«Argentina será industrial o no cumplirá sus destinos» es un novedoso y trabajado libro que explora “Las ideas sobre el desarrollo nacional (1914-1980).” Escrito por Marcelo Rougier y Juan Odisio, en el trabajo se parte de la asunción de que el desarrollo y la industrialización pueden tratarse como sinónimos, y por tanto se rastrean las ideas vernáculas sobre la industria y sus posibilidades a lo largo de lo que denominan el “corto siglo XX fabril”, período en el cual primó un pensamiento económico propio y no la incorporación de ideas foráneas. Lo que no es tan transparente, o al menos merecería algún tipo de enunciación, es el concepto de desarrollo que se asume ya en general o en cada momento del tiempo.
Los autores tienen una reconocida trayectoria en el campo de la historia económica e industrial argentina, siendo Rougier además, un activo promotor de ese último campo de estudio en la vecina orilla. Conforman un equipo potente y complementario desde el momento que Rougier es formado em Historia y Odisio en Economía, lo cual les permite hacer dialogar la riqueza y singularidad de ambos campos disciplinares.
La historiografía argentina sobre la industria es abundante y rica y ha avanzado mucho sobre aspectos estadísticos, sobre la historia de empresas, de los actores sociales y las políticas públicas, pero hasta ahora casi no lo había hecho sobre el terreno de las ideas. Los autores, versados en esa diversidad de aspectos y responsables de haberlos nutridos, detectaron el vacío y se propusieron llenarlo. La obra surgió entonces como resultante de su práctica de investigación y a la vez como necesidad de la misma.
Los autores explicitan que su metodología es la propia de la historia de las ideas, pues no separa las ideas del tiempo y el espacio ni las anuda mecánicamente a la estructura material, y que su búsqueda es la de una historia total en la cual converja la historia económica, social, política y la historia de las ideas. El resultado es una historia de las ideas puestas en relación con las condiciones materiales y con las políticas públicas, en el entendido de que las mismas fueron tanto su sustrato como la respuesta a motivaciones coyunturales. Es decir, las ideas tienen capacidad explicativa de las definiciones políticas, pero a su vez la realidad reconfiguró los abordajes teóricos y los instrumentos diseñados para intervenirla. Esto hace que la obra sea también un libro sobre políticas económicas y la vuelve un complemento ineludible para el estudio del sector.
La laboriosa y erudita tarea se lleva adelante revisando una infinidad de fuentes primarias del más variado carácter: escritos de autores, de actores corporativos e instituciones estatales, leyes, decretos y diarios de sesiones legislativas, revistas y publicaciones especializadas en temas económicos. De ese modo se recorren las ideas de actores también diversos, algunos de renombre y otros menos conocidos, que dan amplia representación a la sociedad toda: intelectuales, políticos y partidos, empresarios y cámaras empresariales, sindicatos, sectores militares, etc. El criterio de selección, advierten los autores, no es uniforme y respondió a la relevancia en la construcción del discurso. Sin embargo, convendría una mayor explicitación del mismo por dos razones, por un lado para que la obra no se transforme en el pasaje de un autor a otro, como sucede por momentos; y por otro para evacuar la duda respecto a la difusión y llegada que tuvieron las ideas de cada emisor, lo cual a veces tampoco se aprecia.
El libro se estructura en seis capítulos que avanzan en forma cronológica, más una introducción y un cierre. Todos los capítulos cuentan con una breve introducción sobre la situación y el desempeño de la economía en cada período. El resultado es un libro próximo a las 500 páginas que con otra tipografía podría incrementarse largamente.
El primer capítulo abarca el período comprendido entre 1914 y 1930 y aborda los inicios del industrialismo. Delinea cuidadosamente la eclosión de esas nuevas ideas y el modo en el que van cobrando relevancia en un clima marcadamente librecambista, y también aporta una buena descripción de las corrientes del pensamiento europeo en las que se inspiraban.
