Deconstruir el archivo: la historia/ la huella/ la ceniza | Ricardo Nava Murcia
En lo que sigue trataré de presentar el libro de Ricardo Nava Murcia. En primer lugar quiero describir la estructura y el estilo del libro. Después, pretendo exponer en líneas generales el argumento. Terminaré con una pregunta, que trata de señalar lo que considero la debilidad del argumento.
Comenzaré con una trivialidad. Este libro trata de “una escritura y un cierto modo de leer” (81). De esta manera, Nava caracteriza la deconstrucción de Jacques Derrida, aunque antes advierte que toda representación de la deconstrucción será deficiente. Partiendo de esta trivialidad, digo que el libro de Nava consiste en una escritura conformada por una serie de textos, grandes epígrafes, referencias a pensadores (¿qué piensan del archivo o de la historia?) y comentadores de dichos pensadores; por eso también consiste en cierto modo de leer.
El caleidoscopio que nos presenta Ricardo Nava en el primer capítulo, va girando sobre el análisis de cómo el archivo entiende la historiografía, la teoría de la historia e, incluso, hasta cómo entiende la filosofía a la historia. Por un lado, aparece la imagen de los historiadores que han reflexionado acerca de su propio quehacer y han dejado sin tematizar el archivo –son los casos de Jacques Le Goff y Eric Hobsbawm–. Por otro lado, aparece la imagen de la filosofía que reflexiona sobre la historia bajo la conciencia de la muerte –tal como Dilthey o Heidegger–. Éstas sólo son algunas de las imágenes que encontramos girando sobre un único comentador –Alfonso Mendiola–, quien se repite hablando de estos pensadores.
Dicho caleidoscopio puede representarse con lo que Nava dice acerca de la escritura de Michel de Certeau: “Un epígrafe siempre viene a trazar, desde el afuera del texto que se escribe, el camino por el que la escritura propia transita en una deriva que aloja un tiempo, disponiéndolo en un sentido. Este epígrafe juega aquí como anticipo de un paisaje que se dibuja a la sombra del retorno, la ausencia y la pérdida” (62). El libro de Nava está atravesado por grandes epígrafes. De acuerdo con lo que dice De Certeau del epígrafe, podemos afirmar que el libro que nos ocupa traza afuera del texto las coordenadas en las que se ha tratado el archivo, desde la historia y la filosofía.
Cuando llegamos a la página 134, sorprende que Nava nos diga que va leer de manera sesgada Mal de archivo. Una impresión freudiana de Jacque Derrida.1 Pero en el capítulo anterior ya hemos leído el comentario que hace del comentario de José Bernal Pastor2 y el de Maurizio Ferraris3 sobre la deconstrucción. ¿Las páginas anteriores no han tratado de este libro? ¿Las referencias a comentaristas no forman parte de esta lectura? Insisto, ya en el capítulo anterior Ricardo aprovechó los comentarios de Bernal Pastor y Ferraris para caracterizar el “modo de leer”, el cual Derrida llama “deconstrucción”. El problema principal para llevar a cabo esta caracterización es que la deconstrucción no constituye un método. En cada caso implica una nueva aplicación. Por eso, dicha caracterización se hace con relación a la manera en cómo Derrida asume a la tradición filosófica con la deconstrucción. A continuación trataré de mostrar que la caracterización en cuestión constituye el centro de la lectura del Mal de archivo por parte de Nava.
