En esta obra, el reconocido hispanista británico J. H. Elliot se propone como objetivo escribir lo que en 1932 Herbert Bolton llamó una “historia épica de la Gran América”. Esta es una tarea necesaria, ya que, como bien afirma el autor, el diálogo entre los historiadores de las “diferentes Américas” nunca fue cercano. De hecho, queda un lugar muy escueto, en general, para una participación y un intercambio más fluido entre estos investigadores. Los historiadores de México, Andes y Brasil estudian, en general, aisladamente, a la vez que los historiadores que observan las colonias norteamericanas se abocan al análisis de cada colonia por separado. Es importante señalar dos esfuerzos previos que marcan un precedente al estudio de Elliot: el trabajo Señores de todo el mundo. Ideologías del imperio en España, Inglaterra y Francia (en los siglos XVI, XVII y XVIII), de Anthony Pagden (1997) y Los imperios transatlánticos. Las redes del comercio y de las Revoluciones de Independencia, de Peggy K. Liss (1989).
Si bien Pagden analiza en particular el campo de las ideas, mientras que Liss se aboca a estudiar sobre todo las relaciones comerciales, las revoluciones y el intercambio de ideas, en un período temporal más escueto (desde 1713 hasta 1826), ambos investigadores valoraron el estudio comparativo de los imperios europeos y sus colonias en América. Por ende, resaltando la necesidad de un estudio comparativo más intenso, el objetivo principal de Elliot al escribir esta obra es realizar una comparación de ambas Américas, británica y española, analizándolas a través de sus contrastes y similitudes, estudiando los aspectos económicos, políticos, religiosos y sociales. En esta obra, Elliot considera tanto las características del continente americano como las de las metrópolis europeas. El autor realiza, sin embargo, ciertos cortes o, diciéndolo de otra manera, focaliza determinados puntos que permiten racionalizar una tarea tan compleja y extensa. Es por eso que tomará en cuenta el análisis de los imperios español y británico, prestando, a su vez, mayor atención (en ambos casos) a las colonias continentales antes que a las islas del Caribe. Con respecto a Norteamérica, Elliot concentra la mayor parte de sus estudios en las colonias de Nueva Inglaterra y Virginia.
H. Elliot divide su obra en tres partes: ocupación, consolidación y emancipación. En la primera sección, el autor se aboca a analizar la experiencia de conquista española e inglesa, teniendo en cuenta los contextos particulares en los que cada una se desarrolló. Para esto, el autor nos advierte sobre el hecho de que España poseía tanto las ventajas como las desventajas de cualquier pionero; la inexperiencia pero, a su vez, la libertad de maniobra, marcaron la forma en que organizaría sus colonias. Existe una constante comparación entre la experiencia de Cortés desde el momento en que pisó suelo mexicano en 1519, a la del Capitán Newport, que arribó a la Bahía de Chesapeake en 1607. Elliot intercala el relato de ambas experiencias, teniendo en cuenta variables como la relación de estos exploradores con las poblaciones indígenas, la experiencia previa de cada uno de ellos, el imaginario de la época. El autor también analiza la forma en que desde España e Inglaterra se busca una justificación que respalde la conquista, ese manto de legitimidad necesario para emprender la empresa. El relato continúa describiendo las relaciones que tanto Newport como Cortés entablaron con las sociedades indígenas, explicando las estrategias que ambos utilizaron para establecer sus relaciones de fuerza; para esto, la relación de Newport con Powhatan será analizada en paralelo a de Cortés y Moctezuma.
En esta primera parte Elliot nos deja una reflexión: si bien el imperio español y el inglés han sido descriptos como imperios de “conquista” y “comercio” respectivamente, tendríamos que matizar esta afirmación, ya que habría que considerar, al decir del autor, que las actitudes inglesas con respecto a las empresas colonizadoras fueron influenciadas de manera importante por el precedente español. Sin embargo, continúa explicando Elliot, los ingleses y españoles tenían su propia agenda determinada por distintas preocupaciones o inquietudes enmarcadas en un determinado contexto histórico, además de su propio cúmulo de experiencias previas. Un aporte de la obra, en este sentido, sería comprender que el entendimiento de las aspiraciones y actividades de los pobladores de Jamestown y de los conquistadores de México sólo puede ser completo cuando se considera el contexto de una experiencia de conquista y asentamiento, la cual, en ambas instancias, se remonta a muchos siglos atrás. Castilla e Inglaterra, afirma Elliot, eran dos poderes proto-coloniales mucho antes de haberse planteado colonizar América. Sus respuestas y acciones, por ende, estarían condicionadas tanto por el “Viejo Mundo” del que venían, como del “Nuevo Mundo” al que ahora querían conquistar.