La lectura del capítulo deja en claro que por entonces eran varios los intelectuales reformistas que entendían que la etapa primario exportadora se había agotado y que no era portadora de un progreso indefinido como se había creído. Por tanto, entendían necesario buscar nuevas fuentes de riqueza en la diversificación de la producción agraria y en la industrialización misma. Sin ir más lejos, el título del libro fue extraído de un editorial de prensa escrita en 1915 por Manuel Ugarte, uno de esos intelectuales reformistas. La figura de Alejandro Bunge y sus colaboradores nucleados en torno a Revista Económica Argentina fueron entonces los apóstoles de la industrialización.
Estas posturas comenzaron siendo aisladas pero acabaron teniendo gran impacto y ya en los años veinte se elaboró el primer programa de estímulo público al sector industrial que no reducía el fomento a lo meramente aduanero. Además, se tornaron la simiente de aquellas ideas que habrían de propugnar que Argentina debía encontrar un camino que la liberara de la subordinación al comercio internacional, las cuales, en las décadas subsiguientes y ante las cambiantes situaciones externas, irían profundizándose y dando forma a variadas propuestas que cubrieron desde la autarquía y el nacionalismo económico a la conciencia industrial exportadora.
El segundo capítulo abarca la álgida década de los años treinta y se centra en el impacto de la profunda y duradera crisis que tuvo lugar entonces. Es bien conocido el hecho de que las medidas puestas en práctica para afrontar la crisis tuvieron un carácter pragmático y heterodoxo que buscaron atemperar sus efectos sobre la balanza de pagos y actuar de modo anti cíclico; y que para ello se crearon una serie de organismos de regulación económica. El estímulo a las actividades industriales no se buscó de modo expreso e integral sino hasta más adelante, aunque se reconocían sus efectos positivos sobre el empleo y el mercado interno.
Asimismo, el capítulo muestra que la crisis puso fin a las discusiones con los defensores del librecambio y acabó con las críticas contrarias al proteccionismo. Eso fue así incluso entre socialistas y comunistas, quienes habían criticado al proteccionismo en el entendido de que encarecía los productos para el consumidor final.
Hacia fines de los treinta, documenta el capítulo, también hubo entre ellos un viraje y cambio en relación a las lógicas decimonónicas por el cual la izquierda fue adquiriendo una conciencia nacional, afín al intervencionismo del estado y al antiimperialismo. Hacia fines de la década, al quedar perimida la discusión sobre el proteccionismo y una vez aceptada la intervención estatal, se dio paso a otra más profunda sobre los instrumentos destinados a promover las manufacturas y sobre las industrias que debían potenciarse, si las naturales o las artificiales, siendo las primeras aquellas para las que contaban con materias primas en el país. Lo más interesante es que deja entrever con claridad cómo las ideas y las medidas implementadas se fueron tallando y retroalimentando simultáneamente.
El tercer capítulo es el más extenso de la obra, cubre el decenio comprendido entre 1940 y 1950 y muestra cómo la guerra y sus efectos generaron un salto en la mentalidad industrial al acelerar la discusión sobre el devenir manufacturero. Hasta 1940 la industria había resultado beneficiada pero por políticas que buscaron actuar sobre el ciclo económico, y de hecho se pensaba que debían evitarse las industrias artificiales. Pero la guerra cambió la perspectiva porque la industrialización y la ampliación del mercado interno parecieron opciones inevitables para enfrentar el estancamiento económico y la desocupación. Fue un período crucial en el que se debate el camino que debía seguir Argentina, primero respecto a las alternativas frente a la guerra y luego sobre los dilemas de la posguerra.
En estos años ganó fuerza la idea de lograr la autarquía industrial que propugnaba por avanzar en la sustitución de importaciones y por un decidido apoyo del estado. Eso suponía un viraje hacia las industrias de base, como la metalúrgica, y avanzar en la producción de minerales. Los militares fueron los principales defensores de un nacionalismo económico que conjugaba la defensa nacional con el desarrollo manufacturero. Convivieron con ellos los partidarios de una industrialización moderada para quienes no debían mantenerse emprendimientos carentes de consistencia económica ni industrias que no permitieran economizar divisas.
