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Embajadoras culturales. Mujeres latinoamericanas y vida diplomática/1860-1960 | Paula Bruno, Alexandra Pita, Marina Alvarado

Como indica Paula Bruno en las primeras páginas, los estudios históricos que vinculan mujeres y vida diplomática constituyen un campo emergente en América Latina. Esa afirmación es la premisa disparadora de Embajadoras culturales. Mujeres latinoamericanas y vida diplomática, 1860-1960. El objetivo de la obra, emprendida por Bruno junto a Marina Alvarado y Alexandra Pita, es la observación de trayectorias y experiencias de un puñado de mujeres latinoamericanas que ejercieron diplomacia en diferentes variantes entre la segunda mitad del siglo XIX y la primera del XX.

El libro inicia con un estudio preliminar a cargo de Bruno, el cual es ineludible para una mejor comprensión de la propuesta general. Allí, la autora rastrea y repone los primeros estudios historiográficos que se interesaron por la actividad de las mujeres en el ámbito diplomático. Además, establece a Embajadoras culturales… como una respuesta a los nuevos temas y preguntas que se incorporaron a la historia diplomática en los últimos años, desplazando la atención hacia las vivencias y las experiencias de los agentes internacionales.

En esa breve introducción la autora también realiza un recorrido por las caracterizaciones de las mujeres en la vida diplomática formuladas por la historiografía y los estudios internacionales. Así, propone un orden organizado en cinco áreas: las aristocráticas/cortesanas, las salonières, los nuevos perfiles de señoras diplomáticas burguesas durante las últimas décadas del siglo XIX, las diplomáticas posteriores a la Primera Guerra Mundial y las mujeres en diplomacia profesional, durante la segunda mitad del siglo XX y comienzos del XXI. Este orden le sirve para explicar uno de los conceptos que vertebran el libro: la noción de embajadoras culturales. Es que las mujeres en diplomacia fueron articuladoras, además de potenciales mediadoras políticas. De esta forma, generaron imágenes e información que circulaban en distintos escenarios públicos y privados. La propuesta es particularmente relevante dentro de la historia diplomática latinoamericana, que hasta ahora no atendió el tema de manera sistemática.

A continuación, el libro presenta tres partes a cargo de cada una de las autoras. La primera, escrita por Bruno, aborda las experiencias y los derroteros de tres mujeres argentinas: Eduarda Mansilla, Guillermina Oliveira Cézar y Ángela Oliveira Cézar. La autora se propone mostrar el aprendizaje diplomático de estas mujeres. Por ejemplo, Mansilla desplegó su faceta diplomática a lo largo de tres décadas, impulsada por su matrimonio con el jurista Manuel Rafael García. Así, la pareja evolucionó desde una primera instancia como diplomáticos sin representación formal en Estados Unidos, a comienzos de la década de 1860, hasta su retorno a ese país con García como ministro plenipotenciario varios años después. En el relato de estos recorridos, la autora realiza aportes interesantes acerca de las dinámicas y las características de las legaciones diplomáticas. Además, observa episodios de transición entre elementos provincianos y cosmopolitas. Bruno lo explica a través del caso de Guillermina Oliveira Cézar, quien fue esposa de Eduardo Wilde. Ambos recorrieron diversos puntos de Europa en la década de 1890. El análisis de la obra literaria de Wilde le permite rastrear la presencia de su esposa. Así, muestra que Guillermina se destacó aportando distinción a la dupla matrimonial y refinando así su imagen frente a la prensa norteamericana. Su trayectoria se distingue de la de Mansilla, porque llegó a su cenit diplomático luego de enviudar. La muerte de Wilde la llevó a proyectarse hacia la escritura y a círculos de conexión y sociabilidad con otras mujeres, articulando entre América y España. Guillermina terminó siendo revalidada por el propio Estado argentino, que la nombró representante ad honorem y le otorgó credenciales diplomáticas como comisionada oficial.

