Ecología y subsistencia de los cazadores-recolectores en el Campo de Dunas del Centro Pampeano – NAHUEL (IA)

SCHEIFLER Nahuel A noticiasdoce.com .ar 2014 cazadores-recolectores

SCHEIFLER Nahuel A. Scheifler/noticiasdoce.com.ar/2014.

SCHIFLER N A Ecologia y subsistencia de los cazadores recolectores cazadores-recolectoresSCHEIFLER A. Nahuel. Ecología y subsistencia de los cazadores-recolectores en el Campo de Dunas del Centro Pampeano. Buenos Aires. Sociedad Argentina de Antropología, 2019. 272p. Resenha de: FRONTINI, Romina. Zooarqueología en el Campo de Dunas del Centro Pampeano: nuevos aportes para comprender la subsistencia durante el Holoceno medio y tardio. Intersecciones en Antropología, Buenos Aires, v.1, n.21, p.113-114, 2020.

El libro Ecología y subsistencia de los cazadores-recolectores en el Campo de Dunas del Centro Pampeano, de Nahuel Scheifler, deriva de un trabajo de investigación de cinco años como parte de la tesis doctoral del autor. En él se aborda la subsistencia de los grupos nativos durante el Holoceno medio y tardío en el sistema Lagunar Hinojo-Las Tunas y en la Depresión de Vallimanca, sectores en los que las investigaciones sistemáticas eran escasas hasta el momento.

El libro se estructura en diez capítulos. En el capítulo 1, el autor realiza el planteo general del tema ubicándolo espacial y temporalmente. Sintetiza los antecedentes de las primeras investigaciones en el sector de estudio, desarrolladas a partir de la década de 1930, y enuncia los objetivos de la investigación. La aproximación al tema de estudio es realizada desde la zooarqueología, con énfasis en la tafonomía, lo que permite evaluar el grado de resolución e integridad de los ensambles bajo estudio.

En el capítulo 2, Scheifler expone que la ecología del comportamiento humano y, específicamente, el modelo clásico de amplitud de la dieta constituye el marco teórico y conceptual a partir del cual serán interpretados los datos. Este marco teórico, ampliamente desarrollado en arqueología, resulta operativo para evaluar las estrategias de adaptación de los grupos que habitaron el Campo de Dunas Pampeano en relación con las características y fluctuaciones del ambiente. De este modo, y sobre la base de información ambiental, biológica y etnográfica, el autor formula una jerarquización de los recursos animales de la Región Pampeana, en la cual el guanaco es la especie de mayor importancia, seguida por el venado de las pampas, el ñandú, el armadillo y otras especies de menor porte.

En el capítulo 3 se desarrollan la caracterización geomorfológica y ambiental del sector bajo estudio y las variaciones de las condiciones ambientales durante el Holoceno. Esta información es articulada con la historia del poblamiento humano en la Región Pampeana (Capítulo 4) y con la jerarquización de los recursos faunísticos presentada en el capítulo 2, para formular las hipótesis de trabajo (Capítulo 5).

La descripción de la metodología del análisis arqueofaunístico y tafonómico se presenta en el capítulo 6, e incluye una serie de herramientas metodológicas (índices de riqueza, heterogeneidad y equitatividad taxonómica) apropiadas para dar respuesta a las preguntas de investigación. En el capítulo 7, el autor presenta la información estratigráfica, cronológica y del contexto arqueológico de los tres sitios estudiados: La Susana 1, Huencú Nazar y Laguna Cabeza de Buey 1. Para cada uno de ellos se presenta apoyatura gráfica (esquemas de plantas de excavación, fotos de paisaje, gráficos de distribución de materiales) que facilitan el acceso a la información.

La integridad y resolución de los conjuntos arqueológicos es abordada a partir de la comparación de diferentes variables tafonómicas que permitieron establecer variabilidad en los conjuntos en relación con los procesos culturales y naturales de formación de los sitios (Capítulo 8). De este modo, el autor pudo identificar claramente el origen humano de ciertos restos y el rol mixto en la depositación de especies pequeñas.

En el capítulo 9 se desarrolla la contrastación de las hipótesis sobre la base de la información presentada, a partir de la comparación inter- e intrasitio desde una perspectiva temporal. De este modo, el autor da cuenta de las variaciones temporales ocurridas en la amplitud de la dieta de los grupos cazadores recolectores y su vinculación con las fluctuaciones en el clima y en la disponibilidad de los recursos de mayor rango.

En el capítulo 10, integra la información novedosa generada en este libro con los antecedentes regionales y discute, a la luz de las nuevas evidencias, los modelos de subsistencia propuestos para la región.

Múltiples aspectos de esta obra son destacables. Uno de ellos es que permite diversos niveles de lectura. Un primer nivel está vinculado estrictamente con la información arqueofaunística original presentada en este volumen, minuciosamente descripta y que resulta muy valiosa para llenar un vacío de información en las investigaciones de la Región Pampeana. De esta manera, la obra contribuye a avanzar en el conocimiento de los modos de vida de los grupos nativos durante el Holoceno. De las interpretaciones realizadas se pone de manifiesto que la relación de los grupos con su ambiente debe ser abordada y comprendida en rangos espaciales significativos para los hombres y que las unidades de análisis tomadas son pertinentes para dar cuenta de los mecanismos adaptativos en un área particular. Las decisiones humanas en el pasado generaron adaptaciones múltiples de acuerdo con las circunstancias puntuales.

Otro nivel de lectura, más general y que puede ser de interés para un público amplio y no especialista, está dado por la síntesis de la información arqueológica disponible sobre el poblamiento de la Región Pampeana. La manera de organizar la información constituye una adaptación de la propuesta de Zangrando (2009) e incluye una división de la historia en tres grandes etapas: Ocupación pionera, Regionalización e Intensificación, que resultan operativas para sistematizar la información disponible. De este modo, el texto resulta en un capítulo de síntesis actualizado y relevante para un público amplio que puede incluir estudiantes y jóvenes en formación.

Otro aspecto para destacar es que esta obra, tal como lo expresa el autor, no está cerrada, sino que constituye un punto de partida. Es el inicio, con sólidas bases, de propuestas interpretativas que contribuyen al conocimiento de la arqueología de la Región Pampeana pero que deben ser contrastadas y redefinidas con el avance de las investigaciones. Celebro las expectativas del autor para repensar sus propuestas cuando exista nueva información que ponga de relieve la característica dinámica del conocimiento científico.

Por último, tengo la convicción de que esta obra tendrá un rol destacado en la historia de las investigaciones en la Región Pampeana y se transformará en un texto de consulta permanente, y en un referente por su sistematicidad y claridad en la expresión de las ideas. Resulta un aporte de excelencia para la arqueología regional, ¡los invito a disfrutarla!

Romina Frontini – frontiniromina@gmail.com Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), Departamento de Humanidades, Universidad Nacional del Sur, Argentina Zooarqueología en el Campo de Dunas del Centro Pampeano: nuevos aportes para comprender la subsistencia durante el Holoceno medio y tardío Intersecciones en Antropología, vol. 21, núm. 1, 2020 Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires

Referencias

Zangrando, A. F. (2009). Historia evolutiva y subsistencia de cazadores-recolectores marítimos de Tierra del Fuego. Sociedad Argentina de Antropología.

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l Sitio Chenque I. Un cementerio prehispánico en La Pampa occidental. Estilo de vida e interacciones culturales de cazadores recolectores del Cono Sur americano – BERÓN (IA)

BERÓN, Monica (Comp.). El Sitio Chenque I. Un cementerio prehispánico en La Pampa occidental. Estilo de vida e interacciones culturales de cazadores recolectores del Cono Sur americano. Buenos Aires: Sociedad Argentina de Antropología, Buenos Aires, sd. 532p. Resenha de: DILLEHAY, Monica. Violencia, salud y vida social expresada en patrones mortuorios de cazadores y recolectores de La Pampa. Intersecciones en Antropología, Buenos aires, v.20, n. 2, ago./ dic., 2019.

Mónica Berón y sus colegas presentan un excelente análisis interdisciplinario de las prácticas de entierro para explorar las relaciones de salud, sociales y demográficas de los cazadores y recolectores en el cementerio de Chenque I en el Parque Nacional de Lihué Calel en La Pampa occidental.

El sitio data de hace 1050 a 290 años, con un hiato entre 700 y 400 AP, probablemente debido a la sequía y el abandono en la zona. Los datos son únicos en calidad y detalle debido al énfasis en el uso a largo plazo, pero intermitente, del cementerio comunal. Al ver los entierros en el cementerio como elementos activos de distintos grupos sociales a lo largo del tiempo, los autores analizan un conjunto de datos locales que demuestran el uso de ciertas tradiciones de entierro y las diferencias socioculturales, y cómo ciertos factores afectaron la deposición y preservación del entierro. Además, las prácticas mortuorias expresan una igualdad social abierta y una membresía comunitaria más inclusiva a medida que los niños se incorporaban al cementerio.

En general, los datos de entierro sugieren los cambios diacrónicos en el género, las definiciones de grupos sociales y la salud, aunque en tiempos históricos tempranos se muestran estados sociales ligeramente diferentes, pero no tanto entre los sexos como entre las edades.

Más específicamente, el diseño espacial de los entierros –principalmente en forma de paquetes discretos temporalmente– y el tratamiento de cuerpos en Chenque I demuestran varias fases de desarrollo. En las fases iniciales, los entierros eran primarios simples, secundarios simples y múltiples y disposiciones simples. Para las fases posteriores, los entierros más complejos están presentes en forma de primarios dobles y presentan diferentes formas de tratamiento de los cuerpos. Los entierros posteriores se agrupan, mientras que los más tempranos se colocan al azar, y los posteriores muestran una progresión hacia una mayor complejidad social.

Uno de los períodos más interesantes de la práctica mortuoria es entre 400 y 290 AP, el período histórico, cuando hay más violencia evidenciada en los huesos y cuando los muertos, en su mayoría, estaban envueltos con pieles pintadas adornadas con cuentas de materias primas malacológicas. También, la falta de entierros intrusivos de periodos sucesivos y la separación espacial de los grupos de entierros en diferentes paquetes sugieren que el cementerio representa un lugar de memoria y posiblemente un conocimiento de dónde se ubicaron los entierros anteriores.

Berón examina bienes y adornos (e.g., tocados, cuentas, metales) asociados con los cuerpos, que en ocasiones incluyen materiales exóticos importados como turquesa, cobre nativo, cobre estannífero y plata, derivados a través de adquisiciones directas y, más probablemente, “down-the-line”, intercambio presumiblemente de los Andes del noroeste de Argentina o del sur de Bolivia. La presencia de metal a partir de 1000 años es la más temprana en las regiones pampeana y patagónica. El estudio de Cimino y Pastorino (pp. 263-284) sobre la malacología de las cuentas demuestra la importación de conchas de los océanos Pacífico y Atlántico. Hay tocados que demarcan a ciertos individuos, en un caso especial tal vez un guerrero. Diferentes tratamientos de entierro y adorno están presentes para niños y adultos. En resumen, se analiza el papel de los tipos de bienes y adornos para la identificación sociocultural, y el análisis de los bienes y sus asociaciones con cuerpos de diferentes sexos y edades es especialmente exitoso. El estudio detectó algunas pruebas de estatus de individuos y mostró diferencias en los que recibieron un tratamiento de entierro ligeramente especial, como el posible guerrero.

El análisis de la salud es algo diferente de otros temas examinados, ya que señala con poca frecuencia las diferencias de edad y sexo entre los cuerpos.

El estudio de Luna (pp. 101-136) sobre el perfil de mortalidad revela lo que parece ser un número excesivo de jóvenes enterrados, con un gran número de muertes antes de los 10 años. Aunque casi la mitad de la población total nunca llegó a la edad adulta, muchos otros murieron entre los 20 y 40 años de edad, en concordancia con los perfiles de mortalidad de otras sociedades de cazadores-recolectores prehistóricos de todo el mundo. La edad promedio en el momento de la muerte no cambió drásticamente con el tiempo o incluso difirió mucho entre hombres y mujeres adultos.

El análisis de hipoplasia del esmalte, caries, hiperostosis porótica / cribra orbitalia, periostitis y, en particular, trauma / fracturas, produjo algunos resultados interesantes. La cantidad de daño post mortem a los esqueletos, especialmente en el ambiente seco del desierto del sitio, es algo sorprendente. Los estudios de Di Donato (pp. 137-164) y Oliva (165- 176) sobre los huesos, la entomología y otros análisis revelan daños significativos en algunos casos. El estudio de Aranda y Araujo de paleoparásitos (pp.

327-340) también indica alteraciones considerables de los huesos. Además, Diana (pp. 341-365) estudió el estrés físico en los huesos adultos, que mostró diferencias por edad y sexo que se relacionan principalmente a diferentes tareas de trabajo. Luna y Aranda (pp. 419-452) también revelaron diferentes patrones bucales a lo largo del tiempo y por edad y sexo. El estudio de Musaubach y Babot (pp. 397- 418) de los microrresiduos en los dientes reveló el consumo de Bromus y otras plantas comestibles.

Uno de los patrones más notables del registro de entierros de Chenque I, especialmente en los últimos tiempos, es la evidencia de violencia y guerra. Al parecer, hubo dos períodos de conflicto mayor: 1050-700 AP, cuando dicho conflicto pudo haber sido más restringido y regional, y 435-290 AP, cuando hubo una interacción intergrupal más intensa y una contienda interétnica más amplia, que es el período colonial. En esta última etapa, la violencia puede haberse asociado con una mayor movilidad, la llegada de nuevos grupos y la disputa por las rutas de intercambio en los Andes hacia el oeste, con un mayor contacto entre diferentes grupos de diferentes áreas (especialmente la región de Araucanía y Chubut). Los estudios de Barberena et al. (367-395) sobre los isótopos confirman la presencia de entierros locales y no locales y sugieren un movimiento transandino entre el este u oeste durante el último período. La presencia de adornos de concha marina de los océanos, tanto del Pacífico como del Atlántico, también sugiere un movimiento y/o intercambio entre el este u oeste. Sin embargo, como se señaló anteriormente, debe haber habido algún intercambio y movimiento hacia el norte, como lo sugiere la presencia de turquesa y cobre.

El estudio de los artefactos líticos por Velárdez (pp.173-223) y Carrera Aizpitarte (pp. 225-262) revela la diversidad tecnológica y las materias primas derivadas de fuentes locales y no locales; también evidencia la movilidad y el intercambio entre áreas.

En un capítulo al principio del libro, Molinari (pp. 49-74) analiza la comunidad moderna de Lihué Calel y su participación en la arqueología del parque nacional y en el patrimonio cultural en general.

El libro termina con una larga discusión entre Guastavino, Berón y Di Biase (pp. 497-525) acerca de temas similares, que muestra que el sitio del cementerio no solo es para los muertos prehistóricos sino también para la sociedad actual.

Este estudio mostró que la sociedad de cazadores- recolectores de la Pampa occidental no era tan simple como podríamos haber imaginado. Con la metodología interdisciplinaria y la base de datos presentada para Chenque I, los arqueólogos pueden comparar el sitio con diferentes características de entierro en otros sitios, utilizando una variedad de factores y períodos de tiempo para obtener una imagen más clara respecto de si otras sociedades de cazadores y recolectores en el Cono Sur y en otros lugares osciló en composición social y complejidad a lo largo del tiempo. A lo largo de la historia, muchas sociedades de cazadores y recolectores en todo el mundo parecen haber pasado de niveles más bajos a niveles más altos de complejidad social.

La metodología del libro también es útil por su configuración intertemporal, que permite a los investigadores de Chenque I ajustar bien las identificaciones temporales y culturales de las diferentes fases de uso del sitio. En resumen, el libro pretende ser una nueva línea de base para los estudios de enterramiento en el Cono Sur (y en otros lugares), en los que los académicos pueden usar los datos resumidos y las tendencias de enterramiento para explorar estos problemas y analizar de manera más sistemática los diferentes sitios, períodos y culturas.

Al final, al igual que con cualquier estudio a gran escala, hay problemas y nuevas preguntas sin respuestas. Por ejemplo, me gustaría haber visto más información sobre los patrones de asentamiento locales o regionales que relacionen el cementerio con otros tipos de sitios, especialmente con cualquier sitio residencial conocido posiblemente vinculado a Chenque I. También pensé que debería haber un análisis más comparativo del sitio con otros cementerios de cazadores-recolectores en todo el continente, especialmente con respecto a la violencia doméstica e intergrupal. También se necesita más explicación del significado de los paquetes de entierro separados. Finalmente, quizás en el futuro se puedan realizar análisis genéticos en una muestra de individuos de diferentes paquetes para probar sus afinidades locales y no locales.

A pesar de estas pocas preocupaciones, el libro de Berón y sus colegas trata sobre uno de los mejores y más minuciosamente investigados sitios de cementerios de cazadores-recolectores prehistóricos e históricos en América del Sur. Es una lectura obligada para profesionales y estudiantes interesados en este nivel de la sociedad indígena y específicamente en los patrones mortuorios. Este volumen establece un nuevo estándar para investigaciones científicamente rigurosas que se acompañan de interpretaciones intuitivas de la base de datos y asociaciones con la comunidad viva local. Todos los capítulos están bien concebidos y repletos de datos empíricos. Berón y sus colegas también son diligentes en revelar cualquier sesgo y el contexto dentro del cual se acercan al registro arqueológico.

Sería refrescante si presenciáramos mucho más de este tipo de arqueología.

Tom D. Dillehay – Universidad de Vanderbilt, EEUU, Department of Anthropology / Universidad Austral de Chile, Puerto Montt, Chile, Nashville, TN 37325, Estados Unidos. E-mail: tom.d.dillehay@vanderbilt.edu.

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An Introduction to Zooarchaeology – GIFFORD-GONZALEZ (IA)

GIFFORD GONZALEZ Diane E Elizabeth Reitz cazadores-recolectores
Diane Gifford-Gonzalez (esquerda) e Elizabeth Reitz (direita) https://en.wikipedia.org.

GIFFORD-GONZALEZ, D. An Introduction to Zooarchaeology. (Sn.): Springer, 2018. 604p. Resenha de: MONDINI, Mariana.  Mucho más que una introducción a la zooarqueología. Intersecciones en Antropología, Buenos Aires, v.20, n.2, ago./dic., p.283-285, 2019.

GIFFORD GONZALEZ D An introduction to Zooarchaeology cazadores-recolectores

El reciente volumen de Diane Gifford-Gonzalez (2018) es una referencia fundamental para la zooarqueología. Se trata de una obra muy abarcativa, que estuvo en preparación por veinticinco años, según cuenta la propia autora (Grad 2018), y que trata una multiplicidad de temas de diferente nivel de generalidad. Uno de sus principales valores consiste precisamente en que aborda desde cuestiones epistemológicas que subyacen a todo análisis hasta otras más prácticas con las que el zooarqueólogo debe lidiar. En este sentido, es uno de los trabajos más originales y completos de la literatura zooarqueológica moderna.

Contribuye a ello que se nutre de ejemplos de todo el mundo, incluida la región neotropical y específicamente Argentina, lo que suma cierta familiaridad al tratamiento de los diferentes temas. Además, el libro contiene numerosas ilustraciones que contribuyen a transmitir la información, lo que lo vuelve muy claro y de fácil lectura. El hecho de que cada capítulo incluya sus propias referencias bibliográficas facilita la búsqueda de las fuentes referidas. Además, el volumen cuenta con un detallado índice temático al final.

Diane Gifford-Gonzalez (Department of Anthropology, University of California, Santa Cruz, EEUU) es una de las principales referentes en la zooarqueología y la tafonomía. Ha publicado numerosos trabajos, entre los que se incluyen muchas contribuciones fundamentales sobre la teoría y los métodos de estas disciplinas. Es una de las primeras arqueólogas formadas en el estudio de restos faunísticos, y su perspectiva es ampliamente internacional. Ha llevado a cabo investigaciones en África y Norteamérica, ha brindado seminarios en diversos países y se ha nutrido de las investigaciones realizadas en todos ellos. La influencia de sus siempre renovadas ideas es altamente significativa en la zooarqueología y tafonomía globales, en particular en Argentina, país que visitó en 2007 ( International Council for Archaeozoology [ICAZ] 2007).

El libro consta de cinco secciones que contienen un total de 26 capítulos. Las primeras secciones consisten en una introducción a la zooarqueología y a su historia. Desde aquí se evidencia la perspectiva internacional de la autora, que incluye una historización de la disciplina en diferentes países. Además, es destacable la perspectiva de la zooarqueología en el marco de las grandes preguntas de la arqueología. Otro aporte significativo de esta parte del libro –y que constituye una de las contribuciones más valiosas de la obra– es la síntesis de las consideraciones filosóficas y epistemológicas subyacentes a las investigaciones zooarqueológicas. Además de abordar la naturaleza de la causalidad en los sistemas biológicos y de sistematizar conceptos clave como los de analogía y uniformismo, aquí Gifford-Gonzalez desarrolla su concepción de un abordaje basado en los productos, que es uno de los aportes fundamentales de la autora a los campos de la zooarqueología y la tafonomía. Dicho abordaje es relevante a diferentes modelos y marcos teóricos, ya que el contexto más general, o sea, el nivel inferencial de mayor amplitud, puede ser de diferente naturaleza de acuerdo con la perspectiva que adopte el investigador.

La segunda sección del volumen trata sobre la naturaleza de las evidencias, en particular de los vertebrados. Esta sección incluye un capítulo sobre cuerpos y restos de vertebrados como materiales uniformes, donde se tratan las propiedades de huesos, dientes y otros tejidos animales, y otros capítulos sobre las propiedades intrínsecas de los huesos. Uno de ellos aborda la cuestión de por qué los animales comen animales, y trata temas tales como los requerimientos nutricionales que aportan los alimentos de este origen y sus variaciones. En esta sección también se trata de cómo podemos determinar taxones e inferir tamaño corporal, sexo y edad de los animales a partir de sus huesos y dientes, y la relevancia de estas cuestiones para la zooarqueología, considerando aspectos tales como la distinción de animales silvestres versus domésticos y la inferencia de la estacionalidad de las ocupaciones arqueológicas a partir de los recursos animales utilizados. Atravesando esta sección, como en toda la obra, se tratan los distintos aspectos tafonómicos que condicionan los patrones inferidos en el registro arqueofaunístico.

La siguiente sección trata sobre los abordajes prácticos del análisis zooarqueológico, desde el campo hasta el laboratorio y más allá. Incluye un capítulo sobre recuperación en campo, métodos de laboratorio, registro de datos y curación, donde se abordan todos los pasos, desde el diseño de una investigación hasta la generación de datos y su archivo. Luego se tratan temas centrales en todo compendio sobre zooarqueología, como lo son la identificación, incluidas las decisiones de clasificación y sus consecuencias analíticas, y las unidades básicas de cuantificación y su relación con las preguntas de investigación.

Sigue una sección que presenta una descripción muy detallada de la identificación de procesos causales, efectores y actores (sensu Gifford-Gonzalez 1991), a partir del abordaje basado en los productos. Esta parte incluye un capítulo sobre la fragmentación ósea de origen antrópico, animal y geológico. Otros dos capítulos tratan sobre los efectos de los actores naturales sobre los huesos, incluyendo mamíferos carnívoros, ungulados y roedores, además de reptiles y aves. Aparte de considerar en detalle las trazas de estos diferentes actores, la autora aborda las condiciones bajo las cuales ellas varían. De este modo trasciende los tratamientos meramente descriptivos o metodológicos del tema, como lo hace a lo largo de todo el trabajo. Los dos capítulos siguientes versan sobre los efectos del comportamiento humano en los huesos, y abarcan todas las actividades, desde el corte y la percusión hasta el procesamiento culinario y la conservación, y sus implicancias. Aquí dedica un apartado al omnipresente problema de la equifinalidad, y también uno a la posibilidad de discernir arqueológicamente el descarte derivado de actividades culinarias domésticas. Luego aborda los efectos de invertebrados, de plantas y de procesos geológicos, tanto bioestratinómicos como diagenéticos, en el registro faunístico.

Finalmente, una última sección incluye un rico análisis sobre la inferencia de los contextos de comportamiento, sociales y ecológicos, enfocada en los niveles inferenciales de mayor generalidad. Esta, junto con la tercera, conforma una de las partes más originales de esta comprehensiva obra, e incluye un capítulo sobre el análisis de conjuntos formados por múltiples agentes, un desafío al que todo zooarqueólogo y tafónomo deben enfrentarse. La utilidad de este capítulo yace no solo en que trasciende la más clásica descripción de los efectos de cada actor, o bien de las diferentes trazas más allá del actor que las produce (Fernández-Jalvo y Andrews 2016), para evaluar la complejidad de conjuntos reales, sino que además lo hace con ejemplos concretos. Otro capítulo se centra en el uso de unidades de cuantificación y estadística. Mientras que estos aspectos son tratados en profundidad en otros volúmenes (e.g., Lyman 2008), este trabajo se centra en sus usos en el marco del razonamiento zooarqueológico, en función de los objetivos de la investigación. Los siguientes capítulos de esta sección abordan las problemáticas de la desarticulación de los vertebrados, su dispersión, desmembramiento y transporte selectivo, y específicamente el transporte selectivo mediado por la nutrición; la durabilidad ósea; los perfiles de mortalidad; abundancia de especies y diversidad taxonómica; y las perspectivas de los estudios de isótopos, genética, ecología histórica y conservación, incluyendo las implicaciones de la zooarqueología aplicada. Estos capítulos se nutren, también, tanto de consideraciones teóricas, como de ejemplos concretos que los enriquecen. Los últimos capítulos de esta sección atañen a los marcos interpretativos más generales, y tratan de la relación de la zooarqueología con la ecología del comportamiento y con el estudio de las relaciones sociales, salpicados de cuestiones concretas sobre cómo abordar las grandes preguntas, así como del presente y futuro de la zooarqueología, donde la autora aporta su perspectiva más personal y su visión a partir del largo camino recorrido. En este sentido, su apelación a una documentación exhaustiva de los materiales arqueofaunísticos que estudiamos, que está en la base de cualquier análisis más sofisticado, así como a una descripción explícita de los métodos que empleamos para su análisis, asumen una gran relevancia como criterios que iluminen la zooarqueología de las próximas décadas.

