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Tres estudios de historiografía argentina | J. D. Cesano
Es de celebrar la aparición de publicaciones que contribuyan al enriquecimiento de lo ya sabido o poco explorado acerca de las dinámicas intelectuales, políticas y epistemológicas de la historia de la trama historiográfica en diferentes escalas. El texto que se reseña constituye un acercamiento monográfico a tres figuras/autores que escribieron historia entre finales del siglo XIX y la primera mitad del XX en la Argentina, a los efectos de observar lo que el autor denomina “labor historiográfica”, más concretamente “desde el interior del país”. Para el abordaje de Ramón J. Cárcano, Enrique Martínez Paz y Juan Álvarez y algunas de sus respectivas escrituras, Daniel Cesano resuelve con pericia un diálogo interesante entre algunos materiales primarios y secundarios, estos últimos actualizados. Sin embargo, los estratos de la información pierden de vista la pluralidad analítica entre registros de distinta naturaleza y construcciones historiográficas más o menos actuales, que remiten a bases teóricas muchas veces divergentes. Leia Mais
Esquizohistoria. La historia que se enseña en la escuela, la que preocupa a los historiadores y una renovación posible de la historia escolar – De AMÉZOLA (CA-HE)
De AMÉZOLA, Gonzalo. Esquizohistoria. La historia que se enseña en la escuela, la que preocupa a los historiadores y una renovación posible de la historia escolar. Buenos Aires: Libros del Zorzal, 2008. 130p. Resenha de: ANDELIQUE, Carlos Marcelo. Clío & Asociados. La Historia Enseñada, n. 13, 2009.
La preocupación central que atraviesa el libro refiere a la existencia de dos historias: una historia construida y sostenida por los historiadores y la otra historia enseñada y reproducida en las escuelas. Esta disociación entre la historia investigada y la historia enseñada no es una preocupación nueva para De Amézola.
1 Se origina hace varios años atrás, cuando junto a A. Barletta en un conocido artículo 2 sostenían que se producía un fuerte contraste entre la formación recibida en las escuelas por los estudiantes ingresantes a la carrera de historia y la enseñanza y aprendizaje de la historia en la universidad, desarticulación que luego se reeditaba cuando este estudiante, de vuelta como profesor, se proponía enseñar historia en la escuela secundaria.
En este libro retoma y profundiza aquellas refl exiones organizada en dos partes. En la primera parte titulada “Una breve historia de la enseñanza de la historia”, el interrogante ¿Cómo fue que se instaló el estudio de la historia en la escuela para que cambiarla hoy resulte tan difícil? se constituye en el problema al que el autor intenta dar respuesta. Atendiendo a esta pregunta analiza el proceso de gestación de la disociación entre la historia académica y la historia que se enseña y aprende en las escuelas. Hace un recorrido por la historia de la enseñanza mostrando diferentes períodos que le permiten al autor demostrar cómo se conformó el “código disciplinar” 3 imperante en las escuelas, caracterizado por el memorismo y el nacionalismo.
En cada uno de los períodos históricos se analizan continuidades y discontinuidades en los discursos y prácticas de la historia escolar.
En el primer período que el autor delimita, analiza la conformación de lo que defi ne como la visión mitrista de la historia argentina, gestora del panteón de los héroes y de los rituales patrióticos que se institucionaliza en las escuelas y permanece hasta hoy. Un discurso historiográfi co iniciado en la segunda mitad del siglo XIX que respondía a la necesidad de construir una idea de nación compartida por todos para consolidar el Estado en formación y para argentinizar a los extranjeros que llegaban al país en pleno desarrollo del modelo agroexportador. El siguiente período (1930-1955), se caracteriza por la puja entre la historia liberal y el revisionismo histórico. La exaltación del nacionalismo, del ejército y de los principios católicos contra el cosmopolitismo de los liberales derivó en una interpretación del pasado en clave autoritaria. Sin embargo, el autor señala que la historia escolar conservó la tradicional perspectiva del pasado argentino, con la paulatina incorporación y reivindicación de Rosas. Perspectiva tradicional que se evidencia 179 Dossier. museos, historia y memoria en el calendario escolar defi nido en este período y que se mantiene hasta la actualidad. En el período 1955-1976, De Amézola marca un punto de infl exión importante, ya que es en este momento histórico donde se ensancha la brecha entre la historia académica y la historia escolar. La historia académica se acerca a otros campos de conocimientos que van a generar una importante especialización y complejización de los contenidos. Sin embargo, aunque esta renovación en el campo historiográfi co es evidente, en el ámbito escolar la enseñanza de la historia se mantiene inalterable.
