El rio Mapocho y sus riberas. Espacio público e intervención urbana en Santiago de Chile (1885-1918) | Simón Castillo Fernández
En aquel texto ineludible para la historia urbana del país que es Santiago de Chile: historia de una sociedad urbana, Armando de Ramón advertía a los historiadores que adhirieran a la historiografía de la ciudad y sus problemas sobre el riesgo metodológico de focalizar su atención en cuestiones relativas a las formas o límites urbanos, desatendiendo con ello las dimensiones sociales inherentes al proceso urbano. Así, el premio nacional de Historia señalaba que la única posibilidad válida para quien enfrentara este desafío pasaba por construir un relato de la ciudad que partiera del estudio de la sociedad urbana: entender sus formas de habitar y ocupar el espacio urbano, del cómo y para qué construirlo, de las demandas asociadas a la vida en la ciudad como servicios públicos, los abastos, del cómo conviven en el espacio público las clases sociales. Siguiendo estas premisas, se debe partir reconociendo que Castillo ha recogido abiertamente estas propuestas al ofrecernos en su texto una idea sobre cómo, a través de intervenciones técnicas y urbanísticas, el espacio público del río Mapocho y sus riberas señalaron transformaciones socioculturales que operaron sobre la sociedad que lo circundaba.
Observada desde el prisma de un proceso de modernización promovida por el Estado, la canalización del Mapocho aparece como algo más que la intención del mismo por intervenir la ciudad bajo las nuevas orientaciones del higienismo y el urbanismo, disciplinas directrices en el ideario del progreso urbano decimonónico. Pero el concepto de Espacio Público, elemento articulador central de la tesis doctoral que da cuerpo al libro, aparece como un campo en disputa: por detrás de los discursos y los artefactos materiales se sucedieron tensiones y resistencias, convirtiendo con ello al Espacio Público no en una realidad material estática, sino como un concepto en construcción (pp.38-40), donde la opinión pública y la consolidación de la Ciudad Letrada, siguiendo la idea de Ángel Rama, tuvieron influencias centrales. La introducción del libro plantea esta cuestión como uno de los ejes centrales en la investigación, realzando con ello además la interdisciplinariedad de las fuentes utilizadas para su elaboración: desde propuestas arquitectónicas y urbanísticas, estudios de ingeniería, crónicas y literatura o textos historiográficos, estas señalan en el texto la discusión que hace del espacio público un concepto dinámico, no estanco ni privilegio de los actores más preponderantes en el territorio como las elites.
Ahora bien, es esta multiplicidad de miradas, y en particular de aquellas teóricas, las que posiblemente dejan un halo de confusión en esta introducción, hecho en cierto modo comprensible al examinar la diversidad de problemáticas y miradas que han abordado la construcción de la ciudad y el espacio público utilizadas por el autor, sumadas además al hecho que esta parte del texto también incluye un completo estado de la cuestión, con amplias referencias a casos y bibliografía internacional. Metodológicamente, esta sección también da relevancia al profuso uso de fuentes visuales (fotografías, cartografías, caricaturas y otros) que se utilizan en el libro: más que un mero acompañamiento al texto, las 129 imágenes utilizadas complementan las propuestas del autor, quien utiliza diversas referencias teóricas para evitar el vicio de convertir a la imagen en un mero adorno dentro de una investigación historiográfica (p. 49).
La hipótesis central del texto contenida en la introducción señala que la intervención al Mapocho tuvo un carácter inédito debido a la escala que iba adquiriendo la capital, lo que implicó el surgimiento de nuevas técnicas y representaciones que tenían como objetivo establecer formas de comprensión originales a las relaciones entre ciudad y naturaleza. Así, esta rectificación urbana propuesta por la modernización surge de retazos propuestos desde diversas disciplinas, muchas veces contradictorias entre sí, pero que actuaban en el espacio público con el ánimo de cristalizar la ciudad moderna tanto en su ámbito físico como social. En el caso mapochino, siguiendo el concepto acuñado por el autor, esto se justificaba por el carácter de frontera que había caracterizado al río para la ciudad desde su fundación, surgiendo así como límite urbano para ésta y sobre el espacio público que pretendía construir; sus continuos desbordes e inundaciones, más su ocupación por parte de los sectores populares, acrecentaban la urgencia por ese control, especialmente cuando la expansión urbana comenzaba a figurar como un tema central para las elites considerando el desarrollo del mercado del suelo y otras actividades ligadas a la renta del territorio urbano, para lo cual urgía higienizar y urbanizar este espacio de la ciudad (pp. 50-53).
