The religion of life: eugenics/race/and Catholicism in Chile | Sarah Walsh

Las trayectorias biográficas del ex dictador militar Augusto Pinochet y el ex presidente socialista Salvador Allende parecen tener puntos de encuentro. Ambos, nacidos en las primeras décadas del siglo XX, fueron testigos de una serie de cambios culturales, políticos y sociales en la historia contemporánea de Chile. Pinochet y Allende realizaron sus estudios secundarios en prestigiosos colegios en la ciudad de Valparaíso, y ambos compartieron valores sociales que emergieron como ejes claves del bienestar del país: la familia, los vínculos matrimoniales y el compromiso público por la nación. Leia Mais

Fields of Revolution: Agrarian Reform and Rural State Formation in Bolivia/1935- 1964 | Carmen Soliz

The question of agrarian reform in Latin America has recently resurfaced as a topic of historical inquiry. In this context of renewed attention to the political nature of land reform, scholars have begun to ask: which land reform was the most radical? While the success of Mexico’s agrarian reform has been hotly contested for decades, gains from Guatemala’s reform were reversed after the 1954 coup, and Cuba’s 1959 land reform suddenly appears less radical when paired against the 1969 agrarian reform that cooperativized land in Peru. Bolivia’s 1953 land reform has seldom been interpreted as more transformational, far-reaching, or long-lasting than these or other Latin American examples. But Carmen Soliz’s methodically researched book, Fields of Revolution: Agrarian Reform and Rural State Formation in Bolivia, 1935-1964, seems to suggest just that.

Standard depictions of Bolivia’s 1952 revolution have regarded its agrarian reform law as either incomplete or a failure. Indeed, when Cuban revolutionaries embarked on their own project of agrarian reform in 1959, they looked to the Mexican and Bolivian cases for inspiration but concluded that neither had been successful enough to elicit emulation. The scholarship on Bolivia’s 1952 revolution, moreover, has continued to interpret Bolivia’s agrarian reform as limited, top-down, and applied in a clientelist manner. Soliz’s book overturns those conceptions and brings to light an entirely different reality, one forged in the highlands of rural Bolivia, where peasants expanded the limits of the agrarian reform law, won a new future for themselves, and changed the outlook of Bolivian politics. Leia Mais

The gray zones of medicine, healers and history in Latin America | Diego Armus e Pablo Gómez

Detalhe de capa de The gray zones of medicine healers and history in Latin America
Detalhe de capa de The gray zones of medicine, healers and history in Latin America

En los últimos años, los historiadores sociales de la medicina se han interesado en las ideas y prácticas de la medicina no oficial, a veces llamada medicina popular, mostrando la inestabilidad de la medicina ortodoxa occidental defendida por profesionales formados y celebrados en las universidades (Farias, 2012Buisan, 2019; Hernández Berrones, Palma 2019; Sowell, 2001). Estos estudios demuestran que no existió una sola medicina popular, indígena o afroamericana, tampoco existió un solo tipo de practicante (podían ser curanderos, hueseros, parteras, homeópatas, herbolarios, creadores de remedios mágicos, o una combinación de lo anterior) y que estos podían tener un rol importante fuera de la medicina. Podían ser líderes entre las personas esclavizadas, conocidos vendedores de remedios y otras mercancías, líderes religiosos y hasta políticos. Desde un punto de vista metodológico, estos estudios han consolidado nuevas formas de investigación como la historia oral, la búsqueda sistemática de informaciones en noticias periodísticas o la indagación en los archivos para trabajar con los juicios. De esta manera, han permitido registrar las opiniones no oficiales sobre la salud y las epidemias que generalmente no aparecen en los materiales impresos de la época o en las fuentes primarias más convencionales de las instituciones médicas oficiales.

Este libro (Armus, Gómez, 2021) viene a enriquecer esta literatura con una serie de ensayos sobre diversos personajes en Argentina, el Caribe, Colombia, Guatemala, México, Perú, la República Dominicana y Brasil. En términos temporales, los estudios cubren desde el periodo del siglo XVII hasta la actualidad. Los editores del libro y los autores de los capítulos son distinguidos historiadores latinoamericanos y norteamericanos que ya han producido trabajos importantes en esta área de estudios. Todos los personajes que aparecen en los capítulos son figuras fascinantes y es importante destacar la participación de mujeres. Muchos de ellos eran itinerantes, se preocuparon más de la legitimidad popular de sus intervenciones que de las aprobaciones del poder, tuvieron una importancia fundamental en la resistencia a la esclavitud, explotación y discriminación y mantuvieron generalmente una estrecha relación con la religión. Según los editores, los personajes estudiados desafiaron el control y la persecución por parte de autoridades políticas y eclesiásticas quienes a veces los toleraban y en otras ocasiones no dudaron en condenarlos moralmente y en criminalizarlos. Como resultado, el conocimiento sobre el cuerpo humano y la enfermedad en la sociedad fue ambiguo, resbaladizo, incoherente y hasta contradictorio. Leia Mais

Fighting unemployment in twentieth-century Chile | Ángela Vergara

Ángela Vergara es una reconocida historiadora chilena que ha abordado estudios sobre el mundo del trabajo y la desocupación durante el siglo XX en Chile desde diversas perspectivas, fundamentalmente la transnacional. Posee trabajos en torno a los obreros del cobre en Chile, las Company Towns y el impacto de la Gran Depresión en la región. Se desempeña como docente en California, Estados Unidos, por ello este libro está redactado en inglés y es publicado por la Universidad de Pittsburgh, constituyendo un importante aporte que viene a subsanar una vacancia historiografía en el campo. Leia Mais

The Gray Zones of Medicine: Healers & History in Latin America | Diego Armus, Pablo F. Gómez

Como parte de las últimas tendencias que caracterizan el desarrollo de la historia de la ciencia y la medicina, el giro global ha puesto de relieve el rol de personajes intermediarios en trascender las fronteras nacionales/locales de análisis, y criticar los aspectos político-culturales detrás de historias, muchas veces invisibilizadas, sobre saberes tradicionales en los procesos de modernización de los estados latinoamericanos (Cueto y Duarte, 2020). Sin lugar a dudas, este renovado interés puede brindar nuevas luces sobre la historia global de la curación (history of global healing), la cual evidencia un avance significativo en el último siglo de los sistemas de salud pública sobre las políticas de cuidado e higiene de las sociedades, y donde las prácticas de curación tradicionales, en lugar de mantenerse al margen de la supuesta hegemonía de la ciencia occidental, pueden entablar un diálogo de intercambio mutuo de conocimientos, o bien de disputas sobre la legitimidad médica y la validez de un conjunto de saberes (Hokkanen and Kananoja 2019). Leia Mais