En el período 1976-1993 se distinguen dos momentos claramente diferenciados: en el primero, 1976-1983, la enseñanza de la historia responde a la necesidad de la dictadura de disciplinar ideológicamente a la sociedad, donde prevalece la obediencia, el control y el orden. Esta situación contrasta con el período democrático iniciado en 1983, donde se produce una renovación importante en el ámbito de la investigación historiográfi ca expresado en nuevas investigaciones, producciones y publicaciones. Por otra parte, destaca algunos cambios en los libros de texto: nuevas temáticas pero superpuestas con contenidos tradicionales.
El último período que identifi ca el autor refi ere al que se produce durante la década del noventa a partir de la reforma educativa.
En este contexto, el intento de acercar ambas historias va a estar atravesada por distintas controversias y confl ictos en torno a la defi nición de nuevos contenidos, por políticas erráticas respecto de la formación docente –considerados como meros ejecutores de una reforma pensada por especialistas–, por innovaciones en los libros de textos con escaso impacto en las aulas. Sin embargo, abrir la discusión De Amézola, Gonzalo, Esquizohistoria …
Carlos M. Andelique en torno a la historia enseñada, permitir un acercamiento entre las dos historias, generar la toma de conciencia respecto del nacionalismo exacerbado en la enseñanza de la historia, propiciar la construcción de modelos alternativos de enseñanza al memorismo, se constituyen en algunos de los logros que, según el autor, se pueden apreciar a partir de la reforma.
En la segunda parte, titulada “Entre la historia y la enseñanza”, De Amézola hace un repaso de aspectos metodológicos y de conceptos epistemológicos centrales constitutivos de la disciplina que requieren ser recuperados y refl exionados para renovar y transformar la enseñanza de la historia. Plantea que la complejidad del tiempo histórico requiere ser enseñada a partir de abordar en las aulas la cronología, los múltiples tiempos, las periodizaciones, los cambios y continuidades, la relación pasado-presente. En lo que refi ere al espacio, propone el análisis de contenidos desde perspectivas macrohistóricas combinadas con miradas en pequeña escala -microhistóricas- con el objetivo de enriquecer y matizar explicaciones generales. En consonancia con las nuevas tendencias historiográfi cas, plantea otorgarle voz en las aulas a los nuevos sujetos históricos, actores colectivos ausentes como las mujeres, ahora revalorizadas por estudios que responden a nuevas perspectivas califi cadas bajo el título de “la historia desde abajo”. Desde una mirada que entiende a los métodos y técnicas de investigación propias de la disciplina histórica como contenidos fundamentales, propone enseñar a historiar a partir de propuestas metodológicas de enseñanza basadas en la resolución de problemas y en la investigación.
Estos cambios que se proponen requieren de refl exiones más profundas sobre la concepción epistemológica de la disciplina y sobre los sentidos de enseñar historia. Qué historia enseñar y para qué enseñarla se expresa necesariamente en las decisiones que el docente toma al momento de programar y desarrollar la enseñanza. Para De Amézola, cualquier respuesta a estos interrogantes debe estar fuertemente vinculada a la construcción de una conciencia histórica y a la necesidad de enseñar a “pensar históricamente”. Esta renovación en la enseñanza de la historia demanda profesores refl exivos y críticos. En este sentido, considera que la formación de docentes autorrefl exivos debería ser la preocupación central de la didáctica específi ca.
Tanto para profesores en ejercicio del rol como para quienes se encuentran en proceso de formación, el libro se constituye en una buena síntesis que le permite al lector relevar un diagnóstico de la desarticulación entre la historia investigada y la historia enseñada en Argentina y revisar propuestas alternativas para la enseñanza de la historia.
Notas
1 Quienes han seguido la trayectoria de Gonzalo De Amézola notarán al leer este libro que el autor retoma refl exiones y planteos de la enseñanza de la disciplina ya abordados en otros artículos publicados anteriormente.
2 Amézola, Gonzalo de y Barletta, A. M. (1992): “Esquizohistoria e historiofrenia. Del secundario a la carrera de historia y de vuelta al secundario” en Entrepasados Nº 2.
3 Este concepto retomado por De Amézola es propuesto por Raimundo Cuesta para referir al conjunto de ideas, discursos y prácticas dominantes de la enseñanza de la historia dentro del marco escolar.
