En los últimos años, dentro de las investigaciones sobre los trabajadores, se han abierto (o reabierto) diversos debates que abordan temas clásicos como el del peronismo, la izquierda, la organización de base y, cuestión a la que dedicamos este dossier, la burocracia sindical. Objeto ineludible en el estudio del movimiento obrero argentino desde mitad del siglo XX en adelante, la burocracia sindical ha sido motivo de fuertes polémicas políticas pero también teóricas en torno a su definición, su relación con el peronismo, su carácter inevitable para algunos y la posibilidad de combatirla de manera estratégica para otros.
Perry Anderson, en Alcances y limitaciones de la acción sindical, advertía: “La clase obrera es concretamente libre sólo cuando puede combatir el sistema que la explota y oprime. Y esto puede hacerlo sólo a través de sus instituciones colectivas: su unidad es su fuerza, y de ella depende su libertad. Pero precisamente porque esta unidad exige organización disciplinada, el objetivo natural del capitalismo pasa a ser el apropiarse de ella con miras a la estabilización del sistema. Se la puede entonces tornar en instrumento contra los mismos propósitos para los que fue creada. Es esta ambigüedad –poder para tomado como poder sobre– la que hace que las instituciones de la clase obrera puedan convertirse en las mejores armas contra ella”. El punto de partida que propone Anderson, y en realidad el del conjunto de la tradición marxista, anuda estrechamente el análisis de la existencia de la burocracia sindical a una perspectiva de emancipación. Es justamente allí donde radica la centralidad del análisis para la izquierda pues, sin esta densidad estratégica, la pregunta sobre la burocracia corre el riesgo de quedar atrapada en una jaula de hierro de inevitabilidad weberiana o quedar circunscripta a un debate moral.
Durante el siglo XX, los debates sobre la burocracia han seguido los ritmos de la lucha de clases. Dos momentos se destacan. El primero, entre las décadas de 1910 a 1940, signadas por la masificación e institucionalización de las organizaciones sindicales, en donde los clásicos del marxismo, entre los que se destacan Rosa Luxemburg, Antonio Gramsci y León Trotsky, elaboraron una serie de reflexiones en torno al surgimiento y consolidación de la burocracia cuyos nudos teóricos siguen siendo hoy las bases de las actuales discusiones. Entre ellos están: la relación de la burocracia sindical con el Estado; el proceso de consolidación de una capa social con intereses propios; la división interna de la clase trabajadora y la conformación de una aristocracia obrera; el papel de los sindicatos en la consolidación de las democracias capitalistas de “Occidente”; y la relación entre los partidos revolucionarios y las organizaciones sindicales. El segundo momento, entre 1960 y 1980, ocurrió al calor del ascenso de la lucha obrera en muchos países de Europa (Italia, Francia, Inglaterra) y también de América Latina (Bolivia, Argentina, Chile y más tarde Brasil) y se destacó por la construcción y erupción de procesos de organización de base antiburocráticos que no sólo ponían en cuestión a las direcciones sindicales sino que volvían a abrir la puerta a formas de autoorganización obreras con carácter anticapitalista. Es en ese contexto que, desde un ámbito académico marcado por las teorías de las relaciones industriales de corte positivista, se retomaron las elaboraciones del marxismo clásico para tratar de explicar los procesos en curso, pero también para pensar sobre sus potencialidades en el marco de la crisis capitalista que dio comienzo a la salida neoliberal. Richard Hyman es uno de los autores que se volvió una referencia en esta apropiación, desde la sociología, de debates propios del campo marxista. En su libro El marxismo y la sociología del sindicalismo, Hyman vuelve a colocar en el centro de la escena la relación intrínseca entre el doble proceso de unificación que está inscripto en la organización sindical: el de los trabajadores entre sí y, a partir de éste, el del enfrentamiento ahora conjunto frente al capital. Este segundo aspecto se relaciona estrechamente con la identidad de la clase obrera pues coloca a los sindicatos en un lugar central dentro de las organizaciones colectivas a partir de las cuales los trabajadores se perciben a sí mismos como tales. Es esta capacidad de unificación la que reenvía directamente al problema de la burocracia sindical en la medida en que ésta se presenta, en el marco de la subordinación de los sindicatos al Estado, como agente de fragmentación a partir de la creación de diferenciaciones internas en la clase obrera. En Relaciones industriales Hyman aporta, también, toda otra serie de consideraciones para el tratamiento de la burocracia que influyeron en el debate de la época y se vuelven más estimulantes a la luz de la década del 90: las relaciones entre la concepción del sindicato como prestador de servicios para sus afiliados, su eficacia en ese rol y la democracia sindical. En esta triple dinámica, se produce una subversión de la concepción del proceder sindical pues se reemplaza al sindicato como instrumento de poder de la clase por una concepción de “prestador” (invirtiendo la dirección de la relación), se asiste a una naturalización de la “eficacia” como criterio de evaluación del funcionamiento y, por último, se anulan, o se reducen a un mínimo valor legitimador, los mecanismos de democracia sindical como consecuencia de trastocar los objetivos, punto uno, y despreciar los métodos, punto dos.
