Arqueología del mestizaje. Colonialismo y racialización | L. Catelli
Este libro reclama, por derecho propio, un lugar entre los textos que constituyen un campo y al mismo tiempo abren la temática a la que convocan. Catelli ofrece un recorrido arqueológico del mestizaje –en una sutil evocación foucaultiana– para dar cuenta de cómo este se desenvuelve en tanto dispositivo que permite comprender, en la larga duración, los modos en que las violencias coloniales se trasvasan a la nación criolla.
El pasado colonial es objeto de un rastreo a partir de las configuraciones histórico sociales del mestizaje que se producen en la nación criolla por medio de los tópicos centrales del biopoder colonial tardío y sus contactos con las teorías sobre la eugenesia.
El libro en sí mismo hace emerger los espacios que recorre, los estilos y los lenguajes que están en un campo de conocimiento. Todos conocemos que la evocación a alguna noción de lo colonial en el presente no puede ausentarse de las genealogías que le fueron constitutivas, la poscolonial y la decolonial. Los procesos de subjetivación que estas han estudiado en los colonialismos de toda laya, pero sobre todo ingleses la primera, y españoles y portugueses la segunda, han dominado la escena de los más arduos debates teóricos en los últimos cuarenta años.
Arqueología del mestizaje participa de ese universo, pero, al mismo tiempo, se despliega en el campo específico de los estudios coloniales, tal como se constituyó en los Estados Unidos, hogar de las primeras reflexiones que atraviesan la investigación de Catelli. Por cierto, se trata de estudios que, al presente, más allá de que ocupen una posición relativamente marginal en el universo académico norteamericano, cuentan con una alta formalización y amplios desarrollos conceptuales. Los nombres de Walter Mignolo, Yolanda Martínez San Miguel, Carlos A. Jaúregui, Gustavo Verdesio, Rolena Adorno, entre muchxs otrxs, ofician de referencias claras para entender con quiénes discute y de qué debates participa este libro. Al mismo tiempo, dialoga también con las preguntas sobre el colonialismo hechas por la misma autora en otros colectivos situados en las academias latinoamericanas. Allí se suceden los nombres de Mario Rufer, Valeria Añón, Patricio Lepe Carrión y, centralmente, el de Silvia Rivera Cusicanqui, con quien establece una larga conversación sobre los mundos del mestizaje.
Todos los ámbitos intelectuales que recorre Catelli fomentan y producen una visión compleja, pero asequible, por virtud de su capacidad expresiva. El mestizaje es el nudo que permite pensar el proceso de la conquista y luego los estados nacionales como amplias máquinas perfomativas de las subjetividades políticas y sociales latinoamericanas. En ese sentido, lo vasto del proyecto sería imposible sin la imaginación metodológica que retoma los archivos en su exceso. A partir de allí construye vectores que conectan fuentes de diversa naturaleza y trama una articulación conceptual que no solo informa el caso, por decirlo de una manera anticuada, sino que además participa de la discusión teórica en todos los espacios antes mencionados.
Se trata de un trabajo que por sus dimensiones recoge el espíritu de los que fueron los textos iniciales del campo o, por lo menos, los que marcaron agenda en los estudios coloniales. A mi juicio participa del tono y del alcance de escritos como El lado más oscuro del renacimiento o Historias locales, diseños globales, ambos de Walter Mignolo. Señalo esto porque el libro de Catelli, al igual que los nombrados, proyecta un problema en la larga duración de las prácticas históricas y culturales latinoamericanas y no se pierde en el gesto totalizador. Ese es un punto crucial y no exento de drama, es decir, un riesgo siempre presente cuando un “objeto” de estas dimensiones atraviesa largos períodos.
La autora lidia muy bien con la tensión entre las “pequeñas historias” y los grandes procesos. Lo hace en un registro de escritura que describe el mestizaje en la capilaridad de las prácticas políticas y culturales. Allí se entiende muy bien el nudo que representa para las historias latinoamericanas en tanto dispositivo donde se negocia el poder y sus mediaciones. Ello significa que no será posible encontrar en su análisis alguna dimensión binaria, generalmente designada desde lugares de enunciación asimétricos, como los viejos relatos sobre nosotros y los otros, los otros del sí mismo que atormentan a muchas filosofías o, por ejemplo, los discursos esencialistas de un autor como Vasconcelos que, por cierto, es largamente recorrido en el libro.
Esa es la razón por la que antes dije que se trataba también de un libro con una fuerte impronta metodológica, porque establece una conversación desprejuiciada con lo que genéricamente llamamos teorías coloniales, las teorías acerca del colonialismo, las cuales, como sugerimos antes también, poblaron el espacio de las humanidades y las ciencias sociales en las últimas décadas.
Si hay entradas a su libro que provienen de Gayatri Spivak o Dipesh Chakrabarty, con reflexiones que se produjeron desde espacios y contextos muy diferentes –por caso, los temas del patriarcado colonial o la crítica a Michel Foucault–, la participación de esos textos en el complejo que diseña Catelli desde el punto de vista conceptual y cómo conecta su trabajo con esa otra tradición crítica del colonialismo se percibe como natural, ocurre sin accidentes. No hay una conversación condicionada por un dominio teórico, como el de la crítica poscolonial, ni tampoco ocurre la sectorización por el objeto de estudio. Catelli se revela como una astuta pensadora de y en los contextos.