Carlos Marcelo Andelique – Universidad Nacional del Litoral
[IF]
Más allá del territorio: la historia regional y local como problema. Discusiones, balances y proyecciones – Sandra Fernandez
Desde hace poco más de dos décadas, la historiografía argentina ha sido testigo de acaloradas discusiones que, tanto desde el campo de la teoría como desde estudios concretos, fueron demarcando sendas novedosas que no han sido del todo transitadas ni agotadas. Las numerosas inquietudes desplegadas desde algunos espacios académicos, la entrada incontenible –y por cierto bienvenida– de nuevos problemas y miradas que modificaron impetuosamente las agendas de discusión, así como los intentos por revisitar desde posturas complejizantes un relato histórico “nacional” plagado de mitos e invisibilidades, cimentaron el terreno para el desarrollo de la historia regional y local en nuestro país. Aunque su llegada a la arena historiográfica argentina puede evidenciar un cierto “rezago”, especialmente si se la compara con sus tempranos desarrollos en Europa y América Latina, los tópicos y conclusiones en torno a los cuales giró la reflexión –y que tuvieron como marco jornadas, simposios y congresos en distintos puntos del país– no pueden concebirse en términos de “ecos” de lo que se acontecía en otras latitudes. Más bien, un grupo de cientistas sociales se nutrió de ellos y los puso en tensión tomando como referente el acontecer del campo disciplinar local.
Así, desde mediados de la década de 1980 se fueron conformando grupos de investigación con el objetivo de iniciar indagaciones de corte regional que se enfocaran sobre cuestiones que, hasta ese momento, habían quedado relativamente marginadas de las grandes líneas de interés. En esta tarea, se destacaron los centros universitarios de Rosario, Tucumán y Comahue, los que resaltaron las particularidades regionales que atravesaban las formas de organización del mercado y del Estado Central en la inserción de la Argentina en la división internacional del trabajo que proponía el modo de producción capitalista. Años más tarde, estos proyectos impulsarían a varios investigadores a ensayar intentos de conceptualización de la “región” y su significado para la Historia.[2] Sin embargo, y por más de que ya ha corrido mucha tinta sobre la vigencia y pertinencia de esta práctica historiográfica, la historia regional y local parece tener todavía un buen número de detractores en los espacios académicos quienes, apelando a justificaciones que no siempre poseen fundamentos sólidos, muestran cierto resquemor ante su innegable, creciente y bien merecido lugar en la investigación y enseñanza de la historia en distintos niveles.
En este contexto, Más allá del territorio… aparece como un aporte fundamental para insertarse en la discusión tanto desde la teoría como desde la empiria, aunando los esfuerzos y experiencias de reconocidos historiadores e historiadoras cuyos intereses puntuales, no siempre coincidentes, están guiados aquí por un enfoque y por una forma particular de abordar los problemas históricos que desarrollan. Lejos de ser una barrera a la comprensión y coherencia interna del libro, esta diversidad de preocupaciones abre un horizonte que, si bien es fragmentado y no agota la totalidad de la riqueza temática y temporal de los trabajos desde el enfoque regional y local, permite al lector aventurarse en muchas líneas de investigación desplegadas y aún vigentes.
A su turno, los autores de los nueve capítulos que dan cuerpo a la obra proponen un recorrido por los espacios particulares del saber a los que han dedicado años de su formación académica, rescatando el accionar de diversos actores en los escenarios y momentos más disímiles y tomando al recorte regional y local ora como objeto de reflexión en sí mismo, ora como propuesta metodológica para repensar algunos postulados más o menos asentados y aceptados en el quehacer de la disciplina. Pero más allá de las especificidades temáticas de cada contribución, se pueden destacar algunas líneas comunes que, aunque no estén explicitadas directamente, sobrevuelan a todas las intervenciones.
En primer lugar, el carácter de la región en tanto construcción y recorte analítico es realizado por el investigador en función de sus intereses concretos.
En este sentido, la región no supone una territorialidad más o menos naturalizada y solamente perceptible a través de los sentidos, sino que tiene que ver con una trama social y relacional que la va configurando temporalmente, a la vez que se presenta como un espacio de interacción dinámico, en constante cambio y redefinición. Esto implica considerar que las fronteras o delimitaciones de la región no se corresponden necesariamente con los límites jurídico-administrativos que la historiografía más tradicional tomaba como principales referentes; y que la propia temporalidad de estos espacios, así como los ritmos de las continuidades y cambios, ameritan un tratamiento particular que no se condice mecánicamente con las cronologías admitidas para otros recortes espaciales.