En suma, tal como enuncia el título del volumen, esta comprehensiva obra brinda una introducción a la zooarqueología o, más bien, mucho más que una mera introducción. Ofrece una revisión crítica y bien documentada de la historia y teoría de la disciplina, así como también de una serie de actores y procesos que generan modificaciones óseas, tanto naturales como antrópicas, y sus trazas. Contiene asimismo un compendio actualizado de las estimulantes ideas sobre la naturaleza del registro zooarqueológico y los abordajes más productivos para su estudio desarrolladas por Diane Gifford-Gonzalez a lo largo de décadas, y esta es, en mi opinión, su contribución más valiosa. La autora ha trabajado como pocos la cadena inferencial desde las trazas observables en el registro fósil hasta los niveles inferenciales más generales, incluso desde diversos marcos teóricos, y esa riqueza analítica y claridad argumental atraviesan este volumen. Estos aportes de Gifford-Gonzalez han sido fundamentales en el desarrollo de la zooarqueología y la tafonomía, y constituyen una de las contribuciones más valiosas de esta obra indispensable en la biblioteca de todo laboratorio zooarqueológico.

AGRADECIMIENTOS

Quisiera expresar mi gratitud a Diane Gifford-Gonzalez por compartir su obra conmigo, a Atilio Zangrando por su invitación a escribir esta reseña y a Milena Sesar por contribuir a mejorarla con la edición del manuscrito.

REFERENCIAS CITADAS

 

Fernández-Jalvo, Y. y P. Andrews 2016 Atlas of Taphonomic Identifications: 1001+ Images of Fossil and Recent Mammal Bone Modification (Vertebrate Paleobiology and Paleoanthropology). Springer, Dordrecht. [ Links ]

Gifford-Gonzalez, D. 1991 Bones are not enough: Analogues, knowledge, and interpretive strategies in zooarchaeology. Journal of Anthropological Archaeology 10 (3): 215-254. [ Links ]

Gifford-Gonzalez, D. 2018 An Introduction to Zooarchaeology. Springer, Cham. [ Links ]

Grad, R. 2018 Prof. Gifford-Gonzalez Releases Text “Twenty-Five Years in the Making”. https://anthro.ucsc.edu/news/news-articles/gifford_gonzalez_textbook.html (22 de junio 2019). [ Links ]

International Council for Archaeozoology (ICAZ) 2007 Newsletter of the International Council for Archaeozoology 8 (2): 3. [ Links ]

Lyman, R. L. 2008 Quantitative Paleozoology. Cambridge University Press, Cambridge. [ Links ]

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Quaternary International – MUÑOZ; MONDINI (IA)

MUÑOZ, Sebastián; MONDINI, Mariana (Eds.). Neotropical Zooarchaeology and Taphonomy. Quaternary International, v.180, Issue 1, p.1-159, Mar., 2008. Resenha de: BARTOSIEWICZ, László. Intersecciones en Antropología, Olavarría, v.10, n.2, jul./dic., 2009.

Archaeological excavators are latecomers by vocation, and given good preservation, much of the finds are animal bones. Taphonomy, the critical evaluation of bioarchaeological information in archaeology through understanding site formation processes, has become one of their chief tools in dealing with bone remains. A concept introduced in paleontology (Efremov 1940), taphonomy has not only become the indispensable first step in archaeozoological inquiry, but also the best common denominator linking various studies of human-animal relationships across chronological periods and continents. This aspect of taphonomy is especially important in presenting geographically diverse areas with a rich and varied archaeological heritage such as the Neotropical region that includes what is historically known as Latin America and the southern United States around the Gulf of México. Immense latitudinal and altitudinal variability of habitats has made taphonomy the lingua franca between archaeozoologists – sometimes even within geographically varied countries such as Argentina (Gutiérrez et al. 2007).

This volume is a clearly structured collection of papers submitted to the session entitled “Neotropical Zooarchaeology and Taphonomy” organized by the volume editors at the 10th International Conference of the International Council for Archaeozoology in México D.F. in 2006. While the session abstract promised to highlight “specific research problems in the region from ecological, evolutionary, and biogeographic points of view” (Polaco et al. 2006: 11), this volume is also a collection of scholarly papers that represent broader, general trends in human-animal interactions in the Neotropical region throughout the late Quaternary.

The introductory paper by A. Sebastián Muñoz and Mariana Mondini, offers a clear defi nition of the region extending on either side of the Equator with the Pacific to the west and the Caribbean/Atlantic to the east. They point out that south of the isthmus of Panama, South America has a triangular shape narrowing toward the south. This geometry coincides with simpler ecological and structural systems and the increasing climatic influence of oceans southwards. The Andes, meanwhile, stop westerly winds sweeping across the continent and much of the precipitation is lost on its western slopes. At the same time, the availability of land decreases on the narrowing landmass. This geographical setup offers outstanding biodiversity and excellent preservation in some areas while taphonomic challenges dominate in others. These contribute to the immense variety of zooarchaeological topics available for investigation.

This rich geographical and archaeological landscape is depicted in further anthropological detail by Peter W. Stahl, keynote speaker of the session, who offers a thought provoking review of zooarchaeology in the neotropics in terms of historical ecology. Placing this paper at the beginning introduces important culture historical and ethical points for outsiders, especially researchers from densely inhabited, industrialized Europe. Even if we are aware of the pitfalls of ethnographic analogy, the reminder that “‘traditional small-scale societies’ [ in the Neotropical region[occupy marginalized environments because of historical circumstances… Not only do they possess a history,… but they may be inappropriate analogs for constructing inferences about peoples of the past” sets the tone for reading the rest of the volume. Functional similarities between riparian habitats in Amazonia and the prehistoric taskscapes in the marshy Great Hungarian Plain could be explored only on an abstract, theoretical level (Whittle 2007: 743-744).

The peopling of the Americas offers a powerful research paradigm for archaeologists working in this region. Adauto Araujo et al. interpret palaeoparasitological evidence in light of the latitudinal climatic variability from east to west along the continent. The authors conclude that some prehistoric thermophilic parasites must have been introduced by human hosts along migration routes alternative to the Bering region. Another scientific problem of this early period, the extinction of Pleistocene megafauna, is addressed in the study by Alejandro García et al. who studied the dietary composition of Hippidion at two sites in Argentina. Both studies rely on nonosteological, laboratory methods for the recovery of biological evidence.

The authors of the next set of papers review natural taphonomic factors (some of them in the form of actualistic studies), something that has been standard practice in paleontology. The importance of such research to archaeozoology is that by excluding anthropogenic effects, the natural elements in the process become recognizable and may later be identified in more complex, cultural deposits. The differential preservation of bird and mammal bones was studied by Isabel Cruz in southern Patagonia. Her analysis of rich natural deposits formed under extreme climatic circumstances helps make clear fundamental differences in preservation between the two vertebrate classes, which are frequently distorted by human decision-making (prey selection, carcass processing, etc.) in archaeological assemblages (Bartosiewicz and Gál 2007). The detailed survey of natural massmortality processes in guanaco herds caused by winter stress in Southern Patagonia, analyzed by Juan Bautista Belardi and Diego Rindel, is reminiscent of the classical work by Weigelt (1927), who long before the explicit definition of taphonomy recognized the research potential of documenting contemporary mass deaths of animals as part of paleontological inquiry. These authors attempt to establish forensic criteria for the identification of mass mortality in archaeological deposits. Mariana Mondini and A. Sebastián Muñoz contributed a review of bone damage inflicted by pumas. Variability in puma taphonomic action needs to be understood within the context of the local fauna in areas that are as diverse as the neotropical region. Actualistic studies on large felids as taphonomic agents, thus, have implications for the interpretation of the composition of archaeofaunal assemblages.

Recognizing the effects of action by non-human predators is fundamental in appraising early prehistoric human subsistence patterns focusing on the largest prey with the best yield in areas characterized by low faunal diversity such as northwestern Patagonia where Pablo Marcelo Fernández studied faunal exploitation during the last 3500 calibrated years. These archaeological bone assemblages originated from sites representing low energy environments in the Sub-Antarctic forest zone and the extra-Andean Patagonian steppe region. Large vertebrates revealed fat-oriented carcass processing. Guanaco bones associated both with ceramic and aceramic technologies displayed no change in carcass processing. Similarities in the evidence of bone fat extraction suggest boiling prior to the introduction of pottery.

Taphonomic analysis was used as a key to the interpretation of Brazilian archaeofaunas by Albérico Nogueira De Queiroz and Olivia Alexandre De Carvalho. Their study encompasses vast geographical distances and a time interval ranging between ca. 9400-2600 BP. They have shown that modification by non-human predators on microvertebrates was more significant in Amazonian sites and in the south. Evidence of humans exploiting small animals, however, was obvious in archaeological sites from the northeast of Brazil, where animal bones were abundant in hearths and also show marks of butchering.

The emphasis in the following cluster of papers is placed on the exploitation of aquatic resources. The Neotropical region includes the possibly narrowest filter in the migration of terrestrial organisms: the isthmus of Panamá, linking the landmass of North to South America. On the other hand, until the 1914 opening of the Panama Canal, this narrow strip of land isolated two oceans representing radically different aquatic environments -a major attraction during the first ever ICAZ meeting in Latin America, that of the Fish Remains Working Group, held in Panamá in 1997. Taphonomy at two coastal rock shelters in Parita Bay on the Pacific side was studied by Diana Rocío Carvajal-Contreras et al. with a special focus on fishing and fish curing as well as coast-inland transport of the processed product. However, the composition of the fish bone assemblages was also interpreted within the broader context of marine transgression (ca. 7000 BP) and coastal progradation (after ca. 4000 BP). Preliminary taphonomic analyses suggest that the studied sites were used for curing fish between 2200 and 1900 BP. At that time, geomorphological conditions favored such activities making them profi table in a wider, probably chiefdom-scale, economic system. In the next paper, Pedro Volkmer de Castilho reviews evidence for the utilization of cetaceans in shell mounds from the southern coast of Brazil. It is worth mentioning that partly due to excellent preservation created by their calcareous matrix, shell middens played a key rolein the emergence of zooarchaeology in both the Old and New Worlds (Forchhammer et al. 1851-1856; Wyman 1868). The author of this paper analyzed cetacean remains from at least nine species found at six shell mound sites along the Atlantic coast in Santa Catarina State, estimated to date from 5020 to 2670 BP. The results suggest that there was sporadic exploitation of scavenged carcasses (mainly whales) and capture of smaller odontocetes, probably using fish nets. In addition, information on anthropogenic taphonomic effects such as butchery as well as palaeopathology are discussed. In addition to marine fauna, studies of fresh water fishing in this volume are represented by the analysis of fish remains from the Bolivian shore of Lake Titicaca by José M. Capriles et al. Following the rigorous evaluation of sampling, a many-sided taphonomic evaluation is provided that shows reduction in the importance of aquatic resources throughout the Formative Period (1000 BCAD 400). While standardization in fish exploitation and processing characterize the Middle Formative, by the Late Formative, there was a clear reduction in the importance of fish in the diet as the intensification domesticate exploitation continued. This trend is evaluated within the context of the interface between environmental change and socioeconomic complexity in the Lake Titicaca Basin.

This latter paper leads the reader to animal husbandry in the high Andes, a topic that is continued by Silvana A. Rosenfeld in a way that is unusual for many working outside the region: the exploitation of guinea pigs. (My personal experience with the topic is that when I made an inquiry on the ZooArch mailing list in relation to cut-marks on a hamster find from Hungary, I was inundated by dozens of helpful emails from Latin America; Bartosiewicz 2003). In her paper, Rosenfeld proposes that prolific guinea pigs were crucial in the diet at the site of Conchopata in the Peruvian Andes around AD 600-1000 because they represented an additional, easily renewable source of fat i.e. calories, especially during the wet season at this settlement located at 2760 m asl. The result is an exemplary study of seasonality and its implications on the consumption of fat in the pre-Columbian Andean diet. Looking at another, more contested case of domestic animal exploitation, Andrés D. Izeta reviews the relationship between humans and camelids. These connections have changed from extractive techniques at the end of the Pleistocene to production of domesticated camelids in herds. The author studies thelatter using assemblages from two different eco-zones in Northwestern Argentina. Signs of Late Holocene camelid exploitation differed during the three observed periods. The earliest period is characterized by the use of llama, guanaco and vicuña in both zones with a dominance of adult remains. Lower biodiversity is evident during the second period with more species variability in the puna and in some lower valleys. The Late period is characterized by the presence of adult camelids in the puna, while subadults become preponderant in other localities and valley assemblages do not reveal major changes during the three periods in camelid demography or taxonomic diversity. This difference allowed the reconstruction of two models of camelid use in the studied region.

In the final research paper in the volume, Eduardo Corona-M. reviews the exploitation of vertebrates in Xochicalco, an important Mesoamerican urban, ceremonial and military center between AD 700-900. The site is located in the transition zone between the Nearctic and Neotropic zoogeographical regions in México. This borderland location is reflected in the mixed zooarchaeological assemblage. Social hierarchy, another source of species variability at this complex site was also taken into consideration in a multivariate analyses that directed attention to a few species coming from the Neotropical area (e.g., pecarí, jaguar and American crocodile), that seem to have been used by elites as social markers in distinguished locations. Thus, species composition at individual loci on the site offers a unique glimpse at the interaction between zoogeographic affinity and social hierarchy.

Finally, the archaeology of the Neotropics is briefly summarized by Luis Alberto Borrero who acted as discussant at the end of this rich conference session. Representing a apparently environmental archaeological perspective he asserts that there is a role for archaeology in the Neotropical region in tracing how species and landscapes that interact with humans change. Moreover these processes all include a taphonomic component. He offers an insider’s view of the individual papers in their original, Latin- American context rather than with reference to Old World developments as I have here.

Comparing these two views historically explains why this volume is of particular importance. As mentioned above, archaeozoology emerged and became strong with research on shell middens in both the Old and New Worlds at the end of the 19th century. The influence of immigrant Europeanscholars such as Robert Lehman-Nitsche, a naturalist, physician and ethnographer from Germany, was instrumental in linking research between these two far-flung regions (Bilbao 2004). Relations between megafaunal extinctions and the appearance of the first humans in South America also greatly inspired zooarchaeological research (e.g., Lehman-Nitsche 1899). Archaeological interpretations of animal remains also included a study of osseous industries that was cutting-edge for its time (e.g., Lehman-Nitsche 1904). A post-World War II renaissance in archaeozoological studies in Central Europe became synergetic with New Archaeology in the anglophone world by the late 1960s, and stimulated faunal research in both North and South America through integrating personalities such as Wheeler Pires-Ferreira and Kaulicke 1976. This trend was probably not independent of the vested interest of processual archaeologists in understanding subsistence and the emergence of food production in the Near East that increased the world-wide importance of zooarchaeology (Bartosiewicz and Choyke 2002). External influences evolved in quiet symbiosis with local work in various countries in the Neotropical region and resulted in strong communities of zooarchaeologists whose international impact has increased significantly outside the continent over the last decades. As is clearly demonstrated by the papers in this volume, the diverse Neotropical region has offered research opportunities for everyone. Natural science oriented, taphonomic research became very strong in Patagonia, while Mesoamerica has developed into the scene of zooarchaeological research in connection with important projects on the archaeology of complex societies. Studying similar state formations as well as European colonial influences in the Andes and surrounding Andean regions were integrated within the Camelid Working Group (Grupo Zooarqueología de Camélidos), established in 1993. The group has been active within ICAZ since 1995.

Zooarchaeology, a narrow discipline, is particularly dependent on global communication. Exposure of the excellent work by specialists in Latin America has indubitably benefited from an increasing number of publications in English. In 2004, a remarkable collection of 12 papers on zooarchaeology in South America, was edited by Guillermo Mengoni Goñalons. In the introduction to that volume, he pointed out that many contributors already belonged to the “second generation of zooarchaeologists” (Mengoni Goñalons 2004: 5). Less than fi ve years later, it is especially welcome that Quaternary International, the official journal of the International Union for QuaternaryResearch (INQUA), dedicated its March 2008 issue to a session of the 2006 ICAZ conference offering a complementary review. It is to the credit of the editors (both of the special issue and the journal itself) that they managed to kill two birds with one bola: maintain the integrity of the symposium and guarantee the properly accredited quality of contributions.

This informative volume marks yet another high point in an important trend: the First Latin American Zooarchaeology meeting that will take place during the 13th Anthropological Congress in Bogotá, Colombia in October 2009.

Referências

Bartosiewicz, L. 2003 A millennium of migrations: Protohistoric mobile pastoralism in Hungary. In Zooarchaeology: Papers to Honor Elizabeth S. Wing, edited by F. Wayne King, and C. M. Porter, pp. 101-130. Bulletin of the Florida Museum of Natural History 44, Gainesville.

Bartosiewicz, L. and A. M. Choyke 2002 Archaeozoology in Hungary. Archaeofauna11: 117-129.

Bartosiewicz, L. and E. Gál 2007 Sample size and taxonomic richness in mammalian and avian bone assemblages from archaeological sites. Archeometriai Műhely1: 37-44.

Bilbao, S. 2004 Rememorando a Roberto Lehmann-Nitsche. Buenos Aires, La Colmena.

Efremov, I. A. 1940 Taphonomy: a new branch of paleontology. Pan- American Geologist74: 81-93.

Forchhammer, G., J. Steenstrup, and J. Worsaae 1851-1856 Undersøgelser i geologisk-antikvarisk retning. København, Kongliga Hofbogtrykker Bianco Luno.

Gutiérrez, M. A., L. Miotti, G. Barrientos, G. Mengoni Goñalons, and M. Salemme (Eds.) 2007 Taphonomy and Zooarchaeology in Argentina. BAR International Series 1601. Archaeopress, Oxford.

Lehmann-Nitsche, R. 1899 Coexistencia del hombre con un gran desdentado y un equino. Revista del Museo de La PlataIX: 455-473.

Lehmann-Nitsche, R. 1904 Nuevos objetos de industria humana encontrados en la Caverna Eberhardt en Última Esperanza. Revista del Museo de La PlataXI: 57-70.

Mengoni Goñalons, G. L. 2004 Introduction: An overview of South American zooarchaeology. In Zooarchaeology of South America, edited by G. L. Mengoni Goñalons, pp. 1-10. BAR International Series 1298. Archaeopress, Oxford.

Polaco, O. J., J. Arroyo Cabrales, F. J. Aguilar, and A. F. Guzmán (Eds.) 2006 Abstracts. International Council for Archaeozoology, 10th Conference. México D.F., Instituto Nacional de Antropología e Historia – Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía, México D.F.

Weigelt, J. 1927 Rezente Wirbeltierleichen und ihre paläobiologische Bedeutung. Leipzig, Verlag von Max Weg.

Wheeler Pires-Ferreira, J. C. and P. Kaulicke 1976 Preceramic animal utilization in the Central Peruvian Andes. Science194: 483-490.

Whittle, A. 2007 On the waterfront (With a contribution by László Bartosiewicz). In The Early Neolithic on the Great Hungarian Plain: investigations of the Körös culture site of Ecsegfalva 23, County Békés II,edited by A. Whittle, pp. 727-752. Varia Archaeologica Hungarica 21.

Wyman, J. 1868 An account of some kjoekkenmoeddings, or shell-heaps, in Maine and Massachusetts. American Naturalist1/11: 561-584.

Reseña de László Bartosiewicz – Institute of Archaeological Sciences. Loránd Eötvös University, Múzeum Krt. 4/B. 1088 Budapest, Hungary. E-mail: bartwicz@yahoo.com

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Stable Isotopes and Archaeology in Southern South America. Hunter-Gatherers, Pastoralism and Agriculture – BARBERENA (IA)

BARBERENA, R. (Ed.). Stable Isotopes and Archaeology in Southern South America. Hunter-Gatherers, Pastoralism and Agriculture. A. Gil, G. Neme y R. Tykot. International Journal of Osteoarchaeology, 19, p. 127-343. Resenha de: UGAN, Andrew. Intersecciones en Antropología, Olavarría, v.10 n.2, jul./dic., 2009.

El uso de los isótopos estables en la arqueología ha aumentado dramáticamente en la última década y la arqueología latinoamericana no ha sido la excepción. En la edición de marzo-abril del International Journal of Oestoarchaelogy, Ramiro Barberena y colegas presentan una colección de artículos fruto de la conferencia “Isótopos estables y arqueología en el sur de Sudamérica” realizada en el año 2005. Estos artículos se enfocan en el uso de isótopos estables para explorar cambios en la dieta y la adopción de la argricultura, el pastoralismo, la explotación de recursos marinos, la movilidad residencial, la biomecánica y la fi togeografía. De alcance internacional, estos artículos serán de interés para investigadores que estén trabajando en tópicos similares, en las mismas regiones, y para aquellos interesados en métodos de isótopos estables en general. El volumen, como un todo, será también de interés para aquellos que se encuentren buscando datos isotópicos en humanos y recursos consumidos por ellos en el cono sur.

Los artículos en este volumen se pueden dividir en cuatro grupos principales. Un primer grupo evalúa el consumo humano de recursos vegetales C4, particularmente en el contexto de la adopción de la agricultura del maíz. La presentación más completa es la de Tykot et al., que evalúa la dieta prehistórica en el centro de Chile usando datos de isótopos de C y N de colágeno y apatita. Su trabajo es el fruto de una extensa colaboración y usa una completa base de datos para discutir los problemas y el potencial del uso de isótopos estables de carbono para la reconstrucción de dietas. Los autores resaltan la gran variabilidad que se puede encontrar en los datos de isótopos humanos, la necesidad de tener suficiente información sobre los valores isotópicos de las fuentes, y discuten problemas de interpretación. Este artículo también está fortalecido por la cantidad de trabajo isotópico publicado por el autor y sus colaboradores en la región. Es por lo tanto un recurso valioso no sólo para aquellos interesados en la dieta humana en Chile central, sino también para aquellos involucrados en las aplicaciones de los estudios de C y N a las dietas en otras regiones.

Los otros tres artículos dentro de este tema, escritos por Gil et al., Calo y Cortés, y Laguens et al., son más variables en su presentación. Todos estudian diferencias en la composición de 13C de restos humanos para inferir la dependencia con respecto a la agricultura de maíz en el Holoceno tardío. Aunque estos artículos consideran tres regiones diferentes y muestran diferentes tendencias en el consumo del maíz, llegan a un consenso en que los valores isotópicos de carbono en humanos indican mucha más variabilidad espacial y temporal en el uso de la agricultura de maíz de lo que se pensaba anteriormente. Gil et al. profundizan más en esta inferencia al analizar la muestra más grande de restos humanos y proveer datos isotópicos para un conjunto de recursos animales y vegetales alternativos del sur de Mendoza. Asimismo, comparan sus resultados con datos bioarqueológicos de cambios de frecuencia de caries dentales.

El segundo grupo de artículos trata sobre diferentes aspectos de la explotación de recursos marinos. El artículo de Tessone et al. muestra que los valores humanos de C y N en la Patagonia y Tierra del Fuego pueden interpretarse en términos de la proporción de recursos terrestres y marinos consumidos. Las muestras de diferentes regiones (Península Valdés, Península Mitre, Canal de Beagle, etc.) forman un continuum entre los extremos de recursos marinos y terrestres. Más interesante aún, las muestras de la cuenca del lago Salitroso en el interior no solamente tienen la mayor influencia terrestre, sino que también caen en la misma línea. Borrero et al. proveen un análisis complementario al investigar los factores que determinan el consumo de recursos marinos en el sur de Patagonia. Basado en datos líticos e isotópicos de la costa Atlántica y el estrecho de Magallanes, los autores sugieren que las restricciones en la movilidad limitan el acceso a los recursos marinos y resultan en diferentes niveles de su uso. Finalmente, Martínez et al. consideran un contraejemplo de la costa sur de la provincia de Buenos Aires. Los datos isotópicos de humanos en sitios a lo largo del río Colorado y del río Negro difieren de los datos isotópicos terrestres, pero aún así muestran poco uso de recursos marinos. Al evaluar las causas de este patrón, se enfocan en la falta de pinnípedos y cetáceos en la dieta en esta zona y en el hecho de que la gente pudo haber explotado peces de hábitats estuarinos con valores de δ13C menos enriquecidos.

El tercer grupo de artículos incluye los trabajos de Llano e Izeta et al., quienes consideran la distribución de plantas C3 y C4 en el oeste argentino. Como estos dos grupos de plantas tienen señales de δ13C muy diferentes, las diferencias en su consumo influyen en los valores isotópicos de consumidores y se debe considerar su contribución potencial en cualquier estudio de dieta. Ambos autores proveen datos de presencia y ausencia de taxa de plantas comunes de ambos tipos de fotosíntesis, pero Llano agrega más detalles. Ella también explicita las distribuciones de plantas en una transecta altitudinal y provee información sobre qué plantas consumen los guanacos (Lama guanicoe) y el ñandú (Pteronemia pennata), componentes importantes en la dieta prehistórica de la región. Al reunir y presentar estos datos, los autores proveen un recurso útil para quienes trabajan en la dieta y la distribución del carbono en redes alimenticias terrestres. Esto incluye a aquellos investigadores trabajando en el oeste de Argentina y en otras áreas donde se encuentran las mismas especies de plantas.

El resto de los artículos constituye el grupo final. Estos incluyen un trabajo en patrones de residencia y movilidad en los Andes centrales por Knudson, la explotación de camélidos por Yacobaccio et al. e Izeta et al., la ecología isotópica del oeste de las Pampas por Berón et al., la dieta del Holoceno medio en las Pampas por Politis et al., y la biomecánica y dieta marina por Suby y Guichón. El trabajo de Knudson es parecido al de Tykot et al. en alcance. Tiene una base de datos muy amplia, pone atención a la variabilidad en el registro isotópico, enfatiza la necesidad de información sobre los valores isotópicos de los fuentes que contribuyen a la señal final (en este caso O y Sr de aguas y regiones geológicas), y considera problemas de interpretación. Por esto, también merece una atención cuidadosa.

Los otros trabajos son más preliminares. Todos presentan datos nuevos e identifican puntos o tendencias interesantes. Sin embargo, en la mayoría de los casos las muestras de taxa clave son demasiado pequeñas para inferir diferencias o tendencias seguras o hacen falta suficientes datos comparativos en los estudios para interpretar las tendencias observadas. Estos problemas conciernen a casi todos los trabajos, pero simplemente afectan a este último grupo en mayor grado. Casi todos los autores reconocen esta insuficiencia. No obstante esta observación, recomendamos la lectura de todos los trabajos, especialmente para aquellos investigadores que estén trabajando en áreas ligadas. Estos artículos subrayan la cantidad de trabajo interesante que se ha hecho hasta el momento, la potencialidad que tiene. Recomiendo que los lectores revisen el volumen para ver por qué.