Este conjunto de elementos provenientes de la teoría marxista resultan, a nuestro juicio, insoslayables a la hora de comprender la complejidad de la burocracia sindical como una capa social con intereses específicos (atendiendo a la dialéctica resultante de ser expresión de un proceso colectivo) y a su vez escrutar su rol, determinante en el desarrollo y configuración de dicho proceso. Es decir, estos elementos resultan necesarios para evitar miradas dicotómicas sobre la burocracia sindical en la que ésta se explique o bien en espejo de la base obrera o bien en completa independencia de ésta.
En este dossier, nos proponemos volver sobre este “hecho maldito” del movimiento obrero pero no desde un punto de vista puramente teórico. Lo que nos interesa es estudiar el desempeño de esas dirigencias gremiales desde una perspectiva que permita dar cuenta de su desarrollo histórico concreto y colaborar, desde ese análisis empírico, en su conceptualización. Los trabajos que presentamos aquí expresan diversas líneas de investigación representativas, a su vez, de diferentes concepciones teóricas y metodológicas sobre la burocracia sindical y el proceso de su constitución. El artículo de Luciana Zorzoli describe el desempeño de la dirigencia sindical peronista en el marco de la Organización Internacional del Trabajo durante 1976. Allí evidencia la vitalidad de esas conducciones y sus acciones y planteos congruentes con el flamante autodenominado Proceso de Reorganización Nacional. Leandro Molinaro aborda el tramo final de la última dictadura militar para estudiar, a través de tres casos de relevancia, el modo en el que la burocracia funcionó en el marco de la normalización sindical. Además de dar cuenta de los intereses propios de esas conducciones, en su continuación o recomposición, Molinaro establece una correlación entre las negociaciones con el gobierno de facto y la paralización de un gran número de conflictos de base encabezados por sectores contrarios a esa burocracia. El trabajo de Mónica Gordillo plantea una reflexión tras la reapertura democrática de 1983 y durante aquella década. El artículo ofrece un conjunto de consideraciones que permiten pensar las denominadas experiencias democratizadoras en el mundo sindical y, de este modo, hacer eje en la ponderación de un proceso que se contrapone al proceder de la burocracia. En la continuidad cronológica, Julieta Haidar estudia el sindicato de Luz y Fuerza de la Capital Federal como caso emblemático del “sindicalismo empresarial”. A partir de una detallada descripción de las características y de observar el funcionamiento de la conducción gremial en ese proceso, la autora analiza el “sindicalismo empresarial” ponderando elementos de continuidad y de ruptura. Finalmente, el artículo de Paula Varela presenta tres líneas de interpretación sobre la burocracia sindical que predominaron durante el kirchnerismo con un doble objetivo: reflexionar sobre los presupuestos teóricos que esas visiones implican en un debate académico que estuvo más centrado en discutir otros tópicos (conflictividad, negociación colectiva, modelo sindical), y analizar algunos rasgos del “retorno” del movimiento obrero a la escena nacional durante el kirchnerismo.
Organizadores
Diego Ceruso
Paula Varela – UBA-CONICET. E-mail: paula.varela.ips@gmail.com
Referências desta apresentação
CERUSO, Diego; VARELA, Paula. Presentación. Archivos de historia del movimiento obrero y la izquierda, n.8, p. 9-12, mar./ago. 2016.Acessar publicação original [DR]
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