El libro presenta una conversación que hace dos movimientos concretos: por un lado, cualquier discusión sobre los procesos de construcción identitaria, como lo es el mestizaje, la asocia a las modernidades (en plural, específicas) que supimos conseguir y, por otro, hace que esas modernidades se conecten de manera sistemática con las colonialidades subrepticias que las pueblan en extenso. Con lo cual, no funciona aquí esa suerte de advertencia que suele aparecer cuando se usan textos ajenos al campo, acerca de que hay un riesgo alto para el contexto dado que fueron pensados para otro y, como consecuencia, la teoría es una suerte de importación acrítica. En el análisis de Catelli, lo que es convocado viene a problematizar las aserciones propias y a establecer las diferencias. Al mismo tiempo, con un gesto que Edward Said supo explicarnos en teorías viajeras, muchas intervenciones imaginadas para otros territorios y pasados se re-encienden y con ello también sus posibilidades teórico-conceptuales y políticas. Otra vez, una sutil dialéctica entre lo molar y lo molecular mantiene el proyecto en pie.
La autora, Mario Rufer y Alejandro De Oto compartieron hace unos años un dossier donde preguntaban qué es lo colonial hoy. Laura Catelli en este libro persiste en la pregunta y señala que no hay que presentar los problemas que se constituyeron en algún momento de los pasados latinoamericanos como problemas cancelados porque, justamente, allí donde aparece una cancelación ella es la señal de que está operando un conjunto de fuerzas que indican su vigencia.
La operación arqueológica, que da título al volumen, describe justo ese punto. Por ejemplo, en esa evocación de su propia historia familiar que da inicio al libro, con su bisabuelo Colón, el que aparece en la foto de la portada vestido supuestamente como alguien de un pueblo originario. Al vínculo entre la biografía de Colón y la historia familiar, desatendido por los familiares bajo epítetos como “cosas que inventó el bisabuelo” (su ascendencia originaria), Catelli lo examina con precisión, evaluando si se trataba de un gesto irónico de Colón al vestirse de ese modo o si eso implicaba una suerte de invocación de un prestigio que alude a una suerte de ascendencia noble en el mundo criollo de principios de siglo XX. Todo ello empata muy bien con la idea de que el mestizaje se constituye como un dispositivo de poder durante la conquista y luego con los estados nacionales criollos. Es decir, el registro biográfico encuentra cauce y contacto con las líneas que estructuran al mestizaje en la larga duración y nos remite a los escenarios micro de los distintos presentes.
Entonces, ese dato minúsculo del bisabuelo aludiendo a su relación con el cacique Koslay, un registro que es fácilmente reconocible en la vida social de un país como Argentina, se convierte en el punto sobre el que pivota una pregunta que interpela el presente, nuestros imaginarios culturales en general y los raciales en particular. Es un registro mínimo, propio de las historias menores, pero conectado como lo hace Catelli con los dispositivos del mestizaje, lo cual hace que el libro muestre una forja de subjetividades y de posiciones que son, en definitiva, posiciones de poder en la constitución del socius.
Por último, me gustaría señalar nuevamente el carácter de ejercicio metodológico que vertebra el libro. En él se conectan archivos, materialidades y conceptos lidiando con fuentes muy heterogéneas. En ese sentido, una consideración aparte merece el análisis de la pintura de castas, un género de arte pictórico que fue muy importante entre los años de las décadas de 1770 y de 1780, muy popular en Nueva España y el Virreinato del Perú. En ellas se trataba de representar las castas producto de las “mezclas raciales” de la colonia. Catelli establece bien el punto al señalar que, si bien es una pintura que escasamente participa del canon, su circulación comercial, los encargos hechos por familias criollas con el fin de poder representar su linaje, todo ello junto con la clasificación que produce, anterior a los discursos eugenésicos, expone una trama que muestra con notable eficacia el modo en que el mestizaje se vuelve un problema capilar en relación con la legitimidad social
El giro metodológico crucial se percibe en que el problema de investigación se articula en el objeto pictórico. Es decir, la materialidad de las fuentes pictóricas es clave para explicar el tramado de un discurso sobre el mestizaje, tan potente o más quizás, que uno producido a partir de textos o de escritos que presentan grados de formalización diversos, pero que han colonizado el imaginario historiográfico acerca del archivo por décadas. Diría que el libro despliega un arte del hacer propio de un oficio que ha sabido combinar el registro historiográfico, el análisis de las materialidades, la vida social y los dispositivos que se constituyen para dar cauce a los imaginarios raciales. Todo ello en un cuadro inteligible, es decir, en un cuadro que no renuncia a la comprensión de los legos en la materia.
Junto con todo eso el gran espacio de las teorías coloniales aparece otra vez como una gran promesa heurística en la que se pueden conectar las pequeñas historias, las que hacen al espacio y la temporalidad de las vidas reales, con los procesos que definen y delinean las modernidades y colonialidades que aún hoy acechan y nos constituyen.
Resenhista
Alejandro De Oto – CONICET-UNSJ. E-mail: adeoto@gmail.com
Referências desta Resenha
CATELLI, L. Arqueología del mestizaje. Colonialismo y racialización. Temuco: CLACSO; UFRO, 2020. Resenha de: DE OTO, Alejandro. Anuario de la Escuela de Historia Virtual, v.13, n. 22, p. 297-300, 2022. Acessar publicação original [DR/JF]