de Desarrollo / Alfaomega, 2004).
  3. Roger Pita Pico, “La ‘esclavitud’ de los sentimientos: vida familiar y afectiva de la población esclava en el nororiente del Nuevo Reino de Granada, 1720-1819”, Revista de Indias LXXII.256 (2012): 674-675; Julian Andrei Velasco, Justicia para los vasallos de su majestad. Administración de justicia en la villa de San Gil, siglo XVIII (Bogotá: Universidad del Rosario, 2015); Yoer Javier Castaño Pareja, “La actividad esclavista en el oriente neogranadino: el caso de la provincia de San Juan de Girón, 1700-1750”, Temas, problemas y perspectivas. Historia, cultura y sociedad colonial. Siglos XVI-XVII, ed. Yobenj Aucardo Chicangana Bayona (Medellín: La Carreta, 2008) 238-268; Robinson Salazar Carreño, Tierras y mercados. Campesinos, estancieros y hacendados en la jurisdicción de la Villa de San Gil, siglo XVIII (Bogotá: Ediciones Uniandes /CESO, 2011).
  4. Peter Laslett, “La historia de la familia”, Historia de la familia, ed. Pilar Gonzalbo (Ciudad de México: Universidad Autónoma Metropolitana / Instituto Mora, 1993) 46-48.

Resenhista

Diana Bonnett Vélez – Instituto Colombiano de Antropología e Historia, Colombia. E-mail: dbonnett@uniandes.edu.co https://orcid.org/0000-0003-2313-0644


Referências desta Resenha

CARREÑO, Robinson Salazar. Familias de esclavos en la villa de San Gil (Nuevo Reino de Granada), 1700-1779. Bogotá: Editorial Universidad del Rosario, 2020. Resenha de: VÉLEZ, Diana Bonnett. Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura. Colombia, v. 50, n.1, p. 425-428, ene./jun. 2023 Acessar publicação original [DR/JF]

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