José Bernal Pastor asume su caracterización comentando un pasaje de “El tiempo de una tesis”.4 En síntesis, en el pasaje seleccionado por Bernal, Derrida afirma: “Si viese claramente, y por anticipado, adónde voy, creo realmente que no daría un paso para llegar a allá” (78). Bernal pretende explicar con dicho pasaje la oscuridad de la escritura de Derrida, y a su vez Nava desplaza (aprovecha) el comentario para situar la deconstrucción en relación con la epistemología. Mientras Bernal llega a la conclusión de que dicho fragmento expresa la forma en que la obra de Derrida corre el riesgo de ser ininteligible, Nava la extiende para afirmar que el punto de partida de la epistemología de Derrida es la incertidumbre. “Lo que significa que la incertidumbre como principio del conocimiento es poner a este mismo, desde el principio, abandonado a la deriva, destinerrancia, de no saber por anticipado a dónde va a llegar, de no saber cuál es el fin, su fin; de renunciar a encontrar la certeza y sólo aprehender lo indecidible, la paradoja” (83). Este pensar que no sabe hacia dónde apunta, puede encontrar lo otro radicalmente distinto.
Creo que Nava encuentra una consecuencia con el comentario anterior y el de Ferraris. Éste caracteriza la deconstrucción como una táctica que da paso a la materialidad. En este caso, la deconstrucción se distingue frente a la hermenéutica. Mientras que la hermenéutica privilegia el sentido por encima de cualquier cosa, la deconstrucción tiene como piedra de toque la materialidad. Nos preguntamos, de acuerdo con la tradición hermenéutica, por el sentido de un libro, una película, una obra de teatro y no por aquello que nos han hecho sentir. La deconstrucción privilegia la materialidad tangible frente al sentido. “La deconstrucción viene a diferir de la hermenéutica en aquello que ésta deja fuera; la materialidad de la escritura; la deja fuera porque la hermenéutica sigue trabajando con un concepto de escritura derivada y representativa de la voz, por lo tanto degradada y metafísica” (105). La deconstrucción oscila entre el sentido y la experiencia de la lectura y la escritura.
Con esta caracterización de la deconstrucción Nava enfrenta la lectura del Mal de archivo. Nos dice “La deconstrucción permite una reflexión sobre el archivo a partir de la comprensión de la escritura” (137). La materialidad de la escritura implica que puede aparecer en contextos distintos. Ella, la escritura, tiene la condición de la iterabilidad, puede ser repetida en ausencia del emisor y el destinatario originario. De tal manera que el archivo se asocia con la muerte y la ausencia, más que con la memoria. En pocas palabras, el archivo nada más ofrece huellas que tienen que ser descifradas.
Por último, quisiera plantear una pregunta: ¿No resulta trivial afirmar la materialidad de la escritura (archivo), si puede ser descifrada de cualquier manera? Nava dice: “En consecuencia, toda marca es descifrable, sean cuales sean las intenciones del emisor, incluso aunque ese desciframiento no constituya nada de la original intención comunicativa. Las marcas dicen algo, pero no comunican, en el sentido de una comunicación total y transparente que permite consensos y acuerdos; las palabras se escapan y no se tiene garantía de su sentido. Nadie es dueño del sentido de sus palabras” (137). Si la materialidad no fricciona de ninguna manera al sentido, resulta trivial afirmar la existencia de una en relación con la otra.
Notas
1 Jacques Derrida, Mal de archivo. Una impresión freudiana, Madrid, Trotta, 1997.
2 José Bernal Pastor, El desplazamiento de la filosofía de Jacques Derrida, Granada, Universidad de Granada, 2001.
3 Maurizio Ferraris, Introducción a Derrida, Buenos Aires, Amorrortu, 2006.
4 Jacques Derrida, “El tiempo de una tesis”, en Tiempo de una tesis. Deconstrucción e implicaciones conceptuales, Barcelona, Proyecto A, 1989.
Resenhista
Carlos Mendiola Mejía – Departamento de Filosofía-Universidad Iberoamericana México.
Referências desta Resenha
NAVA MURCIA, Ricardo. Deconstruir el archivo: la historia, la huella, la ceniza. México: Universidad Iberoamericana, 2015. Resenha de: MEJÍA, Carlos Mendiola. El laberinto de las lecturas. Historia y Grafía, n.49, p.253-256, 2018. Acessar publicação original [DR/JF]