Otros temas analizados en esta primera parte se refieren a las características y particularidades ambientales de los territorios que ocuparon los ingleses y españoles, al igual que una comparación detallada del proceso de poblamiento.
La segunda parte de este libro se centra en la forma en que estas experiencias colonizadoras se fueron consolidando, y allí es donde se encuentran grandes diferencias en la forma en que los ingleses y españoles incorporaron formalmente los territorios en un marco imperial. Para analizar las emergentes sociedades criollas, se investiga el ámbito social, económico y político para ambos casos, haciendo un especial hincapié en el papel de la religión. ¿Qué rol jugaron el Protestantismo y el Catolicismo en cada caso?, ¿con qué creencias y costumbres se encontraron los europeos?, ¿cuál fue el papel que jugó cada Corona en la imposición de una religión sobre otras? Estas y otras preguntas son las que se formula Elliot para explicar en cierta forma cómo se comienzan a moldear estas diferentes sociedades, y cuáles son las estrategias de ambos imperios para consolidar su poder en tierras americanas. Es el comienzo de la configuración de una sociedad muy especial, la criolla, que se rige por sus propias características y códigos, distintos de los europeos y de los indígenas. Es interesante el análisis cultural de Elliot, ya que la comparación del caso inglés y español resulta ser muy enriquecedora para comprender a las distintas sociedades criollas:
Nevertheless, a distinctive British American culture did begin to emerge as the eighteen century progressed. When contrasted with Spanish America’s culture of show, it could fittingly be described as a culture of restraint (Elliot, 2006:249).
La tercera y última parte de esta obra relata el proceso de emancipación, describiendo la manera en que ambas sociedades empiezan a diferenciarse de la Madre Patria, teniendo en cuenta los distintos campos de conflicto que las influencian. El caso inglés y el español se diferencian temporalmente, pero también están en juego distintas coyunturas que llevarán, en última instancia, a la declaración de la independencia. Aquí, al contrario de lo ocurrido en el momento de colonización, los pioneros serán los norteamericanos, y muchos intelectuales pertenecientes a la América española evocarán su ejemplo. La descripción de los acontecimientos que llevaron a la Declaración de la Independencia en Norteamérica en 1776, y de los hechos que sucedieron la invasión napoleónica a España en 1808, son descriptos con detalle. ¿Qué papel jugó la Guerra de los Siete Años?, ¿cuáles fueron las causas que llevaron al deterioro de las relaciones entre las Coronas europeas y sus colonias? Los papeles cambiaron y la Europa admirada se convirtió en sinónimo de corrupción, mientras que la inocencia y pureza fueron representación de todo lo relacionado con lo americano.
El Iluminismo, las ideas que circulaban en Europa y que tenían influencia en América no se pueden dejar de lado, en un análisis que tiene la mirada constantemente en América y Europa a la vez. Pero aquí, en medio de un proceso de emancipación, guerras y búsqueda de una nueva legitimidad existe, para Elliot, un contraste importante: mientras en las trece colonias, orgullosos de sus tradiciones constitucionales británicas, buscaban purgar su cultura política heredada de los elementos corruptos introducidos por el poder y el privilegio, adaptándolos al nuevo contexto, Simón Bolívar buscaba construir principios universales sobre las ruinas de un imperio colapsado. Aquí Elliot pone en perspectiva otra situación: Bolívar y los demás conquistadores tenían que liberar un extenso territorio, y no solamente, como en la América Británica, un rincón del mismo. Este hecho sería uno de los determinantes del rumbo que tomarían los diversos procesos independentistas que tendrían lugar por varios años más.
Es importante realizar, por último, ciertas valoraciones sobre esta obra. En principio, una característica importante del libro es que la comparación entre la América española y la británica es constante, lo que permite que no se pierdan de vista los puntos que ambas experiencias tienen en común y aquellos en los que difieren. Esto nos permite apreciar mejor los contrastes:
Yet in spite of the growth of its towns, British America remained in comparison with Spanish America an overwhelmingly rural society. For all the problems of public order in Hispanic American cities, the urban character of Spanish colonial society provided a continuing element of social control, inhibiting the dispersal of the colonial population through the countryside. British America was eventually to prove a far more geographically mobile society […] (Elliot, 2006:43).
