La dictadura militar que rigió Chile durante diecisiete años no ha terminado, al menos no de forma simbólica. Sin duda, lo avanzado durante los gobiernos de la Concertación1 en el establecimiento de la verdad ha sido muy parcial y lento, lo que ha significado la impunidad para los violadores de derechos humanos y también responsables de las muertes de ese oscuro período (Verdugo, 2004). Desafortunadamente, la literatura no siempre se ha ocupado de una forma adecuada de la representación del horror vivido durante la dictadura cívico-militar. Dentro del posible mapa que caracteriza el contexto político y literario chileno de los últimos años, resulta evidente, en efecto, una variedad de elaboraciones simbólicas y nuevos modos de representaciones que transformaron los presupuestos narrativos de la producción literaria (Bianchi, 1997). A partir del análisis de la novela Carne de Perra, publicada en 2009 por la escritora chilena Fátima Sime, resulta necesario plantear, preguntas que tratan de resolver las dudas acerca de sí es posible relatar, o, mejor dicho, de cómo se puede contar de una manera eficaz la experiencia de la violencia extrema vivida en Chile desde 1973 hasta 1990.
Fátima Sime se puede enmarcar en lo que Tomás Moulian denomina “postmodernismo alternativo” (Moulian, 2002), donde el proceso de olvido se quiere vencer logrando la recuperación de la memoria histórica. Con su iniciativa de analizar la realidad y escribir sobre lo que no se puede olvidar, la escritora chilena se niega al silencio y expresa el deseo de mirar hacia el futuro a través de una reflexión paralelamente orientada al pasado (Camacho, 2010, 10).
El contexto del período dictatorial que encontramos en la novela contribuye a la creación de una historia de la tortura que se inscribe dentro de un proceso más amplio de reconstrucción sociológica, el que Sime utiliza no sólo para luchar contra la amnesia colectiva sobre los hechos acaecidos en el Chile de 1973 a 1990, sino para intentar cerrar (o hacer menos dolorosas) las heridas de sus víctimas, tanto en los cuerpos de los sobrevivientes como en las de todo un país.
A nivel temático, Carne de Perra cuenta la historia de María Rosa Santiago López una enfermera universitaria, hija de un taxista y de una profesora de castellano, que de manera casual se ve involucrada en un crimen político llevado a cabo por la policía secreta del régimen militar. María Rosa es detenida debido a su relación con Alexis Leiva, jefe de los Banderas Rojas, un grupo de izquierda radical y revolucionaria, “más a la izquierda que el MIR2” (Sime, 2009, 50) llevada a un centro de detención de prisioneros y sometida a todo tipo de vejaciones y violencia: sexual, psicológica, etc.
Una vez que piensa que la dejarán libre es reclutada por Emilio Krank, el llamado Príncipe, quien bajo una figura parecida a la del tutor, la ha escogido para formar parte de un plan con interés patriótico; el que consiste en eliminar a través de la acción de la inteligencia militar a un personaje público que podría colocar en riesgo la estabilidad de la Nación. Por lo que Krank le consigue después de haberla sometido a un proceso de tortura física y sexual, un trabajo de enfermera en la clínica donde se encuentra hospitalizado el hombre que María Rosa deberá eliminar según un plan que prevé la aplicación de compresas contaminadas.
En medio de la confusión emocional, sexual y moral, María Rosa realiza su cometido y cuando está finalmente libre se descubre incapaz de recuperar su identidad desmantelada; una vez ejecutado el crimen, debe irse a Suecia bajo el estatus de refugiada política, con otro nombre y con la macabra experiencia de la tortura vivida, y además con la obligación impuesta por el Príncipe que olvidara todo lo ocurrido y volver “a ser María Rosa Santiago López la enfermera torturada” (Sime, 2009: 103).
En el exilio viaja por primera vez sin la presencia de Krank y comprueba la incapacidad de vivir sin su torturador. Años después, bajo el régimen de la supuesta transición, María Rosa vuelve a Chile. Momento en que tendrá que recomponer su memoria, enfrentarse con el pasado e intentar vivir un duelo que la lleve a la sanación. En Santiago, intenta restablecer las relaciones con su familia y trabaja como enfermera en la Posta Central, el Hospital de Urgencia y Asistencia Pública. Es allí donde se rencuentra con su torturador. El Príncipe, quien se encuentra en estado terminal, afectado por un cáncer, y que ha llegado a ese lugar precisamente porque sabe que María Rosa trabaja ahí y quiere que ella cumpla su última orden, es decir, ahorrarle el sufrimiento y morir en sus manos antes de padecer el curso natural de su enfermedad. Es la ocasión que tiene la protagonista para recuperar su vida y vengarse de su torturador. En principio, comienza a someterlo a torturas, manipulando los procedimientos médicos y las dosis de morfina que sirven para aliviar el dolor del Príncipe. Sin embargo, finalmente, toma la decisión de ayudar a su ex amante hasta llevarlo a un buen morir (Llanos, 2017).