Andrew Ugan – Museo de Historia Natural de San Rafael y Department of Anthropology, University of Utah. Email: andrew.ugan@anthro.utah.edu

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Arqueología de la costa patagónica. Perspectivas para la conservación – CRUZ; CARACOTCHE (IA)

CRUZ, Isabel; CARACOTCHE, Ma. Soledad (Editoras). Arqueología de la costa patagónica. Perspectivas para la conservación. Río Gallegos: Universidad Nacional de la Patagonia Austral, 2006. 296p. Resenha de: PRIETO, Alfredo. Intersecciones en Antropología, Olavarría, v.10 n.2,  jul./dic., 2009.

El trabajo desarrollado a lo largo de este libro intenta poner al servicio de los especialistas en conservación y, sobre todo, tal como lo declaran sus editoras, de aquellos organismos interesados y responsables de la gestión territorial, en un lenguaje apropiado, el conjunto de trabajos desarrollados por los distintos equipos que investigan en sitios arqueológicos costeros patagónicos. Previa a la acción se requiere el conocimiento:

Este libro es el resultado del trabajo conjunto de personas interesadas en la protección del registro arqueológico. El propósito que guió su elaboración fue reunir en un único volumen la información de base para que las autoridades (municipales, provinciales, nacionales) tengan un instrumento que permita iniciar acciones tendientes a la conservación y el manejo del patrimonio arqueológico. Pero consideramos que este objetivo sólo estará completo si llega a todas aquellas personas interesadas en la conservación del patrimonio y en la rica y diversa historia de la costa patagónica (Cruz y Caracotche, en este volumen: 16)

Se trata de un gran esfuerzo de sistematización. Para quien quiera tener una visión completa de los trabajos desarrollados hasta ahora en la costa patagónica debiera ser una obra de consulta permanente. Lo primero que llama la atención es que las editoras se comprometen fuertemente con aspectos de conservación que los arqueólogos no siempre avizoran o tratan en sus trabajos. Se trata de una preocupación reciente, sobre todo si se examinan los trabajos previos a los ochenta. Tal preocupación casi no existía y no existía tampoco un compromiso con las comunidades locales en que los trabajos se desarrollaban.

El arqueólogo, con su visión larga del pasado, puede aportar mucho a la comprensión de las dinámicas costeras y de su definición. En tal sentido, basta el solo hecho de plantear que la costa que vemos no ha sido siempre la costa, para que la noción de planes de conservación y manejo asuma una nueva perspectiva.

Tratar acerca de la costa es tratar acerca de una delgada línea entre la masa continental y oceánica, que, vista desde la perspectiva de la larga duración, se ensancha geográficamente y agranda saludablemente nuestro pensamiento sobre ella. Tal como lo señalan las editoras:

El registro arqueológico costero incluye: a) todos aquellos depósitos vinculados a ambientes costeros y marinos actuales, y b) todos los vinculados a ambientes costeros del pasado, es decir, aquellos asociados a geoformas costeras y marinas desde fines del Pleistoceno (los últimos 13.000 años), lapso correspondiente al período de ocupación humana del área (Cruz y Caracotche, en este volumen: 14)

La costa, por definición, es la orilla del mar y sus tierras adyacentes, pero ¿hasta dónde? Varios autores se empeñan en definirla a lo largo de este trabajo desde una perspectiva arqueológica, pero queda la impresión de que tal definición es más bien elusiva. Desde la costa finipleistocénica, que hoy sería el objeto de una arqueología subacuática, a la costa holocénica tierra adentro, median varias costas. La costa es y ha sido un avatar, uno de los rasgos geográficos más dinámicos conocidos.

La “gravedad” de la costa, por otro lado, con su fuerza de atracción, es notable. Ha concentrado fuertemente las ocupaciones humanas y, además, dadas las características ambientales de la costa patagónica, la visibilidad de las mismas es alta: sean las acumulaciones de conchas, talleres líticos o campos de chenques. ¿Mayor visibilidad o mayor permanencia? Los intentos de cuantificar esta relación en varios de los trabajos de este libro son encomiables.

Por otro lado, la costa es sin duda un límite con respecto a un interior que ofrece mayores movimientos. Es un caballo en el ajedrez geográfico, que reduce considerablemente sus movimientos cerca del límite. Y ello debió tener consecuencias para la movilidad territorial. Si, como se establece en algunos de los trabajos de este libro, había una ocupación casi permanente de la costa central patagónica, los desplazamientos a lo largo de ella deben ser muy distintos a las incursiones desde el interior. Los hiatos sin chenques en la costa pueden ser significativos en este sentido. También la distribución de materias primas desde fuentes conocidas como las obsidianas puede ayudar a esclarecer este panorama, al igual que el estudio de las paleodietas, e incluso la demografía o la salud de las poblaciones del interior y la costa.

La costa es igualmente “grave” en lo que respecta a naufragios. Según los registros históricos, debieran ser más frecuentes en la costa que en el mar abierto. El riesgo de las embarcaciones aumenta hacia la costa al igual que la visibilidad o la permanencia de las ocupaciones humanas respecto del interior.

Esta relación parece mucho más clara en el extremo sur, particularmente en lo que dice en relación con los sitios de canoeros en que el interior casi no existe, sea por los ambientes boscosos que no propician la penetración, o sea porque la economía se hallaba basada eminentemente en la costa.

Otra característica notable de este trabajo es el hecho de que se aboca al estudio de uno de los escenarios costeros más complejos del mundo. Efectivamente, en el extremo sur confluyen dos océanos, pero también antiguas vertientes migratorias humanas separadas por la cordillera de los Andes que aportaron diversos elementos culturales cuya influencia debió hacerse sentir, aunque sea débilmente, en el extremo sur. No hay pueblos sin vecinos, y es difícil restarse al influjo de aquellos. Cuáles son estos elementos y cómo detectarlos parece una interesante vía de aproximación a explorar en la costa Fuego-Patagónica en general. Su situación puede ser semejante a la confluencia de las mismas vertientes en el istmo de Panamá, o de otras en el extremo austral de África.

Finalmente, el llamado de atención respecto de los posibles daños al patrimonio arqueológico costero es oportuno, dada la fuerte presión antrópica sobre estos lugares del territorio patagónico de la que dan cuenta los distintos trabajos. Si se pudiera jerarquizar este riesgo, y por lo tanto, centrar la atención sobre algún aspecto, es posible que los enterratorios humanos tipo chenque se ubiquen en primer lugar. Ellos se ubican en espacios restringidos, son altamente visibles y más fáciles de abordar ante un riesgo inminente en que la pérdida de contexto es particularmente dañina en estos casos. En los casos en que sea el propio proceso natural el que genere el riesgo, quizás valga la pena salvar todo lo posible y dejar lo demás como lección acerca de la vida natural de los sitios. Así, del lado pacífi co, los terremotos y maremotos que han hundido la costa tienen y tendrán una envergadura tal que es impensable la salvaguarda de los sitios con vistas a ellos. El episodio reciente del volcán Chaitén en Chile, cerca de una fuente de obsidiana utilizada en el pasado, nos deja una lección acerca de la dinámica de esta fuente en particular y lo que pudo ocurrir con otras en el pasado.

Finalmente, que la costa marítima ha desempeñado un rol signifi cativo para las ocupaciones humanas en general, desde tiempos remotos, es un hecho innegable. Y lo es particularmente en el caso de los seres humanos modernos, convirtiéndose en un límite a sus desplazamientos y un estímulo a su inventiva o en una atractiva fuente de alimentos. Este trabajo posiciona una buena porción de estas costas del mundo y se ofrece como un ejercicio al pensamiento arqueológico.

Alfredo Prieto – Instituto de la Patagonia, Universidad de Magallanes. Avda Bulnes 01890, Casilla 113-D, Punta Arenas, Chile. E-mail: alfredo.prieto@umag.cl

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Aprender a ser chilenos: identidad, trabajo y residencia de migrantes en el Alto Valle del Río Negro – TRPIN (IA)

TRPIN, Verónica. Aprender a ser chilenos: identidad, trabajo y residencia de migrantes en el Alto Valle del Río Negro. Buenos Aires: Antropofagia, 2004. 118p. Resenha de: ZAPATA, Laura. Intersecciones en Antropología, Olavarría, v.10 n.2, jul./dic. 2009.

El libro de Verónica Trpin es una inmersión en los intersticios de un sistema económico de base agraria particular: el de la fruticultura, basada en el régimen de pequeña propiedad asociada de manera subordinada al gran capital agrario exportador, que demanda trabajo familiar intensivo y que se caracteriza por la explotación por parte de los “chacareros” del contingente considerado “chileno” en el Alto Valle del Río Negro en la Patagonia argentina. El mayor mérito de la obra de Trpin se encuentra en la descripción de este sistema de sujeción de la fuerza de trabajo, que recurre a diacríticos étnicos para garantizar la reproducción de las posiciones de clase y la acumulación de capital. Cuestión agraria y etnicidad son los ejes teóricos que atraviesan la obra. La pregunta a responder es: por qué “alumnos argentinos hijos de chilenos no sólo eran tratados como chilenos por los maestros, sino que además ellos se ratifi can como tales pese a las habituales connotaciones peyorativas” del término chileno (p. 13). La autora afirma que chileno alude tanto a una clase social (trabajador) como a una nacionalidad (la chilena), ambas categorías “etnificadas” en las interacciones de “chilenos” y “chacareros” del paraje rural que analiza: Guerrico. Basándose en autores que analizan la clase operaria inglesa, como E. Thompson y P. Willis, Trpin describe el “proceso de reproducción de la chilenidad en descendientes de migrantes chilenos” (p. 17) como una forma de reproducción de una clase social. Analiza para ello los significados de la chilenidad en la escuela, las chacras, las calles ciegas y las fiestas.

La autora sitúa el inicio de su descripción en la escuela de Guerrico, una comunidad de dos mil habitantes, donde maestras, directivos escolares y alumnos mantienen relaciones tensas y asimétricas. Los funcionarios escolares son “dueños de chacras” (p. 17), “parientes de chacareros” (p. 32), “descendientes de inmigrantes europeos devenidos en chacareros de la zona” (p. 31), “argentinos” (p. 33). Entre tanto algunos de los niños que asisten a la escuela son “alumnos argentinos hijos de chilenos” (p. 13), “alumnos descendientes de migrantes chilenos” (p. 14), “hijos de trabajadores” de las chacras (pp. 32-33). Frente a los niños trabajadores y chilenos “…los maestros descendientes de chacareros (…) encarnan la patronal y el progreso argentinos” (p. 110). La asociación de clase y nación (p. 77) produce relaciones singulares: trabajador/chileno se opone de manera antagónica a patrón/argentino en la estructura social de esa localidad. Por ejemplo: “robarle al chacarero es un ‘reto’ de clase encarnada en la familia” (p. 43) trabajadora. Lo cual equivale a robarle al “argentino”, al “descendiente de migrantes europeos”, al “blanco” (p. 13), al “chacarero”.

El libro está organizado en seis capítulos. El capítulo 1 sitúa a la Patagonia como el espacio liminal de la argentinidad y muestra al estado-nación y a sus iniciativas civilizadoras -una de ellas las de colonización con población blanca de origen europeo- como las productoras de categorías estigmatizantes, indio y chileno entre otras, que llevaron al exterminio y a la segregación de la población que habitaba ese territorio porque su existencia hacía “peligrar la uni- ficación identitaria de ‘lo argentino’” (p. 21). En el capítulo 2, lo chileno emerge como significativo en relación a la empresa nacionalizadora que ejerce el dispositivo escolar. Ahora bien, los maestros son, como los alumnos, descendientes de migrantes llegados al país a principios del siglo XX, y sin embargo, sus herencias europeas (italiana y española, entre otras) no son experimentadas ni problematizadas como atentados contra la nación. En cambio, la herencia chilena de los trabajadores “choca” y “amenaza” el sentido de argentinidad de maestras y chacareros (p. 33). La chilenidad aparece asociada a la clase, a la nacionalidad (pp. 22-23, 32) por medio del proceso de etni- ficación. ¿Qué significa “etnificar” la clase? Y ¿qué significa “etnificar” la nación? En el texto no hay una respuesta clara. Categorizar a una clase social como “chileno” es recurrir a la misma palabra que equivale a nacionalidad y a los principios ciudadanos de participación política y de derecho a ella asociados. Al clasificarse y ser clasificada como chilena, una porción de la población del Valle es simbólicamente excluida de la comunidad nacional al tiempo que es integrada en términos económicos enfatizando su condición de explotados. Por ello, en el caso analizado, chileno no sólo significa “mantener cierta fidelidad a sus orígenes nacionales” (p. 80) como afirma Trpin, puede aludir a mecanismos institucionales de exclusión/inclusión de grupos sociales tendientes a la producción y control de la fuerza de trabajo en la región. Lo impactante es que ese mecanismo de exclusión política produce prácticas y sentimientos de distintividad que la autora intenta sintetizar en categorías compuestas tales como “etnonacionalidad” (pp. 107-108). Chileno, en su positividad, designa una forma de vida, un sistema de relaciones en el que la familia casi coincide con la unidad productiva y de consumo, la división del trabajo expresando la estructura familiar. Podría decirse que chileno tiende a coincidir con la categoría campesinos proletarizados o trabajadores rurales. Su situación mostraría la doble dominación a que están sujetos: la económica en base a su situación de desposeído de la propiedad de la tierra; la política, dada su condición de extranjero. Ahora bien el problema teórico fundamental que la etnografía de Trpin descubre es ¿por qué en el Valle el trabajador rural es desnacionalizado antes que etnificado como minoría o como clase? La designación chileno no es sólo una forma peculiar de organizar la diferencia en la interacción social; es una categoría efi caz que opera al interior de un sistema fundiario y un mecanismo de producción de la fuerza de trabajo que para garantizar su reproducción se expresa en términos nacionalistas.

En el capítulo 3 la autora explica: “Los chacareros accedieron a la propiedad en una coyuntura histórica en la que el capital inglés promocionó la pequeña propiedad con trabajo familiar como la unidad productiva base de la fruticultura. En cambio, los migrantes chilenos llegaron al Valle para trabajar como asalariados en pequeñas propiedades que ya tenían dueños, su acceso a la propiedad estaba bloqueado, no poseían capital inicial y el estado no promovió su asentamiento” (p. 47). Españoles e italianos, principalmente, se convirtieron en propietarios de tierras, basada en la auto-explotación familiar y en la nacionalización de su descendencia. Los chacareros y sus descendientes pasaron a ocupar con respecto a los chilenos posiciones de dominio como patrones y funcionarios de bajo rango en la estructuras estatales como son las maestras (pp. 56-57). Los chacareros intensifi caron su producción incorporando tecnología y fuerza de trabajo ajena a la propia familia, generando con ello un fondo de acumulación de capital mediante la sujeción de la población denominada chilena. Mientras los chilenos eran proletarizados, los chacareros “desaparecían” de Guerrico pero permanecían allí como “patrones” (p. 63) y funcionarios del estado-nación.

La explotación del trabajador rural asume dos formas espaciales. A esas formas los chilenos las denominan “la chacra” y “las calles ciegas”. Éstas constituyen el objeto de los capítulos cuatro y cinco. En el capítulo 4, el informante Roble y su familia ocupan la escena principal. Él es chileno, encargado de una chacra, donde vive y trabaja. No es un campesino independiente ni puede hablarse de un “trabajador” a secas. Es un campesino proletarizado. Los patrones de Roble viven en Allen, una ciudad cercana, poseen un pequeño comercio, para ellos la chacra es “‘como un complemento’” (p. 67). Este informante le revela a la autora que la chilenidad es una forma de “garantizar la disciplina de trabajo como un atributo a destacar frente al empleador” (p. 78). Es aquí donde Trpin afirma la etnicidad de la clase: ser chileno facilita y garantiza un medio de vida para los trabajadores rurales. Más aún: facilita la reproducción de las condiciones de explotación de la fuerza de trabajo considerada extranjera a favor de los chacareros argentinos, fracción dominada de la industria frutícola.

En el capítulo 5, la chacra es descalificada por los chilenos como opción de residencia y trabajo. Le dicen a la autora: “te controlan todo el día. Yo opté por no ser humillado y me fui a una ‘rancha’. Hay mucho abuso de los chacareros” (p. 89). En la calle ciega de los Saldía la autora describe formas de producción casi ausentes en la chacra: cría de gallinas, cerdos y conejos, la huerta, el intercambio de productos agrícolas por manufacturas (materiales de construcción) en la ciudad (p. 92). Mientras que Roble constituye el paradigma del campesino proletarizado, los Saldía recrean al campesino semi-independiente, que tiende a coincidir con la plena chilenidad. La calle ciega, para la autora, permite “romper los lazos de dependencia y subordinación que experimentan las familias de chilenos que viven dentro de las chacras” (p. 97). En esta calle ciega transcurre casi todo el capítulo 6, donde Trpin describe con detalle una la celebración del 18 de septiembre, fiesta de la Independencia de Chile. El consumo del mote con huesillo, las empanadas con mucha cebolla, el vino, la chicha y la chupilca, llevan a la autora a descubrir que afirmarse chileno excede la condición de clase y la adscripción nacional, pues supone una forma de hablar, de comer, de reunirse con amigos y parientes, un tipo de sociabilidad (p. 107).

Trpin concluye que la reproducción de los “trabajadores” en el Valle no sigue la lógica de la reproducción económica de una clase social sino que precisa articularse con los diacríticos nacionales y que es dependiente de la forma en la que se comporten las relaciones familiares, productivas y las residenciales (p.108). Afirma, además: “La, hasta los ’90, sumamente exitosa integración económica de las familias chilenas a la dinámica de la fruticultura valletana no ha sido traducida en una adscripción identitaria nacional; la descendencia argentina se reconoce por el origen nacional de sus padres y se recrean prácticas que tienden a reproducirla. Esta situación no puede explicarse por una falta de asimilación a la sociedad receptora o por la empecinada marginalidad de estos grupos sociales, condenados sin remedio por las imágenes descalificadoras de ‘los argentinos’” (p. 108, cursivas agregadas). El hecho de que no todo acto de reconocimiento de las diferencias deba, necesariamente, significar segregación es una aseveración suficientemente demostrada en el texto. Pero ¿cómo evaluar esa “sumamente exitosa integración” de las “familias chilenas”? ¿Por qué algunos deciden huir de la disciplina de las chacras y residir en las ilegales “calles ciegas”? Apuntando a la relación teórica que la autora establece entre nación y clase: ¿Qué significados asume lo chileno cuando los trabajadores rurales ya no aceptan reproducirse como tales? ¿Para ocupar otras posiciones sociales, siguiendo el modelo de los antepasados europeos de los chacareros, acaso, deben deschilenizarse y, por lo tanto, argentinizarse? ¿Es posible en esa localidad ser al mismo tiempo chileno y chacarero; chilena y maestra?

La respuesta negativa a estas interrogantes demuestra que la asimilación sigue siendo una política nacionalista eficaz. Esos grupos de campesinos proletarizados que se reconocen como chilenos, muestran de qué manera los procesos de nacionalización corren paralelos a los procesos de desnacionalización y exotización de poblaciones indeseables, puestas al margen político y simbólico de la comunidad pero reintegradas económicamente como grupos desposeídos (de los derechos asociados a la nacionalidad y a la tierra). El libro de Trpin muestra que los mecanismos institucionales de exclusión/inclusión de grupos sociales son imprescindibles para el funcionamiento del sistema fundiario existente en el Valle del Río Negro. De ahí la necesidad de investigar su dinámica y su eficacia, como hace la autora.

El libro de forma parte de la colección Serie Etnográfica que edita el Centro de Antropología Social (CAS) del Instituto de Desarrollo Económico y Social (IDES), que dirigen Rosana Guber y Federico Neiburg. Basada en un trabajo de campo prolongado y consulta de fuentes secundarias y documentales, la autora muestra la polivalencia de las categorías de adscripción nacional. “Aprender a ser chilenos” es la reelaboración de la tesis de Maestría de la autora, defendida en 2003 en el Programa de Post-Graduación en Antropología Social (PPAS) de la Universidad Nacional de Misiones (UNaM). Se trata de un texto de inestimable valor para la comprensión de la cultura política y los procesos agrarios argentinos.

Laura Zapata – Facultad de de Ciencias Sociales (FACSO), Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires (UNICEN). Lavalle 3721, (7400) Olavarría, Buenos Aires. E-mail: lauramarcelazapata@yahoo.com.ar

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De los desechos a las mercancías. Una etnografía de los cartoneros – SCHAMBER (IA)

SCHAMBER, Pablo. De los desechos a las mercancías. Una etnografía de los cartoneros. Buenos Aires: SB, 2008. 283p. Resenha de: PERELMAN, Mariano. Intersecciones en Antropología, Olavarría, v.10 n.2, jul./dic. 2009.

El libro de Pablo Schamber es el resultado de su tesis doctoral en antropología defendida en 2007 y es un aporte central al estudio del cirujeo en el Área Metropolitana de Buenos Aires por su minucioso análisis y descripción del circuito económico relacionado al reciclaje. Las primeras páginas del libro dan cuenta de la dificultad que se le presentó al autor en relación a su objeto de investigación que estaba en transformación. El cirujeo desde 1997 (cuando comienza a realizar el trabajo de campo) en adelante, sufrió fuertes cambios, tanto en lo referido a la cantidad y composición de las personas que la realizan así como en su interés a nivel político y mediático. Es posible decir que durante los últimos años, el cirujeo se transformó -al decir de Oszlak y O`Donnell (1982)- en una cuestión socialmente problematizada.

Con el desempleo como telón de fondo, así como con la disponibilidad de residuos reciclables, y por la existencia de un circuito industrial que los demande como materia prima, el libro se propone caracterizar a los actores intervinientes en el circuito informal del reciclaje, especialmente a aquellos que lo inician (los cirujas). A contramano de otros trabajos que remarcan las diferencias existentes en la manera en que se desarrollan la recolección y el cirujeo entre los municipios y, sin desconocerlo, su estrategia de investigación “ha sido, por un lado, acompañar el peregrino recorrido de los cartoneros en su tarea de recolección (seguir a la gente) y, por el otro, rastrear el itinerario de los materiales recolectados en el proceso valorativo que transforma desechos en mercancías (seguir las cosas)” (pp. 12-13) lo que hace que el estudio tenga una dimensión metropolitana.

El libro puede dividirse en dos partes. En la primera, el autor refiere al “cirujeo” en general (capítulos 1 al 10); en la segunda, focaliza su análisis en una cooperativa de cartoneros (capítulos 11 a 17). Los primeros capítulos de la primera parte están dedicados a realizar una “arqueología del cirujeo”. Su rastreo comienza hacia 1860 y termina en la actualidad. Divide el período en tres. Uno que va desde 1860 (momento en que se “privatiza” la basura) hasta 1890 (cuando comienza a pensarse en cerrar la quema). Si bien durante este período, el tratamiento de los desechos se efectuó por “quema a cielo abierto”, el autor remarca que existió una pugna entre dos ideas diferentes: la quema y la incineración. En la primera se privilegiaba el reciclaje y las utilidades, mientras que en la segunda, la estética y la salud pública. Durante este período existe un cuestionamiento hacia los rebuscadores (nombre con el que aparecen en las fuentes municipales) por parte de los “empresarios de la basura” y de la Municipalidad, por no permitir obtener mayores beneficios ¿a quién? de los residuos. Es necesario mencionar que la Municipalidad cobraba un canon a las empresas que podían reutilizar de los residuos lo que quisiesen, a la vez que tenían la obligación de quemar el resto. También aparece una crítica por la manera en que los cirujas trabajaban. Ante los continuos cuestionamientos en relación a la manera de deshacerse de los residuos, se comienza a implementar la incineración tanto domiciliara como en usinas. El autor marca así un segundo período ente 1910 y1977, momento en que se prohíbe la incineración y se cierran los basurales a cielo abierto que funcionaban en paralelo con al método de eliminación. Es en los basurales donde se desarrollaba el cirujeo. Si en las fuentes oficiales (como las Memorias Municipales, informes de comisiones, etc.) antes se hablaba de rebuscadores y empresarios de la basura, durante este período se comienza a hablar de cirujas y de acopiadores/ intermediarios “que compran a un precio vil” (p. 49). La mayor crítica realizada en esta época con respecto a la recolección informal es de índole médico-sanitaria y médico-social. La manera con la que el autor decide complementar el uso de fuentes es con el relato de un “ciruja de toda la vida” a quien llama Pedro. De ella se desprenden una serie de cuestiones importantes para analizar la práctica de los cirujas en la época que el autor no analiza y deja a la imaginación del lector (lo relativo, por ejemplo, a las relaciones al interior de la quema entre acopiadores y cirujas cosa que probablemente haya contribuidos a configurar “el circuito industrial” de recuperación por aquel entonces). Resulta interesante, también, marca resta construcción que los cirujas hacen en torno a la vida allí, dónde se pondera ese pasado en que el cirujeo te permitía tener un buen nivel de vida (“mi primo que trabaja en la construcción como albañil, ganaba por semana lo mismo que yo en medio día en La Quema” (…)”los parientes míos que trabajaban en la quema cada uno tiene su coche, todo de La Quema” dice Pedro), y preguntarse hasta qué punto el paso del tiempo, las condiciones del cirujeo en la actualidad y la justificación de realizar la actividad en un momento en donde los índices de empleo eran altos están presentes en los imaginarios de aquella época.

El tercer capítulo contiene uno de los aportes más importantes que tiene la investigación. En él analiza el tercer período, comenzado en 1977 con la creación del Cinturón Ecológico y que continúa hasta la actualidad. Dice el autor que este período se basa en el enterramiento indiscriminado de la basura a la vez que hay una “represión humanitaria” del cirujeo. Durante este período a la vez que se prohibió el cirujeo, se fue gestando un gran negocio del que los cirujas fueron despojados, al privilegiarse el enterramiento indiscriminado por sobre el reciclaje. Resulta interesante, a la vez, remarcar que en el marco de un gobierno autoritario, represivo, la eliminación de ciertos sectores de la población se haya planteado a partir de discursos políticamente correctos. Pero a su vez, es importante remarcar cómo estos discursos excluyentes continúan permeando hasta la actualidad las políticas en relación al tema. El autor reconoce, a su vez, un intento de “integración” de los recuperadores a la gestión (en concordancia con los cambios en los ideales sobre el cuidado del ambiente) que hasta la actualidad ha quedado en el ámbito de lo formal.

