Colonial cataclysms: climate/landscape/and memory in Mexico’s Little Ice Age | Bradley Skopyk
Difícilmente podríamos decir que el clima es una novedad para las ciencias históricas, en especial cuando los estudios abarcan el mundo agrario. En el caso de la literatura sobre el espacio que hoy conforma el territorio mexicano, desde fines del siglo pasado podemos encontrar historiadores y arqueólogos realizando análisis que involucran eventos de sequías, heladas, sedimentación e inundaciones. Aunque estos antecedentes no han desembocado en una historia del clima con la misma expresión que tienen otros tipos de abordajes y narrativas, lo cierto es que en los últimos años aquellos especialistas atentos a las variables y variabilidades climáticas han logrado identificar y/o replantear problemáticas que antes eran vistas desde un mareante antropocentrismo. Asimismo, sus estudios producen cada vez más metodologías nuevas para sacar e interpretar datos climáticos (proxy data) presentes en los archivos o producidos por otras ciencias. Es justo en este presente historiográfico, y en diálogo con él, que vino a luz el libro Colonial Cataclysms: climate, landscape, and memory in Mexico’s Little Ice Age, escrito por el historiador Bradley Skopyk.
Colonial Cataclysms es un estudio con la mirada puesta sobre México central durante el dominio ibérico y constituye una aportación mayúscula a la historia de la región analizada y un acercamiento novedoso a los procesos ocurridos en el marco de la Pequeña Era del Hielo (PEH en adelante). Con base en una serie de variaciones climáticas elaborada por el autor mediante la correlación entre las dinámicas del clima, los conocimientos morfodinámicos, estudios dendrocronológicos y el archivo, este trabajo se desarrolla a partir del argumento de que entre principios del siglo XVI y fines del siglo XVIII, México central vivió una etapa de flujo ambiental, social y político directamente vinculada a la existencia de dos cataclismos. Según el autor, estos cambios abruptos tuvieron orígenes diferentes y sus rasgos quedaron incrustados en el paisaje físico y documentado. Mientras el primero, de carácter más climático, se conformó a partir de una fase de la PEH que se prolongó hasta fines del siglo XVII y se caracterizó por picos de humedad y bajas temperaturas, el segundo tuvo una manifestación más geomórfica, distinguiéndose por una rápida transformación del campo, donde los paisajes palustres fueron sucedidos por otros de laderas áridas y valles sedimentados y disecados.
Por el título del libro, pareciera que Skopyk nos conduce por el sendero ya bien conocido de la historia de las catástrofes, pero esta apreciación no es correcta. Aterrizando sus argumentos en el espacio de la cuenca del río Zahuapan en Tlaxcala y del valle de Teotihuacán en las proximidades de la Ciudad de México, este historiador nos presenta los cambios ambientales como procesos significativos en el que los humanos no son espectadores o víctimas, sino actores creativos que interactúan con los nuevos arreglos materiales, se adaptan y los vuelven a transformar. Para el caso de Tlaxcala, por ejemplo, el autor demuestra la manera como los indígenas, echando mano de sus conocimientos, supieron aprovechar la saturación hídrica de lo que él llama Pluvial Mexicano, las nuevas especies biológicas introducidas por los españoles (como el cerdo asiático) y las oportunidades de mercado para experimentar y desarrollar nuevas agroecologías. Es importante señalar que, para este historiador, este intercambio no fue unidireccional o una mera trasposición de biota y técnica. Las oportunidades abiertas por el comercio global también tuvieron resonancia sobre prácticas y paisajes locales, como fue el caso de la producción de la grana cochinilla en Tlaxcala, cuya demanda y expansión de los cultivos llegaron a comprometer la producción de maíz en el siglo XVI.
En consonancia con lo anterior, el examen que Skopyk realiza en los tres primeros capítulos de su libro gira el eje del análisis desde el impacto de las nuevas especies introducidas en el Nuevo Mundo hacia el ingenio de las comunidades locales. Para él, estas localidades actuaron como espacios primarios de creatividad ecológica, ensamblando conocimiento y habilidades para cultivar especies nativas y exóticas. A esta interpretación, que se opone al declensionismo y anticolonialismo sobresaliente en la historia ambiental y en los Columbian exchange studies, aún podemos sumar el acercamiento que el autor hace a los cultivos.
A lo largo del estudio, Skopyk analiza las prácticas agrícolas como sistemas sociobiológicos en directa interacción con las especificidades locales y la variabilidad del clima. Así, respetando las particularidades y ritmos de cada actor involucrado en el proceso (plantas, animales, tecnología etcétera), su mirada rompe con la frontera establecida entre lo natural y lo humano y promueve una perspectiva en la que las interacciones se sobrepone a las oposiciones. Sobre este particular, en los casos de la decadencia de la producción de la grana cochinilla y del auge y descenso del cultivo del maguey pulquero, el autor utiliza un modelo explicativo que va más allá de la crisis demográfica y de las regulaciones impuestas por las autoridades y promueve la correlación entre estos eventos y las pulsaciones climáticas de la PEH, es decir, el Pluvial Mexicano y el mínimo de Maunder.