Tras la introducción, el texto se articula en cinco capítulos. El primero realiza un repaso por las miradas que se hacen del río y su relación con la ciudad desde la época colonial, especialmente a través de sus usos como cauce para el abastecimiento de agua potable y regadío; aparece también como relevante su carácter aluvial y marcadamente torrentoso, cuestión que se manifestaba incluso de forma dramática durante la temporada invernal, cuando sus riadas y desbordes lo constituían como una frontera interior para la capital. De ahí la atención a las obras de infraestructura colonial señaladas en el capítulo como los Tajamares, primeros artefactos de intervención urbana al río, lo que puede ser entendido a la vez como un primer intento de apropiación del cauce por parte de la ciudad. Es justamente este espíritu el que hace relevante para el río la figura de Benjamín Vicuña Mackenna, quien bajo su rol como Intendente de Santiago impuso un nuevo imaginario de la ciudad, manifestado tanto en nuevas representaciones de la misma a través del higienismo como también en el surgimiento de actores dedicados a su difusión bajo las premisas del progreso, como era el caso de los ingenieros (pp.83-90). Pese a ello, la presencia del barrio de la Chimba en la ribera norte del río no sólo implicaba una suerte de realidad urbana paralela que debía ser incorporada a la ciudad modelo impulsada Vicuña Mackenna y los técnicos, sino que también surgía como un espacio propio de los sujetos populares, los que representaban una suerte de barrera social que se sumaba a la física del río, y que como ésta, debía ser intervenida y rectificada.
Siguiendo esta última línea, el segundo capítulo hace hincapié en la obras de intervención del río de fines del siglo XIX, teniendo preeminencia la canalización, objetivo central del libro, aunque no excluyendo los impactos de otras aledañas como la destrucción en 1888 del puente de Cal y Canto, portento de la ingeniería colonial. Pese al carácter episódico de cada uno de los capítulos, estos se mantienen en línea tanto con la hipótesis como con el armazón teórico que lo sustenta; esto queda en realce al examinar las figuras de los ingenieros Ernesto Ansart y Valentín Martínez, autor del plano de Santiago de 1875 y propulsor de los primeros proyectos de canalización del río el primero, mientras el segundo fue el ejecutor de las obras de canalización y promotor de la demolición del puente colonial. La particularidad del capítulo surge del hecho que, más allá de la descripción de los proyectos de ambos profesionales, se contraponen sus discursos con los de Justo Abel Rosales, cronista e historiador de la ciudad y, especialmente, de los territorios del Mapocho y aledaños. La discusión entre sus miradas y propuestas, entre sus formas de comprender y disentir sobre el río y sus barrios circundantes, surgen así como justificación de la noción de espacio público como término en construcción, además de señalar la presencia de una esfera pública que se ampliaba con la incorporación de nuevas voces al debate sobre lo urbano, lo que implicaba una expansión de la opinión pública siguiendo el ya señalado modelo de Rama (p.119).
Esta emergencia de la opinión pública se sumaba a los cambios efectivos en el espacio mapochino, como la construcción de un nuevo barrio en la zona de remodelación bajo los preceptos higienistas y modernos, siguiendo un modelo de renovación e integración urbana respaldado por la configuración de parques ribereños y, especialmente, por la creación del alcantarillado de la ciudad en 1905 –la reforma higienista por excelencia–, cuestión que en el texto es tratada con exhaustiva rigurosidad técnica. Estas intervenciones estatales representan para Castillo un modo de enfrentar el territorio que, junto a las obras de contención del río, surgen como estímulos para los usos privados de los terrenos a intervenir. De ahí los frecuentes conflictos entre el Estado y los propietarios y sectores populares que se relacionaban económicamente con el río como los areneros, cuestión que reflejaba los conflictos de interés que se daban en las zonas ribereñas por los usos de los materiales del lecho del río y de sus aguas.
La ribera norte del Mapocho es el eje del tercer capítulo, zona donde convivieron edificios representativos del higienismo como el desinfectorio público junto a otros de carácter popular como los mercados. Este sector es caracterizado por una urbanización lenta, con ausencia casi total de parques y jardines, donde la canalización del río actuó como inicio de las obras de modernización urbana en el sector. Frente a un territorio donde una población Ovalle repleta de ranchos y conventillos sirvió como polo de proto urbanización, la apertura de calles y disposición de mobiliario público fue surgiendo como una renovación del territorio anexa a la intervención, la que bajo los preceptos higienistas debía servir como regeneración. Este hecho se manifestó físicamente con la instalación de artefactos urbanos como el Desinfectorio Público y el Instituto de Higiene, los que debían contrarrestar el carácter no salubre de los sectores populares en su forma de habitar y sus costumbres. Una tensión similar entre espacios ocurría en las comentadas diferenciaciones entre el Mercado Central y la Vega, sub urbanización del primero acompañada de frecuentes conflictos entre los poderes públicos y la sociedad popular por los usos y mentalidades que entran en pugna.
