El paisaje del barrio histórico universitario. Puebla, siglos XVI-XXI, es un título de connotaciones muy amplias, tanto como lo es su contenido para lograr su objetivo general. Este es: promover la conservación de los inmuebles que forman parte del acervo de patrimonio de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP), mismos en los que se materializó el devenir de la sociedad poblana, convirtiéndose así en memoria construida, en una herencia colectiva que resguarda múltiples lazos de identidad.
De ese objetivo da cuenta el nombre de la obra. En principio alude al paisaje que, en su definición más sencilla, nos remite a la interacción entre el ser humano y el espacio en el que se desenvuelve. Un segundo elemento en el título es el de barrio que no sólo tiene una dimensión espacial, sino simbólica en tanto que apela al sentido de pertenencia a partir de las relaciones sociales que se tejen en él. Si agregamos además el elemento histórico, necesariamente nos remite a su devenir, en este caso, por quinientos años. En síntesis, a partir del título nos damos cuenta de que estamos ante un trabajo que nos habla del tejido social urdido en una unidad territorial poblana que ha experimentado adecuaciones, rupturas y continuidades a lo largo de su historia. No obstante, lo que nos oculta es desde dónde hará su autora la aproximación a tal urdimbre en constante cambio.
Al respecto, para lograr el objetivo de su obra, Rosalva Loreto dividió el libro en dos partes: en la primera presenta el paisaje ambiental y cultural de Puebla, mientras que, en la segunda, aborda veintitrés de los cuarenta y cinco inmuebles que conforman el acervo de patrimonio de la BUAP y que integran el Barrio Universitario en el centro histórico de esa ciudad. El resto de los inmuebles, los veintidós faltantes, se abordarán en un segundo volumen aún en elaboración.
Para dar cuenta del paisaje poblano, a lo largo de los cuatro capítulos que conforman la primera parte de la obra, la autora presenta la convergencia del flujo material, energético y poblacional que generó un espacio único con dinámicas propias. En el primer capítulo, Loreto López presenta el agroecosistema urbano que permitió el desenvolvimiento de la ciudad. En el segundo se centra en la materialización de la urbe, a partir de sus recursos e insumos para la construcción. Con ello, la autora muestra en el tercer capítulo la distribución de la población, desigual y dependiente de la accesibilidad a los recursos. Por último, la investigadora aborda las trasformaciones en el uso de suelo y su impacto a lo largo de cuatrocientos años, para lo que se aproxima al desarrollo de formas arquitectónicas, reflejo de la sociedad que ha habitado esa ciudad.
En conjunto, la línea argumentativa de esta primera parte del volumen es cómo cada edificio y cada calle de esa unidad territorial –el barrio histórico poblano– es el resultado del trabajo, organización y explotación de los recursos humanos y ambientales. Sin duda, una aproximación de esta naturaleza revela la carrera académica de la autora. Rosalva Loreto nos ha mostrado a lo largo de su producción académica estos enlaces de largo aliento entre lo urbano, lo ambiental y lo simbólico ya sea aplicado al estudio de las monjas, de las ciudades, de la sociedad, siempre con miras a entender el presente.
Habiendo asentado los elementos en torno al paisaje poblano, la segunda parte de la obra abre con un capítulo introductorio que define la unidad territorial que aborda el trabajo –el barrio universitario– y la propuesta de estudiarla a partir de cuatro corredores: el carolino, el jesuita, el de San José y el de Analco. El planteamiento es que cada uno de ellos se compone como una subunidad con cierta cohesión interna que vale la pena estudiar. Precisamente la autora cierra este capítulo presentando el corredor carolino, único que se desarrolla en este volumen.
Los siguientes diez capítulos de esta segunda parte de la obra corresponden a cada una de las calles que componen el corredor carolino. Así, en cada capítulo, más allá de la historia de la calle y de las razones de su nomenclatura, se da cuenta de manera concreta de los edificios históricos que acoge, siendo un total de veintitrés. De ellos se trata su historia constructiva y su entorno, se presentan sus plantas arquitectónicas, fotografías, planos y levantamientos, a la vez que los detalles materiales que los hacen únicos. Todo lo anterior sin dejar de rescatar la parte social desde los propietarios que han tenido. La mención de este abanico de recursos que se incluyen en la obra nos da una idea del ingente y variado trabajo archivístico y bibliográfico que realizó la autora, a la vez que nos da cuenta de las posibilidades analíticas que pueden desprenderse de la obra, enriquecidas con la inclusión de diversos cuadros y gráficas.
En conjunto, el libro nos ofrece una historia de Puebla –particularmente de lo que hoy es su centro histórico– desde su fundación hasta la actualidad. No me refiero a una historia nacional, contada a partir de acontecimientos políticos, sino de su devenir, de su desenvolvimiento en el que participan diversos agentes para mostrarnos cómo se ha “construido” Puebla ambiental, material y social. Rosalva Loreto hace de cada inmueble un “lugar de memoria” como lo definió Pierre Nora; es decir, espacios en donde se cristaliza y se refugia la memoria, lugares en los tres sentidos de la palabra, material, simbólico y funcional.