El adiestramiento psicológico que ejecuta Krank induce a la teoría del Síndrome de Estocolmo que se manifiesta cuando la víctima se enamora de su victimario. Este proceso, por un lado, contribuye a la desintegración del sujeto y al mismo tiempo le provoca una confusión emocional. Sin embargo, lo que parece más evidente que en el contacto con la única persona que tiene la protagonista durante su cautiverio se concentra todo intento de la mujer de adaptarse a su realidad, a un espacio reducido en el que no existe posibilidad de comprender lo que ocurre. Su realidad queda así restringida a sus encuentros con el Príncipe, admitiendo su propia experiencia límite como única realidad posible que transforma lo inaceptable en rutina.
La crudeza y la violencia marcan la narración desde el título de la novela, donde el binomio “carne” y “perra” sugiere todo el horror de la tortura sufrida y la traslación de la esencia del ser humano al grado de simple masa corpórea. La degradación anula la subjetividad de la víctima y la reduce a “lo carnal”, así que el cuerpo despojado de todas emociones y dimensiones se presenta como pura carne, objeto de manipulación. La lengua de José Emilio Krank llega a ser una herramienta esencial para humillar y torturar a su víctima, tanto sexualmente como verbalmente. “No me penetraba. Mis orificios eran para su lengua, para sus dedos. Para sus alimentos. Me llenaba, me colmaba de higos, porotos, pasteles. Comía de mi hasta hacerme explotar” (Sime, 2009: 51). De ser su “muñeca” o su “reina”, María Rosa en un instante pasa a ser una “mierda”, una “concha de tu madre”, una “puta reputa”, una “puta de mierda”, una “imbécil” o una “perra de mierda” entre otros apelativos que subrayan que el Príncipe es un amo violento y ambivalente. Ambivalencia que el hombre manifiesta no solo con palabras, sino pasando de repente desde una actitud casi cariñosa hacia su víctima a una violencia sádica (Llanos M., 1997).
El objetivo final del vínculo entre María Rosa y El Príncipe resulta ser, tal como se señaló un asesinato que tiene fines políticos y en este sentido en el ejercicio del poder se revela la necesidad de convertir a la víctima en colaboradora. María Rosa acepta y construye como suyo el plan de asesinar al enemigo de la sociedad y al consumar el crimen se revela su vez su propia transformación, tanto psíquica como somática.
La mujer termina por ocupar un presente vacío que trata de llenar con sexo y alcohol; sigue viviendo prisionera de su cuerpo y de su mente, bloqueada sin encontrar una vía de salida que le permita superar el horror sufrido. La anorexia que vive la mujer en su presente es de hecho una forma de manifestar su duelo a nivel visual y físico, controlar el cuerpo luego de los vejámenes sexuales sufridos a manos de su torturador. La humillación que, la mujer había experimentado en el contexto carcelario se transfiere a su fisonomía corporal por medio de una comida que, en vez de nutrir, la destruye. Su nuevo cuerpo frágil, refleja la condena del poder que el Príncipe sigue ejerciendo sobre ella.
En la Posta Central, donde reaparece su verdugo tal como se ha señalado, se le presenta a María Rosa su única oportunidad de venganza. Apoyándose en el plan de adiestramiento cumplido para enseñar a la mujer a matar, el Príncipe se acerca a su “reina” exigiendo que ella cumpla su última orden: “Mátame, tú puedes” (Sime, 2009, 43). La mujer, en este momento comprende que la situación está en sus manos, que ya no es la esclava encerrada en los departamentos por su captor, que tiene que decidir como enfrentar el último imperativo de Krank la decisión final de matar a éste no se revela como intención de procurar un más intenso sufrimiento corporal, aunque es lo que quiere cumplir la mujer en un primer momento. Al contrario, el objetivo reside en acabar con el sufrimiento del hombre y a la vez, de su propio dolor, es decir liberarse para siempre de su presencia física intentando, así borrar su imagen. La venganza de María Rosa es, en conclusión, la única manera de alejar a este “hombre maldito” (Sime, 2009: 119) de su mente, igualmente a la memoria del dolor sufrido, e intentar seguir con su trabajo y con su vida.