Pero también las similitudes son, en algunos casos, innegables:
This notion that those who settled in the Indies ran the risk of degeneration was not confined to the Spanish world. […] Such fears had dogged English settlers since the early days of their migration to a New World environment […]. (Elliot, 2006:235).
Es interesante señalar otro punto que tiene en cuenta Elliot, y es aquel que se refiere a la manera en que se suele ver a España y a sus territorios americanos, basándose en prejuicios de la Europa del siglo XVIII que todavía resuenan hoy. Las colonias españolas eran opacadas en el discurso de autores de la Ilustración cuando se las comparaba con las trece colonias norteamericanas, que se levantaban majestuosas luego de 1776, oficiando como ejemplo casi providencial. Las colonias españolas y su metrópoli eran, por el contrario, signo de atraso. Otra manera de ver a la América española es la de considerarla a partir de una crónica de atrasos económicos y fracasos políticos, mientras que cualquier logro es desmerecido, cuando no omitido. Esta manera de ver a España y sus colonias y posteriores países independientes, ha generado ciertos prejuicios que calan hondo en el imaginario. Se escribe, a veces, sobre la ocupación del espacio americano por España como causa del atraso y subdesarrollo que caracterizaría a esos territorios en la actualidad. Las deficiencias económicas y políticas de América Latina son comentadas en base a un balance de la coyuntura internacional y el cotejo de fuerzas en los dos siglos que siguieron a la independencia con respecto a España. Elliot advierte sobre este problema, haciendo hincapié en el hecho de que la lectura retrospectiva de las historias de las sociedades coloniales necesita ser entendida en sus propios términos, antes que a la luz de preconcepciones y preocupaciones posteriores. Es en ese sentido que el autor intenta analizar el proceso de ocupación del territorio americano, preguntándose no sólo sobre las características de España e Inglaterra al momento de plantearse su relación con América, sino, también, sobre el contexto en el que se enmarca esa colonización, las características del territorio, de sus habitantes, el imaginario de la época y, como si fuera poco, las expectativas que cada país tenía cuando encaraba la organización de las colonias ultramarinas. Mirando la obra de J. H. Elliot en su totalidad, no se puede obviar un hecho: si bien hacer historia comparada implica realizar una serie de recortes, que dejan de lado muchos aspectos interesantes, los beneficios de un análisis de este tipo, sobre dos realidades comúnmente vistas como muy dispares, ha dejado sus frutos. En un lenguaje claro y sencillo, accesible incluso para el lector inexperto, el trabajo que nos ofrece Elliot abre muchos caminos para futuras investigaciones, y permite demostrar la importancia de reconciliar el estudio de las “diferentes Américas”. Los beneficios que se obtienen de un estudio comparativo de este tipo son innegables; no sólo cambia la forma de trabajar estos temas, sino que se modifican también las perspectivas. Elliot demuestra la importancia de dejar de lado miradas anacrónicas a la hora de estudiar la historia colonial: observar el pasado como causa lineal del presente ha dejado serias cicatrices, por lo que este historiador nos ofrece varias hipótesis para pensar y analizar en el futuro. Sería interesante, sin embargo, que esta obra fuera traducida del inglés, para poder alcanzar una audiencia más amplia.
Referencia
ELLIOT, J. H. Empires of the Atlantic World: Britain and Spain in América 1492-1830. Estados Unidos: Yale University Press, 2006.
LISS, P. K. Los imperios transatlánticos. Las redes del comercio y de las Revoluciones de Independencia. México: Fondo de Cultura Económica, 1989.
PAGDEN, A. Señores de todo el mundo. Ideologías del imperio en España, Inglaterra y Francia (en los siglos XVI, XVII y XVIII). Barcelona: Ediciones Península, 1997.
Daniela Gutiérrez Álvaro – Estudiante de Licenciatura y Profesorado en Historia en la Universidad Nacional de Mar del Plata, Provincia de Buenos Aires, República Argentina.
ELLIOT, J. H. Empires of the Atlantic World: Britain and Spain in América 1492-1830. Estados Unidos: Yale University Press, 2006. Resenha de: ÁLVARO, Daniela Gutiérrez. Dimensões. Vitória, n.20, p. 263 -268, 2008. Acessar publicação original [DR]
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