En los capítulos siguientes el autor realiza una caracterización acerca de cómo se realiza la actividad. Comienza analizando los sentidos que se le han otorgado al término ciruja y a la actividad. Son unas pocas páginas pero de una gran riqueza que dan cuenta de manera esclarecedora la forma en que están concebidos los cirujas y con qué actividades está relacionada la actividad. Así, el autor plantea que con el término se ubica a vagabundos, homeless, gente que recolecta, vagos, etc. Da cuenta de la carga peyorativa que el término ciruja tiene y por qué se comenzó a utilizar el término cartonero o recuperador (en apariencia más neutros) para hacer alusión a ellos. Así, nos pone de manifiesto que los términos con los que se nomina a las personas no son simples actos de nombramiento y tienen que ver con factores ideológicos que se ponen en juego.

Luego, el autor diferencia entre dos grupos sobre la base del tiempo de ejercicio de la actividad: los estructurales que se pueden dividir en históricos y recientes; y los coyunturales, subdivididos en dos grupos más: los desempleados de la década del noventa y los estimulados por la devaluación. La división entre históricos y recientes es un gran avance para pensar y problematizar el lugar común en el que han caído los estudios referidos al cirujeo en relación a la “novedad” que significa para los “nuevos” la realización de la actividad. Siguiendo su distinción entre estructurales y coyunturales es válido preguntarse ¿quiénes accedieron al cirujeo como “refugio” (palabra que usa el autor en la introducción) ante el desempleo? Y más aún, dentro de los denominados coyunturales, ¿cuántos serán en realidad “estructurales recientes”?

Una vez caracterizado los grupos, describe de manera detallada los materiales que recolectan y la forma en que los clasifican, y refiere, de manera breve, a la confección de recorridos y de clientes (personas que les reservan el material para una entrega personalizada). También describe de manera sumamente detallada el funcionamiento de los trenes y camiones que trasladan cartoneros y la manera en que está confeccionado el circuito industrial de reciclaje (lo que llama “eslabones de la cadena productiva” formado por los cartoneros, la industria y los depósitos polirubro y especializados). Aquí, a partir del uso de estadísticas y de la realización del trabajo de campo, el autor decide tomar un camino descriptivo más que analítico y pone énfasis en dar cuenta del recorrido de los materiales descriptos anteriormente, por sobre las relaciones que se generan entre los actores intervinientes que quedan desdibujados.

La segunda parte del libro hace referencia a la Cooperativa Nuevos Rumbos. El autor aclara que en ella cumplió un doble rol, el de antropólogo investigador así como la de asesor técnico y que la elección de la cooperativa remitió a la cercanía con su universidad y por la manera de expresarse de su fundador, Pepe Córdoba. Muestra cómo de manera ciertamente paradójica, formar parte del núcleo duro de la cooperativa fue alejando a los integrantes del cirujeo para “insertarse con una actividad laboral concreta”. Describe quiénes son los proveedores (cirujas) y los compradores (intermediarios) de la cooperativa y los vínculos que fue adquiriendo con ONGs y agencias estatales. Su descripción deja la puerta abierta para poder analizar la importancia del parentesco, de ser vecino o allegado en la conformación de redes para poder progresar en el cirujeo e incluso “salir de él” intentando formalizarse en la actividad.

En las conclusiones marca su posición sobre el lugar que los cartoneros deberían tener en función al sistema de gestión. En el marco de un proceso que debería dirigirse a la minimización de producción de materiales y al rehúso y reciclado del resto, plantea que se debería ir hacia un “reconversión laboral de los cartoneros”.

El libro deja abierta una serie de caminos y esboza temas que sería interesante seguir trabajando y problematizando especialmente en relación a la manera en que se estructuran las relaciones económicas a nivel de los vínculos personales entre diferentes actores de la cadena productiva así como hacia el interior de los actores. Al poner tanto énfasis en la descripción del circuito, este nivel más micro, relacionado con las relaciones entre las personas que van configurando y enganchando a los eslabones, queda desdibujado.

En suma, el libro es un aporte importante para el estudio del cirujeo ya que describe de forma clara y aportando una gran cantidad de datos (construidos a partir de fuentes primarias y secundarias) el circuito por el cual los desechos, transformados en mercancías a partir de la recolección informal de los cirujas, llegan a la gran industria y son reciclados e insertados en el mercado de consumo.

Referências

Oszlak, O. y G. O’Donnell 1982 Estado y políticas estatales en América Latina: hacia una estrategia de investigación. Revista Venezolana de Desarrollo Administrativo1: 75-105.

Reseña de Mariano Perelman – CONICET, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires. E-mail: mdp1980@yahoo.com.ar

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Carnívoros y huesos humanos de Fuego Patagonia: aportes desde la Tafonomía Forense – MARTIN (IA)

MARTIN, Fabiana María. Carnívoros y huesos humanos de Fuego Patagonia: aportes desde la Tafonomía Forense. Buenos Aires: Sociedad Argentina de Antropología, Buenos Aires, 2006. 204p. Colección Tesis de Licenciatura. Resenha de: MARTÍNEZ, Gustavo. Intersecciones en Antropología, Olavarría, v.10 n.2, jul./dic., 2009.

Recientemente se ha ejemplificado y discutido con casos de estudio concretos si los enfoques tafonómicos desarrollados en el marco de programas de investigación arqueológicos ofrecen una voz más a la hora de las interpretaciones arqueológicas o si ejercen una suerte de tiranía que tira por tierra todo aquello que hemos defendido como producto de la conducta humana (Gutiérrez 2009).

Dentro de este planteo, me interesa resaltar de donde surge el problema o la elección del tema de estudio llevado a cabo por Fabiana Martin: de un proyecto arqueológico con una fuerte preocupación por entender la tafonomía en varios de sus aspectos. La premisa, en este caso, es entender el uso de los cuerpos humanos por carroñeros como recursos alimenticios y sus consecuenciasconsecuencias tafonómicas. A la aplicación de metodologías propias de estudios contemporáneos y fósiles de casos arqueológicos la autora suma los resultados de las investigaciones desarrolladas en el campo de la Tafonomía Forense, introduciendo así variables de estudio que complejizan las historias tafonómicas de los restos humanos. En este sentido, la introducción de la Tafonomía Forense al campo de aplicación arqueológica, en tanto marco de referencia, es una innovación metodológica importante que implicó sumergirse en la teoría y metodología de los análisis forenses para derivar expectativas de modificaciones causadas por carroñeros sobre huesos humanos, tanto en contextos naturales como arqueológicos. Sin duda, esta no es una tarea menor, ya que obligó a la autora a considerar y trabajar fuertemente en la adecuación de resultados y escalas de aplicación al registro arqueológico a través de la búsqueda de análogos modernos derivados de la Tafonomía Forense (e.g., enfoques tafonómicos experimentales y naturalistas). En esta adecuación escalar, el tiempo, la resolución e integridad resultaron variables importantes cuando se consideran los objetivos forenses y los arqueológicos. El foco principal de la Tafonomía Forense es dilucidar las causas de muerte en contextos actuales en tanto que, desde una perspectiva arqueológica, uno de los intereses principales es tratar con la contemporaneidad de los huesos que componen un entierro o un depósito arqueológico y registrar los grados y modos de destrucción de las unidades óseas involucradas. La discusión y análisis por parte de la autora del denominado Locus E3, en la localidad Tres Arroyos, es un caso paradigmático de esta tarea: aquello que originalmente había sido considerado como un entierro secundario fue reinterpretado como un depósito causado por la acumulación de huesos pertenecientes a un cuerpo que se desplazó naturalmente hacia una trampa natural. En este caso, los elementos óseos presentan numerosas marcas de carnívoros producidas antes de su depositación final. Como menciona la autora, los tafónomos forenses se concentran en la acción de carnívoros que “modifican la escena del crimen”, en un tiempo inmediato. Sin embargo, como arqueólogos también estamos interesados en ver cómo los carnívoros enmascaran otras marcas o alteraciones en restos óseos humanos que se producen en instancias antemortenperimorten y postmorten. En otras palabras, desde una perspectiva tafonómica, los arqueólogos nos interesamos más en la destrucción y dispersión de las unidades, que en las causas de muerte de los individuos. Así, el lector encontrará en este libro cómo se entrelazan coherentemente análisis tafonómicos de restos óseos humanos desde marcos forenses, arqueológicos, paleontológicos y paleoecológicos.

En este sentido, la autora analiza variables y efectos tafonómicos (e.g., estudio longitudinal de carcasas, datos y modelos de carroñeos de cánidos, meteorización, geoformas y potencial de entierro, estabilidad, marcas de roedores, carnívoros, raíces, abrasión, presencia de líquenes, de manchas de manganeso, etc.) cuyos resultados se combinan con evidencia estratigráfica, experimental, conservacional, etnográfica, etc. Sobre esta base, se suman aquellas evidencias derivadas de los estudios forenses como estadios de desarticulación y dispersión de restos óseos humanos, consumo de tejidos blandos humanos y patrones de marcas producidos en huesos humanos por diferentes carroñeros.

Desde el punto de vista de la aplicación de esta metodología, una de las virtudes de este trabajo es la variabilidad de casos elegidos para su aplicación. El rango de los mismos va desde huesos humanos cuidadosamente enterrados y/o protegidos hasta huesos sueltos en sitios diversos de Argentina (e.g., Frailes) y Chile (e.g., Cerro Johnny, Cerro Tetera, Cueva de los Chingues, Tres Arroyos). En otras palabras, se toma ventaja del estudio de huesos humanos en diferentes situaciones, tanto de hallazgo como de completitud, sin descuidar ningún tipo de evidencia, con un tratamiento sistemático de la misma que disminuye la posibilidad de sesgos en la interpretación. Los siguientes casos ejemplifi can este proceder.

En el Cerro Johnny, en el campo volcánico de Pali Aike, se registró un entierro primario en excelentes condiciones de preservación, con tejidos blandos, con segmentos articulados, envuelto en un quillango y que, a pesar de estas condiciones, presentó intensas modifi – caciones efectuadas por carroñeros (zorros grises). Sin embargo, a pesar de la intensidad de estos procesos, no se detectó dispersión de restos óseos. Esta situación habría sido favorecida por el hecho de que el sitio funcionó también como una madriguera y esto explica el carroñeo pasivo de los carnívoros sobre estos huesos enterrados, sin generar la dispersión de los mismos.

En el Cerro Tetera, también en el campo volcánico Pali Aike, se registraron unos pocos huesos dispersos y desarticulados, tanto en superficie como semienterrados y con mala preservación. Se trata de una madriguera de carnívoros pero, paradójicamente, los huesos que se esperaría posean mayor frecuencia de marcas (e.g., fémur, coxal, tibia, etc.) no muestran evidencias de carroñeo.

Estos dos casos muestran claramente la variabilidad de situaciones a la que se enfrentó la autora a través de la aplicación sistemática de la metodología ya apuntada a todos los casos por igual, mas allá del origen, grado de completitud y conservación de los contextos analizados. La variabilidad de casos investigados mostraron que esta metodología es un instrumento valioso y útil a la hora de inferir historias tafonómicas sin asumir a priori estados naturales o situaciones arqueológicas.

Fabiana Martin nos informa también que algunos mamíferos como los zorros excavan y carroñean entierros humanos que yacen hasta 30 cm de la superfi cie del terreno, exponiendo cuerpos completos, partes de estos, tejidos blandos, etc., y que estos carroñeros son capaces de mover pequeñas rocas en cuevas para acceder a los esqueletos humanos.

Son variadas e importantes las implicaciones de los contenidos de este libro para la Arqueología y Tafonomía en general y, sobre todo, para la interpretación de sitios donde se registran restos óseos humanos. En primer lugar, la diversidad de situaciones enfrentadas por la autora mostró variabilidad de situaciones de carroñeo, a pesar de que los mismos agentes (e.g., zorros) estuvieran envueltos en ellas. Independientemente de la información sobre las marcas producidas y la intensidad del daño, son destacables los aspectos relacionados al transporte hacia madrigueras solapadas espacialmente con sitios de entierro. En segundo lugar, este trabajo muestra que los estudios tafonómicos de restos óseos humanos, concretamente referidos al carroñeo y a la acción de ciertos carnívoros, poseen un importante potencial para realizar inferencias paleoecológicas, de interacción entre carnívoros y humanos en ecosistemas determinados tales como el del caso de estudio, Patagonia Meridional y Tierra del Fuego durante los últimos 2000 años. Asimismo, estos resultados fueron integrados con otros contextos de Patagonia, como el caso del Lago Salitroso, donde también los esqueletos humanos fueron carroñados por zorros. En tercer lugar, el enfoque novedoso de la aplicación de la Tafonomía Forense a estos casos de estudio no sólo cobra relevancia en sí mismo, sino que puso de manifi esto el enorme potencial del sistemático trabajo actualístico llevado a cabo durante casi 25 años en el área. Claramente, los seguimientos tafonómicos en Patagonia meridional y Tierra del Fuego mostraron su utilidad y su versatilidad para ser combinados en forma coherente con líneas de investigación generadas en otras disciplinas, como los estudios forenses.

En cuarto lugar, este trabajo es aplicado a variadas situaciones donde se entrelazan esferas ligadas a la etología de ciertos predadores y a ciertas dimensiones de la conducta humana, como las prácticas mortuorias. El complejo manejo de los cadáveres evidenciado arqueológicamente en las regiones Pampeana y Patagónica incluye desde la exposición de los cuerpos a las condiciones atmosféricas, su entierro, en algunos casos el desentierro de los mismos, descarne, armado de fardos funerarios en modalidades secundarias, etc. El trabajo de Fabiana nos muestra cómo, en cualquiera de estas instancias, los carnívoros pueden estar presentes y nos alerta sobre la importancia de tener en cuenta su acción. Pero además se observa, como en el caso de Cerro Johnny, cómo la conducta humana (e.g., modalidad de inhumación) también condiciona el accionar de estos predadores y las trazas que fi nalmente dejan sobre los restos óseos humanos.

El punto de partida de este trabajo (una necesidad arqueológica y no tafonómica en sí misma), el recorrido seguido (una metodología plural, con base en analogías relacionales coherentemente aplicadas) y los resultados a los que arriba Fabiana Martin en este libro hacen que esta suerte de paradoja multivocal y/o tiránica se desvanezca.

Referências

Gutiérrez, M. A. 2009 Tafonomía ¿tiranía o multivocalidad? En Perspectivas Actuales en Arqueología Argentina, editado por R. Barberena, K. Borrazzo y L. A. Borrero. CONICET, Buenos Aires. En prensa.

Gustavo Martínez – CONICET, INCUAPA. Facultad de Ciencias Sociales (UNCPBA). Avda. del Valle 5737, B7400JWI, Olavarría, Buenos Aires, Argentina. E-mail: gmartine@soc.unicen.edu.ar

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Um peixe olhou para mim. O povo Yudjá e a perspectiva – LIMA (IA)

LIMA, Tânia Stolze. Um peixe olhou para mim. O povo Yudjá e a perspectiva. São Paulo: Editora UNESP/ISA;  Rio de Janeiro: NuTI, 2005. 399p. Resenha de: SILLA, Rolando. Intersecciones en Antropología, Olavarría, n.9, ene./dic., 2008.

Un pez me miró es el nombre con que Tânia Stolze Lima (profesora de antropología de la Universidad Federal Fluminense) tituló su estudio etnológico (palabra maldita para el ambiente académico argentino) sobre los Yudjá que habitan a orillas del río Xingu, en el Estado de Mato Grosso (Brasil). Resultado de diferentes viajes realizados entre 1984 y 1990, el libro es una reformulación de su tesis doctoral defendida en el Museo Nacional (Universidad Federal de Rio de Janeiro) en 1995 e inspiradora de uno de los conceptos centrales del debate amazónico actual: el perspectivismo cosmológico amerindio, acuñado por Eduardo Viveiros de Castro. Obra dividida en siete capítulos, desarrolla progresivamente la gesta mítica de los Judjá, el concepto nativo de otredad, la concepción de cuerpo, embarazo y procreación, el canibalismo y las fiestas de sociabilidad. Estudio que intenta “liberarse de las categorías de finalidad cultural, causalidad sociológica y totalidad jerárquica”, parte del presupuesto de que el concepto de totalidad en el pensamiento antropológico clásico se haya fundamentado sobre las antinomias naturaleza-cultura e individuo-sociedad. Por ello la autora intenta desarrollar una perspectiva totalizadora pero sin reproducir estas antinomias. Así, a partir de las preguntas sobre cómo pensar relaciones entre perspectivas sin efectuar conceptualizaciones jerárquicas, o cómo crear totalidades que no sean cerradas, el texto plantea desafíos a la escritura etnográfica.

Su objetivo es la descripción del sistema sociocosmológico Yudjá; y Lima parte de la narración nativa para luego, y a partir de las cuales, desarrollar sus interpretaciones. Los relatos no son entonces considerados “supercherías” o representaciones mentales, sino realidades construidas y por lo tanto eficaces en la vida cotidiana indígena. Para describir tal sistema no sólo toma los relatos sino que analiza su vida social y en especial una actividad considerada central: las fiestas de embriaguez producida por la cerveza de madioca (cauim) que las mujeres producen. Según la autora, ésta es una de las tres prácticas con que los Yudjá se autoidentifican y eligieron como expresión de su diferencia, siendo las restantes la navegación y las narraciones sobre Sen´. Lima señala que “la historia de Sen´ le fue narrada diversas veces por personas que la dejaban con la impresión de que resumía todo aquello que los Yudjá querían decir a los karai (o sea a los brasileros, o sea a ella). Le fue presentada en un conjunto articulado de mitos que forman la epopeya propiamente dicha, y en mitos que componen un conjunto articulado independiente, pero que son citados por intermedio de Taku (2005: 71), un hombre que, según el relato mítico, fue invitado por los karai a participar de una expedición fluvial al país de Sen´, situado en los confines del mundo. Sen´ es el chaman a quién los Yudjá atribuyen gran parte de la configuración actual del mundo y de la condición humana. Lima desarrolla esta epopeya en gran parte del libro, pero es ante todo en el primer capítulo donde cuenta cómo el gran chaman sopló a una parte de los Yudjá para que se transformen en karai y los dotó de la condición de criadores de ganado, teniendo “su caza” almacenada en sus corrales, mientras que losYudjá propiamente dichos asumieron la condición de predadores, y por lo tanto estuvieron obligados a realizar expediciones para encontrar alimento. Después de su partida, Sen´ “inventó las mercaderías, las armas de fuego, los tejidos, los cuchillos de acero y los aviones pequeños” (2005: 25). De esta manera, la historia Yudjá no construye un discurso sobre sí, destinado a los karai y generando una política de la etnicidad, sino que construye un discurso para sí sobre los karai, y sobre por qué unos predan y los otros fabrican. El mito se transforma así en una “antropología indígena” sobre ellos y los Otros con quienes interaccionan; y crea categorías producidas por el propio grupo para explicar su actual condición, su relación y subordinación a los blancos y al Estado nacional brasilero. Esta explicación propia de los Yudjá no utiliza categorías de pensamiento occidental. Por ello la autora afirma que lo que en general se toma por meras ideas o representaciones son principios tan reales y de tanta eficacia como nuestros conceptos antropológicos de linaje, clase o tabú.

Otro aspecto central de esta etnografía es el desarrollo del concepto de perspectivismo, que nos lleva a reconsiderar las relaciones que la antropología clásica desarrolló sobre la dicotomía naturaleza-cultura. Desde la perspectiva Yudjá, Sen´ es un humano para los demás humanos y para sí mismo. Pero sus padres son jaguares para los humanos, aunque humanos para sí mismos; Sen´ los considera jaguares, excepto que entiende su lenguaje y los trata como a sus padres (2005: 28). Esta peculiar visión de los animales, las cosas y las personas, en dónde existe una diferencia de perspectiva entre lo que uno cree que es y cómo los demás (hombres o animales) lo ven a uno, es según Lima, el andamiaje fundamental desde donde estos grupos humanos construyen sus formas de ver el mundo, sus convicciones de cómo el mundo es, y por ende, cómo hay que operar sobre él. Se acostumbra llamar a este fenómeno “perspectivismo indígena panamericano” e implica la convicción nativa de que los animales, además de voluntad, tienen puntos de vista propios; y de que mientras los humanos (los Yudjá) ven a los animales como animales, estos se autoconsideran personas y nos ven a nosotros como personas también. Por ello, desde este punto de vista, los humanos pueden conocer a los animales como tales, pero también como otra persona, e incluso como otra sociedad con sus propias costumbres. Como una forma de conocer el mundo de los animales y de los espíritus radica en la capacidad del chaman del grupo en transformarse, esta cosmovisión implica también una concepción diferente de persona, de cuerpo y de sus potencialidades. Entonces, y según la perspectiva de las sociedades amazónicas, es propio de la persona humana estar dotada de una perspectiva que contenga a otras. Esta es la visión del mundo del cazador, y según la autora, oponer apariencia a esencia no essuficientemente explicativo del fenómeno. Como para los nativos esta diferencia de perspectiva, más que creencia es una certeza, actúan en consecuencia a este mundo construido y por lo tanto real para ellos; e incide sobre su concepción de cuerpo, de embarazo y procreación, de comensalidad y ante todo implica una conceptualización diferente de la identidad, tanto humana como animal, e incide sobre las nociones nativas de humanidad, sociedad, y naturaleza.

Para los Yudjá “el lugar en que hoy viven es un cielo derrumbado” (2005: 57). En su origen, los Yudjá le dijeron a Sen´ que los karai eran buenos. Entonces éste les dio la posibilidad de fabricar mercancías. Es así que fue un error de ellos que el gran chaman los privara de la capacidad de las artes industriales y se las otorgara a los blancos. Así el mito retrata la condición humana en términos de un equívoco. Se podría fácilmente asociar el derrumbe demográfico Yudjá causado por la explotación y corrimiento que sufrieron debido a la extracción del caucho por parte de los brasileros al mítico derrumbamiento celeste, y traducir un discurso “subjetivo y no-occidental” a una categoría sociológica propia de nuestro entendimiento. De hecho la merma demográfica es aterradora: 2000 miembros en 1842, 40 en 1916 y la ínfima suma de 37 en 1950. Sin embargo la autora se niega a seguir esta tentadora y directa explicación derivada de una causalidad sociológica para señalar que en su opinión el “derrumbe demográfico no destruyó el sistema, sólo hizo que operara en una escala menor” (2005: 79). Así, y pese a que los miembros casi desaparecieron, su lógica de pensar y actuar no; planteo que se opone a las concepciones clásicas de aculturación y contacto interétnico.

Los Yudjá distinguen a los karai de sus otros vecinos también indígenas. Si ellos “son dueños” del río, sus vecinos los Abi “son dueños” de la floresta. Por ello, y aunque se tiene gran aprecio por la carne de caza, la pesca es la actividad que domina y no se acostumbra ambular por la selva en busca de alimento, pues en general se caza desde la canoa.

Para los Yudjá vivir en sociedad es ante todo promover comidas colectivas y cauinagems. Las diferentes modalidades de embriaguez, ligadas a la guerra, al chaman y al cauinagem, definen, según Lima, el problema de la comunicación entre categorías sociocosmológicas como un venir-Otro, y sugieren que ese devenir es tan indisociable de la socialidad ritual cuanto del chaman, quien ocupa una situación ambigua por excelencia. Ni vivo ni muerto, bueno y malo, hombre y animal, es el gran mediador entre los hombres, los espíritus y los animales, pues por su capacidad de transformarse puede viajar y establecer puentes de comunicación entre todos estos mundos. Pero es por esta misma ambigüedad que también tiene algo en común con el guerrero y el borracho, pues sobre ninguno de ellos se puede estar enteramente seguro de sus buenas intenciones para con la aldea.

El carácter altamente transformacional del mundo según la visión amazónica se evidencia también a partir de la comensalidad. Una de las preguntas de la autora es si, desde la perspectiva nativa, existe una diferencia fundamental entre comer personas y beber cauim; de si en una sociedad en dónde el perspectivismo reina y la antropofagia aparece como una posibilidad latente sea suficiente evidencia que no comer personas no es ser caníbal. Si el vocablo gente y un tipo de cauim se dice igualmente dubia, entonces postulados que utilizan los Yudjá tales como los Arupaya “comen gente” (dubia) contiene ambos significados. Por otro lado, los Yudjá afirman que, desde el punto de vista de los espíritus, el cauim es producido a partir del cadáver de una persona, y que posee propiedades nutritivas para los Yudjá. O sea que cuando los espíritus observan los cauinagems que los Yudjá realizan, ven que están comiendo seres humanos. Entonces, si desde el punto de vista humano están bebiendo mandioca fermentada, desde el punto de vista de los espíritus están bebiendo el producto de un cadáver, y por lo tanto serían, desde la perspectiva de los espíritus, caníbales.

Texto construido a partir de un extenso trabajo de campo en el que implicó, entre otras cosas, aprender la lengua, la autora no deja de admitir los problemas inherentes a la traducción, así como a la comprensión de las prácticas nativas. Admite incluso que los propios informantes le señalaron lo difícil que fue explicarle su cosmovisión y de “que mil cosas le fueron dichas por pura aproximación”. Por ello considera que la monografía es sólo una aproximación a la vida Yudjá. De lectura compleja, combina sus datos con un profundo conocimiento del debate amazónico. Creo que tiene al menos dos méritos que sobrepasan la pertinencia al área en cuestión. Uno es la crítica a la causalidad sociológica intentando en todo momento no hacer traducciones rápidas de los conceptos y prácticas nativas a nuestro sentido y creencia de lo que es la sociedad y la cultura. El otro es estar atento a qué pertenece a la naturaleza y qué a la cultura desde las perspectivas nativas, y no dar esta división como un a priori. Sobre este punto, en la etnografía reseñada es admirable la sofisticación que la autora despliega respecto a la importancia de pensar otras totalidades en grupos humanos en la que la distinción entre lo humano y lo animal, lo terrenal y el “más allá”, lo real y lo simbólico, no se encuentran divididos exactamente de la misma forma en que nosotros lo hacemos; y que esto no es un falso saber, sino que tiene consecuencias reales sobre la vida cotidiana de estas poblaciones, pues es el fundamento sobre el que constituyen su mundo de vida. Por último, creo que desde la academia argentina debiéramos valorar cómo en un contexto como el brasilero etnología y antropología social han conseguido, no sin conflictos, tolerarse mutuamente, contribuyendo ambas y por diferentes caminos, a la comprensión de la vida en sociedad.

