Clases dominantes y desarrollo desigual. Chile entre 1830 y 2010 – FISCHER (RHYG)
FISCHER, Karin. Clases dominantes y desarrollo desigual. Chile entre 1830 y 2010. Santiago: Ediciones Alberto Hurtado, 2017. 213p. Resenha de: BUSTAMANTE OLGUÍN, Fabián. Revista de Historia y Geografía, Santiago, n.39, p.211-215, 2019.
Chile es probablemente uno de los países con mayor libertad económica en el mundo, con un sistema de libre mercado que ha permitido un inédito poderío de los grandes grupos económicos, sin precedentes en la historia de Chile. Es más: se podría destacar que nuestro país sería nada menos que la “Corea del Norte del capitalismo”, según señalaba un fallecido periodista, apuntando a la radicalidad de este nuevo fundamentalismo, que es el neoliberalismo.1
Sin embargo, en el nombre de la apologética “libertad de emprender actividades económicas”, estas elites han arrebatado la oportunidad de ganancia a miles de chilenos, lo que ha llevado a diversos sectores de la sociedad –a partir del 2011 con las protestas estudiantiles–, a criticar el modelo existente ante las evidentes desigualdades sociales producto de la excesiva concentración de la riqueza en un mercado pequeño como es el chileno.
Tal malestar en la población no ha provocado de ninguna manera un quiebre en la elite empresarial ni mucho menos: su poder, enraizado desde siglos, es demasiado fuerte para derrotarlo. Pese a ello es necesario destacar que el periodo más exitoso de la clase dominante fue en la dictadura cívico militar, de carácter refundacional, donde se implementó el modelo neoliberal, transformando radicalmente el destino del país, al triunfar el proyecto de la derecha y el gran empresariado, aliados al gran capital internacional.
La señalada transformación acontecida en nuestro país ha llamado la atención de muchos investigadores nacionales e internacionales, que intentan explicar cómo Chile se convirtió en un campo de experimentación de políticas económicas provenientes desde la Escuela de Chicago, orientadas a la disminución del papel del Estado en la economía, con su correspondiente privatización de bienes y servicios para favorecer a una clase empresarial, pero al mismo tiempo perjudicar a grandes sectores de la población.
En tal línea se encuentra el estudio de la investigadora austríaca Karin Fischer de la Universidad de Viena, al presentarnos Clases Dominantes y Desarrollo Desigual. Chile entre 1830 y 2010, traducción al español de su versión original en alemán del 2011 titulado Eine Klasse fur sich Besitz, Herrschaft und ungleiche Entwicklung in Chile 1830-2010 , donde proporciona una mirada sociohistórica, desde una perspectiva neomarxista, de la construcción de la elite económica como clase dominante, desde los albores de la república hasta el año 2010. Desde ya cabe destacar que estamos ante un estudio acucioso, con gran manejo de bibliografía y un excelente análisis. La autora nos adentra en el proceso de construcción, creación de alianzas, identidad y capacidad de la elite empresarial chilena en la “larga duración”.
A nuestro juicio, la idea central del libro apunta a la temprana construcción hegemónica de la clase dominante –vista como una “clase para sí”–, que en toda la vida republicana nunca ha visto amenazado su poder, pese a los variados modelos de desarrollo que se fueron ensayando en el país. Tal idea, en efecto, podría refutar la tesis de la “muerte de la elite”, sostenida por Alberto Mayol (2006), que sería una lectura optimista bajo la perspectiva de la autora.
Cabe hacer notar –a juicio de la autora–, por su parte, que el Estado cumplió un rol importante en el devenir de esta “clase para sí”, que se fue forjando desde el siglo XIX como un “bloque de poder”, reflejando una temprana homogeneidad de la elite económica chilena. Ello quiere decir que no se comportaron facciosamente unas con otras, ya que todas pertenecían a una misma clase. Aquí hay una clara diferencia con el resto de las elites latinoamericanas, en las que el proceso de construcción de sus repúblicas durante el siglo XIX fue mucho más tardío, debido a las disputas de las distintas facciones dentro de ellas.
El libro consta de cuatro capítulos que siguen una correlación histórica desde el siglo XIX –correspondiente al capítulo El Siglo Liberal (1830-1930) –, transcurriendo luego en el término del modelo liberal oligárquico en la primera mitad del siglo XX, con la crisis mundial del capitalismo y la implantación del modelo de desarrollo hacia dentro –analizado en el capítulo Desarrollo orientado hacia adentro: La segunda fase de transición al capitalismo industrial (1930-1973) –, avanzando posteriormente con la etapa de término del modelo de Industrialización por Sustitución de Importaciones (ISI) con el golpe de Estado en 1973 y la imposición del modelo neoliberal durante la dictadura cívico militar –analizado en el capítulo tres bajo el título La tercera fase de transición hacia el capitalismo moderno: transformación violenta bajo el régimen militar (1973-1989) –, y concluyendo con la etapa actual del modelo neoliberal en los gobiernos de la Concertación y de la derecha bajo la presidencia de Sebastián Piñera, en el capítulo último titulado Chile en la actualidad: neoliberalismo democrático (1990-2010).
