Datos/pruebas e ideas. Por qué los científicos sociales deberían tomárselos más en serio y aprender de sus errores | Howard Becker

¿Qué tienen en común la explosión del Challenger en el cielo de Cabo Cañaveral con una encuesta que arroja datos imprecisos sobre el vínculo entre el aislamiento y las nuevas tecnologías de la comunicación? En Datos, pruebas e ideas Howard Becker propone una respuesta simple, pero no por ello exenta de justificaciones, a esta pregunta: naturalizar el error a la hora de llevar adelante una investigación. Dicho de otro modo: saber que hay problemas e inexactitudes, pero como “todos” lo hacen de esta forma y “siempre” se hizo así, eludirlos y seguir adelante. Incluso a costa de arriesgar vidas humanas o sacrificar la precisión de los datos recolectados y la credibilidad del conocimiento obtenido.

En la primera parte del libro, titulada “De qué se trata todo: datos, pruebas e ideas”, el sociólogo da cuenta de lo que para él es el núcleo del pensamiento científico. A saber, el “círculo de interdependencias” (p. 24) establecido entre los datos, las pruebas y las ideas. El primer término hace referencia a los materiales recolectados en las entrevistas, las observaciones y las documentaciones pertinentes. Cuando los datos se utilizan para defender o refutar un argumento se convierten en pruebas; cuando los datos se aceptan como una prueba susceptible de resistir críticas se consideran “hechos aceptados” (p. 24); los argumentos, hipótesis, conceptos y teorías que se buscan defender con las pruebas son lo que Becker llama “ideas”. Cuanto más sólido y mejor construido esté el vínculo entre estos tres elementos -es decir, que los datos sean lo más exactos posibles y se usen con rigurosidad para probar una idea-, mayor credibilidad y cientificidad tendrá el conocimiento obtenido.

Ciertamente, hay diferentes recorridos posibles que toman como punto de partida o bien las ideas o bien los datos. Estas alternativas o “modelos de indagación” (capítulo 1) son los que esbozaron dos científicos del siglo XVIII: Carl Linneo y el conde de Buffon. Resumiendo sus posiciones, puede afirmarse que el primero proponía un enfoque deductivo en el que se partía de una tabla clasificatoria a la que se le iba sumando información a lo largo del proceso de investigación. El segundo, por el contrario, dejaba la tabla para el final, ya que lo prioritario era la observación y la descripción exhaustiva de los fenómenos y luego su explicación. Si bien Becker reconoce estar más próximo al modelo de Buffon, insiste en la necesidad de combinarlos, relacionando estos modelos con la investigación cuantitativa y cualitativa respectivamente. A continuación (capítulo 2), elabora una reseña histórica de la controversia entre estas dos propuestas metodológicas y su falso antagonismo. Para ello va a focalizarse en la discusión que tuvieron, en la década del cuarenta, dos figuras centrales de la sociología norteamericana: Herbert Blumer y Samuel Stouffer. Teniendo en cuenta los innumerables malentendidos que se suscitaron en este debate, según Becker, es menester ingresar en una época más ecuménica.

El autor problematiza los lugares comunes de esta discusión, a tal punto que se arriesga a revisitar una zona minada de las ciencias sociales: su relación con las ciencias exactas y naturales (capítulo 3). Estas últimas, y no tanto la física, deben ser tomadas como referencia -los ejemplos de Sébastian Balibar y Bruno Latour son, en este contexto, muy significativos- respecto al cuidado que ponen en la recolección de datos precisos. Así, la “verdad” del conocimiento científico no debe entenderse en los términos clásicos de la adequatio rei et intellectus, sino en virtud de su capacidad para circular por cada uno de los cuidadosos pasos que se dan en una cadena argumentativa. Si alguno de estos pasos no se hizo correctamente o no guarda una relación clara con el anterior y/o posterior -incluso a la hora de reconstruirlos a posteriori– la verdad deja de circular y se pierde en el camino.

Esta explicación sobre el modo de construir y reconstruir los hallazgos científicos vale, con sus salvedades, también para las ciencias sociales en general y la sociología en particular. Aquí lo que se busca explicitar son los “procesos subyacentes” a cierta problemática social, entrando en juego un “imaginario” conceptual muy característico de los estudios realizados por Becker: el de la “máquina de input / output“ o el de la “caja negra” (p. 59). El/la investigador/a observa lo que ingresa y egresa de esa máquina, pero no lo que sucede adentro. De lo que se trata es de abrir la caja negra para comprender su funcionamiento. Según el sociólogo, la (limitada) capacidad de generalización de los resultados de estos estudios radica en dar cuenta de dichos procesos subyacentes que pueden ser similares, más no idénticos, en situaciones sociales con parecidos de familia.

