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Los Jóvenes ante el reto europeo. Conocimientos y expectativas del alumnado de Educación Secundaria – PRATS et al (ECS)
PRATS, Joaquim (Director); PEÑA, Tòfol A. Trepat José Vte.; VALLS, Rafael; URGELL, Ferran (Coordinador). Los Jóvenes ante el reto europeo. Conocimientos y expectativas del alumnado de Educación Secundaria. Barcelona: Fundación “la Caixa”, 2001. (Col. Estudios sociales, núm. 7), 284 p. Resenha de: GONZÁLEZ, Isidoro. Enseñanza de las Ciencias Sociales, v.1, p.111-113, 2002.
Este libro ha sido elaborado por un equipo de investigación dirigido por Prats, catedrático de Didáctica de las Ciencias Sociales de la Universidad de Barcelona, integrado por Trepat, que actuó como coordinador y es también profesor de la Universidad de Barcelona, por el sociólogo de la educación, Peña, de la Universidad de Oviedo, por Valls, de la Universidad de Valencia y por Urgell, sociólogo investigador del Grupo DIGHES.
Se trata de un ambicioso estudio que incorpora diversas metodologías y técnicas de investigación en didáctica de las ciencias sociales y en sociología. Es una buena prueba del alto nivel que puede alcanzarse. Está publicado en una prestigiosa colección de libros que edita la Fundación «La Caixa» y que pueden verse en internet en la dirección www.estudios.la caixa.com. La investigación ha tratado de indagar en cuatro aspectos fundamentales sobre cómo se vive la dimensión europea en las aulas de la ESO, y qué peso parece tener en estas vivencias la instrucción recibida y construida por el alumnado.
Todas las comunidades españolas han sido estudiadas, tanto en lo que se refiere al estudiantado como en lo relativo al uso de los libros de texto que, en su mayoría, están homologados por las diferentes administraciones.
La generación de alumnado elegido tiene especial interés como población para ser estudiada, ya que los estudiantes de 4.o de ESO se encuentran en su último año de educación obligatoria y no están condicionados por experiencias profesionales o por trayectorias escolares diversificadas.
Es una generación que ha estudiado siguiendo los programas escolares de la reforma educativa que estableció la LOGSE, programas que incorporan el estudio de Europa y la dimensión europea en los términos más actuales. Al tiempo, esta generación de escolares es la última que asistirá a una etapa de educación obligatoria sin la experiencia de utilizar el euro, hecho que producirá consecuencias, aún por determinar, en el imaginario y la vida de los ciudadanos europeos de la Unión.
Según los autores, los resultados de la investigación demuestran un deficiente conocimiento sobre la historia y la geografía de Europa en un grupo muy numeroso del alumnado que acaba esta etapa educativa; y más si tenemos en cuenta que la prueba de conocimientos que se realizó incluía solamente contenidos muy básicos.
Solamente algo más de la mitad de los estudiantes obtienen unos resultados aceptables. Los porcentajes concretan más esta afirmación: un 59% aprobaría frente a un 41%, que suspendería; aunque de los que aprueban, ninguno obtiene una calificación excelente. En este terreno de los conocimientos, los alumnos de los centros privados concertados superan en casi un punto de nota media a los de los centros de titularidad pública.
Pero la investigación demuestra que no es éste el factor fundamental que determina el nivel de conocimientos. El componente familiar (socioprofesional y el llamado capital cultural) es, según las conclusiones de este estudio, el factor más influyente a la hora de explicar el mayor o menor rendimiento académico del alumnado, al menos en los temas que se han estudiado. De esta manera, los estudiantes que obtienen una calificación más destacada son los que pertenecen a familias de clase alta o clase media alta con padres que poseen estudios superiores o secundarios. Dentro de esta tendencia, pesa mucho más lo que se denomina capital cultural que la pertenencia a un determinado grupo socioprofesional.
En conocimientos sobre Europa, los chicos alcanzan casi medio punto de nota media más que las chicas. En el presente estudio, esta diferencia se aprecia no sólo en los conocimientos, sino también en el mayor grado de interés que muestran los chicos sobre otros aspectos más concretos, como son la política europea, la valoración del proceso que está siguiendo la Unión, o sobre las cuestiones ligadas a las posibilidades políticas, económicas o de otro tipo que supone la pertenencia a la Unión Europea. Se alcanzan mejores resultados en los temas de geografía que en los de historia.
Los autores del estudio se preguntan: ¿Son europeístas nuestros jóvenes de 16 y 17 años? La respuesta a la que llegan es que los jóvenes españoles, al término de los estudios obligatorios (ESO), se sienten mayoritariamente europeos (así se manifiestan tres de cada cuatro, mientras que sólo uno no se siente europeo). Pero la excelente matización que tiene cada una de las afirmaciones de esta investigación nos aclara que esta afirmación general contiene muchos matices. Las razones que esgrimen los jóvenes a favor de su pertenencia a Europa son de carácter fundamentalmente geográfico y hay pocas menciones a otro tipo de argumentos ligados a factores culturales, políticos o históricos.
Cuando afirman que se sienten europeos se refieren a una impresión muy general, en muchos aspectos imprecisa y bastante ambigua en su definición.
Como señala el libro, el sentirse europeo no implica necesariamente que los jóvenes reconozcan en esta filiación su identidad principal. Solamente lo han hecho así un 5%. Como era de esperar el sentimiento más fuerte de identidad se produce con España compatibilizándolo con el de su pueblo o ciudad, el de su comunidad autónoma o con otros ámbitos más próximos y cercanos. Así, de cada diez, seis jóvenes se declararían españoles, uno de su pueblo o ciudad, uno de su comunidad y uno no contestaría; del resto, la mitad (5’3%) se declararía de la Unión Europea.
