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La América de los Habsburgo (1517-1700) | Ramón María Serrera
Reseñar un libro no en pocas ocasiones puede llegar a ser una labor aburrida y tediosa, sobre todo cuando no es el fruto de una decisión personal sino de una obligación editorial, un compromiso o cualquier otra de las componendas propias de la vida académica. La tarea puede complicarse aun más si la obra no es del gusto del reseñador; o su temática no cuadra con sus aficiones y preocupaciones científicas, ni su calidad alcanza un mínimo de solvencia. Bien saben los implicados en estas lides los sinsabores e ingratitudes que puede plantear la redacción de una crítica negativa, aunque fuere constructiva, sobre trabajos en los que, en el peor de los casos, siquiera se ha vertido tiempo, alguna ilusión y esfuerzo. Por ello soy de la opinión, como Cervantes, de que todo libro merece respeto, pues algo bueno siempre guardan. No en vano don Miguel leía hasta los papeles tirados en las calles.
No es éste el pleito del que ahora me ocupa, todo un alarde de reposado saber, rigor y sutileza historiográfica. Resultado de muchos y calmos años de investigación y reflexión; de una vida dada al empeño de comprender y hacer saber a los demás acerca del impacto de América en el devenir histórico de la España, y Europa en general, del Antiguo Régimen. Ya decía Erasmo que es el mejor sabio-profesor quien se da con fruición al estudio para a la postre regalar el provecho a sus alumnos y a todo aquel con deseos de aprender. Créanme si les digo que semejante cometido siempre ha sido la meta de don Ramón María Serrera, catedrático de Historia de América de la Universidad de Sevilla. Basta con interrogar al numeroso y premiado alumnado que ha tenido la suerte de disfrutar de su minerva durante su ya dilatada carrera profesional. A ellos va dedicado el libro al que ahora doy la bienvenida y enhorabuena; ¿quieren mejor refrendo de lo dicho, mayor prueba de generosidad docente y personal? Alguno, resuelto en desconfianza y recelos, podría atribuir mi juicio, por interesado y subjetivo, a la admiración y amistad que, desde hace largo tiempo, profeso al autor. Cierto es, pero les aseguro que ambos estados anímicos son una agradecida consecuencia de lo mucho y bueno que me ha enseñado de viva voz o en letra impresa; no solo de historia, también de arte y música, de ética y honradez, humana e intelectual. De la cultura en definitiva. Decían los clásicos que el cariño, el trato, la conversación y los hechos conservan las amistades.
Pues bien, el libro en cierne, La América de los Habsburgo (1517-1700) –título acertado por lo inusual de Habsburgo en otros de cariz similar-, está concebido como un manual universitario, un útil de consulta para el estudio de una de las asignaturas que el Profesor Serrera viene impartiendo desde tiempo atrás (América en la Edad Moderna). De ahí que para la dilatada elaboración del texto se haya servido de las fuentes documentales, manuscritas e impresas, antiguas y modernas, actualizadas y repensadas, que distinguen su diverso cúmulo de saberes, maná indispensable al adecuado conocimiento de una materia tratada e interpretada con rigurosos criterios científicoacadémicos. Por ello no es uno más de los manuales al uso que suelen exhibir una suma informativa sin apenas introspección del historiador, es decir, la casi simple secuencia de los hechos y personajes, de variopinta naturaleza, correspondientes a la época de referencia, con frecuencia realizada a partir de los manuales precedentes. No olvidemos que estas iniciativas suelen tener su origen en propuestas editoriales, cuyas miras con frecuencia giran en torno a la oportunidad de un determinado producto en el mercado. Así, los autores se ven apremiados por una ajustada programación empresarial, la que, a su vez, delimita de forma precisa la ejecución de la obra en la forma prevista y en un tiempo determinado.
La de don Ramón, en cambio, fue una decisión personal, tomada, hace 20 años, sin otro ánimo crematístico que poner a prueba sus conocimientos y capacidad comunicativa –de sobra magistral- en la confección de un texto, a modo de guía de estudio y alta divulgación, capaz de ofertar a propios y extraños un panorama analítico de la América Española en los siglos XVI y XVII, desde una perspectiva total e integradora, o sea, afrontando cada una de las manifestaciones que definen una época y su humanidad (geografía, economía, sociedad, política, cultura y civilización). Porque abomina la actual especialización de la historiografía en temáticas acotadas y exclusivistas fuera de las cuales no se sabe nada: el virus mortal de las humanidades. De ahí la importancia que concede, entre otras muchas variables, al arte, y a la cultura en última instancia; parámetros que le ayudan a definir mejor sus objetos de estudio, exquisitamente plasmados en las cuantiosas imágenes que ilustran las páginas del libro. Una especie de treta afortunada con la que nos quiere delatar la importancia de la imagen como documento histórico, vestigios del pasado en el presente, no mudos sino elocuentes, a la par que los escritos, dotados de una preciosa información esencial para la mejor comprensión de la época en la que surgen y se expresan.