La posguerra, por su parte, planteó el problema del futuro de la industria, la pregunta de cuáles eran las que debían desarrollarse y el temor a los trastornos sociales que su derrotero podría traer aparejado. El Consejo Nacional de Posguerra creado para abordar los problemas venideros, defendió los principios de la libertad económica, el apoyo para las industrias consolidadas y la eliminación de las industrias artificiales. El primer plan quinquenal del peronismo apostó al fomento de las manufacturas existentes para evitar la desocupación que la recuperación importadora podía generar y previó el estímulo a nuevas actividades sustitutivas de importaciones. Empero, durante los primeros años del peronismo primó la búsqueda de la armonía social y no existió un cuerpo teórico definido que actuara como guía y sustento de las medidas que se implementaban.
El capítulo cuarto abarca los años comprendidos entre 1950 y 1962 y muestra que los desequilibrios crónicos y recurrentes del balance de pagos, obligaron a los distintos gobiernos a ensayar nuevas alternativas y alentaron nuevas investigaciones. Sin ir más lejos, la crisis de 1949 coincidió con el manifiesto de la CEPAL que por primera vez dio un marco teórico a la dinámica cíclica del comercio exterior sobre las economías periféricas.
En esos años la disciplina económica se profesionalizó y sofisticó, y lo mismo sucedió con la discusión pública, generando que los partidos políticos perdieran preponderancia como usinas de ideas, aunque la actualización teórica no fue en desmedro de la aproximación empírica. A partir de ese momento el libro se puebla de las teorías del desarrollo que por entonces empezaron a desenvolverse, y lo hace sin descuidar el derrotero político de las medias propuestas y practicadas. Asimismo, y quizás pautado por la exposición de esos desarrollos teóricos más acabados y formalizados, el libro también empieza a fluir mejor.
Los académicos y políticos señalaban que el obstáculo fundamental al desarrollo radicaba en la vulnerabilidad externa y en los problemas derivados de la falta de divisas que a su vez se vinculaban con el desempeño exportador. En ese marco, y por referir a algunos de los más reputados, Aldo Ferrer ponderaba modificar la estructura económica para diversificar la producción, Raúl Prebisch proponía estimular la producción del suelo para aumentar las exportaciones y acelerar la industrialización, mientras que Rogelio Frigerio, -el guía intelectual de la experiencia desarrollista del gobierno de Frondizi-, apostó a la inversión extranjera para profundizar la sustitución de importaciones en las industrias de base y solucionar el cuello de botella generado por la falta de divisas.
A lo largo de toda la obra, pero especialmente en este capítulo y el siguiente, se presenta el pensamiento de los autores cronológicamente en el entendido de que van cambiando de ideas y porque están en relación con el contexto y las políticas económicas aplicadas.
El capítulo cinco se centra en la década de 1960, cuando se da una fuerte discusión sobre la estrategia de industrialización desarrollada y, aunque todos lo hacen, este capítulo ratifica muy especialmente que las conceptualizaciones cambiaron al ser confrontadas con la realidad. Asimismo, muestra cómo la temática había permeado a la sociedad integra.
El debate versó sobre los límites y problemas de la estrategia industrializadora y no sobre la industria en sí misma, nadie propuso desecharla sino que se pensó en la forma de mejorarla y de avanzar en la etapa más compleja. Los grandes problemas seguían estando en el sector externo, la extranjerización y la pérdida de soberanía, y a esos se sumaba el de la eficiencia y competitividad.
El resultado fue el surgimiento consensuado de lo que los autores llaman la conciencia industrial-exportadora. Proponía ensayar una salida exportadora para las manufacturas para aprovechar, además de las potencialidades del mercado interno, las del comercio internacional. Así se ganarían en eficiencia y competitividad, algo que se había perdido por la tendencia a funcionar como una economía cerrada y protegida. Las diferencias versaban otra vez en qué industrias se debía promover, habiendo quienes entendían necesario realizar una industrialización limitada hacia los sectores con ventajas comparativas. La cuestión tecnológica también fue ganando centralidad como problemática.