Paths for Cuba. Reforming Communism in Comparative Perspective | Scott Morgenstern, Jorge Pérez-López, Jerome Branche

Paths for Cuba es un oportuno volumen editado que examina la Cuba actual desde la perspectiva de muchos campos diferentes, como la economía, las ciencias políticas, el derecho internacional, los estudios culturales, y la literatura latinoamericana. El objetivo principal del libro es analizar Cuba en el contexto actual de cambio y reforma. La metodología del texto es un marco comparativo que incluye países de Asia, Europa del Este, y América Latina. La tesis principal del libro es que “las reformas toman un camino no lineal, sin un final predeterminado en Cuba”. Los editores están de acuerdo en que el cambio y la reforma suceden en un “contexto interno y externo único”. La primera parte del libro se centra en la economía. El Capítulo 1 hace referencia al Consenso de Washington de 1989 y cómo reaccionó el gobierno cubano ante este proyecto. El capítulo se enfoca en el crecimiento económico y la necesidad de combatir la pobreza en la isla. En este capítulo se niega una amenaza militar existencial de un vecino poderoso, pasando por alto la constante amenaza del gobierno de los Estados Unidos al proyecto revolucionario. En esta lógica, es un estudio tecnocrático que no aborda los antecedentes históricos de la condición económica cubana. En un enfoque similar, el Capítulo 2 discute la posibilidad de que Cuba se convierta en un “jaguar caribeño”, sin ofrecer más que escenarios hipotéticos. El capítulo 3 analiza las relaciones entre Cuba y China, centrándose en la inversión extranjera en Cuba y las posibilidades de crecimiento económico. El Capítulo 4 explora, de manera bastante acrítica y poco reflexiva, las perspectivas de la transición al libre mercado, analizando las “reclamaciones de expropiación” contra Cuba por parte de empresas estadounidenses, argumentando que encontrar una solución a esa situación es indispensable para el futuro crecimiento económico de la isla. Este enfoque parece ser, cuando menos, poco realista e injusto, ya que el autor solo menciona los reclamos de Cuba contra el bloqueo económico estadounidense al final del capítulo. Además, los reclamos de Cuba aparecen como “políticos” pero no económicos. Como resultado, la primera parte del libro muestra un enfoque pro-estadounidense, sin empatía por la historia de la revolución. La segunda parte del libro se centra en la esfera política y las políticas estatales en el contexto revolucionario. Comienza con el capítulo 5 que analiza la dinámica del “accountability” en la Revolución Cubana. Estudiando cartas abiertas a Granma, el periódico del Partido Comunista, el autor explora la dinámica de “respuesta y sanción” para abordar la relación entre la legitimidad del régimen y la opinión pública en Cuba. El autor afirma que las cartas críticas aumentaron en número de 2008 a 2014 en un contexto de reformas económicas leves. Según él, estas cartas brindan información sobre la calidad de la gobernabilidad y las características únicas del contrato social en Cuba. Concluye que esas cartas publicadas en Granma cumplen la tarea de “desahogo”; es decir, no solo brindar información al pueblo cubano sino liberar tensiones sociales en la sociedad cubana. El capítulo 6, uno de los mejores capítulos del libro, se centra en el Partido Comunista de Cuba (PCCh), explorando la relación entre el partido y el Estado, problematizando la idea del PCCh como expresión de la soberanía popular. Además, este capítulo examina la idea del poder popular en la Asamblea Nacional, criticando el funcionamiento de ese organismo y argumentando que el PCCh es un partido revolucionario desligado de la historia, con objetivos de “preservar el comunismo” en lugar de construirlo. Por lo tanto, el autor concluye, el principal objetivo del partido es “resistir el cambio”, argumentando que el PCCh es en realidad una “fuerza conservadora” más que revolucionaria. Para el autor el problema es, de este modo, el leninismo, y no necesariamente el marxismo. El PCCh bajo el liderazgo de Raúl Castro, según el autor, eligió la reforma política en lugar de las reformas económicas. Los otros capítulos de la segunda parte siguen preguntas similares relacionadas con las reformas a través de perspectivas comparativas. El Capítulo 7 explora la transición y su relación con la democracia, partiendo de la premisa (problemática en si misma) de que “Cuba tiene una experiencia democrática limitada”, evidenciando una falta de voluntad para pensar la democracia desde perspectivas distintas a la liberal, y mostrando un enfoque tecnocrático para entender las ideas cubanas sobre la democracia. El autor destaca las “perspectivas negativas para Cuba”, argumentando de manera poco convincente y sin ninguna evidencia, que “la riqueza y las credenciales democráticas de la comunidad de exiliados cubanos en los Estados Unidos” son la única esperanza para la democracia cubana. El Capítulo 8, igualmente, explora la protección social cubana, argumentando que el “sistema cubano no tiene sostenibilidad financiera”, sugiriendo un sistema mixto para el futuro de Cuba. El capítulo 9 es un enfoque comparativo de América Latina que analiza la protección social y destaca la importancia política de los estados de bienestar. Este capítulo señala que el envejecimiento de la población cubana y el sector informal de la economía que afectan las bases fiscales de la protección social, deparan un futuro incierto para el sistema cubano. El Capítulo 10, por su parte, se centra más en Europa del Este que en Cuba, argumentando que existe una “fatiga democrática” en algunos de los antiguos países comunistas, con “un nivel muy bajo de satisfacción con la democracia”. Por lo tanto, el autor argumenta que hay un “declive de la democracia en los estados poscomunistas”. En el caso de Cuba, el autor afirma que el régimen podría convertirse en un gobierno parlamentario como resultado de una transición a la democracia liberal. La tercera parte del libro, “Ciudadanos y Sociedad”, ofrece algunos de los enfoques más interesantes provenientes de los estudios culturales y la literatura latinoamericana. El capítulo 11 analiza el “contrato racial” en Cuba, explorando la relación entre biopolítica y socialismo. El autor destaca la persistencia del racismo bajo el socialismo. El capítulo ofrece una crítica al universalismo y las fantasías totalizadoras en Cuba, abordando el papel de la “unidad nacional” en la persistencia de los estereotipos racistas y la desigualdad racial en la isla. El capítulo 12 aborda la violencia doméstica y la incapacidad del Estado para enfrentar el tema. El Capítulo 13, por otro lado, examina el papel del arte y el activismo en la esfera pública a través del interesante concepto de “artivismo”. Aunque este es uno de los capítulos más interesantes, el autor no elabora ninguno de los temas que se presentan al comienzo. En cambio, el autor se limita a repetir lo que dicen las fuentes, sin profundizar en el análisis. Como consecuencia, el capítulo carece de profundidad teórica y analítica. El libro termina con una conclusión escrita por los editores destacando la necesidad de un cambio en el sistema económico cubano, remarcando que la democracia no es inevitable y señalando el poder del “legado revolucionario” en el contexto cubano. La conclusión reitera el futuro impredecible y advierte sobre el rol de las emociones, valores, actitudes, y habilidades políticas en el futuro del país. Así, el libro ofrece una variedad de enfoques y temas, con algunos capítulos que muestran sesgos en contra del proyecto revolucionario, como los capítulos 4 y 7, probablemente los capítulos más débiles del libro, ya que ofrecen un análisis pobre, sin ninguna sensibilidad histórica. Otros capítulos, el 10 y el 12 por ejemplo, demuestran un análisis más reflexivo de la realidad cubana. Sin duda, los capítulos 5, 6, 11, escritos por Martin Dimitrov, Larry Catá Backer y Alan West-Durán respectivamente, son lo mejor que ofrece el libro, desarrollando sólidos análisis en perspectivas comparadas y contribuyendo al debate sobre el futuro de la isla. Así, el libro se presenta como una texto pertinente y provocador, con múltiples perspectivas para comprender Cuba y pensar su futuro. Con algunos capítulos más convincentes que otros, pero con cada uno de ellos motivando (directa o indirectamente) la reflexión crítica sobre los posibles escenarios venideros. Leia Mais