Rolando Silla – CONICET, IDES. Departamento de Antropología, Facultad de Ciencias Sociales (UNCPBA). Avda. del Valle 5737, B7400JWI, Olavarría. E-mail:rolandojsilla@yahoo.com.br

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Historia reciente. Perspectivas y desafíos para un campo en construcción – FRANCO; LEVÍN (IA)

FRANCO, Marina; LEVÍN, Florencia (Compiladoras). Historia reciente. Perspectivas y desafíos para un campo en construcción. Buenos Aires: Paidós, 2006. 352p. Resenha de: RÚA, Santiago Cueto. Intersecciones en Antropología, Olavarría, n.9, ene./dic., 2008.

Historia Reciente, libro compilado por Marina Franco y Florencia Levín, tiene en principio dos objetivos: por un lado, intervenir en el campo historiográfico con la voluntad de que la historia cercana se legitime como disciplina; y por el otro, reflexionar en torno al pasado reciente y a las distintas formas en que se lo ha abordado en nuestro país.

El libro se propone como parte de un escenario de dos escalas distintas: a nivel global, refiere a la novedad de los estudios de historia reciente, cuyos orígenes datan de mediados del siglo pasado, y están ligados a las experiencias traumáticas europeas; a nivel nacional, esa particularidad se suma a ciertas dificultades que la historiografía ha tenido para estudiar nuestro pasado cercano, a diferencia del recorrido que ya tienen otros desarrollos académicos como por ejemplo la sociología o las ciencias políticas.

Las compiladoras proponen trabajar a través del diálogo con otras disciplinas y con otros actores/ protagonistas extra académicos de ese pasado. Esta intención se materializa en el libro, dado que está compuesto por una serie de artículos que comparten una orientación temática, pero no más que eso. Es decir, su riqueza está precisamente en que su objeto, la historia reciente, es analizado desde distintas miradas: historia, educación, sociología, antropología y ciencias políticas. El conjunto de textos plantea problemas sumamente dispares, y los analiza con enfoques diversos.

Dada esta particularidad, la reseña se ve obligada a distinguir ciertos temas que recorren el texto, aún a riesgo de ocultar otros, cuando no de omitir el mismo tratamiento para todos los trabajos. Por ese motivo se resaltan tres ejes: 1. el vínculo entre historia y memoria;2. la tensión entre compromiso y distanciamiento por parte de los investigadores; 3. el tratamiento de las fuentes.

Historia y memoria

Varios de los autores (Franco y Levín; Traverso; Sábato) coinciden en que el vínculo entre historia y memoria suele ser pensado desde dos polos que no ayudan a comprender bien la cuestión. El primero, asociado a perspectivas “positivistas”, rechaza la memoria por subjetiva y poco confiable. El segundo, coloca a la memoria en un lugar de privilegio tal, que pretende borrar sus diferencias con la historia.

En el capítulo escrito por las compiladoras “El pasado cercano en clave historiográfica” se señala que la articulación correcta permite vincular la historia y la memoria como dos discursos sobre el pasado con regímenes distintos de legitimación; la primera está asociada a la veracidad, y la segunda a la fidelidad. Desde la historia se puede corregir la memoria, pero no se la debe invalidar, porque allí aflora la subjetividad. El historiador debe servirse de la memoria sin rendirse ante ella. Ese riesgo se corre, señalan las autoras, cuando se sobrelegitima la voz de los testigos. El relato debe por un lado, ponerse en diálogo con otras fuentes, y por otro, historizarse para reconocer lo decible y lo indecible de determinados momentos históricos. Se evita de este modo fetichizar el testimonio.

Enzo Traverso, cuyo trabajo se titula “Historia y memoria. Notas sobre un debate”, señala que otra de las vinculaciones entre estas formas de acercamientoal pasado surge a partir de mediados del siglo XX, a través de la presencia social permanente de la memoria “como religión civil” y la obligación de los historiadores de hacerse cargo de ello. Este autor marca diferencias entre ambas, pero no para distanciarlas sino para ponerlas en interacción. La memoria es subjetiva, no necesita pruebas para quien la porta; se modifica con el tiempo; es una visión del pasado siempre mediada por el presente. La historia, que surge de la memoria, también se escribe desde el presente, pero pasa por otras mediaciones. Para constituirse como campo del saber debe emanciparse de la memoria, aunque no rechazarla; comprenderla, pero no someterse a ella. El historiador debe pasar la memoria por un tamiz objetivo, empírico, documental y fáctico.

Hilda Sábato por su parte, en “Saberes y pasiones del historiador”, agrega otro matiz a este vínculo. Según esta autora la memoria se asocia a la búsqueda y construcción de identidades, mientras que la historia se desembaraza de ese trabajo. Sin embargo, esto no supone que sus tareas sean opuestas sino complementarias. De este modo puede llevarse a cabo una puesta en cuestión mutua que favorezca el mejor acercamiento al pasado. Algo semejante señala Kaufman (“Los desaparecidos, lo indecible y la crisis”) para quien el trabajo del historiador no sólo no se opone al del testigo, portador de memoria, sino que ambos se retroalimentan.

Sergio Visacovsky muestra, en “Historias próximas, historias lejanas”, de qué forma entre la historia y la memoria puede entrometerse la etnografía, como una manera de acercarse al pasado que parte de las perspectivas de los actores, y del modo en que estos elaboran la linealidad temporal. Como se ha dicho, la memoria es una mirada del presente que construye y reconstruye el pasado. El autor muestra que el pasado no es lineal y es reestructurado de acuerdo a los problemas del presente

En el trabajo de Elizabeth Jelin, “La conflictiva y nunca acabada mirada sobre el pasado”, se encuentra un modo distinto de articular las dos formas de abordar el pasado que se vienen analizando. La autora hace una historia de la memoria. Su objeto es el Cono Sur, sobre todo las posdictaduras argentinas, chilenas y uruguayas, y su marco de referencia es al igual que en varios de los trabajos, el caso alemán. Allí se analiza cómo las distintas sociedades van variando las formas de interpretar el pasado traumático, y cómo esos cambios no necesariamente deben terminar enclausura, justamente porque cambian los actores que los reconstruyen, y con ello las preguntas e inquietudes. Puesto que, además, la intensidad del dolor impide el cierre del recuerdo y porque la memoria no es lineal, y ello impide que haya garantías de que a medida que pasa el tiempo ese pasado quede cada día más lejos. Para terminar, la autora valora esta dimensión abierta y permanentemente revisitada de la memoria, y se pregunta si esa no será su forma “normal”.

or último, en el capítulo “Historia reciente de pasados traumáticos. De los fascismos y colaboracionismos europeos a la historia de la última dictadura argentina”, Daniel Lvovich incorpora una lectura diferente acerca del vínculo entre historia y memoria. Lo hace a través de la mención de dos autores argentinos, Tulio Halperín Donghi y Luis Alberto Romero, quienes a diferencia de las miradas hasta aquí citadas advierten sobre la necesidad de establecer una ruptura entre memoria e historia. El primero de estos historiadores señala que para analizar el caso de la última dictadura argentina es imprescindible mantener una memoria del horror, y ligada a eso marca la incapacidad de la historiografía de captar los sentidos fundamentales de lo vivido. Por su parte Romero, en un sentido opuesto, considera que la memoria fue útil en la faz cívica, pero obtura el saber histórico. De ese modo el saber académico historiográfico es el único modo de comprender el proceso dictatorial.

La posición de Lvovich, por su parte, sostenida en un análisis de las dictaduras europeas, señala que el rechazo a esos gobiernos se ha articulado con estudios históricamente valiosos. En ese sentido se espera, de acuerdo con este autor, que del equilibrio entre distancia y compromiso puedan salir aportes historiográficos sustanciales. Ese es el segundo eje de este libro.

Compromiso y distanciamiento

Este eje parte de una idea que las compiladoras ponen en juego en la introducción, según la cual a los historiadores del pasado cercano se les exige mucho, no sólo académica, sino también política, civil y moralmente. Allí se encuentra el problema de combinar el distanciamiento crítico, propio de las lógicas académicas de producción de conocimiento científico, con el compromiso que puede sentirse en relación a sujetos cuyos valores políticos y/o principios morales se comparten.

sto se puede vincular a un proceso que describe Traverso, a partir del cual la idea de la memoria como “religión civil” está estrechamente asociada al testigo como “víctima” (y no, por ejemplo, como “vencido”). Así, la “empatía” con la víctima puede jugar en contra de esa distancia que el discurso académico supone. Además de esta tensión que incluye un problema de orden político, hay otra más estrictamente académica señalada por Franco y Levín. Se trata de la dificultad de construir un discurso propio de las ciencias sociales cuando algunas de las categorías utilizadas son a su vez del uso común de los actores estudiados. Los ejemplos de “genocidio” o “guerra” sirven para explicar la dificultad que supone el tratamiento de esos conceptos. Se pretende evitar la repetición sin mediaciones de lo que la antropología llamaría “categorías nativas”, tanto como el aislamiento positivista de esos conceptos.

La cercanía del uso de los conceptos está asociada claramente a la proximidad temporal entre el objeto y el investigador. La historia, señalan las autoras, suele hablar de procesos que suceden más lejos en el tiempo. Para hacer justicia con la voluntad interdisciplinaria que anima a las compiladoras, se puede agregar que el mismo problema tiene la antropología del presente. Ya no en el tiempo, sino en el espacio, este conflicto aparece en momento en que deja de ser sólo antropología de lugares lejanos.

Silvia Finocchio, en su trabajo titulado “Entradas educativas en los lugares de la memoria”, plantea que la historia reciente no fue abordada durante muchos años en la escuela porque no cumplía con la condición de lejanía, pensada como garantía de neutralidad. Así, muchos docentes además de no tener demasiados materiales para su tratamiento, se encuentran con el rechazo de parte de algunos alumnos y/o padres para estudiar la Dictadura, porque su lectura impugnatoria estaría sesgando su análisis. Vale decir, se espera neutralidad por parte de la historia y también de la escuela.

Roberto Pittaluga, en “Miradas sobre el pasado reciente argentino. Las escrituras en torno a la militancia setentista” advierte acerca de otros inconvenientes que el tratamiento del pasado reciente tuvo en la academia argentina de la posdictadura. Estas dificultades también pueden leerse desde la tensión entre distancia y compromiso. Hay varios elementos que explican porqué no hubo acercamientos historiográficos sustantivos en esa época. Por un lado, el perfil académico profesional se constituye por esos años en oposición al del intelectual comprometido de las décadas anteriores. Con esa transformación pierde la pasión política a manos de una neutralidad que la proximidad temporal aún no garantizaba. Por otro lado, esa misma profesionalización académica se enfrentaba con las experiencias anticapitalistas que (no) se constituían como su objeto de estudio. En tercer término, la revaloración de lo democrático (guiada por un sentido de la democracia) buscó su tradición en otras épocas más “democráticas” de nuestra historia. Por último, en muchos casos había un componente autobiográfico, puesto que varios académicos habían sido ellos mismos protagonistas de esa historia que no lograba constituirse como objeto de estudio.

Recién en los noventa, dice este autor, comienzan a realizarse estudios valiosos sobre aquellas experiencias. Para eso fue necesario escapar a una lectura de aquel período que ponía en el centro de la escena víctimas despolitizadas. Sin embargo, ese campo de estudios recién está en formación, y si bien logró al menos en parte incorporar la perspectiva de los protagonistas de las militancias setentistas, otro riesgo que debe evitarse es construir relatos demasiados cercanos a aquellas prácticas, porque así se pierde el valor del análisis.

Uso de las fuentes

Como se indicaba al comienzo, Franco y Levín pretenden que la historia reciente se construya como campo legítimo. Para ello es indispensable disputar el sentido de la historiografía con aquellas miradas más positivistas. Se trata de un enfrentamiento con quienes creen en el valor absoluto del documento escrito y subestiman la capacidad heurística de la historia oral. Como se observó antes, tampoco esto supone creer que el relato oral conlleva una verdad indiscutible. En todo caso, cada una de las fuentes tiene sus elementos a favor y otros que juegan en contra. Es necesario destacar que por un lado, su valor depende del tipo de preguntas que se quieran responder, y por el otro, la cercanía con el objeto no implica un problema sin resolución.

Ludmila da Silva Catela, en “Etnografía de los archivos de la represión en Argentina” advierte sobre la equivocación que supone tratar los archivos como la verdad. Los documentos escritos no dicen la verdad en mayor medida que lo hace la historia oral. Por eso el valor de los archivos de la represión no está en ellos mismos, sino en la apropiación que los distintos actores realizan de ellos. Así, diferentes actores los constituyen en territorios de la memoria donde disputan sentidos de la verdad en un proceso dinámico y no exento de conflictos. La autora plantea entonces la necesidad de una utilización no positivista de las fuentes, teniendo en cuenta que tanto en su producción (para este caso los distintos servicios de inteligencia que construyeron los archivos de la represión) como en su posterior uso, lo relevante es la presencia de actores que a través de su utilización disputan sentidos sobre lo social, el pasado y el presente.

El trabajo de Vera Carnovale, “Aportes y problemas de los testimonios en la reconstrucción del pasado reciente”, comparte con el de da Silva Catela la necesidad de evitar el uso positivista de las fuentes. La autora reflexiona en torno a cómo debe utilizarse la historia oral para dar cuenta del pasado. En primer lugar, señala que los relatos orales muchas veces resultan más útiles para comprender el sentido de las prácticas y las subjetividades que para conocer “los hechos”. En segundo lugar, la historia oral, al igual que cualquier otra fuente, requiere de la puesta en diálogo con otros registros a fin de realizar un control sobre su veracidad. En tercer lugar, la autora señala el valor de los relatos orales para dar cuenta de aquello que en el pasado fue reprimido. Lo indecible claramente varía con el paso del tiempo, de allí que en el presente pueda hablarse de cuestiones que en el pasadoresultaba imposible. En el mismo sentido, la historia oral permite desnaturalizar aquello que otrora se les presentaba como natural a los sujetos. Para finalizar, Carnovale no pretende reemplazar lo oral por lo escrito sino hacer un aporte para la mejor utilización de ambos tipos de fuentes, por eso señala que el testimonio a pesar de no ser estadísticamente representativo, sí lo es de determinados procesos y dinámicas que de otro modo son difíciles de conocer por el investigador. Para cerrar este último eje, en línea con lo que dicen las autoras anteriores, aparece el trabajo de Kaufman quien por un lado, pone en cuestión la veracidad de los archivos de la represión; y por el otro, señala que el historiador, quien tiene habitualmente al paso del tiempo como enemigo de sus tareas, carga a su vez con el problema de que esos documentos fueron hechos de modo clandestino y pensados no para trascender sino para pasar al olvido.

El valor de este libro se encuentra en su carácter programático. La posibilidad de desarrollo de esta nueva disciplina se efectivizará en la medida que pueda ir dando cuenta de algunos de los problemas aquí planteados. Lejos de brindar reglas a seguir, los trabajos aquí compilados complejizan la cuestión al tiempo que brindan su aporte para estos nuevos desarrollos. En la medida que la historia reciente vuelva fecundo su vínculo con otras disciplinas y articule de un modo crítico su relación con los actores protagonistas de ese pasado, podrá realizar aportes académicos acordes con el camino señalado por estos trabajos.

Santiago Cueto Rúa – CONICET, CISH-UNLP. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, Calle 48 entre 6 y 7, 8vo Piso, Oficina 813. E-mail:santiagocuetorua@yahoo.com.ar

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Nukak: Ethnoarchaeology of an Amazonian People – POLITIS (IA)

POLITIS, Gustavo G. Nukak: Ethnoarchaeology of an Amazonian People. Walnut Creek: Left Coast Press, 2007. 411p. Resenha de: KELLY, Robert L. Intersecciones en Antropología, Olavarría, n.9, ene./dic., 2008.

It is unfortunate but nonetheless true that many archaeologists do not value modern ethnographies.Why? Archaeologists need information on material culture – how it is made, who uses it, how long it lasts,what happens when it breaks, what happens when its owner dies, and so on. Although there are some notable exceptions, few modern ethnographies pay attention to such mundane things. But archaeologists need these data to construct arguments that allow us to make secure inferences from the material things that we recover. For this reason, a few archaeologists have climbed out of their trenches and conductedethnoarchaeological research with the living. Politis is one of those archaeologists, and Nukak is the result ofhis efforts. This book covers some of the same ground as his 1996 Nukak (published by the Instituto Amazónico de Investigaciones Científicas) but is updated, placed in a larger theoretical context, andmade available to the largely monolingual North American audience.

The Nukak are a small group of hunter-gatherers who live in the Columbian rain forest. Politis workedwith those who were least acculturated to western society. As an archaeologist who has also done ethnographic research, I understand the effort that lies behind Nukak. Ethnography, especially that of nomadic peoples in isolated places, is not easy. There are the usual problems: language barriers, medical issues, feeding yourself and your students, explaining yourself and your task to the people. In addition,ethnoarchaeologists must justify their preoccupation with odd things such as trash, pits left in the groundafter pounding food in a mortar, or what happens to the remaining bits of a hammock burnt in a maritaldispute. The Mikea, with whom I worked in Madagascar, never believed my (honest) explanation of what I was doing there. Instead, they were certain I was searching for gold or silver, and one of my students hadto fend off accusations of witchcraft when measuring the diameters of house posts. Most people can understand an interest in kinship, religion, and politics, but trash and house posts? For this reason, I admirethe amount of information that Politis was able to collect in his several visits to the Nukak.

Every archaeologist (and ethnographer) interested in hunter-gatherers, and especially those interested in tropical hunter-gatherers, will find something of value in Nukak. Politis describes their settlements in detail, noting the differences between wet and dry season camp construction and how these condition differences in how trash is left behind. Nukak contains some of the only information I know of on how long it takes to put a camp together, or to take one down in order to move. Politis describes their residential and logistical mobility, providing about the only account of how people actually move camp – who does what, what paths they follow, and whether old camps are reoccupied (they are not). He describes their traditional technology and their subsistence, giving special attention to animal exploitation. The book ends with a chapter devoted to what the Nukak data have to say about several perennial issues in the anthropology of hunter-gatherers (at least, those issues that concern archaeologists). He includes two appendices: one containing data on the wet and dry season foraging trips he recorded, and one by Gustavo Martinez on faunal material recovered in the camps. There are many wonderful anecdotes, including the use of a parrot’s entrails as a fishing lure.

Politis begins the volume with background on the Nukak’s environment, his fieldwork methods and theconditions of his research (for example, his eighth session was prevented by the Columbian military) In addition, Politis lays out his theoretical framework. Interestingly, it contains elements of Lewis Binford’s materialistic approach as well as Ian Hodder’s postprocessual approach. In each chapter, Politis provides information on the “function” of material culture or on a more Binfordian behavioralist approach. For example, the discussion of the use of space shows how the particular kinds of structures built by the Nukakin the wet season conditions how trash is deposited (as opposed to the dry season when the Nukak do notbuild structures). But, in each chapter, Politis also discusses the social and ideological meaning of the chapter’s subject. For example, in the chapter on space use and discard, he notes how the trash of a deceased woman was treated, resulting in an archaeological record different from that produced by daily living in a camp, and that directly records some (as yet unknown) links between trash deposition and death.

In the chapter on shelters and camps, Politis also describes non-residential structures – everything from”ritual” structures to more mundane things such as children’s playhouses. In fact, his contribution on children’s toys and their effects on the deposition of trash and other items in residential structures is a crucial contribution. It turns out that children are a strong determinant of the final disposition of material culture in the archaeological record. To me, this is an important observation because anything that signals “children” archaeologically also tells us that a site is a residential camp, rather than, for example, a hunting camp.

Politis also explains that the Nukak avoid previous campsites because these places become wild gardens, the result of gathered seeds left behind (either in trash or feces). With the secondary (but not the primary) canopy removed as the camp is made, these plants thrive in old camps. The Nukak live in a more”constructed” environment than we might think.

Throughout the book, Politis is able to give archaeologists the information that they crave and yet often do not find in other ethnographies. For example, exactly how does one hunt monkeys with a blowgun? There are also useful descriptions of things that carry purely symbolic information, such as the wall of sejeleaves that forms a protective wall around a camp to prevent invasion by the spirits of jaguars. This is alluseful information that many archaeologists will make profitable use of in years to come.

This book is well worth reading, but I must admit that I was disappointed with one aspect of it.Throughout Nukak Politis criticizes the approach of human behavioral (or evolutionary) ecology, specifically its use of optimal foraging models. As a practitioner of human behavioral ecology I admit to some bias, but I also can see that his criticisms of this approach will not convince any other such practitioner that the approach is incomplete or misleading. For example, in a discussion of Nukak mobility, Politis states that “the Nukak abandon camp when many products are still abundant …that are not found further away, which therefore generates a negative cost-benefit energy balance….there are no obvious resource limitations that would prevent the Nukak from staying in their residential camps for longer periods of time. The causes for their high residential mobility must be sought elsewhere.” He argues that mobility produces more patches of edible plants (through the formation of the wild gardens), is necessary to perform rituals, is for sanitary reasons, to avoid a recently deceased person’s spirit, or is for the sheer pleasure of moving (or to satisfya taste for honey or fish).

These are all good reasons to move, and several are mentioned in other ethnographies of foragers. Butthese reasons could be the proximal reason for moving a camp, while the ultimate reason may lie in foodacquisition. Optimal foraging models do not argue that foragers move when nearby food reaches the point of depletion. Indeed, the marginal value theorem argues only that foragers move when the current return rate equals the average return rate of the environment taking travel time into account. In many instances this means that foragers move long before depletion begins; in fact, the “marginal value theorem” leads us to expect that in an environment with high average return rates that people will leave camps long before the point of depletion (I demonstrated this with a simple simulation in The Foraging Spectrum). Another example: there is a significant difference between wet and dry season mobility – the Nukak remain longer in wet than dry season camps and yet move shorter distances when they move in the wet than in the dry season. The data tables show that fish and honey are more important in the dry than the wet season. Do these resources account for the differences in seasonal mobility?

Elsewhere, Politis shows that taboos on certain animals, such as tapir, cannot be explained bymaterialist reasons. He is correct. And yet how would an archaeologist know if the lack of food remains was the product of a taboo? Behavioral ecology’s diet breadth model offers a way. This model predicts which resources should be in a diet based on their return rates assuming that nothing other than strict economic concerns are at work in food selection. If the predicted diet breadth model predicts that tapirs should be included in the diet, and yet the archaeological remains demonstrate that they are not, then we can safely assume (providing that other information shows that tapirs were available) that something else is at work – a taboo, for example. Unfortunately, we cannot really judge the utility of optimal foraging models in the case of the Nukak because their fundamental piece of data – return rates on the various plants and animals-are not in the volume. I admit that this was a disappointment (the data in tables 8.14 – 8.17 are not adequate as these provides returns, not return rates). In sum, those who use the paradigm of behavioral ecology will be somewhat disappointed with the volume.

But set that aside: Nukak contains some wonderful and wonderfully-detailed information on a little-known group of foragers. It is a solid contribution to huntergatherer studies that deserves to be read by anyone, archaeologist or ethnologist, interested in this rapidlydisappearing class of humanity.

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Robert L. Kelly – Robert L. Kelly. Department of Anthropology, University of Wyoming. E-mail: RLKelly@uwyo.edu

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Zooarqueología del sur de los valles Calchaquíes (Provincias de Catamarca y Tucumán, República Argentina) – IZETA (IA)

IZETA, Andrés D. Zooarqueología del sur de los valles Calchaquíes (Provincias de Catamarca y Tucumán, República Argentina). Sn: BAR International, 2007. 164p. Resenha de: STAHL, Peter W. Intersecciones en Antropología, Olavarría, n.8, ene./dic., 2007.

Desde mi perspectiva, de larga distancia en el otro fin del hemisferio, siempre he estimado a mis colegas Argentinos como excelentes zooarqueólogos que practican un análisis tafonómico muy refinado. Este libro, escrito por Andrés Izeta, es uno de los ejemplos más recientes en esta distintiva trayectoria. Basado en su Tesis Doctoral -originalmente presentada a la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la Universidad Nacional de la Plata- el trabajo consiste de un estudio de conjuntos arqueofaunísticos asociados con sitios prehispánicos del sur de los valles Calchaquíes, ubicados en el noroeste Argentino.

La evidencia preservada proviene de sistemas aldeanos del Período Formativo (primer milenio A.C.) que sirvieron como base para el desarrollo de sociedades más complejas, del Período de Desarollos Regionales, en los milenios siguientes. Más de 16.000 especímenes faunísticos fueron analizados. Los restos fueron hallados en siete sitios, cuyo emplazamiento corresponde a una variedad de ambientes ecológicos que va desde los pie de valle hasta paisajes que se encuentran sobre 3000 msnm. Los contextos arqueológicos consisten de varias unidades espaciales, tales como rasgos culturales y recintos o estructuras, que fueron excavadas por medio de estratos artificiales o siguiendo los depósitos naturales. Estos contextos representan ocupaciones bien fechadas que pertenecen a cuatro bloques temporales entre el 2000 y el 1000 AP. El análisis es llevado a cabo con el fin de extraer información de los conjuntos arqueofaunísticos y así evaluar los distintos modelos de subsistencia propuestos para las comunidades agroalfareras tempranas. En particular, Izeta desea entender el rol que la caza y el pastoreo tuvieron en economías mixtas y cómo estos recursos fueron distribuidos en las comunidades aldeanas prehispánicas. En la mejor tradición de su comunidad zooarqueológica, Izeta adoptó un enfoque tafonómico en los que el autor incorpora los resultados obtenidos mediante estudios de rango medio, dentro de su intenso análisis de la data osteológica.

El libro consta de cuatro partes y diez capítulos. La primera parte introduce los objetivos y organización del trabajo y ubica el estudio dentro de la historia de investigación y su localización geográfica y ecológica. La segunda parte ofrece aspectos teórico-metodológicos, especialmente definiciones muy detalladas que él utiliza en su estudio, incluyendo unidades observacionales y de análisis, dentro de un enfoque tafonómico que considera una lista extensiva de modificaciones naturales y culturales. La tercera parte introduce el registro arqueológico y resume el mayoría de su análisis en tres capítulos. Cada capítulo corresponde a una de las tres zonas principales de ésta área. Los dos capítulos que concluyen el libro discuten los datos y resultados y comprenden la cuarta parte. La fortaleza del estudio se basa en la descripción, cuantificación y análisis, sumamente detallados, ofrecidos para cada contexto en los tres capítulos principales de datos. La narrativa es muy detallada, pero su orden es lógico y ha sido estandarizado para cada contexto arqueológico. El análisis faunístico de cada subconjunto (camélidos adultos, camélidos subadultos, y otros vertebrados) está estructurado con el mismo formato, el que permite al lector comprender los datos presentados. En este sentido, el lector puede analizar los datos por sí mismo gracias a la detallada descripción.