En la segunda y última parte del libro, “¿Quiénes recolectan los datos y cómo lo hacen?”, el lector podrá encontrar una rica y cuantiosa alusión a estudios de caso, trabajos estadísticos y etnográficos que sirven de “prueba” a las “ideas” propuesta por Becker en la primera parte. Como bien lo indica el título, hay una descripción de diferentes formas de “división del trabajo” investigativo y de la introducción de lo que se denomina “desviación organizacional”. Este último concepto arroja luz sobre el modo en el que se naturaliza el error, la negligencia o la transgresión de ciertas normas en una institución dedicada a la indagación científica. Sobre todo, cuando las personas abocadas a la recolección de datos son contratadas y no tienen un interés, aparte del laboral, en la temática estudiada. En este marco, el autor describe el trabajo que se hace en los censos, puntualmente, en el US Census (capítulo 4); en las estadísticas elaboradas por funcionarios públicos -el ejemplo paradigmático es el de la policía (capítulo 5)-; en la realización de encuestas por “trabajadores temporales”, probablemente los que menos se preocupan por la exactitud de los datos relevados (capítulo 6); y, por último, el que se realiza en los programas de investigación donde hay un “investigador en jefe y sus asistentes” (capítulo 7). Este pareciera ser, en principio, el que mejor evita la tentación de ignorar los errores, ya que tanto los investigadores en jefe como los asistentes están -a diferencia de los trabajadores temporales- interesados en ampliar sus conocimientos sobre la temática de estudio. Además, parte de sus responsabilidades es que tanto los datos como los resultados sean lo suficientemente sólidos como para resistir el cuestionamiento por parte de otros colegas, docentes, etc.

Cierra la segunda parte del libro el capítulo 8, consagrado enteramente a las inexactitudes de la investigación cualitativa. Como, por ejemplo, dar temas por obvios cuando no lo son; abordar situaciones sociales en una suerte de “eterno presente etnográfico” (p. 253) que descuida el contexto histórico de las mismas; o proponer generalizaciones demasiado “ambiciosas” (p. 271). Las advertencias y consejos de Becker respecto a estas cuestiones se pueden sumariar de la siguiente manera: 1) buscar, sin escatimar tiempo ni esfuerzo, la mayor exactitud posible de los datos recolectados; 2) para ello, lo óptimo es que todas las personas que trabajan en la investigación tengan un interés genuino en el tema y no exclusivamente laboral -incluso podemos arriesgar un paso más: los mejores datos son lo que recolecta de manera directa el/la investigador/a-; 3) no eludir los errores y, si no se pueden resolver, convertirlos en tema de investigación.

Uno de los aspectos más destacables de Datos, pruebas e ideas es que las reflexiones del autor son, per se, un buen ejemplo de lo que defiende. No sólo por la cantidad de pesquisas a las que hace referencia, sino también por el modo en que las usa como “datos” y “pruebas” de sus propias afirmaciones sobre el conocimiento científico y los errores a los que está permanentemente expuesto. Se trata de una virtud que, por cierto, se echa en falta en muchos textos y manuales sobre metodología que, por lo general, al estar abocados a la clarificación en su forma típica ideal de términos y/o procedimientos, terminan poniendo en un segundo plano sus aplicaciones siempre flexibles en los trabajos particulares.

Los libros de Becker recibieron, en los últimos años, un importante apoyo editorial en Argentina. Esto permite un conocimiento más exhaustivo de su sociología y de su propuesta metodológica y la posibilidad de apropiarnos de la misma atendiendo a nuestra historia y a las preocupaciones de nuestra región. Y también, claro está, de problematizarla. Un punto crítico que deja su lectura remite a la poca tematización del papel del sujeto “conocido” -no ya los científicos, sino los miembros de las comunidades o instituciones que aquéllos estudian- y la relevancia que asume la “interacción cognitiva” (Vasilachis 2009: 54) entre todas las personas que están involucradas en la investigación.

Pero, además de este problema, se pueden señalar otros: aquel que comporta la expresión, empleada en numerosas oportunidades a lo largo del texto reseñado, “recolección” de datos. Esta expresión contradice lo que afirman muchas metodólogas en la actualidad, a saber, que los datos son “construidos” (Guber y Rosato 1986). Son el resultado de una operación de delimitación, selectividad y recorte por parte de quienes llevan a delante la pesquisa y no algo ya dado que “encuentran”, “obtienen”, “recolectan” de la realidad social. Otra cuestión es la referida a los riesgos que implica el registro cientificista que podemos observar, sobre todo, en la comparación que establece Becker entre las ciencias naturales y sociales. Comparación que se establece sin comentar, siquiera sucintamente, las discusiones que al respecto se dan desde los inicios de la sociología y las dificultades que presentan aquellos paradigmas que toman a la física y a la biología como canon de saber (Achilli 2005: 32-34). Sin embargo, la lectura y relectura de los libros del autor invitan a abordar y enriquecer la discusión en torno a estos tópicos, nunca a desestimarlos.


Resenhista

Francisco Abril – Centro de Investigaciones y Estudios sobre Cultura y Sociedad – Consejo nacional de Investigaciones científicas y Técnicas; Universidad Nacional de Córdoba. Argentina. E-mail: franciscoabril_2@hotmail.com


Referências desta Resenha

BECKER, Howard. Datos, pruebas e ideas. Por qué los científicos sociales deberían tomárselos más en serio y aprender de sus errores. Buenos Aires: Siglo XXI, 2018. Resenha de: ABRIL, Francisco. Revista Pilquen. Sección Ciencias Sociales, v.23, n.2, p. 62-65, abr./jun. 2020. Acessar publicação original [DR/JF]

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