Tanto en el conjunto temático como en la estructura de la obra, historia y memoria se alternan en un continuo proceso de reconstrucción del pasado dictatorial. La trama se fragmenta a través de treinta pequeños capítulos: diecinueve remiten al tiempo de la detención de la protagonista, los restantes once se concentran en la época de su regreso a Chile. Estos diferentes ámbitos narrativos poseen a su vez distintas modalidades de narración: el primer tiempo de su relación patológica con el Príncipe, en que María Rosa sometida a tortura, se despliega en una narración en tercera persona. En el segundo, es la voz de María Rosa, en primera persona, la que informa acerca de los años que estuvo en Suecia. Paralelamente, el lector a través de unos segmentos narrativos se entera de las conversaciones entre víctima y torturador. A través de las diferentes perspectivas de presentación de los sucesos, la novela revela toda la complejidad narrativa “respecto a la cual las palabras y el lenguaje parecen quedar obsoletos” (Montes Capó, 2011, 70).
Esta doble presentación de la trama, revela la necesidad de recurrir a una estrategia narrativa que permita desplazar la voz propia hacia la de otro, un sujeto ajeno que sea capaz de articular un discurso frente al que el “yo” no tiene voz (Piglia, 2001). Desde una perspectiva lejana, la protagonista intenta así volver sobre su propia vida: apoyarse en la voz del otro permite a la protagonista cumplir el primer paso hacia la narración de una experiencia que se le obligó a callar y olvidar.
Generando cierta perplejidad en el lector, que nunca llega a comprender cuál es el límite entre dolor y placer, la autora nos ayuda de esta manera a observar la complejidad de relatar una experiencia traumática (Ternicier, 2010). Si el recuerdo del horror se resiste a la representación, volver al estudio de crímenes inenarrables podría ayudar a resolver los miedos sociales y colectivos que inmovilizan una acción significativa para la recuperación de una memoria histórica.
Gracias a la literatura y a sus medios narrativos ficcionales, la realidad se podrá reinterpretar y revitalizar para que la sociedad no olvide su pasado reciente. Al mismo tiempo resulta necesario y urgente poner en la escena los crímenes, describirlos, hacerlos tangibles a través del arte y sostener una valiente batalla por el derecho a la memoria, si realmente se quiere construir la democracia en Chile como en cualquier otro espacio del mundo.
Notas
1. La Concertación de Partidos por la Democracia, más conocida como la Concertación, fue una coalición de partidos de centro y izquierda que gobernaron Chile desde el 11 de marzo de 1990, iniciando la transición chilena hacia la democracia, después de los 17 años de la dictadura de Augusto Pinochet.
2. El “Movimiento de Izquierda Revolucionaria” (MIR) fue una organizacion de extrema izquierda chilena fundada en 1965. Bajo el apoyo de Cuba, tení a por objeto instalar mediante una revolucio n un estado marxista en Chile.
Referencias
BIANCHI, S. (1997). “De qué hablamos cuando decimos nueva narrativa chilena”. En René Arcos Levi: Nueva narrativa chilena. Santiago de Chile, LOM Ediciones.
CAMACHO, C. (2010). La práctica de la tortura como des-integración del sujeto en “Carne de Perra” de Fátima Sime. Informe final de Seminario de Grado para optar al grado de Licenciado en Lengua y Literatura Hispánica con mención en literatura, Universidad de Chile.
LLANOS MARDONES, B. (2017). “Ge nero, violencia sexual y delito en Carne de Perra de Fa tima Sime”. En Cuadernos de Literatura, n. 42, julio-diciembre 2017, vol. XXI.
MONTES CAPÓ, C. (2011).“Carne de Perra, de Fátima Sime: la persistencia de lo urgente”. En Iberoamericana, XI, n. 44, 2011, pp. 63-78.
MOULIAN, T.(2002). Chile actual: Anatomía de un mito. Santiago de Chile, LOM Ediciones.
PIGLIA, R. (2001). Tres propuestas para el próximo milenio (y cinco dificultades). Buenos Aires, Fondo Cultura Económica – FCE.
SIME, F. (2009). Carne de Perra. Santiago de Chile, LOM Ediciones.
TERNICIER, C. (2010). “Reseña Carne de Perra” en Revista de Humanidades n. 21, junio 2010, pp. 235-241.
VERDUGO, P. (2004). De la tortura no se habla, Agüero versus Meneses. Santiago de Chile, Catalonia.
Resenhista
Federica Catenacci – Licenciada en Lenguas Modernas Università degli Studi Guglielmo Marconi – Roma. E-mail: fedecaten@gmail.com
Referências desta Resenha
SIME, Fátima. Carne de Perra. Santiago de Chile: LOM Ediciones, 2009. Resenha de: CATENACCI, Federica. Contextos – Estudos de Humanidades y Ciencias Sociales. Santiago, n.47, 2020.
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