Son los cementerios desde hace siglos espacios inseparables de cualquier realidad urbana, peculiares extensiones para el recuerdo y la memoria que, sin embargo, no han sido lo suficientemente atractivos para ser abordados por los pedagogos y los profesores de Didáctica, quizás por ser los lugares vinculados a la muerte, destinados a enterrar los cadáveres o a ser depositadas sus cenizas. Por eso es conveniente esta monografía de Ricard Huerta, catedrático de Didáctica de la Expresión Plástica en la Universitat de València, quien ya ha transitado por estos campos, puesto que en su formación de docentes ha implicado a su alumnado en proyectos donde se ha analizado la muerte desde una perspectiva cultural y educativa, y también ha desarrollado investigaciones en las que ha podido comprobar la eficacia educativa de los cementerios como espacio de reflexión estética; todo ello desde una amplitud de miras que incluye el papel que ocupan los camposantos en nuestro imaginario colectivo.
Como es habitual en las publicaciones de este autor, utiliza para defender su discurso las reflexiones escritas y las imágenes fotográficas de su autoría, planteadas desde las vertientes estética y pedagógica, en este caso para comprender que los cementerios son lugares de memoria y respeto, entornos aptos para el recuerdo y la meditación, y espacios óptimos para educar, puesto que son una caja de resonancia histórica y sentimental; pero también constituyen fuente de constantes argumentos visuales, de connotaciones culturales y de referentes iconográficos.
De esta manera, si la perspectiva inicial para tratar estos espacios es la estética, de un tiempo a esta parte también se han considerado desde visiones pedagógicas, con especial detenimiento en la nueva percepción de la ciudadanía, que ha llegado a considerarlos jardines aptos para la reflexión en un urbanismo que los acepta, ya que forman parte de su paisaje. Las lápidas nos hablan de identidades, puesto que los cementerios son depósitos de distintas formas de escritura del pasado que remiten a la historia y al arte, algo en lo que el autor hace hincapié, dado el potencial visual del abecedario. Son los datos que la lápida aporta en cada tumba, según el autor, los “pies de foto informativos”, como lo es la cartela en cada pieza guardada en un museo.
Por eso recomienda la visita a los camposantos, para que se genere en el alumnado un potente imaginario que rescata para la memoria, en un periodo determinado, a quienes en ellos reposan y sus recorridos vitales; y considera que su entidad patrimonial, la transmisión cultural, histórica y de conocimientos que ejercen todos sus elementos, son de unas posibilidades educativas extraordinarias. Puesto que son lugares adecuados para la indagación estética y la educación artística, reivindica los cementerios como espacios de memoria histórica donde educar en aspectos artísticos, relacionados con la comunicación, la cultura visual y la estética, y donde cultivar el respeto.
Huerta divide su estudio en grandes capítulos temáticos: a manera de introducción, trata de las pedagogías del recurso; y, después, se propone crear una educación desde la memoria; observar y comunicar la imagen del camposanto; pensar el cementerio como entorno patrimonial; disfrutar compartiendo jardines relajantes; celebrar el aprendizaje en las visitas a los cementerios; y considerar letras, epitafios y demás poéticas de la muerte; terminando con un nutrido apartado bibliográfico. Invita además al colectivo docente, en este marco urbano tan poco tratado, a formar parte de un currículum vibrante, puesto que el profesorado es quien da forma a las propuestas curriculares donde se han de integrar las ideas y propuestas propias y del alumnado; aspira, pues, a que el currículum sea integrador y transversal y genere ciudadanía crítica.