Epistemic Logic: A Survey of the Logic of Knowledge – RESCHER (P)

RESCHER, Nicholas. Epistemic Logic: A Survey of the Logic of Knowledge. Pittsburgh: University of Pittsburgh Press, 2005. Resenha de: BORBA, Alexandre Ziani. Principia, Florianópolis, v.22, n.3, p. 533–000, 2018.

Uma justificativa é requerida para que se resenhe um livro publicado há mais de uma década atrás. Epistemic Logic: A Survey of the Logic of Knowledge, de Nicholas Rescher, é uma compilação de décadas de estudos por parte do autor no campo da lógica epistêmica, por ele apresentada como um ramo da lógica filosófica que busca formalizar a lógica do discurso acerca do conhecimento, no qual ele inclui os princípios gerais de raciocínio acerca das reivindicações e atribuições de conhecimento (Rescher 2005, p.1). Neste sentido, compete à lógica epistêmica articular e esclarecer estes princípios gerais.

Além de ser o resultado de décadas de estudos e compilar seus principais resultados na área, há pelo menos três aspectos interessantes e originais na obra de Rescher que merecem destaque. Em primeiro lugar, Rescher se propõe a desenvolver uma lógica epistêmica que leve em consideração agentes epistêmicos cognitivamente limitados. Como exemplo disso, o autor adota, como um de seus princípios fundamentais, aquilo que ele chama de “limitação do conhecedor”, princípio este que diz que para todo agente epistêmico, há uma proposição que é o caso e o agente não sabe que ela é o caso. Posteriormente, ele apresenta uma tese semelhante ao princípio do fechamento epistêmico — que ele chama de princípio da dedutividade,1 porém mais modesta, de acordo com a qual, se p é derivável de proposições que o agente conhece e p implica q, então q é derivável de proposições que o agente sabe — princípio da dedutividade fraca (Rescher 2005, p. 15). Em função de sua concepção realista acerca de agentes epistêmicos, Rescher acaba por abandonar um princípio amplamente difundido na lógica epistêmica tradicional, a saber, a tese da reflexividade do conhecimento2 (Rescher 2005, p.22).

Por destacar o conhecimento como uma relação entre um agente e uma proposição, Rescher acaba por desenvolver uma lógica epistêmica bastante centrada no agente—o qual pode ser um indivíduo ou, possivelmente, grupos de indivíduos (Rescher 2005, p.2).3 Este destaque ao agente epistêmico permite com que Rescher torne ⃝c 0000 The author(s). Open access under the terms of the Creative Commons Attribution-NonCommercial 4.0 International License.

534 Reviews as nossas limitações cognitivas um tema recorrente em sua análise dos princípios gerais que governam o discurso sobre o conhecimento. Tão interessante quanto isso, porém, é o fato de sua lógica epistêmica possibilitar uma análise do conhecimento de grupo, que é, precisamente, o segundo ponto interessante e original que quero destacar de sua obra. Com efeito, Rescher pode ser considerado um dos precursores da epistemologia social. Ponto importante de seus estudos acerca do conhecimento de grupo diz respeito à distinção, traçada por ele, entre conhecimento coletivo e conhecimento distribuído. O conhecimento coletivo é o conhecimento que alguém tem de que os membros de um conjunto S têm certa característica F quando este alguém sabe que, para todo objeto de consideração u, se u pertence ao conjunto de objetos S, então u tem a propriedade F. Já o conhecimento distribuído ocorre quando, para todo objeto de consideração u, x sabe que se u pertence ao conjunto de objetos S, então u tem a propriedade F. A diferença é sutil e diz respeito ao escopo do operador epistêmico.

Por fim, o terceiro ponto interessante e original da obra de Rescher é o tratamento epistêmico que Rescher oferece para a conceptibilidade, i.e., nossa capacidade de conceber. De acordo com ele, a conceptibilidade deve ser tratada não em termos psicológicos, i.e., como uma capacidade humana operacional, mas em termos epistêmicos, de onde se segue sua definição de que um objeto de consideração qualquer é concebível se, em princípio, é possível que exista ao menos alguém tal que esse alguém sabe que o objeto de consideração em questão pode existir. Com efeito, Rescher parece propor a conceptibilidade como uma fonte para a aquisição de conhecimento de possibilidades, o que pode ser encarado como evidência textual de que, seguindo a nomenclatura de Tuomas Tahko (2015), ele seria um racionalista modal com respeito ao conhecimento de possibilidades, i.e., alguém para o qual o procedimento de aquisição de conhecimento de possibilidades é um procedimento a priori.4 Entretanto, a possibilidade de que Rescher trata parece ser restrita à possibilidade lógica, ao invés de metafísica. Evidência disso é sua declaração de acordo com a qual a conceptibilidade é, fundamentalmente, uma questão epistêmica acerca daquilo que pode ser contemplado de uma maneira logicamente coerente (Rescher 2005, p.59).