El caso de Ángela Oliveira Cézar se distingue de los dos anteriores, ya que no impulsó su trayectoria siendo esposa de un diplomático. Ángela promovió la construcción de la estatua del Cristo Redentor, que actualmente se encuentra en la cordillera de los Andes mendocina, como corolario del tratado limítrofe entre Argentina y Chile, firmado en 1902. Recuperando el rol clave de Oliveira en este proyecto, Bruno muestra que su propuesta de emplazamiento de la estatua fue el puntapié que inició la trayectoria pública de la mujer. A partir de allí, su actividad diplomática se organizó en torno al impulso a la confraternidad americana y el pacifismo. Ángela buscó que sus emprendimientos fueran apoyados por el gobierno argentino con el fin de proyectarlos en el escenario internacional y así lograr un reconocimiento del pacifismo entre los países de América del Sur. El cenit de su carrera llegaría en 1911, cuando obtuvo una nominación al premio Nobel de la paz.

Bruno indica, además, cuestiones irresueltas que podrían atenderse en investigaciones ampliatorias. Por ejemplo, para las dos primeras trayectorias, señala que queda pendiente profundizar en el detalle de los costos de la vida diplomática, contracara del buen clima en las legaciones. También propone explorar la noción de “familia diplomática” para dar cuenta de conjuntos de personas unidas por parentesco y afinidad en torno a lo diplomático. La autora señala que, si se tomase este concepto de manera ampliada, se observaría un retrato complejo de otras figuras que también habitaban dichas legaciones. Por último y en cuanto a lo metodológico, señala la dificultad del rastreo de las mujeres en las fuentes oficiales. De esta manera, valoriza lo escrito por familiares y descendientes, con el objetivo de encontrar indicios para avanzar en la reconstrucción de los eventos o tramos de trayectoria.

La segunda parte, a cargo de Marina Alvarado, se centra en las trayectorias de tres mujeres chilenas: Carmen Bascuñán, Emilia Herrera y Amanda Labarca. La autora observa estos derroteros bajo dos propuestas conceptuales. Por un lado, la noción de “intradiplomacia”, que le posibilita atender en las estrategias de socialización, legitimación y construcción de redes desenvuelta en el espacio privado. En segundo lugar, el “oficio diplomático”, a través del cual estudia las asignaciones desempeñadas por las mujeres consortes en las misiones.

El primer caso que estudia es el de Bascuñán, quien contaba con antepasados líderes de la independencia en Chile y era esposa de Alberto Blest Gana, escritor y diplomático chileno. Alvarado sostiene que esta trayectoria ejemplifica la profesionalización de las mujeres de clase media chilena. Propone, además, que Bascuñán habría sido la ghost writer de Blest Gana, a partir del diálogo y los acuerdos entre ambos. Este caso muestra de qué manera se consolidó la diplomacia cultural chilena, al oficiar de mecenas de artistas en contextos extranjeros.

Similar trayectoria tuvo el segundo caso analizado por Alvarado: Emilia Herrera, quien también era descendiente de fundadores de Chile y contrajo matrimonio con Domingo José de Toro y Guzmán. A diferencia de Bascuñán, su actividad diplomática se centró en Chile. En la década de 1840, arribaron políticos e intelectuales del otro lado de la cordillera, que emigraron por su oposición al por entonces gobernador de Buenos Aires, Juan Manuel de Rosas. La articulación de los intelectuales de ambos países fue rápida, estableciéndose redes de afecto y camaradería. De acuerdo con Alvarado, Herrera fue clave en este proceso. Asumiendo el rol de agente de intradiplomacia, intervino como mediadora en discusiones políticas sobre conflictos limítrofes entre la Confederación Argentina y Chile.

La tercera trayectoria se diferencia temporalmente de las primeras. Amanda Labarca era una profesora universitaria con una extensa carrera académica que la llevó a dictar clases en Columbia y La Sorbona. Esta actividad la catapultó, a partir de la década de 1940, al escenario de la diplomacia. Así, ocupó diversos cargos en la por entonces recientemente formada Organización de Naciones Unidas. Alvarado explica a Labarca como una portadora de poder blando, que ejercía por medio de la diplomacia pública. A través de su trayectoria, visibiliza un tipo específico de habitus de mujer pública, que comenzó a gestarse a mediados del siglo XIX y tendría su apogeo en la primera mitad del siglo XX.

