Barbara Rosenwein1 es, desde la década de 1990, una de las referencias más importantes de lo que se ha configurado como una corriente historiográfica que gira en torno al estudio de las emociones.
Por lo general se considera que fue Lucien Febvre quien dio inicio a la posibilidad de la escritura de este tipo de historia en la década de 1940, aunque Rosenwein ubica los precedentes mucho antes.2 Si bien no trataré de encontrar el origen exacto de la reflexión histórica de las emociones, vale la pena recalcar el papel de autores como Johan Huizinga, Lucien Febvre, Norbert Elias, Peter y Carol Stearns –quienes marcan de manera formal el inicio de la historia de las emociones en la década de 1980–,3 y William Reddy.
Es necesario mencionar a todos estos autores, puesto que es en su contra y junto a ellos que Rosenwein realiza una reflexión sobre la posibilidad de hacer historia de las emociones, y Emotional Communities in the Early Middle Ages es, hasta el momento, la culminación de su crítica y su propuesta más desarrollada.4
HISTORIA DE LAS EMOCIONES: ¿HISTORIA SOBRE LA MODERNIDAD?
¿Por qué se tiene que ir en contra de los autores que han proporcionado las bases para el estudio de las emociones en la historia? La preocupación de la autora de Emotional Communities in the Early Middle Ages es la dualidad que se ha creado en los términos premodernidad/modernidad. En la opinión de Rosenwein, dicha partición ha llevado a pensar que la Edad Media es “infantil”, basándose en una teoría “hidráulica” en donde las emociones eran impulsos corporales no controlados.
En contraste, se desarrolló la idea de que existe un “control emocional” en “la edad adulta” de la humanidad, es decir, en la modernidad. Esta visión ontogénica fue planteada por Huizinga y no perdió popularidad, siendo compatible con teorías como el proceso civilizatorio de Norbert Elias –con quien Rosenwein se ha cuidado de crear un fuerte antagonismo desde su primer trabajo sobre las emociones, Anger’s Past: Social Uses of an Emotion in the Middle Ages–, y con la propuesta de Peter Stearns, quien suele centrar sus estudios de las emociones en la modernidad, porque sólo en este periodo se puede observar el “control emocional”.
La emotionology de Peter y Carol Stearns, definida como las “actitudes o estándares que la sociedad, o un grupo definido dentro de dicha sociedad, mantiene en torno a emociones básicas y su expresión adecuada; formas mediante las cuales las instituciones reflejan y alientan estas actitudes en la conducta humana”,5 suele excluir el estudio de la Edad Media, ya sea por considerarla infantil, o porque muchas de las fuentes que servirían para su estudio son desechadas.6
Otro de los autores con quien Rosenwein procura estar en constante diálogo es William Reddy, cuya teoría de emotives –verbalizaciones emocionales que alteran el estado anímico de quien las expresa–,7 ha influenciado de manera importante su obra. Sin embargo, por ahora nada más quisiera hacer notar uno de los desacuerdos de Rosenwein con Reddy: él también se dedica al estudio de la modernidad, empujado por un modelo que se basa en la represión emocional fundamentada en regímenes emocionales, definidos como “el conjunto de emociones normativas y rituales oficiales, así como los ‘emotives’ que los expresan e inculcan; una base necesaria de cualquier régimen político estable”.8 Dichos regímenes resultan, según la autora de Emotional Communities in the Early Middle Ages, monolíticos e insuficientes para las necesidades del estudio de la Edad Media. Rosenwein ha criticado estas teorías ante la imposibilidad de encontrar un modo de estudio de las emociones en la Edad Media, por lo que en Emotional Communities in the Early Middle Ages desarrolló una herramienta teórico-metodológica que designa como “comunidad emocional”: “grupos en los cuales las personas se adhieren a las mismas normas de expresión emocional y valoran –o desvirtúan– emociones iguales o relacionadas”.9
COMUNIDADES EMOCIONALES: EL DESARROLLO DE UN CONCEPTO
La definición que acabo de reproducir apareció en Emotional Communities in the Early Middle Ages, donde se presenta de una manera concisa. Sin embargo, este concepto se deriva de aquel que se expuso por vez primera en el artículo “Worrying about Emotions in History”, donde se define como:
comunidades sociales –familias, vecindarios, gremios, monasterios, miembros parroquiales–, pero el investigador que las observa debe buscar, sobre de todas las cosas, descubrir los sistemas de sentimiento: lo que estas comunidades (y los individuos dentro de ellas) definen y evalúan como valioso o dañino; las valoraciones que hacen acerca de las emociones de los otros; la naturaleza de los lazos afectivos creados entre gente reconocible; y los modos de expresión emocional que esperan, alientan, toleran y deploran.10
Rosenwein ha continuado asimilando las comunidades emocionales con comunidades sociales,11 y justo en esta apertura del concepto se encuentra su versatilidad, ya que en principio acepta la posibilidad de estudiar un gran número de comunidades emocionales, que pueden ser grandes o pequeñas, y que se interrelacionan de maneras complejas. La autora utiliza el ejemplo de un gran círculo que contiene dentro de sí círculos más pequeños, “ninguno concéntrico por completo, sino más bien distribuidos de modo desigual en un espacio dado”,12 y entre los cuales los individuos pueden tener cierta movilidad.
De esta manera se rompe entonces con una noción cerrada de régimen emocional, como la propuesta por Reddy, y, por otro lado, se marca también una apertura en el tipo de fuentes que pueden ser utilizadas para la elaboración de una historia de las emociones, ya que se hace gran énfasis, por ejemplo, en la utilización de gestualidades y prácticas. No así, de nuevo, el concepto de emotives, que en exclusiva hace referencia al lenguaje,13 y tampoco el de emotionology de los Stearns.
Sin embargo, ¿la propia Rosenwein, con su exclusivo estudio de discursos en Emotional Communities in the Early Middle Ages, no demuestra que el historiador no puede sino hacer una clase de emotionology, si se quiere, más amplia en sus fuentes? Lo anterior debe ser respondido con una pregunta: ¿acaso no es imposible el estudio de las emociones en la historia, ya que tan sólo nos quedan los discursos?14
Ya con los Stearns se alentaba al historiador a hacer una distinción entre la emoción en sí y el producto social que hacía referencia a dichas emociones (el discurso). Aunque estos autores argüían que una historia de las emociones debía estudiar ambos aspectos, siempre se centraron en el último, y nunca dieron pistas de cómo la emoción tal cual podía ser estudiada fuera de su relación con el discurso, ya que lo que es historizable es el cambio en los lenguajes normativos: “La distinción entre emotionology-emoción recae en la periodización histórica. La emotionology cambia, y sus cambios tendrán, normalmente, algún impacto en la experiencia emocional y la percepción de ésta”.15
Por otro lado, el construccionismo psicológico que hay en la década de 1960 y 1970, de gran influencia en la historia de las emociones, condujo a pensar en las emociones nada más como un constructo social, asimilable al concepto de idea.16 En este sentido, si las emociones no son sino un producto de la sociedad, éstas pueden ser estudiadas a plenitud por una disciplina como la historia. Sin embargo, esta clase de relativismo implica que si todas las emociones son creadas de igual modo, uno no podría realizar ningún juicio que girara en torno a éstas.17
Uno de los mayores críticos de este tipo de pensamiento es Willian Reddy, a quien Rosenwein apoya en este respecto. Primero, con su artículo “Against Constructionism: The Historical Ethnography of Emotions” y después con su libro del 2001, The Navigation of Feeling: A Framework for the History of Emotions, desarrolla el concepto de emotives, que ya he definido, pero que, cabe aclarar, implica una idea de “emoción” que funciona como ancla entre signo y mundo de verdad.18 Como Rosenwein argumenta en la famosa entrevista con Jan Plamper:
No es como si las emociones fueran observables y retenibles en su esencia. Éstas se encuentran siempre sumergidas en gestos y palabras, y deben ser expresadas de alguna manera –siendo escritas, pronunciadas, marcadas por llanto, demostradas a través de convulsiones corporales o labios superiores endurecidos, y así de manera sucesiva–. Si se pudiera hacer una distinción entre una “emoción real” y una “emoción siendo expresada de determinada manera” (estos es, por medio de estilo y norma), entonces estaría de acuerdo en que deberíamos guardarnos la idea de “comunidad emocional”, y usar algún otro término para referirnos a lo que estamos hablando.19