El cometido del libro, por tanto, requirió atención esmerada y trabajo pausado; no menos, audacia, ingenio y, sobre todo, sapiencia acrecentada. A la larga, como se ha demostrado, llegaría la hora de la cuestión editorial. Esta manera de proceder y de buen hacer ha dado a luz una magnífica síntesis interpretativa en la que quedan virtuosamente equilibradas la información factual y la reflexión crítica, la profundidad y la difusión; al mejor estilo de don Antonio Domínguez Ortiz y don Guillermo Céspedes, próvidos historiadores a los que nuestro autor profesa una inteligente consideración. Si a ello le unimos el alarde de exquisitez plasmado en su prosa, sencilla y elegante a la vez, colorista y expresiva sin necesidad de artificios retóricos, las mercedes del libro están servidas por doquier en el texto.
Una de sus mejores cualidades, sin duda, es la pericia historiográfica del autor, arraigada en la mesura y el sentido común, el tiento y la prudencia. Garantes de una aproximación a los procesos históricos tratados al margen de juicios y evaluaciones éticos, una manera de ejercer el oficio que él mismo estima antihistórica y propensa a descontextualizar los fenómenos en estudio, o lo que es igual, a abordarlos fuera de las coordenadas culturales y mentales dentro de las cuales se desarrollan. No por casualidad su relato se distancia de aquella historiografía, en tiempos dominante, presa de una concepción eurocéntrica, y chovinista por defecto, en la que adquiere un exagerado protagonismo el hombre blanco a costa de las civilizaciones autóctonas. La de don Ramón en cambio enfatiza en el desarrollo de una trayectoria histórica resultado de las grandes migraciones atlánticas y del contacto multicultural entre europeos, indígenas y africanos, dentro de un orden colonial -un sistema de dominio- desplegado a través de una red intercontinental de circuitos comerciales, intelectuales, culturales y políticos. Ello tampoco le impide ignorar la diversidad ni las grandes diferencias de estructura y experiencia histórica entre Europa y el Mundo Atlántico, o admitir que la cultura americana no fue una réplica exacta de la europea. Del mismo modo huye de teorías totalizadoras en la interpretación del pasado, consciente del determinismo y relativismo que propician, dejando escaso margen de acción a la irracionalidad y libertad del hombre, factores en nada incompatibles con los estructurales.
La forma de hacer historia del profesor Serrera, obvio es, facilita la reflexión y el debate mediante el despliegue de problemas y líneas de investigación de cara a los posibles interesados en este menester. Más aun cuando aborda cuestiones controvertidas o desfiguradas por tópicos carentes de escrúpulos científicos, sea el caso de los distintos episodios que tienen que ver con la leyenda negra todavía vigente y, lo que es peor, a menudo encorsetados en discursos oficiales a este y el otro lado del Atlántico. Cuita que, a la par, no le predispone hacia una leyenda rosa o dorada, sino hacia otra gris claro, el color que nos ayude a asumir nuestra historia tal como fue, sin complejos de madrastra ni sentimientos de culpa descontextualizados y al albur de quienes los manipulan depositando en ellos fines espurios e interesados.
Este gran libro en todos los órdenes, como fuere, transita por una silva de conocimientos -auxiliada de un encomiable y auxiliar piélago de gráficos y mapas-, entre 1517, año de la llegada al trono de Carlos I, y 1700, fecha del óbito de Carlos II sin herederos y del fin de la dinastía de los Austrias en España. He aquí una cronología que precipita la razón principal del título de una obra cuyo argumento se divide en tres grandes apartados. El primero cubre una etapa crucial de la historia de las Indias españolas (1517-1542), correspondiente al ciclo de la conquista de aquel Nuevo Mundo, en el que se dirimen con maestría cuestiones tan trascendentes como el “choque cultural”, concepto que, dados los efectos desestructuradores de la acción conquistadora, el autor aprecia más coherente que los de “aculturación”, “occidentalización” o “transculturación”. También el proceso de dominación militar y su justificación teológica, la resistencia, activa y pasiva, de la población indígena, para terminar con un precioso capítulo de historia cultural imbuido en las novedades, y su asimilación por los europeos, que empezaron a exhibir unas tierras demasiado lejanas y extrañas: la dietética, la flora, la fauna, el medio ambiente y un sinfín de otras albricias que empezaron a transmitir las plumas de los primeros pobladores españoles. Gentes a la ventura que, conforme a su utillaje mental y referente simbólico, solían ver lo que escriben y no al contrario.