De los capítulos señalados podrían destacarse, a nuestro juicio, los dos últimos, en razón de que son los periodos en los que la elite empresarial terminó por consolidar su hegemonía, impulsando un proyecto neoliberal que apuntaba al crecimiento económico en desmedro del desarrollo económico, que implicaba no solo aumento de la productividad, sino además la distribución de esa productividad. En ese sentido, la poca tributación de las elites en nuestra historia republicana ha sido un factor importante para entender el gran problema que tiene nuestro país al no conseguir crecimiento económico con equidad. Problema que, por cierto, es también continental.
En esa línea, es interesante subrayar que en un mercado pequeño como el chileno las tesis neoliberales no hicieron otra cosa que concentrar inexorablemente la riqueza del país en pocas manos donde –digamos, entre paréntesis–, no existe la competencia perfecta. Ello queda reflejado en el gran logro de esta elite, según las conclusiones de la autora, a saber: que logró convencer al país –a través de los think tanks y redes de intelectuales– de que el neoliberalismo era el único modelo que permitiría alcanzar el desarrollo. En el epílogo la autora señala que “probablemente el mayor éxito de las elites dominantes fue el de inscribir normas neoliberales en la Constitución y en el sistema institucional, escapando así del control público y de la influencia democrática” (p.190).
Como se ve, la autora deja planteada la interrogante que abre una dicotomía –a nuestro juicio– que se podría resumir en: por un lado, el sistema de libre mercado, con sus objetivos y valores, donde impera el darwinismo económico (“el pez más grande se come a los peces más pequeños”) y, por otro, la democracia como participación ampliada en las tareas de interés general. Lo cierto es que en Chile existe una cierta incompatibilidad entre democracia y mercado (que no necesariamente son sinónimos), develando las tensiones de una democracia política restringida que poco puede hacer frente a un pequeño, pero poderoso conglomerado económico. Al respecto, la autora intenta defender de forma implícita la tesis según la cual la falta de democracia económica permite la poca sustentación de la democracia política (Solimano, 2015).
En virtud de lo señalado, el libro abre la discusión en torno a las posibilidades que podría tener en nuestro país la idea de avanzar hacia una democracia económica, para que exista una mayor participación del conglomerado social en la distribución de los bienes y servicios económicos. Aunque, según sus propias palabras, “queda aún abierto si el bloque de poder estará dispuesto a plebiscitar el modelo neoliberal” (p.190).
Por último, podríamos dar cuenta de algunos aspectos del libro que, desde nuestro punto de vista, no quedan definidos. La crítica apunta a la no definición de algunos conceptos claves dentro de la estructura del texto, tales como “elite”, “oligarquía” y “poderes fácticos”. Quizás una breve definición hubiese sido relevante, puesto que elite y oligarquía, por ejemplo, se utilizan como sinónimos, cuando en realidad no necesariamente lo son.
Otro aspecto que podría destacarse es la utilización de categorías conceptuales –que corresponden a realidades de países desarrollados–, para analizar contextos de un país subdesarrollado como Chile. En ese sentido, habría que cuestionarse si el concepto de “clase” –entendido por la autora– podría utilizarse en una sociedad fragmentada, muchas veces desintegrada, dual, con diversas disparidades como la chilena, sobre todo durante el siglo XIX y primera mitad del XX. A contrapelo de ello, a nuestro juicio, el concepto de “clase” o “burguesía” –utilizado en Europa– muchas veces corresponde a sociedades homogéneas, bien estructuradas, con un sistema capitalista sólido e industrializado.
2 Por lo menos en la lectura del libro se demuestra que quien más se benefició del capitalismo dependiente fue aquel sector minoritario de la población, en contraposición con una mayoría empobrecida, sin acceso a la modernidad. En ese sentido, la autora podría haber contrastado la consolidación hegemónica de la elite en la larga duración con otros sectores sociales y políticos, también relevantes en la historia de Chile.
Finalmente, Clases dominantes y desarrollo desigual. Chile entre 1830 y 2010 , a lo largo de sus páginas, constituye un excelente aporte al conocimiento de la elite económica chilena, puesto que nos entrega claves para entender a un sector que ha detentado el poder “real” de nuestro país por cerca de doscientos años.
[Notas]1 Entrevista al fallecido periodista Ricarte Soto aparecida en Punto Final , Nº781, 17 al 30-V- 2013.
2 Sobre este punto es necesario destacar las interrogantes formuladas por Peter Burke (2007), a saber: “¿Cuál es el alcance de la aplicación del término ‘clase’? ¿A cuántas partes del mundo puede aplicarse, y en cuantos períodos? ¿La clase es una característica objetiva de ciertas sociedades, o simplemente una categoría intelectual impuesta a ellas?”.
Referencias
Burke, P. (2007). Historia y teoría social. Buenos Aires: Amorrortu Editores.
Mayol, A. (2016). Autopsia. ¿De qué se murió la elite chilena? Santiago: Catalonia.
Solimano, A. (2015). Elites económicas, crisis y el capitalismo del siglo XXI: la alternativa de la democracia económica. Santiago: Fondo de Cultura Económica.
Fabián Bustamante Olguín – Chileno. Licenciado en Historia, Universidad Diego Portales. Magíster en Historia, Universidad de Santiago de Chile. Estudiante de Doctorado en Sociología, Universidad Alberto Hurtado. Docente del Área de Humanidades, Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas, Universidad de Chile. E-mail: fgbustamanteo@gmail.com
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