En segundo lugar, la alusión a lo regional y lo local no tiene como meta la búsqueda de ejemplos que ratifiquen los supuestos de la historia general, sino que más bien se trata de detectar la singularidad y particularidad de los problemas históricos en un espacio más acotado y, a partir de ahí, revisar críticamente las grandes “verdades” de la historia general, evitando a su vez caer en lo meramente anecdótico o pintoresco. De allí se desprende que, tal como afirma categóricamente Fernández, “su eje no es temático sino analítico. Dicho con otras palabras, la historia regional no propone un nuevo tema, un nuevo objeto, sino una nueva mirada, un nuevo acercamiento, un nuevo abordaje analítico” (p. 39).
Los primeros dos capítulos se destacan por una fuerte impronta teórica y por los esfuerzos de sus autores en dar cuenta de la polifonía que rodea a las categorías de lugar y región. Anaclet Pons y Justo Serna resaltan la flexibilidad y artificialidad de la noción de “lugar” en tanto constructo del cientista social.
Asimismo, se detienen en algunas metáforas (de la lente y de la red) que son desglosadas y leídas en su relación con la historia local y con otras corrientes como la microhistoria. Por su parte, Sandra Fernández nos sitúa en el contexto argentino para trazar el recorrido de esta práctica desde las variables y concepcionesmás tradicionales de la región hasta las nuevas búsquedas. En este sentido, convoca a la realización de estudios comparativos que permitan una incorporación de la producción generada hasta el momento, apostando no simplemente a la indagación de la localidad, la comarca o la región sino a estudiar “localmente” elementos que hacen a la densidad de la trama social, por ejemplo las formas de construcción y percepción identitarias.
Partiendo del establecimiento de relaciones –y diferenciaciones– entre la historia regional y local y otros modelos interpretativos que, como la microhistoria italiana, tuvieron un muy considerable impacto en el mundo académico argentino, Susana Bandieri nos introduce en la génesis, puntos de partida y resultados de una experiencia de investigación particular en el año 1995, que reunió bajo expectativas comunes a docentes y alumnos de historia de la Universidad Nacional de Comahue (Argentina) y de la Universidad de la Frontera de Temuco (Chile). Por un lado, ilustra el modo en que la conformación de una región –la Norpatagonia– rompía con las divisiones administrativas de las provincias y con las actuales fronteras internacionales, develando continuidades, flujos y contactos constantes entre actores de los países a ambos lados de la cordillera. Por otro, logra demostrar con creses no sólo que ciertos presupuestos e hipótesis que se barajaban desde la historia general –como el tan mentado éxito de la penetración del Estado Nacional en el espacio patagónico– debían ser modificados o, al menos, matizados; sino que la realidad actual de los estudios regionales y locales es más vasta de lo que usualmente se cree.
El capítulo confeccionado por Andrea Reguera, vinculado a los estudios rurales y a las dinámicas de los procesos regionales, se aboca a dar cuenta de las articulaciones del accionar de los actores entre sí y con la comunidad –en este caso, en el marco del poblado de Tandil al sur de la provincia de Buenos Aires–, en un proceso que admite ser explorado desde la perspectiva local.
Tomando las observaciones y planteos de viajeros, aventureros, científicos, cronistas locales e historiadores, se recrea una urdimbre de relaciones en ese otrora espacio de frontera en constante ebullición, operación intelectual en la cual la comunidad y el espacio local se erigen en unidades de análisis pertinentes a la hora de reconsiderar numerosos temas y aseveraciones.
Los aportes de Darío Barriera y Diego Roldán se ubican en el mundo urbano, aunque cada uno está signado por especificidades temáticas y registros argumentativos propios que es útiles desplegar. El primero apela a una estrategia narrativa original que toma como excusa el comentario a un texto de Rodolfo González Lebrero para ir abriendo un abanico de posibilidades de pesquisa de fenómenos espaciales en el área rioplatense colonial. A esto añade la búsqueda de precisiones conceptuales referidas a la “espacialidad” en los procesos históricos a nivel regional y local. Por su parte, Roldan se sumerge en las formas en que se han llevado adelante los acercamientos a la historia cultural de las ciudades y en la historia de los imaginarios urbanos desde mediados del siglo XX, pensando en la actualidad de buena parte de las imágenes conformadas a lo largo de esos años así como en la vitalidad de algunas de las hipótesis esbozadas en diversos contextos de producción científica. Con la prosa ágil y amena que suele caracterizar a su producción, pasa revista a los modelos de arribo a estas problemáticas desde variadas perspectivas de trabajo, entre las que se destacan la planificación y sociología urbanas y la geografía económica, pasando por las teorías del desarrollo y la dependencia hasta llegar a las aproximaciones intelectuales que abogaban por diversas entradas a las densas realidades urbanas desde la economía, lo social, lo cultural y lo político. Concluye con algunas referencias a los denominados nuevos estudios urbanos de las últimas décadas.