Um ponto importante da obra de Rescher, já explicitado aqui, é que o seu universo de discurso é polissortido. Nele estão inclusas variáveis para conhecedores, proposições, proposições especificamente verdadeiras, objetos de consideração, propriedades de objetos ou proposições, conjuntos de objetos ou proposições e, finalmente, questões. Interessante notar também que, inicialmente, Rescher distingue dois tipos de conhecimento: conhecimento proposicional e conhecimento interrogativo (Rescher 2005, p.1). Adiante, porém, Rescher reconhece o conhecimento prático e distingue duas formas deste outro tipo de conhecimento: o conhecimento prático performativo e o conhecimento prático procedural. Apenas este último, de acordo com o autor, é redutível ao conhecimento proposicional (Rescher 2005, p.7). Isto nos permite dizer que Rescher é um anti-intelectualista no que concerne ao conhecimento por habilidade.

Há muito a se destacar na obra, porém quero focar em algo bastante específico e que está relacionado ao meu interesse em epistemologia das virtudes aplicada no campo da educação. Em particular, quero enfocar sobre como o tópico das insolubilia, tratado por Rescher entre os capítulos 16 e 17, relaciona-se com o tema onipresente em sua obra das limitações cognitivas de agentes epistêmicos humanos. Insolubilia, para o autor, são questões que possuem uma resposta correta que, no entanto, não podem ser respondidas por inteligências finitas.

No capítulo 16, Rescher alega que é instrutivo adotar uma abordagem erotética do conhecimento e da ignorância, uma vez que se pode supor, sem perda de generalidade, que respostas a questões são sempre proposições completas. Adiante, no capítulo 17, Rescher oferece um quadro no qual ele descreve as insolubilia como questões que possuem respostas corretas, mas cujas inteligências finitas são incapazes de as responderem (Rescher 2005, p.97). Exemplos de tais questões são questões envolvendo predicados indigentes [vagrant], aleatoriedade e sorte (contingência futura), ou inovação cognitiva. É importante distinguir, aqui, questões para as quais é muito difícil, porém humanamente possível, obter uma resposta correta e insolubilia propriamente ditas. Ademais, é preciso esclarecer que insolubilia não são questões insolúveis em virtude de as respostas corretas a elas poderem ser respondidas, mas não estarem acessíveis na prática — por exemplo, pela ausência de uma tecnologia mais sofisticada (Rescher 2005, p.91). Ao invés disso, insolubilia são questões insolúveis em virtude de as respostas corretas a elas não poderem ser respondidas por inteligências finitas. Deste modo, por definição, insolubilia são questões impossíveis de serem resolvidas por agentes epistêmicos cognitivamente limitados.

No campo da epistemologia das virtudes aplicada à educação, é um tema premente saber como aprimorar a condição intelectual de nossos estudantes, em particular promovendo a aquisição de virtudes intelectuais entre eles. Dentre as virtudes intelectuais mais debatidas atualmente, temos a virtude da inquisitividade, assunto que vem sendo aprofundado pela filósofa Lani Watson, e a virtude da humildade intelectual, assunto que vem sendo aprofundado por inúmeros filósofos e filósofas da área (cf. Baehr 2016). De acordo com Lani Watson, uma pessoa inquisitiva é uma pessoa que caracteristicamente se engaja, de maneira sincera, com a prática do questionamento (cf. Watson 2015). Como ela mesma nota, isto, por si só, não faz da pessoa uma pessoa virtuosamente inquisitiva, pois pode acontecer de uma pessoa caracteristicamente se engajar de maneira sincera com a prática do questionamento sem que suas questões sejam propriamente boas questões—elas podem ser questões tolas, por exemplo.

Minha suspeita é a de que a virtude da humildade intelectual que, dentre outras coisas, consiste em se estar ciente de nossas limitações cognitivas, digo, que a virtude da humildade intelectual pode, para usar uma metáfora musical, afinar a virtude da inquisitividade. Em particular, minha suspeita é a de que uma pessoa intelectualmente humilde e inquisitiva gastará menos tempo com questões que ela sabe que não se pode responder em função das limitações cognitivas dos seres humanos. Isto sugere que ambas as virtudes podem ser trabalhadas em conjunto, de modo que a humildade intelectual favorecerá a inquisitividade qua virtude intelectual.

Aqui, poderá ser útil narrar uma breve história fictícia para exemplificar como o ensino da inquisitividade poderia ser trabalhado dentro de salas de aula, tendo em vista a informação de que a humildade intelectual pode favorecê-la. Imagine uma criança que responde pelo nome de Sócrates. Sócrates, com seus cinco anos de idade, é uma criança normal e que, como muitas outras crianças, costuma fazer inúmeras perguntas a seus pais e professores. Suponha que os professores até mesmo estimulem Sócrates a elaborar questões. Ocorre, porém, que muitas de suas questões ainda são mal articuladas, bobas ou até mesmo sem sentido, e os professores são cientes disto.

Com o passar do tempo, os professores passam a intervir nas questões articuladas por Sócrates para ajudá-lo a torná-las mais claras. Sócrates chega ao ensino médio já com maior capacidade de articular com clareza suas questões, além de costumeiramente elaborar questões pertinentes ou profundas, às quais nem sempre as pessoas são capazes de lhe responderem de maneira satisfatória. Apesar do constrangimento que suas questões eventualmente causam, suas questões são elogiadas pelos professores, reforçando, assim, seu comportamento inquisitivo. Sócrates, porém, nem sempre é capaz de notar que algumas de suas questões são casos de insolubilia, i.e., questões para as quais existem respostas corretas, mas que, dadas nossas limitações cognitivas, somos incapazes de respondê-las. Ao longo de seu ensino médio, os professores ajudam Sócrates e seus colegas a cultivarem outras virtudes intelectuais; dentre elas, a virtude da humildade intelectual. Ao chegar no ensino superior, o jovem Sócrates, em função de ter trabalhado a virtude da humildade intelectual, já é capaz de reconhecer questões que os seres humanos são incapazes de responder, o que lhe permite gastar menos tempo com elas, sendo conduzido a pesquisar problemas cujas respostas corretas são acessíveis a inteligências finitas como as nossas.

Se minha suspeita estiver certa, então a obra de Rescher, embora seja uma contribuição voltada à lógica epistêmica, suscita questões de epistemologia da educação que podem ser exploradas a partir das definições e princípios articulados pelo autor.

Trata-se, em suma, de uma enorme e rica contribuição à epistemologia como um todo.

Referências

Baehr, J. (ed.). 2016. Intellectual Virtues and Education: Essays in Applied Virtue Epistemology. London: Routledge.

Tahko, T. E. 2015. An Introduction to Metametaphysics. Cambridge: Cambridge University Press.

Watson, L. 2015. What is Inquisitiveness? American Philosophical Quarterly 52(3): 273–88.