Al presentarnos el conjunto de los inmuebles, visibiliza y, resultado de ello, coadyuva en el reconocimiento del Barrio Universitario como un paisaje histórico que puede ser usado activamente, vivido, resignificado y conservado para reforzar el tejido social ante la aceleración del tiempo que diluye nuestra memoria y con ella, nuestros lazos de identidad.
Así, más allá de los datos que la obra nos arroja, la presentación de las calles y de cada inmueble histórico inserto en la delimitación del corredor carolino, lo medular radica en las reflexiones que se desprenden de ella ¿Qué nos dice este patrimonio histórico inmueble? Aunque el sentido estético o su pretérita hechura es lo primero que en muchos casos nos atrapa, una segunda aproximación, más detenida, nos hace parte de una memoria colectiva, nos responde qué necesidades prácticas y simbólicas cubrió y cómo lo hizo que validaron el esfuerzo de ponerlo en pie, así como las que siguió atendiendo que permitieron su pervivencia.
En síntesis, la aproximación a este patrimonio inmueble englobado en el barrio universitario nos dice cómo nos hemos relacionado, cómo hemos funcionado como sociedad, cómo nos hemos transformado, cómo nos la hemos arreglado y qué recursos (de todo tipo) hemos utilizado para sobrevivir y también para vivir mejor. El edificio, bajo la reflexión presentada por la autora, nos deja aproximarnos a los saberes –incluidos por supuesto los valores, la forma de pensar y de ver el mundo– que nos han precedido, que nos han sido heredados y que, a la par de que nos constituyen, son nuestro punto de partida para hacer cualquier cosa en la actualidad.
Las atribuciones valorativas que se le han conferido al patrimonio son muy variadas. La manera de concebirlo ha sido su función evocadora de asociación con el pasado; no obstante, esta utilidad a nublado en ocasiones también su dinamismo relativo a la realidad cotidiana y, con ello, a su producción de relaciones sociales. Hay que dejar de pensar el edificio sólo como parte de algún siglo pasado en el que fue construido, pues si bien fue erigido tiempo atrás, nos pertenece y significa en el presente. De hecho, si ha sobrevivido hasta el día de hoy, aún a pesar de los muchos avatares que ha enfrentado en su devenir, es porque la sociedad lo ha seguido conservando de una u otra forma, es decir, ha continuado “vertiendo” en él sus conocimientos y plasmando su forma de pensar el mundo y de vivir en él. Ha seguido, de algún modo, identificándose con él.
La ciudad con sus reminiscencias pretéritas nos une con nuestro pasado de manera individual y colectiva reproduciendo parte de nuestras prácticas cotidianas formando parte de nuestra identidad, dinámica y siempre cambiante. Al final de cuentas, el patrimonio se trata de un recurso de asociación con el pasado para atender su vínculo con la comunidad presente, una comunidad, por cierto, tan diversa como el propio patrimonio, como lo muestra este libro. Pero cuando las condiciones de vida van deteriorando permanentemente los referentes simbólicos que propician el sentido de pertenencia de la gente, el tejido social tiende a disgregarse, ocasionando que los sujetos actúen bajo sus propios intereses y se diluya el sentido de solidaridad para alcanzar metas comunes como comunidad. He aquí la importancia del patrimonio y con él, este libro titulado El paisaje del barrio histórico universitario. Puebla, siglos XVI-XXI: el patrimonio que se divulga, que se da a conocer, funge como un recurso para ensanchar los vínculos con la comunidad que lo acoge y resguarda.
Esta obra coadyuva e incide en generar conexiones entre ese patrimonio –como una herencia colectiva– y la sociedad para que se desarrolle una participación directa y activa de la ciudadanía en favor de él, pero también, a partir de él, donde ese legado cultural funja como una herramienta dinamizadora social y culturalmente a partir de fortalecer la identidad colectiva que ayuda a vivir de mejor manera en comunidad. Así, el objetivo del libro se cumple; no obstante, habría valido la pena hacer un cierre a este volumen que explicitara estas conexiones entre el patrimonio y la sociedad presente… tal vez es una tarea pendiente para el cierre de la obra en el segundo volumen que está en camino.
Sí, el libro rescata el devenir de Puebla y la pluralidad, heterogeneidad y riqueza del patrimonio material inmueble que resguarda la BUAP, pero ante todo rescata la pluralidad, la heterogeneidad y la riqueza de su gente, de su comunidad y, con ella, de su tejido social. Quedamos a la espera del segundo volumen y el resto de los corredores propuestos con sus respectivos inmuebles históricos.
Resenhista
Jessica Ramírez Méndez – Coordinación Nacional de Monumentos Históricos. Instituto Nacional de Antropología e Historia, México. E-mail: jessica_ramirez@inah.gob.mx https://orcid.org/0000-0003-1587-6649
Referências desta Resenha
LÓPEZ, Rosalva Loreto. El paisaje del barrio histórico universitario. Puebla, siglos XVIXXI (vol. I). Puebla: Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, 2021. Resenha de: MÉNDEZ, Jessica Ramírez. Secuencia. Reseñas, 2022. Acessar publicação original [DR/JF]
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