Rosenwein tomará en cuenta la noción de emotives en sus comunidades emocionales, pues supone que las expresiones sociales dicen algo sobre el mundo. Sin embargo, lo anterior no quiere decir que la importante crítica hecha por el construccionismo sobre la influencia social no sea tomada en cuenta, puesto que, de hecho, la autora de Emotional Communities in the Early Middle Ages ha escrito en contra de una idea a-histórica de la “emoción”, popular hoy día con teorías como la de Ekman, quien afirma que existen emociones básicas universales, y para ello se apoya en experimentos con gesticulaciones.20
Para la creadora del concepto de comunidades emocionales, la sociedad puede modificar y definir históricamente las emociones, puesto que la biología no puede ser vista como separada de la sociedad en donde viven los cuerpos:
“Dicha historia [la de las emociones] no debe negar el sustrato biológico de las emociones, ya que es claro que se encuentran sumergidas tanto en el cuerpo como en el cerebro. Al mismo tiempo, una historia de las emociones debe problematizar los sentimientos del pasado, señalando sus características distintivas. Incluso los cuerpos (y, como hemos visto, también los cerebros), son moldeados por la cultura”.21
LA APLICACIÓN DEL CONCEPTO: POSIBILIDADES METODOLÓGICAS DE LAS COMUNIDADES EMOCIONALES
Una vez que se ha comprendido el concepto de comunidades emocionales, entonces se puede tomar en consideración el libro Emotional Communities en the Early Middle Ages en conjunto, puesto que es una exploración teórico-metodológica de éstas. La autora nos presenta capítulos muy distintos, que plantean temas de interés no sólo para los estudiosos de la temprana Edad Media, sino para el historiador en general.
En el capítulo “Ancient Legacy” se realiza una breve historia de lo que significaba “emoción” desde la Antigua Grecia hasta San Agustín, y el bagaje lingüístico que surgió de estas reflexiones. Para ello se sostiene la hipótesis de que la herencia del lenguaje emocional que tenían los europeos de la temprana Edad Media podía remontarse a Platón, Aristóteles y los estoicos, quienes, según Rosenwein, crearían en Occidente las primeras conceptualizaciones duraderas del mundo emocional. El punto de partida son las obras claves de los filósofos, en donde se identifican palabras y conceptos que pueden volverse a encontrar en el corpus medieval, en donde serán cargados con un peso cultural cristiano.
En “Confronting Death”, la autora se enfoca en los epitafios aparecidos en las poblaciones de Trier, Clermont y Vienne. Sin hacer estadística, cuenta palabras de emoción y sus repeticiones, y así logra identificar tres comunidades emocionales que, al mismo tiempo, pertenecían a la fe cristiana de la región. Una de estas comunidades utilizaba las emociones siempre en referencia con la familia; la segunda las dirigía a sujetos impersonales como la muerte; y en la tercera, caracterizada como la más taciturna, no hay epitafios con contenido emocional más que en el caso de individuos pertenecientes al clero, por lo que la emoción siempre tenía una conexión con el mundo religioso: por ejemplo, en lugar de amor hacia un familiar, encontraríamos caridad cristiana.
De este estudio marcado más bien por la territorialidad de las iglesias, en donde los sujetos eran las más de las veces anónimos, Rosenwein pasa, en el capítulo “Passions and Power”, a una metodología que es distinta en grado sumo, pues se centra en los escritos de Gregorio el Grande. Al enfocarse en este personaje, presupone que él y sus lectores constituían una comunidad emocional que puede ser analizada a través de la obra de este Papa. En este caso se hará énfasis en la formación de una comunidad escrita que está jerarquizada por aquellos individuos que son “emocionalmente superiores”, es decir, virtuosos o miembros de la Iglesia católica, y que se caracterizaban por una templanza ascética en su mirada a las emociones.