Notas

1 O princípio do fechamento epistêmico diz que se um agente sabe que p e sabe que p implica q, então este agente sabe que q. Agradeço o parecerista anônimo por sua acurada observação de que é possível subscrever a esta tese mesmo aceitando o princípio da limitação do conhecedor.

2 A tese da reflexividade do conhecimento declara que se um agente sabe que p, então este agente sabe que sabe que p.

3 Usualmente, na lógica epistêmica, os operadores epistêmicos não são indexados por agentes.

4 Agradeço ao parecerista anônimo por ter notado que o termo ‘racionalismo’ aqui pode ser confuso, uma vez que filósofos não-racionalistas estariam dispostos a subscrever esta tese. Quero frisar, porém, que estou seguindo a nomenclatura de Tahko.

Agradecimentos Agradeço imensamente ao Frank Thomas Sautter pelas leituras e sugestões às primeiras versões desta resenha. Agradeço também ao parecerista anônimo por suas precisas observações e sugestões.

Alexandre Ziani de Borba – Universidade Federal de Santa Maria, BRASIL azdeborba@gmail.com

 

Slave Emancipation and Transformations in Brazilian Political Citizenship – CASTILHO (RBH)

CASTILHO, Celso Thomas. Slave Emancipation and Transformations in Brazilian Political Citizenship.  Pittsburgh, PA: University of Pittsburgh Press, 2016. 264p. Resenha de: SOUZA, Felipe Azevedo. Revista Brasileira de História. São Paulo, v.37, n.75, mai./ago. 2017.

Eis um livro notável para os interessados nas mais recentes produções da História Política, área que vem sendo revisitada com publicações que trazem novas possibilidades de interpretação ao que, até recentemente, resumia-se às tramas partidárias e de gabinete. No caso do estudo de Celso Castilho, há a intenção de evidenciar como as jornadas abolicionistas foram, pouco a pouco, moldando o campo político institucional em um movimento de fora para dentro. Das ruas e dos teatros para os parlamentos, em dinâmicas que envolviam parcelas da sociedade tradicionalmente alijadas do sistema político formal, mediante um enredo no qual se destacam as vozes e os atos de mulheres, escravizados e libertos em meio ao coro difuso que grassou progressivamente durante as duas décadas de ativismo que antecederam o 13 de maio de 1888. Como o autor enfatiza na conclusão, “o abolicionismo fomentou a ‘política de massas’ em nível nacional”, e o objetivo da obra é justamente orientar a trajetória desse movimento em meio ao que chamou de “longa história da democracia no Brasil” (p.192).

Com a atenção voltada para a apresentação detalhada das táticas e estratégias que remodelaram as formas de manifestação e a pauta contenciosa do debate público mediante uma abordagem processualista, desfilam em suas páginas as diversas fases do movimento em um quadro a quadro que parte dos primeiros debates em torno da Lei do Ventre Livre e se estende até a disputa de memória no pós-1888. O exame desse panorama histórico repleto de manifestações e associações que envolviam milhares de pessoas é o que fundamenta a tese de que o sucesso do movimento só foi possível dado o amplo engajamento popular, granjeado com um variado repertório de mobilização política.

Esses aspectos evidenciam um fluxo de ideias alinhadas ao pensamento democrático que dava lastro conceitual ao movimento, o que de certa maneira rompe com a ideia reducionista de que o sistema político brasileiro da época era operado unicamente por um padrão de práticas que se distendiam em um círculo vicioso, limitado a reproduzir clientelismo e corrupção. Nesse aspecto o livro acabou por adicionar complexidade ao tema, mostrando que iniciativas democráticas podiam florescer mesmo em contextos políticos tradicionalmente compreendidos em torno de práticas autoritárias e arcaicas.

O livro explora o processo de mudança histórica entre o fim da década de 1860, quando os debates sobre abolição ainda encontravam resistência em meio ao establishment imperial, e meados da década de 1880, fase em que o tema se tornou a pauta mais importante dos debates nacionais. A narrativa acompanha a paulatina difusão do movimento abolicionista a partir dos debates na imprensa, da formação de clubes e sociedades, bem como as reações gestadas por essa expansão em meio a setores de proprietários de escravos, que, de maneira análoga, também passaram a se organizar, promovendo eventos e utilizando metodicamente a opinião pública por intermédio de folhas políticas.

Ainda que boa parte da pesquisa gire em torno de eventos ocorridos entre Pernambuco e Ceará, a obra faz uma análise circunstanciada das pautas e debates nacionais, tomando para isso eventuais consultas a fontes primárias do governo e mantendo estreito diálogo com ampla produção historiográfica sobre o tema. O caráter interativo das sociedades abolicionistas e o intercâmbio constante de seus membros expandem ainda mais o recorte espacial. O movimento tinha um grau de articulação complexo e não passa despercebida à análise a capacidade dos abolicionistas em repercutir fatos e estratégias ocorridos nas mais diversas províncias. A seção na qual Castilho discute o 25 de março cearense, trazendo novas perspectivas que colocam em questão a justificativa clássica de que a abolição naquela província derivou meramente de aspectos econômicos decorrentes da seca de 1877-1878, é representativa de como a preocupação do autor está mais voltada à questão da cidadania política do que a particularismos da história local.

No entanto, a escolha por escrever essa história principalmente a partir de Pernambuco não aconteceu em vão. Foi provavelmente naquela província que a luta dos abolicionistas mais fomentou debates em torno da ampliação da cidadania política e da participação popular, questão que se expressava com grande intensidade durante as eleições. Durante a década de 1880, abolicionistas vinculados ao partido liberal fizeram de suas candidaturas plataformas para que o abolicionismo tomasse a política e para que esta ganhasse as ruas, até mesmo em manifestações dirigidas aos operários, artistas, trabalhadores do comércio, caixeiros e trabalhadores do mercado, entre outros. Joaquim Nabuco e José Mariano tornaram-se os porta-vozes da causa e o fizeram com base em estratégias de divulgação que iam desde sarais em clubes, passando por eventos no Teatro Santa Isabel, até os famosos meetings, em eventos que reuniam milhares de espectadores de “todas as camadas da sociedade” (como registraram os jornais da época).

As eleições gerais da década de 1880 são analisadas uma a uma pelo autor, que explorou as disputas para mensurar a intensidade com que a pauta abolicionista se espraiava pelo terreno da política. E de fato, aqueles pleitos não eram percebidos pelos contemporâneos como uma contenda entre liberais e conservadores, mas entre abolicionistas e escravocratas. Eram projetos em disputa e, sendo assim, acabavam por preencher uma lacuna persistente nas eleições oitocentistas: davam sentido social e programático às eleições.