El cementerio es un lugar específicamente de memoria, puesto que allí se conmemora el recuerdo de las personas de forma individual y colectiva, con sus signos y símbolos (lápidas, figuras religiosas, construcciones funerarias, trazados de las calles, etc.), lo que nos hace visualizarlo desde una perspectiva semiótica. Para el autor, la memoria nos hace más humanos porque nos hace asumir nuestra vulnerabilidad temporal, aunque sea finalmente la memoria lo que permanezca; es lo que hace que perduren nuestros seres queridos si ya han desaparecido, porque existen en nuestro recuerdo. Y esa memoria, que varía según los tiempos y los lugares, se viste de elementos culturales, y sus formas son distintas; de manera que a veces se acerca o se aleja de la historia, puesto que las sociedades han elaborado sus propios argumentos para conservar y transmitir la memoria colectiva.
La observación del cementerio se ha de realizar implicando al alumnado desde una doble visión patrimonial e identitaria, efectuando por ejemplo recorridos fotográficos en los que se le da el suficiente peso a la imagen, de cara a una alfabetización visual adecuada, a pesar de que vivimos en plena eclosión digital. Si la urbe es un laboratorio de ciudadanía, el cementerio tiene que ser recuperado como un lugar de respeto, un espacio patrimonial excelente que nos descubre hábitos y costumbres particulares de cada zona geográfica, y procesos de cambio; lo que sería más perceptible para el autor si desarrolláramos más en nuestras aulas la cultura visual, por encima de la visión humanística más tradicional, lingüística y literaria, lo que nos abriría a una nueva lectura de la ciudad.
El acercamiento a los distintos espacios urbanos públicos, entre los que por supuesto están incluidos los cementerios, es una forma de reivindicar el patrimonio, por lo que el profesorado puede convertir dichos espacios en argumento educativo, un verdadero museo al aire libre, con sus engranajes formales, simbólicos, políticos y económicos. Y otro de los valores innatos a los cementerios es que son lugares ajardinados, ya que suelen tener un diseño y un uso de ornamentos vegetales por donde pasean los que los visitan, lo que hace que Huerta los relacione con los objetivos de desarrollo sostenible (ODS) que consideran el bienestar, la tranquilidad y la igualdad. Son por tanto lugares visitables, muy aprovechables desde el punto de vista pedagógico si el profesorado prepara cuidadosamente dicha salida; la educación patrimonial in situ se convierte en un proceso dinámico, consolidando el concepto de aprendizaje a lo largo de la vida, tendencia que nos anima a aprovechar todos los espacios disponibles para crecer como personas y como colectivo humano. Y no hay que olvidar que en la educación patrimonial confluyen historia, sociología, antropología, arquitectura, urbanismo, arqueología o artes en general, además de actividades socioculturales y económicas, como el turismo. No duda el autor en que la experiencia compartida de una salida a un sitio patrimonial, como es un cementerio, cuenta con un alto valor educativo.
Para finalizar, Huerta trata de la cultura escrita, un tema que le ha sido muy grato en su carrera como docente e investigador. El alfabeto, para este autor, es un material cultural formidable que se ha sabido adaptar a cualquier novedad tecnológica, perdurando y haciendo perdurar la memoria y la historia, transmitiendo las normas y la sabiduría; si la ciudad es el espacio natural de las letras, el espacio urbano por excelencia para considerarlas es el cementerio, un punto estratégico de difusión gráfica, con sus signos, su poética y escrituras, con numerosas representaciones de distintas tipografías. Hay que elaborar, en la formación de educadores, un discurso educativo que incorpore las letras como imágenes, por lo que las innumerables que se hallan en las lápidas merecen la atención estética, crítica y pedagógica de los futuros docentes, dado que hay pocos avances en lo referido al conocimiento del aspecto visual que conllevan los textos escritos.
Resenhista
Miguel Ángel Pallarés – Universidad de Zaragoza. E-mail: miguelap@unizar.es ORCID 0000-0003-3459-5965
Referências desta Resenha
HUERTA, Ricard. Cementerios para educar. Sevilla: Aula Magna Proyecto Clave McGraw Hill, 2021. Resenha de: PALLARÉS, Miguel Ángel. Clío – History and History Teaching. Zaragoza, n. 48, p. 462-465, 2022. Acessar publicação original [DR/JF]
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