Por ejemplo, no concuerdo del todo con la manera de que el autor examina los asuntos relativos a la supervivencia del material óseo y cómo ésta es media da por la densidad ósea. En ocasiones, los detalles del enfoque analítico resultan confusos. Sin embargo, las figuras que indican la abundancia relativa de elementos esqueletarios, producido por SIG, son de tal calidad que permiten al lector verificar independientemente los datos y/o sacar sus propias conclusiones. El autor combina la aproximación de MNE por zonas diagnóstica sugerido por Morlan (1994), con el enfoque del análisis de SIG sugerido por Marean et al. (2001) y compara valores de densidad ósea que corresponden a las zonas de examen o “scan sites” contra el %MAU (unidades anatómicas mínimas). Este procedimiento difiere metodológicamente de la manera en que la supervivencia mediada por la densidad es generalmente medida (Lyman 1994: 256), especialmente en su dependencia en elementos individuales y no en esqueletos completos (Izeta 2005). Personalmente, considero que este último punto es muy importante cuando estamos tratando de verificar lo que no está preservado en una colección, ya que es crucial para entender la validez de las curvas de utilidad. Sin embargo, el detalle de esta presentación permite resolver este problema. Personalmente prefiero otro enfoque y pude utilizarlo debido al nivel de detalle que Izeta proporciona.

Al leer este estudio comencé a cuestionar si es posible que ciertas porciones óseas, como las diáfisis de los metapodios, fueran removidas de la colección para la fabricación de instrumentos. En los últimos capítulos se pueden ver, Figuras 8.4 y 10.4, metapodios especialmente formatizados con las diáfisis aserradas. Esta es una pauta que, en otras partes de los Andes, hemos atribuido a la fabricación de instrumentos como la wichuña (Stahl y Athens 2001). De esta manera, la ausencia de huesos modificados en los conjuntos faunísticos estudiados, puede ser explicada por el hecho que ellos fueron removidos, utilizados, y desechados en contextos aún no examinados. A pesar de eso, a través del examen de esqueletos enteros pude discernir no sólo la presencia si no también la ausencia de elementos. Ambas, ausencia y presencia, son de igual importancia.

Debemos estar agradecidos de tener la oportunidad de publicar nuestros datos en un formato completo, lo que frecuentemente no es posible en muchas de las publicaciones arqueológicas de actualidad. British Archaeological Reports, la editorial, tiene una larga trayectoria en la que los datos arqueológicos son puestos a disposición del público, pero lamentablemente la calidad es a veces muy desigual. Como lector extranjero, pensé que experimentaba deja vu hasta que me di cuenta de que el texto publicado en las páginas 64 y 65 es una repetición del presentado en las páginas 66 y 67. Asimismo, el contenido de la Tabla 6.53 es substituido por otras materias que debe ser encontrado en la Tabla 6.59 desaparecido. Sin embargo, aparte de estos problemas secundarios, este libro, junto con sus numerosas tablas y figuras, ha sido ejecutado espléndidamente.

En sus propias palabras (página 1), el objetivo del autor era “llenar un vacío de información fundamental acerca de la base de subsistencia”, y “proveer un corpus de información que contribuya al conococimiento de la reproducción y economía doméstica” en las aldeas antiguas del Noroeste Argentino. El autor logra estos objetivos. Muchos de los puntos de vista que he presentado en esta breve reseña pueden ser discutidos amigablemente y bebiendo cerveza. El estudio de Izeta es una importante contribución a un área y período fascinante, que es ahora más conocido. Este libro es bienvenido a la arqueología sur americana en general.

Referências

Izeta, A. D. 2005 South American camelid bone structural density: what are we measuring? Comments on data sets, values, their interpretation and application. Journalof Archaeological Science 32: 1159-1168.   [ Links]

Lyman, R. L. 1994 Vertebrate Taphonomy. Cambridge University Press, Cambridge.   [ Links]

Marean, C. W., Y. Abe, P. Nilssen y E. Stone 2001 Estimating the minimum number of skeletal elements (MNE) in zooarchaeology: a review and a new image analysis GIS approach. AmericanAntiquity 66: 333-348.   [ Links]

Morlan, R. E. 1994 Bison bone fragmentation and survivorship: a comparative method. Journal of ArchaeologicalScience 21: 797-807.   [ Links]

Stahl, P. W. y S. J. Athens 2001 A high elevation zooarchaeological assemblage from the northern Andes of Ecuador. Journal of FieldArchaeology 28: 161-176.    [ Links]

Peter W. Stahl – Peter W. Stahl. Departamento de Antropología, Universidad de Binghamton. Correo Postal 6000. Binghamton, New York, 13902-6000 EEUU. E-mail: pstahl@binghamton.edu

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El capital de la esperanza. La experiencia de los trabajadores en la construcción de Brasilia – RIBEIRO (IA)

RIBEIRO, Gustavo Lins. El capital de la esperanza. La experiencia de los trabajadores en la construcción de Brasilia. Buenos Aires: Ediciones Antropofagia, 2006. 247p. Resenha de: GARCÍA, Anália M.; PALERMO, Hernán M. Intersecciones en Antropología, Olavarría, n.8, ene./dic., 2007.

El Capital de la Esperanza constituye una versión modificada -inédita hasta el momento- de la tesis de Maestría de Gustavo Lins Ribeiro, bajo la dirección de Lygia Sigaud dentro del Programa de Post-Grado en Antropología de la Universidad de Brasilia en 1980. Representa un antecedente de sus investigaciones futuras, como su tesis de doctorado sobre la construcción de la represa hidroeléctrica argentino-paraguaya Yacyretá, como forma de producción denominada “proyectos de gran escala“. En la versión actual, el autor incorpora fotografías de la época con alto valor testimonial. Lins Ribeiro es actualmente Profesor regular del Departamento de Antropología de la Universidad de Brasilia e Investigador del Consejo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico (CNPq) de Brasil.

La propuesta del libro se basa en el registro y reconstrucción de la memoria de los trabajadores de la construcción de la Capital Federal Brasilera según su propia experiencia cotidiana. El objetivo es recuperar la versión de los miles de trabajadores anónimos, alejándose de la versión oficial y de la ideología dominante encarnada desde el poder que lleva a la realización de una de las obras de infraestructura más destacables: la construcción de la ciudad en un período de tan sólo cuatro años -entre 1956 y 1960-, y que implicó el traslado de 60.000 migrantes. El tópico central del texto es el cruce entre la historia nacional brasilera y las experiencias vividas desde la subalternidad, en contraste con la literatura existente -para la épocacargada de una dimensión idealizada del proceso, y con la que el autor contrasta su perspectiva.

El texto está organizado en una introducción y cuatro capítulos basados en un recorte de los distintos niveles que caracterizan la situación de los trabajadores. La introducción se desarrolla sobre un eje teóricometodológico en el que se define la perspectiva conceptual que adopta el autor, basado en tópicos marxistas y en la línea de la economía política; y un eje histórico en el cual pone en situación el proyecto de construcción de la capital y la ideología nacionalista dominante que lo impulsa.

El autor comienza por el estudio de la ideología que impulsa el proyecto, y en ese proceso, va construyendo una caracterización de Brasilia plausible de ser comparada con otros casos en donde la forma productiva adoptada adquiere dimensiones particulares. Por ello, enmarca “La Obra del Siglo” -como fue denominada esta construcción-, en el marco de un gran proyecto de construcción civil. La unidad de análisis es retomada como una totalidad dotada de particularidades que obedecen -en mayor medida- a decisiones políticas más que a una lógica de rentabilidad económica. Por lo tanto, es central en el recorrido del texto, el papel del Estado a través de la empresa constructora estatal -Compañía Urbanizadora de la Nueva Capital, NOVACAP- que organiza la producción en el territorio y construye el espacio social en el que se dirime la situación de los trabajadores.

El aislamiento de la zona elegida -tanto en términos geográficos como de los centros de poder-, y el enorme dimensionamiento de la obra –gigantismo-, constituyen dos características estrechamente vinculadas entre sí. Ambas explican las condiciones objetivas que, sumadas a la decisión política de entonces, determinan que la empresa estatal se constituya como fuente de poder político y que el territorio de la construcción adquiera aspectos de enclave en donde la subordinación de los individuos en su cotidiano obe dece a los intereses vinculados a la construcción, y no a las leyes de la nación.

Este gran proyecto se caracteriza por demandar un gran cantidad de trabajadores -migrantes- hasta su fecha de inauguración, tiempo en el cual se llega al fin de los requerimientos de producción y -repentinamente- esta fuerza de trabajo queda desocupada, que según los planes del gobierno, debiera abandonar la zona, “…la cuestión del porqué aquellos que construyeron la ciudad no tuvieron derecho a permanecer en ella.” (Lins Ribeiro 2006: 16).

Por otra parte, en el plano ideológico se concibe como una obra de redención nacional, sentido que también determina la subjetividad de los trabajadores frente al conflicto capital-trabajo y la necesidad de aumentar los ritmos de producción. En este sentido, es interesante la recuperación de la categoría de pioneros para designar a los trabajadores, directamente relacionados con la expansión de las fronteras del país hacia el interior. Según uno de los relatos, “éramos verdaderos esclavos, pero esclavos de un ideal” (Lins Ribeiro 2006: 173).

En el primer capítulo, se remite a la caracterización de los trabajadores, reconstruyendo -a través de categorías analíticas- el perfil de los trabajadores seleccionados y las diferencias internas entre ellos, lo que resulta relevante en tanto no concibe una masa homogénea de trabajadores. Organiza estas diferencias de acuerdo a: 1) trayectorias laborales previas, 2) la composición de la fuerza de trabajo en trabajadores solteros, casados sin familia y trabajadores con familia, 3) la diferencia entre personal calificado y no calificado; 4) las relaciones de amistad que exceden el dominio de la producción como el surgimiento de regionalismos como sustituto de la red de cooperación recíproca basada en el parentesco y la vecindad; y por último 5) trabajadores contratados por la compañía estatal, a diferencia de los contratados por firmas particulares, que contaban con mayor seguridad en el empleo. Estas distinciones permiten dar cuenta de la heterogeneidad de situaciones y desentrañar la lógica de selección de las empresas constructoras que centran su demanda en trabajadores jóvenes, sin problemas de salud, sin familia, y preferentemente con calificación. Por otro lado, la preeminencia de hombres solos determina una restricción de la existencia de la esfera doméstica en el territorio -expresado fundamentalmente por la escasez de mujeres y de viviendas para familias- que garantiza la subordinación de la reproducción de los trabajadores a la esfera de la producción. En tanto que el emplazamiento de la producción es provisorio, es explícito el desinterés en la sedentarización de los trabajadores a través de las restricciones a la instalación de familias, factor de reproducción de la fuerza de trabajo y de la vida social.

El capítulo siguiente describe de manera exhaustiva el espacio de reproducción de la fuerza de trabajo, los campamentos, a la vez que demuestra una completa subordinación del espacio no productivo al productivo. El campamento es un costo asumido por la construcción en función del ejercicio del control cotidiano de la fuerza de trabajo y su inmovilidad. En este sentido, el campamento es una totalidad subordinada a la administración del proceso productivo que asegura continuidad, asiduidad y puntualidad de los trabajadores, a la vez que regula los tiempos no productivos y las reglas de comportamiento -ocio y alimentación- según los requerimientos de la obra y no sobre la base de las necesidades de los sujetos. El campamento como forma de vivienda hace efectiva la subordinación de la vida cotidiana del trabajador a la esfera productiva.

En el tercer capítulo, se concentra en la descripción y análisis de la esfera productiva y las distintas formas de explotación a las que se ve sometida la fuerza de trabajo. La excepcionalidad del ritmo de producción conocido como “ritmo Brasilia” impone una distinción clásica entre la extensión de la jornada de trabajo y la intensificación de ella. La extensión de la jornada es ipso facto lo que constituye el real aumento del salario mínimo por encima de la media nacional. La evaluación subjetiva de la posibilidad de agregar horas extras, transfiriendo tiempo libre al tiempo de trabajo aparece como una opción o deseo del trabajador. Por otra parte, la intensificación de la producción a través de la tarea -contrato negociado por tiempo-, y la empreitada -remuneración fijada en términos del producto final-, permiten que el operario se autoadministre e incremente el ritmo de la producción.

De ambas formas de elevar el ritmo de producción se deduce que el tiempo libre es el tiempo mínimo de descanso fisiológico y cultural indispensable y que el fetichismo del salario se constituye como un obstáculo que impide el movimiento político y se tiñe de la ideología de redención nacional.

El cuarto capítulo analiza los conflictos surgidos del gran proyecto, agrupados en tres grandes grupos problemáticos, reconstruidos por el investigador, en función de la creciente intensidad que representaron -el tiempo de ocio, la alimentación en los comedores y la vivienda-. Esta última fuente de conflictos remite a la falencia del proyecto del Estado y su provisoriedad, tanto por la presión demográfica ejercida en la Ciudad Libre como por las llamadas “invasiones” de tierras que dieron lugar al surgimiento de ciudades satélite.

Ante los conflictos, resalta la actuación de la Guardia Especial de Brasilia -GEB-, la policía que se asienta sobre el territorio y bajo la administración de la NOVACAP. Por ser los representantes directos de la dominación y órgano mediador de conflictos a través de la violencia, la GEB es la expresión final del control político que la NOVACAP ejerce sobre los trabajadores. Por otra parte, el tratamiento de los conflictos demuestra que no es el salario el foco de reivindicaciones sino el mejoramiento de las condiciones de vida.

En la conclusión en la que remite a la conceptualización de los grandes proyectos y sobre las que desarrollará su trabajo futuro. En este caso, Brasilia se representa como un caso paradigmático de una totalidad compleja como son las grandes obras de construcción civil.

El capital de la esperanza es una excelente etnografía que incorpora el relato histórico de una de las obras más emblemáticas de América Latina a la vez que representa un contexto de producción intelectual latinoamericana signada por la recuperación de las voces silenciadas de la dominación.

Analía M. García – CONICET, Facultad de Filosofía y Letras, UBA. E-mail: analiagarcia9@fibertel.com.ar
Hernán M. Palermo – CONICET, Facultad de Filosofía y Letras, UBA. E-mail: hernanpalermo@yahoo.com.ar

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Nosotros vamos a estar acá para siempre. Historias tobas – GORDILLO (IA)

GORDILLO, Gastón. Nosotros vamos a estar acá para siempre. Historias tobas. Gastón Gordillo. Buenos Aires: Biblos, 2005. 222 p. Resenha de: CARRERA, Vleria Iñigo. Intersecciones en Antropología, Olavarría, n.7, ene./dic., 2006.

El “rescatar para la posteridad” la experiencia de pueblos exóticos “condenados a la extinción” ha sido asumido históricamente como postulado en la producción de conocimientos en antropología, reproduciéndose (ingenuamente, quizás, pero hasta qué punto es la pregunta) en ciertas construcciones académicas actuales. Sobre este postulado se han sustentado en gran medida las tradiciones de estudios antropológicos en la región del Gran Chaco, habiendo derivado en la elaboración de ficciones etnográficas que terminan por hacer abstracción de las condiciones sociales e históricas que subyacen a la producción de las formas de la conciencia que pretenden aprehender. Abstracción que suele ir de la mano con un desligamiento de cualquier tipo de compromiso real con la práctica de esos pueblos.

Si atendemos a la trayectoria etnográfica de Gordillo, no me parece descubrir ningún secreto al afirmar que se ubica en el extremo opuesto a aquella tradición disciplinar. Lo cual queda claramente evidenciado en la obra que aquí nos ocupa. Nos hallamos ante el despliegue de la historia de la gente toba (qomle’ec) del noroeste de Formosa, tal como ellos la recuerdan. A lo largo de las páginas se suceden relatos referidos a: las antiguas prácticas de subsistencia asociadas al monte, los enfrentamientos con el ejército, la colonización criolla en sus territorios, la evangelización anglicana, las migraciones laborales a los ingenios azucareros de Salta y Jujuy, los cambios en el curso del río Pilcomayo, las formas actuales del trabajo asalariado y la lucha por la propiedad de la tierra. Son estas distintas experiencias, que han marcado profundamente la historia de estos grupos y configurado sus prácticas cotidianas, las que, ordenadas de acuerdo a una cronología temporal, configuran el esqueleto del trabajo.

Producto de quince años de investigación entre los tobas del oeste formoseño, sustentado en un extenso trabajo de campo y en una importante investigación histórica, y fundamentalmente, producto de un comprometido proceso de reconstrucción de la memoria social, el trabajo claramente se distancia en varios sentidos y de manera crítica de aquellas invenciones literarias ficcionales. Quisiera comenzar esta reseña entonces destacando sus méritos.

Un primer aspecto destacable es la explicitación de las relaciones de producción que subyacen a la producción de los relatos. En la introducción misma el autor explicita el objetivo de este proyecto de recuperación de la memoria histórica: que las comunidades tobas cuenten con un registro escrito de su pasado accesible tanto a las propias comunidades como a un público general. Objetivo compartido y acordado, en tanto la necesidad de escribir la propia historia constituye a la vez un interés y una demanda de las propias comunidades tobas. Y objetivo claramente político, en tanto esa historia propia es pensada como instrumento que contribuya a un análisis de las fuerzas que han creado el presente y a una producción crítica de las futuras condiciones de vida. Es entonces en función de lo que está en juego en el presente que debemos leer las representaciones de su pasado a las que dan forma los tobas.

Al encarar una demanda, reconocida y problematizada como tal de manera conjunta, Gordillo avanza en la producción de relatos que dan cuenta de la manera en que recuerdan y se representan el pasado. La forma que adopta esta narrativa histórica es una en la que son protagonistas tanto la numerosa gente toba que ha acompañado al autor en sus viajes etnográficos y producciones científicas, como el propio autor, al que le cabe la selección, edición y organización de los relatos en base a criterios que buscan ser fieles a las experiencias de la gente, así como la articulación y contextualización de esos relatos a partir de introducir ciertos elementos que hacen inteligible, anclan y problematizan lo narrado en tanto aparente reflejo de una realidad transparente. Al desnaturalizar, vuelve necesarias las prácticas y experiencias de los tobas, liberándolas de arbitrariedad sin justificarlas, al reconstruir las condiciones materiales que las determinan.

Aquí se revela un segundo aspecto valedero del trabajo. Y esto en un doble sentido. El primero de ellos: Gordillo hace gala de una fuerte base documental. Los documentos que aporta, producidos por exploradores y misioneros dando cuenta de su propia experiencia con los tobas, posibilitan un juego de ida y vuelta con los relatos de los narradores. Por otro lado, acostumbrados a encontrarnos con magras producciones que se restringen a una mera representación de la voz de los otros, basadas en el imperativo autoimpuesto de recuperar el “punto de vista del nativo” (históricamente parte del programa de la construcción de conocimiento antropológico), gratifica enfrentarse a un texto que supera esa operación naturalizadora. Así, a diferencia de otros (gran parte) de los antropólogos, que parecen imaginar que la historia misma les es relatada por boca de los sujetos entrevistados, a la manera de una “verdad revelada”, Gordillo nos muestra cómo se puede realizar un trabajo serio sobre la memoria. Y, ¿de qué forma lo hace? Al no caer en una pretensión mimética con los sujetos; pretensión científica y políticamente peligrosa en tanto voluntarista, ingenua y fundada en una falsa equiparación de saberes. Al no verse obligado a detenerse y aceptar sin discusión lo que los tobas se representan acerca de su práctica real, evidenciando “olvidos” y tensiones existentes en los relatos sobre determinados hechos, propiciando el recuerdo de otros aspectos de esos mismos hechos.

Hechos de un pasado reciente (pero no tan sólo) que nos ponen frente a otro de los aspectos saludables del texto: el trabajar sobre un tiempo histórico. Lejos de constituir un muestrario descriptivo y desarticulado de relatos exotizados y divorciados de la materialidad de las experiencias concretas de las personas, los relatos que conforman el libro refieren a las trayectorias sociales, laborales, territoriales de las comunidades. En este sentido, el trabajo revela un distanciamiento de las producciones académicas que mencionara inicialmente de “rescate etnográfico” de “poblaciones arcaicas” a partir de sus narrativas “míticas” en tanto locus privilegiado de la conciencia de estos “otros”, que niegan todo otro tipo de narrativas y, al hacerlo, legitiman los presupuestos de irracionalidad de esos pueblos desde los que son interpelados por la narrativa historiográfica del poder. Contribuye así a la crítica, siempre necesaria, de la imagen ilusoria del indígena del Gran Chaco cargada de esencialismo y ahistoricidad. Imagen persistente no sólo en la academia sino también en el discurso y la práctica de organismos gubernamentales y de medios masivos de comunicación.

Continuando con el trasfondo teórico-metodológico, el trabajo busca superar la distinción entre memoria e historia, y las antinomias construidas en torno a esa distinción (cultural/histórico, subjetivo/objetivo, entre otras posibles). Excedería ampliamente los límites de esta reseña (y tampoco se encuentra entre los propósitos del libro) ahondar en el debate acerca de las posibles convergencias y divergencias entre la memoria y la historia, en tanto formas del conocimiento del pasado. Sí decir que el trabajo aporta a una saludable ruptura con distinciones que terminan por ser abstractas, bizantinas y estériles si se las abstrae de prácticas etnográficas concretas.

Por último, la reconstrucción de la memoria sobre las trayectorias sociales de los tobas contenida en este trabajo nos conduce necesariamente a formularnos de manera reflexiva las siguientes preguntas respecto de una propuesta etnográfica de esta naturaleza: ¿qué recordar?, ¿cómo recordar?, ¿para quién recordar?, ¿cómo transmitir?, y ¿por qué transmitir?

Recuperando un terreno de discusión abierto por el libro, esto es, la cuestión de la subjetividad en la dinámica de la producción de conocimientos de lo social (la del etnógrafo y la de los sujetos con los que desarrolla su trabajo), ¿es posible dar cuenta de una memoria social sumando relatos individuales? En otras palabras, ¿puede identificarse la memoria colectiva con una condensación de memorias individuales?; y más aún, ¿cuál es la validez del establecimiento de una relación directa entre cantidad de subjetividades y grado de representatividad? Sin correr grandes riesgos, podemos afirmar que existen configuraciones de la memoria características de cada sociedad, y al interior de estas configuraciones, variaciones individuales sobre las experiencias colectivas; y que, por otra parte, distintos puntos de vista individuales no conforman distintas subjetividades sociales. La memoria colectiva no es nunca unívoca, sino que se trata de una memo ria dinámica, contradictoria, que revela ambigüedades, continuidades y discontinuidades. ¿Cómo dar cuenta de la heterogeneidad de voces y a la vez del carácter social de la memoria? El autor sostiene que distintas personas recuerdan un mismo evento de forma diversa y, frente a esto, su intento por capturar esa heterogeneidad de voces en la pretensión de una construcción intersubjetiva conjunta que resulte de relaciones sociales históricamente determinadas.

Caben aquí dos señalamientos, a modo de interrogantes que el libro pone en juego. Por un lado, tratándose de un interés compartido y coparticipado, ¿cómo avanzar en la generación de instancias colectivas de activación de la memoria, más acordes tal vez a la construcción de un nuevo saber crítico, que trascienda la producción de relatos individuales que confluyen en una visión acordada del pasado? Por otro lado, reconociéndose el autor en la particularidad de su lugar, poniéndolo en tensión frente al conocimiento y la práctica de los sujetos interpelados, asumiendo que no es un sujeto neutro, entre otras cosas porque, al igual que aquellos, habla desde algún lugar desde el cual es visibilizado, no pretendiendo posicionarse en una ficticia situación de equidad ni involucrarse en un juego de interpretaciones, ¿cómo avanzar en la problematización de las relaciones de poder que se juegan en el proceso etnográfico, y más específicamente, en la transcripción y objetivación de experiencias etnográficas colectivas en un registro textual individual?

Preguntas que revelan los riesgos que se corren al hacer un trabajo de esta naturaleza. Lo cual no quiere decir que no valga la pena correrlos. Parafraseando a Marx los antropólogos no han hecho más que interpretar al mundo de diversas maneras, pero de lo que se trata es de transformarlo. En este sentido, Gordillo, en tanto etnógrafo, y su texto, en tanto producto, toman el camino más inteligente de entre aquellos posibles, aportando a la construcción de un conocimiento socialmente relevante y políticamente implicado que encuentra variadas instancias de validación. Dejándonos una pregunta final: ¿cuáles son las potencialidades y cuáles los límites de un proceso de reconstrucción de la memoria social en relación con la producción de una historia crítica de los procesos vividos?

Valeria Iñigo Carrera – Valeria Iñigo Carrera. Instituto de Ciencias Antropológicas, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires. Jerónimo Salguero 733, 5 B, (1177) Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina. E-mail: valsic@yahoo.com

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Memorias de Villa Clara – FREIDENBERG (IA)

FREIDENBERG, Judith Noemí. Memorias de Villa Clara. Buenos Aires: Antropofagia, 2005. 80 pp. ISBN 987-21397-9-6. Resenha de: DUPEY, Ana María. Intersecciones en Antropología, Olavarría, n.7, ene./dic. 2006.

Una cuantiosa bibliografía desde diversas disciplinas focaliza el estudio de la memoria como un componente constitutivo de los procesos de identificación personal y social. En el marco de esta área de reflexión Judith Freidenberg en su libro “Memorias de Villa de Clara”, realiza una doble contribución original. Por un lado, explicita cómo se trama y desarrolla socialmente el procesamiento de la reconstrucción del pasado vivido y experimentado por los pobladores de una comunidad localizada en la provincia de Entre Ríos, Argentina y por otro, cómo se plasman los productos, que resultan de esos procesos, y qué usos sociales se les asignan, en particular en el campo de la comunicación y la educación.