Por su parte, las contribuciones desde la historia reciente y las iniciativas de recuperación de memorias a la luz todo un universo de acontecimientos, sentidos y significaciones novedosos, conectados a problemas históricos no demasiado distantes temporalmente, en interacción con la propuesta del libro, han sido encaradas por Débora Cerio y Gabriela Águila. El mundo de la conflictividad social en la Argentina de las décadas de 1960 y 1970 considerado por Cerio en clave regional abre la arista de la construcción de identidades sociales y de la complejización de la realidad histórica. No obstante, y como plantea acertadamente, puede verse una ausencia considerable de indagaciones regionales sobre las modalidades de organización y lucha de las clases subalternas. El desafío propuesto no es sólo sanear esta situación sino también propugnar una construcción pluridisciplinar de la categoría de región que capitalice los desarrollos antropológicos y los esfuerzos por dotar de sentido a las luchas e identidades políticas en una nueva clave. En el caso del trabajo de Águila, se salda la brecha entre la enunciación de postulados teórico-metodológicos y la aplicación práctica de los mismos en problemáticas históricas concretas, en este caso, la represión, la resistencia y el consenso generados en relación a la dictadura militar en Argentina entre 1976 y 1983. Lejos de circunscribirse a Rosario, la historiadora reconstruye el accionar de los actores sociales en un espacio como es el Gran Rosario, que necesariamente escapa a los límites de la ciudad para incluir a otras localidades adyacentes de la provincia de Santa Fe, revelando la riqueza de las contribuciones regionales a la hora de plantear una historia más densa y comprometida.
El cierre de esta obra colectiva queda a cargo de Elvira Scalona, quien rescata y trae a primer plano la relevancia didáctica y los modos pedagógicos de implementación de la enseñanza de la historia en clave regional y local en las escuelas argentinas a partir de la sanción y puesta en marcha de la Ley Federal de Educación. La estrategia narrativa la lleva a recuperar las líneas argumentativas que implican su inclusión –muchas veces ilusoria o vaciada de sentido y contenido– en los programas de la educación formal así como a ponderar su injerencia en la conformación de identidades ciudadanas críticas en el contexto de globalización actual.
Teniendo en cuenta lo expuesto, la alusión a los estudios regionales y locales que hace la compiladora en la introducción como un gran mosaico es más que acertada. Planteos diversos, temáticas plurales todavía abiertas y fructíferas se amalgaman en cada uno de los recorridos sugeridos, más no definitivos. De esta manera, y parafraseando a Barriera, Más allá del territorio… se convierte en una obra relevante y provocativa en tanto abre más problemas de los que cierra. Esto, lejos de ser una falencia, debe entenderse como el corolario de uno de los principales objetivos que persigue la obra: alentar deliberadamente la discusión y la reflexión en pos de la consiguiente ampliación de preguntas, dudas y posibles respuestas que toda historia, como ciencia social, debe provocar.
Notas
1. Auxiliar Docente de 2a Categoría “Ad Honorem” Universidad Nacional de Rosario (UNR) leosimonetta@hotmail.com Calle San Martin 519, 5º piso, departamento “5” Rosario – Provincia de Santa Fe 2000 Argentina.
2. FERNANDEZ, Sandra. “El revés de la trama. Contexto y problemas de la historia regional y local”. In BANDIERI, Susana; BLANCO, Graciela y BLANCO, Mónica (coords.). Las escalas de la historia comparada. Tomo 2: Empresas y empresarios. La cuestión regional. Buenos Aires: Miño y Dávila, 2008, pp. 238-240.
FERNÁNDEZ, Sandra R. (Comp.). Más allá del territorio: la historia regional y local como problema. Discusiones, balances y proyecciones. Rosario (Argentina): Prohistoria ediciones, 2007, 182 pp. Resenha de : SIMONETTA, Leonardo C.[1] Tras las huellas de lo local y lo regional: notas críticas y tendencias de la análisis en la historiografía argentina. História da Historiografia, Ouro Preto, n.3, p.161-166, set. 2009.