O projeto de política popular dos abolicionistas motivou forte reação por parte dos republicanos, que em conluio com os conservadores passaram a adotar expedientes de criminalização e de racialização como forma de deslegitimar a participação da população pobre e de cor, em um esboço do que viria a se concretizar como o projeto de cidadania política excludente que se tornou uma das dimensões mais marcantes do período pós-abolição.

Em oposição aos discursos que marginalizavam a atuação da população negra e que compreendiam escravizados e libertos em uma esfera de classificação pré-política e reativa, a perspectiva de Celso Castilho os situa como parte fundamental do movimento. Ao longo do livro encadeiam-se casos em que escravizados tomaram a frente do processo para conquistar suas alforrias ou articular suas próprias fugas do cativeiro, ações que eram facilitadas, ou até mesmo instrumentalizadas com fins de propaganda, pelo movimento abolicionista. Essas interações substanciam o argumento do livro ao demonstrar que mesmo em engenhos distantes dos centros urbanos as lutas dos abolicionistas ecoavam e fomentavam os desejos por liberdade, dando a ver o amplo alcance de circulação dos ideais políticos e de cidadania propalados pelo grupo.

Uma das novidades trazidas pelas novas maneiras de organização e manifestação engendradas pelos abolicionistas foi a inclusão das mulheres no mundo predominantemente masculino da política e da opinião pública. O acompanhamento dessa inserção é um dos pontos altos do livro. O envolvimento que começou em fins da década de 1870, com a presença constante de mulheres em atividades públicas do movimento como bazares, passeatas e peças de teatro, ganhou vigor em meados da década seguinte com a criação de sociedades formadas exclusivamente por mulheres. Associadas à premissa de que eram naturalmente caridosas, elas representavam a face filantrópica da causa e portavam-se como senhoras respeitáveis, mães, esposas e “guardiãs do lar”. Ainda que sob uma identidade de gênero tradicional, essas mulheres conseguiram romper as barreiras do mundo político e tiveram atuação bastante enérgica no movimento – estiveram à frente, por exemplo, dos comitês de liberação de bairros em Recife e lograram grande sucesso na popularização do abolicionismo.

A mais famosa dessas associações, a Ave Libertas, foi, por alguns anos, a sociedade que mais conseguiu promover alforrias na cidade. Aliás, o levantamento das muitas sociedades e suas composições é bem explorado no livro, quesito que explicita especialmente a pesquisa pormenorizada desenvolvida por Celso Castilho, que computou estimativas sobre a quantidade de liberdades conquistadas por essas sociedades em comparação com os fundos de emancipação provinciais em uma série de tabelas. Os números levantados pelo autor são certamente uma ótima contribuição para o acompanhamento progressivo da ação do movimento civil em libertar escravos, montante muito superior ao atingido pelos fundos de emancipação organizados pelos governos provinciais.

Ainda assim, com a chegada da abolição, como a última parte do livro ressalta, os líderes (homens) dessas associações acabaram sendo os mais homenageados. Mesmo que nos dias imediatamente posteriores ao 13 de maio alguns jornais tenham comemorado a abolição como uma conquista coletiva e popular, a memória que se perpetuou sobre o abolicionismo foi pouco a pouco resumindo-se a um panegírico de estadistas e figuras proeminentes. Essa memória que se começou a criar já no dia 14 de maio de 1888 ia batizando passeios públicos com nomes de figurões da política e celebrava a vitória abolicionista, ao passo que olvidava cada vez mais o papel que os escravizados e libertos desempenharam no movimento e, mais que isso, acabaram por negligenciar os debates sobre a inserção dos negros na nova ordem social.

Ao seu fim, o livro demarca a distância entre a forma com que o abolicionismo era percebido em sua vigência e a maneira como foi lembrado por muito tempo. Essa perspectiva é alcançada com sucesso ao combinar análises sobre a cultura política com os debates sobre abolicionismo, em uma simbiose onde um tema acabou por iluminar aspectos de outro, revelando nuances de um pensamento democrático em estado embrionário (e que foi vigorosamente combatido) por muito tempo ignorado pela historiografia. Nesse aspecto, o variado elenco de temas presentes em Slave Emancipation and Transformations in Brazilian Political Citizenship é tanto uma injeção de ânimo para a revisão de temáticas em torno da cidadania política no Império, quanto uma inspiração para que historiadores e historiadoras olhem com mais cuidado para a atuação e o engajamento de setores tradicionalmente alijados dos direitos políticos.

Felipe Azevedo Souza – Doutorando em História na Universidade Estadual de Campinas (Unicamp). Bolsista Fapesp. Campinas, SP, Brasil. E-mail: felipeazv.souza@gmail.com.

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Slave Emancipation and Transformations in Brazilian political citizenship | Celso Thomas Castilho

O livro de Celso Castilho apresenta uma abordagem pouco convencional e inovadora da abolição brasileira. Centrada na província de Pernambuco, com particular ênfase no Recife, uma das cidades onde o abolicionismo mais floresceu, a análise percorre do final da década de 1860 até os anos subsequentes à abolição, fornecendo um quadro de reflexões históricas e historiográficas de grande importância para todo o Brasil.

Castilho analisa a abolição à luz das disputas políticas geradas no seio do movimento da emancipação escrava e de sua inter-relação com práticas de cidadania efetivadas no devir histórico. Assim, o estudioso concebe a crise da escravidão como um ponto de entrada para a compreensão do problema da cidadania política brasileira, algo que extravasa a marcação temporal do século 19. Para atingir esse objetivo, o historiador escrutinou dois jornais de grande circulação no Recife, ações de liberdade, peças teatrais, correspondências privadas e coleções inéditas de documentos remanescentes de associações abolicionistas.

Munido dessas fontes, Castilho mapeia a “fermentação política” entre o final da década de 1860 e a aprovação da Lei do Ventre Livre, marcada pela intensa participação popular em manifestações a favor da abolição, que se expressaram na criação de associações, na celebração de cerimônias de manumissão, na ocupação do espaço público e em encenações de peças teatrais. Segundo Celso Castilho, nada disso tolhia a autoridade dominial e, por esta razão, essas ações foram toleradas pelos proprietários de escravos. A tolerância, todavia, mudou com a aprovação da Lei de 1871, que concedeu aos escravos novas prerrogativas legais para a obtenção de liberdade. Desse momento até a abolição, em 1888, senhores e abolicionistas mantiveram-se em severa oposição e tentaram determinar os termos do fim do cativeiro, algo que ecoou no período pós-emancipação.