La singularidad de la obra radica, en que su autora ha trabajado con tres clases de registros oral, escrito y de los objetos, que son individualizados en capítulos distintos pero que entablan una relación dialógica entre ellos. El primero de los registros, es el verbal, resultado del entramado de un conjunto de voces, en clave polifónica, que cuentan la historia de Villa Clara a través de la vida cotidiana del trabajo y de la familia y el desarrollo de las instituciones de la vida colectiva. Dicho entramado oral, producto de las historias de vida narradas por los pobladores, es trasladado a la escritura. La textualización se procesa de dos modos diferentes: el constituido por la multiplicidad de las voces individuales de los pobladores, y el elaborado por la autora que resalta el carácter plural del tejido de la memoria de Villa Clara, indicando el peso de la opinión de los pobladores en los consensos y disensos con respecto a lo relatado. Esta operación de textualización se complementa con material visual (fotos y copias de documentación escrita) que buscan hacer presentes marcos de referencias temporales, espaciales y sociales, distantes para los lectores. Pero, también, la vivencia íntima y subjetiva de lo relatado como ilustra la inclusión de fotografías de manuscritos personales.

La segunda sección del libro ofrece un itinerario de los acontecimientos que han quedado fijados por medio de la escritura en documentos históricos y obras de investigación histórica, que se encuentran en los archivos de la comunidad de Villa Clara. La comparación de este recorrido con respecto al anterior echa luz sobre las diferencias acerca de lo que retienen del pasado los actuales pobladores de Villa Clara, con respecto a aquellos hitos de la historia de Villa Clara, que merecieron fijarse en documentos escritos y se relacionan con el desenvolvimiento de la vida institucional y del ámbito público de la comunidad.

Un tercer contrapunto sobre los registros de la memoria antes referidos surge de la puesta en escena de la memoria de Villa Clara a través de los objetos reunidos en una institución pública comunitaria: el Museo Histórico Regional de Villa Clara. La autora nos ofrece una visita guiada visualmente de la exposición. Textos y fotografías se articulan en una solución de contigüidad para acercar al lector a la memoria que actualiza el museo. Esta última por las elecciones de los objetos a exhibir, los agrupamientos a los que se los someten, y los rótulos que se le asignan se repliega sobre acontecimientos institucionales y de la vida privada y pública de los colonos inmigrantes; poniendo acentos diferentes con respecto a la memoria desarrollada a partir de los registros orales en la que se resalta la continuidad entre la vida de campo y la ciudad, las vinculaciones entre los distintos sectores sociales (profesionales y campesinos) y la riqueza de la dinámica de las interrelaciones multiétnicas. La exhibición del museo se concentra, mayormente, en la vida de los pobladores de la ciudad de origen migratorio, en el desenvolvimiento de las instituciones (más próxima al registro histórico) identificando la historia de Villa Clara con la de los inmigrantes.

Pero la originalidad del trabajo de la Dra. Judith Freidenberg no sólo radica en poner en relación dialógica registros tan diversos sobre la memoria social de Villa Clara, sino en el proceso metodológico que ha llevado a cabo para acceder a una muestra representativa de los residentes de Villa Clara, mediante el mapeo etnográfico de la ciudad, y la presentación pública de las historias contadas por los residentes para su evaluación por parte de la audiencia y su reprocesamiento. Ha tensionado a través de la puesta en escritura tres clases de registros de la memoria de Villa Clara poniendo de manifiesto voces intimistas, públicas, esperanzadas, desilusionadas, conciliadoras, disidentes, nostálgicas, que dan cuenta de la vida cotidiana pero también de acontecimientos extraordinarios de allí que el plural expresado en el título de la obra y en la foto que lo acompaña indican una anticipación cumplida. Asimismo, el libro opera no sólo como un vehículo de comunicación de información sino como una herramienta de apropiación del saber del pasado y del saber hacer el pasado, de la cual pueden surgir múltiples e inéditos usos sociales.

Pero “Memorias de Villa Clara” también es un instrumento para quienes se interesan por la práctica antropológica en relación con la gestión comunitaria de temas como la memoria y el patrimonio, porque permite acceder al producto de una experiencia concreta llevada a cabo por una especialista que no sólo posee una dilata experiencia en la materia sino que, también, ha reflexionado y reflexiona acerca de la misma. Es una obra que interpela a los profesionales de las Ciencias Antropológicas a sumarse al debate sobre los desafíos de cómo llevar al campo de la gestión el saber disciplinario y cómo este último, al mismo tiempo, se potencia.

Ana María Dupey – Ana María Dupey. Sección Folklore, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires. Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano. E-mail: ana@bibapl.edu.ar

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Global Archaeological Theory. Contextual Voices and Contemporary Thoughts – FUNARI et al (IA)

FUNARI, Pedro Paulo A.; ZARANKIN, Andrés; STOVEL, Emily. (Ed.). Global Archaeological Theory. Contextual Voices and Contemporary Thoughts. Nueva York: Kluwer Academic/ Plenum Publishers, 2005. Resenha de: GNECCO, Cristóbal. Intersecciones en Antropología, Olavarría, n.7, ene./dic., 2006.

Global archaeological theory reúne veinte artículos (además de la introducción y la discusión) teóricos sobre distintos temas y campos de intervención de la arqueología actual; nueve de ellos fueron publicados (en español y portugués) hace siete años en las memorias de la I Reunión Internacional de Teoría Arqueología en Suramérica. Si consideramos que quince de los veinte artículos fueron escritos por arqueólogos suramericanos hay que empezar por señalar que este es un libro singular (y atrevido) porque por primera vez una editorial prestigiosa y de amplia circulación internacional publica (en inglés) un libro de teoría arqueológica dominado, por lo menos demográficamente, por intelectuales no metropolitanos y no anglo-parlantes.

Puesto que las virtudes y defectos del libro son globales (como su título), es decir, de la totalidad del texto y no de la particularidad de los artículos que contiene, sólo haré alusiones generales; en cualquier caso no tendría sentido presentar los argumentos básicos de cada uno de los artículos (lo que hacen las reseñas convencionales sobre libros colectivos) porque esa tarea ya fue hecha por los editores en la Introducción. Además, mi labor de reseñista se ve limitada (y alterada, seguramente) por el hecho de que el libro ya incluye una buena reseña (la Discusiónque cierra el volumen, escrita por Matthew Johnson) que ofrece argumentos que comparto. Aunque mi lectura del libro editado por Funari, Zarankin y Stovel no escapa de los prejuicios producidos por la maldición intertextual espero discutir asuntos que Johnson no cubrió o apenas mencionó al pasar.

La importancia del libro descansa en (a) su amplitud temática y variedad de puntos de vista teóricos, lo que pone en evidencia la apertura de la arqueología contemporánea, y (b) en el hecho de que fue concebido y producido desde un lugar no tradicional de enunciación (que podemos llamar periférico). Los dos aspectos están interrelacionados porque la apertura arqueológica no sólo es disciplinaria (lo que permite interpretaciones diferentes, originales y creativas) sino también política (lo que hace posible una participación más amplia y horizontal de distintos actores en la producción, circulación y consumo de discursos arqueológicos). Este libro es producto de esa apertura; sin embargo, un texto que se auto-inscribe en el descentramiento de la producción discursiva y que se ufana de presentar «una mirada desde la periferia» debería ser sensible a los actos simbólicos. El hecho de que los artículos que preceden y anteceden a los demás (encerrándolos entre sus brazos protectores) hayan sido encargados a dos prominentes arqueólogos ingleses (Thomas y Johnson), identificados con las tendencias más críticas y reflexivas de la arqueología contemporánea, puede ser leído como una suerte de bendición que las autoridades establecidas (no importa que tan iconoclastas sean o, para ser más justo con la historia, hayan sido) otorgan, benévolamente, a la madurez de la teoría arqueológica periférica. Quizás Johnson comparta este comentario si llega a leerlo, aunque lo dudo (no dudo que lo comparta, aunque también, sino que lo lea; bien sabemos que nuestra principal desventaja -¿desventaja?- es escribir en español, un idioma apenas vernáculo en el mundo del colonialismo académico); de lo que sí estoy seguro es que comparte conmigo (aunque debería decir, mejor, que comparto con él para respetar la precedencia intertextual) la idea de que los editores hacen sobre-valoraciones indebidas que configuran un horizonte moral que no se realiza, por lo menos no en este libro.

La Introducciónresalta dos asuntos (el compromiso político y la acción crítica) que no están cubiertos por todos los artículos o que sólo son mencionados marginalmente por algunos; este hecho produce una afirmación exagerada que milita en contra de la integridad teórica y de la originalidad del libro y de su capacidad de convertirse en un punto de inflexión en la abundante literatura teórica en arqueología (cada vez más numerosa y cada vez menos original). La “posición política crítica”, que los editores presentan como una de las características más importantes de la arqueología progresista (los editores la llaman «postprocesualista » pero ese término es demasiado general, impreciso e indigno de una ortodoxia que debería garantizar, por lo menos en el generoso universo de la nominación, la sucesión crítica de una heterodoxia esperada que habría de llamarse, pedregosamente, post-postprocesualismo), no aparece en varios artículos (la mayoría) que sólo (¿sólo?) discuten asuntos disciplinarios, aunque con gran sofisticación teórica. Este hecho podría acomodarse señalando que algunos artículos son sensibles a la consciencia política y, quizás, al compromiso político (los textos de Ana Cristina Piñón Sequeira y Lúcio Menezes Ferreira, por ejemplo); el llamado post-procesualismo, después de todo, es un bazar inmenso y desigual que agrupa perspectivas variadas, muchas de las cuales no se han preocupado por la dimensión política de su discurso en el presente y el futuro aunque se hayan preocupado por la política en el pasado.

La otra afirmación exagerada es consecuencia de la primera: no entiendo el énfasis en acción crítica, señalado por los editores como una característica saliente del libro (es decir, de los artículos que lo componen). El énfasis en acción es una herencia del materialismo histórico, incapaz de concebir la práctica por fuera de la transformación que pone en movimiento. Si por acción los editores entienden el compromiso y la conciencia política (como mi lectura de la Introducción me lleva a creer) entonces lo menos que puedo decir es que la mayor parte de los artículos hace caso omiso del horizonte praxeológico. ¿Cuál es el propósito y el sentido de hablar de acción si sólo queda enunciada? Una posibilidad, que no hacen explícita los editores, es que la idea de acción abordada en los artículos provenga de la perspectiva de agencia, tan popular en la arqueología contemporánea. Las teorías centradas en agencia recuperan (o adoptan por primera vez) la centralidad del individuo en la red de significaciones que llamamos cultura y su capacidad de transformarla continuamente. Las dos ideas son en apariencia similares (al fin y al cabo las teorías sobre agencia reconocen una deuda genealógica con el materialismo histórico) pero las separa una diferencia prominente: mientras la concepción marxista de la acción es política en el presente las perspectivas de agencia en arqueología son, generalmente, política en el pasado (es decir, política desde una perspectiva disciplinaria auto-contenida, no contextual). Algo similar pasa con la significación otorgada a la crítica. Si los artículos del libro tienen una perspectiva crítica ésta es disciplinaria en el sentido de que buscan expandir los límites de las interpretaciones arqueológicas, constreñidos por la estrechez de la mirada científica; su dimensión crítica, sin embargo, no es contextual. De cualquier manera, entonces, el énfasis en acción y crítica es exagerado o sólo enunciativo; como agenda es fundamental, como señalaré enseguida, pero no se desarrolla en este libro.

La Introducción, que expresa el propósito deliberado de los editores (y, uno podría esperar, también de los autores de los artículos, aunque este no es el caso) señala que la mirada desde la periferia, que este libro representa de una manera casi fundacional en términos de su aparición en el mundo académico metropolitano, es fundamentalmente crítica porque “las experiencias y condiciones críticas engendran pensamiento crítico”. Puesto que la afirmación no tiene solidez lógica (muchas condiciones críticas no generan pensamiento crítico; la marginalidad no siempre es sinónimo de reflexividad y de consciencia) habría que decir, mejor, que las propuestas desde la periferia deben ser críticas. ¿Por qué?; ¿cuál es el sentido de este imperativo moral? La conciencia periférica (a pesar de las críticas que pueda hacerse al modelo centro-periferia por ingenuo y poco realista en su análisis de la producción y reproducción cultural) es política y resulta básica en los procesos de descolonización. ¿Es crítica, reflexiva y contestataria la producción cultural periférica? No siempre; mucha producción periférica, como es el caso de varios artículos de este libro, no se aparta de la complacencia que caracteriza el consenso disciplinario edificado en los centros metropolitanos. ¿Debe ser crítica, reflexiva y contestataria la producción cultural periférica? Este ya es otro asunto (situado, cómodamente, en el pantanoso terreno del moralismo) y la respuesta exige un contundente sí porque la conciencia periférica debe llevar a entender (y contestar) la condición colonial contemporánea. Este libro, concebido y producido desde un lugar no tradicional de enunciación (lo que lo situaría, de entrada, en una posición privilegiada para el ejercicio crítico), poco contribuye a la descolonización de la disciplina y de las sociedades cuya historia (y con ella su identidad y su proyecto de vida) fue conculcada por el aparato cronopolítico occidental (del cual la arqueología forma parte prominente); aunque es cierto que no tendría porque haberlo hecho (no todos los arqueólogos están interesados en los proyectos descolonizadores) resulta paradójico que aparezca como un propósito de los editores.

Hasta ahora he dicho lo que el libro no es y quizás esa perspectiva pueda ser vista como malintencionada: siempre es posible esperar más de algo porque el universo del deber ser es un inmenso campo abierto en el cual cabe de todo, incluso lo menos indicado; siempre es posible esperar que algo sea como se quiere, no como realmente es. Lo que he dicho que el libro no es, sin embargo, está basado en lo que los editores señalaron como el horizonte moral de su trabajo y en mínimos esperados de una enunciación hecha desde la periferia. Hecha esta observación ahora diré lo que el libro es. Muchas reseñas terminan pareciéndose al libro de balances contables de una empresa manejada con rigor y con cierta posibilidad de éxito: las pérdidas no son mayores que las ganancias. Esta reseña no es distinta porque crea que la excepcionalidad es innecesariamente iconoclasta ante los ojos canónicos (lo que neutraliza su efecto) ni porque piense que el ejercicio crítico se ve mejor servido en la apología que en la denostación (lo que puede resultar complaciente) sino porque este libro es un objeto importante por dos razones. La primera ya la dije, pero la usé para argumentar sobre su carencia; así que la repetiré, pero mostrando su bondad: este libro contribuye a descentrar la producción de los discursos arqueológicos. Los editores del libro lo inscriben, con razón, en la tradición que inauguró la propuesta abierta y pluralista del WAC, es decir, el descentramiento disciplinario desde los centros tradicionales de enunciación (Europa occidental y Estados Unidos) hacia varios otros lugares, no sólo geográficos (como América Latina) sino también culturales (como los movimientos sociales). El descentramiento contesta la vieja idea de que las colonias producen la cultura mientras la metrópoli produce los discursos intelectuales que la interpretan, auto-asumiéndose como el único lugar legítimo de enunciación. El resultado de esa idea fue un patético colonialismo académico que devaluó las posibilidades locales de formación y de interlocución. Por eso es refrescante para la arqueología que su horizonte de producción se expanda y que aumenten las propuestas de interpretación que involucran nuevos actores. En el mundo multicultural, que organiza la sociedad en marcos de diferencia más rígidos y circunscritos que durante la modernidad, el espectro arqueológico está siendo ampliado y los lugares de su enunciación desplazados y contestados. Aunque el multiculturalismo es el signo de los tiempos el pluralismo (definido como la expresión horizontal de la diferencia) es una moneda de poco uso que debe ser construida, promovida, discutida y consensuada constantemente, muchas veces en medio del conflicto productivo; la enunciación desde la periferia (como la que hace este libro) apuesta por la utopía pluralista y por sus posibilidades de realización.

La segunda razón es de índole académica, pero no por ello menos importante. Los artículos del libro se inscriben en la batalla (que unas veces parece ganada, como cuando aparecen textos como este, y otras perdida, como cuando contemplamos la falta de creatividad e imaginación de la producción arqueológica dominante, por lo menos en términos estadísticos) entablada contra la rigidez y la predictibilidad de la ortodoxia eco-funcionalista; varios de ellos hacen propuestas inteligentes y originales que abren las fronteras de la interpretación.

Global archaeological theory debe ser leído por lo que propone, por lo que logra e, incluso, por lo que deja de hacer. No es frecuente que libros así aparezcan en la literatura arqueológica mundial. No es una ingenuidad chauvinista creer que señala un camino abierto en el cual la dominación y la arrogancia de la arqueología metropolitana sea enfrentada, cuestionada y debatida.

Cristóbal Gnecco – Cristóbal Gnecco. Departamento de Antropología, Universidad del Cauca, Colombia. E-mail: cgnecco@unicauca.edu.co

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Tafonomía Regional y Estudios Arqueofaunísticos de Cetáceos en Tierra del Fuego y Patagonia Meridional – BOTELLA (IA)

BOTELLA, Florencia. Tafonomía Regional y Estudios Arqueofaunísticos de Cetáceos en Tierra del Fuego y Patagonia Meridional. Oxford: British Archaeological Reports, International, 2004. 119p. Resenha de: CRUZ, Isabel. Intersecciones en Antropología, Olavarría,  n.6,  ene./dic. 2005.

Robert Blumenschine (1998) planteó que la habilidad que poseemos para “leer” el registro arqueofaunístico de manera confiable y verificable no está a la altura de la creatividad alcanzada por nuestras explicaciones acerca del pasado. El desarrollo desigual de estos dos aspectos de las investigaciones zooarqueológicas no se debe a la carencia de principios y modelos que nos permitan comprender el registro, ya que los mismos son muchos y variados. Según este investigador, los modelos tafonómicos han constreñido las interpretaciones, pero aún de manera insuficiente. La causa de esta inexplicable falta de profundización de los aspectos tafonómicos involucrados en la interpretación arqueológica es que muchos zooarqueólogos todavía se niegan a aplicar los modelos de esta disciplina en sus interpretaciones de los conjuntos que describen (Blumenschine 1998).

En la Argentina, la tafonomía ha tenido un desarrollo muy importante, especialmente a partir de los años ’80. Pero aunque hay una gran diversidad de temas, enfoques y disciplinas involucradas en los estudios llevados a cabo en el país, todavía son pocas las investigaciones arqueológicas que incluyen activamente a la tafonomía entre sus objetivos de trabajo. El libro de Florencia Borella, “Tafonomía regional y estudios arqueofaunísticos de cetáceos en Tierra del Fuego y Patagonia Meridional”, es uno de los casos que permiten evaluar los beneficios de la interacción entre tafonomía y zooarqueología, ya que muestra cómo se integran productivamente sus resultados para comprender las relaciones entre cetáceos y poblaciones humanas en el sur de Patagonia durante los últimos miles de años.

Las investigaciones presentadas a lo largo de este libro tienen como base el reconocimiento del potencial económico de los cetáceos para los cazadores- recolectores, ya que es posible el aprovechamiento de sus tejidos blandos (grasa, carne, barbas y vísceras) y la utilización de sus huesos para la confección de artefactos muebles y la construcción de estructuras diversas (refugios, enterratorios). Sin embargo, en diferentes lugares del mundo tanto la forma de aprovisionamiento (caza o carroñeo) como la utilización de estos productos debieron tener características particulares. Para poder desentrañar ambos aspectos en un espacio y tiempo específicos, la autora considera imprescindible implementar estudios tafonómicos que permitan comprender las propiedades que presentan los registros que servirán de base para las interpretaciones acerca del pasado. Es decir, tal como ella señala, su implementación de los estudios tafonómicos tiene que ver con necesidades estrictamente arqueológicas. En el marco de este problema de investigación, por lo tanto, la tafonomía aparece como una vía para aclarar, por un lado, el contexto paleoecológico dentro del cual funcionaron las sociedades bajo estudio y, por el otro, la mecánica específica de la relación entre huesos y agentes modificadores.

Las consideraciones teóricas acerca de la tafonomía se relacionan estrechamente con la elección y justificación de la escala de observación y análisis. En este sentido, actualmente las investigaciones tafonómicas abarcan desde el relevamiento de carcasas individuales o depósitos en un sector específico del espacio, hasta la diversidad de restos incluidos en un paisaje, una región e incluso un continente. El trabajo de Florencia Borella se encuadra en la tafonomía regional (Borrero 1988, 2000, 2001; entre otros), que es una entre las diversas perspectivas que abordan estudios tafonómicos en escala espacial amplia -la apropiada para entender la variabilidad del registro óseo en términos ecológicos-. Desde hace varias décadas, el desarrollo de la tafonomía regional en el sur de Patagonia ha permitido reunir un corpus de información útil para comprender el rango de procesos potenciales que afectan al registro arqueológico, a la vez que ha posibilitado contextualizar y fundamentar modelos e hipótesis acerca de diversos aspectos del comportamiento humano del pasado en la región. En el caso del libro que nos ocupa, la escala espacial es verdaderamente regional, ya que abarca el sur del continente, incluyendo sectores argentinos y chilenos de la costa atlántica de Patagonia continental e insular. Por otro lado, estos estudios tafonómicos también incluyen seguimientos longitudinales, que consisten en observaciones reiteradas a lo largo del tiempo en un mismo lugar. Es decir, se ha contemplado la variabilidad en sus dos dimensiones -espacial y temporal-, por lo que la información tafonómica producida constituye un instrumento adecuado para interpretar los restos arqueológicos, tanto aquellos para los que fue específicamente generado como para otros casos de la costa patagónica.

A partir de un objetivo general en el que se intenta conocer e interpretar los restos de cetáceos de depósitos arqueológicos de la región mencionada, Borella busca: 1) evaluar la integridad de los sitios costeros en relación a los restos de cetáceos, 2) conocer las trazas que puede dejar el comportamiento humano en estos restos, y 3) estimar la disponibilidad regional de este recurso en el pasado. En función de estos objetivos, a lo largo de todo el texto se suma el aporte de diversas líneas de investigación, tanto desarrolladas por la autora como por otros investigadores, para finalmente brindar un modelo del uso de los cetáceos en los diferentes sectores involucrados.

Los primeros capítulos de este libro están destinados a ubicarnos en el problema de investigación y sus fundamentos teóricos, la metodología utilizada para abordar los estudios tafonómicos y arqueofaunísticos, así como los antecedentes que existen al respecto. Un aspecto de sumo interés, especialmente para el público no especializado en el tema, es el aporte de información general acerca de los cetáceos en el Capítulo 3. Dentro de este Capítulo, los puntos que se destacan son la presentación de las particularidades del esqueleto de los cetáceos en relación al de otros vertebrados y las referencias sobre varamientos. Los huesos de los cetáceos tienen una estructura sin cavidades medulares y con abundante tejido esponjoso, lo cual favorece su utilización como materia prima para la confección de artefactos. Con respecto a los varamientos, Borella examina el comportamiento de diversas especies de cetáceos en relación con este fenómeno, establece la importancia de las características de la costa para que los mismos ocurran y, por medio de información actual e histórica, discute los términos a partir de los cuales es posible utilizar esta información para afirmar que la recurrencia de los varamientos en algunos sectores de playa durante tiempos prehistóricos debió ser similar a la actual.

En el Capítulo 4 se presenta la información etnográfica e histórica acerca de los cetáceos. Esta información es una de las fuentes que la autora utiliza para conocer la variedad de usos posibles de los cetáceos, tanto en lo que respecta a los productos utilizados como en lo que hace a los lugares de varamiento y posible aprovisionamiento, que son recurrentemente mencionados por cronistas y etnógrafos. Otro aspecto de interés, que Borella subraya especialmente, es la documentación del consumo de los cetáceos en el sur del continente, ya que a través de estudios etnoarqueológicos desarrollados en el Ártico canadiense, es posible afirmar que el aprovechamiento de la carne y grasa de estos animales no necesariamente deja trazas en el registro arqueológico.

Los Capítulos 5 y 6 presentan los resultados de los estudios actualísticos efectuados en Tierra del Fuego y Patagonia Meridional, respectivamente. Si bien estos estudios se implementaron en función de responder preguntas relacionadas con un registro particular (los sitios arqueológicos del sur de Patagonia), las investigaciones desarrolladas por Borella exceden este marco, ya que constituyen un aporte para la tafonomía de vertebrados en general. Muchos cetáceos son animales de gran tamaño corporal, especialmente en relación a los vertebrados terrestres del sur del continente. Por otro lado, su anatomía está profundamente influenciada por el hecho de ser animales marinos. Ambas características son de suma importancia desde el punto de vista tafonómico, ya que, al determinar la morfología y estructura de los huesos, definen en parte el modo en que los mismos serán afectados por los procesos de destrucción. Esto implica que aquellos principios tafonómicos derivados de observaciones de restos de otros organismos pueden no ser útiles para evaluar el registro óseo de los cetáceos, lo cual se refleja en la caracterización y evaluación de la acción de diversos procesos tafonómicos sobre los restos de cetáceos que se presentan en este libro. Por ejemplo, tal como es detalladamente explicado por Borella, la meteorización de los huesos de cetáceos presenta un patrón característico, diferente al determinado para otros mamíferos.

La interpretación tradicional de los restos de cetáceos recuperados en depósitos arqueológicos de la costa de Patagonia es la del consumo por las poblaciones humanas. Los capítulos restantes del libro, por lo tanto, están destinados a presentar la evidencia arqueológica de la región y discutirla en función de los resultados de los estudios tafonómicos, la evidencia etnográfica y etnoarqueológica presentada, el aporte de la geomorfología costera, la geoarqueología y algunos aspectos de la biología de los cetáceos. Como en otros casos de la historia de las investigaciones arqueológicas, los estudios tafonómicos llevados a cabo por Borella han constituido un importante estímulo para replantear las interpretaciones previas con respecto al comportamiento humano y su correlato en el registro arqueológico. Esto es sumamente importante en el tema que nos ocupa, ya que si bien la presencia de cetáceos varados en las playas actuales permite plantear su disponibilidad en el pasado, la evidencia arqueológica conocida hasta el momento no permite corroborar la hipótesis tradicional de consumo.