La tercera y última parte del libro está a cargo de Alexandra Pita, quien abordó otra tríada de mujeres: Concha Romero, Gabriela Mistral y Palma Guillén Sánchez. Las tres se desenvolvieron en el período posterior a la Primera Guerra Mundial, momento en el que el género femenino ganó presencia en organismos internacionales. La autora propone un acercamiento desde la historia cultural de las relaciones internacionales. Esta última sección de la obra tiene rasgos particulares. Por un lado, porque Pita retrata a mujeres de distinta procedencia –Romero y Guillén eran mexicanas, mientras que Mistral era chilena–. Además, porque efectúa un relato que pone énfasis en interconectar las trayectorias de las tres, atenta a la diplomacia cultural que se generaba con esos vínculos.

Su estudio inicia con Concha Romero, a quien comprende como una mediadora que conectó varias figuras culturales de América Latina. Trasladada a Estados Unidos, donde residió en la Universidad de Columbia, trabajó intensamente para intensificar los vínculos regionales, sobre todo a partir del fomento de la cooperación educativa. Además, Pita destaca la publicación de una serie de artículos de prensa en la revista neoyorquina La Nueva Democracia durante el año 1922, en los que Romero registra el creciente rol de la mujer en la diplomacia.

Seguidamente se relata la actividad de Gabriela Mistral y en el vínculo duradero que desarrolló con Paloma Guillén Sánchez. La chilena había llegado a México en 1922 y ya desde ese momento era consciente de la propaganda externa que hacía en beneficio de su país. De allí sus pedidos para continuar con su manutención. Aun así, tuvo que mantenerse como escritora, conferencista y maestra. Incluso vio suspendida su jubilación hasta 1935, cuando fue nombrada cónsul vitalicia con goce de sueldo. Pita muestra que ni Mistral ni Guillén gozaban de la estabilidad económica que poseían los diplomáticos oficiales masculinos.

La autora encuentra conexiones entre Mistral y Romero: ambas fueron mujeres de la diplomacia americana que aplicaron sus redes manteniéndolas y resignificándolas en nuevos proyectos, espacios de intercambio y ámbitos luego de la Segunda Guerra Mundial. Respalda esta idea observando el prolongado vínculo que mantuvieron con la escritora argentina Victoria Ocampo, el cual se desarrolló especialmente en la División de Cooperación Intelectual de la Unión Panamericana, organismo del cual Concha Romero era jefa.

Tanto Mistral como Romero y Guillén alcanzaron una carrera en diplomacia que les permitió sostenerse, gracias a las redes de relaciones que habían tejido. Aun así, Pita aclara que el nivel de vida de estas mujeres no fue cómodo. Las bajas remuneraciones se compensaron con favores y gestos personales. Además, visibiliza un comportamiento particular para el caso de Mistral: se presentaba como una mujer sin ambiciones, pero pudo sostenerse solicitando cargos y mejoras en sus condiciones salariales.

El libro es una propuesta relevante por varios motivos. Primero, porque sus perspectivas analíticas indagan en torno a las oportunidades pero también a los límites de las mujeres en ámbitos diplomáticos latinoamericanos, objeto de estudio muy poco abordado historiográficamente. En segundo lugar, porque se utilizan herramientas conceptuales que promueven análisis innovadores. Este bagaje de conceptos podría inspirar trabajos en otras áreas de la historia diplomática latinoamericana sobre las que todavía resta una renovación de estudios. Por último, porque la elaborada implementación de nuevas propuestas e interpretaciones que las propias autoras llevan a cabo no da por terminado el tema: más bien busca mostrar e incentivar nuevas reflexiones e indagaciones en un campo de estudios que actualmente se encuentra en un momento de despliegue.


Resenhista

Mariano Kloster – Universidad Nacional de Mar del Plata. CONICET.


Referências desta Resenha

BRUNO, Paula; PITA, Alexandra; ALVARADO, Marina. Embajadoras culturales. Mujeres latinoamericanas y vida diplomática, 1860-1960. Rosario: Prohistoria, 2021. Resenha de: KLOSTER, Mariano. Anuario IEHS, v. 37, n.2, p. 305-308, 2022. Acessar publicação original [DR/JF]

Itamar Freitas

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