Dois grupos antagônicos em oposição por conta do encaminhamento da questão servil? Até aqui, nada de novo. A inovação do trabalho de Castilho consiste no espaço dado ao embate entre os abolicionistas pernambucanos e os senhores de escravos daquela região, que, contrariamente ao que já se pensou, resistiram, como muito bem mostra o autor, até os últimos momentos na defesa da manutenção da ordem escravista. No desenvolvimento do livro, salta aos olhos do leitor a dinâmica de lutas políticas em torno da emancipação, ocorrida no Recife, que colocou em embate grupos sociais pró-emancipação e pró-escravidão. Uma das consequências desse tipo de análise para a compreensão histórica é o reconhecimento de que o fim da escravidão brasileira não foi um processo pacífico, mas sim fortemente marcado por um duríssimo conflito ideológico e social. De fato, essa noção atravessa todo o livro e faz com que seu autor lance luz não apenas sobre a mobilização dos abolicionistas, mas igualmente sobre a ação dos proprietários de escravos, algo ainda pouco desvelado pela historiografia brasileira.

É na relação conflituosa entre defesa e condenação do escravismo que Castilho consegue retirar elementos capazes de demonstrar que, nos últimos vinte anos do Império, houve transformações de fundo na cidadania política brasileira. As estratégias de manifestação dos abolicionistas, ao tomarem as ruas ou levarem o problema da escravidão para palcos de teatro, atraíam os diversos estratos da sociedade (inclusive libertos e mulheres), e não apenas uma restrita parcela dela. Desse modo torna-se possível constatar que o movimento abolicionista teve um forte caráter popular e, ao permitir o engajamento político do povo, mudou o exercício da cidadania política no Brasil. Desde jovens estudantes (alguns inclusive começaram sua carreira política na defesa da abolição) até antigos escravos, todos passaram a ter uma chance de participar nos rumos políticos e sociais do país. Tal prática política extrapolava muito as condições necessárias para o exercício do voto e as limitadas perspectivas de ascensão social e aquisição de direitos civis garantidas aos africanos libertos e aos seus filhos pela Constituição de 1824.

A agência escrava ocupa igualmente um lugar de relevo no livro. Ao perquirir os arquivos remanescentes do Clube Abolicionista e da Nova Emancipadora, associações abolicionistas do Recife, o historiador constatou que os escravos tiveram intensa participação no processo de emancipação. Por meio do pecúlio, oficializado desde 1871, os cativos contribuíam sobremaneira com o valor corresponde à compra de sua liberdade. Com efeito, os escravos tipicamente manumitidos pela primeira associação, as mulheres, chegavam a custear quase 70% do valor de suas alforrias. Além disso, os escravos, também na sua maioria as mulheres, peticionavam ao governo pela sua liberdade ou pediam empréstimos para comprá-la.

A açucarocracia escravista também se organizou, mas sem a participação dos setores populares da sociedade. De modo a defender seus interesses, em 1872, criou a Sociedade Auxiliadora da Agricultura de Pernambuco, “a primeira vez que os fazendeiros se mobilizaram politicamente como ‘fazendeiros’”. Contudo, vale mencionar que, possivelmente, essa não foi a primeira mobilização dos fazendeiros pernambucos enquanto grupo político. Em 1871, seguindo de perto seus pares do Vale do Paraíba, que enviaram representações ao parlamento imperial contra o ventre livre, os senhores de Pernambuco também endereçaram ao legislativo, pela via peticionária, sua oposição à emancipação escrava. Os proprietários pernambucanos chegaram a organizar dois Congressos Agrícolas, em 1878 e 1884, para discutirem os rumos econômicos da região. No primeiro, inclusive, a grande preocupação foi em como utilizar o trabalho dos ingênuos.

Ligando a análise regional à macropolítica imperial, Celso Castilho ainda demonstra como a abolição da província do Ceará, em 1884, impactou tanto o movimento abolicionista quanto os senhores de Pernambuco. No primeiro caso, houve um adensamento da participação popular e, no segundo, uma maior organização e um repensar da ação dos proprietários de escravos. De fato, foi nesse contexto que surgiu a primeira associação exclusivamente feminina, a Ave Libertas, e que as fileiras do partido republicano engrossaram. Mas não apenas: o auxílio a fugas de escravos para o Ceará, que já tinha áreas libertas desde 1883, tornou-se uma realidade premente. Tudo isso teve grande repercussão nas eleições, também em 1884, dos deputados ao Parlamento. Realmente, os candidatos manejaram do inicio ao fim da campanha os temas emancipacionistas.

Na esteira dos acontecimentos na província vizinha, os proprietários de escravos passaram a se organizar em clubes agrícolas e estruturam o segundo Congresso Agrícola do Recife. Nele, a grande preocupação dos senhores foi evitar que o radicalismo cearense se enraizasse em Pernambuco. Assim, eles se dedicaram a diminuir publicamente a importância do movimento cearense de tal forma a subvalorizar a participação popular. Na lógica dos senhores de engenho de Pernambuco, o abolicionismo havia se tornado um delírio.

Num salto qualitativo de análise, que nos permite a compreensão geral do livro, Celso Castilho demonstra que a abolição, cada vez mais intensa e com maior participação popular no decorrer da década de 1880, também animou as preocupações políticas dos fazendeiros quanto à manutenção da ordem social. Em Pernambuco isso se deu, sobretudo, por conta da ação do Clube Cupim, que até 1888 auxiliou na fuga de escravos em direção ao Ceará . A aceleração da abolição, que ocorria na frente de seus olhos, implicava a erosão da secular influência política dos senhores de engenho pernambucanos. Reavaliando as suas estratégias, os fazendeiros da região passaram a anunciar, no final de 1887, manumissões condicionais aos seus escravos, isto é, os cativos teriam a liberdade garantida mediante a prestação de serviços aos senhores durante certo intervalo de tempo.

A tentativa, por parte açucarocracia, de manutenção da ordem era apenas um prelúdio da ação que eles tomariam no pós-emancipação. A antiga elite escravista, junto aos setores republicanos, ao encetarem o golpe que culminou com a proclamação da República, construiu uma narrativa própria da abolição em que evocaram o caráter parlamentar do fim da escravidão e evitaram a memória do engajamento político popular. Não permitir que uma ampla participação do povo, agora adensado pelos escravos libertos em 1888, interferisse novamente nos destinos do país passou a ser o mote desse grupo. Assim, a construção da memória da abolição teve um intenso caráter ideológico e pautou a reformulação da estrutura política brasileira no advento da República. Nas palavras de um contemporâneo, dirigidas na última eleição do Império a um adversário que se opunha à participação popular na política: “Ele sempre tolerou a escravidão e agora ele quer uma ditadura sobre o branco proletário e sobre o descendente do escravizado, porque isso de governo não é para todos, mas só para quem é fidalgo, rico, e ainda hoje tem saudades dos bons e bucólicos tempos das senzalas e dos eitos para os quais quer fazer a pátria voltar” (p.189).