Según puede comprobarse a lo largo de los capítulos finales de este libro, en el sur del continente existen diferencias en el aprovechamiento de cetáceos y en la evidencia disponible. En la costa atlántica fueguina, la evidencia arqueológica recuperada está constituida mayoritariamente por instrumentos realizados sobre hueso de cetáceos, por fragmentos de huesos remanentes de la confección de artefactos y por fragmentos óseos de ballenas con huellas culturales que denotan alguna forma de uso. Es decir que, los restos de cetáceos con huellas culturales están relacionados fundamentalmente con la confección de artefactos. El caso de Patagonia meridional es muy diferente, especialmente porque los huesos de cetáceos recuperados son escasos y la información que los mismos brindan es dispar. En el norte de Santa Cruz hay evidencia de su uso para la construcción de chenques. En la costa del estrecho de Magallanes, en donde tanto las investigaciones tafonómicas como la información histórica y etnográfica señalan la ocurrencia reiterada de varamientos, se ha recuperado escasa evidencia del uso de restos de cetáceos para la construcción de artefactos. Sin embargo, en algunos sectores del estrecho se ha registrado la asociación de restos de cetáceos con materiales arqueológicos. Tal como han mostrado los estudios tafonómicos desarrollados por Borella, esta asociación es dudosa y los nuevos casos que se registren deberán examinarse a la luz de las investigaciones tafonómicas efectuadas. En síntesis, aunque no se descarta el consumo de grasa y carne de cetáceos por los cazadores-recolectores de Tierra del Fuego y Patagonia Meridional, la evidencia arqueológica disponible hasta el momento no puede dar cuenta de ello.

Como señaló Binford (1981), conocer la dinámica de las poblaciones humanas del pasado es imposible sin comprender el registro arqueológico. La tafonomía, como parte de las investigaciones arqueológicas, brinda la posibilidad de interpretar adecuadamente una porción del mismo -el registro arqueofaunístico- al tiempo que permite abordar aspectos de los contextos en los cuales se generaron los depósitos. El libro de Florencia Borella constituye una excelente muestra de ello.

Referências

Binford, L. R. 1981 Bones. Ancient Men and Modern Myths. Academic Press, Nueva York.

Blumenschine, R. J. 1998 Comments to Musterian Large-Mammal Remains from Kobeh Cave: Behavioral Implications (C. Marean y S. Y. Kim). Current Anthropology 39: S79-S113.

Borrero, L. A. 1988 Tafonomía regional. En De procesos, contextos y otros huesos, editado por N. Ratto y A. F. Haber, pp. 9-15. I.C.A. (Sección Prehistoria), F.F. y L. (U.B.A.). Buenos Aires.

Borrero, L. A. 2000 Ten Years After: esquema para una tafonomía regional de la Patagonia Meridional y norte de Tierra del Fuego. En: Desde el país de los gigantes. Perspectivas arqueológicas en Patagonia. Tomo I: 183-193. Universidad Nacional de la Patagonia Austral, Río Gallegos.

Borrero, L. A. 2001 Regional Taphonomy: The Scales of Application to the Archaeological Record. En Animals and Man in the Past. Essays in honour of Dr. A. T. Clason, editado por H. Buitenhuis y W. Prummel, pp. 17-20. ARC-Publicatie 41, Groningen, The Netherlands.

Isabel Cruz – Isabel Cruz. Unidad Académica Río Gallegos, Universidad Nacional de la Patagonia Austral. Lisandro de la Torre 1070, Río Gallegos, Argentina. E-mail: isabelcruz55@yahoo.com.ar

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The Fame of Gawa. A symbolic study of value transformation in a Massim (Papua New Guinea) society – MUNN (IA)

MUNN, Nancy D. The Fame of Gawa. A symbolic study of value transformation in a Massim (Papua New Guinea) society. Durham/London: Duke University Press, 1992. 331p. Reimpresión del original de 1986. Resenha de: MASSON,Laura E. Intersecciones en Antropología, Olavarría, n.4, ene./dic., 2003.

INTRODUCCIÓN

Mencionar el circuito Kula siempre fue para los antropólogos una referencia natural y obligatoria a Bronislaw Malinowski (1973 (1922)). Después de la publicación de The Fame of Gawa. A symbolic study of value transformation in a Massim (Papua New Guinea) society esta referencia debe hacerse extensiva al valioso y original aporte de Nancy Munn. La trascendencia de este libro, publicado originalmente hace casi dos décadas y aún no traducido al español, radica en que concentra varias preocupaciones contemporáneas de la antropología, sin duda poco discutidas en Argentina. Desde una lectura fenomenológica de la teoría de la práctica, The Fame of Gawa presenta una mirada diferente de los modelos de intercambio del clásico circuito Kula. Munn aborda aspectos tales como la construcción sociocultural del espacio y el tiempo, los problemas políticos y morales de la jerarquía y la igualdad, y la descripción de procesos de creación de valor en un espacio inter-islas. El análisis incorpora una perspectiva de género que reconoce la influencia de Annette Weiner (1976), quien renovó los estudios antropológicos de la región Massim e introdujo esta perspectiva a las discusiones sobre el kula. Mientras que Malinowski realiza su análisis a partir de la/s institución/es, Munn prefirió hacerlo partiendo del valor simbólico de las prácticas sociales. El relato se destaca por su coherencia interna. Así, su preocupación por la totalidad se refleja tanto en el análisis de la producción de valor en Gawa, como en la estrategia de construcción y presentación del argumento.

El libro se divide en cuatro partes. La primera está dedicada a la exposición del marco conceptual donde son definidos los conceptos claves para el desarrollo de un modelo antropológico sobre la creación y la transformación del valor en Gawa -pequeña isla del nordeste, de la región Massim de Papua Nueva Guinea-. El objetivo último de Munn es construir un modelo antropológico de la práctica como proceso simbólico partiendo del análisis de un caso etnográfico. Analiza la construcción del “mundo inter-islas Gawan” como parte de un proceso más amplio de creación de valor a través del cual los miembros de esa sociedad están comprometidos en la construcción y control de sí mismos y de su mundo social. En términos metodológicos la autora manifiesta moverse desde formas abiertas de acto (“mera facticidad”) a “relaciones internas” que dan formas significantes a los actos y especifican la naturaleza del valor producido. Dicho movimiento se da a través del análisis y explicación de significados culturales implícitos en las prácticas. Práctica (y/o acción) social son conceptos claves en la obra de Munn, lo cual resulta interesante en un análisis de porte estructuralista. Según Munn su trabajo “joins phenomenological and certain kinds of structuralist emphases frequently regarded as mutually exclusive”.

En la Parte II, Food transmission and spatiotemporal transformation, Munn se dedica a analizar la formación dialéctica del sistema simbólico de significados constituida a partir de determinadas prácticas sociales que tienen la capacidad de producir resultados, lo cual determina su valor o su proporción diferencial de potencia para crear un resultado. En el caso Gawa, este resultado sería la capacidad relativa de las prácticas para expandir el control espaciotemporal de los actores y de la comunidad como un todo. El acto creador de valor por excelencia es la transmisión de comida. Su opuesto, el consumo directo por parte del productor, no sólo reduce el tiempo de duración de la comida, sino quedestruye su potencial de creación de valor. A partir de esta dialéctica básica la autora analiza la relación de hospitalidad kula (skwayobwa) -considerada la base del intercambio kula-, el intercambio kula y el tipo de conversiones subjetivas posibles a partir de un acto de transmisión de comida, teniendo en cuenta que la persuasión es inherente al acto de dar comida. En las relaciones de hospitalidad, la comida es la persuasión no verbal y está en el centro de la relación. Mientras que en el intercambio kula el medio más importante de persuasión es el habla, actividad productiva necesaria para obtener “shells”. En este caso “habla” se opone a “comida”. La capacidad de persuadir y de tener un control más allá de si mismo, se refleja en el énfasis de la noción de recordar -los Gawans conectan el recuerdo con el acto de transmitir-.

Los intercambios kula crean, con sus viajes, un espacio-tiempo emergente que trasciende las transacciones inmediatas. Así, prácticas tales como hablar, recordar, olvidar, etc., son de vital importancia en la producción de un mundo común donde el resultado deseado depende de la habilidad de persuasión del dador. En el capítulo 5, Fame, Munn define a la fama como una conversión subjetiva positiva a través de una transacción particular, que deriva de un conocimiento externo de un otro distante a la transacción. Es un potencial de influencia sobre los actos de una tercera parte. Como código icónico y reflexivo la fama es una forma virtual de influencia, a través de la cual el actor se conoce a sí mismo, siendo conocido por otros. Este tipo de interpretaciones pone de manifiesto el carácter relacional del análisis de Munn, ejemplifica la coordinación de experiencias para la construcción de un mundo común inter-islas y apoya su supuesto de que la trama de significados constituye la existencia humana y que la realidad social es fundamentalmente simbólica.

Los valores positivos y negativos producidos en la tensión dialéctica del sistema simbólico en relación al consumo y transmisión de comida emerge en otros contextos bajo la forma de signos corporales denominados “qualisigns”. Existe una relación entre actos de comida y cualidades del cuerpo. Por ejemplo, comer mucho produce sueño. La pereza del cuerpo se convierte en un ícono de la negatividad de este espacio-tiempo intersubjetivo creado por el consumo como opuesto a la transmisión de comida. Esta relación entre los actos de comida y determinadas características son un reflejo de lo que la autora denomina un nexo subyacente de significados que es clave para entender la transformación del valor en Gawa y que actúa en diferentes contextos. La autora propone pensar el nexo (entire nexus) como una fórmula icónico-causal subyacente formada en la potencialidad del modelo de acción, el cual emplea tensiones dinámicas entre valores positivos y negativos en el proceso de formación del self y del self-other. Munn denomina a ese nexo relacional un patrón (template) o esquema generativo, intentando transmitir el sentido de una guía, una fórmula generativa que subyace y organiza significados en diferentes procesos o formaciones simbólicas abiertas, y que está disponible como una forma constructiva implícita para el manejo de la experiencia.

Partiendo del argumento de que este patrón gobierna tres ciclos de intercambios centrales, la Parte III del libro -“Exchange and the value template”- está dedicada al análisis de los intercambios matrimoniales, intercambios mortuorios y entretenimientos comunitarios, cada uno formando un modo particular de espacio-tiempo intersubjetivo. Para el último caso Munn analiza los dos entretenimientos comunitarios básicos: danza Drum y Comb, concentrándose primariamente en las formaciones simbólicas básicas de las transformaciones de valor positivas en ambas danzas puntualizando la manera en que los Gawans aseguran que éstas pueden ser socavadas por actos negativos. Por lo tanto estas prácticas están directamente ligadas a la demostración y mediación de jerarquía. Los intercambios mortuorios, por ejemplo, se caracterizan por los qualisignos de valor de los ritos, ítems del cuerpo decorado, directamente ligados al cuerpo de los participantes y en ciertas ocasiones intercambiados entre ellos. En ambos ciclos de intercambio, totalidad y jerarquía-igualdad son aspectos que aparecen implícitos en las prácticas, pero son puestos en evidencia con gran claridad en el Capítulo 6, dedicado al análisis de los intercambios matrimoniales. Los parientes del lado femenino dan comida, los parientes del lado masculino dan una canoa. La pareja nodal actúa como una unidad, es el tercer elemento que ofrece un lado diferente de los otros dos y hace de ellos una unidad (similaridad con el prerrequisito ternario del intercambio kula). A su vez el intercambio de la canoa debe ser considerado, según Munn, como parte del sistema kula inter-islas.

Las ideas de totalidad e igualdad están íntimamente relacionadas entre sí. La sociedad Gawa es fundamentalmente una sociedad igualitaria, donde cada individuo tiene autonomía, pero a su vez esta autonomía debe ser limitada a fin de que no ponga en peligro la igualdad. En este punto es donde juega un rol preponderante lasubversión del valor positivo simbolizada en las prácticas de brujería. Las brujas son identificadas con lo femenino, siendo una de las posibilidades de regular la jerarquía entre los géneros dentro del sistema Gawa. El patrón subyacente no sólo posee una tensión dialéctica entre valores positivos y negativos, sino que también tiene la posibilidad de subvertir un valor positivo en caso de que éste amenace el principio de igualdad.

El modelo totalizante presupone pares de opuestos que no se limitan a la elaboración de una lógica de oposiciones binarias como en el estructuralismo levistraussiano, sino que son concebidos desde una perspectiva Dumontiana de englobamiento del contrario y actúan dentro de una estructura generativa de valor. En este último aspecto es donde el aporte de Munn resulta más significativo. Las definiciones de género de las conchas kula, modelo de las relaciones políticas entre hombres y mujeres, son un buen ejemplo. El hombre debe influenciar a la mujer para ganar su consentimiento para los fines masculinos. El elemento femenino es visto como un lugar independiente de control que tiene que ser influenciado. En este contexto la “superordenación” del elemento femenino es evidente. Pero la polarización de género masculino y femenino es englobada por un orden más comprensivo. Desde que en el kula un collar debe ser convertido en brazalete y viceversa, cada objeto produce al otro, conteniendo su opuesto una potencialidad de él mismo. A través de la potencialización mutua en la circulación actual, las conchas crean una totalidad autoperpetuante.

Lo que trata de mostrar Munn en este proceso es la igualdad de los principios femenino y masculino cuyas asimetrías son resueltas en términos de la mutua necesidad y potencialización actual de cada uno en un proceso circular reversible. Munn logra dar una visión integral de la vida social de ese grupo, tratando la realidad como fundamentalmente simbólica y basada en la supuesta existencia de un esquema subyacente generativo que actúa en varios contextos del mundo Gawa. Al considerar a la existencia humana como una trama de significados, todas las prácticas y entidades incluidas en ella tienen la misma importancia analítica -sean materiales como comida o canoa, o inmateriales como fama- en tanto todas son prácticas significantes.

El modelo elaborado por Munn parece ponerse verdaderamente a prueba en el último capítulo del libro: “Didactic speech, consensus, and the control of witchcraft”, donde la autora admite, aunque no explícitamente, que la sociedad Gawa no es una mónada cerrada como parecía mostrar su análisis hasta este momento. En este capítulo Munn analiza un conflicto que se desata en la comunidad como consecuencia de la construcción de una escuela. En capítulos anteriores menciona la actuación dentro de la comunidad de padres pertenecientes a la Iglesia, pero sin especificar nada acerca de cómo se produjo la inserción de estas “nuevas autoridades” dentro de las prácticas religiosas de Gawa y qué significado adquirió la Iglesia en la creación de ese mundo simbólico (para una crítica acerca de los estudios antropológicos sobre cristiandad y religiones nativas ver Barker 1993). A pesar de que el conflicto presenta elementos que hasta ese momento no aparecían en el análisis y que son “externos” a ese todo integrado planteado por Munn, la explicación del mismo reproduce la lógica de análisis utilizada en otro tipo de prácticas en Gawa. El cambio sólo es concebido como una transformación de un estado posible a otro (de un estado negativo para uno positivo). El conflicto es explicado como un problema de coordinación espacio-temporal que repercute sobre los valores del esquema de producción de valor dominante en Gawa. Por lo tanto, el elemento dinámico –esquema generativo– y el énfasis en lo vivido se reducen a posibilidades de transformación, pero nunca de cambio. Plus ça change, plus c’ est la meme chose? 

Referências

Barker, J. 1993. Christianity in Western Melanesian Ethnography. En: Conversion to Christianity: Historical and Antropological Perspectives on a Great Transformation, editado por Robert Hefner. University of California Press, Berkeley.   [ Links ]

Malinowski, B. 1973 (1922) Los argonautas del Pacífico Occidental. Península, Barcelona.   [ Links ]

Weiner A. 1976 Women of Value, Men on Renown. University of Texas Press, Austin.   [ Links ]

Laura E. Masson – Departamento de Antropología Social, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires, Olavarría, Buenos Aires, Argentina. Av. Del Valle 3757, Olavarría (7400). E-mail: lmasson@soc.unicen.edu.ar

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Arqueología de la Educación. Textos, indicios, monumentos. La imagen de los indios en el mundo escolar – PODGORNY (IA)

PODGORNY, Irina. Arqueología de la Educación. Textos, indicios, monumentos. La imagen de los indios en el mundo escolar. Buenos Aires: Sociedad Argentina de Antropología. Buenos Aires, 1999. 222p. Resenha de: ENDERE, María Luz. Intersecciones en Antropología, Olavarría, n.1, ene./dic., 2000.

La Dra. Irina Podgorny cuenta con una sólida formación en arqueología y antropología y ha publicado numerosos trabajos en temas relacionados con historia de la ciencia en Argentina, en especial de la arqueología y la antropología en el período de institucionalización de las mismas y de la creación de los grandes museos nacionales hasta la primera mitad del siglo XX.

En este trabajo se reproduce en parte su tesis doctoral “Arqueología y Educación: la inclusión de la arqueología pampeana en la educación argentina”, presentada en 1993. Lo que ha sido excluido de la versión original es la segunda parte en la cual se analizaban los trabajos científicos en base a los cuales se organizó el estudio del pasado indígena entre 1880 y 1940, por haber sido objeto de publicaciones anteriores de la misma autora y que no son ajenos al lector familiarizado con la producción de Podgorny en los últimos años (en especial Podgorny 1999).

Esta publicación, aunque tardía, no es menos oportuna ya que aborda una cuestión poco explorada en Argentina, cual es la presentación de la arqueología y del pasado indígena en la enseñanza primaria (actual EGB) en la provincia de Buenos Aires. Pese a que la relación entre arqueología y educación es una cuestión que ha sido objeto de reflexión por parte de autores extranjeros (en particular MacKensie y Stone 1990), en el marco de la denominada arqueología postprocesual (Hodder 1986), la producción de trabajos que se ocupen específicamente de cómo se enseña la arqueología y el pasado indígena en la escuela en Argentina es muy escasa. Si bien se reconoce en los ámbitos científicos que el pasado prehistórico está virtualmente excluido en la educación formal argentina, no hay suficientes trabajos de investigación que contrasten esta afirmación con la realidad cotidiana que se vive en las aulas.

Desde la arqueología postprocesual se ha enfatizado la subjetividad de la interpretación del pasado y su manipulación desde el presente, manipulación de la que no ha sido ajena la arqueología (ver Kohl y Fawcett 1995; Díaz-Andrew y Champion 1996). En esta línea interpretativa, recobra especial interés la indagación de cómo el pasado o determinadas versiones del pasado han servido de fundamento a políticas hegemónicas, así como a la consolidación de una identidad nacional única -y al mismo tiempo negadora de toda posible diversidad étnica o cultural-, sobretodo en las nuevas naciones surgidas a partir de procesos de descolonización.

En este sentido, la educación formal constituye un instrumento idóneo para difundir la idea de nacionalidad cuya fuerza homogeneizante requiere necesariamente la negación y exclusión de todo pasado que pueda proveer de algún resquicio para una versión que difiera de la historia oficial, así como la exaltación de aquello que pueda servir de base a las “nuevas” tradiciones nacionales (en el sentido de Hobsbawm y Ranger 1983).

En ese marco la indagación sobre la presentación del pasado indígena y la inserción de la arqueología en la currícula escolar -tanto en la formación de docentes como de alumnos-, así como en los libros de textos permite comprobar qué lugar ocupaban en la “versión oficial” del pasado y comprobar cómo el mismo se fue modificando a través del tiempo.

Este trabajo abarca el período 1880-1990 en los cuales -destaca Podgorny- se ponen de manifiesto dos diferentes modelos culturales de nación: el de la homogeneidad cultural y el crisol de razas, correspondiente a la etapa de la consolidación institucional del país (1880-1940) y el de nación pluricultural evidenciado en las políticas culturales instrumentadas desde la restauración democrática de 1983.

La propuesta de Podgorny consiste en analizar las representaciones acerca de los indígenas en la educación formal en la provincia de Buenos Aires con el fin de “comprender los usos de tales imágenes en la consolidación del sentimiento de pertenencia a la nación”.

Reconociendo su basamento metodológico en la “arqueología del saber” de Foucault (1969) en el cual “los discursos y saberes son definidos como ´monumentos ´ y analizados en su materialidad”, Podgorny señala que “los discursos que se originan y se usan en la vida cotidiana en la escuela pueden ser definidos como monumentos de una cultura contemporánea que contiene en sí elementos procedentes de las mentalidades y culturas del pasado, más allá de la voluntad de los participantes actuales de ese discurso, (…) tales restos pueden ser hallados también en el discurso de los científicos y, desde ese punto de vista, ambos tipos de discursos pueden ser equiparados” (pág. 4).

Esta “arqueología de la educación” argentina es reconstruida mediante análisis de contenido de documentos, entrevistas, observación participante, etnográfica y encuestas y se basa en tres tipos de evidencias: los contenidos curriculares, la realidad en el aula -a través del caso de estudio- y el análisis de los textos escolares, que permiten evaluar no sólo los contenidos sino también la articulación entre arqueología y educación a través del tiempo.

La obra se estructura en dos partes. En el capítulo primero de la primera parte, aborda la situación escolar contemporánea a través del análisis de las imágenes, los presupuestos y las categorías utilizadas en la presentación de los pueblos aborígenes de los programas de educación primaria y demás documentación oficial en la provincia de Buenos Aires entre 1975-86, período durante el cual se produce el paso de un modelo hacia el otro. En el capítulo segundo, se contrasta la reforma curricular impuesta desde el Estado con la realidad en el aula, tomando como caso de estudio escuelas de la zona sur del Gran Buenos Aires, en las cuales se efectuó el trabajo de campo entre 1987-1989. En el tercero, aborda los conceptos de historia y ciencias sociales que manejan los docentes entrevistados durante el trabajo de campo y en el cuarto, las representaciones de los pueblos indígenas y las ideas acerca de los indios que expresan los alumnos.

Al final de la primera parte, la autora marca las contradicciones existentes en el mundo escolar: “mientras que en los documentos y manuales se define a la argentina como un país pluricultural y plurilingüe, los contenidos y la lógica de la organización de los contenidos tienden a una presentación que entraña la exclusión de los pueblos indígenas” (pág. 100). Al tiempo que señala que las categorías que efectivamente se usan en la escuela primaria, presentan a los pueblos indígenas como entidades naturales desconectados tanto de su propia historia como de la historia nacional.

En la segunda parte del libro, Podgorny analiza la presentación de las sociedades indígenas en los textos utilizados en las escuelas bonaerenses entre 1880 a 1989, reconstruyendo la relación entre arqueología, discursos acerca de la nacionalidad y contenidos educativos a través del tiempo. Es allí donde se pone de manifiesto la segunda contradicción, ya que mientras el modelo de crisol de razas continuó vigente en gran parte del siglo XX, la fluida relación entre investigación arqueológica y educación que existía hasta 1925, comenzó a eclipsarse desde entonces hasta su total desconexión.

Las razones de esta crisis Podgorny las busca más allá del ámbito estrictamente educativo y se remite a la disputa entre arqueología e historia en ocupar un lugar de privilegio en el discurso intelectual -y político sobre los orígenes de la nacionalidad argentina. Por otro lado, esa desconexión fue agravada por “la relativa autonomía de las editoriales con respecto a la información que hacen circular” y a la reiteración año tras año de la misma información a través de un proceso que la autora califica de “autoplagio” de los manuales escolares (pág. 171). Finalmente, la realidad educativa aportó un elemento adicional: pese a la existencia en el mercado de manuales que responden al cambio de modelo curricular desde 1980, los viejos manuales seguían siendo usados en el aula para fines de esa década. Y lo que es aún peor se puede estimar que están todavía hoy en uso, tomando en consideración la conclusión a la que arriba la propia autora luego de relevar los textos escolares usados en las escuelas investigadas: “el desfasaje entre la fecha de publicación del libro y las del uso por un niño, oscila entre los tres y los treinta años” (pág. 163).

En conclusión, este trabajo tuvo en el momento de su producción y sigue teniendo aún una gran cuota de originalidad pues ilustra con datos de la realidad la distancia que media entre la información arqueológica que se maneja en los ámbitos universitarios y académicos y la contenida en los manuales de instrucción básica y, lo que es peor aún, las categorías que manejan docentes y alumnos sobre la arqueología y sobre los pueblos indígenas y su pasado. La lectura de las respuestas de los entrevistados es a la vez divertida y trágica, cuando se comprueba que los equívocos de los niños escasamente puedan ser aclarados por los docentes. Podgorny enfatiza que este trabajo “es una evidencia arqueológica de la situación de la enseñanza de la historia hacia fines de la década de 1980” y que no pretende que sea visto como el presupuesto de una realidad inmutable. Sin embargo, por más optimistas que seamos con los beneficios que hayan traído dieciséis años de democracia, el tiempo que requieren los cambios en educación permite suponer que no se esté demasiado lejos de la realidad actual en muchas aulas del país.

Reflexionar sobre esta cuestión, es también el punto de partida para un nuevo desafío para los arqueólogos en Argentina, cual es cómo presentar la arqueología al público de una manera más democrática y pluralista (ver Jameson 1997; también Stone y Molyneaux 1994; McManus 1996).

En este sentido, la elección de este trabajo para su publicación en la colección Tesis doctorales de la Sociedad Argentina de Antropología ha permitido la difusión de una investigación que no merecía permanecer inédita y que sin duda será de gran utilidad, no sólo para la reflexión de los propios arqueólogos, sino de todos aquellos que estén de algún modo involucrados con la presentación del pasado a través de la educación formal y no formal.

Referências

Díaz-Andreu, M. y T. Champion (eds.). 1996 Nationalism and Archaeology in Europe. UCL Press, Londres.    [ Links ]

Foucault, M. 1969 La arqueología del saber. Siglo XXI, México.   [ Links ]

Hobsbawm, E y T. Ranger (eds.). 1983. The Invention of Tradition. Cambridge University Press, Cambridge.    [ Links ]

Hodder, I. 1986 Reading the past; current approaches to interpretation in archaeology. Cambridge University Press, Cambridge.    [ Links ]

Jameson, J. (ed.). 1997 Presenting Archaeology to the Public. Diging for Truth. Altamira Press, Londres.   [ Links ]

Kohl, P y C. Fawcett (eds.). 1995 Nationalism, Politics and the Practice of Archaeology. Cambridge University Press. Cambridge.    [ Links ]

MacKensie, R. y S. Stone (eds.). 1990 The Excluded Past. Archaeology in Education. Routledge, Londres.    [ Links ]

McManus, P. (ed.) 1996 Archaeological Display and The Public. Museology and Interpretation. Institute of Archaeology, UCL, Londres.    [ Links ]

Podgorny, I. 1999 El argentino despertar de las faunas y de las gentes prehistóricas. Coleccionistas, Museos y estudiosos en la Argentina entre 1880 y 1910. EUDEBA, Buenos Aires.   [ Links ]

Stone, P. y B. Molyneaux (eds.). 1994 The Presented Past. Heritage, Museums and Education. Routledge, Londres.   [ Links ]

María Luz Endere – INCUAPA – Departamento de Arqueología. Facultad de Ciencias Sociales. UNCPBA. Avenida Del Valle Nº 5737. B740JWI Olavarría. Buenos Aires. Correo electrónico: mendere@soc.unicen.edu.ar

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