Como contrapelo a este sector, el capítulo cuarto se extiende en el surgimiento de los parques en la ribera sur del río, como el Forestal y el Centenario: dos modelos de parque público como partes de un conjunto de espacios públicos ribereños, lugares propuestos como modelos de higiene y recreación. Una vez más, el autor da cuenta de las tensiones entre lo que se consideraba como espacio público ideal y la realidad de una ciudad cuyo proceso de crecimiento no estaba exento de conflictos como los relativos a la cuestión de los desechos (tema que anticipa una vertiente para la historia ambiental urbana, aspecto en ciernes dentro de la historiografía nacional) manifestados en los basurales de la ribera sur al poniente del Centenario. Recordemos que este sector del territorio mapochino, donde también estaba ubicada la cárcel pública, actuaba como un límite urbano que sólo vendría a ser puesto en cuestión durante las celebraciones por el Centenario de la Independencia, cuando la ciudad surgiría como referente de construcción de la nación, razón por la cual se impulsaron obras como la Estación Mapocho, el mismo parque Forestal o el Museo de Bellas Artes.
El capítulo final trata sobre la ocupación de la ribera norte, considerada como la consolidación de la expansión de la ciudad hacia el sector a través de la transformación del cerro San Cristóbal como parque público y de la apertura de la avenida Santa María. La toma del ultra-Mapocho fue motivada por la aparición del mercado del suelo, gran promotor de la expansión hacia las periferias urbanas junto con el surgimiento de nuevos medios de transporte como el tranvía eléctrico. Este crecimiento se vio ligado a las primeras planificaciones urbanas modernas, fuertemente atraídas por la relación ciudad-tráfico vehicular, surgiendo así la vialidad como problema o perspectiva ascendente para su desarrollo, cuestión que influyó en la creación de la avenida Santa María. Junto a esta obra, la conformación del San Cristóbal como espacio público implica el triunfo de las nuevas perspectivas sobre la ciudad que se coronarían con el plan de Karl Brünner, en el sentido de pasar del parque público al área verde, o sea, el surgimiento de la masificación del urbanismo como un intento por asumir la ciudad de masas.
Como conclusiones, podemos señalar junto al autor que el eje del texto es el espacio público en la ciudad, entendido como vínculo público-privado por medio de la acción mercantil y las nuevas disciplinas técnico-sociales en la construcción de la ciudad y la cultura urbana, pero que también emerge como un espacio discutido gracias al surgimiento de nuevos actores sociales en la esfera pública. Se trató de un proceso de modernización aislada, sin la idea del plan interventor maestro que cambió el rostro de ciudades como Rio (una de las referencias continuas del autor), pero que por sus plazos de ejecución logró incorporar diversas visiones técnicas representadas en el rol de profesionales liberales como ingenieros y arquitectos. La higiene, la estética y el tráfico expedito, tres elementos propios de la modernización urbana y de conformación del espacio público, surgieron como hitos a partir de la gran obra de intervención urbana del periodo que fue la canalización del Mapocho, una “renovación a partir de la modernización material del espacio público” (p. 442). En suma, se trata de un texto que viene a recoger la posta dejada hace ya una década por de Ramón, destacable por su ánimo interdisciplinario capaz de hacer dialogar a historiadores, arquitectos, urbanistas y público general sin complejidades, con una lucidez y calidad en su redacción que lo convierte en un nuevo referente para la historiografía urbana nacional.
Resenhista
Marcelo Mardones Peñaloza – Licenciado en historia Universidad de Chile. Magister en Historia Pontificia Universidad Católica de Valparaíso. Doctorado en Arquitectura y Estudios Urbanos Pontificia Universidad Católica de Chile. E-mail: marcelomardones77@gmail.com
Referências desta Resenha
FERNÁNDEZ, Simón Castillo. El rio Mapocho y sus riberas. Espacio público e intervención urbana en Santiago de Chile (1885-1918). Santiago: Ediciones Universidad Alberto Hurtado, 2014. Resenha de: PEÑALOZA, Marcelo Mardones. Tiempo Histórico. Santiago, n.7, p.145-149, 2013. Acessar publicação original [DR]