El que no se declaren de la Unión no descarta que se sientan de ella, pero se trata de una identidad bastante tenue y lejana.
Aunque debe señalarse que los jóvenes españoles esperan más cambios e influencia en sus vidas, de la pertenencia a la Unión, que la mayoría de los otros jóvenes europeos.
A pesar de la importancia que en la concepción de Europa tiene la Unión Europea, lo cierto es que la información que manejan sobre ésta es muy escasa. El trabajo nos ofrece multitud de ejemplos: un alto porcentaje de escolares no sabe distinguir los estados que forman la Unión y confunden los países miembros con los que no lo son. Igualmente hay países europeos que, sin formar parte de la Unión, son considerados también como miembros de ella, como es el caso de Suiza, Eslovaquia, Rumania e incluso Rusia.
Para los autores tiene un especial interés el saber cómo se relacionan los conocimientos con expectativas, sentimientos y actitudes ante Europa y el proceso de que está llevando la Unión Europea. Los resultados de la investigación nos indican que, pese al desconocimiento medio que se aprecia en los temas relacionados con Europa y, más en concreto, con la Unión Europea, los jóvenes adolescentes españoles creen que la pertenencia de España a esta organización es positiva. Casi nadie cree que el ingreso de España en la UE haya sido negativo. Además, la mayoría aprueba el proceso de unión y piensa que este paso será positivo. Casi la totalidad de los encuestados no desearía que se detuviese o se cancelase el proceso de unión y la mayoría lamentaría que desapareciese la Unión Europea.
Para los jóvenes adolescentes, Italia y Francia son los países que más atraen, y los italianos son los europeos que se ven con más simpatía y los que reciben una mejor valoración. Después de los citados, Gran Bretaña, Alemania o Portugal serían países apetecibles para ir a vivir, independientemente de que sus ciudadanos no susciten, en un porcentaje elevado, demasiadas simpatías, especialmente los alemanes y británicos, que son vistos con recelo e incluso con una relativa hostilidad. El resto de países europeos y sus ciudadanos reciben valoraciones más variadas. Así, por ejemplo, los holandeses son valorados muy bien y los rusos muy mal, aunque también es cierto que, a más lejanía, el grado de indefinición es mucho más alto.
En el estudio dirigido por Prats se introduce una valoración de contraste que lleva a descubrirnos que los jóvenes españoles muestran una gran aceptación e identificación por los estadounidenses, a pesar de que sus sentimientos hacia ellos son contradictorios. En conjunto, los jóvenes españoles les otorgan una valoración más alta que a muchos de sus conciudadanos europeos (alemanes, franceses, portugueses y holandeses). Esta actitud contrasta con la poca aceptación que les suscitan los marroquíes. Para los estudiantes, los estadounidenses son ricos y poderosos; seguramente estas características los hacen más atractivos. Otros, los marroquíes, son percibidos como pobres, tienen una lengua, cultura y religión muy distintas y ello, probablemente, los hace menos deseables; incluso se han percibido algunos rasgos que recuerdan posturas hostiles a estos ciudadanos con indicios de una incipiente xenofobia. Y, finalmente, es digno de mención que ven con mucha más normalidad la llegada de europeos de la Unión a ocupar puestos de trabajo que la de otros extranjeros no comunitarios; incluso aceptan que un comunitario ocupe un puesto de trabajo en España si está más preparado que el español.
Por último, una parte especialmente interesante es el estudio de los libros de texto. Los autores han analizado los textos que utilizan más del 80% del alumnado español. La primera conclusión a la que llegan es que los libros de ciencias sociales de la etapa educativa secundaria obligatoria (ESO) son, sin duda, los que mayor espacio y atención han dedicado a los temas europeos en la historia de la educación española. También es constatable que los estereotipos negativos respecto de los países europeos han desaparecido de los manuales. Se puede afirmar, en este sentido, que los textos escolares españoles actuales son los más europeístas que han existido hasta el presente.
Pese a esta presencia de contenidos europeos, los libros ofrecen algunas incoherencias, cuando no errores o distorsiones.
La dificultad de definir con suficiente precisión el concepto de Europa hace que los manuales escolares reflejen esta situación y que éstos no propongan realmente ninguna definición correcta, ni se atrevan normalmente a plantear el problema existente o las diversas posibilidades de su definición. Además de ser confusos a la hora de delimitar qué es Europa en sus elementos definidores (historia, cultura, religión, etc.), los manuales escolares también lo son en otros aspectos más sencillos como, por ejemplo, al hablar de los límites geográficos. Otro problema no menos importante es que la mayor parte de los libros de texto ofrece una visión excesivamente occidentalista dentro del ámbito europeo.
El libro introduce un apartado de recomendaciones que pueden ser consideradas poco interesantes en su conjunto y un apéndice metodológico. Conviene comentar que este apartado es una extraordinaria muestra de cómo el rigor, la calidad técnica y el acierto en la elección de caminos metodológicos hace posible un auténtico camino de investigación en el área de didáctica de las ciencias sociales.
En resumen, una interesante aportación como las que ya son habituales en el potente departamento de Didáctica de las Ciencias Sociales de la Universidad de Barcelona y, en concreto, del grupo de investigación DIGHES (Didáctica de la Geografía e Historia en la Educación Secundaria) que dirige con acierto Prats y cuenta con investigadores tan solventes como, entre otros, Trepat. En este trabajo los investigadores del grupo se han ayudado de dos buenos especialistas como son Peña y Valls.
Isidoro González – Universidad de Valladolid.
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