En “The Poet and the Bishop”, Rosenwein nos presenta esta vez un conflicto distinto, esto es, las posibilidades de la historia comparativa en la historia de las emociones. Utilizando a dos individuos que se conocían y entablaron amistad, el poeta Venantius Fortunatus y el clérigo Gregorio de Tours, la autora describe la posibilidad de dos modos de abordaje emocional que, sin embargo, conviven bajo la comunidad emocional del cristianismo y tratan muchas veces los mismos temas: lazos familiares y de amistad. A pesar de las similitudes, argumentará Rosenwein, el clérigo se centraba en la ruptura de dichas relaciones, mientras que la mirada de Fortunatus era mucho más “dulce”.22
“Courtly Discipline” es un análisis ya no tanto de los individuos, sino de una comunidad, es decir, la corte de Clothar II. Al analizar las cartas y las crónicas, la autora explora cómo se establecían distintas jerarquías emocionales –así como los cambios en los sistemas sentimentales–, con los cambios políticos: con el establecimiento del poderío de Clothar II en un territorio que era antes independiente, se da una sustitución del vocabulario emocional con un giro hacia una aproximación más restringida, influenciada por el entendimiento emocional ascético del monje irlandés Columbanus.
Por último, en “Reveling in Rancor”, la autora estudia fuentes anónimas de finales del siglo vii, que ni siquiera comparten por fuerza un territorio geográfico localizado. Rosenwein se centra en el estudio de passiones, esto es, relatos que tratan las muertes de líderes de ciertos grupos de elites que eran exaltados como nuevos santos, y es a partir de estos textos donde delinea una compleja comunidad emocional por medio de un género literario.
HISTORIA DE LAS EMOCIONES: HISTORIZANDO COMUNIDADES
Si bien la autora admite que por los temas cada capítulo podría extenderse mucho más, y aunque su texto ha sido criticado desde la erudición medievalista por ser poco exhaustivo en algunos temas,23 creo que el objetivo de Emotional communities in the Eartly Middle Ages es explorar las posibilidades metodológicas de la historia de las emociones en la Edad Media. Pero no sólo eso, sino también arrojar nuevas ideas para el historiador –de cualquier tema, no medievalista en exclusiva– y ampliar las posibilidades del estudio histórico de las emociones que, si bien la mayoría de las veces será un estudio del lenguaje –he notado ya que sus fuentes son siempre escritas–, se relaciona con una historia del cuerpo y los cambios sociales en una o muchas comunidades complejas.
Así, Barbara Rosenwein nos presenta un concepto y su aplicación, mismo que va por vez primera –en el estudio de la Edad Media–, más allá del modelo hidráulico que se había visto en la historia de las emociones, y no únicamente eso, sino que formula una propuesta de apertura en el estudio de las emociones en general: una historia que por cierto se “centra en más que poder y política, y que reconoce la complejidad de la vida emocional”.24
Notas
1 Medievalista por la University of Chicago, pertenece al claustro académico del Departamento de Historia de la Loyola University Chicago, además de encontrarse asociada con el Centro para la Historia de las Emociones en la Queen Mary University de Londres.
2 Vid. Barbara H. Rosenwein, “Worrying about Emotions in History”, originalmente publicado en The American Historical Review: 107, 3, junio de 2002, pp. 821-845; y puesto en línea por la History Cooperative: < file:///Users/la-risa/Documents/%7C%20Worrying%20about%20Emotions%20in%20History %20%7C%20The%20American%20Historical%20Review,%20107.3%20 %7C%20The%20History%20Cooperati.webarchive >, 45 párrafos.