Sin lugar a dudas, Colonial Cataclysms logra redimensionar el lugar del clima y de lo social en la historia, reconociendo ésta como resultado de relaciones fluidas entre procesos naturales y prácticas sociales. Tener en cuenta esto es importante pues nosotros historiadores estamos acostumbrados a mirar la tierra y, entre otros componentes ecosistémicos, el agua, como meros recursos estáticos, separados uno del otro. Incluso las inundaciones, que en los archivos de México son bien documentadas, han sido interpretadas de manera disociada de las estructuras y dinámicas (humanas y no-humanas) que integran el comportamiento de los sistemas hídricos. Atento al constante movimiento de los suelos y del agua en los circuitos de la red fluvial, en los dos últimos capítulos de su libro, Skopyk demuestra, con más contundencia para el caso de la provincia de Tlaxcala, la manera en que las relaciones existentes entre las anomalías climáticas del mínimo de Maunder tardío, la crisis humanística de fines de la década de 1690 y el cambio en el uso de los suelos en las laderas y valles de México central produjeron un cataclismo que, a diferencia del primero, se manifestó geomorfológicamente por medio de la acelerada erosión y sedimentación del paisaje. Las huellas de este cambio ambiental quedaron registradas no sólo en el paisaje, sino que también reflejadas en la memoria.
Al insertar las percepciones que los humanos desarrollaron a través de las transformaciones ambientales, el historiador entra en el terreno de la complejidad del análisis documental. Así, mediante el tratamiento de los testimonios, informes y mapas concentrados alrededor de una inspección realizada por el doctor Nuño Núñez de Villavicencio en la provincia de Tlaxcala en 1761, Skopyk se enfrenta con falsificaciones, descripciones imprecisas e interpretaciones llenas de intereses, las cuales lejos de ser despreciadas, le permiten identificar algunas de las estrategias desarrolladas por los actores locales para resignificar el paisaje. De esta manera, clasificando estos mecanismos como re-atribución de topónimos, hibridación y paisaje conceptual oculto, Skopyk analiza los nuevos arreglos materializados en la superficie y en el documento a partir de los cataclismos, subrayando la conversión de estos paisajes en lugares de hipercreativos recuerdos.
Por la larga duración y la amplitud temática que esta investigación abarca es natural que algunos puntos sean más bien desarrollados que otros. Por ejemplo, considero que el tratamiento que Skopyk da a la primera mitad del siglo XVI, momento que precede a las condiciones frías y húmedas del Pluvial Mexicano, no explora lo suficiente la complejidad y la fluidez ambiental, social y política de este período en particular. Para la cuenca de México estas décadas son importantes pues las decisiones tomadas y las prácticas que se configuraron influyeron profundamente en la manera como los grupos humanos percibieron y experimentaron el cambio ambiental de la segunda mitad de aquel siglo y principios de la centuria siguiente. Finalmente, a pesar de que el autor abre una discusión respecto a la periodización y conceptualización de PEH para México central, a lo largo de la obra queda la sensación de que su análisis queda muy circunscrita a las áreas de estudios examinadas. Claro está que estos desbalances, más que restar puntos a la investigación, demuestra como el análisis y los recursos metodológicos usados por este historiador nos incita a pensar en otras temporalidades y espacios, así como visualizar nuevos procesos y formular diferentes problemáticas.
A partir de lo anterior, es posible decir que, por su acercamiento a la historia de una región mediante recursos metodológicos novedosos y un diálogo crítico con la historiografía, Colonial Cataclysms se presenta como una investigación cuyo potencial es enorme. Esto implica decir que, esta investigación tiene un valor que transciende los divisores de agua de México central y del público lector mexicanista y colonialista. Siendo una historia sobre cambio ambiental, adaptación creativa y memoria, cuya clave analítica es la interacción entre actores y procesos, dicha obra se ubica como una referencia para cualquier historiador preocupado con temáticas relacionadas con lo climático, lo agrario y, de manera más general, la historia ambiental.
Resenhista
Rubens Vanderlan Oliveira Santos – El Colegio de México ORCID: https://orcid.org/0000-0001-8841-9874
Referências desta Resenha
SKOPYK, Bradley. Colonial cataclysms: climate, landscape, and memory in Mexico’s Little Ice Age. Tucson: The University of Arizona Press, 2020. Resenha de: SANTOS, Rubens Vanderlan Oliveira. Historia Agraria De América Latina, v. 3, n. 2, p. 149-152, nov. 2022. Acessar publicação original [DR]