La provincia de Teruel, la más meridional de las tres que conforman la Comunidad Autónoma de Aragón, ha sido escenario de numerosos conflictos bélicos desde la Alta Edad Media hasta la última Guerra Civil, por lo que la arquitectura defensiva ha sido una constante de su paisaje humano; de hecho, están documentadosen su territorioalrededor de 600 puntos fortificados datados entre el siglo X al XIX, desde la época andalusí hasta las Guerras Carlistas. Son por tanto uno de los elementos más característicos del patrimonio histórico y cultural turolense, y en su restauración y conservación se ha realizado un gran esfuerzo en las últimas décadas, con vistas a su preservación y a su rentabilización como recurso económico, dado el interés que estas construcciones suscitan en la sociedad actual.
De ahí que la Asociación para la Recuperación de los Castillos Turolenses (ARCATUR), Qualcina. Arqueología, Cultura y Patrimonio, y Acrótera Gestión del Patrimonio, promovieran las “I Jornadas Castillos de Teruel”, celebradas en la fortaleza de Mora de Rubielos los días 19 y 20 de octubre de 2018, para tratar sobre la puesta en valor de estos edificios, que suponen los principales recursos turístico-culturales de las localidades donde se levantan; de manera muy acertada, las actas de dicho encuentro fueron distribuidas allí entre los asistentes, de manera que éstos pudieron contar in situ con el material expuesto en las ponencias, reunido en el libro que aquí reseñamos. Esto es algo muy a tener en cuenta, puesto que estamos acostumbrados a que los trabajos presentados a coloquios o congresos relacionados con las Ciencias Sociales tarden en ser publicados un tiempo(a veces más dilatado que lo que sería recomendable), por lo que se pierde frescura y novedad cuando pueden ser por fin leídos.
Además, Castillos de Teruel. Historia y Patrimonio, libro que recoge dichas actas yque ha sido editado con la ayuda del Gobierno de Aragón, la Diputación de Teruel, el Grupo de Investigación ARGOS de la Universidad de Zaragoza y los distintos entes municipales que poseen fortificaciones y aparecen en el libro, cuenta con un formato muy manejable y atractivo, con una tipografía amable y un destacado apartado gráfico, con numerosas fotografías actuales a color, mapas de situación del Instituto Geográfico Nacional; y cartografía base, planos y plantas de las distintas fortalezas, materiales que en algunas ocasiones son antiguos, como lo son algunos grabados y fotografías en blanco y negro que se incluyen. Para una mayor utilidad de la publicación, se han incluido al final de cada capítulo dos prácticos apartados: “Para saber más”, donde se cita una sucinta bibliografía relacionada con cada castillo; e “Información útil”, donde se muestran los horarios de apertura para visitar dichos edificios y los teléfonos de contacto de quienes se encargan de mostrarlos.
Tras una breve presentación a cargo de Rubén Sáez Abad, presidente de ARCATUR, donde se advierte del variado origen y tipología de la arquitectura castral turolense, y se confirma la aspiración de que sean motor de desarrollo en los lugares donde se asientan; se da paso a una visión de conjunto firmada por dicho autor, Jesús Franco y Javier Ibáñez, profesores de Didáctica de las Ciencias Sociales e Historia del Arte de la Universidad de Zaragoza, respectivamente; en este capítulo se hace un repaso de las distintas fortificaciones turolenses, agrupados por comarcas, según la relación de castillos y su localización, registrada en la Orden de 17 de abril de 2006 del Departamento de Educación, Cultura y Deporte del Gobierno de Aragón.
Se ofrece a continuación una visión actualizada de la información histórica, patrimonial y turística de nueve fortalezas punteras de la provincia, que tienen en común que son visitables tras dicho esfuerzo restaurador y el pertinente acondicionamiento de sus instalaciones: a cargo del citado Javier Ibáñez, los castillos de Mora de Rubielos y Alcalá de la Selva, en el segundo caso en colaboración de José F. Casabona; el dePuertomingalvo, de estos dos autores y Ruben Sáez; el de Castellote, firmado por Casabona; el de Albarracín, de Antonio Jiménez Martínez; el de Peracense, de Jesús Franco y Antonio Hernández Pardos; el de Alcañiz, de José Antonio Benavente; el de Albalate del Arzobispo, de Marta Clavería; y el de Valderrobres, de Manuel Siurana.
Cierra el libro un capítulo que redondea la obra, “Interpretación y didáctica en recintos fortificados”, escrito por Jesús Franco y Darío Español, también profesor de Didáctica de las Ciencias Sociales de la Universidad de Zaragoza. Exponen estos autores que se lleva un tiempo trabajando en la dinamización de una serie de castillos de Teruel y, para que el esfuerzo sea óptimo, el patrimonio ha de ser gestionado correctamente (sea desde ámbitos públicos o privados), sin perder el hilo de la definición de los objetivos que se pretenden, a saber: la investigación, la conservación y la comunicación global del patrimonio, punto último que pretende la notoriedad (que nos conozcan y sepan qué actividades realizamos), influir en la imagen mental que los demás tienen de nuestro patrimonio y un interés comercial.
Aparte del esfuerzo divulgador, que no asegura la asimilación de la información, la educación patrimonial tiene que basarse en la interpretación y la didáctica. El hecho de poder visitar una de estas fortalezas ya tiene un potencial didáctico muy potente,pero no suficiente, por lo que se deberían establecer actividades interpretativas que permitieran ampliar conocimientos, a la vez que aportaran valores de conservación y respeto al patrimonio; de hecho, los recursos informativos pasivos (paneles, maquetas, visitas o recursos audiovisuales o informáticos en lo que no hay opción de interacción) son mucho menos efectivos que los activos (talleres, recreación de procesos, juegos de simulación, representaciones, realidad virtual, etc.). Por ello, Franco y Español proponen dos de los activos como herramientas poderosas de dinamización e interpretación de los recintos fortificados turolenses: la recreación histórica (o “reenactment”) y los recursos digitales, que permitan la reconstrucción de escenas históricas, la recreación y restitución de espacios patrimoniales, geolocalizadores, etc.; siguiendo el modelo estadounidense de los museos al aire libre, que fue adoptado muy pronto en Centroeuropa. Para los autores, la didáctica del patrimonio tiene que considerar a los castillos una fuente primaria a analizar, con una carga de valores identitarios y empáticos vinculada a la localidad donde se halla, lo que es palpable en el territorio turolense; siendo la interpretación el instrumento adecuado para decodificar la realidad patrimonial. Si los modelos son adecuados y creativos, bien diseñado el programa didáctico y la difusión, la atracción turística estaría asegurada, además de servir de acicate a la investigación y divulgación de la historia de dichos castillos y su territorio.
Miguel Ángel Pallarés Jiménez – Universidad de Zaragoza, Grupo de investigación ARGOS. E-mail: miguelap@unizar.es
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