3 Para una historiografía de la historia de las emociones según Peter Stearns, vid. “History of Emotions: Issues of Change and Impact”, en Michael Lewis, Jeannete M. Haviland-Jones y Lisa Feldman Barret (eds.), Handbook of Emotions, 3ª. ed., Nueva York, The Guilford Press, 2008, pp. 17-31.
4 Se debe hacer notar que si bien esto es cierto en el momento en que fue escrita esta reseña, se espera la próxima publicación –noviembre de 2015–, de la obra más reciente de la autora, intitulada Generations of Feeling. A History of Emotions, 1600-1700, Cambridge University Press.
5 Peter N. Stearns y Carol Z. Stearns, “Emotionology: Clarifying the History of Emotions and Emotional Standards”, The American Historical Review: 90, 4, octubre de 1985, p. 813. La tr. de las citas es mía, a menos de que se mencione de modo expreso un autor.
6 Desechan fuentes de estudio que consideran propias de la “alta cultura” –por ejemplo, literatura medieval referente al amor cortés–, ya que éstas no habían penetrado lo suficiente en la cultura popular ni en el ámbito institucional, como para poder hacer referencia a una genuina emotionology. Los límites de dichas fuentes y su supuesta falta de influencia son cuestionados por Rosenwein. Cfr. Rosenwein, “Worrying about Emotions”, art. cit., párrafos 8-11.
7 Cfr. William M. Reddy, “Against Constructionism: The Historical Ethnography of Emotions”, Current Anthropology (Chicago): 38, 3, junio de 1997, p. 327. En este artículo en particular menciona, además de verbalizaciones, gestos, que serían dejados de lado –como hace notar B. Rosenwein– en The Navigation of Feeling: A Framework for the History of Emotions, Cambridge, Cambridge University Press, 2001, 396 pp.
8 Reddy, The Navigation of, op. cit., p. 129.
9 Rosenwein, Emotional Communities, op. cit., p. 2. La tr. es de la autora.
10 Rosenwein, “Worrying about Emotions”, art. cit., párrafo 35.
11 Cfr. Jan Plamper, “The History of Emotions: An Interview with William Reddy, Barbara Rosenwein, and Peter Stearns”, History and Theory, 49, mayo de 2010, p. 252.
12 Rosenwein, Emotional Communities, op. cit., p. 24.
13 Barbara H. Rosenwein, con la reseña de Reddy, The Navigation of Feeling, American Historical Review: 107, 4, octubre de 2002, p. 1181.
14 Entendiendo aquí “discurso” en su sentido más amplio, en donde podríamos contar fuentes como fotografías, memorias, expedientes, hemerografía, etcétera.
15 Stearns y Stearns, “Emotionology: Clarifying”, art. cit., p. 827.
16 Para una crítica de esta corriente, vid. Rosenwein, Emotional Communities, op. cit., pp. 14-15.
17 Ibidem, p. 16.
18 Reddy, “Against Constructionism”, art. cit., p. 331.
19 Plamper, “The History of”, art. cit., p. 258.
20 Para la crítica, vid. “Problems and Methods in the History of Emotions”, Passions in Context: Journal of the History and Philosophy of the Emotions, 1, 2010, https://www.einsteinforum.de/programmreihen/passions-in-cultures/?id=557
21 Ibidem, p. 10.
22 Rosenwein, Emotional Communities, op. cit., p. 125.
23 Vid. Marcia L. Colish, reseña de Rosenwein, Emotional Communities in the Early Middle Ages, Speculum: 82, julio de 2007, pp. 759-761.
24 Rosenwein, “Worrying about Emotions”, art. cit., párrafo 35.
Resenhista
Larisa Medina Brener – Departamento de Historia-Universidad Iberoamericana México.
Referências desta Resenha
ROSENWEIN, Barbara H. Emotional Communities in the Early Middle Ages. Nueva York: Cornell University Press; Ithaca & London, 2006. Resenha de: BRENER, Larisa Medina. Comunidades emocionales: hacia la apertura de la historia de las emociones. Historia y Grafía, n.45, p.203-214, 2015. Acessar publicação original [DR/JF]
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