El último capítulo trata sobre el fin del consenso industrialista acaecido en la década de 1970. Por entonces irrumpieron las ideas liberales con un discurso que no era abiertamente anti-industrial sino que se focalizaba en las distorsiones causadas por la intervención del Estado. Por lo tanto, la estrategia propuesta se orientaba a eliminar la protección, los subsidios y a recuperar las ventajas comparativas; todo lo cual resultó en un proceso de desindustrialización.
En este capítulo también se abordan con detalle las ideas dependentistas que no trataban específicamente la cuestión industrial, pero que la influyeron por el análisis que hacían del funcionamiento de la economía. Con él tiraban por tierra las potencialidades de la industrialización para salir del subdesarrollo. La conclusión del capítulo, entonces, es que el fin del consenso industrialista respondió tanto al liberalismo de derecha como a las visiones desde la izquierda.
Este repaso de los contenidos de la obra puede servir de aproximación a la magnitud de la información allí abarcada y la inmensidad de personas u organizaciones contempladas y revisadas. El gigantesco esfuerzo y acopio realizado por un lado es elogiable, pero por otra parte, la información y el detalle son tantos, que por momentos se pierde un poco el hilo conductor de la obra.
En ese sentido sería conveniente que cada capítulo tuviera una introducción que guiara el recorrido a seguir en cuanto a autores y temas a presentar, así como un cierre que oficiara de resumen de las tendencias encontradas. Es cierto que los subtítulos de cada capítulo en parte lo hacen y que también corresponde al lector hacer lo suyo, pero igualmente parecerían de utilidad. Por la misma razón, si hubiera una segunda edición –y ojalá la haya-, la obra podría reforzarse con un conjunto de anexos que la descomprimiera, facilitara su lectura y diera mejor aprovechamiento y destaque a la información que contiene.
El libro cuenta con un índice alfabético de autores que permite rastrearlos, pero probablemente se podrían seguir mejor la trayectoria de cada uno con un anexo que presentara y evidenciara los cambios de énfasis y de interpretación de sus ideas en el tiempo. Es decir, que resumiera el pensamiento de los autores, o al menos de los más relevantes. Del mismo modo, retirar las historias biográficas del cuerpo del texto, podría agilizar la lectura de ciertos tramos y ayudaría a recuperar detalles. Lo mismo puede decirse respecto a la infinidad de centros y organismos que se siguen en el texto y desde las cuales emanaron ideas articuladas respecto al desarrollo económico.
A su vez, la obra estudia el abordaje de diferentes temas vinculados a la industria en cada momento del tiempo, y como de ese modo es difícil hacerse de una vez una composición de la dimensión diacrónica, la misma podría ser objeto de otro anexo que resumiera y jalonara el abordaje dado a las temáticas que son transversales al libro. Aunque su tratamiento no siempre tuvo la misma importancia e intensidad, en una primera panorámica podrían señalarse las siguientes discusiones: el lugar de las industrias naturales y artificiales, el logro de la autarquía industrial y la independencia económica, el grado de sustitución de importaciones a alcanzar, el rol del Estado, los problemas del sector externo, la promoción de la exportación industrial y la cuestión tecnológica.
Estas disquisiciones no opacan en absoluto el estimable aporte que la obra significa para entender la especificidad del pensamiento local sobre la industria y su derrotero, así como la trayectoria económica argentina. Por el contrario, todo lo dicho no hace más que destacar cuán voluminoso y nutrido es el libro, así como la inmensidad del trabajo realizado y la erudición que lo sustenta, especialmente si se tiene en cuenta su carácter pionero. Los autores han comenzado a desbrozar un camino y esperemos que sea un puntapié para que de allí se deriven otros tantos estudios en la misma línea, incluso para otros países latino-americanos.
Resenhista
Cecilia Moreira – Universidad de la República, Uruguay.
Referências desta Resenha
ROUGIER, Marcelo; ODISIO, Juan. “Argentina será industrial o no cumplirá sus destinos”. Las ideas sobre el desarrollo nacional (1914-1980). Buenos Aires: Imago Mundi, 2017. Resenha de: MOREIRA, Cecilia. Claves. Revista de Historia. Montevideo, v.4, n.7, p. 197 – 205, jul./dic. 2018. Acessar publicação original [DR]
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