Por fim, vale salientar a falta de um exame mais detido acerca da economia e da demografia açucareira da província pernambucana na segunda metade dos oitocentos. Castilho não menciona que, a despeito da concorrência cubana, as exportações pernambucanas de açúcar mais do que dobraram entre 1860 e 1880. Assim, apesar de não representar o primeiro produto da pauta exportadora do Império, a importância da produção açucareira e, portanto, de seus produtores não era desprezível naquele momento. No que diz respeito à mão de obra empregada na produção de açúcar em Pernambuco, que mesclava livres e escravos, o historiador, a despeito de citar alguns dados demográficos, não fornece ao leitor qual a proporção do braço escravo em relação ao livre. Algumas estimativas sugerem que, em 1872, havia cinco trabalhadores livres para cada escravizado nas plantations açucareiras da região. Dado o avanço abolicionista na década de 1880, essa proporção favorável aos livres certamente aumentou. Já se argumentou, inclusive, que, em virtude do avanço do trabalho livre, a abolição praticamente não afetou a produção daquela província. Esses dados, sugerindo que a Pernambuco do final do século XIX tinha uma pujante economia com o concurso cada vez menor do trabalho escravo, reforçariam a conclusão de Castilho de que a elite agrária da região, mais do que lutar contra o fim da escravidão, tinha um projeto de manutenção da ordem que o movimento abolicionista colocava em perigo.

Bruno da Fonseca Miranda – Departamento de História da Universidade de São Paulo – USP, São Paulo, SP, Brasil. E-mail: bruno.fonseca.miranda@gmail.com


CASTILHO, Celso Thomas. Slave Emancipation and Transformations in Brazilian political citizenship. Pittsburgh: University of Pittsburgh Press, 2016. Resenha de: MIRANDA, Bruno da Fonseca. Novas perspectivas para o estudo da abolição brasileira: cidadania e ação senhorial. Almanack, Guarulhos, n.15, p. 360-365, jan./abr., 2017.

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City, Country, Empire: Landscapes in Environmental History – DIEFENDORF; DORSEY (PHR)

DIEFENDORF, Jeffry M.; DORSEY, Kurk (Eds). City, Country, Empire: Landscapes in Environmental History. Pittsburgh: University of Pittsburgh Press, 2005. Resenha de: SEARBY, Rose. Public History Review, v.14, 2007.

Jeffry Diefendorf and Kurk Dorsey’s edited collection of essays, City, Country, Empire: Landscapes in Environmental History, is ambitious in undertaking to broaden the relevance and appeal of environmental history for historians and provide significant directions and challenges for the field. At the heart of the collection of fifteen essays is the examination of the way human societies create concepts of nature and work with them to expand ideas about cities and landscapes.

By dividing the thoroughly researched, strong essays into the topics of cities, countryside and empire, Diefendorf and Dorsey illustrate the diversity of current research in environmental history whilst at the same time establishing a continuum amongst it as they take the reader from ‘specific urban settings, to broader suburban and rural areas, to an international context.’ (p2) The editors’ comprehensive introduction presents a useful overview of the development of the field of environmental history over the past three decades in America which provides a helpful context for the essays. Equally, introductions at the beginning of each of the three parts of the collection also serve to tie together the themes of city, country and empire.

Taken together, however, the essays explore topics that are larger than the sum of their parts. In this respect, the editorial arrangement of the essays is not as effective as it could be, as the essays are also connected through a number of alternative themes.

Four such themes which are prominent in the collection are, firstly, the concept that nature is a force that cannot be overlooked, a significant and persuasive theme, especially considering the editors’ comment that nature ‘has not penetrated the mainstream of historical thinking to the same extent that race, class, and gender have’ (p1). Secondly, ideas on the re-use of land are specifically explored, for example in Ursula von Petz’s essay on the restoration of the Ruhr Valley. A third theme looks at contentions surrounding ideas of land attachment, as explored by Elizabeth Blackmar in ‘Of Rights and Reits’, where she argues that real estate investment trusts reflect absentee ownership and sever connections to the land by putting development in the hands of corporations, thus removing responsibility from the community. And lastly, the idea of the environment as interconnected through process and systems that are ongoing and dynamic is a significant theme that runs throughout all of the essays in the collection while being specifically explored in Andrew Isenberg’s ‘The Industrial Alchemy of Hydraulic Mining’.

Given the editors’ emphasis on the importance of the internationalisation of environmental history and the call by the eminent founder of the field, Alfred Crosby, in the ‘Afterward’ for environmental historians to widen their considerations from the local to the global, some might find the fact that the essays are predominantly focused on American environmental history somewhat surprising and parochial. The editors’ introduction, ‘Challenges to Environmental History’, does, however, provide a necessary widening of the context for the essays, and the discussion of the internationalisation of the field as illustrative of its development and vitality outside America is welcome here.

Environmental history by its nature lends itself to exploring the local with a global perspective and in this respect historians will be able to consider the significance of some of the essays for the Australian context. Nancy Langston in ‘Floods and Landscape in the Inland West’, for instance, explores the complex and contested relationship between farmers, ranchers, irrigation developers and scientists over water rights in the changing landscape of Oregan’s Malheur Basin. Her essay raises questions about how human responses to flood plains and waterways have shaped landscapes and identities, questions that are equally relevant and significant in Australia. Specific to Australia, too, is Thomas R. Dunlap’s ‘Creation and Destruction in Landscapes of Empire’ which examines the interaction between Anglo-American settlers and the landscapes of Australia, New Zealand and North America, and argues that settlement is a continual process of both a natural (physical) and psychological nature.

In the ‘Afterword’ to the collection, Crosby proposes that ‘the greatest challenges facing humans in general in this new millennium are environmental in nature’ (p232).

While historians of the environment have been answering Crosby’s call to understand the relationship of humans to their physical and living surroundings for some time now, the collection reinforces this need and at the same time opens up the relatively recently defined discipline of environmental history to the history profession more generally, emphasising its relevance and interdisciplinary roots. In this respect, the collection is a valuable resource for anyone who seeks to understand how environmental change and ecological processes dovetail with human and non-human histories whilst more specifically providing a well researched and broad ranging introduction to the field of environmental history.

Rose Searby – Faculty of Humanities and Social Sciences, University of Technology, Sydney.

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