El segundo bloque temático afronta el periodo coincidente con la reorganización del sistema colonial, que nuestro historiador extiende de 1542 a 1598. Casi medio siglo en el que América va dejando de ser el espacio ideal del conquistador, el fraile y el encomendero para convertirse en el ecumene del colono, el funcionario y el cura. Porque es la época del nacimiento de una población multicultural y, como consecuencia inmediata, del impacto de los mestizajes a causa de un continuo tránsito, además de humano, de conocimientos, prácticas e imaginarios, germen del enfrentamiento de modos de vida, tradiciones y sistemas de pensamientos diferentes que la apertura de los nuevos mundos provocó. Son los años de la emergencia de un nuevo orden social, de un método de explotación de los recursos, con los metales preciosos y la Carrera de Indias como ejes, catalizador de una economía-mundo que algunos ven cual principios de la globalización actual; del despliegue del poder real y su centralizadora maquinaria burocrática-institucional. Atrás no queda, en medio de la Contrarreforma, la formación de la Iglesia Indiana, expresión de un catolicismo militante que tendrá en la misión y el control de las conciencias (la Inquisición y la extirpación de idolatrías) una de sus principales señas de identidad, patente de igual manera en un arte y una cultura concebidos como retórica cristiana.
Llegamos así a la última de las partes del libro, dedicada a poner de relieve la consolidación de la personalidad continental de América durante el Seiscientos, un siglo de crisis en Europa que exhala una coyuntura opuesta, o diferente (reajustes, cambios, transformaciones), en unas Indias atlánticas que empiezan a afianzar su autoidentidad. Es por ello que el profesor Serrera nos aperciba aquí, con esmero y agudeza, de los riesgos que conlleva ensayar la historia de América desde una perspectiva exclusivamente metropolitana; pues podemos caer en una visión reduccionista, alejada de la realidad y, peor aun, muy cercana a los postulados ideológicos del gobernante peninsular del XVII. Con este presupuesto metodológico se incide en la autonomía y autosuficiencia, en parte consecuencia de la postración de la Metrópoli, que irá desarrollando el Nuevo Continente. El fenómeno, como bien pone de manifiesto el autor, se dejará sentir en las diferentes facetas de la vida colonial, ya sea a través del progresivo protagonismo de la economía rural (la hacienda) frente a la minería y el tráfico oceánico; de las tensiones de una sociedad multiétnica, del auge de la Iglesia Nacional (la expansión conventual), del incremento del poder criollo y las lacras de la política colonial (corrupción, clientelismo, venalidad). Todo ello enmarcado en una cultura barroca cuya criollización le presta un perfil sincrético y sui generis.
En fin, creo que no es poco el abismo de sugerentes ideas, hechos y especulaciones que el libro sometido a mi opinión nos ofrece. Confío que en poco tiempo nos referiremos a él como “el Serrera”, cual se alude al “Elliott” o al “Domínguez Ortiz”, una simbiosis entre autor y título que sin más denota calidad, fama, familiaridad y asiduidad de uso. Pero hora ya va siendo de dar la palabra, escrita o hablada, a los posibles y agraciados lectores, a quienes don Ramón les ha dado en breve la cosecha que ha sudado en muchos años. Espero que sus opiniones mejoren la mía, según dije, quizás sesgada por el afecto y la admiración. En cualquier caso nadie quedará defraudado de internarse en semejante copia de aciertos y bonanzas. Si falta hallaren, súplanla con discreción, porque ha de ser leve y sobre asunto muy dudoso, más dadas las muchas generalidades y particularidades, de tan varios sucesos, labradas. O traigan a la memoria al Inca Garcilaso, quien en uno de sus prefacios pide al lector el aprecio de una su traducción haciéndole saber, que hasta que no tuviere hijos de esta talla y no supiere lo que cuesta criarlos y ponerlos en tal estado, no desdeñase su trabajo. A buen seguro no caeremos en trampa tan ingrata delante de un historiador, don Ramón María Serrera, en el que coinciden grandeza de persona, ingenio y saber. Arte es saber buscar a estos hombres, y suerte topar con ellos.
Carlos Alberto González Sánchez – Universidad de Sevilla.
SERRERA, Ramón María. La América de los Habsburgo (1517-1700). Sevilla: Universidad de Sevilla; Fundación Real Maestranza de Caballería de Sevilla, 2011. Resenha de: SÁNCHEZ, Carlos Alberto González. CLIO – Revista de pesquisa histórica. Recife, v.29, n.1, jan./jun. 2011. Acessar publicação original [DR]